El POPULISMO DE
PODEMOS
Julio Antonio Vaquero iglesias
En esta pasada noche electoral ha
sobrevolado la hipótesis de que el fiasco electoral de
Unidos Podemos ha sido causado
principalmente por el absentismo electoral o la huida del voto hacia otros partidos de una parte de sus
afiliados y simpatizantes de Izquierda Unida. Pero es difícil de aceptarla como factor único o
primordial, de esa bien calificada derrota electoral, dadas las expectativas
que las encuestas habían despertado sobre su imparable ascenso. Más bien tiene
uno la impresión de que ha sido la descalificadora campaña del miedo, cuyo
potencial de temor ha aumentado con el
triunfo del Brexit, lanzada por los partidos de la derecha y el PSOE
contra Podemos por su condición de fuerza política populista,
el factor principal, amén de otros errores de sus dirigentes, lo que ha determinado
ese fracaso electoral, grave si se
tienen en cuenta sus expectativas, relativo, si reconocemos que se ha
convertido en la tercer fuerza política de España y parece que ha llegado a
nuestro escenario político para quedarse.
El clásico
recurso para provocar el miedo entre los votantes aludiendo al comunismo ha
dejado ya de surgir efecto y es difícil aplicárselo a Podemos que niega la
existencia de derechas e izquierdas. Por lo que ese espantajo, el fantasma del Manifiesto Comunista, ha sido sustituido
en nuestro caso, como si de un arma arrojadiza se tratara, por otro que es la
calificación, con una connotación profundamente negativa. de Podemos como populista, pero sin entrar a definir y
caracterizar qué es el populismo ni a
qué clase de populismo se refieren.
¿Al de los narodniki rusos contra el zarismo,
a los populistas norteamericanos cuyas ideas y medidas nutrieron después el New
Deal de Rooselvet, al del APRA peruano de Raúl Haya de la Torre que denunció
Julio Antonio Mella? ¿O ya en el siglo xx al populismo peronista argentino o al
actual de las extremas derechas que ha
surgido con la Gran Recesión en Europa, o
al que defienden algunos de los actuales estados latinoamericanos y con
el que intentan sus gobiernos, entre fracasos y presiones, poner coto a los desmanes de las
multinacionales que son en gran medida las causantes de la pobreza y
desigualdad de sus poblaciones?
Como es
obvio, ese ataque ideológico a Podemos por su populismo no distingue de
experiencias, formas, contenidos, orígenes de esa fórmula político- ideológica,
esto es, no responde, por tanto, a una crítica racional que, claro está, no
sería compatible con la propia función ideológica descalificadora de tales
menciones. La palabra populista se escupe no se explica. Con lo que estamos en ese
caso ante una situación que no es muy coherente: conocemos sí el programa de
Unidos Podemos, pero quizás un sector importante del electorado lo ha votado o
rechazado sin saber realmente cuál es el origen ni el contenido ideológico de
fondo de la fórmula política populista que defiende Podemos. Esto es, en gran
medida hemos sido populistas o antipopulistas sin saber realmente lo que esto
supone.
Lo primero
que habría que decir es que el de Podemos es un populismo de izquierdas cuya base teórica se encuentra en el
pensamiento del polítólogo posmarxista
argentino Ernesto Laclau ( y Chantal
Mouffe, la politóloga belga. que ha sido
coautora con él de algunos de sus
más importantes libros). El populismo de Laclau se ha inspirado en los
planteamientos de filósofo estructuralista marxista francés Louis Althusser, y
en una apropiación del concepto de hegemonía
(supremacía y dominio ideológico) del pensamiento del teórico marxista Antonio
Gramsci. Y parte de una crítica del marxismo, que no es sino, en realidad, una
crítica de la vulgata marxista economicista del estalinismo. Y, en el caso de
Gramsci, de una distorsión de su pensamiento al aislar la hegemonía del contexto revolucionario y de lucha de clases que está
en la base del pensamiento del pensador italiano.
Para Laclau, las diferentes demandas surgidas
de los diferentes campos de la sociedad, como ha ocurrido con las
que ha provocado la Gran recesión actual y el intento por la derecha de
salir de ella a base de políticas de austeridad, pueden llegar a converger a
través de una “construcción ideológica” y dar lugar un nuevo sujeto político, el pueblo o la
gente, con capacidad para poner en marcha una nueva época más democrática. Sujeto
que se define también por su contrario: la casta, a la vez que plantean una nueva forma
de hacer política a través de una
democracia directa 2. 0 frente a la democracia liberal representativa y la
hacen compatible con la existencia de un líder mediático que no representa a la
gente, esto es, no carismático como en el fascismo, sino que es mero
articulador de la narrativa que da forma al discurso populista.
De todo lo anterior se deduce que este
populismo que teoriza Laclau y en el que se inspira Podemos, no tiene en
realidad un contenido ideológico definido, sino que es una lógica política que
atraviesa ideologías y propuestas
políticas
En
resumidas cuentas, el populismo podemita no busca restructurar ni sustituir el
orden capitalista, sino reformarlo dando satisfacción a todas esas demandas
creadas por su propia evolución.
Estamos, pues, ante un reformismo y no ante una ideología revolucionaria
anticapitalista en mayor o menor grado. Es. pues, en ese contexto ideológico en
el que tendrían explicación todas esas aparentes contradicciones, ambigüedades
y cambios de programa que propalan sus críticos. Del mismo modo que las
afirmaciones ideológicas de algunos de sus principales dirigentes, como
las realizadas por Pablo Iglesias sobre
que no son ni de derechas ni de
izquierdas, o acerca de su identidad socialdemócrata.
A partir de lo anterior, no cabe duda que es
difícil entender el acuerdo electoral al
que han llegado un Podemos populista con una Izquierda Unida anticapitalista en
estas pasadas elecciones. A no ser que haya sido concebido por parte de ésta
como una mera estrategia electoral en busca de la mayoría social siempre
buscada, nunca hallada y cada vez más alejada por parte de IU, además de una
necesidad para su supervivencia. Porque, aunque coincidan en muchos objetivos
concretos de su programa compartido, es
claro que sus principios y finalidades son claramente diferentes, aunque sea a
nivel de objetivos máximos, pero que, sin duda, también tienen alguna
proyección en las políticas concretas inmediatas.
Pero
de ahí a convertir en tesis la hipótesis de que esas diferencias, difícilmente
aceptables sin duda para un sector de los correligionarios y simpatizantes de
IU, hayan sido la causa primordial de la “debacle”
electoral de la coalición de izquierdas hay ciertamente, me parece, un gran
trecho.
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