miércoles, 30 de septiembre de 2015

El reñidero de Europa y la Falange franquista


                         REÑIDERO DE EUROPA Y FALANGE FRANQUISTA

                                                                Julio Antonio Vaquero Iglesias

           
 
 La guerra civil y el franquismo siguen siendo los temas  “estrella” de nuestra historiografía, con o sin conmemoraciones por medio. Acerca de la dimensión internacional de la primera, el historiador asturiano y profesor de la Universidad de Extremadura, Enrique Moradiellos, destacado investigador de este tema  ya desde su tesis doctoral que trató de la intervención británica en el conflicto español, acaba de publicar  El reñidero de Europa ( Península, 2001). Sobre la Falange durante el primer franquismo trata el reciente libro La Falange de Franco ( Plaza y Janés, 2001) de  Joan Maria Thomàs, profesor de la Universidad  Rovira i  Virgili y autor de numerosos trabajos sobre el partido único franquista., sobre todo, en el ámbito catalán.

            Los títulos de ambos  libros expresan claramente las tesis que defienden sus páginas. “Reñidero de Europa” fue la feliz expresión con que un diplomático de la época  calificó a la guerra española y define bien la importancia que tuvo y se le dio en el escenario internacional y europeo. Ello explica, en parte, la inmensa literatura historiográfica que nuestro conflicto ha generado – y sigue generando- a lo largo de los más de sesenta años de finalizado y  cuyo inicio podría fijarse  ya 1938 con un trabajo, nada menos que del historiador británico Arnold Toynbee.  Casi tanta como la que ha producido la II Guerra Mundial. En 1986, más de 15.000 volúmenes.

            Y como mantiene en su libro Moradiellos, esa trascendencia europea e internacional del conflicto, como escenario previo y campo de batalla anticipado del enfrentamiento que,  contra el fascismo, mantendrían en la II Guerra Mundial las democracias y la Unión Soviética, determinó que la intervención extranjera fuese no sólo  decisiva para su desarrollo, sino también para su desenlace. El apoyo de la Alemania nazi, la Italia fascista y la dictadura portuguesa de Oliveira Salazar a los sublevados fue el factor decisivo que desde el primer momento decantó el curso de la guerra a su favor Mientras que el apoyo soviético - y en menor medida de  México-  a los republicanos si bien impidió su derrota inmediata y convirtió una guerra que se pensaba iba a ser  corta en un conflicto más largo y duro, no alcanzó el nivel del prestado al otro bando y tal asimetría constituyó un factor decisivo para el resultado  final de la guerra.

Desde el inicio Hitler y Mussolini respondieron favorablemente a las peticiones del general Franco para transportar sus tropas a la Península. Sin embargo, el gobierno conservador inglés mantuvo desde el principio una neutralidad benévola para el bando sublevado por miedo a la repercusión  externa que podría traer el apoyo al régimen republicano en la delicada coyuntura internacional del momento y temeroso de que con su triunfo se impusiese alguna forma de bolchevismo en España. El gobierno frentepopulista francés, partidario del apoyo a la República en un primer momento, se terminó sumando, por la presión, a la postura  británica. La creación del Comité de No Intervención ratificó aquella primera neutralidad cuya otra cara era malévola para la República, pues mantuvo los ojos cerrados ante la continuación del apoyo a la rebelión militar  de la Alemania nazi y la Italia fascista, miembros del mismo, aunque terminase provocando que la Unión Soviética rompiese también los acuerdos del citado comité, auxiliando al bando republicano.

            Por su parte, el título del otro libro- “ La falange de Franco”-, deja claro el bando al que se adhiere el autor en el debate historiográfico que ha generado la naturaleza del franquismo, desde que en 1964, Juan José Linz en su ya “archimencionado” artículo  trató de demostrar – contra la percepción que se tuvo en el bando republicano durante el conflicto y como  venía manteniendo la historiografía renovada que emergía extramuros del régimen- que el franquismo no había sido una dictadura totalitaria, un fascismo más de la época, sino un régimen autoritario. Thomás se alinea, en cambio, con esa tercera vía interpretativa superadora de la anterior que ha surgido entre un sector de la nueva generación de historiadores del franquismo. Éste no sería homologable, strictu sensu, con el fascismo ni el nazismo. Pero sí fue un régimen fascistizado que, como defienden los seguidores de esta interpretación, era mucho más que una dictadura autoritaria y conservadora  y mucho menos que una dictadura fascista.

La falange fascista de los primeros tiempos se habría convertido tras el Decreto de Unificación de 1937 en  la Falange de Franco y ni siquiera en esta etapa de su mayor predominio que analiza este libro, el partido único llegó a imponerse – aunque su sector radical lo pretendiese-  al gobierno  ni al Estado, como era lo canónico en los regímenes fascistas, sino que se limitó  a ser el principal agente del proceso de  fascistización que se inició  ya en la etapa de la guerra, alcanzó su apogeo entre el final de ésta y 1942 y llego hasta el final del régimen, con la muerte de Franco, sin que se desfascistizase del todo. Fueron, precisamente, según el análisis del autor, su intento de aumentar su cuota de poder y conseguir un mayor grado de fascistización del Estado, pero también su enfrentamiento con el Ejército, las causas determinantes de la crisis de 1941 que supuso la caída de su valedor, Serrano Suñer  y la defenestración de uno de los principales miembros del sector radical de la Falange, Gerardo Salvador Merino, delegado nacional de Sindicatos que fue acusado y procesado como masón. Crisis que significó la pérdida del papel hegemónico de FET y JONS dentro del régimen y dentro del partido el triunfo del sector menos fascista dirigido por Arrese. 

          La tesis del libro de Moradiellos  es la aceptada hoy por la historiografia académica y seria, al margen de que en el plano propiamente ideológico siga siendo todavía objeto de polémica. En cambio, la interpretación que asume el de Thomás, aunque bastante extendida en la historiografía actual sobre el franquismo, sigue todavía abierta. El último de sus contradictores  ha sido Vicenç Navarro en un trabajo perfectamente argumentado , titulado ¿Franquismo o fascismo? y publicado recientemente en uno de los últimos números de   Claves de la razón práctica.   

          A pesar de incorporar el habitual aparato crítico académico, ambos libros son accesibles para toda clase de lectores. La estructura del libro de Moradiellos es coherente y cerrada. Dice mucho y todo viene a cuento. Y además lo hace demostrando una gran capacidad analítica que tiene su fundamento en  sus sólidos y profundos conocimientos no sólo de la guerra civil y su dimensión internacional, sino también de toda esa etapa de la historia contemporánea española y europea. Y mantiene la claridad y brillantez expositivas a que nos tiene acostumbrados y que son la razón  de la “multitudinaria” recepción que sus conferencias tienen en nuestra ciudad entre la “burguesía” bienpensante e ilustrada de Tribuna Ciudadana. El apéndice documental y el comentario bibliográfico actualizado que incorpora al final hacen todavía más aprovechable este libro. Aunque entre la literatura historiográfica comentada notemos la ausencia de alguna aportación importante, tan reciente que autor no ha podido ya incluir en su análisis bibliográfico, como es el último libro  de Angel Viñas sobre los orígenes de la intervención nazi en el conflicto español. Los análisis de Thomas no son tan amplios y precisos y hemos anotado, incluso, algún error, más bien despiste, pero que afea al texto. Girón de Velasco fue, sin duda, un jerarca falangista con gran poder, pero no tanto como para ser a la vez de origen palentino y vallisoletano. 

       En resumen, dos libros de lectura recomendable. Pero de valoración diferente, porque entre ellos no sólo hay una diferencia de magnitud, sino también de cualidad. El de Enrique Moradiellos hay que valorarlo de excelente y el del Thomas de lectura aprovechable. Léanlos antes de que otra montaña de nuevos  títulos sobre la guerra civil y el franquismo los termine sepultando.
(PUBLICIADO EN  EL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA NUEVA ESPAÑA, de Oviedo)

viernes, 25 de septiembre de 2015

Radiografía de la Asturias contemporánea


RADIOGRAFÍA  DE LA ASTURIAS CONTEMPORÁNEA

 

                                                           Julio Antonio Vaquero Iglesias

 
Esa centuria, con umbrales borrosos, que discurre entre las  mitades de los siglos XIX y XX, fue, sin duda, para Asturias su siglo decisivo al iniciarse y consolidarse en nuestra región durante ella eso que ha venido en denominarse la modernidad capitalista.

  Los forjadores de la Asturias contemporánea

Trabajadores industriales y campesinos emigrantes  fueron, sin duda, el motor de esas transformaciones, pero también sus sufridores. Considerar, pues,  a estos dos grupos sociales como los protagonistas  de la Biografía contemporánea de Asturias como hace  justamente Germán Ojeda en el libro de ese título, editado pulcramente por la Obra Social y Cultural de CajAstur con un excelente e idóneo repertorio de fotografías procedente de los fondos de Museo del Pueblo de Asturias,  no me parece una licencia histórica consistente en  tomar la parte por el todo. Porque, en este caso, la parte define y da  el sentido substancial  del todo. Fueron  la clase trabajadora asturiana surgida al calor de esas transformaciones y los cientos de miles de campesinos asturianos que, transmutados en emigrantes, cruzaron el Atlántico en busca de los nuevos horizontes americanos no sólo los que engendraron con su trabajo y sus remesas la riqueza y la “modernización” de nuestra tierra. Sino también y sobre todo  los que pagaron con su esfuerzo, con sus penurias, con su sacrificio, en suma, las plusvalías (con perdón) que buscaba  esa tan loada modernidad. Por eso, me parece justo hablar, como se hace en este libro, de los  trabajadores industriales y de los campesinos como  los verdaderos protagonistas de la Asturias contemporánea.

Sí hay, en cambio, algo de sinécdoque inversa, del todo por la  parte, en el título general de este libro si lo relacionamos con su contenido concreto, porque la “biografía contemporánea de Asturias” queda reducida al análisis de  las condiciones de vida de las clases populares a través de una exclusiva fuente que son la topografías médicas. De ahí que en sus páginas interiores se precise ese contenido con los oportunos subtítulos: Condiciones de vida en la región en torno a la primera mitad del siglo XX  y Estudio basado en las Topografías Médicas de los municipios asturianos.

Fuentes de rica y fiable  información

“El siglo de Asturias” al que nos referimos no es, pues, sino el proceso desde el que cobra sentido el contenido de este libro, pero éste, en concreto, sólo trata de la primera mitad del siglo pasado. Y, desde luego,  no pretende  proporcionarnos  una visión general  desde la perspectiva de la historia social de los campesinos y trabajadores asturianos, sino un aspecto mucho más concreto y determinado como es el  examen de sus condiciones de vida a través de una única y exclusiva fuente de  información como son  las mencionadas topografías médicas.

 Las topografías médicas  son, sin duda, fuentes documentales que aportan una importante y fiable información  por  la experiencia directa que sobre las materias que tratan tienen quienes las emiten, los médicos. Y es, además, un fuente plurisemántica (si se me permite la pedantería) por la variedad de aspectos que trata debido a la  concepción médica  que  está en su origen. Por ello,  a pesar de que el libro   se limite  al análisis de una sola fuente y, en ese sentido, su título nos parezca algo pretencioso o, al menos, algo equívoco, no podemos restarle  la importancia que tiene ni dejar de  atribuirle  la condición de libro aprovechable. Todos, o casi todos aquellos que hemos trabajado algún aspecto de la historia contemporánea de Asturias y  hemos utilizado las topografías médicas  como fuentes documentales,  hemos  pensamos alguna vez en la necesidad y conveniencia de escribir  un libro como éste. El propio autor, Germán Ojeda, profesor de nuestra Universidad e historiador  conocido por sus trabajos sobre la historia de minería y la industria asturiana contemporánea y la emigración a ultramar, confiesa que ha sido precisamente  su manejo para algunas de sus investigaciones  y  el   conocimiento que, con él, tuvo  de sus virtualidades,  el origen  de este libro.

  Las topografías médicas constituyen un tipo de literatura médica que se pone en vigor en el mundo occidental  a finales del siglo XVIII y se desarrolla hasta la mitad del XX. Se fundamenta en los principios del “higienismo” que parte de la concepción de que las enfermedades tienen un origen social  relacionado con las condiciones del medio natural y social en que se originan. Por lo que el conocimiento de ese medio es decisivo para comprender su aparición y erradicación. De ahí que sus contenidos comprendan estudios sociales, demográficos, climáticos, económicos e higiénicos de los medios locales, municipales o  comarcales, y puedan ser utilizadas no sólo en estudios de historia de la medicina o de historia social, sino también en estudios de historia de la educación, de  geografía rural y urbana, de economía y otras varias disciplinas como pueden ser la historia medioambiental, la etnografía y la antropología.

Promocionadas por las instituciones médicas, a base de premios patrocinados por asociaciones médicas, sus autores son  médicos locales conocedores prácticos de tales condiciones a través del ejercicio profesional de la medicina. Son, pues, por contenidos y autores, una fuente privilegiada para el conocimientos de múltiples aspectos y datos de  de la realidad local que aportan, si dejamos a un lado algunos contenidos más generales que habitualmente tratan y que por estar fuera de la competencia  profesional de sus autores médicos no tienen mucho interés. De ahí que sean ya numerosos los trabajos de diversos campos disciplinares  que las han utilizado y en España contamos con excelentes trabajos a partir de sus informaciones.

Las topografías médicas en Asturias  

Además,  en Asturias  esa fuente tiene un importante valor añadido, puesto que por  una serie de circunstancias,  el número de las escritas para los concejos asturianos es elevado  y la calidad de las que se elaboraron  por los médicos asturianos es de un nivel al menos bastante aceptable en general. Las razones hay que buscarlas en la importante tradición  que el “higienismo”  tuvo en Asturias en la persona del doctor Gaspar Casal, al que hay que atribuir si hablamos en sentido amplio la primera topografía médica escrita en  Asturias a finales del siglo XVIII: Historia Natural y médica del Principado de Asturias. Esa literatura médica  tuvo su continuidad en el siglo siguiente con sus  discípulos, el médico de Pola de Siero, Higinio del Campo y el doctor Faustino García Roel y otros  destacados  galenos  asturianos.

 Es precisamente a partir de  dos iniciativas de estos dos seguidores de Casal- los doctores Del Campo  y García Roel- de donde  surgen en sentido estricto las primeras topografías médicas de Asturias. Me refiero  a  la creación en 1884 de la “Asociación Asturiana de Ciencias Médicas” que promueve la publicación de la revista científica  Revisita de Ciencias Médicas bajo la dirección del mencionado doctor Del Campo y desde la que se convoca, con el apoyo de la  “Sociedad Económica del País” un premio para la mejor topografía médica publicada en Asturias. Ese es el origen de la que puede considerarse en sentido estricto la primera topografía asturiana: la publicada ese mismo año de 1885 por el doctor  Nicanor Muñiz Prada sobre el concejo de Mieres, donde éste  ejercía su profesión como  médico municipal.

Por su parte, las iniciativas  de  Faustino García Roel fueron decisivas para la difusión de las topografías médicas en Asturias. Roel  no sólo fue un importante filántropo como lo prueba su obra benéfica  en el pueblo de su nacimiento, Ceceda, sino que, tras la estela de Casal, estuvo profundamente comprometido con el conocimiento de la realidad médica del Principado y de toda España. A su muerte, en 1895, dejó en su testamento una parte de su importante fortuna para crear una fundación dedicada a proseguir su obra benefactora, realizar una labor de divulgación sanitaria y  promocionar a nivel nacional los estudios médicos con el objeto de elaborar una Geografía Médica de España. Como estímulo para esa tarea creó el Premio Roel para galardonar la mejor topografía médica realizada a nivel nacional. La influencia de esa iniciativa de origen asturiano fue un factor decisivo   para la difusión  de las topografías médicas en España. Y donde tuvo su primer impacto fue entre  los médicos del Principado que participaron activamente en la presentación de topografías  a ese certamen y dieron a la luz alrededor de medio centenar de  trabajos  que, como demuestra este libro, cubren prácticamente todo el territorio asturiano. Y en unas decenas de ocasiones  obtuvieron el  premio Roel y la oportunidad de ser publicadas por la Real Academia de Medicina.

  Los claroscuros de la modernización

Germán Ojeda ha recopilado esa veintena de topografías médicas premiadas y ha analizado su contenido desde la perspectiva de los cambios que introdujo el despegue minero- industrial en nuestra región  y sus consecuencias sobre  las condiciones de vida de las clases populares. Así como la información que aportan  sobre el fenómeno de decisiva importancia para la historia de la región como fue la intensa corriente migratoria transoceánica y los efectos que ésta a su vez tuvo sobre la realidad regional. Para ello ha agrupado esas topografías en diversas  áreas territoriales y ha procedido al  análisis contextualizado de sus contenidos, desde  la perspectiva, más  de la historia económica, que es su especialidad, que de la historia social. A  pesar de que ésta cuenta ya en nuestra región y para esta etapa con una notable producción y cuya utilización le hubiese permitido, sin duda,  proporcionarnos una  visión mucho más completa y rica. Y finalmente ha recogido en su libro un compendio facsimilar seleccionado de los fragmentos que ha considerado más significativos de esas  topografías  premiadas.  

 Ese  análisis de las topografías nos muestra los claroscuros con que se produjo en nuestra región el paso de la sociedad tradicional a la sociedad industrial. En ese medio siglo amplio que va entre la  publicación de la  primera topografía sobre el concejo de Mieres en 1885 y la última, de 1956, de Caso, o más concretamente a lo largo del primer tercio del siglo XX, se produce en Asturias el paso de una sociedad tradicional dominantemente rural a una sociedad industrial con un importante desarrollo urbano. Los contenidos de las topografías  reflejan claramente esos profundos cambios de la sociedad asturiana. Pero precisamente por su particular perspectiva nos transmiten sobre todo las importantes sombras con que esa modernización se desarrolló y cómo tales consecuencias negativas cayeron sobre todo sobre las espaldas de los miembros de  las clases populares de la región. Paradójicamente, aquellas que tuvieron un papel decisivo en  tales cambios: la clase obrera asturiana y los campesinos que nutrieron la emigración a ultramar.

El avance urbano que esa industrialización originó en el área central, en las tres mayores ciudades, Oviedo, Gijón y Avilés, y en las núcleos urbanos  mineros de las dos cuencas, Mieres y Langreo, supuso, como constatan las topografías, mejoras de determinadas  infraestructuras urbanas como en el alcantarillado y el pavimentado de las calles, pero los déficit en agua corriente, higiene pública y caserío no sólo eran graves, sino que por  la estructura urbana de la ciudad capitalista con barrios socialmente segregados, de burgueses y trabajadores, esas deficiencias fueron selectivas polarizándose sus efectos negativos en estos últimos. Oviedo, por ejemplo, como  dice en su topografía el médico Fernando García Valdés, tenía a principios del siglo pasado hermosas e higiénicas viviendas en el barrio del ensanche, pero el hacinamiento y la falta de higiene pública  era la tónica general en los barrios obreros de la ciudad. Por su parte, el Gijón de 1918 que nos retrata la topografía médica del doctor Portolá, nos presenta una ciudad con un dinamismo febril derivado del “boom”  económico originado por la neutralidad española en la Gran Guerra y la importante repatriación de capitales antillanos tras el final de la guerra de Cuba, pero con graves problemas sociales derivados de las carencias de las infraestructuras urbanas. Problemas  que, a pesar de ser acuciantes, como denunciaba nuestro médico, la voluntad de solucionarlos por las autoridades locales era  escasa.

En el mundo rural, las topografías detectan unas profundas transformaciones en el modo de vida campesino como cambios en la dieta alimenticia tradicional que mejora en cantidad y variedad, el progresivo abandono por la población campesina de la indumentaria tradicional y un profundo avance de la castellanización del idioma. Amén de importantes  cambios en las actividades campesinas, sobre todo, en los concejos costeros. Mejoras todas ellas a las que  contribuyeron como un factor primordial las remesas de una continua e intensa sangría emigratoria ultramarina.  Pero, en conjunto, el mundo rural también aparece en esta literatura médica padeciendo graves déficit en infraestructuras,  viviendas e higiene pública. Y en el caso de los concejos de montaña de la zona oriental, como se apunta  en la topografía de Sobrescobio de 1932, escrita por  los doctores  José María Jove Canella y Luis Alonso, una grave situación de involución y regresión en las condiciones de vida de sus habitantes  en relación con las transformaciones que se habían producido en los primeros decenios del pasado siglo.   

Colofón

Como esperábamos, este libro de Ojeda nos muestra la gran virtualidad  de las topografías médicas para reflejar los profundos  cambios sociales y económicos que experimentó nuestra región con el proceso de industrialización contemporáneo. Más concretamente,  por los  específicos planteamiento desde  los que los abordan, son  más una verdadera radiografía, nunca mejor dicho, de la Asturias contemporánea  que una biografía contemporánea de Asturias, como reza el título de este libro. Una radiografía  de los problemas y las consecuencias negativas que trajeron esas profundas transformaciones y que, sobremanera, padecieron las clases populares asturianas. Pero también nos transmiten  la clara percepción que a través de ella los médicos  autores de esa literatura médica tuvieron de  las condiciones  negativas que tales cambios introdujeron, lo que les llevó a proponer remedios y medidas, que, sin embargo, los poderes públicos apenas tuvieron en cuenta porque su radical solución no iba en la misma dirección que orientaba los intereses de esa “modernización” capitalista.

Además, la lectura  de este libro nos confirma, por todo lo que hemos dicho, la necesidad  que existe de llevar a cabo una edición completa de esas topografías médicas  asturianas en un doble sentido. Reproducir con todo su contenido las ya  editadas aquí, pero hacerlo también con todas las que se conserven, fuesen o no  premiadas. Las variadas  disciplinas científicas que tratan  de ese pasado contemporáneo de Asturias tendrían con ello a su disposición un buen instrumento para mejorar su conocimiento y, por su fácil lectura, los asturianos, en general, una excelente fuente de información para conocer algunos de los aspectos más relevantes del pasado de su región. 

                            LA CLASE OBRERA EN LAS TOPOGRAFÍAS
                                                        J. A. V. I.
Uno de los obstáculos más importantes con los que tuvo que lidiar la incipiente industrialización asturiana fue la inexistencia de una clase obrera específica por la falta de integración de la población campesina en las actividades mineras y siderúrgicas. El obrero mixto que concedía prioridad a la actividad campesina sobre su trabajo en las minas y en las fábricas y la emigración fue la respuesta que los campesinos dieron  a unas duras y explotadoras condiciones de trabajo, las cuales, además, no respondían  a  su mentalidad y modo de vida tradicional. Desde la perspectiva empresarial, la formación de una auténtica clase obrera  era una condición necesaria para sus intereses económicos. Como llegó a escribir, uno de sus miembros más destacados, el ingeniero y director de “ Duro y Cia”, Francisco Gascué el obrero debía de ser considerado como una “máquina”. Esto es,  un artilugio bien engrasado, con buena alimentación e higiene y estado sanitario adecuado  para que de ese modo su función fuese más rentable.
Lo mismo pedían los médicos en sus topografías. Pero no por esas razones instrumentales, sino por otras más humanas, de ética profesional y personal. Incluso, en  la que es la primera topografía médica asturiana, de excelente factura,  la del  doctor Nicanor Muñiz Prada de 1885 sobre el concejo de Mieres, éste  ve en la formación de una verdadera clase obrera y en el fomento  de  la asociación obrera los remedios idóneos  para lograr  la mejora de sus condiciones de vida y trabajo de los mineros del concejo “Nosotros- escribe el doctor Muñiz-  que (…) conocemos muy de cerca las la vida íntima del minero, las condiciones intrínsecas de sus trabajos, las múltiples necesidades  que pesan sobre su pequeño jornal y su falta de espíritu de asociación, no podemos prescindir de estudiar su estado general y de indicar a la vez las mejoras que higiénicamente reclama el minero en esta comarca".
 
 (PUBLICADO EN LA NUEVA ESPÑA, DE OVIEDO)

sábado, 19 de septiembre de 2015

ESPAÑA ENSANGRENTADA


                               ESPAÑA ENSANGRENTADA

El hispanista inglés Paul Preston realiza un análisis integral de la represión roja y azul en la guerra civil española

                                                  Julio Antonio Vaquero Iglesias
Paul Preston

jueves, 17 de septiembre de 2015

Reoercusiones y ecos de las huelgas de 1962


                 REPERCUSIONES Y ECOS DE LAS HUELGAS DE 1962


                                                            Julio Antonio Vaquero Iglesias


El movimiento huelguístico asturiano de 1962  fue el origen de una oleada de huelgas y  protestas  que se extendieron por media España y sus ecos alcanzaron una gran difusión en Europa y en América. Y lo que fue más importante, sus efectos, tanto para la oposición a la dictadura como para las propias estructuras del régimen, larvados o patentes, a corto o medio plazo, marcaron un antes y un después, una verdadera cesura en la historia del franquismo. La conmemoración del 40 aniversario de aquellos hechos ha aportado dos importantes trabajos colectivos promovidos por la Fundación Juan Muñiz Zapico de CC.OO. y coeditados por esta fundación y la editorial Trea. El primero, aparecido ya el año pasado, estuvo dedicado al análisis de las huelgas del 62 en su dimensión propiamente asturiana. Ahora, acaba de publicarse el segundo, Las huelgas de 1962 en España y sus repercusión internacional, coordinado también, como el anterior, por Rubén Vega, director de la citada fundación, y del que  vamos a tratar en este comentario. Este volumen no es sino una continuación del anterior. Tiene como objeto de estudio la dimensión estatal e internacional del movimiento huelguístico y su contenido recoge los trabajos presentados en un congreso celebrado el año pasado en el marco  de un curso de verano de la Extensión Universitaria de la Universidad de Oviedo.    

            El cuadro que dibujan los trabajos de los veintidós historiadores participantes en el libro( entre ellos cuatro historiadores no españoles estudiosos de este  tema) nos muestra no sólo la gran extensión y volumen de la  oleada de huelgas que el conflicto asturiano indujo en  España sino también el importante movimiento de solidaridad y apoyo que provocó en la opinión pública internacional y entre las organizaciones sindicales y políticas de los países occidentales, poniendo de nuevo en la agenda de las cancilleras la preocupación por la “cuestión española”.

            El movimiento huelguístico movilizó unos 300.000 obreros en toda España, cifra bastante más elevada que la establecida por algún notorio  historiador franquista. A los 65.000 huelguistas asturianos, entre mineros ( los iniciadores del conflicto y los más numerosos participantes en la movilización)) y obreros industriales, hay que añadir, hasta llegar a los  200.000, los trabajadores que se sumaron a los paros en País Vasco, Cataluña y Andalucía, regiones donde la huelga, tras Asturias, alcanzó un mayor desarrollo. Alrededor de  100.000 obreros participaron, además, en la huelga en León, Galicia, Aragón, Canarias, Baleares, Madrid, Cartagena, Puertollano y en algún  otro punto de la geografía española. La extensión del conflicto alcanzó, aunque con desigual incidencia, a 28 provincias. Las peculiaridades y el desarrollo concreto que el movimiento huelguístico tuvo en todas esas regiones y centros mineros e industriales  es analizado con todo detalle en este libro y constituye su  parte nuclear. Como suele ocurrir en estas obras colectivas con fortuna desigual, según los casos, dependiendo de la documentación manejada y de la capacidad analítica de cada autor.

            Pero no estamos sólo ante un importante conflicto laboral, el más grave e intenso por el que pasaba el franquismo desde el final de la guerra civil., sino, además, ante un movimiento huelguístico que adquirió una dimensión política, de claro enfrentamiento y  oposición a la dictadura. Lo que explica  la resonancia que sus ecos alcanzaron en toda Europa y América. Conflicto que estuvo profundamente relacionado- como analiza el hispanista alemán W. L. Bernecker en un excelente ensayo interpretativo en la parte del libro dedicada a estudiar los contextos de la huelga- con otros dos acontecimientos de una clara significación política que se produjeron ese mismo año. En primer lugar, el  “Contubernio de Munich” como se denominó por el régimen al acuerdo alcanzado en el verano de ese año en la ciudad alemana por sectores de la oposición  interior y exterior para buscar en España una transición pacífica hacia la democracia, y cuya gestación estuvo relacionada con el descontento de importantes segmentos de la población  que demostraban las huelgas y el deseo de aperturismo del régimen hacia Europa.

El otro hecho al que se refiere el hispanista alemán fue la  solicitud de conversaciones para la entrada en la Comunidad Económica Europea iniciada por el gobierno español ese año. Y suponía el intento de abandono por el régimen de la vía de autarquía y aislamiento y su incorporación en lo económico a Europa, pero implicaba su reforma democrática. Sin embargo, la actitud que el régimen adoptó ante ambos eventos,  la huelga y el acuerdo de la oposición, puso de manifiesto la negativa del régimen a modificar aspectos que considera esenciales de la ideología del sistema. Lo cual supuso el rechazo por la CEE de la solicitud española de  adhesión.

              En ese contexto es fácil entender la importancia que tuvo la difusión y el apoyo solidario del movimiento huelguístico. No sólo era cuestión de apoyar la lucha de los huelguistas españoles y evitar, con su denuncia, su represión, sino también de configurar una opinión pública internacional que impidiese el maquillaje del régimen y con él su homologación con la Europa democrática. Como demuestran los trabajos que se dedican en el libro a estudiar ese aspecto,  analizando específicamente los casos de  Francia, Alemania y Hungría o nos presentan una visión global de esa repercusión internacional, un sector importante de los medios de comunicación europeos y americanos y las  federaciones internacionales sindicales difundieron ampliamente el conflicto español y contribuyeron a crear una opinión internacional favorable para su resolución y consciente de la situación de falta de libertades en España.    

Dada la magnitud y la resonancia que alcanzó el movimiento huelguístico no es extraño que tuviera una importancia decisiva en la reorganización de la oposición política y sindical a la dictadura. Y actuase, además, como un factor desencadenante o acelerador de  ciertos cambios en  determinadas estructuras institucionales del régimen en el contexto de la nueva etapa en la que, bajo la batuta de la nueva familia dominante , el Opus Dei, el régimen trataba de salir del callejón sin salida en el que se encontraba buscando el aperturismo económico hacia Europa y su integración en el boyante capitalismo europeo del momento.

La movilización huelguística trajo en el aspecto sindical la consolidación del emergente “nuevo movimiento obrero” con el éxito de la fórmula de las comisiones obreras y la aparición de las organizaciones obreras cristianas del apostolado obrero, a la par que se aceleraba las crisis del movimiento obrero tradicional. Los partidos de la oposición tuvieron que cambiar y afinar sus estrategias para luchar contra el franquismo. Y el PCE, a pesar de la dura represión que sufrieron sus miembros, vio recompensada su activa participación en la huelga con el ingreso de numerosos afiliados de las nuevas generaciones que no habían vivido la guerra.

El aparato de poder franquista también sufrió los efectos de la huelga. El Sindicato Vertical demostró su incapacidad para evitar los conflictos sociales y representar a la clase obrera y el régimen se vio obligado a plantear un limitado reconocimiento de los eufemísticamente denominados “conflictos colectivos”. Así como a poner en práctica la casi paralizada Ley de Convenios Colectivos de 1958. El eco alcanzado por el movimiento huelguístico demostró también el fracaso del sistema de censura y manipulación informativa del régimen y promovió  el cambio, por el nuevo ministro de Información y Turismo, Fraga Iribarne, hacia una línea “liberalizadora” en la política de información que no suponía perder su control ni su manipulación.

Como la luz que en Asturias iluminó el camino para luchar contra la dictadura y permitió avizorar el resplandor del día al final de aquel negro túnel de casi cuarenta años- luz y resplandor que simbolizó la lámpara minera del famoso dibujo de Picasso alusivo a la huelga asturiana-, también estos dos libros iluminan aquellos acontecimientos y las conductas de los hombres que los protagonizaron, de los huelguistas y de los represores, y suponen un avance sustancial en la compresión y explicación de sus actos y motivaciones. Y como toda luz engendra, dialécticamente, otras sombras, también la que arrojan estos dos libros nos sugiere algunas y marcan el camino para que los historiadores continúen trabajando para desvanecerlas. 

    

lunes, 14 de septiembre de 2015

LA UNIVERSIDAD DE OVIEDO HACE UN SIGLO


LA UNIVERSIDAD DE OVIEDO  HACE UN SIGLO


                                                                                  Julio Antonio Vaquero Iglesias

        
Patio del edificio històrico de la Universidad de OvIedo

  
  Hace ahora un siglo  la Universidad de Oviedo vivió la que hasta hoy fue  su  etapa de mayor brillantez. Y lo fue porque aquel grupo de profesores filokrausistas vinculados a la Institución Libre de Enseñanza, que constituyeron el núcleo del que Joaquín Costa bautizó con el nombre de “movimiento de Oviedo”, tuvo claro, en sus afanes reformistas, cuál debía de ser la misión de la Universidad. Misión en la que se vinculaba de modo inseparable la acción de modernización y actualización interna en cuanto a la calidad científica y didáctica de sus enseñanzas, con la proyección exterior de éstas, tanto hacia la sociedad asturiana en la que vivía, a través de la Extensión Universitaria, como hacia ámbitos fuera de las fronteras nacionales. La Extensión Universitaria se concibió como instrumento de desarrollo de la cultura de las clases populares y, en especial, del  proletariado como vía para su integración pacífica en la sociedad burguesa. La proyección exterior europea, con el objeto de conseguir la modernización científica de nuestra Universidad y poner fin a su atraso secular con respecto a la ciencia moderna; y su dimensión  americana, como medio de  estrechar los vínculos culturales con los países americanos para  reforzar la identidad cultural de esa comunidad, y poder sobrevivir así al avance avasallador de los imperialismos del momento. Ambos planteamientos hay que relacionarnos, pues, con el proyecto regeneracionista de los institucionistas que ya venía de atrás y cobró nuevo y mayor impulso con el “98”.

             Todavía hoy uno se sigue asombrando de cómo aquella universidad provinciana, la más pequeña y peor dotada de las españolas, formada únicamente por dos facultades y un escaso número de alumnos, terminó convirtiéndose en un modelo para las otras universidades españolas, y su labor alcanzó cierta proyección exterior  en Europa y muy amplia en América.

            En el comienzo del curso 1898-1899, en medio de la conmoción generalizada causada por el Desastre Colonial, Rafael Altamira  pronunciaba su famoso discurso inaugural sobre la Universidad y el Patriotismo y  aparecía ya esbozado formalmente todo ese programa de acción para la Universidad. Y, meses después, a propuesta de Clarín, el Claustro ovetense aprobaba la puesta en práctica de la Extensión Universitaria, que inició su andadura ese mismo curso. Después vendría, sobre todo, a partir de la conmemoración del III Centenario de la Universidad, en 1908, la formulación y aplicación del programa americanista  que tuvo su momento culminante en el viaje por tierras americanas de Altamira como delegado de la Universidad. Aquel año de 1898 puede considerarse, pues, simbólicamente, el comienzo formal de esa brillante etapa de la Universidad de Oviedo y lo fue materialmente, como hemos visto, de la creación de la Extensión Universitaria.

             De ahí que un siglo después, cuando se conmemora el primer centenario del origen de  esa institución, haya sido oportuna la iniciativa del Vicerrectorado de Extensión Universitaria  de editar este libro del profesor Santiago Melón Fernández, Estudios sobre la Universidad de Oviedo (Universidad de Oviedo. Vicerrectorado de Extensión Universitaria, 1998). En él se recopilan siete trabajos del autor sobre la historia reciente de la Universidad de Oviedo; seis de ellos ya publicados de manera dispersa entre 1963 y 1985 y uno inédito de 1993 que  analiza los conflictos universitarios de 1884 en Oviedo. Pero el núcleo del libro lo constituyen los cuatro estudios que se dedican a analizar la  etapa a la que nos hemos venido refiriendo, y de éstos la pieza fundamental es: “Un capítulo en la historia de la Universidad de Oviedo”. Los otros tres trabajos sobre este tema son: “ El viaje a América del  profesor Altamira”, “La Extensión Universitaria: antecedentes y características” y “Las grandes etapas del americanismo”. Y de ello trata también el Prólogo que se incluye también en el libro de la edición facsimilar de la Historia de la Universidad de Oviedo de Fermín Canella. “ Datos para la historia de la Universidad de Oviedo durante la guerra civil” es el trabajo que resta por mencionar de los siete que componen el volumen.

             Al volver a leer estos textos, uno confirma de nuevo la valoración que tenía de Melón como un historiador pulcro, preciso, con una gran capacidad explicativa y ha vuelto a sentir de nuevo el placer intelectual que produce la brillantez de su estilo y el alto nivel cultural que demuestran. En relación con  la Extensión Universitaria, no ha caído en error de aceptar como explicación suficiente de su finalidad la que proponía el discurso nacionalista y patriótico de los propios actores ni tampoco  el de la interpretación idealizada que hoy pueda darse de aquella experiencia. “Nuestros profesores- escribe Melón-, miembros egregios de la clase media, se acercan apostólicamente al proletariado porque no tienen conciencia de explotarlo, e ingenuamente pretenden atraerlo y domesticarlo. Su conducta revela una actitud defensiva y, en último término, conservadora; su reformismo, su tolerancia, su neutralismo, su condescendencia con las formas prudentes del socialismo, no son en definitiva, más  que repliegues tácticos” (páginas 109-110).

            En cambio, su visión del americanismo universitario ovetense sí ha acusado el paso del tiempo y el progreso historiográfico. La contextualización de ese americanismo dentro del específico regeneracionismo institucionista  ha permitido enriquecer, en gran medida, el conocimiento de su significado; así como también nos parece hoy bastante más complejo el tema de las corrientes americanistas que trata Melón. Pero, todavía en el momento actual, todo intento de ampliar y mejorar nuestro conocimiento de ese americanismo debe pasar necesariamente por la utilización de estos  trabajos del profesor asturiano.  

            Es lástima que Santiago Melón, según él mismo confiesa en el Prólogo, a pesar de las sugerencias y apoyos  que se le han ofrecido en ese sentido, haya renunciado a continuar, a partir de la importante labor ya realizada, la obra de Fermín Canella, dándonos una visión de conjunto de la historia de la Universidad  de Oviedo en este siglo. Pero las razones que aduce para ello son la mejor expresión de esa honestidad intelectual que emana de todos los trabajos que se recogen en este libro. Honestidad intelectual muy de agradecer, porque es  flor que raramente florece por estos pagos y en estos tiempos que corren.     

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

domingo, 13 de septiembre de 2015

RÉQUIEN POR AILAN


                                           RÉQUIEM POR AILAN
                                   JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS

                                 

He visto tu cuerpo yaciendo sobre las arenas de una desconocida   playa turca   en  una posición que era todo un símbolo: con casi todo tu pequeño y frágil cuerpo inmerso en el agua  orientado hacia tu país de origen y tus  piernas  apenas fuera del agua sobre la arena de la playa en la tierra en la que  tus padres buscaban para ti  un futuro digno, pero, sobre todo, al menos, la seguridad de que no serías alcanzado por una bomba lanzada  no se sabe bien por  quién,  da igual, por los s unos o  los otros. Pero eso sí todos sabemos que los últimos responsables de esas matanzas y guerras sin sentido están aquí, entre los que gobiernan y dominan el mundo y han puesto las bases, con sus intereses, de la desigualdad y el odio que las alimenta. Como también sabemos de la responsabilidad que en tu muerte tienen los gobernantes y políticos de esta Europa de los mercaderes neoliberales  que no sólo demuestra con sus actitudes y actos  que en sus entrañas no tienen los  sentimientos y la solidaridad que pregonan todos los días, sino que, incluso, olvidan los tratados y convenios que han firmado, y no sólo no  ponen remedio a esta tragedia, sino que se dedican  a construir vallas y muros sangrientos para aislarnos de sus  consecuencias, de las guerras y la miseria que provocan. Como si eso fuera posible.    

 He visto tu cuerpo muerto y, como yo, muchos cientos de miles de ciudadanos, hemos puesto cuerpo y rostro a los más diez mil niños que han muerto hasta ahora  en este sangriento éxodo, pero también el de los que  sufren las privaciones, el miedo y el trato injusto en esa peripecia migratoria por países y paisajes desconocidos de Turquía. Macedonia, Serbia, Hungría o sus padres los embarcan, en un frágil bote para realizar una travesía por el Mediterráneo  que con frecuencia termina en la muerte como es tu caso.     

 He visto tu cuerpo muerto y sé que, como yo, muchos cientos de miles ciudadanos hemos intercambiado tu rostro y frágil cuerpo por los  de nuestros hijos y niños  conocidos y hemos percibido en nuestras carnes  con gran nitidez la angustia que tus padres  habrán pasado, como  otros muchos estarán pasando en su peripecia migratoria al ver a sus hijos en esas  difíciles  circunstancias. Pero también la angustia y sufrimiento que  te habrán embargado a ti, porque todos sabemos  de la seguridad que necesitáis los  niños y que tus padres  angustiados por la extrema situación que estabais pasando  no te habrán podido transmitir.
He visto tu cuerpo muerto, en fin,  y me he prometido. y me imagino que, como yo, otros muchos, hacer cuanto pueda como ciudadano para que esa tragedia acabe de una vez exigiendo  a los políticos que nos gobiernan en este país y en la Unión Europea que tomen todas las medidas posibles para ponerle fin. Si algo se logra, la visión de tu pequeño y frágil cuerpo  yaciendo muerto en una desconocida playa turca no habrá sido inútil.
   ( Artículo publicado en las páginas de Opinión de La NUEVA ESPAÑA,de OVIEDO

viernes, 4 de septiembre de 2015

MARCELINO QUE ESTÁS EN LOS CIELOS

El sindicalosta  Marcelino Camacho
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Marcelino que estás en los cielos

n Camacho predicó con el ejemplo y vivió como un obrero más

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Marcelino que estás en los cielos

Marcelino que estás en los cielos  
JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS Marcelino que estás en los cielos, sentado a la diestra del Padre Marx, alabado tu seas por siempre por todos, hombres y mujeres, de izquierda, de centro y de derecha, ruega por los que se han quedado aquí soportando el vendaval de la crisis. No nos dejes caer en la tentación del neoliberalismo, esa herejía que se difunde por nuestras filas y amenaza con escindirlas. Y líbranos del mal de los que se dicen de izquierda pero cuyos actos no se distinguen de esos que se autotitulan como liberales, pero que no son otra cosa que la derecha de toda la vida. Perdona a tus deudores que con tanta saña te combatieron, aunque ahora te alaben, aquellos que te tuvieron encarcelado tantos años. Pero, como tu amigo entrañable, Marcos Ana, tampoco olvides esas deudas para que nunca más se reproduzcan. Años de cárcel que, si él, Marcos Ana, combatió con el arma cargada de versos, pidiendo a gritos que le dijeran cómo era un árbol, tú lo hiciste preparándote en la celda con todo empeño en el estudio de cómo combatir a la bestia y mortificando tu cuerpo en ella para soportar la dura batalla que iba a venir después. Primero, para poner fin al franquismo cuartelero y, después, en la Transición, para traer una democracia que aunase, en lo posible (que ha sido poco o no suficiente), la libertad con la igualdad e impedir, como querían algunos, que todo cambiase para que todo siguiese igual. 

No predicaste en el desierto y fundaste tu iglesia que fue Comisiones, pero tú nunca ejerciste, cuando te llegó la hora de convertirte en político, de comisionista, como tantos otros. Diste ejemplo con el «entrismo», pero nunca, después, como alguno de tus más amados discípulos, caíste en el pecado del transfuguismo. Fuiste un hombre de paz en medio de una vida que tú mismo has confesado de lucha: en tu corazón nunca anidó el odio y si te alegraste de la muerte de un dictador, nunca lo hiciste de la muerte de una persona. Llegaste a ser tan flexible que hasta escribiste en la Tercera de «ABC», pero si nunca lograron doblegarte por el látigo, tampoco pudieron hacerlo por el halago. Porque, como dijiste sobre la clase obrera, ésa que dicen algunos que ya no existe, pero «haberla hayla», como demuestra tu vida: «Ni nos domaron, ni nos doblaron, ni nos van a domesticar». 

Pocos podrán decir como tú que predicaste con el ejemplo y que has terminando como comenzaste: como un miembro más de la clase obrera, viviendo como ellos y advirtiendo, como ellos, que no es suficiente avanzar en el camino de la democracia, sino se hace lo mismo en el de la igualdad. Como ellos has terminado: viviendo en un barrio obrero, en una casa de sesenta metros, de dos pensiones que suman 1.300 euros, vistiendo, como siempre, los jerseys de lana hechos a mano por tu compañera, amiga y esposa Josefina Samper. 

Marcelino que ya estás en los cielos sentado a la diestra del Padre Marx como otro santo laico más de esta España que algunos quieren que siga siendo eterna y otros como tú quisieron que fuera simplemente humana. Mientras tanto, que tu cuerpo tenga a partir de mañana el descanso que se merece en el cementerio civil junto con los de tantos heterodoxos que en este país dieron lo mejor de sí por todos nosotros. Amén.