RADIOGRAFÍA DE LA ASTURIAS CONTEMPORÁNEA
Julio Antonio Vaquero Iglesias
Esa centuria, con umbrales borrosos, que
discurre entre las mitades de los siglos
XIX y XX, fue, sin duda, para Asturias su siglo decisivo al iniciarse y
consolidarse en nuestra región durante ella eso que ha venido en denominarse la
modernidad capitalista.
Los forjadores de la Asturias contemporánea
Trabajadores industriales y campesinos
emigrantes fueron, sin duda, el motor de
esas transformaciones, pero también sus sufridores. Considerar, pues, a estos dos grupos sociales como los
protagonistas de la Biografía
contemporánea de Asturias como hace justamente Germán Ojeda en el libro de ese
título, editado pulcramente por la Obra Social y Cultural de CajAstur con un excelente
e idóneo repertorio de fotografías procedente de los fondos de Museo del Pueblo
de Asturias, no me parece una licencia
histórica consistente en tomar la parte
por el todo. Porque, en este caso, la parte define y da el sentido substancial del todo. Fueron la clase trabajadora asturiana surgida al
calor de esas transformaciones y los cientos de miles de campesinos asturianos
que, transmutados en emigrantes, cruzaron el Atlántico en busca de los nuevos
horizontes americanos no sólo los que engendraron con su trabajo y sus remesas la
riqueza y la “modernización” de nuestra tierra. Sino también y sobre todo los que pagaron con su esfuerzo, con sus
penurias, con su sacrificio, en suma, las plusvalías (con perdón) que buscaba esa tan loada modernidad. Por eso, me parece justo
hablar, como se hace en este libro, de los trabajadores industriales y de los campesinos
como los verdaderos protagonistas de la
Asturias contemporánea.
Sí hay, en
cambio, algo de sinécdoque inversa, del todo por la parte, en el título general de este libro si
lo relacionamos con su contenido concreto, porque la “biografía contemporánea
de Asturias” queda reducida al análisis de
las condiciones de vida de las clases populares a través de una
exclusiva fuente que son la topografías médicas. De ahí que en sus páginas
interiores se precise ese contenido con los oportunos subtítulos: Condiciones
de vida en la región en torno a la primera mitad del siglo XX y Estudio basado en las Topografías Médicas
de los municipios asturianos.
Fuentes de rica y fiable información
“El siglo de Asturias” al que nos
referimos no es, pues, sino el proceso desde el que cobra sentido el contenido
de este libro, pero éste, en concreto, sólo trata de la primera mitad del siglo
pasado. Y, desde luego, no pretende proporcionarnos una visión general desde la perspectiva de la historia social de
los campesinos y trabajadores asturianos, sino un aspecto mucho más concreto y
determinado como es el examen de sus condiciones
de vida a través de una única y exclusiva fuente de información como son las mencionadas topografías médicas.
Las
topografías médicas son, sin duda,
fuentes documentales que aportan una importante y fiable información por la
experiencia directa que sobre las materias que tratan tienen quienes las emiten,
los médicos. Y es, además, un fuente plurisemántica (si se me permite la
pedantería) por la variedad de aspectos que trata debido a la concepción médica que está en su origen. Por ello, a pesar de que el libro se limite al análisis de una sola fuente y, en ese
sentido, su título nos parezca algo pretencioso o, al menos, algo equívoco, no
podemos restarle la importancia que
tiene ni dejar de atribuirle la condición de libro aprovechable. Todos, o
casi todos aquellos que hemos trabajado algún aspecto de la historia contemporánea
de Asturias y hemos utilizado las
topografías médicas como fuentes
documentales, hemos pensamos alguna vez en la necesidad y
conveniencia de escribir un libro como
éste. El propio autor, Germán Ojeda, profesor de nuestra Universidad e
historiador conocido por sus trabajos
sobre la historia de minería y la industria asturiana contemporánea y la
emigración a ultramar, confiesa que ha sido precisamente su manejo para algunas de sus
investigaciones y el conocimiento que, con él, tuvo de sus virtualidades, el origen
de este libro.
Las topografías médicas constituyen un tipo de literatura médica que se
pone en vigor en el mundo occidental a
finales del siglo XVIII y se desarrolla hasta la mitad del XX. Se fundamenta en
los principios del “higienismo” que parte de la concepción de que las
enfermedades tienen un origen social
relacionado con las condiciones del medio natural y social en que se
originan. Por lo que el conocimiento de ese medio es decisivo para comprender
su aparición y erradicación. De ahí que sus contenidos comprendan estudios
sociales, demográficos, climáticos, económicos e higiénicos de los medios
locales, municipales o comarcales, y
puedan ser utilizadas no sólo en estudios de historia de la medicina o de
historia social, sino también en estudios de historia de la educación, de geografía rural y urbana, de economía y otras
varias disciplinas como pueden ser la historia medioambiental, la etnografía y
la antropología.
Promocionadas por las instituciones
médicas, a base de premios patrocinados por asociaciones médicas, sus autores
son médicos locales conocedores
prácticos de tales condiciones a través del ejercicio profesional de la
medicina. Son, pues, por contenidos y autores, una fuente privilegiada para el
conocimientos de múltiples aspectos y datos de
de la realidad local que aportan, si dejamos a un lado algunos
contenidos más generales que habitualmente tratan y que por estar fuera de la
competencia profesional de sus autores
médicos no tienen mucho interés. De ahí que sean ya numerosos los trabajos de
diversos campos disciplinares que las
han utilizado y en España contamos con excelentes trabajos a partir de sus
informaciones.
Las topografías médicas en Asturias
Además,
en Asturias esa fuente tiene un
importante valor añadido, puesto que por
una serie de circunstancias, el
número de las escritas para los concejos asturianos es elevado y la calidad de las que se elaboraron por los médicos asturianos es de un nivel al
menos bastante aceptable en general. Las razones hay que buscarlas en la
importante tradición que el
“higienismo” tuvo en Asturias en la
persona del doctor Gaspar Casal, al que hay que atribuir si hablamos en sentido
amplio la primera topografía médica escrita en Asturias a finales del siglo XVIII: Historia
Natural y médica del Principado de Asturias. Esa literatura médica
tuvo su continuidad en el siglo
siguiente con sus discípulos, el médico
de Pola de Siero, Higinio del Campo y el doctor Faustino García Roel y otros destacados
galenos asturianos.
Es
precisamente a partir de dos iniciativas
de estos dos seguidores de Casal- los doctores Del Campo y García Roel- de donde surgen en sentido estricto las primeras
topografías médicas de Asturias. Me refiero
a la creación en 1884 de la
“Asociación Asturiana de Ciencias Médicas” que promueve la publicación de la
revista científica Revisita de
Ciencias Médicas bajo la dirección del mencionado doctor Del Campo y desde
la que se convoca, con el apoyo de la
“Sociedad Económica del País” un premio para la mejor topografía médica
publicada en Asturias. Ese es el origen de la que puede considerarse en sentido
estricto la primera topografía asturiana: la publicada ese mismo año de 1885 por
el doctor Nicanor Muñiz Prada sobre el
concejo de Mieres, donde éste ejercía su
profesión como médico municipal.
Por su parte, las iniciativas de Faustino
García Roel fueron decisivas para la difusión de las topografías médicas en
Asturias. Roel no sólo fue un importante
filántropo como lo prueba su obra benéfica en el pueblo de su nacimiento, Ceceda, sino
que, tras la estela de Casal, estuvo profundamente comprometido con el
conocimiento de la realidad médica del Principado y de toda España. A su
muerte, en 1895, dejó en su testamento una parte de su importante fortuna para
crear una fundación dedicada a proseguir su obra benefactora, realizar una
labor de divulgación sanitaria y
promocionar a nivel nacional los estudios médicos con el objeto de elaborar
una Geografía Médica de España. Como estímulo para esa tarea creó el Premio
Roel para galardonar la mejor topografía médica realizada a nivel nacional. La
influencia de esa iniciativa de origen asturiano fue un factor decisivo para
la difusión de las topografías médicas
en España. Y donde tuvo su primer impacto fue entre los médicos del Principado que participaron
activamente en la presentación de topografías
a ese certamen y dieron a la luz alrededor de medio centenar de trabajos que, como demuestra este libro, cubren
prácticamente todo el territorio asturiano. Y en unas decenas de ocasiones obtuvieron el
premio Roel y la oportunidad de ser publicadas por la Real Academia de
Medicina.
Los
claroscuros de la modernización
Germán Ojeda ha recopilado esa veintena de
topografías médicas premiadas y ha analizado su contenido desde la perspectiva
de los cambios que introdujo el despegue minero- industrial en nuestra
región y sus consecuencias sobre las condiciones de vida de las clases
populares. Así como la información que aportan sobre el fenómeno de decisiva importancia para
la historia de la región como fue la intensa corriente migratoria transoceánica
y los efectos que ésta a su vez tuvo sobre la realidad regional. Para ello ha
agrupado esas topografías en diversas áreas territoriales y ha procedido al análisis contextualizado de sus contenidos,
desde la perspectiva, más de la historia económica, que es su
especialidad, que de la historia social. A pesar de que ésta cuenta ya en nuestra región
y para esta etapa con una notable producción y cuya utilización le hubiese permitido,
sin duda, proporcionarnos una visión mucho más completa y rica. Y
finalmente ha recogido en su libro un compendio facsimilar seleccionado de los
fragmentos que ha considerado más significativos de esas topografías
premiadas.
Ese
análisis de las topografías nos muestra
los claroscuros con que se produjo en nuestra región el paso de la sociedad
tradicional a la sociedad industrial. En ese medio siglo amplio que va entre la publicación de la primera topografía sobre el concejo de Mieres
en 1885 y la última, de 1956, de Caso, o más concretamente a lo largo del
primer tercio del siglo XX, se produce en Asturias el paso de una sociedad
tradicional dominantemente rural a una sociedad industrial con un importante
desarrollo urbano. Los contenidos de las topografías reflejan claramente esos profundos cambios de
la sociedad asturiana. Pero precisamente por su particular perspectiva nos
transmiten sobre todo las importantes sombras con que esa modernización se
desarrolló y cómo tales consecuencias negativas cayeron sobre todo sobre las
espaldas de los miembros de las clases
populares de la región. Paradójicamente, aquellas que tuvieron un papel
decisivo en tales cambios: la clase
obrera asturiana y los campesinos que nutrieron la emigración a ultramar.
El avance urbano que esa industrialización
originó en el área central, en las tres mayores ciudades, Oviedo, Gijón y Avilés,
y en las núcleos urbanos mineros de las
dos cuencas, Mieres y Langreo, supuso, como constatan las topografías, mejoras de
determinadas infraestructuras urbanas
como en el alcantarillado y el pavimentado de las calles, pero los déficit en
agua corriente, higiene pública y caserío no sólo eran graves, sino que por la estructura urbana de la ciudad capitalista
con barrios socialmente segregados, de burgueses y trabajadores, esas
deficiencias fueron selectivas polarizándose sus efectos negativos en estos
últimos. Oviedo, por ejemplo, como dice
en su topografía el médico Fernando García Valdés, tenía a principios del siglo
pasado hermosas e higiénicas viviendas en el barrio del ensanche, pero el
hacinamiento y la falta de higiene pública era la tónica general en los barrios obreros
de la ciudad. Por su parte, el Gijón de 1918 que nos retrata la topografía
médica del doctor Portolá, nos presenta una ciudad con un dinamismo febril
derivado del “boom” económico originado por
la neutralidad española en la Gran Guerra y la importante repatriación de
capitales antillanos tras el final de la guerra de Cuba, pero con graves problemas
sociales derivados de las carencias de las infraestructuras urbanas.
Problemas que, a pesar de ser acuciantes,
como denunciaba nuestro médico, la voluntad de solucionarlos por las
autoridades locales era escasa.
En el mundo rural, las topografías
detectan unas profundas transformaciones en el modo de vida campesino como
cambios en la dieta alimenticia tradicional que mejora en cantidad y variedad,
el progresivo abandono por la población campesina de la indumentaria
tradicional y un profundo avance de la castellanización del idioma. Amén de
importantes cambios en las actividades
campesinas, sobre todo, en los concejos costeros. Mejoras todas ellas a las
que contribuyeron como un factor
primordial las remesas de una continua e intensa sangría emigratoria ultramarina. Pero, en conjunto, el mundo rural también
aparece en esta literatura médica padeciendo graves déficit en
infraestructuras, viviendas e higiene
pública. Y en el caso de los concejos de montaña de la zona oriental, como se apunta
en la topografía de Sobrescobio de 1932,
escrita por los doctores José María Jove Canella y Luis Alonso, una
grave situación de involución y regresión en las condiciones de vida de sus
habitantes en relación con las
transformaciones que se habían producido en los primeros decenios del pasado
siglo.
Colofón
Como esperábamos, este libro de Ojeda nos
muestra la gran virtualidad de las
topografías médicas para reflejar los profundos
cambios sociales y económicos que experimentó nuestra región con el
proceso de industrialización contemporáneo. Más concretamente, por los
específicos planteamiento desde los que los abordan, son más una verdadera radiografía, nunca mejor
dicho, de la Asturias contemporánea que
una biografía contemporánea de Asturias, como reza el título de este libro. Una
radiografía de los problemas y las
consecuencias negativas que trajeron esas profundas transformaciones y que,
sobremanera, padecieron las clases populares asturianas. Pero también nos
transmiten la clara percepción que a
través de ella los médicos autores de
esa literatura médica tuvieron de las
condiciones negativas que tales cambios
introdujeron, lo que les llevó a proponer remedios y medidas, que, sin embargo,
los poderes públicos apenas tuvieron en cuenta porque su radical solución no
iba en la misma dirección que orientaba los intereses de esa “modernización” capitalista.
Además, la lectura de este libro nos confirma, por todo lo que
hemos dicho, la necesidad que existe de llevar
a cabo una edición completa de esas topografías médicas asturianas en un doble sentido. Reproducir con
todo su contenido las ya editadas aquí,
pero hacerlo también con todas las que se conserven, fuesen o no premiadas. Las variadas disciplinas científicas que tratan de ese pasado contemporáneo de Asturias
tendrían con ello a su disposición un buen instrumento para mejorar su
conocimiento y, por su fácil lectura, los asturianos, en general, una excelente
fuente de información para conocer algunos de los aspectos más relevantes del
pasado de su región.
LA CLASE OBRERA EN LAS
TOPOGRAFÍAS
J. A. V. I.
Uno de los obstáculos más
importantes con los que tuvo que lidiar la incipiente industrialización
asturiana fue la inexistencia de una clase obrera específica por la falta de
integración de la población campesina en las actividades mineras y
siderúrgicas. El obrero mixto que concedía prioridad a la actividad campesina
sobre su trabajo en las minas y en las fábricas y la emigración fue la
respuesta que los campesinos dieron a
unas duras y explotadoras condiciones de trabajo, las cuales, además, no respondían a su mentalidad
y modo de vida tradicional. Desde la perspectiva empresarial, la formación de
una auténtica clase obrera era una
condición necesaria para sus intereses económicos. Como llegó a escribir, uno
de sus miembros más destacados, el ingeniero y director de “ Duro y Cia”,
Francisco Gascué el obrero debía de ser considerado como una “máquina”. Esto
es, un artilugio bien engrasado, con
buena alimentación e higiene y estado sanitario adecuado para que de ese modo su función fuese más
rentable.
Lo mismo pedían los
médicos en sus topografías. Pero no por esas razones instrumentales, sino por
otras más humanas, de ética profesional y personal. Incluso, en la que es la primera topografía médica
asturiana, de excelente factura, la del doctor Nicanor Muñiz Prada de 1885 sobre el
concejo de Mieres, éste ve en la
formación de una verdadera clase obrera y en el fomento de la
asociación obrera los remedios idóneos para lograr
la mejora de sus condiciones de vida y trabajo de los mineros del
concejo “Nosotros- escribe el doctor Muñiz- que (…) conocemos muy de cerca las la vida
íntima del minero, las condiciones intrínsecas de sus trabajos, las múltiples
necesidades que pesan sobre su pequeño
jornal y su falta de espíritu de asociación, no podemos prescindir de estudiar
su estado general y de indicar a la vez las mejoras que higiénicamente reclama
el minero en esta comarca".
(PUBLICADO EN LA NUEVA ESPÑA, DE OVIEDO)