martes, 26 de noviembre de 2019


     











  ¿QUÉ  PASA EN AMÉRICA LATINA?
                          JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
Una oleada de protestas y levantamientos populares recorren estos últimos tiempos las repúblicas de América Latina: Chile, Argentina, Ecuador, Bolivia, Perú y recientemente Colombia…. tanto en países con gobiernos de derecha como de izquierda Y muchos nos preguntamos qué es lo que realmente está pasando en esta región. No es, desde luego, fácil entenderlo. Pero, sin duda, unos movimientos de esta entidad no se producen sin que medien causas y cambios  profundos en esos países y es necesario volver los ojos a las transformaciones económicas, sociales y políticas  que han experimentado esos países  en las últimas décadas para tratar de encontrar en ellas las razones de fondo de  la profunda crisis que están atravesando.
 En la primera década de este siglo, en América Latina se implementó un modelo de economía nuevo denominado por algunos teóricos como como “neoextractivo” que consistió en una especialización de sus economías en la producción y venta en los mercados internaciones de materias primas en una coyuntura de alza de precios de esas materias. Las posibilidades sociales y políticas  que ese modelo suponía para región fueron grandes. E incluso América Latina pudo salvarse de la Gran Recesión y llegó a hablarse del milagro económico latinoamericano. Pero la realidad, como demuestra la penosa situación actual que están padeciendo, es que aquella favorable coyuntura no fue  aprovechada.  
 De hecho, ese modelo supuso un cierto  aumento  del gasto social en el PIB  y crecieron los salarios mínimos y los reales  y se produjo incluso una cierta movilidad social ascendente, mientras  los países industrializados se sumían en la grave crisis financiera y económica causada por la Gran Recesión. Pero aquella coyuntura era, sin duda, el momento propicio, quizás el mejor que la región había tenido desde la Independencia, para asentar estados y gobiernos fuertes  que, además de poner los pilares  para establecer verdaderas democracias,  fueran también  estableciendo las bases para acabar con la pobreza  y la  desigualdad que dominaban en aquellas sociedades. Pobreza y desigualdad con las había que acabar no sólo por razones de justicia social, sino también como base para poder establecer economías modernizadas con una mayor diversificación  para no seguir dependiendo exclusivamente el modelo extractivo  e ir estableciendo un desarrollo sostenible con protección de los recursos naturales .
Sin embargo, esas políticas económicas y sociales no llegaron a tomar cuerpo de manera clara y continuada bien por razón de medidas  incorrectas, bien por la oposición de las élites económicas y sociales de aquellos países que veían sus intereses y dominio social tradicional  en peligro con la modernización que se trataba de llevar a cabo. Baste recordar que  esos cambios suponían entre otras muchas medidas establecer un sistema fiscal progresivo y conceder derechos laborales a la masa de la población trabajadora.
  Las transformaciones que posibilitaban aquella coyuntura económica  idónea o  no  se hicieron o se hicieron sólo a retazos, de manera incompleta y sólo, y en cierta medida, beneficiaron a funcionarios o trabajadores formales, o sea, sólo aproximadamente a menos de  la mitad de la población y el resto siguió viviendo en condiciones precarias y dentro del sector informal sin estabilidad contractual y con ingresos bajos , sin que se pusiera fin ni  a la pobreza dominante ni a la acentuada desigualdad tradicional en aquellos países. Son, pues, países que a pesar de aquella coyuntura favorable  con ingresos elevados del Estado, no lograron  crear un sistema de servicios públicos de calidad y accesible a la mayoría. Ni la educación ni la salud ni las infraestructuras mejoraron con aquellas potenciales posibilidades que aportaba el alza de precios de sus materias primas.  Sin embargo, las élites económicas pudieron mantener sus patrimonios e incluso aumentarlo y las clases medias se ampliaron, mientras las clases populares siguieron viviendo en condiciones precarias.
  Cuando en la segunda década de este siglo aquellas condiciones cambiaron radicalmente con la bajada del precio de las materias primas aquel edificio inestable ha terminado por venirse abajo y loa gobiernos de la región  han tomado medidas drásticas, muchas de ellas inspiradas por  el FMI y otros organismos internacionales,  que  han recaído sobre las espaldas de los sectores sociales más débiles que han mostrado su descontento y su protesta por la situación llevándolos a la calle. Sin duda, la década anterior fue la de una gran oportunidad  para las transformaciones estructurales en positivo  de la región. Por eso, hay quien ya la considera como la “década perdida”  de América Latina.
         (Publicado en las páginas de opinión de La Nueva España, de Oviedo)


martes, 5 de noviembre de 2019





Rafael Altamira, cabeza del americanismod
de la Universidad de Oviedo




El AMERICANISMO DE LA UNIVERSIDAD DE            OVIEDO
                                    Julio Antonio Vaquero iglesias
El 12 de Octubre es por ley la fecha de la celebración de la Fiesta Nacional y siempre desde su institución ha significado también  la conmemoración de nuestra profunda identidad y comunidad con Hispanoamérica (incluso llego a denominarse como la Fiesta de la Raza). Pero toda esa relación tiene su historia (que, por cierto nos ha contado recientemente en parte la archivera-bibliotecaria de la Junta General  Josefina Velasco en estas páginas  en un excelente artículo).
  Esa historia tiene un colofón final de vital importancia en el que la Universidad de Oviedo jugó un papel decisivo. La crisis del 98 sumergió, como es sabido, a nuestro país en una etapa de pesimismo nacional de la que trató de salir con un proyecto regeneracionista que alentó toda nuestra política nacional durante largo tiempo. Y fue precisamente  la inclusión de una nueva relación con las repúblicas hispanoamericanas salidas de los procesos de independencia en el siglo XIX, con las que nuestras relaciones diplomáticas pasaban por una situación  manifiestamente mejorable,  el elemento que nuestra universidad aportó a ese regeneracionismo con el  que se trababa  de superar la decadencia y el pesimismo nacional en que había sumido la pérdida de Cuba a mano de la rapaz potencia imperial norteamericana.
 El personaje que encarnó esa misión para nuestra universidad y se convirtió con ello y para toda su vida en el padre del americanismo español fue el catedrático de nuestra universidad Rafael Altamira. alicantino de origen, que ganó la cátedra de Historia del Derecho de nuestra facultad de Derecho. Intelectual ligado a la Institución Libre de Enseñanza  (ILE), recaló en la universidad de Oviedo al calor de un grupo de notables catedráticos institucionistas, entre los que se contaba el propio Leopoldo Alas, Clarín, y los denominados Adolfos, Posada y Buylla, y Aniceto Sela, entre otros y que contaban con el decidido apoyo del rector Fermín Canella.
  Ese proyecto regeneracionista de cuño institucionista que ponía el énfasis en la educación y el desarrollo intelectual como medio de regenerar la nación constaba de un elemento fundamental que era  la vinculación con la América hispana, lo expresó ya Altamira en su discurso dictado en la inauguración del curso universitario 1898-1899, con el título El patriotismo en la Universidad”. Pero fue  después en 1908, con motivo de la celebración por nuestra universidad del tercer centenario de su fundación y del primer centenario del inicio del proceso de independencia hispanoamericana, cuando tomó cuerpo el proyecto del viaje americano de Altamira que terminó convirtiendo nuestra universidad en el primer foco del americanismo español. El viaje, que  dio origen a un libro del historiador alicantino Mi viaje a América (exhaustivamente analizado  posteriormente  por nuestro recordado  profesor Santiago Melón) se extendió por seis  países americanos (Cuba, Argentina, Uruguay, Chile, Perú y México), además de una corta estancia en Estados Unidos.
 El viaje tuvo un apoteósico éxito. A su vuelta, Altamira fue recibido por el propio monarca Alfonso XIII y la Universidad de Oviedo se convirtió en el primero y principal foco del americanismo en España tratando de establecer  unas  estrechas relaciones  con el mundo universitario hispanoamericano Tal fue el éxito que el propio Altamira  terminó trasladándose a la Universidad Central, donde se creó para él la primera cátedra referida al derecho indiano y al mundo hispanoamericano, desplazándose con ello  el desarrollo de ese primer americanismo a la universidad madrileña. Mientras que nuestra universidad, tras la marcha de Altamira y la paulatina desarticulación,  del  Grupo de Oviedo a causa de su éxito, fue perdiendo interés por ese primer espíritu americanista que Altamira y sus colegas habían logrado despertar en aquella España sumida en el trauma regeneracionista.
(Publicado en las páginas de opinión de La Nueva España, de Oviedo)