TSUNAMI DEMOCRÁTICO
Julio Antonio Vaquero Iglesias
Si Òmniun Cultural, Sociedad Civil Catalana y los CDRs fueron los
organismos desde los que el movimiento
independentista catalán articuló las protestas, las manifestaciones y el
intento de referéndum contra el Estado español en octubre de 2017, en su fase
actual de protesta contra la sentencia del Tribunal
Supremo, el movimiento ha variado su estrategia creando un nuevo organismo de
lucha que supone una verdadera innovación
frente a las organizaciones mencionadas anteriormente que se movían
dentro de los clásicos esquemas de los movimientos sociales tradicionales.
Inspirado parece ser en las pasadas protestas sociales en Hong Kong contra el
estado comunista chino, su objetivo es tratar de
evitar la persecución policial y judicial y ganar en eficacia aumentando
su capacidad de protesta y movilización social, articulando lo que ellos
consideran como movimiento de
desobediencia civil y cuya eficacia creen haber constatado en el bloqueo del
aeropuerto del Prat. Esta nueva forma de organización es la que los
independentistas denominan Tsunami Democrático, porque, como en los tsunamis naturales se trata de organizar
la protesta independentista como una forma de desobediencia civil no violenta (
la realidad de lo ocurrido estos días no parece avalar por cierto tal finalidad
o al menos se ha alejado mucho de ella), que se asemeja a un tsunami, esto es,
“una ola imperceptible que nadie ha sido capaz de detectar, que se va formando
subterráneamente y que toma en un momento velocidad de propagación e intensidad
que nadie puede detener”
La organización de esa clase de
movimiento social se basa en la tecnología blockchain
en la que las acciones de protesta se preparan, dicho sea como ejemplo, como si
fueran un gran puzle del que los participantes se reparten las piezas, una para
cada uno, sin que nadie conozca qué pieza tiene el de al lado y ni siquiera
quién tiene alguna de las piezas, cuántas piezas hay o en que consiste cada una
de ellas. Las piezas del puzle sólo tendrán sentido una vez que se unen todas
y se conoce la acción de protesta. La
finalidad es que cada uno de los participantes no conozca el objetivo
final de
aquella hasta el último momento evitando así las fugas de
información y las acciones de las autoridades para desmontarla. O incluso el
contactado pueda desactivarse del movimiento actuando sólo en el papel o la misión concreta que le ha correspondido, de modo que los
papeles van cambiando y el grupo que comenzó a desarrollar una idea, rara vez
es el mismo que la acaba, De ese modo los participantes no se conocen entre sí ni siquiera tienen información de
quiénes son los dirigentes u organizadores de las acciones de protesta. Con lo
que el secreto final de aquéllas queda perfectamente guardado y con ello el
elemento sorpresa de tal acción planeada.
Esa técnica organizativa parece que ya comenzó
a utilizarse para la ocultación de las urnas en la preparación del referéndum
ilegal de 2017 y ahora se ha generalizado y con ella se ha organizado la ocupación del aeropuerto del Prat. La
participación y comunicación entre los
miembros de la acción de protesta se realizan a través de la afiliación a un canal de Telegram desde donde se
desvelarían en el momento oportuno las acciones de protesta a llevar a cabo. La
afiliación a esa nueva red parece que ha
alcanzado ya los 300.000 seguidores. Y ahora en estas últimas semanas Tsunami
Democrático ha creado una aplicación informática que no está entre las de uso
público ordinario. A esa aplicación sólo se puede acceder a través de un código
QR tratando de evitar con ello trolls e infiltrados.
Quién, cuándo
y cómo se organizó Tsunami democrático es todavía un misterio
que el Ministerio del Interior y los servicios secretos siguen investigando. Basta escuchar las declaraciones
del ministro del ramo, sus balbuceos y cara de perplejidad cuando habla de ello.
Lo cierto es el único portavoz de Tsunami Democrático que hemos conocido es Pep
Guardiola que ha salido en un video de esa organización pidiendo apoyo para el
movimiento independentista a las sociedades civiles de los países democráticos,
sin incluir entre ellos, me imagino el de Quatar, el estado árabe del jeque
propietario de su club y quien le paga
que, dicho sea irónicamente, es bastante menos democrático que “el
estado autoritario” que para él y los independentistas es el estado español.