IMPERIO DEPREDADOR
Julio Antonio Vaquero Iglesias
El capitalismo globalizado neoliberal,
surgido como respuesta a la crisis económica que arrastra el sistema
capitalista desde los años setenta, ha colocado en el puesto de mando de la
economía globalizada al capital
financiero que domina la economía de EE UU frente a los intereses del
capital transnacional productivo. Sin embargo, las propias contradicciones
inherentes a ese forma de desarrollo del capital, han terminado engendrando, a
su vez, en estos últimos años una aguda crisis del denominado Régimen Dólar- Wall Street de la que el actual gobierno de Bush hijo
está tratando de salir con una huída hacia delante por medio de una estrategia
militarista de “control del planeta” que impone como prioridad de la agenda
estadounidense la guerra permanente.
Las bases de esa hegemonía de EE UU,
dentro del modelo de capitalismo financiero global, están, sin duda, en el
doble control que ha venido ejerciendo
sobre los medios de pago universalmente aceptados- el dólar-, y el
ejercicio del dominio militar a escala global. Pero, en estos últimos años, se
está produciendo el resquebrajamiento del primer control mencionado. La
combinación de un enorme déficit comercial y unas bajas tasas de ahorro
estadounidense hacen cada vez más
difícil que el flujo de capitales globales
siga compensando ese gran déficit y, con ello, más palpable la amenaza de que
la economía norteamericana pueda seguir
sosteniendo la estabilidad del dólar y el capitalismo de casino de los mercados
financieros de Wall Street. “Europa”
frente a EE UU y el euro frente al dólar aparecen, además, en el
horizonte como una posible alternativa ante ese Imperio depredador, uno de
cuyos fundamentos de su poder- el control monetario- comienza a tambalearse.
No es extraño, pues, que, como una
huída hacia delante, la clase dirigente americana ligada a los intereses de ese
capitalismo financiero global , a través del apoyo del gobierno de Bush junior
y la camarilla de “halcones” neoconservadores que le rodea, haya optado por el
camino más fácil: poner el énfasis en el otro control en el que se basa su
poder imperial, a saber, acentuar el despliegue de una estrategia estrictamente
militar de dominio del planeta, basada en la ideología de la guerra inevitable
y permanente, como vía para apuntalar el
dólar como medio de pago universal y para tratar de impedir que se volatilice
el “valor- dinero” originado por la especulación en los mercados financieros.
La necesidad de subordinar el euro y
“Europa” a ese poder imperial impidiendo que emerjan como moneda y
centro financiero alternativos, parece ser también una condición necesaria para
poder conseguir su verdadero objetivo esa estrategia imperial. Y esa situación
explica en gran medida la insubordinación y la negativa a seguirla por el
sector de países de la Unión Europea más ligados al modelo del capitalismo
transnacional productivo.
El discurso producido por los
laboratorios de ideas de los “halcones” legitima la deriva del capitalismo
norteamericano hacia esa vía de
militarismo agresivo con categorías como la de
países del “eje del mal” y la legalidad de la guerra preventiva contra
ellos o cualesquiera que se opongan al imperio estadounidense.( Guerra preventiva,
por cierto, de la que el propio presidente Eisenhower llegó a decir en
1953 que fue un invento de Adolfo
Hitler, añadiendo que “ francamente yo no tomaría en serio a nadie que me
viniera a proponer una cosa semejante”). A la vez que ese discurso justifica la práctica del
unilateralismo que exige esa opción
militarista y deslegitima o trata de subordinar a ella a los organismos multilaterales como las
Naciones Unidas o expresa explícitamente el fundamentalismo liberal democrático
de la nación estadounidense que identifica el interés de su expansionismo con
el de la Humanidad.
En dos recientes libros aparecidos al calor de la “inevitable”
y “preventiva” invasión de Iraq podemos encontrar una interpretación del
Imperio estadounidense desde la orientación que hemos expuesto más arriba,
aunque, a mi entender, el fundamento teórico de los análisis de uno y otro sea
realmente muy diferente y de ello se
derive unas propuestas de praxis antimperial también diferentes por parte de
sus dos autores: Emmanuel Todd, Después
del Imperio (Foca, 2003), y Ramón Fernández Durán, Capitalismo
financiero global y guerra permanente ( Virus Editorial, 2003). Por su
parte, el libro de Robert Kagan,
Poder y debilidad ( Tauros 2003), cuya presentación en Madrid por su autor ha causado días atrás
una airada protesta por parte de los opositores al ataque angloamericano contra
Iraq, es una clara muestra de ese discurso legitimador de la nueva política
imperial estadounidense, más que una descripción objetiva del actual escenario
internacional como quieren hacernos creer algunos analistas del Real Instituto
Elcano de Estudios Internacionales y Estratégicos, ese laboratorio de ideas
creado recientemente en nuestro país y que viene dando cobertura ideológica a
las posiciones internacionales del gobierno Aznar.
La tesis central del libro de
Emmanuel Todd es la de que EE UU se ha convertido en un imperio depredador,
porque, en realidad, es ya un imperio en declive y sin futuro. Esta fase
agresiva y belicosa en la que ha entrado
no es sino el canto del cisne del
Imperio, el estertor que anuncia su agonía. Las verdaderas formaciones
imperiales siempre han ofrecido dos
características que ya no se cumplen en el actual imperio norteamericano. Los
recursos imperiales estadounidenses son ya insuficientes en este momento para mantenerlas . El Imperio estadounidense
no tiene ya la capacidad de coacción
militar y económica suficiente para
permitir la exacción de un tributo que nutre el centro a costa la
explotación de todo el planeta. Y el universalismo ideológico, el otro atributo
que acompaña a todo verdadero imperio
y permite la expansión continua
de su sistema de poder con la integración en el núcleo central de los pueblos y
los individuos conquistados, ha entrado en un claro retroceso en esta agresiva
fase imperial. “ A la vista de estos
criterios- concluye Todd- los Estados Unidos presentan insuficiencias notables
cuyo examen permite predecir con seguridad que, hacia el año 2050, no existirá
un imperio norteamericano”.
Aunque la demostración que hace Tood
del carácter parasitario del Imperio estadounidense en la actualidad se
corresponde, a nuestro entender, con la realidad, los principios en que basa su
análisis- la educación y la demografía como motores últimos de la historia y su
argumentación comparatista para predecir
su ineluctable fin a fecha fija- nos parecen tan poco aceptables como la
incapacidad militar que le supone para controlar el mundo. Y lo que es peor
es una tesis que, al obviar el factor de
resistencia de la opinión pública mundial que está surgiendo contra esa
belicosa fórmula imperial, favorece la desmovilización de la lucha contra ella.
En cambio, el análisis de Ramón Fernández
Durán, se realiza desde un planteamiento teórico diferente del que se deriva
una explicación y la proposición de una praxis antimperial muy distintas. Coincide Fernández Durán con
el autor francés en la condición
depredadora y disfuncional del actual Imperio norteamericano y en el carácter
militarista y agresivo de la “solución” que han adoptado los neoconservadores americanos que controlan
el gobierno estadounidense, para salir de la crisis de la globalización
neoliberal financiera con su estrategia de la guerra permanente. Pero la tesis
central del ecologista español tiene un claro fundamento anticapitalista: se
enmarca en el contexto de la dinámica de un capitalismo que cada vez más se
revela como un sistema obsoleto para dar satisfacción a las necesidades de los
hombres. Lo cual puede constatarse, según el autor, en esta última crisis del
capitalismo financiero global. La única
salida dentro del sistema es
reorientarlo hacia una fase militarista y agresiva que plantea la
guerra permanente como algo inevitable y
necesario. Por eso tampoco para Fernández Durán el Imperio estadounidense tiene
futuro, pero por otras razones diferentes de
las apunta Tood: por su propia incapacidad económica para mantener la asimetría
depredadora en que se fundamenta, pero también por la ausencia de legitimidad
para mantener esa situación ante una oposición cada vez más creciente de la
opinión mundial y, además, por su
incompatibilidad con la nueva organización productiva del capitalismo global
posfordista que exige una flexibilidad que dificulta en gran medida el carácter
controlador y agresivo que ha adoptado el imperialismo estadounidense.
El
discurso justificador de Robert Kagan acerca de esa acentuación de la política
internacional estadounidense unilateralista y militarista plantea la oposición
de “Europa”- es decir, de un sector de Europa, como han demostrado los hechos-
a esa clase de política. Esa política internacional hobbesiana que practica EE
UU se basa en una concepción distinta del poder de la que defienden los estados
europeos desde el fin de la segunda guerra mundial. Desde entonces Europa se ha
inclinado más bien por un orden internacional fundamentado en los principios
kantianos de la paz perpetua y del respeto al derecho internacional y el multilateralismo.
Pero esto lo ha podido hacer, sigue argumentando Kagan, gracias al paraguas de
EE UU que secundó una política de esa
naturaleza por la amenaza del bloque soviético. Finalizada la guerra fría, esa
condición del vínculo trasatlántico ya no es oportuna y EE UU debe volver-
reconoce explícitamente el ideólogo neoconservador- a su política tradicional
hobbesiana que entiende como un realista y necesario recurso unilateral
defensivo en un planeta lleno de peligros para los estadounidenses.
LAS
RAZONES DE AZNAR
J. A. V. I.
Ramón
Fernández Durán identifica las razones del alineamiento de Aznar con la
política militarista del gobierno Bush en el marco de la respuesta que los neoconservadores
estadounidenses, defendiendo los intereses
del capitalismo financiero global, han dado a la crisis del Régimen
Dólar- Wall Street. Ese planteamiento rebasa con mucho, por tanto, la idea de
que lo que haya buscado Aznar como razón
prioritaria sean los beneficios económicos y políticos que le han atribuido los
análisis que consideran la agresión a Irak estrictamente como una “guerra por el
petróleo” o, incluso, por el control estratégico de Oriente Próximo. “ Por lo
que se refiere a las razones del apoyo tan incondicional de Aznar- escribe
Fernández Durán-, éstas son difíciles de comprender , pues no se pueden
explicar sólo en base a los compromisos militares suscritos con EEUU, al rédito político que el
PP obtiene en la lucha contra el terrorismo, al autoritatismo del inquilino de
la Moncloa o al protagonismo mundial que el jefe de Gobierno consigue al
respecto(...). Quizás cabría hacer una posible interpretación al respecto. En
la economía española, al igual que EE UU y Reino Unido (...), en los últimos
tiempos, la balanza por cuenta corriente se ha vuelto negativa (...). Pero se
ha logrado el equilibrio exterior porque ha habido una ingente inversión
extranjera que ha acudido al sector inmobiliario(..) Si este flujo de capitales
desapareciera, los desequilibrios de la economía española se manifestarían en
toda su crudeza(..).¿ Intenta, pues, Aznar mantener la ficción de la fortaleza
de la situación española, sumándose al carro de los posibles “vencedores” y dar
de esta forma apariencia de seguridad a los inversores que acuden a
especular aquí? (...)”.
LA JUSTIFICACIÓN DEL
IMPERIO
J. A.V. I.
La
legitimación que Robert Kagan realiza de esta nueva fase de imperialismo
estadounidense agresivo impulsada por los neoconservadores americanos, le lleva
a reconocer explícitamente que la tendencia dominante de la política tradicional exterior de EE UU, desde
su independencia inclusive, no ha sido el aislacionismo, sino el expansionismo
y que, en consecuencia, la fase
imperialista estrictamente agresiva que
comienza ahora no es una excepción sino una continuación de la tradición
expansionista norteamericana. Aunque, según el vocero neoconservador, en la
mentalidad estadounidense ese expansionismo siempre se entendió como la
identificación de los intereses de la nación norteamericana con los intereses
de la Humanidad.”Esta persistente visión estadounidense- escribe Kagan en ese sentido- de la posición excepcional de
su nación en la historia y la convicción de que sus intereses y los del mundo
se identifican, puede ser bienvenida, ridiculizada o lamentada(...).(Pero así
seguirá siendo y) salvo una catástrofe
imprevista es razonable presumir que no hemos hecho más que entrar en una larga
era de la hegemonía de Estados Unidos”. Es difícil con tales planteamientos que
Marte pueda aparearse por voluntad con Venus y engendrar ninguna Armonía.
(PUBLICADO EN EL
SUPLEMENTO CULTURAL DE LA NUEVA ESPAÑA, DE OVIEDO)