lunes, 30 de junio de 2014

Pepin Vaquero y la tragedia del "Sierra de Aránzazu"


   PEPÍN VAQUERO Y LA TRAGEDIA DEL “SIERRA DE ARÁNZAZU”

 

                                                                      Tomás Vaquero Iglesias

                                                                      Julio Antonio Vaquero Iglesias

 


El 13 de setiembre, de 1964, nuestro valle y sus gentes fueron  golpeadas por una tragedia, sorpresiva, extraña, diferente a las que sucedían en  la mina, que acabó con la vida de nuestro hermano, el  lacianiego Pepín Vaquero, asesinado sobre las cálidas y lejanas aguas del  Mar Caribe, como consecuencia de un ataque pirata y  terrorista, realizado contra el buque español “Sierra Aránzazu”, que rumbo a La Habana (Cuba),  con carga general, navegaba ajeno a las terribles  consecuencias e implicaciones que, determinadas acciones político-diplomáticas y paramilitares, inmersas en la denominada “crisis de los misiles” y el “bloqueo” de la isla de Cuba, iban a llevarlo a las primeras páginas de la prensa nacional e internacional.

Aquellos días, los que mediaron entre el 14, día en que se conoció el ataque, y el 20 de setiembre, fecha del entierro,  fueron de consternación, incertidumbre y profunda emoción en el valle. La prensa, los escasos receptores de televisión existentes, en blanco y negro, cuya señal aún  no hacía un año que se captaba en nuestra zona,  los obligatorios  “partes” informativos de Radio Nacional, difundidos  por Radio Villablino, a los que se añadían  las noticias  que se recibían en nuestro domicilio, procedentes de la naviera o de las autoridades,  eran las fuentes de información, unas  veces contradictorias, otras imprecisas, de las que se disponía.

A medida que transcurrían los días, y las noticias iban siendo más fidedignas, la desolación y la emoción general iba creciendo y se debatía entre el más hondo pesar,  la más enérgica repulsa e indignación, y  como contraposición, el cariño y apoyo moral que ofrecieron a nuestros padres todos los  amigos, vecinos y gentes de las comarcas próximas, que culminó con la gran manifestación de duelo en que se convirtió el sepelio, envuelto en un denso y profundo silencio, con  asistencia de  las principales autoridades provinciales y locales.

Con posterioridad, y por suscripción popular promovida por  la emisora de Radio Villablino, se realizó una cuestación popular con la que se costeó el panteón donde descansan los restos mortales de nuestro hermano, en el cementerio de Las Rozas.

Antes de comenzar el relato de los hechos y sus implicaciones, queremos tener un recuerdo para nuestros padres, y un agradecimiento muy cariñoso para todos los amigos y lacianiegos, cuyo apoyo y  consuelo  los acompañó  hasta sus últimos días.

Quién era  Pepin  Vaquero y cuáles fueron aquello hechos dramáticos que conmovieron al Valle de Laciana?

    ¿QUIÉN ERA PEPIN VAQUERO?

            José Vaquero Iglesias era el segundo  hijo del matrimonio formado por José Manuel Vaquero Marqués y Nemesia Iglesias Corrales que regentaban un modesto negocio comercial (tienda-kiosko) en Villablino, situado en la antigua plaza del pueblo y conocido por casi  todos los lacianiegos por ostentar la corresponsalía de prensa desde donde se vendían y distribuían los periódicos a gran parte del Valle.

            Desde su más tierna infancia Pepín, como era conocido por todos, demostró ser un estudiante sobresaliente con una gran personalidad y madera de líder entre su grupo de amigos y compañeros. Estudió el bachillerato en la Academia “Virgen de Carrasconte” que era un colegio libre patrocinado por el Ayuntamiento para aquellos que deseaban optar a estudios universitarios. Sus alumnos tenían que examinarse como alumnos libres en el Instituto Gil y Carrasco de Ponferrada en unas maratonianas jornadas de exámenes para unos estudiantes  que debían conocer al dedillo todo el programa de cada asignatura si querían salir con bien de aquellas duras pruebas. En esas difíciles circunstancias, Pepín consiguió un brillante expediente académico no habitual entre los alumnos libres que rendían sus exámenes en el centro berciano. Sin duda, a ello coadyuvó su elevado nivel cultural inusual en aquellos años en que las facilidades para la adquisición de cultura eran escasas, adquirido, sobre todo, a partir insaciable voracidad por la  lectura. Uno de los componentes de aquel entrañable  grupo de amigos y compañeros de bachillerato, el novelista y académico de la Lengua lacianiego Luis Mateo Díez  hizo un bella y sentida semblanza  del Pepín de aquellos años en un libro dedicado a su amigo después de su trágica muerte ( Lunas del Caribe, Anaya 2000):

Opal (Pepín) era un niño de una inteligencia desmesurada, el más listo de todos nosotros , el más listo de todo la escuela, el más listo del colegio donde, todavía sin haber ido del Valle iniciamos el bachillerato los amigos del Desván. La inteligencia se compagina a veces precariamente con la   listeza (…) Opal era listo e inteligente, tenía la viveza de quien observa con conocimiento de causa, de quien entiende las cosas a la primera de cambio y las digiere contrastándolas, ese don de la facilidad y la complejidad que además se adorna con una prodigiosa memoria (…). Pero es verdad es verdad que Opal sabía más que nadie y también es cierto que aquellas lecturas contribuyeron a fraguar su vocación que no fue de aventurero sino de viajero, de hombre del mar, exactamente de marino mercante (…),

  Así fue. Después de estudiar el curso preuniversitario en León en el Colegio de los Hermanos Maristas con la intención de realizar después estudios de medicina, finalmente esa profunda vocación marina le llevó a  cambiar de opinión e inició en Madrid la carrera de naútica. Estudió en Madrid, en la Academia Elcano, y el título de Alumno de Máquinas, lo obtuvo en  la Escuela Oficial de Naútica  de Bilbao. Las prácticas de navegación, las realizó en el buque de vapor “Benisanet”, de la Naviera de Exportación Agrícola, que efectuaba viajes por el Mediterráneo, fundamentalmente entre Oriente Próximo y Barcelona. Los días de prácticas de motor, los realizó en el infortunado B/T  “Bonifaz”, un petrolero de la Naviera de Castilla,  que hacía línea entre Ras Tanura, en el Golfo Pérsico, y la refinería de Escombreras, en Cartagena. Este buque se  hundió más tarde, debido a  un trágico abordaje en la Costa de la Muerte, que segó la vida de varios tripulantes y alguno de los familiares acompañantes que iban a bordo.

Finalizadas las prácticas obtuvo el título de Maquinista,  en la Escuela Oficial de Náutica de La Coruña, y su primer embarque, como segundo Oficial de Máquinas, le llevó por segunda  vez sobre la cubierta del “Benisanet”. Más  tarde se  enroló, también como segundo Oficial de máquinas, a bordo de la M/N “María Luisa Velasco”,  haciendo línea trasatlántica entre España y la costa occidental de los EE.UU.

Después de unos días de vacaciones en nuestro pueblo, se embarcó en Santander, en el “Sierra Aránzazu”, propiedad de la naviera Marítima del Norte que,  finalizada su construcción,  iba a realizar sus pruebas de mar.  

EL ATAQUE AL” SIERRA ARÁNZAZU

El 31 de agosto de 1964, avituallado y con el buque a son de mar, zarpaba sobre la medianoche, desde el puerto de Ceuta, con destino a La Habana (Cuba), el buque de bandera española “Sierra Aránzazu”. Era éste un buque mercante, pequeño, nuevo y moderno, propiedad de la naviera Marítima del Norte, que  llevaba solamente cinco meses de servicio desde que había iniciado las pruebas de mar, en Santander, dónde había sido construido.

Iniciaban su segundo  viaje a Cuba. En sus bodegas transportaban carga general: alimentos, repuestos de maquinaria, aperos agrícolas y juguetes, que habían cargado en los puertos de Alicante, Cádiz y Algeciras.

 Con el  Cabo Espartel, por el través de babor,  a  la salida del Estrecho de Gibraltar, el “Sierra Aránzazu”, arrumbó hacía las islas Ábaco. Le quedaban por la proa trece días de navegación, hasta el primer punto de recalada, desde dónde cambiarían el rumbo, para dirigirse hacia el sur y arribar a La Habana. Era ésta la ruta habitual que seguían, salvo imprevistos.

Los días de navegación transcurrían monótonos, sometidos a la regularidad de  los turnos de  guardia y con buen tiempo.  A mediodía se fijaba la posición del barco, mediante la observación del Sol, y ésta era transmitida  todas las noches a la naviera.

El capitán, don Pedro Ibargurengoitia, estaba preocupado por la evolución de los huracanes en el Golfo de Méjico, ya que se encontraban en mitad de la estación de generación de los ciclones tropicales. Diariamente recibían  los partes meteorológicos que les anunciaban la evolución de los huracanes que en aquellos momentos barrían el Caribe  o se dirigían hacia él. Por este motivo y ante la trayectoria que seguían los ciclones Dora y Ethel, que eran los que, en ese momento, estaban activos sobre  el Golfo, el Capitán  se vio obligado, al noveno día de navegación,  a modificar el rumbo y cambiar la ruta para entrar en el Caribe, poniendo proa al  Pasaje de Caicos, en  Bahamas, y una vez   en él, arrumbar al puerto de La Habana navegando por el norte de la costa de Cuba a través del Viejo Canal de Bahamas.

A mediodía del día 13 de setiembre, domingo, un avión de reconocimiento americano sobrevoló  el buque dándole varias pasadas a baja altura. Algún tripulante salió a cubierta, alertado por el ruido de las hélices del avión de reconocimiento, para observarlo. 

Eran las 19:45, hora local. La noche había caído rápida sobre el “Sierra Aranzazu” envolviéndolo en la oscuridad. En el puente estaba de guardia el primer oficial, don Santiago Ibáñez, que oyó un ruido potente de motores; pudo distinguir una lancha rápida que se acercó por la popa, encendió un reflector que iluminó el nombre del barco y su lugar de matrícula. Después  apagó el reflector, viró en redondo  y se alejó.

En ese momento, el Capitán había subido al puente, para iniciar su guardia y relevar al Primer Oficial. Se comunicaron las novedades y salieron al alerón de estribor, dónde don Santiago Ibáñez estaba comentando al Capitán el extraño proceder de la lancha que se había aproximado momentos antes, cuando aparecieron dos lanchas rápidas, por la aleta, situándose  una por cada banda del buque, a unos  cien metros. El crepúsculo había desaparecido, dando paso a una noche oscura, sin luna, pero con buen tiempo. La situación del buque, en ese momento, era unas veinte  millas al SW de Hogsty Reef. De pronto, sin previo aviso y de la forma más sorpresiva abrieron fuego con ametralladoras de 20 y 40 mm, de modo alternativo, con balas trazadoras, perforadoras y explosivas, contra el puente,  del “Sierra Aránzazu”, el  hábitat de la tripulación y la obra muerta. Los disparos,  impactaron sobre  el tanque diario de combustible incendiándolo, derramándose el gas-oíl sobre la Sala de Máquinas. El incendio se propagó rápidamente y un humo denso e irrespirable envolvió el buque.

El Capitán fue herido en una pierna, al inicio del ataque, cuando se encontraba en el alerón. Ayudado se dirigió hacia su camarote, en medio de aquel infierno, a la vez que ordenaba el abandono del buque y al Radiotelegrafista que emitiera una llamada de socorro. No fue posible porque la sala de radio, próxima al Cuarto de Derrota, estaba inservible y ardiendo. Tampoco pudieron recoger la radio de emergencia. En este momento una nueva ráfaga de ametralladora le hirió gravemente en el pecho.

Hacia la  Sala de Máquinas se dirigió, en  medio del tiroteo, don Ramón Ugarte,  el Primero de  Máquinas, que paró el motor principal, por lo que se quedaron momentáneamente a oscuras. El incendio iba a más y después de arrancar un motor auxiliar, con lo que recuperaron la luz, ordenó a todos que abandonaran la Sala de Máquinas. Cuando salía fue herido en una pierna y en la nariz.

El bote de estribor, estaba seriamente dañado y era  ése costado  el que recibía mayor intensidad de disparos, por lo que decidieron, aprovechando un momento en que la lancha rápida de babor fue a reunirse con la otra y cesó de disparar,  arriar el bote de esa banda y abandonar el barco.

Al reunirse en la cubierta de botes comprobaron que varios de ellos estaban  heridos, tres de ellos  muy graves. Toda la tripulación abandonó  el barco en ese bote, tratando de alejarse lo más rápidamente del costado en previsión de una explosión, porque el “Sierra Aránzazu” era una hoguera en la oscuridad de la noche. 

Una vez en el agua,  comenzaron a organizarse y el Capitán, muy malherido, ordenó al Primer Oficial dirigirse hacia el Norte. El bote estaba agujereado por los impactos y embarcaba agua, por lo que una de las principales tareas era achicarla con el bombillo, hasta que se rompió y tuvieron que utilizar las cajas de galletas que iban consumiendo, e incluso con los zapatos. Con los cartones de las cajas trataron de  taponar  los agujeros del bote y así impedir o mermar la entrada del agua.

Otra de las tareas, fue atender a los heridos más graves. Al Capitán lo situaron a proa  y le hicieron, con un cinturón, un torniquete en la  pierna, nada podían hacer con los balazos en el pecho. Murió a las nueve de la noche.

Nuestro hermano, Pepín Vaquero, había recibido el impacto en el vientre de una bala explosiva y su estado era muy grave, lo situaron en un costado. Tampoco podían hacer nada por él, con los escasos medios del botiquín de urgencias que llevaba el bote, ante heridas tan serias. Murió a las tres de la mañana.

`          Don Francisco Javier Cabello, el Segundo Oficial de Puente, había recibido el impacto de un cañonazo que le había dañado seriamente el brazo, a la altura del hombro. Le hicieron un torniquete para evitar que se desangrara.

La noche fue muy larga , la tensión, el miedo a  ser descubiertos y rematados, la esperanza de ser rescatados… . Al amanecer del día 14 un avión del Coast Guard los divisó y marcándolos con botes fumígeros, dirigió hacia ellos al OBO  holandés “P.G. Thulin” que los izó a bordo e informó que había recogido del mar a los veinte tripulantes del “Sierra Aránzazu”, con el resultado de dos muertos, un herido muy grave, tres heridos graves y el resto con heridas leves o ilesos. Al poco tiempo de ser izados a bordo falleció el Segundo Oficial.

El buque holandés   llevó  los náufragos  a  Mathew Town (Great Inagua) dónde fueron desembarcados a última hora de la tarde. Desde allí los cadáveres y los  tripulantes heridos de mayor gravedad  fueron trasladados a la Base Naval de Guantánamo, dónde los heridos fueron atendidos médicamente.

Al día siguiente los trece supervivientes, ilesos y con heridas de menor gravedad, fueron llevados hasta San Juan de Puerto Rico en un avión de la Navy. Allí aterrizaron más tarde, transportados también en otro avión de la Marina americana, los heridos más graves,  los  arcones fúnebres con los cadáveres de los tres marinos asesinados y el Radiotelegrafista, que iba al frente de este grupo.

Desde San Juan, se hicieron dos expediciones para Madrid; una que llegó,  el jueves 17, con  los trece tripulantes ilesos o heridos de menor importancia, y el sábado 19  llegaron los tres féretros y los tres heridos más graves, junto con el Agregado como jefe de la expedición.

En Barajas fueron recibidos por el Ministro de Comercio, una  representación de altos cargos de la Armada, la  Marina Mercante,  la Administración, responsables de la naviera, así como una   nutridísima representación de la prensa.  Los arcones fúnebres, cubiertos por la bandera nacional,  fueron transportados por oficiales de la Armada y de la Marina Mercante hasta la Sala VIPS del aeropuerto, dónde se rezó un responso y desde allí fueron trasladados sus restos  a los respectivos lugares de residencia. Don  Pedro Ibargurengoitia a Algorta y don  Francisco Javier Cabello a Vigo.

El furgón que transportaba el féretro de Pepín Vaquero, llegó al final de la tarde a Villablino. En las inmediaciones de nuestro domicilio  muchos vecinos y amigos  esperaban, en medio de  un profundo silencio,  su llegada. El domingo, día 20,  el entierro, con asistencia de las autoridades provinciales y locales, se convirtió en una gran manifestación de duelo. El arcón fue transportado a hombros de sus amigos, vecinos  y  la Guardia Civil,  hasta la Iglesia donde se ofició un funeral, y posteriormente sus restos mortales fueron trasladados hasta el cementerio de Las Rozas, donde recibieron sepultura.

 ¿QUIÉNES FUERON LOS AUTORES DEL ATAQUE AL “SIERRA ARÁNZAZU”?

Durante cuarenta y seis años, la autoría del ataque al “Sierra Aránzazu” ha permanecido en la oscuridad y los asesinos de Pepín Vaquero y sus dos compañeros continúan en la impunidad. Hoy, tras la desclasificación de parte de la documentación de los archivos de la CIA, tenemos numerosos indicios de quiénes  planearon y cometieron aquel brutal atentado y del contexto internacional en que se llevó a cabo.

            En 1963, tras la “crisis de los misiles” y el acuerdo de Kennedy con la Unión Soviética de no invadir la Isla, la política de la Administración norteamericana cambió de estrategia hacia Cuba, pero sin tratar de dejar de presionar a la revolución castrista a través de otros medios: la presión terrorista y el bloqueo económico de la Isla. Concretamente, en enero de ese año Robert Kennedy ya había creado los denominados “grupos autónomos” cuyos objetivos era hostigar a los revolucionarios cubanos  e impedir la llegada de  determinadas mercancías a la Isla para lograr la asfixia de la Revolución y conseguir el levantamiento interno de los contrarrevolucionarios cubanos. Esos “grupos autónomos”,controlados y financiados por la CIA, tenían su emplazamiento fuera del territorio norteamericano-República Dominicana, Nicaragua y Costa Rica (sólo existía uno dentro de Estados Unidos que era el de Nueva Orleáns)- con el objeto de eliminar las responsabilidades del Gobierno norteamericano. Pero los objetivos eran establecidos y acordados con las responsables correspondientes de la Administración norteamericana y contaban con el apoyo de la CIA desde la conocida base de la Agencia en Miami, JM/ Wave que continuó existiendo y actuando a pleno rendimiento (2).

            El atentado al “Sierra Aránzau” partió de uno de esos grupos, del que tenía su base en Nicaragua y dirigía uno de los líderes anticastristas más destacados, relacionado con los hermanos Kennedy, Manuel Artime Buesa, cuya  organización, el Movimiento de Recuperación Revolucionaria (MRR), estaba  controlada y financiada por la CIA. Manuel Artime, cubano y médico,  era conocido como “el chico de oro de la CIA” y había tenido un papel relevante como dirigente de la Brigada 2506, unidad operativa integrada por exiliados cubanos anticastristas  con la que se había tratado llevar a cabo la fracasada invasión de Bahía Cochinos. Según un informe procedente de los documentos desclasificados de la CIA que obra en nuestro poder, entre junio de 1963 y junio de 1964, el MRR había sido financiado generosamente por la Agencia norteamericana con 4.933.293 de dólares para pagar el mantenimiento de barcos y otros elementos de transporte y costear la nómina de 385 hombres con que contaba la citada organización anticastrista en sus campos de entrenamiento de Nicaragua y Costa Rica.

            Tras el asesinato de Kennedy en noviembre de 1963, el nuevo presidente L. B. Johnson mantuvo la política de su antecesor hacia Cuba, pero con ciertos matices. Los “grupos autónomos” continuaron existiendo. Pero, dada su escasa efectividad y el elevado coste que suponían, Johnson quería tener un control más efectivo sobre ellos para que aumentasen su presión  y hacer así  más eficaz el bloqueo económico de la Isla. No es casualidad que en ese tiempo la Secretaria de Estado norteamericana tratase de presionar sobre el Gobierno español para que se suspendiese  el tráfico de mercancías permitidas (alimentos, sobre todo) que desde  España llegaban a Cuba a través de los barcos de la Compañía Marítima del Norte, a la que pertenecía el “Sierra Aránzazu”. Lo que no consiguieron dada la personal influencia y permiso del propio Franco para el comercio español con la Isla continuase.

 Las circunstancias eran, pues, las idóneas, por una parte, para llevar a cabo un escarmiento con los barcos españoles que comerciaban con Cuba y, por otra, ante los recelos que la nueva Administración norteamericana mostraba con los grupos anticastristas que patrocinaba, éstos estaban necesitados de un acto terrorista que tuviese resonancia internacional y pusiese fin al comercio español con la Cuba castrista.  Lo que explica, a su vez, la sanguinaria actitud con la que lo llevaron a cabo.

            La noticia del atentado fue difundida por la prensa de todo el mundo y en España levantó una ola de indignación que se expresó, incluso, con una manifestación ante la embajada norteamericana en Madrid y manifestaciones en algunas ciudades españolas. Sin embargo, las peticiones por las autoridades españoles ante la Secretaría de Estado norteamericano para que se identificase y se juzgase a los culpables del atentado no obtuvieron ningún resultado. El informe del atentado realizado por el FBI nunca vio la luz y el atentado quedo oficialmente sin aclarar.

            Las distintas hipótesis que se han venido manteniendo a lo largo de estos años sobre las razones y la autoría del ataque han quedado invalidadas hoy por el contenido de los documentos desclasificados de los archivos de la CIA y por los datos aportados por otros investigadores.  Todos esos datos e indicios conducen a considerar al grupo autónomo de Manuel Artime Buesa, el MRR, como la organización anticastrista que planeó y ejecutó el ataque desde su base de Nicaragua. Lo que es lo mismo que decir que fue la CIA quien lo planeó y lo organizó y que, por la misma razón, nos encontramos ante un evidente acto de terrorismo de Estado.

            Los diferentes rumores que se propalaron sobre su autoría y los motivos del atentado no fueron sino rumores difundidos  para ocultar sus  auténticas  intenciones y sus  verdaderos autores. No fueron los cubanos, como Manuel Artime difundió, los autores del ataque. Ni las razones del mismo fueron castigar al “ Sierra Aránzazu” y a su capitán porque en un anterior viaje había descubierto  a  unos polizones cubanos anticastristas y los había devuelto a la Isla, donde habrían sido ajusticiados, como todavía se ha escrito recientemente por algún investigador que ha tratado el tema. No existe ninguna prueba documental de ese hecho. Ni siquiera el capitán del barco era ya el mismo de anterior viaje. Y la propia naviera ha negado terminantemente esa posibilidad. En cambio, sí ha sido reconocido recientemente,  por un miembro de la tripulación (que reside hoy impune en Salamanca acogido a la hospitalidad del Estado español) del barco nodriza del que salieron las lanchas que ametrallaron sin piedad a los tripulantes del “Sierra Aránzu”, que el atentado lo cometió el grupo del MRR. Eso sí aduciendo en su descargo lo que ya  también anteriormente  había difundido Manuel Artime  cuando la intervención de esa organización en el mismo  era evidente e imposible de negar: que el ataque había sido un error, que el “Sierra Aránzazu” había sido confundido con el barco cubano “Sierra Madre”, de características y dimensiones sensiblemente diferentes al buque español.

            Sin embargo, tal confusión es inaceptable no sólo por las diferentes características de ambos buques y por otros indicios como el hecho de que el “Sierra Madre” navegaba hacia Cuba en aquellos días por el Pacífico o el que el “Sierra Aránzau” había aparecido ya, según una revista francesa, en una lista negra de los exiliados anticastristas sobre  los barcos posibles para un acto terrorista, sino también porque así se deduce de un cable que hemos encontrado entre la documentación desclasificada de la CIA en que se menciona explícitamente la preparación del atentado por parte de los exiliados anticastristas.

Ese cable enviado por  el agente de la Compañía con nombre de Withheld al Director de la CIA con fecha del 6/10/1964, esto es, alrededor de un mes después del atentado. Y dentro de un contexto que nada tenía que ver con el tema del “Sierra Aránzazu”, lo que descarta una posible intoxicación que, por otra parte, no tenía el menor sentido dado el esfuerzo que Artime y su organización habían desplegado para ocultar su participación en el mismo. Era en realidad un cable que hacia referencia al viaje a París de un cubano captado por la CIA y que estaba implicado en el intento de asesinato de Fidel Castro en una trama dirigida por la CIA y en la que participaban Rolando Cubela, una alto oficial del régimen de Castro y el MRR de Artime que tenía una de sus principales bases en Madrid donde actuaban con pleno consentimiento de la policía española.

 

Ese cable  decía:

(3. DIJO ( el agente cubano captado por la CIA) QUE PLANEABA REUNIRSE EN PARIS CON LA PERSONA QUE “ARREGLÓ” EL ATAQUE AL “SIERRA ARÁNZAZU” MEDIANTE EL PAGO AL RADIO OPERADOR QUE ENVIÓ LA POSICIÓN A LA NAVE ATACANTE. DIJO QUE R/O (¿RADIO OPERADOR?) HABÍA CONTADO TODA LA HISTORIA A LA POLICÍA ESPAÑOLA.

(3.   SAID PLANS MEET PARIS WITH PERSON WHO "ARRANGED” SIERRAARANZAZU ATTACK BY PAYING OFF RADIO OPERATOR TO SEND POSITION TO ATTACKING CRAFT. SAID R/O HAS TOLD WHOLE STORY TO SPANISH POLICE.)

 

          Sin duda, el contenido del cable deja fuera de lugar la interpretación del encuentro casual y su referencia al conocimiento por la policía española pone sobre el tapete otras inquietantes interrogaciones que seguimos investigando. Aunque sólo sea  por conseguir para nuestro hermano y su otros dos compañeros una suerte de justicia moral arrojando luz sobre quién fueron sus asesinos.

( Publicado en El Mixto . Revista Trimestal del Valle de Laciana nº 34. Invierno de 2011)

              

     

 

 

 

 

 

 

 

 

El CORREO DE LA PIRENAICA


                            EL CORREO  DE LA PIRENAICA

                                    Julio Antonio Vaquero iglesias

    
Ocurre con frecuencia. En muchas ocasiones no es el historiador quien elige  el objeto de su investigación, sino que es  éste quien busca al  investigador. Éste es el caso de este libro; Las cartas de la Pirenaica. Memoria del antifranquismo  (Cátedra, 2014). Rosario Fontova, periodista e historiadora, autora de este libro junto con Armand Balsebre, catedrático de de Comunicación Audiovisual de la Universidad Autónoma de Barcelona, buscaba en el Archivo del Partido Comunista de España información para otro trabajo cuando entró en contacto con el extraordinario  fondo documental de las cartas enviadas a Radio España Independiente (1941-1977, Moscú, Bucarest), la emisora comunista,  más conocida por los españoles como  Radio Pirenaica. Constituido  por  15.500 cartas, el mencionado fondo documental sólo había sido explorado hasta ese momento puntualmente por algún historiador en busca de alguno dato o información concreta, pero no se había realizado ningún estudio de conjunto. De esas cartas sólo un fragmento de  algunas de ellas había  salido a las ondas y nuestros autores advirtieron su gran potencial historiográfico y conscientes de ello decidieron con fundado criterio (al que no fue, desde luego, ajeno la especialidad de los autores en temas de comunicación) llevar a cabo una investigación de ese voluminoso correo de La Pirenaica con el  objetivo de elaborar un estudio sobre la memoria histórica del antifranquismo a partir de esas cartas de los oyentes de la emisora comunista.

  El resultado de esa ardua y difícil labor que acometieron los dos investigadores ha sido este libro, cuyo contenido no sólo es un auténtico fresco de la memoria histórica del antifranquismo, sino también un duro retrato de la falta de libertad,  represión, miedo, hambre y miseria  que sufrieron los españoles durante la dictadura. Pero la angustia que produce su lectura queda en parte compensada para el lector con la satisfacción de ver a través de los contenidos de las cartas la reacción y la dignidad con que una parte de los españoles corrientes se opusieron a esos abusos y condiciones de vida miserables  que impuso la dictadura, porque en cierto modo enviar esas cartas a La Pirenaica no era sino eso: una forma más de resistencia  al franquismo,

Son muchos los tópicos y bulos sobre el funcionamiento de Radio España Independient6e, creados y difundidos en muchos casos por la contrapropaganda franquista,  que pone en solfa este estudio. Desde el que los oyentes de La Pirenaica no  eran  sino una minoría de comunistas o la de que las cartas emitidas eran inventadas por la propia emisora y su contenido pura propaganda que no tenía nada que ver con lo que realmente sucedía en España.

  Sin embargo, el análisis sociológico  de los remitentes  de las cartas demuestra que era una audiencia interclasista, aunque, como es obvio, predominasen los trabajadores industriales y los campesinos. Del mismo modo que  el estudio de los flujos de las misivas prueba que es  en la década de los 60 concretamente el lustro 1962-1967) en la que se concentran la mayor parte de las cartas, al calor de la marea de  movilizaciones y huelgas de esa década y a partir del establecimiento de unas  direcciones normalizadas para enviarlas, de tal modo que el número de cartas  experimentó un gran aumento en esos años ( 4.378 en 1963)) convirtiéndose en un verdadero medio de comunicación de masas. A pesar de que era un acto delictivo que podía suponer la cárcel para los remitentes.

Fue también en esos años cuando, siguiendo  y ampliando el criterio leninista de que cada miembro del Partido  tenía que informar a sus órganos de prensa  de lo que pasaba en su centro de trabajo, La Pirenaica estableció la categoría de “colaboradores”, esto es, oyentes que enviaban de manera regular sus   cartas  con informaciones que contaban y denunciaban de manera  seria y fidedigna los actos de oposición  y  represión así  como los acontecimientos políticos y sociales de los que eran testigos. Que esas  informaciones eran en gran medida veraces lo demuestran, por ejemplo, el que con ellas se puede hacer un mapa de las fosas de los asesinados  en la Guerra Civil  no es  diferente al que hoy tenemos realizado con información histórica de numerosas fuentes. Pero también se desprende del hecho de que  las informaciones de los “corresponsales” fueron, con las de las agencias de prensa internacionales y las de la redacción interior (la que operaba en España), una de las principales fuentes de la información que manejaba la emisora. Esa veracidad constatada por la experiencia de sus oyentes fue la base de la credibilidad  que llegó a tener REI entre ellos, de modo que  la emisora clandestina era calificada en muchas cartas como, Radio Verdad frente a Radio Mentira que era Radio Nacional de España.

Las huella de la Guerra Civil, Julián  Grimau, las cárceles franquistas, la emigración a Europa, las huelgas de los 60 en Asturias, la operación de propaganda de los “25 años de Paz”, el antinorteamericanismo, el hambre y la pobreza, la educación, ocio y   cultura son los temas en que los autores han clasificados los cartas para analizar sus contenidos. Análisis que no se limita, y ese es en mi opinión uno de los principales logros del libro, al contenido individualizado de las cartas, lo que también hacen con algunas dado el denso e impactante  significado de las historias que cuentan, sino que han tratado de extraer  la mirada colectiva de sus remitentes ante el asunto tratado. Además de contextualizar éste históricamente, esto es, con los datos que la Historia, y no la memoria histórica, ha aportado sobre el mismo.

Las huelgas de la minería asturiana desde  el 62 al 65 fueron el tema estrella de La Pirenaica  que echó toda la carne en el asador apoyando a los mineros huelguistas como verdaderos héroes que estaban señalando el camino a todos los obreros españoles para acabar con la Dictadura.. La emisora comunista denunció los brutales actos de la represión, señalando a los más sanguinarios torturadores de la Brigada Político-Social y la Guardia Civil. Pero también recaudó fondos para los huelguistas y sus familias  y convirtió en símbolos de heroicidad  de esa resistencia a quienes la sufrían como fueron los  casos de Tina Pérez y Anita Sirgo. Ese compromiso de La Pirenaica  con los huelguistas fue tal que hasta Fraga en su contestación al manifiesto de los 102 intelectuales que apoyaron a los huelguistas consideró a la emisora comunista como una de los principales responsables del movimiento huelguístico. 

 Acerca de  todos esos aspectos y otros derivados del desarrollo y consecuencias de las huelgas las cartas que recibió La Pirenaica fueron numerosas, remitidas  no sólo desde Asturias, sino del resto de España  y de los emigrantes en Europa.  De hecho, la  consigna con que se tituló la campaña de la emisora en 1963 en solidaridad con Asturias, “Asturias marca el camino”, se inspiró en una carta-poema de un oyente de Lopera (Jaén)  enviada a la emisora un año antes, en 1962,  titulada “Asturias nos indica el camino”.  

 En fin, estamos, sin duda, en mi humilde opinión, ante un excelente libro. Por lo que no me parece extraño, a pesar de la que está cayendo sobre nuestra  industria editorial, que sólo en un mes después de su aparición  se haya agotado y  esté en proceso de inminente  reedición.

( Publicado en el suplemento Cultura de La Nueva España, 12 de junio de 2014)   

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martes, 24 de junio de 2014

LAS RAíCES DEL HOLOCAUSTO

                                                    

LAS RAÍCES DEL HOLOCAUSTO

                                       
                                                                           JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
                 

                  

El historiador asturiano, Enrique Moradiellos, ha hecho un paréntesis en sus habituales  investigaciones sobre la guerra civil y acerca  de la metodología histórica para ofrecernos en este su último libro una excelente síntesis informativa y divulgativa sobre el Holocausto y sus antecedentes. Su finalidad ha sido explícitamente pedagógica.  Moradiellos hace suya la afirmación del historiador francés F. Furet de que sólo desde una información histórica veraz y una rememoración  no partidaria del Holocausto, podrá evitarse su reproducción. Esto es: la  tesis clásica  que Primo Levi recogía  en su expresiva admonición: “ Si el mundo llegara a convencerse que Auschwitz nunca ha existido, seria mucho más fácil edificar un segundo Auschwitz. Y no hay garantías de que esta vez sólo devorase a los judíos”

Para ello el autor  ha procedido comenzando par el final. Primero, analiza, a través de un soberbio despliegue bibliográfico, la naturaleza y la singularidad del Holocausto y todas las fases del proceso de la política antisemita llevada a cabo por el Tercer Reich que , a partir de la invasión de la Unión Soviética por la Wehrmacht en 1941, condujeron a la política de eliminación definitiva del pueblo judío en los campos de exterminio, la eufemísticamente denominada “solución final”. Para después llevar a cabo un brillante recorrido de los antecedentes del “odio más antiguo”, con  una brillante disección de  la historia de la judeofobía  en la Antigüedad clásica y la Edades Media y Moderna  hasta el antisemitismo que se difunde en el siglo XIX  por Alemania y gran parte de Europa. Y lo hace desde la constatación historiográfica del salto cualitativo que el antisemitismo racista del XIX supuso frente la xenofobia  antijudía  anterior.

Mientras ésta última se fundamentó en prejuicios religiosos y culturales que no  presuponían, a pesar de la discriminación y los progromos, la imposibilidad de la integración de la minoría judía a través de la asimilación y la conversión, el antisemitismo del siglo XIX y XX, al contrario, se  basó en un cientificismo biológico reduccionista de inspiración darwinista   y en la metafísica romántica  de la  Raza que cultivaron pensadores y artistas como Gobineau,   Wagner, Heine o Chamberlain que les negaba  cualquier posibilidad de “redención”. En  esos planteamientos ideológicos   se inspiró el nacionalismo cultural alemán de la sangre y la tierra que consideraba al judío un pueblo irrecuperable que, por naturales  razones  biológicas hereditarias, era cualitativamente una raza inferior con  sus capacidades intelectuales y morales degradadas, pero que se oponía a la hegemonía de la raza superior alemana. Ese racismo biológico reinventó y difundió  a lo largo del siglo XIX un nuevo  estereotipo fisonómico  del judío, mezcla de  los viejos mitos de la judeofobía clásica con los del nuevo racismo: el del judío errante, de nariz ganchuda, mentón prominente, mirada furtiva y olor desagradable.  A la vez  que actualizó el viejo mito medieval del contubernio judío con Satán convertido ahora  en el complot judeomasónico, al que tantas veces hizo alusión el dictador español.

Este nuevo antisemitismo radical está en relación con los cambios ideológicos y económico- sociales de la Modernidad. La ideología liberal supuso la emancipación legal de los judíos  y con ella una profunda transformación de la judería internacional, una parte importante de la cual  pasó a residir  en las ciudades y, al dedicarse a las nuevas actividades capitalistas con la desaparición de las anteriores trabas legales, experimentó un imparable ascenso social y su concentración en las ciudades hizo a sus miembros mucho más visibles  Lo que les granjeó el odio y el resentimiento de aquellos grupos urbanos y rurales que se habían visto perjudicados por el profundo cambio histórico que aportaba  la implantación del nuevo sistema industrial. Desde esos sectores sociales los judíos fueron ahora percibidos no ya como los negadores de la divinidad de Jesucristo y los causantes de su crucifixión, sino como los agentes y beneficiarios de un sistema económico que dificultaba su modo de vida tradicional y era perjudicial para sus intereses económicos. Y  esa extendida percepción creó el caldo de cultivo idóneo para la extensión entre amplias capas de ese  antisemitismo moderno que culminó en el genocidio planificado de los nazis.

Ésa es la secuencia histórica que explica el Holocausto. Su motivación, como demuestra Moradiellos apoyándose en una solvente y abundante  bibliografía, fue, pues,  esencialmente ideológica y no el resultado de razones estratégicas militares o políticas. Como tampoco, un plan diabólico llevado a cabo por una minoría de nazis fanáticos y locos a espaldas del pueblo alemán, sino con la complacencia de amplios sectores de la población alemana y europea infectados por  aquel  antisemitismo racista precedente que contaminó  incluso hasta las Iglesias. Antisemitismo que alcanzó su expresión  genocida en el propicio contexto de la  “guerra total” que desató la invasión de la Unión Soviética por los nazis. Sin duda, en los tiempos que vivimos libros como éste  deberían ser de lectura obligatoria para los estudiantes de los últimos cursos de secundaria, pero también de meditada reflexión para toda clase de lectores.  

 

             

 

Tony Judt, historiador sociademócrata


                            TONY JUDT, HISTORIADOR SOCIALDEMÓCRATA

 

                                                                       Julio Antonio Vaquero Iglesias

                                                                           Catedrático e historiador

         
Tony Judt con J. P. Sartre
  
A principios del pasado   mes de agosto  falleció en Nueva York el historiador británico Tony Judt. Catedrático en las universidades de Oxford, Cambridge, Berkeley  y Nueva York, Judt  no sólo alcanzó en la pasada década una gran notoriedad como estudioso de la historia de la Europa reciente, sino también como intelectual público cuyas intervenciones sobre los temas más candentes de la actualidad política, intelectual y económica generaban, en ocasiones, grandes polémicas (como ocurría con sus  artículos en The  Nueva York Revieuw of Books  que gozaban de un gran prestigio).. Desde 2008, sufría una enfermedad degenerativa, esclerosis lateral amiotrófica o enfermedad de Lou Gherig que le fue dejando progresivamente inmovilizado, pero con plena lucidez mental; enfermedad  a la que se enfrentó valientemente y convirtió en objeto de algunos de sus últimos escritos, que causaron una gran impresión entre sus lectores como el titulado Noche que publicó recientemente  El País.

Nacido en el seno de una familia judía de clase media baja, Judt vivió en su juventud en un kibutz en Israel e incluso intervino en la Guerra de los Seis Días, pero pronto abandonó la ideología sionista  y defendió  la tesis de que la solución al problema palestino israelí  pasaba por la creación  un  Estado binacional en Israel, negándose a aceptar que  esa  actitud, enemiga de  las posiciones oficiales del Estado judío, pudiera calificarse como antisemitismo. Lo cual le ha valido hasta el final de su vida ser objeto de duros ataques por el lobby sionista norteamericano.

            Tanto  su obra  historiográfica como sus escritos como intelectual público expresan claramente su posición ideológica socialdemócrata desde la que  ha criticado profundamente a la experiencia comunista como a la izquierda radical que la apoyó o no se definió claramente contra ella. Una de sus obras más importantes fue Pasado imperfecto. Los intelectuales franceses, 1944-1955  en la que realiza una acerba crítica a los intelectuales franceses de la izquierda que apoyaron- en su opinión-  el estalinismo. En su libro más notable que le catapultó al éxito y por el que quedó finalista del premio Pulitzer, Posguerra. Una historia de Europa desde 1945, hace una revisión  de  la trama económica, social, política, intelectual de la historia de Europa desde el final de la segunda guerra mundial hasta hoy desde  el supuesto que la caída del Muro de Berlín en 1989 exigía revisar todo el pasado reciente  de  Europa  tras el colapso del mundo comunista. Y destaca que el éxito de Europa en esa etapa, tras superar las secuelas de la contienda y la Guerra Fría,  estuvo en la creación de un estado de bienestar hasta que entró en la deriva del neoliberalismo a partir de los años 80.

            Del mismo modo que en su último libro, todavía no publicado en España, Ill Fares the land como en una de sus últimas conferencias (con casi todo su cuerpo paralizado, pronunciada ante un emocionado  auditorio en Nueva York) realizó una profunda  defensa de la socialdemocracia y del socialismo no autoritario como única solución posible a los problemas de la crisis política y económica del mundo actual. Una denuncia del abandono de la política como elemento  legitimador de lo público y de la conversión de de lo privado y el mercado en una verdadera religión política con el corolario del  creciente incremento de la desigualdad económica y social entre las clases y los estados. Y la necesidad de establecer una nueva hoja de ruta que vuelva a poner lo público y el Estado en el lugar que les corresponde, si queremos evitar el tortuoso y peligroso camino por el que está avanzando la sociedad humana.

 La enseñanza  y  compresión de una  historia de las sociedades occidentales por las nuevas generaciones que explique esa deriva ha sido, para Judt, el leitmotiv tanto de  de su actividad historiográfica  como de su actividad pública hasta el último momento de su vida, cuando su cuerpo ya no era sino una jaula de una mente libre y lúcida.             
  ( Publicada en el suplemento "Cultura" de La Nueva España-Oviedo)
              

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domingo, 22 de junio de 2014

Cara y cruz del movimiento comunista


                          EL REGRESO DE PROMETEO

                                                           

                                                         JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
 

 
    Entre  la toma de la Bastilla (1789), acontecimiento revolucionario que simbolizó el inicio de la Revolución francesa y con ella los primeros conatos de llevar a cabo el ideal comunista,  y la caída del Muro de Berlín (1989) que, en sentido contrario, marcó el inicio de su derrumbe, transcurren los 200 años de vida de uno de los movimientos políticos más importante  de la historia del siglo XX. Ése es el período que recorre esta  magna obra del historiador y profesor de Oxford, uno de los más profundos conocedores de la historia del comunismo,  David Priestland, Bandera Roja. Historia política y cultural del comunismo (Editorial Crítica, 2010).


            El  hecho de que este libro- que, sin duda, va a ser a partir de ahora una obra de referencia inexcusable para comprender la naturaleza y evolución  histórica de aquel movimiento ideológico-político- haya aparecido veinte años después aquella simbólica fecha de la caída del socialismo realmente existente no es sólo – que también- consecuencia de la magnitud de su empeño y de la reciente apertura de los archivos soviéticos y chinos, sino, más bien, de que desde entonces las cosas han cambiado y ciertamente no poco.

 El “final de la historia” con el que aquel ideólogo de cuyo nombre ya nadie quiere hoy acordarse   trataba de anunciar el triunfo definitivo del capitalismo neoliberal sobre el socialismo, ha dejado paso en estos veinte años a la más grave crisis económica que ha padecido sistema capitalista en setenta años (después de la del 29) arrojando incluso sombras sobre su propia viabilidad. Por eso ha sido  este nuevo contexto histórico el momento idóneo  para revisar la historia del comunismo y tratar de explicar no sólo la razón histórica del origen, evolución  y  final del movimiento. Movimiento que, como el Prometeo mítico que robó el fuego a Zeus  para dárselo como regalo  a los hombres y, al hacerlo, les aportó el conocimiento y el progreso, buscó  liberar a la humanidad conciliando la igualdad con la modernidad. Pero también para plantearse, a la luz  de esa comprensión histórica, la posibilidad o no de que bajo otras formas pueda  reaparecer de nuevo.

            Para lograr esos propósitos, el historiador británico ha querido situarse fuera de los paradigmas historiográficos desde los que se han venido dando las interpretaciones de la historia del comunismo. Esto es: más  allá de las  interpretaciones de  la izquierda basadas en la teoría ideológica  marxista o de aquélla que entendió el comunismo como un movimiento de racionalización de sociedades atrasadas y que tuvo en el historiador británico E. H. Carr su principal adalid. Y lejos también de las de los anticomunistas de  la derecha- y algunos de la izquierda como los trostkistas- que consideraron la esencia del comunismo como una  historia de terror y represión, y que han tenido su máximo auge con la hegemonía ideológica neoliberal tras la globalización capitalista.

 La interpretación de Priestdland,  se mueve, en cambio, siguiendo la tradición historiográfica anglosajona, más en el terreno empírico que teórico. El comunismo como expresión de una intensa voluntad ideológica nacida de un poderoso ideal de igualdad y modernidad y llevada a cabo por un sector de revolucionarios como respuesta  a unos contextos  históricos específicos en que se han combinado en dosis diferentes en cada caso las desigualdades extremas, las estratificaciones sociales rígidas, las desigualdades internacionales, el imperialismo o  la guerra.    

    Desde esa perspectiva metodológica, nuestro historiador realiza un análisis cronológico del movimiento comunista desarrollado en cuatro etapas. Desde la de su origen con el  protocomunismo de la etapa jacobina de la Revolución francesa y la formación ideológica y política del socialismo marxista  con Marx y Engels y la II Internacional  a la de  su fase terminal o comunista realmente existente. En medio, están la etapa propiamente comunista con la revolución  soviética de 1917 con centro en Moscú y el marxismo-leninismo como ideología; y, tras la caída de los imperios que trajo la segunda guerra mundial,  la de su extensión fuera de Europa, por Asia, América Latina y África, aliado con el nacionalismo y dando origen a la aparición de nuevos centros del movimiento en Pekín y La Habana Etapa que coincide con la esclerotización del comunismo en la Unión Soviética en su fase  estalinista con su violencia represiva que provocó una reacción de condena por parte de un sector de  los partidos comunistas occidentales y algunas ramas del movimiento comunista.    

    El contenido de ese análisis no se limita, además, a la acción político-ideológica de los comunistas, sino también  examina  las actitudes y reacciones de las  poblaciones en las que éstos consiguieron implantar sus regímenes. Del  mismo modo que, más allá de lo que es habitual en esta clase de obras, abarca también un recorrido por la historia cultural del comunismo realizando unos excelentes análisis de las obras literarias, artísticas y cinematográficas más importantes  en que se manifestó la ideología y la acción política del movimiento. 

            El resultado no es un abrumador e indigesto cúmulo de datos, sino una catarata de información clara y bien organizada que está, además, expuesta, no con un estilo académico y plúmbeo, sino ágil y diáfano. Muchos de esos datos, aunque ya nos sean conocidos, están analizados casi siempre con una  visión nueva y original- en algunos casos hasta discutible- y muchos otros son inéditos y  nos proporcionan explicaciones convincentes de algunos de los más importantes aspectos de la historia del movimiento comunista.    

            Especial interés presenta el capítulo final sobre el final del mundo comunista. Priestland  plantea en él una novedosa tesis sobre la  caída del comunismo soviético que rechaza las interpretaciones dominantes como mitos neoliberales. No fueron  las políticas de Reagan, Thatcher y Juan Pablo II unidas a la presión popular las causas de la implosión comunista, sino que el factor realmente determinante del proceso estuvo en  las torpes maniobras de un sector de la elite del partido.     

  ¿Tiene futuro hoy el movimiento comunista? La respuesta del historiador británico es coherente con sus planteamientos y el contenido de su análisis. Bajo la forma de marxismo-leninismo, ninguno; pero bajo otras formas en las que se logre combinar la racionalidad y la igualdad con la libertad, existe alguna posibilidad si vuelven  a darse algunas de las condiciones como las que provocaron su origen y desarrollo. Y lo cierto es que hoy, ante la irracionalidad social y ecológica cada vez más evidente del capitalismo globalizado, para algunos sectores de las elites intelectuales y políticas y de la población, Prometeo todavía  sigue teniendo futuro.  
 Puiblicado en el suplemento Cultura de La Nueva España (Oviedo)