martes, 24 de junio de 2014

LAS RAíCES DEL HOLOCAUSTO

                                                    

LAS RAÍCES DEL HOLOCAUSTO

                                       
                                                                           JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
                 

                  

El historiador asturiano, Enrique Moradiellos, ha hecho un paréntesis en sus habituales  investigaciones sobre la guerra civil y acerca  de la metodología histórica para ofrecernos en este su último libro una excelente síntesis informativa y divulgativa sobre el Holocausto y sus antecedentes. Su finalidad ha sido explícitamente pedagógica.  Moradiellos hace suya la afirmación del historiador francés F. Furet de que sólo desde una información histórica veraz y una rememoración  no partidaria del Holocausto, podrá evitarse su reproducción. Esto es: la  tesis clásica  que Primo Levi recogía  en su expresiva admonición: “ Si el mundo llegara a convencerse que Auschwitz nunca ha existido, seria mucho más fácil edificar un segundo Auschwitz. Y no hay garantías de que esta vez sólo devorase a los judíos”

Para ello el autor  ha procedido comenzando par el final. Primero, analiza, a través de un soberbio despliegue bibliográfico, la naturaleza y la singularidad del Holocausto y todas las fases del proceso de la política antisemita llevada a cabo por el Tercer Reich que , a partir de la invasión de la Unión Soviética por la Wehrmacht en 1941, condujeron a la política de eliminación definitiva del pueblo judío en los campos de exterminio, la eufemísticamente denominada “solución final”. Para después llevar a cabo un brillante recorrido de los antecedentes del “odio más antiguo”, con  una brillante disección de  la historia de la judeofobía  en la Antigüedad clásica y la Edades Media y Moderna  hasta el antisemitismo que se difunde en el siglo XIX  por Alemania y gran parte de Europa. Y lo hace desde la constatación historiográfica del salto cualitativo que el antisemitismo racista del XIX supuso frente la xenofobia  antijudía  anterior.

Mientras ésta última se fundamentó en prejuicios religiosos y culturales que no  presuponían, a pesar de la discriminación y los progromos, la imposibilidad de la integración de la minoría judía a través de la asimilación y la conversión, el antisemitismo del siglo XIX y XX, al contrario, se  basó en un cientificismo biológico reduccionista de inspiración darwinista   y en la metafísica romántica  de la  Raza que cultivaron pensadores y artistas como Gobineau,   Wagner, Heine o Chamberlain que les negaba  cualquier posibilidad de “redención”. En  esos planteamientos ideológicos   se inspiró el nacionalismo cultural alemán de la sangre y la tierra que consideraba al judío un pueblo irrecuperable que, por naturales  razones  biológicas hereditarias, era cualitativamente una raza inferior con  sus capacidades intelectuales y morales degradadas, pero que se oponía a la hegemonía de la raza superior alemana. Ese racismo biológico reinventó y difundió  a lo largo del siglo XIX un nuevo  estereotipo fisonómico  del judío, mezcla de  los viejos mitos de la judeofobía clásica con los del nuevo racismo: el del judío errante, de nariz ganchuda, mentón prominente, mirada furtiva y olor desagradable.  A la vez  que actualizó el viejo mito medieval del contubernio judío con Satán convertido ahora  en el complot judeomasónico, al que tantas veces hizo alusión el dictador español.

Este nuevo antisemitismo radical está en relación con los cambios ideológicos y económico- sociales de la Modernidad. La ideología liberal supuso la emancipación legal de los judíos  y con ella una profunda transformación de la judería internacional, una parte importante de la cual  pasó a residir  en las ciudades y, al dedicarse a las nuevas actividades capitalistas con la desaparición de las anteriores trabas legales, experimentó un imparable ascenso social y su concentración en las ciudades hizo a sus miembros mucho más visibles  Lo que les granjeó el odio y el resentimiento de aquellos grupos urbanos y rurales que se habían visto perjudicados por el profundo cambio histórico que aportaba  la implantación del nuevo sistema industrial. Desde esos sectores sociales los judíos fueron ahora percibidos no ya como los negadores de la divinidad de Jesucristo y los causantes de su crucifixión, sino como los agentes y beneficiarios de un sistema económico que dificultaba su modo de vida tradicional y era perjudicial para sus intereses económicos. Y  esa extendida percepción creó el caldo de cultivo idóneo para la extensión entre amplias capas de ese  antisemitismo moderno que culminó en el genocidio planificado de los nazis.

Ésa es la secuencia histórica que explica el Holocausto. Su motivación, como demuestra Moradiellos apoyándose en una solvente y abundante  bibliografía, fue, pues,  esencialmente ideológica y no el resultado de razones estratégicas militares o políticas. Como tampoco, un plan diabólico llevado a cabo por una minoría de nazis fanáticos y locos a espaldas del pueblo alemán, sino con la complacencia de amplios sectores de la población alemana y europea infectados por  aquel  antisemitismo racista precedente que contaminó  incluso hasta las Iglesias. Antisemitismo que alcanzó su expresión  genocida en el propicio contexto de la  “guerra total” que desató la invasión de la Unión Soviética por los nazis. Sin duda, en los tiempos que vivimos libros como éste  deberían ser de lectura obligatoria para los estudiantes de los últimos cursos de secundaria, pero también de meditada reflexión para toda clase de lectores.  

 

             

 

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