lunes, 30 de junio de 2014

Pepin Vaquero y la tragedia del "Sierra de Aránzazu"


   PEPÍN VAQUERO Y LA TRAGEDIA DEL “SIERRA DE ARÁNZAZU”

 

                                                                      Tomás Vaquero Iglesias

                                                                      Julio Antonio Vaquero Iglesias

 


El 13 de setiembre, de 1964, nuestro valle y sus gentes fueron  golpeadas por una tragedia, sorpresiva, extraña, diferente a las que sucedían en  la mina, que acabó con la vida de nuestro hermano, el  lacianiego Pepín Vaquero, asesinado sobre las cálidas y lejanas aguas del  Mar Caribe, como consecuencia de un ataque pirata y  terrorista, realizado contra el buque español “Sierra Aránzazu”, que rumbo a La Habana (Cuba),  con carga general, navegaba ajeno a las terribles  consecuencias e implicaciones que, determinadas acciones político-diplomáticas y paramilitares, inmersas en la denominada “crisis de los misiles” y el “bloqueo” de la isla de Cuba, iban a llevarlo a las primeras páginas de la prensa nacional e internacional.

Aquellos días, los que mediaron entre el 14, día en que se conoció el ataque, y el 20 de setiembre, fecha del entierro,  fueron de consternación, incertidumbre y profunda emoción en el valle. La prensa, los escasos receptores de televisión existentes, en blanco y negro, cuya señal aún  no hacía un año que se captaba en nuestra zona,  los obligatorios  “partes” informativos de Radio Nacional, difundidos  por Radio Villablino, a los que se añadían  las noticias  que se recibían en nuestro domicilio, procedentes de la naviera o de las autoridades,  eran las fuentes de información, unas  veces contradictorias, otras imprecisas, de las que se disponía.

A medida que transcurrían los días, y las noticias iban siendo más fidedignas, la desolación y la emoción general iba creciendo y se debatía entre el más hondo pesar,  la más enérgica repulsa e indignación, y  como contraposición, el cariño y apoyo moral que ofrecieron a nuestros padres todos los  amigos, vecinos y gentes de las comarcas próximas, que culminó con la gran manifestación de duelo en que se convirtió el sepelio, envuelto en un denso y profundo silencio, con  asistencia de  las principales autoridades provinciales y locales.

Con posterioridad, y por suscripción popular promovida por  la emisora de Radio Villablino, se realizó una cuestación popular con la que se costeó el panteón donde descansan los restos mortales de nuestro hermano, en el cementerio de Las Rozas.

Antes de comenzar el relato de los hechos y sus implicaciones, queremos tener un recuerdo para nuestros padres, y un agradecimiento muy cariñoso para todos los amigos y lacianiegos, cuyo apoyo y  consuelo  los acompañó  hasta sus últimos días.

Quién era  Pepin  Vaquero y cuáles fueron aquello hechos dramáticos que conmovieron al Valle de Laciana?

    ¿QUIÉN ERA PEPIN VAQUERO?

            José Vaquero Iglesias era el segundo  hijo del matrimonio formado por José Manuel Vaquero Marqués y Nemesia Iglesias Corrales que regentaban un modesto negocio comercial (tienda-kiosko) en Villablino, situado en la antigua plaza del pueblo y conocido por casi  todos los lacianiegos por ostentar la corresponsalía de prensa desde donde se vendían y distribuían los periódicos a gran parte del Valle.

            Desde su más tierna infancia Pepín, como era conocido por todos, demostró ser un estudiante sobresaliente con una gran personalidad y madera de líder entre su grupo de amigos y compañeros. Estudió el bachillerato en la Academia “Virgen de Carrasconte” que era un colegio libre patrocinado por el Ayuntamiento para aquellos que deseaban optar a estudios universitarios. Sus alumnos tenían que examinarse como alumnos libres en el Instituto Gil y Carrasco de Ponferrada en unas maratonianas jornadas de exámenes para unos estudiantes  que debían conocer al dedillo todo el programa de cada asignatura si querían salir con bien de aquellas duras pruebas. En esas difíciles circunstancias, Pepín consiguió un brillante expediente académico no habitual entre los alumnos libres que rendían sus exámenes en el centro berciano. Sin duda, a ello coadyuvó su elevado nivel cultural inusual en aquellos años en que las facilidades para la adquisición de cultura eran escasas, adquirido, sobre todo, a partir insaciable voracidad por la  lectura. Uno de los componentes de aquel entrañable  grupo de amigos y compañeros de bachillerato, el novelista y académico de la Lengua lacianiego Luis Mateo Díez  hizo un bella y sentida semblanza  del Pepín de aquellos años en un libro dedicado a su amigo después de su trágica muerte ( Lunas del Caribe, Anaya 2000):

Opal (Pepín) era un niño de una inteligencia desmesurada, el más listo de todos nosotros , el más listo de todo la escuela, el más listo del colegio donde, todavía sin haber ido del Valle iniciamos el bachillerato los amigos del Desván. La inteligencia se compagina a veces precariamente con la   listeza (…) Opal era listo e inteligente, tenía la viveza de quien observa con conocimiento de causa, de quien entiende las cosas a la primera de cambio y las digiere contrastándolas, ese don de la facilidad y la complejidad que además se adorna con una prodigiosa memoria (…). Pero es verdad es verdad que Opal sabía más que nadie y también es cierto que aquellas lecturas contribuyeron a fraguar su vocación que no fue de aventurero sino de viajero, de hombre del mar, exactamente de marino mercante (…),

  Así fue. Después de estudiar el curso preuniversitario en León en el Colegio de los Hermanos Maristas con la intención de realizar después estudios de medicina, finalmente esa profunda vocación marina le llevó a  cambiar de opinión e inició en Madrid la carrera de naútica. Estudió en Madrid, en la Academia Elcano, y el título de Alumno de Máquinas, lo obtuvo en  la Escuela Oficial de Naútica  de Bilbao. Las prácticas de navegación, las realizó en el buque de vapor “Benisanet”, de la Naviera de Exportación Agrícola, que efectuaba viajes por el Mediterráneo, fundamentalmente entre Oriente Próximo y Barcelona. Los días de prácticas de motor, los realizó en el infortunado B/T  “Bonifaz”, un petrolero de la Naviera de Castilla,  que hacía línea entre Ras Tanura, en el Golfo Pérsico, y la refinería de Escombreras, en Cartagena. Este buque se  hundió más tarde, debido a  un trágico abordaje en la Costa de la Muerte, que segó la vida de varios tripulantes y alguno de los familiares acompañantes que iban a bordo.

Finalizadas las prácticas obtuvo el título de Maquinista,  en la Escuela Oficial de Náutica de La Coruña, y su primer embarque, como segundo Oficial de Máquinas, le llevó por segunda  vez sobre la cubierta del “Benisanet”. Más  tarde se  enroló, también como segundo Oficial de máquinas, a bordo de la M/N “María Luisa Velasco”,  haciendo línea trasatlántica entre España y la costa occidental de los EE.UU.

Después de unos días de vacaciones en nuestro pueblo, se embarcó en Santander, en el “Sierra Aránzazu”, propiedad de la naviera Marítima del Norte que,  finalizada su construcción,  iba a realizar sus pruebas de mar.  

EL ATAQUE AL” SIERRA ARÁNZAZU

El 31 de agosto de 1964, avituallado y con el buque a son de mar, zarpaba sobre la medianoche, desde el puerto de Ceuta, con destino a La Habana (Cuba), el buque de bandera española “Sierra Aránzazu”. Era éste un buque mercante, pequeño, nuevo y moderno, propiedad de la naviera Marítima del Norte, que  llevaba solamente cinco meses de servicio desde que había iniciado las pruebas de mar, en Santander, dónde había sido construido.

Iniciaban su segundo  viaje a Cuba. En sus bodegas transportaban carga general: alimentos, repuestos de maquinaria, aperos agrícolas y juguetes, que habían cargado en los puertos de Alicante, Cádiz y Algeciras.

 Con el  Cabo Espartel, por el través de babor,  a  la salida del Estrecho de Gibraltar, el “Sierra Aránzazu”, arrumbó hacía las islas Ábaco. Le quedaban por la proa trece días de navegación, hasta el primer punto de recalada, desde dónde cambiarían el rumbo, para dirigirse hacia el sur y arribar a La Habana. Era ésta la ruta habitual que seguían, salvo imprevistos.

Los días de navegación transcurrían monótonos, sometidos a la regularidad de  los turnos de  guardia y con buen tiempo.  A mediodía se fijaba la posición del barco, mediante la observación del Sol, y ésta era transmitida  todas las noches a la naviera.

El capitán, don Pedro Ibargurengoitia, estaba preocupado por la evolución de los huracanes en el Golfo de Méjico, ya que se encontraban en mitad de la estación de generación de los ciclones tropicales. Diariamente recibían  los partes meteorológicos que les anunciaban la evolución de los huracanes que en aquellos momentos barrían el Caribe  o se dirigían hacia él. Por este motivo y ante la trayectoria que seguían los ciclones Dora y Ethel, que eran los que, en ese momento, estaban activos sobre  el Golfo, el Capitán  se vio obligado, al noveno día de navegación,  a modificar el rumbo y cambiar la ruta para entrar en el Caribe, poniendo proa al  Pasaje de Caicos, en  Bahamas, y una vez   en él, arrumbar al puerto de La Habana navegando por el norte de la costa de Cuba a través del Viejo Canal de Bahamas.

A mediodía del día 13 de setiembre, domingo, un avión de reconocimiento americano sobrevoló  el buque dándole varias pasadas a baja altura. Algún tripulante salió a cubierta, alertado por el ruido de las hélices del avión de reconocimiento, para observarlo. 

Eran las 19:45, hora local. La noche había caído rápida sobre el “Sierra Aranzazu” envolviéndolo en la oscuridad. En el puente estaba de guardia el primer oficial, don Santiago Ibáñez, que oyó un ruido potente de motores; pudo distinguir una lancha rápida que se acercó por la popa, encendió un reflector que iluminó el nombre del barco y su lugar de matrícula. Después  apagó el reflector, viró en redondo  y se alejó.

En ese momento, el Capitán había subido al puente, para iniciar su guardia y relevar al Primer Oficial. Se comunicaron las novedades y salieron al alerón de estribor, dónde don Santiago Ibáñez estaba comentando al Capitán el extraño proceder de la lancha que se había aproximado momentos antes, cuando aparecieron dos lanchas rápidas, por la aleta, situándose  una por cada banda del buque, a unos  cien metros. El crepúsculo había desaparecido, dando paso a una noche oscura, sin luna, pero con buen tiempo. La situación del buque, en ese momento, era unas veinte  millas al SW de Hogsty Reef. De pronto, sin previo aviso y de la forma más sorpresiva abrieron fuego con ametralladoras de 20 y 40 mm, de modo alternativo, con balas trazadoras, perforadoras y explosivas, contra el puente,  del “Sierra Aránzazu”, el  hábitat de la tripulación y la obra muerta. Los disparos,  impactaron sobre  el tanque diario de combustible incendiándolo, derramándose el gas-oíl sobre la Sala de Máquinas. El incendio se propagó rápidamente y un humo denso e irrespirable envolvió el buque.

El Capitán fue herido en una pierna, al inicio del ataque, cuando se encontraba en el alerón. Ayudado se dirigió hacia su camarote, en medio de aquel infierno, a la vez que ordenaba el abandono del buque y al Radiotelegrafista que emitiera una llamada de socorro. No fue posible porque la sala de radio, próxima al Cuarto de Derrota, estaba inservible y ardiendo. Tampoco pudieron recoger la radio de emergencia. En este momento una nueva ráfaga de ametralladora le hirió gravemente en el pecho.

Hacia la  Sala de Máquinas se dirigió, en  medio del tiroteo, don Ramón Ugarte,  el Primero de  Máquinas, que paró el motor principal, por lo que se quedaron momentáneamente a oscuras. El incendio iba a más y después de arrancar un motor auxiliar, con lo que recuperaron la luz, ordenó a todos que abandonaran la Sala de Máquinas. Cuando salía fue herido en una pierna y en la nariz.

El bote de estribor, estaba seriamente dañado y era  ése costado  el que recibía mayor intensidad de disparos, por lo que decidieron, aprovechando un momento en que la lancha rápida de babor fue a reunirse con la otra y cesó de disparar,  arriar el bote de esa banda y abandonar el barco.

Al reunirse en la cubierta de botes comprobaron que varios de ellos estaban  heridos, tres de ellos  muy graves. Toda la tripulación abandonó  el barco en ese bote, tratando de alejarse lo más rápidamente del costado en previsión de una explosión, porque el “Sierra Aránzazu” era una hoguera en la oscuridad de la noche. 

Una vez en el agua,  comenzaron a organizarse y el Capitán, muy malherido, ordenó al Primer Oficial dirigirse hacia el Norte. El bote estaba agujereado por los impactos y embarcaba agua, por lo que una de las principales tareas era achicarla con el bombillo, hasta que se rompió y tuvieron que utilizar las cajas de galletas que iban consumiendo, e incluso con los zapatos. Con los cartones de las cajas trataron de  taponar  los agujeros del bote y así impedir o mermar la entrada del agua.

Otra de las tareas, fue atender a los heridos más graves. Al Capitán lo situaron a proa  y le hicieron, con un cinturón, un torniquete en la  pierna, nada podían hacer con los balazos en el pecho. Murió a las nueve de la noche.

Nuestro hermano, Pepín Vaquero, había recibido el impacto en el vientre de una bala explosiva y su estado era muy grave, lo situaron en un costado. Tampoco podían hacer nada por él, con los escasos medios del botiquín de urgencias que llevaba el bote, ante heridas tan serias. Murió a las tres de la mañana.

`          Don Francisco Javier Cabello, el Segundo Oficial de Puente, había recibido el impacto de un cañonazo que le había dañado seriamente el brazo, a la altura del hombro. Le hicieron un torniquete para evitar que se desangrara.

La noche fue muy larga , la tensión, el miedo a  ser descubiertos y rematados, la esperanza de ser rescatados… . Al amanecer del día 14 un avión del Coast Guard los divisó y marcándolos con botes fumígeros, dirigió hacia ellos al OBO  holandés “P.G. Thulin” que los izó a bordo e informó que había recogido del mar a los veinte tripulantes del “Sierra Aránzazu”, con el resultado de dos muertos, un herido muy grave, tres heridos graves y el resto con heridas leves o ilesos. Al poco tiempo de ser izados a bordo falleció el Segundo Oficial.

El buque holandés   llevó  los náufragos  a  Mathew Town (Great Inagua) dónde fueron desembarcados a última hora de la tarde. Desde allí los cadáveres y los  tripulantes heridos de mayor gravedad  fueron trasladados a la Base Naval de Guantánamo, dónde los heridos fueron atendidos médicamente.

Al día siguiente los trece supervivientes, ilesos y con heridas de menor gravedad, fueron llevados hasta San Juan de Puerto Rico en un avión de la Navy. Allí aterrizaron más tarde, transportados también en otro avión de la Marina americana, los heridos más graves,  los  arcones fúnebres con los cadáveres de los tres marinos asesinados y el Radiotelegrafista, que iba al frente de este grupo.

Desde San Juan, se hicieron dos expediciones para Madrid; una que llegó,  el jueves 17, con  los trece tripulantes ilesos o heridos de menor importancia, y el sábado 19  llegaron los tres féretros y los tres heridos más graves, junto con el Agregado como jefe de la expedición.

En Barajas fueron recibidos por el Ministro de Comercio, una  representación de altos cargos de la Armada, la  Marina Mercante,  la Administración, responsables de la naviera, así como una   nutridísima representación de la prensa.  Los arcones fúnebres, cubiertos por la bandera nacional,  fueron transportados por oficiales de la Armada y de la Marina Mercante hasta la Sala VIPS del aeropuerto, dónde se rezó un responso y desde allí fueron trasladados sus restos  a los respectivos lugares de residencia. Don  Pedro Ibargurengoitia a Algorta y don  Francisco Javier Cabello a Vigo.

El furgón que transportaba el féretro de Pepín Vaquero, llegó al final de la tarde a Villablino. En las inmediaciones de nuestro domicilio  muchos vecinos y amigos  esperaban, en medio de  un profundo silencio,  su llegada. El domingo, día 20,  el entierro, con asistencia de las autoridades provinciales y locales, se convirtió en una gran manifestación de duelo. El arcón fue transportado a hombros de sus amigos, vecinos  y  la Guardia Civil,  hasta la Iglesia donde se ofició un funeral, y posteriormente sus restos mortales fueron trasladados hasta el cementerio de Las Rozas, donde recibieron sepultura.

 ¿QUIÉNES FUERON LOS AUTORES DEL ATAQUE AL “SIERRA ARÁNZAZU”?

Durante cuarenta y seis años, la autoría del ataque al “Sierra Aránzazu” ha permanecido en la oscuridad y los asesinos de Pepín Vaquero y sus dos compañeros continúan en la impunidad. Hoy, tras la desclasificación de parte de la documentación de los archivos de la CIA, tenemos numerosos indicios de quiénes  planearon y cometieron aquel brutal atentado y del contexto internacional en que se llevó a cabo.

            En 1963, tras la “crisis de los misiles” y el acuerdo de Kennedy con la Unión Soviética de no invadir la Isla, la política de la Administración norteamericana cambió de estrategia hacia Cuba, pero sin tratar de dejar de presionar a la revolución castrista a través de otros medios: la presión terrorista y el bloqueo económico de la Isla. Concretamente, en enero de ese año Robert Kennedy ya había creado los denominados “grupos autónomos” cuyos objetivos era hostigar a los revolucionarios cubanos  e impedir la llegada de  determinadas mercancías a la Isla para lograr la asfixia de la Revolución y conseguir el levantamiento interno de los contrarrevolucionarios cubanos. Esos “grupos autónomos”,controlados y financiados por la CIA, tenían su emplazamiento fuera del territorio norteamericano-República Dominicana, Nicaragua y Costa Rica (sólo existía uno dentro de Estados Unidos que era el de Nueva Orleáns)- con el objeto de eliminar las responsabilidades del Gobierno norteamericano. Pero los objetivos eran establecidos y acordados con las responsables correspondientes de la Administración norteamericana y contaban con el apoyo de la CIA desde la conocida base de la Agencia en Miami, JM/ Wave que continuó existiendo y actuando a pleno rendimiento (2).

            El atentado al “Sierra Aránzau” partió de uno de esos grupos, del que tenía su base en Nicaragua y dirigía uno de los líderes anticastristas más destacados, relacionado con los hermanos Kennedy, Manuel Artime Buesa, cuya  organización, el Movimiento de Recuperación Revolucionaria (MRR), estaba  controlada y financiada por la CIA. Manuel Artime, cubano y médico,  era conocido como “el chico de oro de la CIA” y había tenido un papel relevante como dirigente de la Brigada 2506, unidad operativa integrada por exiliados cubanos anticastristas  con la que se había tratado llevar a cabo la fracasada invasión de Bahía Cochinos. Según un informe procedente de los documentos desclasificados de la CIA que obra en nuestro poder, entre junio de 1963 y junio de 1964, el MRR había sido financiado generosamente por la Agencia norteamericana con 4.933.293 de dólares para pagar el mantenimiento de barcos y otros elementos de transporte y costear la nómina de 385 hombres con que contaba la citada organización anticastrista en sus campos de entrenamiento de Nicaragua y Costa Rica.

            Tras el asesinato de Kennedy en noviembre de 1963, el nuevo presidente L. B. Johnson mantuvo la política de su antecesor hacia Cuba, pero con ciertos matices. Los “grupos autónomos” continuaron existiendo. Pero, dada su escasa efectividad y el elevado coste que suponían, Johnson quería tener un control más efectivo sobre ellos para que aumentasen su presión  y hacer así  más eficaz el bloqueo económico de la Isla. No es casualidad que en ese tiempo la Secretaria de Estado norteamericana tratase de presionar sobre el Gobierno español para que se suspendiese  el tráfico de mercancías permitidas (alimentos, sobre todo) que desde  España llegaban a Cuba a través de los barcos de la Compañía Marítima del Norte, a la que pertenecía el “Sierra Aránzazu”. Lo que no consiguieron dada la personal influencia y permiso del propio Franco para el comercio español con la Isla continuase.

 Las circunstancias eran, pues, las idóneas, por una parte, para llevar a cabo un escarmiento con los barcos españoles que comerciaban con Cuba y, por otra, ante los recelos que la nueva Administración norteamericana mostraba con los grupos anticastristas que patrocinaba, éstos estaban necesitados de un acto terrorista que tuviese resonancia internacional y pusiese fin al comercio español con la Cuba castrista.  Lo que explica, a su vez, la sanguinaria actitud con la que lo llevaron a cabo.

            La noticia del atentado fue difundida por la prensa de todo el mundo y en España levantó una ola de indignación que se expresó, incluso, con una manifestación ante la embajada norteamericana en Madrid y manifestaciones en algunas ciudades españolas. Sin embargo, las peticiones por las autoridades españoles ante la Secretaría de Estado norteamericano para que se identificase y se juzgase a los culpables del atentado no obtuvieron ningún resultado. El informe del atentado realizado por el FBI nunca vio la luz y el atentado quedo oficialmente sin aclarar.

            Las distintas hipótesis que se han venido manteniendo a lo largo de estos años sobre las razones y la autoría del ataque han quedado invalidadas hoy por el contenido de los documentos desclasificados de los archivos de la CIA y por los datos aportados por otros investigadores.  Todos esos datos e indicios conducen a considerar al grupo autónomo de Manuel Artime Buesa, el MRR, como la organización anticastrista que planeó y ejecutó el ataque desde su base de Nicaragua. Lo que es lo mismo que decir que fue la CIA quien lo planeó y lo organizó y que, por la misma razón, nos encontramos ante un evidente acto de terrorismo de Estado.

            Los diferentes rumores que se propalaron sobre su autoría y los motivos del atentado no fueron sino rumores difundidos  para ocultar sus  auténticas  intenciones y sus  verdaderos autores. No fueron los cubanos, como Manuel Artime difundió, los autores del ataque. Ni las razones del mismo fueron castigar al “ Sierra Aránzazu” y a su capitán porque en un anterior viaje había descubierto  a  unos polizones cubanos anticastristas y los había devuelto a la Isla, donde habrían sido ajusticiados, como todavía se ha escrito recientemente por algún investigador que ha tratado el tema. No existe ninguna prueba documental de ese hecho. Ni siquiera el capitán del barco era ya el mismo de anterior viaje. Y la propia naviera ha negado terminantemente esa posibilidad. En cambio, sí ha sido reconocido recientemente,  por un miembro de la tripulación (que reside hoy impune en Salamanca acogido a la hospitalidad del Estado español) del barco nodriza del que salieron las lanchas que ametrallaron sin piedad a los tripulantes del “Sierra Aránzu”, que el atentado lo cometió el grupo del MRR. Eso sí aduciendo en su descargo lo que ya  también anteriormente  había difundido Manuel Artime  cuando la intervención de esa organización en el mismo  era evidente e imposible de negar: que el ataque había sido un error, que el “Sierra Aránzazu” había sido confundido con el barco cubano “Sierra Madre”, de características y dimensiones sensiblemente diferentes al buque español.

            Sin embargo, tal confusión es inaceptable no sólo por las diferentes características de ambos buques y por otros indicios como el hecho de que el “Sierra Madre” navegaba hacia Cuba en aquellos días por el Pacífico o el que el “Sierra Aránzau” había aparecido ya, según una revista francesa, en una lista negra de los exiliados anticastristas sobre  los barcos posibles para un acto terrorista, sino también porque así se deduce de un cable que hemos encontrado entre la documentación desclasificada de la CIA en que se menciona explícitamente la preparación del atentado por parte de los exiliados anticastristas.

Ese cable enviado por  el agente de la Compañía con nombre de Withheld al Director de la CIA con fecha del 6/10/1964, esto es, alrededor de un mes después del atentado. Y dentro de un contexto que nada tenía que ver con el tema del “Sierra Aránzazu”, lo que descarta una posible intoxicación que, por otra parte, no tenía el menor sentido dado el esfuerzo que Artime y su organización habían desplegado para ocultar su participación en el mismo. Era en realidad un cable que hacia referencia al viaje a París de un cubano captado por la CIA y que estaba implicado en el intento de asesinato de Fidel Castro en una trama dirigida por la CIA y en la que participaban Rolando Cubela, una alto oficial del régimen de Castro y el MRR de Artime que tenía una de sus principales bases en Madrid donde actuaban con pleno consentimiento de la policía española.

 

Ese cable  decía:

(3. DIJO ( el agente cubano captado por la CIA) QUE PLANEABA REUNIRSE EN PARIS CON LA PERSONA QUE “ARREGLÓ” EL ATAQUE AL “SIERRA ARÁNZAZU” MEDIANTE EL PAGO AL RADIO OPERADOR QUE ENVIÓ LA POSICIÓN A LA NAVE ATACANTE. DIJO QUE R/O (¿RADIO OPERADOR?) HABÍA CONTADO TODA LA HISTORIA A LA POLICÍA ESPAÑOLA.

(3.   SAID PLANS MEET PARIS WITH PERSON WHO "ARRANGED” SIERRAARANZAZU ATTACK BY PAYING OFF RADIO OPERATOR TO SEND POSITION TO ATTACKING CRAFT. SAID R/O HAS TOLD WHOLE STORY TO SPANISH POLICE.)

 

          Sin duda, el contenido del cable deja fuera de lugar la interpretación del encuentro casual y su referencia al conocimiento por la policía española pone sobre el tapete otras inquietantes interrogaciones que seguimos investigando. Aunque sólo sea  por conseguir para nuestro hermano y su otros dos compañeros una suerte de justicia moral arrojando luz sobre quién fueron sus asesinos.

( Publicado en El Mixto . Revista Trimestal del Valle de Laciana nº 34. Invierno de 2011)

              

     

 

 

 

 

 

 

 

 

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