JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
La pandemia de gripe de 1918 se extendió por Asturias en el mes
de octubre, con un rebrote en marzo-abril de 1919, y castigó a nuestra
región en menor medida que a la mayor
parte de España, sobre todo, Madrid que parece que fue, como hoy, el epicentro
de aquel terremoto epidémico. Se
extendió prácticamente por toda la región, pero fueron los concejos del centro,
donde se situaban los tres principales
núcleos urbanos asturianos: Oviedo, Gijón y Avilés los más castigados
por la epidemia: 640, 307 y 120 fallecidos respectivamente Y en la zona del
interior, sin que se sepan muy bien las razones, el concejo en el que tuvo
mayor incidencia fue el de Cangas de Narcea, donde fue más duradera y mortífera.
Para Gijón conocemos
algunas de las medidas sanitarias y sociales
más importantes que se tomaron para tratar de controlar la epidemia. El
Ayuntamiento se mantuvo reunido en sesión permanente, se suprimieron los
espectáculos públicos y las ferias, se cerraron los cafés y las tabernas a las
diez de la noche, como también los centros públicos de enseñanza. Los entierros debían de llevarse a cabo dos o
tres horas después de los fallecimientos
y sin ningún boato. Se mantuvo una farmacia de guardia permanente las 24 horas.
Como también se constituyeron cinco grupos
de acción para desinfectar viviendas, llevar a cabo la clausura de las
viviendas insalubres, sanear retretes y alcantarillas, limpiar iglesias y
calles... Además de incautar diez coches para ponerlos a disposición de los
médicos, establecer juntas de desinfección en El Musel, Pumarín, la Calzada y
en Natahoyo y ampliar los cementerios de Natahoyo, El Sucu y Ceares. Llama la
atención en relación con nuestro actual momento epidémico la propuesta de la Alcaldía gijonesa, para cuando el brote amainase, de llevar a
cabo la construcción de dos barracones
preventivos para el aislamiento temporal
de los contagiados supervivientes.
La participación de la sociedad civil gijonesa a través de sus
instituciones benéficas, caritativas y culturales en el apoyo a las autoridades en la
lucha contra la pandemia es también la expresión de la profunda solidaridad
ciudadana que despertó aquella crisis epidémica.
La epidemia gripal
provocó entre la población un verdadero clima de pánico. Como escribía un
periodista ovetense nadie salía de su casa por miedo a contagiarse y los
afectados morían por falta de asistencia médica o porque nadie les auxiliaba
por temor al contagio, de modo que muchos de ellos no morían realmente a causa de la gripe sino de hambre.
En el concejo de Cangas
del Narcea, donde la pandemia tuvo un mayor impacto y duración (duró casi cinco meses y la tasa de
mortalidad fue casi tres veces mayor que en el
resto de Asturias) el brote inicial parece ser que se produjo entre los
moradores del Monasterio de Corias que se contagiaron por unos seminaristas
provenientes de Palencia. Pronto fueron ochenta
los infectados y ocho fallecidos. Lo que
determinó que la Junta Local de Subsistencias para vender a precio
de tasa los alimentos sobrantes y así
evitar los abusos de esos traficantes sin escrúpulos que no les importan las
vidas humanas con tal de sacar cualquier beneficio, como desgraciadamente
estamos comprobando también en nuestra trágica situación actual.
La mayor parte de las de
las víctimas en Cangas de Narcea fueron miembros de las clases populares,
porque como consecuencia de la epidemia se produjo también un fuerte carestía y escasez de
alimentos que afectó a los más favorecidos dándose casi más muertes por la
hambruna derivada de esa situación que por la propia enfermedad, El alcalde
llegó a ordenar a la Guardia civil el registro de los domicilios de los
sospechosos de esa prácticas e incautar
el trigo, centeno y castañas acaparados.
En total, la pandemia de
la gripe dejó en Cangas de Narcea tras de sí
700 fallecidos y todo parece indicar que las causas de esa mayor
incidencia en relación con lo que ocurrió en la zona central fue la situación
de pobreza, hacinamiento y malas condiciones higiénicas en que se vivía en el
concejo.
Está
claro que, con las diferencias evidentes
de los casi doscientos y cien años
respectivamente que separan las pandemias del cólera en el XIX y ésta de la
gripe “española” en Asturias de la actual que estamos padeciendo, los
paralelismos entre las tres son muchos.
Las diferencias son, sin duda, las mejores condiciones sanitarias, sociales y
económicas con que afrontamos la actual.
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Vicente Sánchez Fernández, Pedro Ignacio Arcos
González y otros, La pandemia de gripe de
1918-1919 en territorio asturiano.”. Ería, Revista Cuatrimestral de
Geografía, nº 3. 2019.