miércoles, 8 de abril de 2020

LA GRIPE ESPAÑOLA EN ASTURIAS








Concejo de Cangas de Narcea


          




  LA GRIPE ESPAÑOLA EN ASTURIAS

                         JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS

La pandemia de gripe de 1918 se extendió por Asturias en el mes de octubre, con un rebrote en marzo-abril de 1919, y castigó a nuestra región  en menor medida que a la mayor parte de España, sobre todo, Madrid que parece que fue, como hoy, el epicentro de aquel terremoto epidémico.  Se extendió prácticamente por toda la región, pero fueron los concejos del centro, donde se situaban los tres principales  núcleos urbanos asturianos: Oviedo, Gijón y Avilés los más castigados por la epidemia: 640, 307 y 120 fallecidos respectivamente Y en la zona del interior, sin que se sepan muy bien las razones, el concejo en el que tuvo mayor incidencia fue el de Cangas de Narcea, donde  fue más duradera y mortífera.
  Para Gijón conocemos algunas de las medidas sanitarias y sociales  más importantes que se tomaron para tratar de controlar la epidemia. El Ayuntamiento se mantuvo reunido en sesión permanente, se suprimieron los espectáculos públicos y las ferias, se cerraron los cafés y las tabernas a las diez de la noche, como también los centros públicos de enseñanza. Los  entierros debían de llevarse a cabo dos o tres horas después  de los fallecimientos y sin ningún boato. Se mantuvo una farmacia de guardia permanente las 24 horas. Como  también se constituyeron cinco grupos de acción para desinfectar viviendas, llevar a cabo la clausura de las viviendas insalubres, sanear retretes y alcantarillas, limpiar iglesias y calles... Además de incautar diez coches para ponerlos a disposición de los médicos, establecer juntas de desinfección en El Musel, Pumarín, la Calzada y en Natahoyo y ampliar los cementerios de Natahoyo, El Sucu y Ceares. Llama la atención en relación con nuestro actual momento epidémico la propuesta de  la Alcaldía gijonesa,  para cuando el brote amainase, de llevar a cabo  la construcción de dos barracones preventivos para el aislamiento temporal  de los contagiados supervivientes.
 La participación  de la sociedad civil gijonesa a través de sus instituciones benéficas, caritativas y culturales  en el apoyo a las autoridades  en  la lucha contra la pandemia es también la expresión de la profunda solidaridad ciudadana que despertó aquella crisis epidémica.
 La epidemia gripal provocó entre la población un verdadero clima de pánico. Como escribía un periodista ovetense nadie salía de su casa por miedo a contagiarse y los afectados morían por falta de asistencia médica o porque nadie les auxiliaba por temor al contagio, de modo que muchos de ellos no morían realmente  a causa de la gripe sino de hambre.
 En el concejo de Cangas del Narcea, donde la pandemia tuvo un mayor impacto y  duración (duró casi cinco meses y la tasa de mortalidad fue casi tres veces mayor que en el  resto de Asturias) el brote inicial parece ser que se produjo entre los moradores del Monasterio de Corias que se contagiaron por unos seminaristas provenientes de Palencia. Pronto fueron ochenta  los infectados y ocho fallecidos. Lo que  determinó  que la Junta  Local de Subsistencias para vender a precio de tasa los alimentos sobrantes  y así evitar los abusos de esos traficantes sin escrúpulos que no les importan las vidas humanas con tal de sacar cualquier beneficio, como desgraciadamente estamos comprobando también en nuestra trágica situación actual.
  La mayor parte de las de las víctimas en Cangas de Narcea fueron miembros de las clases populares, porque como consecuencia de la epidemia se produjo  también un fuerte carestía y escasez de alimentos que afectó a los más favorecidos dándose casi más muertes por la hambruna derivada de esa situación que por la propia enfermedad, El alcalde llegó a ordenar a la Guardia civil el registro de los domicilios de los sospechosos de esa prácticas e incautar  el trigo, centeno y castañas acaparados.
 En total, la pandemia de la gripe dejó en Cangas de Narcea tras de sí  700 fallecidos y todo parece indicar que las causas de esa mayor incidencia en relación con lo que ocurrió en la zona central fue la situación de pobreza, hacinamiento y malas condiciones higiénicas en que se vivía en el concejo.    
    Está claro que, con las  diferencias evidentes  de los casi doscientos y cien años respectivamente que separan las pandemias del cólera en el XIX y ésta de la gripe “española” en Asturias de la actual que estamos padeciendo, los paralelismos  entre las tres son muchos. Las diferencias son, sin duda, las mejores condiciones sanitarias, sociales y económicas con que afrontamos la actual.   
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 Vicente Sánchez Fernández, Pedro Ignacio Arcos González y otros, La pandemia de gripe de 1918-1919 en territorio asturiano.”. Ería, Revista Cuatrimestral de Geografía, nº 3. 2019.

jueves, 2 de abril de 2020







EL CÓLERA EN ASTURIAS EN EL SIGLO XIX

JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS

La actual pandemia de coronavirus que padecemos nos lleva a preguntarnos por las otras grandes epidemias contemporáneas  que ha sufrido nuestra región. Sobre la pandemia de la mal llamada “gripe española” que asoló al mundo en 1918 contamos para Asturias con un buen estudio desde el punto de vista  epidemiológico como el de Pedro Arcos González  La pandemia del cólera morbo que padeció a través de cuatro oleadas nuestra región en el siglo XIX la conocemos desde el punto de vista histórico con gran detalle gracias a los trabajos del historiador y profesor  José María Moro.
Causado por una bacteria (“Vibrio cholerae”) el cólera origina  una infección aguda intestinal que puede producir vómitos y diarrea que llegan a  producir  la deshidratación del organismo y la muerte. La enfermedad se transmite por la ingesta de agua o alimentos contaminados por el citado bacilo y por contacto directo con superficies infectadas  e incluso pueden propagarlo las personas contagiadas. En el siglo XIX  todavía  no se conocían estos mecanismos de contagio y la vacuna no se descubrió hasta  1885 por el médico valenciano Jaime Ferrán.
 Procedente de Asia, concretamente de la India, en el siglo XIX, en un mundo ya medianamente  globalizado se convirtió en una pandemia que asoló Asia, Europa y América. En España, concretamente, en Asturias, se expandió en cuatro oleadas: 1834,1854, 1865 y 1885. Fueron epidemias que, con mayor o menor fuerza, se extendieron por toda la región, con mayor o menor intensidad en unos u otros concejos. Pero la más extensa, intensa y grave, sobre todo en Oviedo, fue la de 1854. Esta oleada estuvo agravada en nuestra región por   una  profunda crisis de subsistencias originada por las malas cosechas del año anterior y dio origen al conocido Manifiesto del Hambre de Bernardo de Quirós en el que se relata con testimonios estremecedores  el hambre y la pobreza con que aquella  crisis de subsistencias asoló  la región e indirectamente agravó la epidemia de cólera de aquel trágico año, en que el cólera dejó tras de sí 3.319 fallecidos de una población de alrededor de los 500.000 habitantes de la Asturias de la época. Las otras tres oleadas fueron, desde luego, menos mortíferas. Pero causaron también un profundo estado de alarma entre los habitantes de la  región, como lo testimonian las medidas preventivas sanitarias  que antes y después de 1854 se tomaron en la región. Entre otras, después de la de  1854, el avance en la construcción de cementerios fuera de las iglesias, dado que los entierros dentro de las iglesias  seguían siendo todavía frecuentes en el mundo rural asturiano.
En la oleada de 1854, se tomaron medidas para prevenir la llegada del cólera  y una vez desarrollado éste otras para evitar su extensión dentro de Oviedo y los otros concejos próximos afectados y  su propagación por la región, además de las dedicadas a atención a los enfermos con medidas económicas y, sobre todo, sanitarias.
En el caso de las dedicadas a prevenir la extensión del cólera, una  de las fundamentales  fue el aislamiento de la población para evitar los contagios, aunque, como hemos escrito, no se  conocían  todavía bien los mecanismos de propagación del bacilo del cólera. La lectura de los periódicos ovetenses de aquel año describían métodos muy peculiares para eliminarlo como realizar hogueras en las aceras para purificar el aire, además de medidas para limpiar las vías públicas y las casas y habitaciones malsanas en que se hacinaban las familias  de la zona rural de basuras y desperdicios. Como escribía un médico ante aquella coyuntura: “ (la propagación de la enfermedad la favorecen) esas bodegas habitadas sin ventilación y sin más luz que la que reciben de la calles, en las que los padres y los hijos el cerdo y la gallina en funesta mancomunidad, viviendas húmedas sin “tillado” ni vertedero en las que asfixia el humo”, Las multas también se produjeron. En el Boletín Oficial de la Provincia, se recogen multas impuestas por el Gobernador civil de la provincia por diversas causas como arrojar basura por el balcón en Gijón o por arrojar agua sucia por la ventana o en Oviedo por tener basura en la puerta de la vivienda.    
 En cuanto a la atención de los enfermos se dispusieron medidas económicas para los de la clase más menesterosa para mejorar sus malas condiciones de vida y así tratar de impedir el avance de la epidemia concediéndoles ayudas en metálico, aunque éstas tropezaron con las dificultades de las arcas escasamente boyantes de la Administración asturiana de la época. Las  medidas propiamente sanitarias consistieron en crear centros hospitalarios específicos  para los coléricos en las principales ciudades y en establecer la atención domiciliaria de los enfermos menos graves a la vez que se instruía a los familiares de estos últimos para tratar a los enfermos. En Oviedo, por ejemplo, se estableció un hospital en el Convento de la Vega y se dispuso de un número de camas específicas y separadas en el Hospital Provincial. Además de establecer un turno entre las farmacias de la ciudad para una se estuviese abierta toda la noche y pudiese atender a los demandantes de medicinas. En Gijón se habilitó una sala del Palacio Valdés como hospital de coléricos, Y, cómo no, también se tomaron medidas para aumentar el número de médicos y cirujanos de la región que comenzaron a  ser  insuficientes para atender a los enfermos coléricos, acudiendo al Gobierno de la Nación para conseguirlo.
 Tampoco faltaron, los consabidos anuncios en las páginas de la prensa regional  de toda clase de remedios caseros “mágicos” contra la epidemia, como  los que pululan   por las redes sociales para acabar con el mortífero virus que hoy padecemos.
 Y eso  sí sin necesidad de subirse a los tejados como hoy, la Iglesia asturiana de aquel tiempo de cólera hizo las consabidas rogativas para tratar de evitar y acabar con la epidemia del cólera morbo. Además de preocuparse con un plan especial de atender espiritualmente a los enfermos en situación de muerte por la enfermedad.  
   Está claro que con las consabidas diferencias de los casi doscientos años que separan las dos experiencias epidémicas, los paralelismos entre ellas son muchos y la lección que nos brinda para la actual  la historia de la epidemia colérica asturiana es que siempre hay una luz al final del túnel. 
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 José María Moro, Las epidemias de cólera en la Asturias el siglo XIX. Oviedo,2003.