DAVID CONTRA
GOLIAT
Julio Antonio Vaquero
Iglesias
David Jiménez
ex director de El Mundo, ha escrito un
libro, El Director, que ha causado un
gran revuelo entre políticos, empresarios y periodistas y en menor medida sobre
la opinión pública española a la que todo parece indicar que se le está
queriendo escamotear su contenido, de gran importancia para entender los
déficits y deformaciones de nuestra democracia.
No es que en sus páginas se digan cosas que no
supiéramos ya o que, al menos, las intuyésemos, pero, sin duda, el
análisis que realiza del año en que ejerció como director del citado diario nos
cuenta con pelos y señales las presiones que recibió de los poderes
políticos, empresariales y de los dirigentes de su propio periódico y que
terminaron con su destitución. Denuncias
y confesiones que no son tan habituales
por esos pagos, donde lo que domina en
muchos casos, pero no siempre, es la ley del silencio, y han provocado una
reacción en cadena de los aludidos que puede sin duda terminar en los
tribunales y, todo parece indicarlo, ciertas maniobras de descalificación de su
autor y hasta de ocultamiento del
contenido de su libro.
Jiménez llegó
a la dirección de El Mundo desde el ejercicio brillante de una
corresponsalía de su periódico para el Extremo Oriente y su proyecto para
resolver la grave crisis que atravesaba su empresa periodística, como ocurría
en el caso de casi todos las
del ramo como consecuencia, por una parte, de la Gran Recesión, y, por
otra, de la crisis de la prensa de papel por la competencia del despegue
imparable de la digital.
Su frustrado proyecto consistió en tratar de
defender la independencia de su periódico frente a los poderes políticos y empresariales
( Jiménez insinúa más que cuenta como el propio Pedro J. Ramírez fue destituido
como director de El Mundo por las presiones de Rajoy ante su actitud de
insistir en la publicación del escándalo
político causado por las revelaciones de Bárcenas). Y, por otra parte, aumentar la importancia de la versión digital
del periódico, medida que fue bloqueada por parte de lo más granado de su redacción,
aquellos que el autor nombra con el pseudónimo de Los Nobles, capitaneados por El
Cardenal (se refiere al editor representante de la empresa cuyo pseudónimo hace
alusión, claro está, al cardenal Mazarino, el maestro de la intriga de la Corte
de Luis XIII).
Pero lo que
más llama la atención de las denuncias de
El Director son, sin duda, sus referencias a Los Acuerdos (así con mayúscula), esto es, un pacto tácito
entre los poderes políticos y empresariales con los grandes periódicos
nacionales para controlar las noticias
negativas para sus intereses políticos y económicos. Todo ello a cambio del
apoyo económico de los segundos a través de la inyección de dinero que supone la contratación de los anuncios en
sus páginas y de la concesión por parte de los primeros de una variada serie de
favores y beneficios a algunos de esos medios y periodistas.
Que hay mucho
de ajuste de cuentas en las páginas de El Director parece indudable, sobre
todo, en relación con algunos de los miembros de aquella redacción de El Mundo y, más con el mencionado Cardenal. Pero también se desarrollan en
ellas lúcidas y graves realidades que sacan a la luz
algunos de los pecados capitales de nuestra demediada democracia. Democracia
que necesita cada vez más para poder sobrevivir en estos tiempos tan
turbulentos unos medios de comunicación
independientes y críticos con el poder sea éste de la clase que sea.
Todo parece
indicar que en este caso David no
cortará la cabeza de Goliat, porque el gigante se está protegiendo con las
impenetrables corazas que le proporciona su poder. Pero sin duda, David ha dado
un pequeño paso más en la demostración de la imperiosa necesidad que tenemos de
hacerlo.
( publicado en las páginas de opinión de La Nueva España, de Oviedo)