EL FRACASO DE
LA ILUSTRACIÓN EN ASTURIAS
Julio Antonio Vaquero Iglesias
La
Hora de Asturias en el siglo XVIII ( Real Instituto de Estudios
Asturianos, Instituto Feijoo del Estudios del Siglo XVIII) es una obra
de difícil clasificación. Por una parte, es un libro de factura
académica con su correspondiente aparato
erudito de notas y citas y su carácter demostrativo; por otro, tiene una clara
vocación ensayística (como bien apunta Inmaculada Urzainqui en el excelente
prólogo que le precede) como prueban la
excelencia de su prosa, las variadas y tentativas hipótesis que se proponen en
sus páginas y hasta la falta de carácter sistemático de su contenido que
el propio autor reconoce. Ese carácter híbrido tiene su explicación en la
propia genealogía del libro. Su
origen es la tesis doctoral del autor, Álvaro Ruiz de la Peña Solar, profesor
de Literatura de la Universidad de Oviedo, especialista en la centuria
ilustrada y director del Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII, leída a
finales de los años ochenta, pero cuyo contenido ha sido remozado y
actualizado en el libro con las nuevas e
importantes aportaciones y conocimientos
que la bibliografía ha ido acumulando sobre el Setecientos español y asturiano.
Por el contenido que desarrolla Álvaro Ruiz de la Peña en su libro casi podríamos etiquetarlo como una historia
cultural de la Ilustración en Asturias centrada
en el análisis de la producción de la cultura escrita, incluida la de
lengua asturiana, en – casi- todas sus facetas y períodos. Ese análisis de la cultura letrada o alta cultura en la
Asturias del siglo XVIII está precedido,
además. tanto de un sólido y fundamental estudio de las bases
sociales y económicas que sustentaron esa producción cultural como de un no menos significativo estudio de las
instituciones difusoras de esa cultura letrada (Universidad de Oviedo, Sociedad
Económica de Asturias, Instituto de Gijón, Escuela e Iglesia), pero sin dejar de tratar también
aspectos de la cultura y la religión
popular. Además, se incluye el análisis de todo el circuito de la
lectura en Asturias en la centuria
ilustrada: impresores, libreros, bibliotecas y lectores, aspecto apenas tratado
por la historiografía sobre el siglo XVIII asturiano. Y como no podía ser de
otro modo, el autor dedica también un amplio capítulo al análisis de la figura
y la obra de Jovelllanos que es la llave
que abre los capítulos dedicados a la producción escrita, incluida la
literatura en asturiano. Ese capítulo
acerca de Jovellanos es, en mi humilde entender, lo más logrado e
interesante de la obra. Desde una perspectiva ensayística, Álvaro Ruiz de la
Peña nos ofrece en él una excelente
reflexión valorativa y matizada sobre la actuación y obra del prócer gijonés,
alejada de toda tentación hagiográfica y
anacrónica y en la que incorpora el
enorme material que se ha venido
aportando en los últimos años con
motivo, sobre todo, de la publicación de sus obras completas y la celebración
del centenario de su muerte
A partir de los resultados obtenidos
de esos análisis y reflexiones, el autor
se encuentra en la mejor disposición para contestar fundamentadamente a la
pregunta clave que se han venido haciendo casi todos los historiadores y estudiosos
de la Asturias ilustrada. ¿Cómo se explica la paradoja de una región como
Asturias que ha dado lugar a una legión de ilustrados de primer orden ( Feijoo,
Casal, marqués de Santa Cruz, Campillo, Campomanes, Jovellanos, el obispo
González Pisador, González Posada, Rubín
de Celis, Martínez Marina, el marqués de Sargadelos… por mencionar sólo algunos
de los más destacados ) y, en cambio, el impacto de las reformas ilustradas
intentadas en Asturias fue sólo puntual y su balance puede considerarse, como
demuestran matizadamente todos los resultados de este estudio, un verdadero
fracaso?
La respuesta es clara. La paradoja
mencionada es solamente aparente. Porque en Asturias hubo, apunta Álvaro, mucho
pensamiento reformador, pero poca acción reformadora. En una región atrasada como era la
Asturias del Setecientos, la mayoría de la nobleza y el clero – esto es,
los agentes en quienes el despotismo ilustrado pretendía apoyarse para llevar a
cabo sus reformas- supeditada a sus intereses como clases propietarias y
beneficiarias de la sociedad estamental, o
no se sumaron al proyecto reformista o
lo hicieron tibiamente. Al contrario de
que ocurrió en otras regiones de
España en las que los avances económicas del siglo hicieron conscientes
tanto a esas elites estamentales como a
una incipiente burguesía (allí donde aquélla estaba emergiendo) de la necesidad
de esas reformas, eso sí, siempre dentro del corsé estamental y de la monarquía
absoluta. La explicación para este proceso nos la proporciona el autor en clave
“funcionalista” y no en el marco de las categorías del materialismo histórico,
como otros historiadores han hecho. Lo que es coherente con el significado que el autor atribuye al
reformismo ilustrado, pues, concebirlo desde esa segunda perspectiva supondría
reconocer su contradicción inherente con
la sociedad estamental y la monarquía absoluta y su corolario: que el
Despotismo ilustrado llevaba en sí mismo el germen de su fracaso. Y no es esa,
desde luego, la visión que el autor tiene de la Ilustración y las reformas del
Despotismo ilustrado y las causas de su general fracaso.
Más allá de la ausencia de ciertas referencias bibliográficas
significativas, de la falta de aclaración de un concepto tan controvertido como
es el de “cultura popular”, cuyo análisis limita exclusivamente a la cultura
popular urbana o de no haber utilizado
para el análisis de la religión popular en Asturias algunos estudios
cuantitativos significativos sobre las actitudes colectivas ante la muerte,
estamos ante una libro que es realmente
aprovechable y no sólo oportuna, sino necesaria su publicación. Además de que
su lectura es un verdadero deleite por
lo bien escrito que está, como es ya habitual en todos los trabajos del
autor.
Desde luego, Álvaro Ruiz de la Peña no sólo
constata, sino que demuestra fehacientemente con su estudio que aquella no fue, desde luego, “la hora de
Asturias” a la que se refiere el carobarojiano título del libro.
(Publicado en el suplemento de cultura Cultrua, de la Nueva España de Oviedo)