jueves, 28 de abril de 2016

El fracaso de la Ilustración en Asturias

EL FRACASO  DE LA ILUSTRACIÓN EN ASTURIAS
                                                                 Julio Antonio Vaquero Iglesias



La Hora de Asturias en el siglo XVIII ( Real Instituto de Estudios Asturianos, Instituto Feijoo del Estudios del Siglo XVIII)  es una obra   de difícil clasificación. Por una parte, es un libro de factura académica con su correspondiente  aparato erudito de notas y citas y su carácter demostrativo; por otro, tiene una clara vocación ensayística (como bien apunta Inmaculada Urzainqui en el excelente prólogo que le precede) como  prueban la excelencia de su prosa, las variadas y tentativas hipótesis que se  proponen en  sus páginas y hasta la falta de carácter sistemático de su contenido que el propio autor reconoce. Ese carácter híbrido tiene su explicación en la propia genealogía del libro.  Su origen  es la tesis doctoral del  autor, Álvaro Ruiz de la Peña Solar, profesor de Literatura de la Universidad de Oviedo, especialista en la centuria ilustrada y director del Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII, leída a finales de los años ochenta, pero cuyo contenido ha sido remozado y actualizado  en el libro con las nuevas e importantes  aportaciones y conocimientos que la bibliografía ha ido acumulando sobre el Setecientos español y asturiano.
            Por el contenido que desarrolla  Álvaro Ruiz de la Peña en su libro  casi podríamos etiquetarlo como una historia cultural de la Ilustración en Asturias centrada  en el análisis de la producción de la cultura escrita, incluida la de lengua asturiana, en – casi- todas sus facetas y períodos. Ese análisis  de la cultura letrada o alta cultura en la Asturias del siglo XVIII  está precedido, además. tanto  de un  sólido y fundamental estudio de las bases sociales y económicas que sustentaron esa producción cultural como de un  no menos significativo estudio de las instituciones difusoras de esa cultura letrada (Universidad de Oviedo, Sociedad Económica de Asturias, Instituto de Gijón, Escuela e  Iglesia), pero sin dejar de tratar también aspectos de la cultura y la religión  popular. Además, se incluye el análisis de todo el circuito de la lectura en Asturias en  la centuria ilustrada: impresores, libreros, bibliotecas y lectores, aspecto apenas tratado por la historiografía sobre el siglo XVIII asturiano. Y como no podía ser de otro modo, el autor dedica también un amplio capítulo al análisis de la figura y la obra de Jovelllanos que es la llave  que abre los capítulos dedicados a la producción escrita, incluida la literatura en asturiano. Ese capítulo  acerca de Jovellanos es, en mi humilde entender, lo más logrado e interesante de la obra. Desde una perspectiva ensayística, Álvaro Ruiz de la Peña nos ofrece en él  una excelente reflexión valorativa y matizada sobre la actuación y obra del prócer gijonés, alejada de toda  tentación hagiográfica y anacrónica y en la que incorpora  el enorme material que se ha venido  aportando  en los últimos años con motivo, sobre todo, de la publicación de sus obras completas y la celebración del centenario de su muerte 
          A partir de los resultados obtenidos de  esos análisis y reflexiones, el autor se encuentra en la mejor disposición para contestar fundamentadamente a la pregunta clave que se han venido haciendo casi todos los historiadores y estudiosos de la Asturias ilustrada. ¿Cómo se explica la paradoja de una región como Asturias que ha dado lugar a una legión de ilustrados de primer orden ( Feijoo, Casal, marqués de Santa Cruz, Campillo, Campomanes, Jovellanos, el obispo González Pisador,  González Posada, Rubín de Celis, Martínez Marina, el marqués de Sargadelos… por mencionar sólo algunos de los más destacados ) y, en cambio, el impacto de las reformas ilustradas intentadas en Asturias fue sólo puntual y su balance puede considerarse, como demuestran matizadamente todos los resultados de este estudio, un verdadero fracaso?
 La respuesta es clara. La paradoja mencionada es solamente aparente. Porque en Asturias hubo, apunta Álvaro, mucho pensamiento reformador, pero poca acción reformadora.  En una región atrasada como era  la  Asturias del Setecientos, la mayoría de la nobleza y el clero – esto es, los agentes en quienes el despotismo ilustrado pretendía apoyarse para llevar a cabo sus reformas- supeditada a sus intereses como clases propietarias y beneficiarias de la sociedad estamental, o  no se sumaron al proyecto reformista o  lo hicieron tibiamente. Al contrario de  que ocurrió  en otras regiones de España en las  que los avances  económicas del siglo hicieron conscientes tanto a  esas elites estamentales como a una incipiente burguesía (allí donde aquélla estaba emergiendo) de la necesidad de esas reformas, eso sí, siempre dentro del corsé estamental y de la monarquía absoluta. La explicación para este proceso nos la proporciona el autor en clave “funcionalista” y no en el marco de las categorías del materialismo histórico, como otros historiadores han hecho. Lo que es coherente con  el significado que el autor atribuye al reformismo ilustrado, pues, concebirlo desde esa segunda perspectiva supondría reconocer su contradicción inherente  con la sociedad estamental y la monarquía absoluta y su corolario: que el Despotismo ilustrado llevaba en sí mismo el germen de su fracaso. Y no es esa, desde luego, la visión que el autor tiene de la Ilustración y las reformas del Despotismo ilustrado y las causas de su general fracaso.
Más allá de la ausencia de ciertas referencias bibliográficas significativas, de la falta de aclaración de un concepto tan controvertido como es el de “cultura popular”, cuyo análisis limita exclusivamente a la cultura popular urbana o  de no haber utilizado para el análisis de la religión popular en Asturias algunos estudios cuantitativos significativos sobre las actitudes colectivas ante la muerte, estamos ante una libro  que es realmente aprovechable y no sólo oportuna, sino necesaria su publicación. Además de que su lectura es un verdadero deleite  por lo bien escrito que está, como es ya habitual en todos los trabajos del autor.                      
    Desde luego, Álvaro Ruiz de la Peña no sólo constata, sino que demuestra fehacientemente con su estudio  que aquella no fue, desde luego, “la hora de Asturias” a la que se refiere el carobarojiano título del  libro.
(Publicado en el suplemento de cultura Cultrua, de la Nueva España de Oviedo)






















LA ESPAÑA DE CERVANTES

                    LA ESPAÑA DE CERVANTES
                                JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS



La biografía de Cervantes (Alcalá de Henares, 1547- Madrid,1616) se desenvuelve durante el reinado de Felipe II y la primera parte del de Felipe III. Cubre, por lo tanto la época de esplendor del imperialismo providencialista filipino, en la que España dominó  Europa y  medio mundo.  Y el  comienzo de la crisis general  que se inicia  ya en el último decenio del reinado y se prolongará durante el de su hijo Felipe III para estallar definitivamente a partir de 1640 afectando no sólo ya a la Monarquía hispana, sino también a la generalidad de Europa.
  El dominio imperial filipino supuso un sinfín de guerras contra Francia, Inglaterra, el Imperio otomano y los rebeldes de los Países Bajos. Como es sabido, ese ambiente bélico permanente del reinado del hijo de Carlos V, lo vivió Cervantes directamente como soldado de los tercios viejos. Perseguido por la Justicia por un lance de espada el joven Cervantes tuvo que huir a Italia para  evitar la condena de cortarle la mano derecha y allí ingresó en los tercios viejos para participar, con valentía e incluso enfermo, en la batalla de Lepanto (1571) y, paradojas de la vida, quedar en ella inútil del brazo y mano izquierda de un arcabuzazo. También tomó parte en el asalto de Túnez y en otras operaciones de la Armada de don Juan de Austria  en el Mediterráneo oriental.
   Cuando volvía a España con la intención de seguir su carrera de soldado, Cervantes, que, como decía de él el cura del Quijote, “es más versado en desdichas que en versos” fue apresado, con su hermano Rodrigo, por los piratas berberiscos y llevado a Argel como cautivo donde permaneció como tal durante cinco años, llevando a cabo, por tierra y por mar,  cuatro frustrados intentos de fuga hasta que los hermanos trinitarios pudieron pagar su costoso rescate: 500 ducados de oro, unos 30.000 euros de hoy.
 A su vuelta a España trató de ponerse al servicio de Felipe II o como él decía convertirse en “criado del rey” y aunque participó en una misión como correo real  en Orán, finalmente no logró su propósito y regresó a Madrid decidido a dedicarse a la carrera literaria para terminar casándose en Esquivias, un pueblo de  la Sagra toledana, con doña Catalina de Salazar, una joven hidalga propietaria de un modesto patrimonio.
 En 1587, se produce el enfrentamiento bélico entre  Isabel de Inglaterra y Felipe II que aspira al trono inglés. Aquel rey, calificado  de Prudente, planifica el imprudente plan de formar una formidable armada  para invadir las islas británicas con los tercios viejos de Alejandro de Farnesio acantonados en Flandes. En 1588, la derrota de la Armada Invencible supuso un duro golpe para Felipe II y provocó un profundo sentimiento de pesimismo entre la población española y fue asimismo  el inicio de la decadencia de la Monarquía filipina y su dominio imperial. 
Cervantes, en la cresta de la ola del patrioterismo que inundó España por esa guerra, pero imposibilitado por su impedimento físico para participar como soldado, dejó mujer y casa para irse a Sevilla a participar en la maquinaria administrativa de la Monarquía en la tarea de organizar aquella poderosa armada. Y en ello colaboró como comisario de abastos para proveer  de trigo y aceite a la flota. Aquel desastre fue  para él también un duro revés, pero, como demuestran sus versos, su actitud fue la de pedir  a su rey la continuación de la lucha contra el inglés para reparar aquella afrentosa derrota. Admiración por el rey que ya no era tanta diez años después como demuestra el soneto le dedicó con motivo de  su muerte.   
 Durante la primera etapa del reinado de Felipe III la crisis comenzó a tomar cuerpo: pestes, despoblamiento, problemas agrarios. Y, aunque se logró una situación de paz inestable con Francia, Inglaterra (una vez fallecida Isabel I), las Provincias Unidas de los Países Bajos y el Imperio otomano, la situación de “ declinación” ,como la denominaron los arbitristas, impuso importantes cambios políticos y sociales como la implantación del sistema de validos y la refeudalización de la Monarquía, así como la adopción de medidas drásticas como fue la expulsión de los moriscos (entre 200.00 y 300.000) que, en el terreno económico, significó otro factor más de la ruina económica de la Monarquía y en el religioso pasar de la España de las tres religiones de la época medieval a la España de una única religión.
   Esta España dirigida por valido corrupto como el duque de Lerma y en manos de una alta nobleza con poder jurisdiccional, no era, desde luego, del agrado de Cervantes, aunque tuvo también que acudir a su mecenazgo cultural, concretamente al del conde de Lemos. Pero, quizás fue por ello la etapa más fructífera de su carrera literaria, en la que se publicaron las dos partes  de su obra cumbre (1605, 1616) y del resto de su producción literaria. Obras en las que podemos encontrar numerosas referencias y valoraciones directas e indirectas a los profundos  cambios mencionados. 
       ( Publicado en suplemento cultural de La Nueva España, dedicado a la conmemoración de los cuatrocientos años de su muerte)  
  

                     


viernes, 22 de abril de 2016



LA CULTURA ESPAÑOLA DEL EXILIO
                                             JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS


El hispanista Henry Kamen




Una visión malograda de la contribución del exilio a la cultura española
            Durante casi cinco siglos, desde el reinado de los Reyes Católicos hasta el final de la dictadura de Franco, el exilio ha sido una constante de la historia de España. Se calcula que en ese lapso fueron más de  3 millones los españoles que formaron parte de aquella España peregrina a que dio lugar ese continúo éxodo. Judíos, moriscos, protestantes, jesuitas, afrancesados, liberales, republicanos desencantados o vencidos, y clero perseguido componen los rubros más significativos de esa sangría continua.
El  antisemitismo, el sentimiento antimusulmán, el fundamentalismo tridentino, el absolutismo inclusivo, el tradicionalismo excluyente, el fascismo discriminador y el anticlericalismo visceral - esto es, el racismo, el fanatismo, la intolerancia y la falta de libertades- fueron las razones externas que  motivaron ese goteo continuo de  nuestros exilios. Por ello, como hace el autor de este libro que comentamos, también hay que considerar como parte del  exilio, además del forzoso,  el exilio voluntario de los que se marcharon por voluntad propia huyendo de exclusiones y del ambiente asfixiante de la ausencia de libertad, y el exilio interior de los que, sin salir de España, fueron marginados o se automarginaron dentro de sus fronteras.
Las motivaciones ideológico- religiosas  que están en el origen de ese masivo y continuo exilio que ha jalonado nuestra historia moderna y contemporánea no son, desde luego, las causas de fondo que lo explican en cada caso. Pero sí  están vinculadas con una de sus consecuencias más importantes. Una parte fundamental de la cultura española ha sido elaborada por exiliados y desde el exilio y ha estado marcada en cierta medida  por esa circunstancia. Basta con hacer un repaso de algunas de las  obras más valoradas de nuestra cultura de esos siglos  y de sus  intelectuales y artistas más señeros para ser conscientes de ello.
Tratar de dar una visión histórica de la aportación cultural del exilio español durante esos siglos, como pretende hacer en este libro el prolífico y polémico hispanista británico Henry Kamen, constituye, pues, un propósito pertinente y loable. Pero, en mi opinión, es un propósito que el autor sólo consigue a medias.
 El libro es un interminable repertorio biográfico de escritores y artistas del exilio exterior e interior, del que se excluye a los exiliados propiamente políticos sin un argumento convincente. No parece que sea posible establecer una distinción tal entre los miembros de la diáspora más importante del exilio español  de todos esos siglos: la de la élite cultural que abandonó España en 1936 y 1939. Pero además muchas de las apreciaciones generales que se vierten en el libro y algunos de los  supuestos que lo fundamentan no dejan de ser afirmaciones ensayísticas sin demostrar y difícilmente aceptables.
 Por ejemplo, cuando el autor se apunta al paradigma de la excepcionalidad histórica española considerando que ese incesante exilio español constituye un rasgo propio, específico de nuestra historia. Como si los progromos y “las guerras de religión” sólo hubiesen sido lacras abominables de nuestra historia, pecado original o defecto congénito de los españoles. O cuando mantiene que  el pensamiento y el sentimiento de los  exiliados de la República y la Guerra civil fueron en gran medida ajenos a la cuestión de la identidad española. Como si aquellos trasterrados no hubiesen llevado a su destierro la cuestión metafísica de la identidad esencial de los españoles, y escrito allí algunas de las páginas más brillantes sobre ese tema. Y no dejasen por doquier pruebas de la expresión de sus doloridos y añorantes sentimientos acerca de la patria grande abandonada y lejana. O sostener que aquel éxodo de 1936 y 1939 no tuvo ninguna consecuencia grave para  España. Como si el erial, o al  menos, el monocultivo (matizo por si alguien se me pone suspicaz) cultural que aquí nos dejaron, no lo hubiésemos padecido todos durante los cuarenta años cuarteleros.   
Pero no seríamos objetivos si no añadiésemos como colofón que entre el centón de datos biográficos y las muchas afirmaciones que recoge el hispanista en su libro, también se pueden encontrar bastantes  aportaciones lúcidas y de interés. Aunque en su valoración global  pesan más las sombras que las luces.  
       
           


      

Escritos contemporáneos de Don Juan Uria

   ESCRITOS  MODERNOS YCONTEMPORÁNEOS DE DON JUAN URÍA

                                                                          Julio Antonio Vaquero Iglesias



Don juan Uría



Don Juan Uría Ríu es considerado, con razón, el padre de la historia asturiana. No sólo porque con él comenzó la revisión crítica de la historia medieval de Asturias, sino  también porque su visión científica de nuestro Medioevo  se amplió a numerosos aspectos de la antropología y la prehistoria de la región poniendo unas sólidas  bases para la investigación posterior en todos esos campos. Pero además porque a partir de la segunda mitad de de la década de los años veinte, recién licenciado por la Universidad Central, don Juan se convirtió en el principal dinamizador de los estudios históricos y culturales sobre Asturias a través del Centro de Estudios Asturianos y del boletín que publicaba esta institución. Labor de institucionalización cultural  que continuó posteriormente como catedrático de Historia de la Universidad de Oviedo (fue el primer catedrático de Historia  General de España del claustro de la Facultad de Letras de nuestra universidad).  Desde su cátedra, alternó el magisterio oral para el cual estaba especialmente dotado con una fecunda labor  investigadora y de publicista  que no abandonó tras su  jubilación en 1962 y continuó hasta su muerte en 1979. De hecho, él ha sido el maestro y padre intelectual de  la destacada  escuela medievalista de de la Facultad de Historia de la Universidad de Oviedo de la que han sobresalido como discípulos y herederos, entre otros, su propio hijo Juan Uría Maqua, Juan Ignacio Ruiz de la Peña, actual director del Real Instituto de Estudios Asturianos y Javier Fernández Conde. 
Entre 1924 y 1979 don Juan publicó unos cien trabajos sobre temas de antropología (entre los que destacan los primeros  estudios de carácter científico  sobre  la minoría vaqueira), etnografía y prehistoria, historia medieval (acerca de las peregrinaciones a Santiago, la etapa de  la Monarquía asturiana y la baja Edad Media). Y un conjunto de estudios sobre asuntos y personajes de la edad moderna y contemporánea. Todos ellos de temática asturiana. La importancia de esa magna obra historiográfica, de especial interés para el conocimiento de la historia regional y el hecho de que la mayor parte de sus trabajos estuviesen dispersos bajo la forma de artículos en revistas académicas asturianas y nacionales, exigía su recopilación. Y así se intentó ya en los años setenta por primera vez a través de la publicación de sus obras completas en la Colección Popular Asturiana a cargo de  José Antonio Castañón y Emilio Marcos Vallaure. Pero el intento quedó interrumpido y limitado a la publicación de sólo dos volúmenes de los seis proyectados: los referidos a sus estudios etnológicos  y antropológicos y a sus trabajos sobre la Baja Edad Media asturiana. Treinta años después de aquel  frustrado intento,  la Universidad de Oviedo y la editorial asturiana KRK han acometido el loable empeño de llevar a cabo la edición de su Obra Completa,  el cual está a punto de culminar como demuestra la publicación este año del  V y  penúltimo volumen de esta edición de su  Obra Completa, de la  que ha sido responsable académico en su conjunto su hijo don Juan Uría Maqua, quien desgraciadamente no podrá ver su culminación por su fallecimiento este  año en curso.
El contenido de este V volumen recoge 16  estudios y trabajos de don Juan que tratan de asuntos y personajes asturianos de las edades moderna y contemporánea. Fueron publicados la mayoría de ellos en diversas  revistas académicas y culturales asturianas como Valdediós o Anales de la Universidad de Oviedo; otro de ellos es el texto de una  conferencia impartida en la Universidad de Oviedo; e, incluso, hay dos  referidos a la participación de los asturianos en las guerras de las Comunidades que son inéditos. La introducción de este volumen ha corrido a cargo de don Gustavo Bueno Martínez.
Entre los dedicados a la Edad Moderna, se encuentran  los cinco trabajos que  tratan  del viaje  de Carlos I, en septiembre de 1517, por Asturias. En ellos  narra  y reconstruye con minuciosidad los diez días que transcurrieron desde su desembarco obligado por las tempestades en Tazones/ Villaviciosa y su recorrido desde ésta hasta Colombres, pasando por Colunga, Ribadesella y Llanes. Además de documentar y argumentar perfectamente  su posición sobre  la polémica de si fue Tazones o Villaviciosa el  lugar del desembarco del rey, don Juan, glosa al cronista flamenco Laurent Vital con extraordinaria  agudeza añadiendo numerosos e interesantes datos sobre la historia de los lugares por los que transcurrió el viaje asturiano del rey.
 Además de ser inéditos, tienen gran interés los estudios referidos a la participación de Asturias y los soldados asturianos en la guerra de las Comunidades. El Principado de Asturias, o más bien sus autoridades (sobre todo, el obispo Diego de Muros) rechazó las peticiones de los comuneros para que  se sumaran a su bando y apoyó la causa del Carlos I,  colaborando  con un fuerte contingente militar (1857 soldados más los aportados por el conde de Luna). La participación y actuación militar de esos soldados asturianos en el conflicto son  analizadas por el historiador asturiano con detalle en estos trabajos. El volumen recoge también otros dos trabajos sobre el origen  de la torre y la casa de Boves y un breve pero excelente cuadro de la Asturias de la segunda mitad del siglo XVIII
También en el marco de la edad moderna, este volumen contiene las semblanzas de dos personajes no muy conocidos entre los asturianos: la de un villano y un héroe. El villano, don Juan Domingo Uriarte Argüelles, procurador general del Principado y agente  general de Felipe V en la corte pontificia de Roma, cargo del que fue depuesto por su irregular actuación y vida inmoral. La del héroe, se trata del del maliayés don José Pérez del Busto, defensor heroico de Manila frente a los ingleses.             
       El conjunto de trabajos sobre temas del siglo XIX está integrado por cuatros estudios excelentes  sobre diversos aspectos biográficos de Álvaro Flórez Estrada y otro  acerca de las impresiones de un viajero francés por Asturias en 1842, en el que se recogen su visión sobre las realidades y posibilidades económicas de Asturias desde la perspectiva de los cambios del nuevo siglo.  
            Todos los estudios recopilados en este volumen expresan claramente las virtualidades del método historiográfico de don Juan. Me refiero a su gran capacidad narrativa y claridad expositiva y su manera de utilizar las fuentes históricas que no se limita a las fuentes documentales y a su aguda manera de interrogarlas, sino también a la utilización de otras variadas como las etnográficas y arqueológicas. Los asuntos tratados no son sólo los acontecimientos políticos, las instituciones y los grandes personajes como hacía  la historia positivista que practicaban los medievalistas de su generación, sino que, además, en sus obras se abordan aquellos que afectan a la vida cotidiana y social de todos los asturianos. Sobre su capacidad narrativa y expositiva, baste constatar  cómo los trabajos   recogidos en este volumen se leen de un tirón con  gran deleite e interés. Y desde luego tras su lectura no queda ninguna duda de que el tópico expresa una realidad: don Juan Uría fue verdaderamente el padre de la historia asturiana.     















viernes, 15 de abril de 2016

EL DILEMA AMERIICANO

                             EL  DILEMA AMERICANO
                                        JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS



Charles Powell, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad CEU/ San Pablo, y autor de algunos importantes libros sobre la Transición y la España democrática ( baste recordar el muy conocido sobre la labor de  Don Juan Carlos en la Transición:  El rey, la monarquía y la transición a la democracia ( Premio Espejo de España 1991), acaba de publicar  El amigo americano. España y Estados Unidos: de la Dictadura a la democracia (Galaxia Gutemberg/ Círculo de Lectores, 2011) que contiene un exhaustivo análisis ( a base de nueva documentación diplomática desclasificada de origen norteamericano) de la evolución de las relaciones de seguridad y las relaciones políticas entre España y EE. UU. durante los veinte años que van de 1969-1989. Periodo en el que por parte norteamericana, se suceden cuatro presidentes del Ejecutivo( Nixon, Ford, Carter y Reagan) que, aunque no variaron sustancialmente su política exterior hacia España, si mantuvieron actitudes matizadamente diferentes hacia nuestro país; y por parte española se sucedieron tres momentos históricamente diferentes en el proceso de paso de la dictadura a la democracia: el tardofranquismo(1969-1975) la Transición democrática (1975-1982)  y la consolidación del nuevo sistema político (1982-1986).
            El enfoque con que Powell analiza esa doble relación- la de seguridad y la política- es novedoso, pues no lo hace de manera independiente para una y otra variable, como ha sido lo habitual hasta ahora en los estudios que han tratado de las relaciones hispano americanas, sino que lo realiza de manera sincrónica tratando de dar respuesta a preguntas claves sobre esas relaciones. ¿Cuál fue la actitud norteamericana ante el final del régimen de Franco? ¿Qué papel jugó “el amigo americano” en la Transición y la primera etapa democrática? ¿Al contrario de lo que había ocurrido desde la alianza militar de 1953, se subordinaron por parte de los EE. UU. los intereses del mantenimiento de las bases militares a los valores de  apoyar la implantación de un sistema democrático en España?  ¿Fue España una democracia “intervenida” por el poder norteamericano, como mantienen algunos estudiosos, o realizó su tránsito a la democracia  sin la presión norteamericana, esto es, de manera relativamente  autónoma e independiente?
            Desde el pacto militar entre Franco y Eisenhower  de 1953 basado en la ecuación “bases militares por  ayuda” ( por cierto, con una cláusula secreta a  petición de Franco que concedía la utilización de las bases militares conjuntas establecidas en España sin permiso previo español en caso de un inminente peligro de “invasión comunista”), el denominado  “dilema americano”, esto es, la elección entre la defensa de los valores democráticos o el apoyo a una dictadura cruel con escaso aprecio en la opinión pública norteamericana, se sustanció claramente a favor de lo segundo.  Aquel pacto militar fue, sin duda, la condición necesaria  y  suficiente para la subsistencia de la  dictadura y su posterior integración en los organismos internacionales del mundo occidental. La consecuencia indirecta fue la acentuación de la actitud antinorteamericana de la oposición al franquismo, mientras que la tradicional (a partir del 98, sobre todo) actitud recelosa con los EE. UU. de la clase conservadora española ( que todavía se rastrea en la mentalidad del propio dictador) se transformase en proamericana.  Pero, a partir del tardofranquismo, según la  interpretación de Powell, y no siempre de manera decidida y clara e imponiendo sus condiciones ( con su oposición  terminante a que se legalizase al PCE, aunque de esto hable poco el autor, e, incluso, durante  el tardofranquismo, con un gran descontento por parte de la opinión pública española por la gestión de las bases- Palomares-  y el escaso valor de las contrapartidas: la ayuda económica fue escasa, el material militar obsoleto y nunca hubo un compromiso expreso de contribuir a la defensa española), la diplomacia norteamericana se inclinó  por la otra solución del dilema y apostó  por la salida democrática del sistema español Para ello apoyó, sobre todo, la figura y las posibilidades de Don Juan Carlos que tuvo un importante éxito diplomático  en su visita a Washington como Príncipe de España de 1971 y un interlocutor de excepción en Kissinguer.    
             Lo mismo que rechaza la teoría de la España “intervenida” que había defendido Ángel Viñas en su  En las garras del Águila. Los pactos con los Estados Unidos , de Francisco Franco a Felipe González ( Crítica, 2003), Powell desecha también como elementos de la teoría de la conspiración, tanto la intervención de los servicios secretos norteamericanos en el asesinato de Carrero Blanco (aunque su justificación no sea con datos fehacientes, sino con argumentos deductivos  basados  no sólo en el  nulo  provecho, sino más bien en los inconvenientes que su desaparición tendría para los intereses norteamericanos), como la teoría del conocimiento previo y  no intervención para abortar la intentona golpista del 23F por parte de los servicios secretos y las Fuerzas Armadas norteamericanas ( en este caso niega cualquier verosimilitud a los indicios que se han dado para defender esa teoría acerca del estado de alarma en que supuestamente estuvieron las bases norteamericanas en las vísperas del golpe)    

             Aún reconociendo la enorme, elaborada y nueva  información que aporta este libro, que va a ser duda, a partir de ahora obra de referencia para el estudio de esta etapa de las relaciones hispano americanas, su ajustado enfoque teórico y las matizadas aportaciones que realiza su autor, sobre todo, acerca de los entresijos de  los tres convenios y el tratado que fijaron en esta etapa las relaciones entre ambos países, la impresión que uno tiene tras su lectura es la de que en su propia bondad está a la vez su limitación: su  dependencia de las propias fuentes oficiales norteamericanas y su exclusivo análisis de los actores gubernamentales, lleva a su autor a una visión excesivamente políticamente correcta. Todo lo matizada, rica y bien argumentada que se quiera, pero que no acaba de convencernos
( PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA NUEVA ESPAÑA).  

ASTURIAN0S Y GUERRA DE INDEPENDENCIA

   DOCUMENTOS ASTURIANOS DE  LA GUERRA DE LA   INDEPENDENCIA          

                                                     JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
      



      Con  buen criterio, la Junta General del Principado, con motivo de  la conmoración del  bicentenario de la Guerra de la Independencia, está publicando los más importantes documentos referidos a Asturias en aquel conflicto  bélico. Conflicto que  no sólo permitió rechazar la invasión francesa, sino que también alumbró la modernidad política y la nación en España, y en el que nuestra región y un destacado grupo de asturianos jugaron un importante papel. El proyecto editorial consta de cuatro tomos y éste que aparece ahora es el segundo de los programados: Papeles de la Guerra de la Independencia, 2: Asturias; 1808, el llamamiento patriótico a la resistencia;1810, el año difícil de la segunda invasión( Colección DOCUMENTOS DE HISTORIA DE ASTURIAS, 2010).
            Precedido de sendas introducciones  de la catedrática de la Universidad de Oviedo, María Josefa Sanz Fuentes, sobre el estudio diplomático de los documentos, y  de la archivera de la Junta General del Principado, Josefina Velasco Rozado, acerca del  contexto histórico en que se emitieron, el contenido del libro lo componen  71 documentos relativos a tres momentos cronológicos distintos de la guerra: 1808. 1810 y 1813-1814. Esto es: el año del inicio de la guerra, el del  momento de máxima expansión de la ocupación francesa y de la resistencia en Sevilla y  Cádiz, y el de los años finales de la guerra. Todos estos documentos proceden de dos volúmenes diferentes; uno conservado en el Archivo Histórico de Asturias y el otro en el Museo Arqueológico Asturias.  .
            Entre los documentos de 1808, destacan  varias proclamas a la lucha contra el invasor por parte de una Junta General que se convierte en Soberana ante el vacío de poder que había dejado el supuesto secuestro de Fernando VII, y declara la guerra a Napoleón. Así la conocida proclama del Procurador General, Álvaro Flórez Estrada de 28 de junio de 1808, llamando a la armas a los asturianos. O las menos conocidas de Alonso Arango y Sierra, de 26 de julio y de la Junta Soberana del Principado del mismo mes condenando la invasión y tomando medidas contra los invasores.
            Asimismo, de este primer año de guerra, se seleccionan otros documentos de interés. Como el que, firmado por  Álvaro Flórez Estrada en junio,  se refiere al agradecimiento a Gran Bretaña por la satisfactoria respuesta de su Gobierno a la   petición de ayuda militar  y que se concretó en el envío de una comisión militar inglesa para determinar el contenido de esa ayuda. O el que, suscrito por Blas Alejandro y Álvaro Flórez Estrada, proclama  la legitimidad de la Junta Suprema ante el variado frente de oposición interior que en el ejercicio de su poder soberano encontró la nueva institución.
             En 1810 se  emiten la mayor parte de los documentos seleccionados en la obra. Es un año de importantes acontecimientos en el desarrollo de la guerra. Tras la primera invasión francesa de la región en 1809 que sigue a la ocupación de Asturias  por el marqués de  la Romana y la  disolución por éste  de la Junta Superior asturiana y la creación de otra diferente, se produce la segunda invasión francesa de Asturias y se desarrollan duros enfrentamientos en Colloto y en el Puente de Peñaflor de Grado. La situación militar  obligará a la Junta Superior de Asturias a refugiarse en varios lugares del suroccidente asturiano hasta recalar en el particular Cádiz asturiano: Castropol. En  el resto del territorio español los franceses  dominan la mayor parte del territorio español, quedando, con algunas regiones libres de enemigos,  sólo Sevilla  primero y  Cádiz después  quedan en poder de los patriotas, donde finalmente en la Isla de León se convocan en septiembre las Cortes.
            Los documentos seleccionados de este año se refieren a disposiciones, instrucciones, nombramientos y órdenes remitidas a la Junta de Asturias por la Junta Central y la Regencia desde Sevilla, Isla de León y Cádiz. El contenido de una parte de estos documentos  se refiere a disposiciones para organizar los ejércitos españoles y poner en orden  la administración,  la hacienda  y organización territorial en los difíciles momentos por los que pasan los patriotas en la región en ese año.
             Los  textos de 1813-14  se corresponden a los momentos finales de la guerra. Entre ellos destacan dos. Uno,  de 1813, muy significativo de la posición de la Iglesia asturiana ante las reformas de las Cortes de Cádiz por el que la iglesia ovetense pide  el restablecimiento del Tribunal del  Santo Oficio y otro muy interesante sobre la organización de la vida cotidiana de Oviedo tal y como era planteada por el ayuntamiento constitucional ovetense (Ordenanzas Municipales de Oviedo de mayo 1814). Ordenanzas que, por la restauración del absolutismo, no pudieron hacerse realidad.

            Aunque algunos de estos documentos ya estaban o publicados  o digitalizados, ello no es óbice para que esta edición no sólo sea de gran utilidad para historiadores y estudiosos (vienen acompañados de unos excelentes índices de materias, toponímico y cronológico), sino que también, por la actualización de la ortografía con que se han editado, son perfectamente accesibles  para cualquier lector interesado por estos  hechos memorables de la historia de Asturias.
( PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO "LA NUEVA QUINJTANA" DE LA NUEVA ESPAÑA) 

martes, 12 de abril de 2016

USO Y ABUSO DEL SIGLO XVIII CATALÁN

                    USO Y ABUSO DEL  SIGLO XVIII CATALÁN
                                              JULIO ANTONIO VAQUERO  IGLESIAS




Roberto Fernández, catedrático de Historia moderna de la Universidad de Lleida y uno de nuestros más destacados modernistas, profundo conocedor de la historia del siglo XVIII en Cataluña acaba de recibir el Premio Nacional de Historia de este año  por su libro  “Cataluña y el absolutismo borbónico” (Crítica, 2014). Sin duda, por su planteamiento ( un riguroso análisis de la historiografía catalana sobre el Setecientos catalán desde el XVIII hasta hoy) y la tesis  que mantiene  el libro (el uso y abuso con que  la historiografía nacionalista catalana ha tratado la  actuación borbónica  en Cataluña durante esa centuria) es, sin duda, un libro oportuno en el contexto del pulso  secesionista  que la Autonomía catalana está planteando al Estado español.
Desde luego, alguien podría malpensar que en vez de oportuna,  esta obra no  es sino una muestra de oportunismo por parte del autor, dada la actualidad de la cuestión catalana. Lo que hay que descartar en este caso  porque estamos ante un libro que  su autor comenzó a preparar hace siete años. Y aún más. Si así fuera sería lo de menos porque lo que le  da validez es su riguroso y aprovechable o contenido y  los propósitos que le han guiado. Porque, además de haber demostrado la manipulación político-ideológica con que esa historiografía catalanista ha tratado la etapa del absolutismo borbónico en Cataluña, el autor desarrolla, también en sus páginas. una oportuna, pertinente y profunda  reflexión sobre el mal uso de la Historia como justificadora y legitimadora del presente político. Mal  del que ha adolecido en gran medida  esa historiografía nacionalista catalana sobre siglo XVIII que el autor ha analizado y constituye el núcleo de su libro.    
Abuso y deformación historiográfica que no sólo  el autor constata entre los historiadores catanes del siglo XVIII  ( Antonio de Capmany y Y Llacert Dou), sino, sobre todo,  entre los del siglo  XIX a través de la historiografía romántica nacionalista catalana e integrista (Bofarull y Torres i Bages, respectivamente). Esa historia  filonacionalista catalana continúa hoy con  una actualizada  historiografía catalana de cuño nacionalista, a la que pertenecen importantes historiadores profesionales y de la Academia que pueden encuadrarse en el marco de un paradigma neoaustracista de base progresista ( Joaquín Nadal y Josep Fontana, entre otros). Frente a ellos, otros historiadores, como el autor de este libro y el catedrático y  destacado modernista Carlos Martínez  Shaw, mantienen, en cambio, una visión renovada del carácter positivo que tuvo para Cataluña el  reformismo borbónico. Entre la visión nacionalista y deformada de la historiografía decimonónica y estos dos paradigmas encontrados actuales, hay que situar la visión revisionista de aquélla encabezada por historiadores de la talla de Jaime Vicens Vives y Pierre Vilar.
  El balance de ese recorrido  de tres siglos de la historiografía catalana  en  torno  el siglo XVIII  catalán  es claro para el autor : la importancia de la visión austracista del siglo XVIII derivada de los planteamientos ideológicos del nacionalismo catalán. La prosperidad innegable del desarrollo de la economía y la sociedad  en la Cataluña setecentista lo fue para ellos “a pesar” del régimen borbónico, que trituró, mantienen, la singularidad catalana y hasta incluso persiguió a los defensores del nacionalismo catalán. Esto es: más agravios después del Gran Agravio de la derrota austracista de 1714. Interpretación que Roberto Fernández considera sesgada y maniquea y cuyo fin no busca sino legitimar, tanto ayer como hoy, los planteamientos políticos del nacionalismo catalanista.           
   Dado lo expuesto, no es, pues, arbitrario ni está fuera del contexto del libro  que el autor acompañe su análisis historiográfico  con una reflexión sobre el frecuente uso y abuso de esa  “Historia” que se subordina a los intereses e ideologías políticas como suele ocurrir con la historia nacional y  nacionalista y en la que a menudo, y esto es lo grave y triste, colaboran la Academia  y los historiadores profesionales. Porque el historiador no debe   “fabricar” memoria nacionalista, sino  ciencia  y contribuir con ella, dada la inherente función social del conocimiento histórico, al derecho de los ciudadanos  a tener al alcance de su conocimiento una historiografía no sesgada y elaborada con la mayor calidad científica posible como parte de su necesario bagaje cívico. Planteado esto por nuestro historiador no desde un positivismo cerril, sino desde la conciencia de que toda interpretación historiográfica tiene siempre su connotación ideológica, pero debe ser conscientemente imparcial y construirse con hechos y datos veraces, y planteamientos e interpretaciones no sesgadas congruentes con esos datos y hechos.
 En fin, un libro más que aprovechable y de gran actualidad, merecedor, sin duda, del premio que ha recibido y cuyo contenido es fácil pensar que pueda ser objeto, en el contexto actual del secesionismo catalán, de instrumentalización política, como ya lo ha sido, por el propio ministro de Educación, Cultura y Deporte, el señor 

sábado, 2 de abril de 2016

IMPERIO DEPREDADOR

                                           IMPERIO DEPREDADOR
    
                                                           Julio Antonio Vaquero Iglesias

   






     


ENMANUEL TOOD




  El capitalismo globalizado neoliberal, surgido como respuesta a la crisis económica que arrastra el sistema capitalista desde los años setenta, ha colocado en el puesto de mando de la economía globalizada al capital  financiero que domina la economía de EE UU frente a los intereses del capital transnacional productivo. Sin embargo, las propias contradicciones inherentes a ese forma de desarrollo del capital, han terminado engendrando, a su vez, en estos últimos años una aguda crisis del   denominado Régimen  Dólar- Wall Street  de la que el actual gobierno de Bush hijo está tratando de salir con una huída hacia delante por medio de una estrategia militarista de “control del planeta” que impone como prioridad de la agenda estadounidense la guerra permanente.
            Las bases de esa hegemonía de EE UU, dentro del modelo de capitalismo financiero global, están, sin duda, en el doble control que ha venido ejerciendo  sobre los medios de pago universalmente aceptados- el dólar-, y el ejercicio del dominio militar a escala global. Pero, en estos últimos años, se está produciendo el resquebrajamiento del primer control mencionado. La combinación de un enorme déficit comercial y unas bajas tasas de ahorro estadounidense  hacen cada vez más difícil  que el flujo de capitales globales siga compensando ese gran déficit y, con ello, más palpable la amenaza de que la economía norteamericana  pueda seguir sosteniendo la estabilidad del dólar y el capitalismo de casino de los mercados financieros de Wall Street. “Europa”  frente a EE UU y el euro frente al dólar aparecen, además, en el horizonte como una posible alternativa ante ese Imperio depredador, uno de cuyos fundamentos de su poder- el control monetario- comienza a tambalearse.
            No es extraño, pues, que, como una huída hacia delante, la clase dirigente americana ligada a los intereses de ese capitalismo financiero global , a través del apoyo del gobierno de Bush junior y la camarilla de “halcones” neoconservadores que le rodea, haya optado por el camino más fácil: poner el énfasis en el otro control en el que se basa su poder imperial, a saber, acentuar el despliegue de una estrategia estrictamente militar de dominio del planeta, basada en la ideología de la guerra inevitable y  permanente, como vía para apuntalar el dólar como medio de pago universal y para tratar de impedir que se volatilice el “valor- dinero” originado por la especulación en los mercados financieros. La necesidad de subordinar el euro y  “Europa” a ese poder imperial impidiendo que emerjan como moneda y centro financiero alternativos, parece ser también una condición necesaria para poder conseguir su verdadero objetivo esa estrategia imperial. Y esa situación explica en gran medida la insubordinación y la negativa a seguirla por el sector de países de la Unión Europea más ligados al modelo del capitalismo transnacional productivo.
            El discurso producido por los laboratorios de ideas de los “halcones” legitima la deriva del capitalismo norteamericano hacia  esa vía de militarismo agresivo con categorías como la de  países del “eje del mal” y la legalidad de la guerra preventiva contra ellos o cualesquiera que se opongan al imperio estadounidense.( Guerra preventiva, por cierto, de la que  el  propio presidente Eisenhower llegó a decir en 1953 que fue   un invento de Adolfo Hitler, añadiendo que “ francamente yo no tomaría en serio a nadie que me viniera a proponer una cosa semejante”). A la vez  que ese discurso justifica la práctica del unilateralismo  que exige esa opción militarista y deslegitima o trata de subordinar a ella a  los organismos multilaterales como las Naciones Unidas o expresa explícitamente el fundamentalismo liberal democrático de la nación estadounidense que identifica el interés de su expansionismo con el de la Humanidad.
            En dos recientes  libros aparecidos al calor de la “inevitable” y “preventiva”  invasión de Iraq  podemos encontrar una interpretación del Imperio estadounidense desde la orientación que hemos expuesto más arriba, aunque, a mi entender, el fundamento teórico de los análisis de uno y otro sea realmente muy  diferente y de ello se derive unas propuestas de praxis antimperial también diferentes por parte de sus dos  autores: Emmanuel Todd, Después del Imperio (Foca, 2003), y Ramón Fernández Durán, Capitalismo financiero global y guerra permanente ( Virus Editorial, 2003). Por su parte, el libro de Robert Kagan,  Poder y debilidad ( Tauros 2003), cuya presentación  en Madrid por su autor ha causado días atrás una airada protesta por parte de los opositores al ataque angloamericano contra Iraq, es una clara muestra de ese discurso legitimador de la nueva política imperial estadounidense, más que una descripción objetiva del actual escenario internacional como quieren hacernos creer algunos analistas del Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estratégicos, ese laboratorio de ideas creado recientemente en nuestro país y que viene dando cobertura ideológica a las posiciones internacionales del gobierno Aznar.
          La tesis central del libro de Emmanuel Todd es la de que EE UU se ha convertido en un imperio depredador, porque, en realidad, es ya un imperio en declive y sin futuro. Esta fase agresiva  y belicosa en la que ha entrado no es sino el canto del  cisne del Imperio, el estertor que anuncia su agonía. Las verdaderas formaciones imperiales  siempre han ofrecido dos características que ya no se cumplen en el actual imperio norteamericano. Los recursos imperiales estadounidenses son ya insuficientes en este momento  para mantenerlas . El Imperio estadounidense no tiene ya la  capacidad de coacción militar y económica suficiente para  permitir la exacción de un tributo que nutre el centro a costa la explotación de todo el planeta. Y el universalismo ideológico, el otro atributo que acompaña a todo verdadero imperio  y  permite la expansión continua de su sistema de poder con la integración en el núcleo central de los pueblos y los individuos conquistados, ha entrado en un claro retroceso en esta agresiva fase imperial. “ A la vista  de estos criterios- concluye Todd- los Estados Unidos presentan insuficiencias notables cuyo examen permite predecir con seguridad que, hacia el año 2050, no existirá un imperio norteamericano”.
            Aunque la demostración que hace Tood del carácter parasitario del Imperio estadounidense en la actualidad se corresponde, a nuestro entender, con la realidad, los principios en que basa su análisis- la educación y la demografía como motores últimos de la historia y su argumentación comparatista para predecir  su ineluctable fin a fecha fija- nos parecen tan poco aceptables como la incapacidad militar que le supone para controlar el mundo. Y lo que es peor es  una tesis que, al obviar el factor de resistencia de la opinión pública mundial que está surgiendo contra esa belicosa fórmula imperial, favorece la desmovilización de la lucha contra ella.
            En cambio, el análisis de Ramón Fernández Durán, se realiza desde un planteamiento teórico diferente del que se deriva una explicación y la proposición de una praxis antimperial  muy distintas. Coincide Fernández Durán con el  autor francés en la condición depredadora y disfuncional del actual Imperio norteamericano y en el carácter militarista y agresivo de la “solución” que han adoptado  los neoconservadores americanos que controlan el gobierno estadounidense, para salir de la crisis de la globalización neoliberal financiera con su estrategia de la guerra permanente. Pero la tesis central del ecologista español tiene un claro fundamento anticapitalista: se enmarca en el contexto de la dinámica de un capitalismo que cada vez más se revela como un sistema obsoleto para dar satisfacción a las necesidades de los hombres. Lo cual puede constatarse, según el autor, en esta última crisis del capitalismo financiero global. La única  salida dentro del sistema es  reorientarlo hacia una fase militarista y agresiva que plantea la guerra  permanente como algo inevitable y necesario. Por eso tampoco para Fernández Durán el Imperio estadounidense tiene futuro, pero por otras razones diferentes de  las apunta Tood: por su propia incapacidad económica para mantener la asimetría depredadora en que se fundamenta, pero también por la ausencia de legitimidad para mantener esa situación ante una oposición cada vez más creciente de la opinión mundial  y, además, por su incompatibilidad con la nueva organización productiva del capitalismo global posfordista que exige una flexibilidad que dificulta en gran medida el carácter controlador y agresivo que ha adoptado el imperialismo estadounidense.
            El discurso justificador de Robert Kagan acerca de esa acentuación de la política internacional estadounidense unilateralista y militarista plantea la oposición de “Europa”- es decir, de un sector de Europa, como han demostrado los hechos- a esa clase de política. Esa política internacional hobbesiana que practica EE UU se basa en una concepción distinta del poder de la que defienden los estados europeos desde el fin de la segunda guerra mundial. Desde entonces Europa se ha inclinado más bien por un orden internacional fundamentado en los principios kantianos de la paz perpetua y del respeto al derecho internacional y el multilateralismo. Pero esto lo ha podido hacer, sigue argumentando Kagan, gracias al paraguas de EE UU que  secundó una política de esa naturaleza por la amenaza del bloque soviético. Finalizada la guerra fría, esa condición del vínculo trasatlántico ya no es oportuna y EE UU debe volver- reconoce explícitamente el ideólogo neoconservador- a su política tradicional hobbesiana que entiende como un realista y necesario recurso unilateral defensivo en un planeta lleno de peligros para los estadounidenses.
                        

                                         LAS RAZONES DE AZNAR
                                                                       J. A. V. I.
            Ramón Fernández Durán identifica las razones del alineamiento de Aznar con la política militarista del gobierno Bush en el marco  de la respuesta que los neoconservadores estadounidenses, defendiendo los intereses  del capitalismo financiero global, han dado a la crisis del Régimen Dólar- Wall Street. Ese planteamiento rebasa con mucho, por tanto, la idea de que lo que  haya buscado Aznar como razón prioritaria sean los beneficios económicos y políticos que le han atribuido los análisis que consideran la agresión a Irak estrictamente como una “guerra por el petróleo” o, incluso, por el control estratégico de Oriente Próximo. “ Por lo que se refiere a las razones del apoyo tan incondicional de Aznar- escribe Fernández Durán-, éstas son difíciles de comprender , pues no se pueden explicar sólo en base a los compromisos militares  suscritos con EEUU, al rédito político que el PP obtiene en la lucha contra el terrorismo, al autoritatismo del inquilino de la Moncloa o al protagonismo mundial que el jefe de Gobierno consigue al respecto(...). Quizás cabría hacer una posible interpretación al respecto. En la economía española, al igual que EE UU y Reino Unido (...), en los últimos tiempos, la balanza por cuenta corriente se ha vuelto negativa (...). Pero se ha logrado el equilibrio exterior porque ha habido una ingente inversión extranjera que ha acudido al sector inmobiliario(..) Si este flujo de capitales desapareciera, los desequilibrios de la economía española se manifestarían en toda su crudeza(..).¿ Intenta, pues, Aznar mantener la ficción de la fortaleza de la situación española, sumándose al carro de los posibles “vencedores” y dar de esta forma  apariencia de  seguridad a los inversores que acuden a especular aquí? (...)”.

        

               LA JUSTIFICACIÓN DEL IMPERIO

                                                           J. A.V. I.


            La legitimación que Robert Kagan realiza de esta nueva fase de imperialismo estadounidense agresivo impulsada por los neoconservadores americanos, le lleva a reconocer explícitamente que la tendencia dominante de la  política tradicional exterior de EE UU, desde su independencia inclusive, no ha sido el aislacionismo, sino el expansionismo y  que, en consecuencia, la fase imperialista estrictamente  agresiva que comienza ahora no es una excepción sino una continuación de la tradición expansionista norteamericana. Aunque, según el vocero neoconservador, en la mentalidad estadounidense ese expansionismo siempre se entendió como la identificación de los intereses de la nación norteamericana con los intereses de la Humanidad.”Esta persistente visión estadounidense- escribe Kagan  en ese sentido- de la posición excepcional de su nación en la historia y la convicción de que sus intereses y los del mundo se identifican, puede ser bienvenida, ridiculizada o lamentada(...).(Pero así seguirá siendo y)  salvo una catástrofe imprevista es razonable presumir que no hemos hecho más que entrar en una larga era de la hegemonía de Estados Unidos”. Es difícil con tales planteamientos que Marte pueda aparearse por voluntad con Venus y engendrar ninguna Armonía.