jueves, 16 de noviembre de 2017

        El ORIGEN  DE  LA DESISGUALDAD ACTUAL
                              Julio Antonio Vaquero iglesias








El editor Gonzalo Pontón acaba de ser galardonado con el Premio Nacional de Ensayo de este año. Y lo ha sido por su único y primer libro, La lucha por la desigualdad. Una historia del mundo occidental en el siglo XVIII, una obra publicada por  su propia editorial, Pasado/Presente.
 Que una “opera prima” sea premiada con el Nacional de Ensayo puede parecer algo fuera de lo corriente, pero en este caso no lo es, dada la historia intelectual del autor. Pontón ha sido uno de los más brillantes editores que ha tenido este país, Trabajó como tal en la editorial Ariel, para pasar después a fundar en los setenta la editorial Crítica y ahora  Pasado/Presente, en las  que, con el apoyo del profundo saber histórico y bibliográfico de Josep Fontana, se publicaron y se están publicando  en nuestro país las más importantes obras historiográficas aparecidas en el mundo occidental. Por sus manos han pasado esos manuscritos proporcionándole una vasta e  importante cultura histórica, como prueba no sólo la erudición sino también el saber que exhibe en su único y primer libro: un ensayo denso, pero bien escrito y sin gran aparato crítico.
 En realidad, este es un libro pensado durante muchos años y escrito en los dos en que Pontón, después de dejar la editorial Crítica, no podía  fundar otra editorial. Estamos ante una verdadera visión global histórica ( económica, social, ideológica, política)  del mundo occidental en el siglo XVIII, pero con un objetivo de plena actualidad que es desentrañar la genealogía de la desigualdad del mundo  actual.  Porque es en ese siglo cuando se ponen, con la revolución industrial y con el emergente capitalismo industrial, las raíces de  esa profunda desigualdad que caracteriza nuestra sociedad contemporánea.
 Desde luego, como apuntábamos en nuestra recensión sobre este libro publicada en el suplemento cultural  de este periódico, estamos ante una explicación mucho más fundamentada de la desigualdad actual que la teoría ahistórica de la desigualdad que tanta difusión ha tenido del economista francés Piketty  en su El capital en el siglo XXI.
  Pontón deja claro en su libro con su análisis integral lo que muchos historiadores hemos pensado, frente a la “buena prensa historiográfica” que dominantemente ha tenido la Ilustración y su siglo de las luces, de cuanto tenía ésta de ideología, esto es, de justificación de esa nueva sociedad surgida en el mundo occidental en el siglo XVIII, basada en sus fundamentos en la desigualdad. Desigualdad que ha ido creciendo hasta hoy llegando a alcanzar unas dimensiones extraordinarias y tiene visos, si nadie lo remedia, de seguir creciendo.
  Uno ignora cuál va ser el destino de los libros que comenta y desde que leí el libro de nuestro flamante Premio Nacional de Ensayo, alguna vez he pensado que quizás,  por sus dimensiones y su densidad. su libro no iba tener desgraciadamente el reconocimiento que merecía. Pero mi pronóstico, gracias a sus bondades, resultó  gratamente equivocado.   

( Artículo publicado en la sección de Sociedad y Cultura de la La Nueva España, de Oviedo)  

lunes, 6 de noviembre de 2017

                                    ESPAÑA NO FUE RUSIA
                                                      Julio Antonio Vaquero iglesias





 El final del zarismo y la creación del régimen soviético en 1917 hay que contextualizarlos en el marco del conjunto de crisis sociales y políticas que se desarrollaron en Europa agudizadas por los negativos efectos de la Gran Guerra, y que no son sino un efecto de un proceso más amplio que es el paso de la sociedades elitistas del liberalismo oligárquico a las sociedades de masas y los sistemas liberales democráticos. Proceso que algunos historiadores conocen como “ la guerra civil europea”. España también sufrió las consecuencias de esa profunda crisis y aunque neutral respecto al conflicto mundial, padeció sus efectos económicos y sociales negativos. Y esa crisis se tradujo en nuestro país en un intento frustrado, en la conocida como crisis de 1917, de poner fin por sectores liberales avanzados, republicanos, partidos y sindicatos obreros al régimen oligárquico de la Restauración con el objetivo de sustituirlo por un régimen democrático. La coincidencia cronológica con las dos etapas de la revolución rusa (la de febrero/marzo que supuso el fin del zarismo y la de octubre/noviembre que inició el proceso de implantar la sociedad socialista) fueron dos acontecimientos que influyeron claramente en la crisis española de aquel año y tuvieron importantes consecuencias posteriores. Las noticias de la revolución rusa llegaron a España a través de las agencias de prensa internacionales, aunque con varios meses de retraso, pero el impacto fue muy intenso. El ABC, incluso, tuvo su propio corresponsal en Rusia, Fue la periodista coruñesa Sofía Casanova que tuvo primero, en la etapa de febrero, una actitud positiva hacia los revolucionarios, y, después, profundamente negativa ante la deriva revolucionaria socialista que terminó adoptando en el Octubre rojo. En 1917, en España, tras las crisis creadas por las peticiones corporativas de una sector del ejército, agrupado en las denominadas Juntas de Defensa y la peticiones del reforma del régimen oligárquico por la Asamblea de Parlamentarios dirigida por la Lliga Regionalista catalana, se proyectó y se intentó llevar a cabo en agosto por catalanistas, republicanos PSOE, UGT y CNT una huelga política revolucionaria con el objeto de poner fin al sistema de la Restauración y dar solución a la grave crisis social que la Gran Guerra había provocado en nuestro suelo. En ese contexto, la revolución rusa de febrero de ese año iniciada en Petrogrado, que condujo a la abdicación del zar y la constitución de un gobierno provisional con un doble poder( el de la Duma y el de los Soviets), fue un espejo para el movimiento antioligárquico español Los acontecimientos revolucionarios de febrero en Rusia se entendieron como la instauración, una vez derribada aquella centenaria autocracia, de un sistema liberal democrático que podía servir de modelo o inspiración para el movimiento antioligárquico español. Movimiento que culminó en la huelga revolucionaria política de agosto de 1917. Por todas las partes tenemos indicios de esa influencia positiva de la primera etapa de la revolución rusa en la crisis española. Basta como ejemplo referirnos a las intervenciones que se produjeron en el gran mitin aliadófilo que se celebró en la Plaza de Toros de Madrid, en mayo de 1917, en el que se hicieron referencias positivas a lo que había ocurrido en Rusia como modelo de lo que debía de hacerse en España, realizadas por algunos de los más destacados intervinientes , entre los que estaban intelectuales y políticos de la talla de Álvaro Albornoz, Lerroux, Melquiades Álvarez, Unamuno y fueron bien recibidas por un público entre el que encontraban políticos e intelectuales de la talla de Azaña, Araquistaín o Julián Besteiro, entre otros. La revista España había dedicado numerosas páginas positivas al revolución rusa de febrero y El Socialista publicó incluso un elogioso serial sobre la misma, Actitud que, con más reticencias, mantuvieron también los anarquistas Fracasado el movimiento insurreccional de agosto que fue seguido de una dura represión con graves consecuencias para la continuidad de la lucha contra la oligarquía restauracionista como fueron la división entre la UGT y la CNT y la conciencia por parte del obrerismo de que los partidos burgueses les habían traicionado en el movimiento de agosto, la revolución rusa de octubre no tuvo ya una recepción positiva tan unánime como la de febrero, Entre las partidos burgueses antioligárquicos, porque su deriva hacia revolución social era contraria a sus principios ideológicos y entre los partidos y sindicatos obreros las posiciones fueron en cierto modo diferentes. Los dirigentes socialistas manifestaron una actitud crítica con el Octubre rojo como recogen las páginas de El Socialista (excepto, las Juventudes Socialistas y algunas Agrupaciones socialistas, como la madrileña y la asturiana que lo valoraron positivamente). Los anarquistas, en cambio, mostraron gran simpatía inicialmente por aquél. De hecho la revolución bolchevique que repartió la tierra entre los campesinos fue el espejo de los importantes movimientos huelguísticos campesinos que se produjeron en Andalucía entre 1918- 1920 pidiendo el reparto de la tierra. Movimiento huelguístico que el notario e historiador andaluz Juan Díaz del Moral denominó haciendo referencia a su inspiración como el Trienio bolchevique Pero, sin duda, la principal y trascendental consecuencia que tuvo la revolución rusa de octubre fue la definitiva escisión del obrerismo español. En marzo de 1919 se creó la Internacional comunista en Moscú. Mientras la CNT se adhirió a la nueva organización de inmediato para salirse unos años después, en el PSOE, se produjo un largo parto que conllevó la reunión de tres Congresos extraordinarios para tomar la decisión de la adhesión o no a la organización internacional comunista. El rechazo definitivo vino tras el establecimiento de las ventiuna condiciones establecidas en julio de 1920 para el ingreso en la IC., Lo que suponía la aceptación de un rígido centralismo y la hegemonía del Partido comunista ruso dentro de la organización internacional. Esa negativa de los socialistas españoles, encabezada por su líder Pablo Iglesias se tomó en el congreso de abril de 1921 al aprobar la decisión de adherirse a la “Internacional dos y media” creada en Viena. Se consumó así la escisión del partido al formar los Terceristas el que sería el Partido Comunista Obrero español que pasaría a denominarse en su primer Congreso en marzo de 1922 Partido Comunista de España. España no fue, desde luego, Rusia, como ha escrito el historiador Francisco Javier Romero Salvadó. Pero, sin duda, la revolución rusa fue un importante espejo en positivo o negativo para la crisis española de 1917. Como lo seguiría siendo posteriormente en Octubre de 1934 o en la Guerra civil. Pero eso es, sin duda, otra historia. (Publicado en el suplemento cultural de La Nueva España, de Oviedo)