viernes, 30 de enero de 2015

,,MÁS ALLÁ DE LA CRISIS

                                             MÁS ALLÁ DE LA CRISIS

                                                                    JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS

           


Hace algo más de un año, Josep Fontana, uno de los pocos maestros de historiadores vivo de  su generación e intelectual íntegro y comprometido con su tiempo, nos ofrecía una monumental historia del mundo tras la segunda guerra mundial que ha sido, como él mismo ha reconocido, el origen de este reciente y sugerente y oportuno ensayo historiográfico, El futuro es un país extraño (Pasado&Presente). La propia persistencia y gravedad  de la crisis económica actual que todavía en su fase incipiente analizaba en su obra  anterior, así como su compromiso como historiador e  intelectual con su tiempo, le han llevado a ahondar y buscar en esta obra  el verdadero significado de la grave situación social y económica  actual.  Y ello porque solo desde un diagnóstico certero de lo que está ocurriendo, se  podrá poner  remedio radical a  esta grave situación social y económica que padecemos. Y sólo desde  la luz  que arroja para un historiador la evolución histórica de los dos últimos siglos, se demuestra la obsolescencia de una visión del pasado nacido de la Ilustración que presuponía (falsamente) que la flecha directriz del mismo era el progreso continuo y ascendente.
El futuro, como demuestra de manera evidente y clara lo ocurrido desde los últimos decenios del siglo anterior y ha continuado sucediendo con el estallido de la crisis financiera de 2008 y su transformación en la Gran Recesión que estamos atravesando, es desde el presente - como enuncia en el título de su libro- un país  extraño, sometido a la amenaza sombría de la desigualdad, la pobreza de los más, la destrucción ecológica y la limitación fáctica  de los derechos civiles, políticos y sociales ciudadanos. Futuro este que nos conduciría  (no irremediablemente) a un mundo dominado por  esta fase del capitalismo salvaje neoliberal que estamos viviendo en el presente  Y que ha puesto a la humanidad ante una situación crucial cuyo remedio solo puede venir  de la toma de conciencia  de nuestra realidad y de la oposición y lucha consecuentes  que la mayoría de los hombres de hoy hagamos para enderezar el rumbo injusto y antidemocrático que una minoría trata de imponernos.
           
Porque para Fontana, la actual crisis económica que padecemos es algo más que otra  crisis más del capitalismo, esto es, una crisis surgida puntualmente en 2008 bajo la forma de una crisis financiera que finalmente se ha convertido en una profunda crisis económica. Más bien estamos ante una verdadera crisis social de origen  político efecto de un proceso iniciado hace cuarenta años y consecuencia de un proyecto perfectamente calculado y llevado a la práctica, primero en Estados Unidos y Gran Bretaña y después en Europa, por determinadas elites empresariales y financieras para poner fin al capitalismo de rostro humano que se había instalado tras la segunda guerra mundial.
            La crisis de 2008 hay que inscribirla, pues, en una etapa regresiva del capitalismo que demuestra fehacientemente que el progreso indefinido en que se creía no era sino un espejismo, pero también que el capitalismo domesticado implantado tras la segunda guerra mundial no había sido  concedido gratuitamente, sino  arrancado al capital a través del miedo al bloque soviético y a la lucha de las clases no propietarias. Pero en  los setenta ese  miedo se esfumó tras el proceso imparable de decadencia de la Unión Soviética. La consecuencia, en el mundo anglosajón, fue que la clase capitalista dio un verdadero golpe de estado. Y a  través de un proceso de privatización de la política (control de las elecciones, imposición de leyes económicas desreguladoras, rebajas fiscales para las empresas y los más ricos, privación y limitación de derechos civiles, políticos y sociales,,,) y de la privatización del Estado (desmantelamiento del Estado de bienestar convirtiendo en negocio privado sus funciones) abrió las puertas a esta fase de capitalismo de casino que estamos viviendo, cuyas consecuencias, además de la crisis financiera y económica, han sido la desigualdad social, la pobreza para la clase media y trabajadora, además del vaciamiento de  la democracia formal penetrada por los poderes económicos, aderezado todo  ello por las limitaciones de numerosos derechos políticos, civiles  y sociales que tanto tiempo y tantas luchas había costado conseguir.
            Fontana demuestra, además, con profusas referencias documentales, cómo  en Estados Unidos y Gran Bretaña la respuesta que se sigue intentando dar  a la crisis financiera y económica  es una solución sesgada  desde los principios de esa política neoliberal que no sólo está sirviendo para ahondar más la crisis social, sino que, en realidad, sul objetivo último tiene como objetivo profundizar más en ese modelo neoliberal y en el beneficio del capital empresarial financiero. Es el mismo proceso (especulación, crisis, rescate de la banca, empobrecimiento de los trabajadores y las capas de medias, justificado todo ello por  la fábula  que  atribuye la crisis al exceso de gasto público) que, con algo más de retraso, debido al mayor calado del Estado del bienestar que existía en nuestro continente, se ha producido también en Europa al estallar la crisis financiera. Con el agravante de que aquí se ha ido todavía más allá en el control de la política por la banca y en el empobrecimiento de los ciudadanos de la Europa del Sur.  
            A escala global, la Gran Recesión está teniendo también unas consecuencias profundamente negativas de pobreza y conflicto a cuyo análisis dedica nuestro historiador  un excelente capítulo de su libro que nos proporciona en unas pocas páginas una reveladora radiografía de la actual situación mundial. Del mismo modo, la crisis social en marcha ha originado un conjunto de nuevos movimientos de resistencia y de   protesta contra sus perversas consecuencias con cuyo estudio cierra Fontana su obra. Algunos de esos movimientos como  los de los Indignados, Occupy  Wall Street  son más conocidos por desarrollarse en el centro del sistema y otros menos por hacerlo en la periferia como los de  de los estudiantes chilenos y Vía Campesina. Quizás, porque el de los Indignados es mejor conocido entre nosotros, Fontana  pone el énfasis, sobre todo, en el análisis de Occupy, del que hace un detallado análisis de su desarrollo, significado,  limitaciones y posibilidades
             En fin, no es extraño que este libro ocupe ya un lugar preferente en  muchas de las listas de libros más leídos. Es el justo reconocimiento no sólo de la sabiduría historiográfica de su autor,  sino también, sobre todo, de algo que hoy echamos tanto de  de menos, su coherencia ideológica  y honestidad intelectual.
 ( Publicado en el suplemento cultural de La Nueva España, de Oviedo)             


sábado, 24 de enero de 2015

¡ES LA ECONOMÍA, INDIGNADOS1

 ¡ES LA ECONOMÍA, INDIGNADOS!

                                                     Julio Antonio Vaquero Iglesias


Stephane Hessel
Cada día que pasa se le hace más difícil a este capitalismo financiero que sufrimos mantener la cohesión social y contener las protestas. Y cada vez  más frecuentemente se tiene que recurrir a la represión para acallarlas. Basta recordar la dureza empleada por el Gobierno conservador de Cameron en la represión de los autores de los últimos sucesos traumáticos ocurridos en  Londres y otras ciudades inglesas o la violencia con que comienzan emplearse aquí en España las fuerzas de seguridad contra los manifestantes del 15 M. Sin duda, el rey comienza a ser visto desnudo cada día  por mayor número de ciudadanos sufrientes. Sin embargo,  el discurso hegemónico (en el sentido gramsciano) que ha legitimado durante estas últimas décadas este capitalismo senil sigue todavía vigente y los defensores de la teocracia de los mercados continúan utilizándolo como instrumento de justificación del sistema neoliberal. Se trata de salir de la crisis económica aplicando medidas propias del capitalismo neoliberal, esto es, algo así como si se tratase de salvar a un  moribundo envenenado, aumentando las dosis de veneno que le ha llevado a esa situación fatal. Y eso exige, claro está, reforzar aún más la teoría neoliberal que sustenta  tales prácticas La razón no está desde luego en un error de diagnóstico, sino en tratar de mantener hasta el final - o. incluso, aumentar- a través de las prácticas especulativas los desproporcionados beneficios que este capitalismo salvaje da a una minoría, haciendo que las consecuencias de la crisis las paguen los sectores más débiles de la sociedad, precisamente aquellos que ni se han beneficiado ni son responsables de su origen.
            Que todavía ese discurso legitimador sigue en pie y es dominante lo demuestran varios hechos. Las medidas anticrisis nacen y se justifican desde el pensamiento y la teoría neoliberal; y las críticas y remedios que proponen los sectores que comienzan a no aceptar esta situación y  protestan contra ella, no van directamente ni radicalmente  al núcleo del problema que son los fundamentos del sistema neoliberal. Basta para demostrar lo primero las reformas  que proponen los gobiernos y los organismos económicos multilaterales para tratar de salir de la crisis (la última, en España, la del proyecto de reforma constitucional para controlar el déficit). De lo segundo es prueba palpable las críticas y medidas que proponen los “indignados” del  15- M.  Enfatizan estos últimos (“le llaman democracia y no lo es”) más las reformas políticas de la democracia demediada que vivimos en España y la justa necesidad de una verdadera democracia participativa, que los cambios estructurales del sistema o el remedio a las disfunciones básicas  del capitalismo neoliberal.
         Manifiesto de economistas aterrados (Editorial Pasos Perdidos/Ediciones Barataria, 2010) que expone de manera pedagógica diez falsas evidencias (y las correspondientes medidas correctas que, según ellos deberían adoptarse)  con las  que el discurso económico neoliberal trata de justificar las medidas anticrisis que nos proponen. Sus  autores son cuatro economistas franceses“aterrados” por la situación económica actual y su contenido ha tenido ya la adhesión de unos 3000 economistas y profesionales.

 No es extraño que entre los textos de cabecera de los “indignados” esté en primer lugar el valiente y ético  panfleto de Stéfane Hessel y otros de la misma naturaleza surgidos de autores españoles. Sin embargo, ha quedado en segundo plano, aunque también haya tenido cierta difusión y aparezca ya en las  listas de los libros más vendidos, otro como
            La crisis financiera y económica ha demostrado, según ellos, que ni los mercados financieros son eficientes para el funcionamiento de la economía ni para la asignación de capital, sino que, al contrario,  se han convertido en fuente continúa  de inestabilidad. No sólo no favorecen el crecimiento económico, como asegura la teoría neoliberal, sino que realmente lo obstaculizan y son el origen de los grandes desequilibrios que estamos padeciendo. Las empresas financiadas por esos mercados buscan como objetivo casi exclusivo el obtener desproporcionados e insostenibles beneficios  para los accionistas y también para los directivos de las empresas que han dejado de ser verdaderos asalariados. Lo que, a la larga, es un obstáculo para  un crecimiento económico regular y saneado. Como tampoco, al contrario de lo que defienden los que sostienen su eficiencia, los mercados  financieros son buenos jueces de la solvencia de los Estados. Las agencias de calificación financiera no son realmente objetivas ni neutrales, sino que proporcionan a los mercados una valoración subjetiva e interesada que contribuye a determinar los tipos de interés de la deuda pública favorables para los operadores y busca alimentar la inestabilidad como fuente de enormes beneficios especulativos
             Asimismo el origen del alza excesiva de la deuda pública no está, como tratan de hacernos creer los políticos y economistas neoliberales, en los gastos indiscriminados por encima de sus posibilidades de los gobiernos en sus “ineficientes” Estados de bienestar, sino en la caída de los ingresos públicos originada como consecuencia de la debilidad del crecimiento económico y de la contrarrevolución fiscal  (bajada sustancial de los impuestos) que los gobiernos han llevado a cabo desde el final del siglo pasado basándose en la aplicación de los principios neoliberales.
Tampoco es cierto, como se apunta en el Manifiesto, que sea un hecho evidente que la única medida para  reducir la deuda pública consista en limitar  los gastos del Estado con un ajuste brutal que suponga desmantelar el Estado de bienestar. No sólo por la  injusticia social que esto supone y  los problemas de cohesión social que originaría, como estamos viendo que esta ocurriendo en el Reino Unido tras los recortes brutales llevados a cabo por el Gobierno conservador de Cameron  (por cierto, el modelo a seguir por Rajoy en España de llegar al poder, según sus propias declaraciones), sino porque esas medidas antisociales no traerían además la solución al problema: la deuda pública  podría seguir creciendo si no se produce el crecimiento económico y el ajuste brutal para reducir esa deuda lo va a obstaculizar. Porque el crecimiento económico  no es independiente de los gastos públicos estables en educación, sanidad, investigación, infraestructuras, esto es, en el mantenimiento y hasta reforzamiento del Estado de bienestar. Es fácil suponer que de llevarse a cabo esos recortes de manera masiva y simultánea en toda la Unión Europea, esa política no sólo no contribuiría a sacarnos de la crisis, sino que nos conduciría de cabeza  hacia  esa recesión que ya aparece amenazante en el horizonte. Y, como en un círculo vicioso, ésta traería aparejada, sin duda,  un incremento de la deuda pública.
            Desde luego que los autores de  este Manifiesto  no han pretendido ofrecer un programa económico cerrado como base para una política económica progresista, sino solamente  exponer a los economistas y. sobre todo, iluminar a sus conciudadanos con las críticas de algunas de las falsas evidencias con que nos bombardean hoy los gobiernos y los “expertos” que se alinean con las políticas neoliberales. En realidad, esas críticas y soluciones lo que dejan entrever es una enmienda a la totalidad de ese capitalismo senil que es disfuncional por injusto y  que cada día que pasa deja más clara  constancia de su inviabilidad para satisfacer las necesidades de la mayoría de las poblaciones. Ésa es la lección que el Movimiento del 15 M debería sacar de la lectura de este Manifiesto. Las medidas y reformas que propongan deberían estar en función de programa máximo enfocado a solucionar el núcleo del problema: buscar y  tratar de implantar  un sistema económico alternativo al neoliberal.  
 (Publicado en Ciltura, suplemento cultural de la La Nueva España, de Oviedo)
 .  

jueves, 15 de enero de 2015

Yo también soy gitano como Leonarda

                            YO TAMBIÉN SOY GITANO COMO LEONARDA
                                                                Julio Antonio Vaquero Iglesias


LA EXCOMUNIÓN DE MIGUEL HIDALGO

ABAD Y QUEIPO: EL OBISPO ASTURIANO QUE EXCOMULGÓ A MIGUEL HIDALGO 
                                                      Julio Antonio Vaquero Iglesias
         
Miguel Hidalgo, el prócer independentista mexicano
  
Fueron varios e importantes los asturianos que intervinieron en el proceso de independencia hispanoamericana, de cuyo inicio se cumple este año el  bicentenario que están conmemorando varios países latinoamericanos. Baste recordar los nombres de José Tomás  Boves (Boves era el segundo apellido de su padre, sus primeros apellidos eran Rodríguez y de la Iglesia y había  nacido en el ovetense barrio del Postigo de Oviedo), el caudillo de los  llaneros, que fue un apoyo decisivo para los realistas frente a los ejércitos independentistas en los llanos venezolanos; el del virrey de Perú José Fernando de  Abascal, nacido también en Oviedo, que logró detener  los primeros movimientos insurgentes en Quito y en Chile. Así como también el del general  Jerónimo Valdés, nacido en Villarín (Somiedo), que participó al mando de las fuerzas realistas en la batalla de Ayacucho (1824), en la que la derrota de los realistas simbolizó el final del Imperio español en la América hispana continental. Pero quizás sea menos conocido el papel del obispo electo de Michoacán, Manuel Abad y Queipo, quien, ni más ni menos, excomulgó al cura y padre de la patria mexicana Miguel Hidalgo y Costilla, el promotor del  denominado “grito de Dolores” (16 de septiembre de 1810) con el que simbólicamente comenzó la primera etapa del proceso de la independencia en el Virreinato de Nueva España.
            Hijo ilegítimo de un noble asturiano, Manuel Abad y Queipo nació en Villapedre (Grandas de Salime) en 1751. Fue a la  Nueva España acompañando al obispo fray Antonio de San Miguel. Concretamente  a Valladolid, actual Morelia, y terminó siendo obispo electo de la diócesis de  Michoacán. De ideología liberal reformista, Abad y Queipo fue crítico con la  actuación de la Corona española en México y  trató de mejorar la situación de los indígenas y las castas. Imbuido de las ideas de Campomanes y Jovellanos, identificó los problemas de la colonia y propuso en sus representaciones a la Corona y en sus cartas pastorales, reformas económicas y sociales influidas por las ideas de los dos ilustrados asturianos  favorables para los novohispanos
Para el obispo asturiano  el problema fundamental de la Nueva España era la gran desigualdad social entre los campesinos (castas e indios) y los españoles ricos, dueños de la tierra. “ En Nueva España- escribió Abad y Queipo--no hay graduaciones o medianos y son todos ricos o miserables, nobles o infames". De alrededor de los 4,5 millones de habitantes  que se calculaba que vivían en la colonia, “los españoles compondrán- escribió- un décimo del total de la población y ellos solos tienen casi toda la propiedad y riquezas del reino". El resto, es decir, los indios y las castas, "son criados, sirvientes o jornaleros de la primera clase". El resultado de esta deplorable desigualdad era un odio manifiesto y un con­flicto de intereses que conducían a "la envidia, el robo, el mal servicio de parte de unos, el desprecio, la usura, la dureza de parte de los otros".
            El eclesiástico asturiano fue uno de los grandes ideólogos contra la Consolidación. Con ese nombre se conoció al decreto impuesto desde la metrópoli en 1804 para consolidar los vales reales y poder así evitar la bancarrota de la Monarquía, lo cual implicaba remitir a la Corona el valor de determinados  bienes raíces eclesiásticos y dinero metálico del que era acreedora la Iglesia americana. Este decreto significaba una desamortización encubierta, pero perjudicaba, sobre todo, a comerciantes, mineros, propietarios que debían devolver a la Iglesia sus créditos para que ésta los reenviase a España. Lo cual suponía un grave lastre para la economía mexicana por la falta de liquidez  y la pérdida de la  capacidad de inversión de los grupos afectados que provocaba. Lo que originó un gran descontento en el virreinato de  Nueva España, que era uno de los territorios coloniales en que la Iglesia debía hacer una aportación mayor. Ese descontento fue precisamente uno de los factores que provocaron el surgimiento del movimiento independentista en el virreinato.
Abad y Queipo fue, de hecho, el autor de uno de los  memoriales- quizás, el mejor fundamentado de todos- contra la Consolidación en nombre de los comerciantes, mineros y propietarios de Valladolid, y esa lucha  la compartió con el cura Miguel Hidalgo, del que era amigo cuando éste era rector  del Colegio de San Nicolás en Valladolid y lo seguiría siendo hasta el inicio del movimiento insurgente que encabezaría Hidalgo en septiembre de 1810 en el pueblo de Dolores. Abad y Queipo, al contrario, no sólo no secundaria la insurgencia, sino que fue, además, un acérrimo enemigo de ella, adoptando una postura totalmente favorable a la Corona que se concretó en su  excomunión del cura mexicano.
     Abad y Queipo había sido nombrado obispo de Michoacán en febrero de 1810 por la Regencia. Pero  como no obtuvo la aprobación papal rigió  su diócesis como obispo electo, pero no consagrado. Desde esa dignidad, el obispo asturiano se convirtió en un ardoroso patriota defensor del Imperio español, enviando a la Regencia advertencias de una posible insurrección general en el virreinato, dado el vacío de poder en España. Los americanos “quisieran  – advertía-  mandar solos y ser propietarios exclusivos del reino” y los indios y las  castas  odiaban a los españoles y seguirían a los criollos en su rebelión, aunque sus intereses fueran diferentes. Pero todo podría derivar – añadía- en una guerra de razas como la que había ocurrido en Santo Domingo. Para evitar el descontento criollo, Abad y Queipo proponía acabar con el monopolio comercial de España, abriendo todos los puertos de la América española a los navíos  extranjeros. Y por si eso no fuera suficiente poner en pie un ejército de unos 20.000 hombres para defender la colonia.
        
El obispo asturiano que excomulgó a Miguel Hidalgo
    El 16 de septiembre de 1810, el cura de Dolores, Miguel Hidalgo se levantó contra el dominio  español al grito de “¡Viva la Virgen de Guadalupe! ¡Viva Fernando VII! ¡ ¡Mueran los gachupines! “. Apoyado por una masa insurgente compuesta  de castas, indios, rancheros, artesanos y mineros del Bajío, atacó Guanajuato con la intención de expulsar a los españoles peninsulares y recuperar los derechos de “la nación mexicana” poniendo sitio a la ciudad y asesinando y saqueando las propiedades de numerosos españoles peninsulares. Posteriormente asaltó Valladolid y Guadalajara a la vez que suprimía la esclavitud, abolía el tributo para indios y mulatos, prohibía el arrendamiento de las tierras comunales indígenas y exigía la expulsión de los gachupines. Derrotado en enero de 1811 por las tropas realistas del entonces brigadier y después virrey  Félix María Calleja, Hidalgo fue juzgado y pasado por las armas. Pero la insurgencia continuó en el sur de la colonia con más fuerza y un fundamentado programa político, dirigida ahora  por otro sacerdote ,  José María  Morelos.
       A los pocos días de la proclama de Hidalgo, Abad y Queipo emitió un edicto  en el que combatía la insurgencia, defendiendo a los españoles peninsulares de las acusaciones de Hidalgo y reconociendo el derecho de España a gobernar América por “ la especial providencia de Dios en la elección de los espa­ñoles para convertir y civilizar a tantos pueblos idólatras y bárbaros”.A la vez que excomulgaba al cura Hidalgo y a sus principales seguidores por no haber respetado la inmunidad eclesiástica al detener y llevar a prisión a algunos miembros del clero.
            El edicto de Abad y Queipo se expresaba en estos términos:”Un sacerdote de Jesucristo […] el Cura de Dolores don Miguel Hidalgo, levantó el estandarte de la rebelión y encendió la tea de la discordia y la anarquía, y seduciendo a una porción de labradores inocentes, les hizo tomar las armas…En este concepto, y usando de la autoridad que ejerzo como Obispo electo y Gobernador de esta Mitra, declaro que el referido D. Miguel Hidalgo, Cura de Dolores y sus secuaces […] son perturbadores del orden público, seductores del pueblo, sacrílegos y perjuros, y que han incurrido en la excomunión mayor del canon* Siquis Suadente Diabolo […] Los declaro excomulgados vitandos, prohibiendo, como prohíbo, el que ninguno les dé socorro, auxilio y favor, bajo pena de excomunión ipso facto incurrenda”.
            La anterior excomunión fue ratificada por otros obispos de Nueva España e, incluso, dada su condición de obispo no consagrado, el arzobispo de México, Francisco Javier Lizana expidió un edicto en octubre de 1810 en el que declaraba que la excomunión de Hidalgo por el obispo electo Abad y Queipo era válida y de acuerdo con los cánones.
            Además como el derecho canónico de la época prohibía quitar la vida a un sacerdote, fue necesario antes del fusilamiento de Hidalgo en Chihuahua el 31 de julio de 1821 proceder a su degradación sacerdotal en una ceremonia en  la que se le arrancó la sotana y el alzacuello, se le raspó con un cuchillo la piel de la cabeza, las palmas de las manos y las yemas de sus dedos y se cortó parte de su cabello para despojarle del orden sacerdotal. 
            Por su parte,  a la vuelta de Fernando VII en 1814 como rey absoluto, Abad y Queipo regresó a España, donde aquél le llegó a nombrar Secretario de Estado y del Despacho Universal de Gracia y Justicia de España y de Indias, esto es ministro.  Pero sólo por unos pocos días, porque fue acusado y confinado por denuncia de la Inquisición por su liberalismo y su antigua amistad con Hidalgo. Durante el Trienio Liberal fue miembro de la Junta de Madrid y diputado en Cortes por Asturias por unos meses. Detenido por liberal en la Década absolutista, fue condenado a seis años de confinamiento en el monasterio de Santa María de la Sisla (Toledo) donde falleció de enfermedad en 1825.
(Publicado en  La Nueva España, de Oviedo)

              


miércoles, 7 de enero de 2015

La factoría neoconservadora

`                              LA FACTORÍA NEOCONSERVADORA
                                                 
                                                  JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS



 Una disección de cómo han conseguido alcanzar los neocons la hegemonía ideológica en Estados Unidos                                                     
         Como es bien conocido, Susan George, de origen norteamericano y nacionalidad francesa, es una  de las intelectuales que más se han destacado en el análisis crítico de  del  neoliberalismo desde la doble perspectiva económica- social e ideológica. Y esa crítica la ha realizado tanto en su labor como dirigente de la organización antiglobalizadora ATTAC como  escritora  empeñada en la tarea de divulgar  qué es y cómo ejerce su domino global el capitalismo neoliberal. Su obra “El Informe Lugano”,  escrita en clave de ficción y con ese objetivo, alcanzó una gran difusión y se ha convertido con el tiempo en un clásico  de la ya extensa literatura antiglobalizadora.
Esa misma orientación y  finalidad presenta su último libro, El pensamiento secuestrado. Dedicado, en este caso,  a la disección y divulgación  de cuáles han sido los procedimientos por los que la derecha neoconservadora norteamericana- los neocons- ha conseguido alcanzar el poder político y social en ese país y poner en práctica su doctrina. La tesis de .la George es que, desde hace cincuenta años, la derecha norteamericana ha seguido  un premeditado y perfectamente calculado plan, para conseguir la hegemonía cultural, en el sentido gramsciano de la expresión, dentro de la sociedad americana. Esa “larga marcha”, generosamente financiada por determinados sectores empresariales y otras instituciones civiles y religiosas, ha cosechado un verdadero éxito, consiguiendo “fabricar” o“colonizar” el “sentido común” de la mayoría de la sociedad norteamericana.
Analiza la autora  las raíces y el contenido de ese pensamiento neoliberal que se ha convertido en la ideología dominante en Estados Unidos. Ideología que, a través de su poderosa influencia política, económica y cultural, ese país ha logrado difundir o imponer  en gran parte del mundo, penetrando las prácticas de las grandes instituciones supraestatales que gestionan el capitalismo global. La doctrina neoliberal  hunde sus raíces en el pensamiento neoliberal de Hayeck y sus epígonos, pero añade, a los postulados económicos del éstos, basados en el principio de la soberanía del mercado, la conversión de los ciudadanos en consumidores y el Estado mínimo, otro  componente ideológico procedente de la Derecha religiosa que lo impregna  de un tono claramente fundamentalista.
Ese fundamentalismo pone el énfasis en valores morales profundamente conservadores, de raíz antiilustrada. Son las llamadas “políticas del cuerpo” que defienden rígidos comportamientos en cuestiones de sexo, familia y sociedad, además del control desde esos valores de la enseñanza, la medicina y el conocimiento científico. Lo que se traduce tanto en su decidida beligerancia antigay, antiabortista, como en su oposición a la investigación con células madre, la pretensión de la extensión   de la pena de muerte y la defensa a ultranza del modelo tradicional de familia, entre otras prohibiciones, censuras y actitudes. Además del  unilateralismo y la política expansionista, en política exterior.            
Una de las aportaciones más novedosas del libro  consiste en que, desde esa tesis, la autora se dedica a sacar a la luz , más que la red, la galaxia de instituciones con la que esa derecha ha conseguido su hegemonía ideológica. Multitud de centros de estudio., investigación, fundaciones, departamentos universitarios, todos ellos  generosamente financiados a largo plazo y con unos márgenes de amplia libertad de movimientos, han conseguido elaborar y difundir e imponer en la  sociedad civil ese pensamiento neoconservador a través de una inextricable y concentrada red de organizaciones de masas e imperios de comunicación propios o controlados.
Detrás de esa espectacular operación ideológica está una  coalición de unos concretas instituciones, sectores sociales y empresariales: el mundo financiero de Wall Street, las grandes empresas del sector de la energía e importantes empresas multinacionales, el Complejo Militar-Industrial, los Centros de Estudios Extremistas del Mercado y la organización de comunicación, el Eje Rush Limbaugh. Pero el auténtico  cemento aglutinador de esa ideología, y que ha jugado un papel decisivo como fermento  de su difusión y éxito, ha sido la Derecha religiosa estadounidense, con los cristianos evangélicos y los católicos tradicionalistas a la cabeza. El análisis sociológico de quiénes son los componentes de esa Derecha religiosa, cuáles son lideres y las instituciones y organizaciones que encuadran sus diferentes grupo,  y cuál ha sido la estrategia que han venido adoptando con éxito para controlar el aparato del Estado norteamericano en el marco de un planteamiento decididamente teocrático, constituye, sin duda, otro de los  núcleos temáticos de mayor novedad e interés de este libro.
 Estamos, pues, ante una obra reveladora para comprender el actual escenario político de Estados Unidos. Partiendo de esa hegemonía ideológica y del supuesto de que los planeamientos neoliberales “laicos” también están difundidos entre amplios sectores del Partido Demócrata, la autora pronostica que, sean los republicanos o los demócratas los vencedores de las actuales elecciones presidenciales, pocos cambios sustanciales cabe esperar de su resultado. También su lectura en clave doméstica es muy significativa. No sólo nos permite entender mejor el significado último que tiene esa deriva política de “nuestra” derecha religiosa y su “contubernio” con el ala derecha del Partido Popular. Sino también las limitaciones del centrismo de su inmolado líder  Gallardón. Y hasta su lectura a mi personalmente me trae, lo confieso, una profunda nostalgia de las  encíclicas de Juan XXIII.  








                                                           

viernes, 2 de enero de 2015

REPÚBLICAS SIN CIUDADANOS

                REPÚBLICAS SIN CIUDADANOS      
                                                JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS

Sin duda, las conmemoraciones de los grandes acontecimientos históricos suelen aportar  un ambivalente fruto historiográfico. Siempre están imbuidas de un presentismo legitimador de la realidad política presente que deforma la  historia, pero también, frecuentemente, suelen ser la ocasión idónea para  cierto revisionismo historiográfico positivo que permite avanzar en el conocimiento histórico.
La conmemoración del bicentenario de la independencia de la América hispana que estamos festejando  este  año es una buena prueba de ello. Por una parte, los ecos de los  tópicos que las historias nacionales de los estados hispanoamericanos acuñaron desde la segunda mitad del siglo XIX siguen resonando en los discursos de  las celebraciones. Pero también, a su vez, la mencionada conmemoración está propiciando la aparición de trabajos históricos que contribuyen a desmitificar, desde diferentes  perspectivas teóricas e ideológicas, los relatos que nos contaron aquellas historias nacionales. Es el caso de  este ensayo de Rafael Rojas, Las repúblicas del aire. Utopía y desencanto en la revolución de Hispanoamérica  (Taurus, 2010), merecedor del Primer Premio Internacional de Ensayo Isabel Polanco.
      Rojas reconstruye en este ensayo la historia intelectual del primer republicanismo hispanoamericano, esto es, el que  abarca la segunda y tercera década del siglo XIX y se solapa con el propio proceso de emancipación, pues, la guerra de independencia  hispanoamericana no fue sólo un conflicto bélico, sino un proceso de gran complejidad que implicó también un cambio político ( de imperio a república), además de  una rebelión popular (la de las clases subalternas contra los realistas, pero también, en ocasiones, la de aquéllas  contra los  propios criollos).

            Ese primer republicanismo hispanoamericano poco o nada  tuvo que ver con el del liberalismo romántico y nacionalista posterior que construyó los estados nacionales en la región. Este último daba por supuesto que la nación (la nación cultural, claro es) ya existía antes del proceso emancipador y la “inventó”  como el  sujeto agente del nacimiento y encarnamiento republicanos en la América Hispana. Pero Rojas demuestra  en su libro, con cierta solvencia, que esto no fue así.
 A través del análisis de la vida y las ideas de ocho destacados intelectuales y políticos que, tras la emancipación, participaron  en la construcción  y gobierno de de las repúblicas nacientes (los caraqueños Simón Bolívar y Andrés Bello ,los mexicanos fray Servando Teresa de Mier y Lorenzo de Zavala, los cubanos Félix Varela y José María Heredia, el peruano Manuel Lorenzo de Vidaurre y el guayaquileño Vicente Rocafuerte)-, el historiador cubano  reconstruye en su ensayo  las  fuentes doctrinales en que se basó aquel  primer republicanismo y prueba fehacientemente que los políticos e intelectuales que le dieron vida intelectual y política, nunca le atribuyeron un fundamento nacional étnico y cultural. Lo pensaron siempre como una forma americana de republicanismo cívico de clara inspiración clásica e ilustrada. E, incluso, cayeron en la falsa utopía de considerar aquellas repúblicas (que deberían unirse en una confederación hispanoamericana) como un probable instrumento regenerador de una ciudadanía manifiestamente mejorable, cuando en la realidad, tal ciudadanía no existía. Esto es, trataron de  hacer realidad lo imposible: construir repúblicas sin ciudadanos
A la altura de 1830, las guerras civiles, las desigualdades sociales, las luchas locales, las tropelías de los caudillos que asolaban la región ya habían conseguido  que aquel  primer republicanismo comenzase a  renegar de sus  utopías, y  sus actores intelectuales y políticos despertasen bruscamente  de sus sueños. De ahí el desencanto y el pesimismo que los inundó y traslucen  expresiones tales  como la de “repúblicas de aire”  (Simón Bolivar ) con que ha titulado Rojas su libro, o la de  “naciones de veletas” que  escribió   fray  Servando Teresa de Mier refiriéndose a la inestabilidad política endémica que padecieron aquellas repúblicas;  de ahí, también, la deriva cesarista del último  Bolívar al pretender para sí, renunciando a su ideales republicanos, una ilimitada concentración de poder  personal.

 Sin duda, esta historia intelectual acerca del primer republicanismo hispanoamericano es manifiestamente superior a los relatos de próceres y gestas, de buenos y malos, que nos ha contado  (y nos seguirán, sin duda, contando, con un barniz  renovado, durante esta  conmemoración bicentenaria) las historias nacionales. Aunque  también tenga sus limitaciones y no dé respuesta a algunas  preguntas fundamentales que sólo  puede contestar (en mi humilde opinión)  la historia social.
(PUBLICADO EN CULTURA, SUPLEMENTO CULTURAL DE  lA NUEVA ESPAÑA DE OVIEDO)