jueves, 25 de febrero de 2021

    


 

 

      CONCHITA QUIRÓS, UNA LIBRERA MODÉLICA

                                          JULIO ANTONIO VAQUERO

   A todos los que amamos los libros, el fallecimiento de Conchita Quirós nos  ha causado una profunda tristeza porque siempre hemos valorado  a quien como era  su caso ha dedicado su vida a la difusión  de los libros y de la cultura. Más que un negocio de compraventa de libros, su concepción de lo que debía ser una librería iba mucho allá. Consideraba que una librería debía de ser un centro  de difusión de conocimiento, del saber, de toda la riqueza y sensibilidad y humanismo que recogen y guardan las páginas de los libros  de sus estanterías.

      Esa concepción de su misión como librera hizo de su establecimiento una verdadera institución cultural no sólo en Oviedo, sino en toda Asturias y en cierta medida en toda España.

    Uno asistía en su librería a  la presentación   de los últimos libros que se publicaban no sólo en  la región, sino en el resto de España. Y allí podía también conocer a sus autores y conversar r con ellos de todo lo divino y lo humano. Del mismo modo que  también se desarrollaban, sin que hubiera libro de por medio, conversaciones o actos culturales con destacados autores de fama nacional e internacional en los que aquéllos  exponían  el fundamento, planteamientos y contenido de su obra literaria o intelectual. 

  Pero también  su establecimiento  organizó, alentó  y convocó  premios literarios o de contenido humanístico para estimular la producción literaria y cultural de la región. A la vez que siempre su librería  apoyó y  promocionó con generosidad los libros y los autores  que se lo pedían.

  La mayoría de los  que hemos tenido  alguna actividad cultural en nuestra región, fuese ésta importante o  humilde como es mi caso, hemos sido siempre recibidos  con los brazos abiertos y el apoyo sincero por parte  de nuestra librera. En su local, por ejemplo, presenté mi tesis doctoral, se difundieron algunos de los  libros que he publicado y asistí a la presentación de los de otros  colegas y compañeros. Y todos  siempre hemos sentido el calor y el apoyo con que nos trataba Conchita y su librería.

  Desgraciadamente, ahora cuando esa clase librerías y de libreros  están en franca retirada con el apogeo de la distribución de los libros por  los grandes centros de distribución y venta de libros  y los procedimientos telemáticos, muchos añoramos las clásicas librerías en las que los empleados conocen y comentan los libros que venden y son  a la vez establecimientos, como era el caso del que regentaba nuestra  recién fallecida librera, auténticos difusores y creadores  de cultura.   

( PUBLICADO EN LAS PÁGINAS DE OPINIÓN DE LA NUEVA ESPAÑA, DE OVIEDO)   

jueves, 11 de febrero de 2021

 

Azaña. Los que le llamábamos don Manuel

 Josefina Carabias

 Seix  Barral 2021

 

 

            BIOGRAFÍA TESTIMONIAL DE AZAÑA

   Una reivindicación del hombre                      

    JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS

 Azaña, los que le llamábamos don Manuel”  de Josefina Carababias  es una reedición de  un libro  publicado en 1980 por una de las pioneras del periodismo  femenino  en España (uno,  que ya peina canas, todavía recuerda con admiración sus crónicas periodísticas en el diario  Ya durante la dictadura) cuya semblanza traza con maestría Elvira Lindo en el prólogo de esta reedición. Carabias no llegó a ver publicada su obra porque falleció ese mismo año antes de que viese la luz.

  No estamos ante una biografía académica más del que fue ministro, jefe de Gobierno y presidente de la II República ( entre las que hay que destacar, sin duda, Vida y tiempo de Manuel Azaña  del fallecido y recordado Santos Juliá)  sino una biografía testimonial que relata con detalle y viveza  la relación y los encuentros de nuestra autora con don Manuel a lo largo de aquellos diez años  en los que se desarrolló su ascenso, caída y resurrección política a los que puso final el trágico desenlace de la guerra civil para los republicanos y con él su muerte en el exilio francés.

   Josefina Carabias  conoció a Azaña en el Ateneo de Madrid donde  con otros jóvenes ateneístas  de su generación promovió su candidatura a la presidencia de  aquella institución cultural en cuyos salones se creó  y actuó  el llamado Comité Revolucionario que trajo la II República y del que fue miembro destacado don Manuel. De esa relación nació entre la periodista y el político republicano   una amistad que se mantuvo a lo largo de aquellos diez años que fueron el tiempo político de la vida de Azaña. Y lo hace, con  el detalle, realismo y brillantez de la excelente periodista que era, poniéndolo no sólo en el contexto de la dura y variada peripecia de la vida política de Azaña, sino también en el marco de la vida cotidiana y la sociedad del Madrid de esos trágicos y decisivos años, de las cuales nos aporta un brillante y significativo espejo

  La finalidad del libro de Carabias es poner de relieve que la teoría de los dos Azañas que defendió Miguel Maura y difundieron sus enemigos políticos que fueron legión no se corresponde con la realidad de la personalidad de nuestro político. No hubo un Azaña estadista, excelente parlamentario e intelectual brillante y un Azaña hosco, duro, intratable, enemigo acérrimo de los periodistas (“yo sólo hablo para la Gaceta” esto es, el Boletín Oficial” llegó a decir), de actitudes autoritarias derivadas de su complejo de superioridad intelectual, de difícil trato con sus colegas políticos,  incluidos muchos de los de su propio partido.

      El Azaña con el que tuvo relación Carabias fue, además del gran político que todos, amigos y enemigos, han reconocido, una persona con sentido del humor, irónico, afable en las distancias cortas y siempre amigo de sus amigos, además de un hombre sensible, como probaba su afición por el arte y la decoración y su  afición  por los paisajes naturales  y el   desmedido amor que demostraba  por su mujer.

 Si hay un episodio por excelencia que contribuyó a difundir esos aspectos negativos de la personalidad de Azaña y que sus enemigos utilizaron a fondo para destacar  su frialdad, su actitud despótica y escasa sensibilidad humanitaria fue, sin duda, el de la represión  contra los campesinos anarquistas de Casas Viejas. La ambigüedad de sus palabras en el Congreso sobre aquel trágico suceso le pasó factura: “En Casas Viejas no ha pasado nada más que lo que tenía que pasar”. Pero la autora le defiende precisando que “lo de los tiros a la barriga” que se le atribuyó no lo dijo nunca Azaña y que por otra parte  mostró respeto y  apoyó a su ministro de la Gobernación y no descargó su responsabilidad en él pidiéndole la dimisión.

   Desde luego, la reedición de este libro nos parece oportuna para ponerlo a la disposición de los lectores que no tuvieron la ocasión  de  leerlo en la edición original, dada la actualidad que hoy sigue teniendo la figura y el pensamiento  de don Manuel.