lunes, 23 de marzo de 2020


        






  GEOPOLÍTICA DEL CORONAVIRUS
                 JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
La pandemia del coronavirus está originando profundos cambios en las relaciones multilaterales y en el orden mundial  o bien sacando a flote situaciones que hasta ahora se mantenían semiocultas en cierto equilibrio inestable o bien han producido por su reacción ante la pandemia  reforzamientos o hundimientos en la relación entre las  potencias hegemónicas del orden mundial, amén de poner en evidencia las contradicciones  ocultas entre  la globalización económica y el orden político mundial. Sin duda, el orden político mundial que surja de la pandemia va a ser muy diferente de la situación anterior a la difusión mundial del coronavirus.
  La primera realidad que ha puesto en evidencia y en cierta manera ha profundizado  la pandemia actual es la debilidad estructural de  la Unión Europea. Las reacciones  particulares de cada Estado miembro ante la pandemia y no la colectiva y común que sería esperable de la Unión  a través de sus instituciones comunes, han dejado al desnudo la realidad de una unión política que ha estado basada más en los intereses económicos de la unión supraestatal, la bien denominada “Europa de los mercaderes” que una unión basada y dirigida al objetivo de una unión de ciudadanos que ponga como principal objetivo la defensa y el desarrollo de los derechos humanos y sociales de todos sus miembros.
Las diferentes  respuestas estatales de los estados miembros de la Unión, la falta de un plan común de respuesta en los diversos  estados o la ausencia de un sistema  de ayudas serio por parte de las instituciones europeas  para aquellos países como Italia y España que están sufriendo con mayor virulencia (nunca mejor dicho) las arremetidas de la epidemia, es la demostración de la escasa unión y cohesión interna  que padece la entidad supraestatal. ¿Dará respuesta adecuada y suficiente  a los peligros de la amenazante crisis económica que la pandemia cierne sobre todos nosotros? Quizás en este aspecto la naturaleza predominantemente económica de la Europa unida ponga más interés en tomar medidas. Pero en los aspectos sociales y, en concreto, en  la de satisfacer las necesidades de los estratos más débiles de la sociedad europea es difícil pensar que ponga toda la carne en el asador. Desde luego, la Unión Europa se juega mucho en esta coyuntura. Sin duda, su propia existencia está en peligro en el mundo que surja tras la pandemia del coronavirus.  
 El otro aspecto geopolítico que emerge de esta situación es, sin duda, el poder hegemónico de China en el nuevo mapa geopolítico. La rapidez, eficacia organizativa,  capacidad tecnológica que ha demostrado para paliar en un corto espacio de tiempo a la amenaza de la pandemia (más allá de los aspectos autoritarios de su régimen político que, sin duda, también han contribuido a ello. Además de su diferente cultura comunitaria y colectiva, totalmente ajena al individualismo predominante que el neoliberalismo ha inyectado en las sociedades occidentales) la están convirtiendo en la potencia dominante a nivel mundial.
 Sobre todo, cuando la otra potencia mundial, el   Estados Unidos de Trump ha reaccionado  tarde y mal a esta nueva coyuntura crítica mundial. El presidente norteamericano ha respondido como un boxeador noqueado y tendido en la lona manifestando su estulticia habitual como llamar al virus epidémico “virus extranjero” y  retrasando sensiblemente la adopción de medidas drásticas contra la epidemia. Mientras que  China  apoya con médicos y envía ayuda de instrumentos médicos escasos  a los países de la Unión Europea y otros países comportándose como una verdadera potencia hegemónica.
       El tercer aspecto geopolítico que ha puesto de relieve la actual situación apocalíptica que vivimos es la contradicción flagrante en que se está desarrollando el orden mundial. Mientras la globalización económica uniformiza y crea problemas de escala mundial, el orden político  sólo les  responde desde la perspectiva de los estados-nación sin que haya los organismo supraestatales adecuados para poder responder a esos problemas con una óptica y una escala verdaderamente mundial. Las Naciones Unidas no son sino  una institución obsoleta  compuesta a base estados-nación que dominan y controlan sus acciones como el resto de los organismo multilaterales que existen en la actualidad.
 La pandemia actual ha puesto, sin duda, ante nuestros ojos de manera meridana esa flagrante contradicción de nuestro mundo actual. Opción ésta de una gobernanza global de difícil solución cuando se está dando la paradoja de que la globalización económica está originando como rechazo a sus consecuencias un repunte de los movimientos del nacionalismo identitario  en numerosos puntos del mapa mundial.
 Sin duda,  el  mundo y la geopolítica que surja de esta crisis epidémica van a ser muy diferentes de los actuales

sábado, 14 de marzo de 2020

BUITRES



                      



                        




                                    BUITRES
                                       JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
    La pandemia (no, la pandemia “global” como he escuchado recientemente repetir insistentemente a un  presentador en  una emisora de televisión) del coronavirus parece que está sacando a flote algunos de nuestros peores instintos como especie, azuzados por un miedo cerval e irracional que dice poco ( o nada) de nuestro bagaje civilizatorio. Por una parte, como estamos viendo en España, un importante sector de “ciudadanos” se está dedicando a  comprar compulsivamente excedentes de alimentos sin tener en cuenta las necesidades de los demás personas y con escasas razones objetivas y razonables, aunque sí  con una fundamental que es la del miedo incontrolado e irracional para prepararse  bien  para una cuarentena general o bien para sobrevivir en una imaginaria catástrofe universal , quién sabe, como las que nos cuentan las distopías  que nos relatan la literatura  y el cine ( y, por cierto, obligando en cierta manera a los demás a caer en tan aberrante práctica). Lo que se demuestra con ese  “ sálvese quien pueda ”o es  sólo ( con ser ya bastante) la falta de solidaridad humana que campa por estos pagos, sino también la ausencia de los mínimos cimientos  de educación cívica que nuestro sistema educativo ha logrado imbuir entre un importante sector de  nuestros compatriotas.
  Pero, además de este espectáculo bochornoso al que estamos asistiendo que  parece ser sólo ( ya es bastante) un efecto del miedo irracional y el comportamiento insolidario de muchos y que cuando pase la ola epidémica los abochornará  y será sin duda objeto de estudio por sociólogos y psicólogos sociales, lo que estamos viendo volver aparecer entre nosotros en gran número ( haber siempre los ha habido, baste recordar los intereses de usura que cobran los bancos por nuestros descubiertos bancarios; en realidad no es ni más ni menos que una excrecencia del sistema económico en el que vivimos para el que la ganancia a toda costa y sea como sea es lo propio y adecuado) son los “buitres carroñeros” que han vuelto a pulular por nuestro cielo aprovechándose  de las circunstancias angustiosas que está creando esta crisis global que  está fomentando la epidemia del coronavirus.
  Los “buitres carroñeros” vuelan otra vez aprovechándose del miedo  y las escaseces y necesidades, en algunos casos imaginarias –como hemos dicho- que la actual epidemia está originando de determinados productos entre amplios sectores de nuestra población. Aunque bien sé que una anécdota no hace categoría, también, a veces, sí  es ilustrativa  de ella. Me la contó estos días un amigo. En una conversación con una tendera de Oviedo, le decía ésta que nunca, ni siquiera en la navidades pasadas, había  vendido tanto como estos días de atrás y que sus ganancias habían sido además tan sustanciosas porque, además, vendió sus productos a precios más elevados que los meses anteriores y que lo que trataba era hacer un aprovisionamiento abundante de papel higiénico, porque lo vendería todo y al precio que pusiese. Aquél iba a ser el negocio de su vida. Así tal cual.
Esta anécdota no sería ilustrativa de una categoría si no reflejase en cierto modo lo que está pasando con otros muchos productos que han aumentado de manera desorbitada su precio, no su valor, desde luego, como diría Machado, por su la escasez y la dificultad de adquirirlos y que cuando se logran encontrar se venden a precios muy por encima de los anteriores. Vaya usted sino a comprar un termómetro y compare su precio con el del  anterior que ha tenido. O inténtelo con los líquidos para la higiene de las  manos y verá usted que ocurre una cosa similar. Lo mismo pasa con las mascarillas. Y qué decirle si usted quiere hacer un test en un hospital privado para saber si está infectado o no del coronavirus. De un costo real de unas decenas de euros que cuesta tal análisis tendrá usted que pasar a pagar varios cientos de euros. Sin duda, los de siempre, sean,  en primer lugar y sobre todo, las grandes corporaciones farmacéuticas y los negociantes de la sanidad privada o los simples tenderos ( desde luego sólo algunos y no la mayoría cuya honradez está fuera de toda duda) comportándose como auténticos “buitres de rapiña” están aprovechando las situaciones reales o creadas de necesidad para hacer su agosto en esta primavera de coronavirus.
  Que esto es una realidad y un problema, lo demuestra una de las medidas que está dispuesto a tomar el actual gobierno para acabar con tales abusos (y que, por cierto, debería ya haber arbitrado): fijar el precio de tales  productos y procurar que se produzca el suficiente  abastecimiento de los mismos para acabar con tales abusos. Esperemos que así sea. ¡Ah, y que, dado lo visto, en la nueva ley de educación que va a iniciar su trayecto parlamentario, la educación en valores cívicos y humanos sea una parte esencial del currículo. A ver si en la próxima epidemia que, sin duda, llegará, las nuevas generaciones nos miren a nosotros como contraejemplo para enfrentarse a ella.       
     (PUBLICADO EN LAS PÁGINAS DE OPINIÓN DE LA NUEVA ESPAÑA, DE OVIEDO)                                   

jueves, 5 de marzo de 2020



            








          DESGRAVIO A MIGUEL HERNÁNDEZ
                                     JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
 Todos lo sabemos. Pero desgraciadamente es necesario volver a recordarlo. Miguel Hernández, el poeta de Orihuela, cabrero de origen y siempre hijo del pueblo,  luchó, como no podía ser de otra manera, en nuestra guerra civil en el bando republicano y alentó con sus versos sus legítimas razones. Tras la derrota y tras un largo y penoso peregrinaje por un rosario de cárceles fue condenado a  pena de muerte conmutada posteriormente por la de 30 años de reclusión por uno de aquellos  tribunales militares  de dudosa legalidad que constituyó el franquismo no para hacer justicia, sino para llevar a cabo una represión sistemática de los vencidos,. Y en la enfermería de la prisión  de Alicante  falleció el poeta consumido por la tuberculosis el día 28 de marzo de 1942, sin que nadie de los presentes en su muerte pudiera cerrar sus ojos.
  Como no podía ser de otra manera en una dictadura de gran dureza represiva como fue la franquista, su voz poética fue silenciada durante aquella “longa noite de pedra” (Celso Emilio Ferreiro dixit) que fue aquella etapa y sólo en los sesenta a través de nuestros cantautores  se oyeron sus versos como elemento de oposición al régimen dictatorial. Llegada la democracia, la excelente obra poética de Miguel Hernández pudo conocerse a fondo y valorarse positivamente  entre el público en general, más allá del conocimiento que determinados sectores ilustrados tenían  ya de ella. 
  Pues bien: resulta que  ahora  el Ayuntamiento de Madrid, con mayoría de la derecha, ultraderecha y los liberales de Ciudadanos, a través de su alcalde, el señor Almeida, está llevando a cabo  una  operación de  “resignificación” del memorial  del cementerio de la Almudena que había proyectado la anterior corporación  municipal presidida por Manuela Carmena y que estaba en fase de construcción. En el nuevo monumento  no sólo se han borrado los nombres de los 3000 asesinados por los tribunales franquistas entre 1939 y 1944 en Madrid, sino que, además, se han eliminado los doce versos grabados en la primera placa que había diseñado el autor del memorial  y que estaban en coherencia con su simbolismo de conjunto. 
Esos doce versos  eran los correspondientes a su poema “El herido” de su libro El hombre acecha” (1938- 39). Son aquellos versos que cantó  Serrat  y otros cantautores  y  acaban así: Retoñarán  aladas  de savia sin otoño/ reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida./Porque soy como el árbol talado que retoño/ porque aún tengo vida /.
   El alcalde de Madrid, quien, por cierto ya nos tiene acostumbrados a sus polémicas declaraciones que no suelen ser tales sino exabruptos que demuestran su escaso nivel intelectual y su ideología neofranquista, justifica   la retirada de los versos de Miguel Hernández  y los nombres de los tres mil ajusticiados del memorial con la excusa de que ni los versos ni los nombres de aquellos  responden al “espíritu de la transición”. Para él  de lo que se trata con esa eliminación de los versos de Miguel Hernández no es sino el objetivo de  dar una “resignificación” distinta al contenido del memorial inicial. Pero es fácil entender que lo que realmente se ha pretendido con ello es hacer desaparecer  los versos de aquel poeta de corazón limpio y mirada serena siempre preocupado por los de abajo,  que  se utilizaron  para oponerse y luchar contra  una  dictadura que pretendió  no sólo eliminar de raíz a sus oponentes una vez terminada la guerra, sino construir un régimen sin libertades y sin reconocimiento de los  derechos humanos fundamentales.
 Como demostración de lo anterior, basta con escuchar algunas de sus declaraciones con motivo de la polémica desatada por  su intención de cambiar el sentido del memorial de la Almudena: “A veces decimos resignificar, pero en realidad queremos borrarlo porque durante el franquismo no pasó nada, son fake news de los rojos. Sólo hubo bienestar económico y oportunidades”. O aquellas otras que demuestran su ( el de él y sus correligionarios, incluidos los concejales “liberales” de Ciudadanos) elevada sensibilidad y nivel cultural: ”Además en el consistorio no nos gusta la poesía, porque expresa emociones  y las emociones dan problemas”. Así tal cual.
 En realidad, estas humildes palabras de desagravio de Miguel Hernández, de su vida y su obra que van inextricablemente unidas, sé  que no son necesarias. Porque sus versos “para la libertad”   y su actitud vital en defensa de la igualdad entre los seres humanos siempre estarán vivos porque “retoñarán aladas de savia sin otoño”, generación tras generación, entre muchos de  nosotros.
(publicado en las páginas de Opinión de La Nueva España, de Oviedo)