sábado, 14 de marzo de 2020

BUITRES



                      



                        




                                    BUITRES
                                       JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
    La pandemia (no, la pandemia “global” como he escuchado recientemente repetir insistentemente a un  presentador en  una emisora de televisión) del coronavirus parece que está sacando a flote algunos de nuestros peores instintos como especie, azuzados por un miedo cerval e irracional que dice poco ( o nada) de nuestro bagaje civilizatorio. Por una parte, como estamos viendo en España, un importante sector de “ciudadanos” se está dedicando a  comprar compulsivamente excedentes de alimentos sin tener en cuenta las necesidades de los demás personas y con escasas razones objetivas y razonables, aunque sí  con una fundamental que es la del miedo incontrolado e irracional para prepararse  bien  para una cuarentena general o bien para sobrevivir en una imaginaria catástrofe universal , quién sabe, como las que nos cuentan las distopías  que nos relatan la literatura  y el cine ( y, por cierto, obligando en cierta manera a los demás a caer en tan aberrante práctica). Lo que se demuestra con ese  “ sálvese quien pueda ”o es  sólo ( con ser ya bastante) la falta de solidaridad humana que campa por estos pagos, sino también la ausencia de los mínimos cimientos  de educación cívica que nuestro sistema educativo ha logrado imbuir entre un importante sector de  nuestros compatriotas.
  Pero, además de este espectáculo bochornoso al que estamos asistiendo que  parece ser sólo ( ya es bastante) un efecto del miedo irracional y el comportamiento insolidario de muchos y que cuando pase la ola epidémica los abochornará  y será sin duda objeto de estudio por sociólogos y psicólogos sociales, lo que estamos viendo volver aparecer entre nosotros en gran número ( haber siempre los ha habido, baste recordar los intereses de usura que cobran los bancos por nuestros descubiertos bancarios; en realidad no es ni más ni menos que una excrecencia del sistema económico en el que vivimos para el que la ganancia a toda costa y sea como sea es lo propio y adecuado) son los “buitres carroñeros” que han vuelto a pulular por nuestro cielo aprovechándose  de las circunstancias angustiosas que está creando esta crisis global que  está fomentando la epidemia del coronavirus.
  Los “buitres carroñeros” vuelan otra vez aprovechándose del miedo  y las escaseces y necesidades, en algunos casos imaginarias –como hemos dicho- que la actual epidemia está originando de determinados productos entre amplios sectores de nuestra población. Aunque bien sé que una anécdota no hace categoría, también, a veces, sí  es ilustrativa  de ella. Me la contó estos días un amigo. En una conversación con una tendera de Oviedo, le decía ésta que nunca, ni siquiera en la navidades pasadas, había  vendido tanto como estos días de atrás y que sus ganancias habían sido además tan sustanciosas porque, además, vendió sus productos a precios más elevados que los meses anteriores y que lo que trataba era hacer un aprovisionamiento abundante de papel higiénico, porque lo vendería todo y al precio que pusiese. Aquél iba a ser el negocio de su vida. Así tal cual.
Esta anécdota no sería ilustrativa de una categoría si no reflejase en cierto modo lo que está pasando con otros muchos productos que han aumentado de manera desorbitada su precio, no su valor, desde luego, como diría Machado, por su la escasez y la dificultad de adquirirlos y que cuando se logran encontrar se venden a precios muy por encima de los anteriores. Vaya usted sino a comprar un termómetro y compare su precio con el del  anterior que ha tenido. O inténtelo con los líquidos para la higiene de las  manos y verá usted que ocurre una cosa similar. Lo mismo pasa con las mascarillas. Y qué decirle si usted quiere hacer un test en un hospital privado para saber si está infectado o no del coronavirus. De un costo real de unas decenas de euros que cuesta tal análisis tendrá usted que pasar a pagar varios cientos de euros. Sin duda, los de siempre, sean,  en primer lugar y sobre todo, las grandes corporaciones farmacéuticas y los negociantes de la sanidad privada o los simples tenderos ( desde luego sólo algunos y no la mayoría cuya honradez está fuera de toda duda) comportándose como auténticos “buitres de rapiña” están aprovechando las situaciones reales o creadas de necesidad para hacer su agosto en esta primavera de coronavirus.
  Que esto es una realidad y un problema, lo demuestra una de las medidas que está dispuesto a tomar el actual gobierno para acabar con tales abusos (y que, por cierto, debería ya haber arbitrado): fijar el precio de tales  productos y procurar que se produzca el suficiente  abastecimiento de los mismos para acabar con tales abusos. Esperemos que así sea. ¡Ah, y que, dado lo visto, en la nueva ley de educación que va a iniciar su trayecto parlamentario, la educación en valores cívicos y humanos sea una parte esencial del currículo. A ver si en la próxima epidemia que, sin duda, llegará, las nuevas generaciones nos miren a nosotros como contraejemplo para enfrentarse a ella.       
     (PUBLICADO EN LAS PÁGINAS DE OPINIÓN DE LA NUEVA ESPAÑA, DE OVIEDO)                                   

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