sábado, 5 de julio de 2014

CIA, Mafia y exiliados cubanos asesinaro a Kennedy


El ASESINATO DE KENNEDY, UN EPISODIO DE LA GUERRA SECRETA  CONTRA CUBA

  Fabián Escalante,, ex jefe de los Servicios de Inteligencia de Cuba, sostiene que el magnicidio de Dallas fue obra de un complot de la Mafia y los exiliados cubanos dirigidos por la CIA  

                                                          JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS

                                                           CATEDRÁTICO E HISTORIADOR

 

“Yo soy un producto de mi generación: iba para médico y tuve que dedicar toda mi vida, como muchos otros jóvenes cubanos, a defender la Revolución”. Así se expresa Fabián Escalante Font. Sin duda, el más profundo conocedor de la guerra sucia de los Estados Unidos contra Cuba y el investigador  que  ha proporcionado una de las tesis más fundamentadas y convincentes del que fue, según él, uno de los capítulos más importantes de esa guerra: el asesinato del presidente Kennedy.

Autor de doce libros sobre la que él  denomina “guerra secreta”,  Escalante ha participado con gran éxito de público en la XXIII Semana Negra de Gijón. Sus libros, que encuentran enormes dificultades para ser difundidos fuera de Cuba , se agotaron  en la primera jornada de la Semana y sus intervenciones fueron seguidas por un público numeroso y profundamente interesado. Lo que no es nada extraño si tenemos en cuenta no sólo su gran  experiencia en ese campo: comenzó  como oficinista y lo ha sido todo en los servicios de seguridad cubanos, con sendas estancias de diez y dos  años en Nicaragua y Angola (hoy es  general de división jubilado).  Sino también su  posterior labor investigadora como escritor de esa guerra  secreta contra Cuba que dura más de cincuenta años y todavía hoy no ha finalizado. De ambas fuentes, que se retroalimentan,  se nutren, pues, sus libros, imprescindibles para conocer uno de los episodios más tenebrosos, crueles  e  injustos de la historia del siglo XX.
  Esa guerra secreta contra la Cuba de Castro- me dice Escalante- fue promocionada y dirigida desde los altos  niveles de la Administración norteamericana y comenzó desde el primer momento del triunfo de la Revolución, antes de iniciar ésta su evolución hacia el socialismo, a causa de  sus medidas a favor de las clases populares:  “El primer gobierno tras la Revolución se puede señalar como compuesto por gente de la burguesía, sin embargo hablaba y realizaba medidas revolucionarias: reforma agraria, descenso de los precios de la vivienda, abaratar los medicamentos, bajar los precios de la luz... Ese era su verdadero pecado”. Tuvo unos concretos ejecutores: la CIA, la Mafia y los exiliados cubanos. La  Mafía, porque perdió  con el triunfo de la Revolución sus lucrativas ganancias del juego organizado junto con el negocio de las drogas y la prostitución. “Sólo el casino del  hotel  Havana Riviera  - precisa el escritor cubano- logró obtener  del juego organizado, en 1958, un millón  de dólares…. de los de entonces”). Los exiliados cubanos, porque o bien unos  habían sido cómplices de la dictadura de Batista o bien otros no aceptaron las reformas y cambios que la Revolución introdujo  en beneficio del pueblo cubano y en contra de sus intereses de clase. CIA, Mafia y disidencia cubana  terminaron formando, a partir de los sesenta, un criminal conglomerado que Escalante ha bautizado como el “mecanismo cubano americano de la CIA y  Mafia” que devino en la  hoy conocida como mafia cubana de Miami. Ésta, enriquecida por el tráfico de armas y  drogas y el contrabando de alcohol desarrollados al socaire de la guerra sucia, ha llegado a convertirse en un poderoso grupo de presión político y operar en ocasiones de manera independiente de la propia Administración norteamericana, como ocurrió en el magnicidio de Dallas.  
 Los métodos  empleados  con  en esa guerra secreta fueron de  los  más  abyectos  y criminales que se pueden utilizar, y  deben de considerarse como verdaderos actos de terrorismo de Estado: la guerra subversiva, la guerra psicológica, la guerra económica, la guerra bacteriológica, la guerra informativa y el magnicidio como lo prueban los 354 frustrados  intentos de asesinar a Fidel Castro que Escalante ha logrado documentar y de los que más de ciento y pico fueron  producto de complots. Y para ello contaron con   el pleno apoyo militar, financiero y técnico norteamericano a través de la CIA: “ En Miami, la Agencia creó una estación contra la Revolución cubana  que se  llamó en clave JM/WAVE y que albergaba a 400 oficiales de caso, contaba con 4.000 agentes de origen cubano, barcos grandes, medianos y pequeños, aviones para volar a la isla, una empresa aérea de transportes desde la que empiezan a traficar con armas en Centroamérica y a traer droga de allí, astilleros, imprentas, alquiler de coches, agencias inmobiliarias... Tantos medios que daban de comer a casi toda la disidencia cubana.” Los servicios secretos cubanos, con escasos medios, sólo pudieron hacer frente a esa guerra subversiva- añade  el investigador y escritor cubano - gracias a la solidaridad  latinoamericana  y el apoyo del pueblo cubano.  

El asesinato de Kennedy no fue, pues, “obra de un asesino solitario, como concluyó la Comisión Warren, sino el resultado de un complot organizado por ese mecanismo cubanoamericano de la CIA y la Mafia”, afirma  el ex jefe de la  Inteligencia cubana. Los objetivos de la conspiración eran deshacerse del presidente Kennedy, cuyas políticas antirracista y económica alarmaron a  ciertos sectores del capital monopolista norteamericano (como  ocurrió con los magnates de la industria del acero) y a  los medios de la ultraderecha estadounidense. Pero el complot, debido al gran descontento que produjo entre la disidencia cubana el  cambio de  la política presidencial hacia Cuba, trataba también de inculpar a Castro en ese  magnicidio para promover una invasión de la Isla que lo derrocase y pusiese el punto final a la Revolución cubana.   Además (como posteriormente dedujo Escalante) esa conspiración estuvo combinada con el que fue uno de los más serios intentos de asesinato de Castro: la operación que la CIA denominó con el criptónimo de  AM/LASH cuyo objetivo era poner fin a la vida del mandatario cubano  e iba a ejecutar Rolando Cubela, un alto jefe del ejército revolucionario que había ejercido cargos de gran  responsabilidad en el Gobierno de Castro y había sido reclutado por la CIA. 
 En efecto, tras el fracaso del intento de invasión de la Isla en Bahía Cochinos vino la solución negociada del mandatario norteamericano con los soviéticos (“sin contar con los cubanos”, recalca nuestro escritor e investigador) de la Crisis de los Misiles con su promesa de no invadir la Isla. Lo que tuvo como consecuencia un cambio táctico de la Administración Kennedy hacia la Revolución cubana que dio lugar a numerosas y radicales muestras de descontento en los medios del exilio, la ultraderecha americana  y la CIA.
 Ese ambiente  fue el caldo de cultivo idóneo en el que brotó  el complot para asesinar al presidente norteamericano. En realidad, Kennedy- me  explica el escritor cubano-  no trató  de hacer las paces con el castrismo, sino utilizar la estrategia de “la corrosión progresiva” que rechazaba el objetivo de la invasión de la Isla, pero no significaba  el fin de las acciones subversivas y la guerra económica y psicológica contra el régimen cubano. Disolvió la Operación Mangosta que tenía  como objetivo desencadenar una guerra civil en la Isla. Pero continuó con las acciones terroristas contra Cuba, tratando de obstaculizar el abastecimiento de la Isla y desarticular así su economía con la continuación del bloqueo, buscando originar el descontento  de la población cubana  sin tener  en cuenta para nada su sufrimiento. En febrero de 1963, su hermano Robert Kennedy organizó y autorizó la actuación de  los denominados grupos autónomos integrados por cubanos disidentes. La CIA les  proponía los objetivos terroristas a cumplir y los apoyó militar y financieramente para que instalasen distintas bases fuera del territorio americano (Nicaragua, Costa Rica, Republica Dominicana) y así eludir la responsabilidad del Gobierno estadounidense. Uno de esos grupos, el que operaba desde Nicaragua, fue el Movimiento de Recuperación Revoluciona (MRR) dirigido por Manuel Artime Buesa con la misión de impedir que llegasen alimentos y cualquier clase de pertrechos a Cuba, y fue el responsable, en 1964, del ataque al barco español “Sierra Aránzazu” que costó la vida a tres marinos españoles. En dos ocasiones (en 1975 para  el Comité Church del Senado y en 1978  para el Comité Selecto la Cámara de Representantes), Escalante como jefe de los Servicios de Inteligencia investigó el magnicidio y en ambas defendió como conclusión la  teoría del complot.  Posteriormente y de manera mucho más detallada y exhaustiva, reanudó esas investigaciones que  recogió en su libro de 2004, 1963: El complot. Objetivos: JFK y Fidel 
El hilo conductor de esas investigaciones fue el seguimiento detallado, día a día, hora a hora, de las actuaciones de  L. H. Oswald, desde abril de 1963, cuando volvió de la Unión Soviética, hasta el preciso momento del asesinato del presidente.  Y esa información le ha proporcionado numerosos indicios y  evidencias de la existencia de un complot para el asesinato de Kennedy cuyos autores intelectuales probablemente estén relacionados con los círculos de poder norteamericano opuestos a las políticas de  presidente asesinado. Los autores materiales pertenecerían al mecanismo cubanoamericano de la CIA y la Mafia. Oswald  fue – añade-  un agente doble de la CIA infiltrado en la Unión Soviética,  y que a su vuelta de aquel país, recibió instrucciones en Nueva Orleáns para convertirse en simpatizante del régimen castrista. Su papel en el complot- explica el investigador cubano- no era otro “que involucrar  al Gobierno cubano en el crimen, elemento esencial para justificar el asesinato de Fidel Castro y concitar una invasión de Cuba por el ejército norteamericano” 
 Fabian Escalante,  a sus sesenta y nueve  años, sigue  todavía empeñado en desenredar todos los hilos de la madeja del complot del magnicidio y prepara un nuevo  libro sobre el tema, porque es consciente que sólo investigaciones como las suyas y las de otros estudiosos independientes  pueden arrojar la luz definitiva sobre el asesinato del presidente norteamericano. No hay ninguna posibilidad-añade- que ese complot sea desvelado por el Gobierno estadounidense. Sus claves no sólo están bien guardadas  con siete llaves en una caja oculta  que la CIA esconde en algún rincón de  su guarida, sino que, además, la Agencia “no ha sido ajena, según él,  a la publicación de materiales, libros, artículos, entrevistas que han pretendido inundar de pistas falsas a los investigadores que han pretendido desvelar el asesinato presidencial”. Como ocurrió con el documental  del   cineasta alemán  Wilfried Huismanm, Cita con la muerte, que trató, incluso, de implicarlo a él en el asesinato. Y cuyo verdadero objetivo – me comenta  con cierto orgullo- no fue  sino un burdo intento  de descalificar las tesis de su libro, contando  para ello  con  la financiación de la CIA y de la Mafia.
                Desde luego, si algún día llegamos a conocer toda (o casi toda) la verdad del magnicidio de Dallas, la contribución a ello de las  investigaciones de Escalante  habrá sido  decisiva. 
                ( Publicado en Atlántica XXII. Revista asturiana de Información y Pensamiento) 
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