jueves, 10 de junio de 2021


 LA CONSTRUCCIÓN DEL MITO DE LA GESTA DE OVIEDO

            JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS

Ocurre con relativa frecuencia. Los científicos sociales o de las denominadas “ciencias duras”  plantean sus investigaciones con un determinado objetivo, pero los hallazgos que extraen de su documentación o de la realidad que analizan les conducen finalmente a otros planteamientos diferentes de los originariamente buscados.

 Este es el caso del excelente trabajo de José García Fernández, catedrático de bachillerato y archivero,” Ruta de la Guerra Civil en Oviedo. La construcción  de la Gesta”, publicado por  Fundación Juan  Muñiz Zapico.

  Su investigación estaba dedicada originalmente a  reconstruir los “lugares de la memoria” de la guerra civil en Oviedo siguiendo una tradición historiográfica iniciada en Francia con brillantes resultados. A ese objetivo está dedicada  la primera parte de su libro. Completa los que ya conocíamos de trabajos anteriores a través de las fuentes documentales existentes y de los vestigios de los aún existentes describiendo y explicando su papel y añadiendo otros menos tratados o desconocidos hasta ahora. Analiza así  los espacios de la sublevación (Gobierno Civil, Militar, cuartel de Santa Clara), los de los  restos militares y huellas de los bombardeos (Las Matas, Cadellada, San Pedro de los Arcos, la la iglesia de San Juan, las casas del Chorín y otros) y los de la represión de los vencidos (la cárcel o el cementerio de El Salvador).  

 Pero como decíamos al principio, el investigador propone y la materia investigada dispone. La documentación hallada le permite al autor desarrollar otro tema de mayor importancia, si cabe, como es el del análisis de la “construcción” ideológico-propagandística de la denominada por los  vencedores la “Gesta” de Oviedo. Asunto al que dedica dada su importancia y el desconocimiento que teníamos de él la segunda y más voluminosa parte de su libro.

 Llama la atención en primer lugar como tal construcción ideológica comenzó ya en plena guerra, una vez finalizados los flecos del conflicto bélico en el frente norte. Planificada con todo detalle  por uno de los ideólogos y dirigente de los sublevados, Luis Bolín, esa campaña fue un verdadero tour turístico en el que no sólo , claro está, se trató del sitio de Oviedo, la “invicta y heroica” ciudad, que en este caso ya no dormía la siesta, como escribió Clarín, sino que luchó triunfalmente contra los enemigos de la civilización cristiana, sino, además, de  todos  aquellos  otros episodios  que los vencedores consideraron sus  “gestas” en la derrota  sobre los republicanos y comunistas como la del  Alcázar de Toledo. Pero que en el caso de la de Oviedo tenía una singular significación por ser  la capital de la sublevada Asturias que en el movimiento revolucionario de Octubre  del 34  había sido el símbolo de los enemigos de la España católica y derechista.

Esa campaña de turismo de guerra consistió en mover por la cornisa Cantábrica  a periodistas, políticos afines y aficionados a esa clase de turismo bélico. Oviedo se convirtió así en un escenario teatralizado de un gran  episodio  de la guerra para aquellos visitantes  que se atrevieron a visitarla en un país inmerso todavía en una guerra civil.

El propio Ayuntamiento ovetense compuesto por “defensores” heroicos y falangistas de la primera hornada promovió múltiples iniciativas en ese sentido, invitando a personalidades intelectuales afines al Nuevo Estado y difundiendo a través de exposiciones fotográficas la “Gesta de Oviedo”. Y con la misma finalidad se constituyó un Patronato de Turismo y hasta se  creó un “Museo de Guerra” y se llevó a cabo una política de “conservación” de los espacios bélicos para su explotación turística.  Con ello se trataba de combatir la imagen negativa que se tenía de los asturianos entre el bando franquista y a la vez se hacían  valer loa propios méritos de la ciudad en competencia con los escenarios de las otras “gestas” de la Cruzada. Así Oviedo obtenía el calificativo de “mártir” y los timbres de “invicta y heroica”.

 Estamos, sin duda, ante un libro necesario, que  cubre un hueco en nuestra historiografía de la guerra civil en Asturias y España. Y que, además, presenta una factura de elevada calidad y profundo rigor histórico.

  (Publicado en el suplemento cultural de La Nuev a España, de Oviedo)

lunes, 7 de junio de 2021

 













LAS LÁGRIMAS DE CARMEN SUÁREZ

         Julio Antonio Vaquero Iglesias

En estos tiempos de políticos de escaso nivel intelectual y moral, no es muy habitual que uno de sus miembros muestre una actitud y una sensibilidad fuera de lo común en el ejercicio de su labor, sobre todo, cuando se avecina en el horizonte, parece ser, su relevo en el cargo que ha venido desempeñando como consejera de Educación.

No podría ser de otra manera para los que la conocemos y nos consideramos sus amigos  y sé que no le gustarán las alabanzas que le dedico en este escrito, pero creo que es de justicia hacerlo, sin que haya en mi ánimo el menor intento de lisonja hueca o “pelotismo” político, sino solamente el de reconocer, al menos en mi opinión, sus méritos y su valía, una vez que parece ser que ha finalizado su labor como consejera de Educación.

 Sé que desde muchos sectores educativos se han criticado sus medidas y actuaciones públicas  y no tengo ni pruebas a favor o en contra para para aceptarlas o rechazarlas. Pero lo que se me reconocerá por todos, incluso por sus adversarios políticos y sindicales, es que la coyuntura en que ha realizado su labor directiva, ha sido con mucho la más dura y difícil que podría haber tenido un consejero en una tarea  que si en coyunturas normales ya es difícil de por sí, en medio del impacto brutal causado por la pandemia sobre el sistema educativo, presentaba dificultades verdaderamente extremas y difíciles de superar.

  Sé a ciencia cierta que esas lágrimas que ha vertido nuestra consejera son una muestra cierta de su sensibilidad y de su dedicación a pleno rendimiento en favor de la educación y la enseñanza asturianas.

Lo ha demostrado mil y una veces en su labor anterior como inspectora de educación y también, cómo no, como destacado miembro del feminismo asturiano, de cuya trayectoria historiográfica es una profunda conocedora, como demostró en su tesis doctoral y en sus escritos. Amén de ser un miembro activo y dedicado en las labores de organización, lucha y  difusión de los valores de la igualdad del hombre y la mujer.

     Uno que ha sido un testigo más de su labor como inspectora de educación conoció bien en su práctica educativa su sensibilidad hacia los alumnos, pero también su valía y su trato inmejorable hacia los profesores que atendía y sus denodados esfuerzos para tratar siempre de solucionar los problemas concretos y difíciles con que teníamos que lidiar a diario.

   Sé por todo ello con plena seguridad que  Carmen en su labor como consejera puso todo lo que tenía dentro, todo su empeño sin límite ninguno, en dar solución a los graves y enormes problemas que la educación asturiana arrostró – y aún continúan pesando sobre ella- durante ese tsunami que la pandemia ha causado en todos los órdenes de la vida y desde luego de una manera muy sensible sobre la educación.

 No, las lágrimas de Carmen Suárez, no han sido lágrimas de cocodrilo o causadas por el final de su actuación política como consejera. Sino lágrimas derivadas de su sensibilidad hacia los alumnos que han estado a su cargo y esas lágrimas, estoy seguro también destilaban algo de aflicción por no haber podido hacer más por ellos y por los profesores que tenía a su cargo. 

(Publicado en las páginas de opinión de La Nueva España, de Oviedo)