JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
¿Alguien podría pensar conociendo al personaje que el señor Aznar iba a pedir perdón en la
Comisión de investigación sobre su posible responsabilidad en la trama de corrupción de su partido que la
verdad judicial ha establecido como cierta y que se inició bajo su presidencia? La trayectoria política
del ex presidente del Gobierno español era la mejor prueba de que lo habitual
de este señor es lo de “sostenella y no enmendalla”. Incluso hoy, con los
culpables enjuiciados y en la cárcel, parece que sigue manteniendo lo que en su
día no fue más que un intento de seguir en el gobierno ante las inminentes
elecciones que iban realizarse después del terrorífico atentando de Atocha: que
la autoría del mismo, defendía, había sido obra de ETA y bajo la cual latía incluso por algunos
de sus acólitos la insinuación de que con la colaboración, aunque sólo fuese
pasiva e indirecta, de algunos sectores policiales afectos al PSOE.
La otra negación, y ésta sí que la continúa
manteniendo abiertamente hasta hoy a pesar de los hechos y de que los otros
responsables de aquel desaguisado militar ya lo han admitido y pedido el perdón
consecuente. es la de su responsabilidad en la invasión de Irak. Todavía uno
recuerda , cuando la patraña de las amas
de destrucción masiva ya era evidente y la opinión pública española se
pronunciaba en las calles contra aquella guerra imperialista y él aparecía como
un gran estadista, aunque no era sino un
mero comparsa ( por no utilizar otro
término más duro) de Bush y Blair, su aparición en las pantallas de la
televisión estatal dirigiéndose a los españoles e insistía en mantener lo que ya era inaceptable: que Saddan Hussein escondía “armas de destrucción
masiva” que podían poner en peligro la supervivencia de Oriente Medio y hasta
del mundo.
Dados esos dos antecedentes lo esperable era, como así ocurrió, que esta ocasión fuera la de su gran tercera negación. Él no sabía nada de
tal corrupción ni de la doble contabilidad de su partido ni de los sobresueldos
y que en realidad los casos de
corrupción en su mandato eran limitados a dos municipios de Madrid y obra de
unos golfos desaprensivos de su partido.
Que no se habían puesto, dijo, como establece la sentencia, durante su mandato las bases de
una corrupción sistémica que en cierta
medida, esto lo digo yo, ponen en cuarentena la limpieza y la validez de las elecciones ganadas por el
PP hasta hoy. Desde luego, como apuntó
con perspicacia el representante del PNV en la mencionada comisión, Aznar ha
sido un verdadero maestro avant la lettre
en el manejo de la posverdad, ese cáncer que corroe hoy la opinión publica de
las democracias y que tan bien maneja otro político tan histriónico como él que
es el señor Trump.
Por lo demás, sus contestaciones a
los miembros de la Comisión no fueron
otra cosa que poner a circular el ventilador para atacar a los diputados
interrogadores y a sus respectivos partidos y hablar de lo divino y de lo
humano y de sus opiniones políticas como demostración – para él y los suyos,
claro- de su “gran talla de estadista”.
Todo ello envuelto en el lenguaje oral y corporal agresivo, petulante y agrio
al que el señor Aznar ya nos tiene acostumbrados.
Si conociendo al personaje y su trayectoria ya sabíamos cuál iba a ser su actitud y respuesta y habiendo
como había ya una verdad judicial establecida, ¿tenía sentido esta Comisión?
Creo que para muchos ciudadanos, entre los que me encuentro, si fue oportuna y
hasta necesaria y clarificadora. Muchos de nosotros, ante el lodazal de la corrupción sin fin que anegaba nuestro
país, también la procedente de las filas del PSOE y otros partidos, también,
pero sobre todo, la del partido en el
poder por el carácter sistémico que
presentaba y que la citada sentencia judicial establece, siempre hemos creído
que los gobiernos del señor Aznar y él como máximo responsable se estaban
librando del peso de su responsabilidad en esa corrupción cuando realmente
había sido él y los suyos los auténticos
fautores de ese sistema. El señor Aznar y los suyos se estaban yendo de rositas
dejando toda la mierda (nunca como en este caso ha habido mejor identificación entre
metáfora y realidad), para Rajoy y su equipo cuando realmente éstos habían sido sus continuadores, pero no sus verdaderos constructores.
Aunque sólo fuera en honor de la justicia y la verdad era necesario dejar claro ese origen. Pero,
además, el resultado de la citada Comisión ha sido
clarificador en otro sentido. El apoyo entusiástico del señor Casado y los
suyos a la intervención del señor Aznar en la misma nos abre aún más los ojos
sobre la orientación política de la nueva dirección del PP, si es que alguien
todavía los tenía vendados a pesar de hechos como la posición que han mantenido
en la Unión Europea acerca de la condena de
la actitud ultraderechista del dirigente húngaro Orbán, amén de otras
muchas declaraciones y actuaciones que Casado y los suyos defienden. Me refiero,
claro es, al avance hacia las posiciones de extrema derecha del actual partido
conservador español. Porque, a pesar de la pátina liberal con que adorna sus
palabras, no sus actos, el señor Aznar no deja de ser un político de la derecha
pura y dura.