lunes, 29 de agosto de 2016

El Gripo de Oviedo y la Reforma social


                           “ El GRUPO DE OVIEDO”  Y LA REFORMA SOCIAL

                                                                     Julio Antonio Vaquero Iglesias





    “ Excuso decir nuestra ( en cursiva en el texto original), y digo nuestra por todo el grupo( cursiva mía), admiración  y nuestra adhesión al programa y a su admirable razonamiento (…). Me ligan aquí muchos deberes ideales y los correligionarios todos son resueltamente opuestos a la desmembración del núcleo ( cursiva mía)” ( G. J. Cheyne, El Renacimiento ideal: Epistolario de Joaquín Costa y Rafael Altamira, Alicante,1992, página 111).


            Este fragmento de una de las cartas de Altamira a Costa que forma parte del abundante y rico epistolario que hubo entre los dos intelectuales regeneracionistas, y en el que puede apreciarse el apoyo prestado - al menos inicialmente-  por el profesor e historiador alicantino  en nombre del “Grupo de Oviedo” al movimiento costista de la Liga de Productores y las Cámaras de Comercio, me parece  que expresa bien, por una parte, la conciencia que los componentes del “Grupo - al contrario de lo que ocurrió  con los de la Generación del 98, cuya denominación, como es sabido, fue creada por Ortega y difundida después por Azorín- tuvieron de su identidad como “grupo”, cuyos integrantes especifica Altamira en esa misma correspondencia en varias ocasiones:  Adolfo Buylla, Aniceto Sela, Adolfo Posada y él mismo. Pero también denota, por otra, la conciencia del “Grupo” de ser el centro - “núcleo” es el término que emplea Altamira en su epístola- de un importante “movimiento” de profesores e intelectuales de variada tendencia ideológica, es decir, no estrictamente institucionistas como eran ellos, que en Oviedo colaboraron activamente con sus planteamientos reformistas.

                               Pues bien.  Esta obra colectiva, Institucionismo y reforma social en España. El Grupo de Oviedo. Barcelona: Talasa, 2000, coordinada por el profesor de Historia contemporánea de la Universidad de Oviedo, Jorge Uría, autor de su excelente prólogo y también uno de los coautores, trata de la historia del “Grupo de Oviedo” no sólo considerado en su sentido estricto, es decir,de la trípode pedagógica, como les denominaba ofensivamente a Buylla, Sela y Posada, el periódico integrista La Cruz, más Rafael Altamira, sino también del movimiento de profesores e intelectuales  que propició su liderazgo intelectual dentro del marco, y más allá de él, de la Universidad de Oviedo. Así en este libro se incluyen, desde la perspectiva concreta que adopta,  trabajos sobre  Clarín- a quien, a pesar de comulgar con las “ideas madre” del krausoinstitucionismo, por su desvinculación formal con la Institución Libre de Enseñanza y por su independencia intelectual no se considera en sentido estricto  miembro del “Grupo”-  y también acerca de Melquiades Álvarez, Rafael María de Labra y Arturo Buylla Alegre.

        Ese analisis de la labor intelectual y práctica de los institucionistas ovetenses se realiza en esta obra desde el prisma  de la reforma social, entendida ésta en el sentido concreto de las medidas para resolver la cuestión obrera, y por ello, se incluyen en ella trabajos que hacen referencia a la convergencia de  esa concepción y práctica de la reforma social con las ideologías y partidos que también la defendieron y trataron de hacer realidad como el republicanismo de viejo cuño y  aquel nuevo liberalismo que comenzaba a imponerse desde finales de siglo en diversos Estados europeos con una clara orientación  intervencionista del Estado en lo social y cuyos planteamientos adoptó el reformismo melquiadista. Y también trata de la influencia que la propia concepción de la reforma social de los institucionistas ejerció sobre el liberalismo argentino a través de la labor realizada en ese sentido por Altamira y Posada en sus sendos viajes a ese país latinoamericano.

             Estamos, pues, ante el intento de proporcionar desde la perspectiva de la reforma social una visión integral de la obra del "Grupo de Oviedo”, cuyo significado tiene mayor alcance que ser otra visión más sobre la reforma social de una facción o “escuela”  dentro del institucionismo español, contextualizada en el marco de las relaciones y convergencias que tuvo con las que adoptaron el republicanismo y el liberalismo intervencionista en España. Puesto que, sin duda, la concepción y práctica que de ella  desarrolla el “Grupo de Oviedo” representa los planteamientos que sobre esta cuestión mantuvieron los institucionistas  de otras partes de España, si tenemos en cuenta, además de lo dicho anteriormente, que fueron “los del Obelisco de Oviedo” - como también se les denominó significativamente-  los que marcaron las pautas dentro del institucionismo español sobre su concepto y práctica de la reforma social, debido  quizás a la presencia coincidente de ese conjunto de profesores e intelectuales institucionistas  en una región como la asturiana que caminaba en aquellos años del fin de siglo a pasos acelerados hacia su industrialización con graves y frecuentes tensiones sociales derivadas del enfrentamiento entre la emergente clase obrera y el capital.

                        Los  trabajos que componen este libro se articulan, coherentemente con esa orientación con que ha sido planteado, en tres grandes conjuntos o secciones. Primero, bajo la rúbrica de la Cuestión social, reformismo y republicanismo, están los que tratan de la convergencia de la reforma social tal y como la pensaron y la aplicaron los componentes del “Grupo” con la del  primer republicanismo español ( Sisinio Pérez Garzón), el liberalismo intervencionista melquiadista ( Manuel Suárez Cortina);  la influencia que tuvo sobre el ideario reformista social del liberalismo argentino a través de Altamira y Posada ( Eduardo Zimmermann) y los puntos en común  y las especificidades que presenta con relación al "Grupo de Oviedo" el reformismo social de Rafael María de Labra ( Francisco Erice). El núcleo del libro lo forman los estudios que componen su segunda parte bajo el título Teoría y práctica de la Reforma social,dedicados al análisis del discurso y la acción de la reforma social de aquellos miembros del "Grupo" que mayor atención le dedicaron como fueron Adolfo Posada ( Jorge Uría) y Adolfo Buylla ( J. A. Crespo Carbonero), además del trabajo de Santiago Castillo en el que analiza la posición ambivalente que adoptaron de los socialistas españoles ante el reformismo social de los institucionistas ovetenses a través del estudio de la actitud  que adoptó ante la Extensión Universitaria el dirigente socialista Juan José Morato. Finalmente, la tercera parte se dedica a las Proyecciones de la reforma social en la literatura con el trabajo de Yvan Lissorgues  sobre Clarín, de excelente factura  por la amplia perspectiva comparativa  con que aborda el hacer y pensar del autor de La Regenta sobre la reforma social en relacion con los de "Grupo de Oviedo"; en  la ciencia, de la que Alfredo Baratas analiza el significado del giro hacia el positivismo de los institucionistas y su importante labor en pro de la institucionalización de la labor científica. La proyección en el campo de la medicina es tratada con el estudio de los planteamientos de Arturo Buylla y Alegre sobre la lucha antialcohólica; y en la educación con el documentado y novedoso trabajo de Carmen García sobre la labor de Rafael  Altamira al frente de la Dirección General de Enseñanza, y el más general de Aída Terrón sobre el ideario y las realizaciones pedagógicas del "Grupo de Oviedo".

                Los límites  y el alcance de esta concepción y práctica de la reforma social que mantuvieron los integrantes del “Grupo de Oviedo” y, por extensión, los del proyecto institucionista quedan claros a través de este libro, especialmente, en algunos de sus trabajos como los de Erice, Uría y Lyssorgues. El idealismo utópico - en los sentidos filosófico y negativo de uno y otro término respectivamente- que fundamenta sus planteamientos sociales, les lleva a la convicción de que, en el marco de una progresiva evolución de la Humanidad, está en el orden de las cosas la posibilidad de una sociedad armónica en la que puedan convivir sin antagonismo las clases sociales, una vez que se logren superar las causas que los producen a través de la mejora de su condición social por la intervención del Estado, pero también por la acción de las otras clases sociales. Y, sobre  todo, dado que consideran que la raíz de la pobreza del “cuarto estado” es de carácter ético, nacida del egoísmo de las clases que lo explotan y de su propio  comportamiento inmoral derivado de su ignorancia y falta de cultura, ponen un  énfasis desproporcionado en la educación y la enseñanza como elemento decisivo de la reforma social. De ahí su negativa a reconocer la realidad de la  lucha de clases y su rechazo, no sólo a aceptar todo planteamiento revolucionario del “partido obrero”, como se decía entonces, sino también la aceptación de  posición más limitada  de basar la acción de la organización obrera en el supuesto de  la inherente  reproducción  de desigualdad que conlleva el sistema económico capitalista; de ahí también el carácter paternalista y la actitud defensiva y profiláctica  con que abordaron la cuestión obrera.

        Con todo y como contrapunto de lo anterior, también algunos de los autores  ( Lyssorgues,  Crespo Carbonero) señalan ciertas aportaciones positivas que esa manera de entender y hacer la reforma social  supuso, aportaciones que incluso vistas  desde la coyuntura del capitalismo neoliberal y de la cultura de la posmodernidad de hoy pueden parecernos más aceptables. Su condición de intelectuales comprometidos, su decidido apoyo y práctica de la intervención social del Estado y, mas allá del aspecto concreto de la cuestión social, su lucha por la superación  del orden caciquil de la Restauracion y por la implantación en España de un orden democrático y desarrollado social y económicamente.

             En realidad, es ese contenido amplio el auténtico significado que tiene para los del “Grupo de Oviedo” y para el resto de los institucionistas, la expresión  “reforma social” que supone para ellos algo más que la solución de la cuestión obrera y, aunque a ello se refieren algunos de los autores en sus trabajos y de manera más explícita lo plantea Lyssorgues en el suyo sobre  Clarín, no hubiera estado de más haber dedicado un trabajo específico al análisis de esa concepción amplia de la reforma social como contexto desde el cual poder comprender mejor su visión  de la cuestión obrera. Lo cual no disminuye un ápice el valor de este libro, cuya importante aportación no va a pasar desapercibida- o no debería- dentro de la producción historiográfica de este año sobre la historia contemporánea de España. Libro que, proyectado en el marco de la conmemoración centenaria de la creación y la acción universitaria del “Grupo de Oviedo”, ha sido uno de los escasos frutos valiosos que ha aportado tal evento. Y un buen preludio, sin duda, para los que es deseable se consigan con la conmemoración el próximo año del centenario aniversario de la muerte de Clarín.  
  ( Publicado en el suplemento cultural de La Nueva España, de Oviedo)
CAUSAS Y CONSECUENCIAS DE LA CUESTIÓN IRAKI
                              Julio Antonio Vaquero Iglesias




CAUSAS                                               

No se puede descontextualizar la actual crisis  mundial derivada de la cuestión irakí del proceso de crisis y restructuración en que esta embarcado el capitalismo desde los años 70. Esa crisis trajo, bajo la dirección del capitalismo norteamericano, la implementación de un capitalismo globalizador neoliberal que no sólo ha aportado mas desigualdad y pobreza para la mayor parte la humanidad, sino, además, nos está mostrando, con el intento por parte de EE UU de la invasión de Irak, la cara más belicosa  del ultraimperialisno del gobierno de Bush hijo. El final del mundo del socialismo real, derivado, en parte, paradójicamente,.de la propia crisis capitalista, ha alterado el orden bipolar, en el que el bloque occidental estuvo  bajo la hegemonía de EE UU. Hegemonía- según la concepción de  Gramsci-que estuvo  basada más en el consentimiento  por el resto del mundo capitalista que en la coacción, dada la amenaza que el  “peligro” comunista suponía para la necesaria seguridad en que debe funcionar el capital.
            La caída en los 90 del socialismo real hace innecesaria la hegemonía por consentimiento y permite a  EE UU como única superpotencia  tratar de llevar a la práctica una hegemonía por coacción para establecer el  control y el dominio sobre ese  capitalismo globalizado neoliberal desarrollado para paliar la crisis capitalista. El control de Irak se inscribe, pues- por el momento- en una estrategia -no imperial como vaticinaba Negri en Imperio- sino  imperialista mundial de EE UU, que, en el caso de Irak, va mucho más allá que el control de su petróleo; es decir, más allá que una guerra imperialista entre estados por la apropiación de materias primas, energía o control de mercados como eran  las de la fase del capitalismo monopolista de finales del siglo XIX. En este caso se trata, sobre todo, del control geoestratégico  por EE UU de toda la zona de Oriente Medio como elemento fundamental de la seguridad del mercado global capitalista. Con la cobertura que le ha proporcionado el atentado del 11-S, esa acentuación de la política de coacción está justificada ahora por Bush y sus halcones con la lucha contra el terrorismo y la guerra preventiva contra los estados canalla para mantener el oligopolio de las armas de destrucción masiva, mientras que Clinton la basó en la retórica de los derechos humanos y la intervención humanitaria.     

 CONSECUENCIAS

  Los historiadores no somos futurólogos y la historia- sobre todo, la bélica- tiene también un componente de aleatoriedad y contingencia importantes. Pero, sin duda, la lógica interna de los procesos históricos permite  establecer tendencias y probables consecuencias. La primera es que , aunque la guerra sea rápida y limpia ( ¿ se puede hablar de “guerra limpia” cuando pronostican cientos de miles de muertos y millones de refugiados?) como quiere el gobierno norteamericano, el control del nuevo estado  irakí no parece que pueda ser  tan fácil como lo fue el de Afganistán y puede convertirse en un grave problema añadido. La intervención militar, ¿ permitirá el aplacamiento de los fundamentalismos del mundo árabe o los estimulará aún más, extendiendo el terrorismo?. Para mi la pregunta es retórica. Pero, sobre todo, lo que parece más claro es que la intervención militar de EE UU, sin los parabienes de la ONU, traerá un nuevo orden mundial unilateral hegemonizado por EE UU que consolidará el capitalismo global neoliberal con sus secuelas de desigualdad y pobreza, y subordinará o liquidará a su principal competidor económico: la Unión Europea. 

   Publicado en las páginas de opinión de La Nueva España, de Oviedo)



viernes, 19 de agosto de 2016

Una revisión del papel del PCE eb ka guerra cuvk

             UNA REVISIÓN DEL PAPEL  DEL PCE EN LA GUERRA CIVIL
                                                     JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
  



   En la oceánica literatura histórica  que ha producido la guerra civil española, el tema del papel del PCE en el conflicto civil  ha sido uno de los temas que más atención ha despertado entre los historiadores, estudiosos y protagonistas, dada la relevancia que los comunistas tuvieron en el desarrollo bélico. Pero también ha sido uno de los  más parcialmente y subjetivamente tratados, como demuestra este libro del historiador Fernando Hernández Sánchez: Guerra o Revolución. El partido comunista de España en la guerra civil (Crítica, 2010). Tanto en las interpretaciones  que se han venido dando  de esa participación por  la literatura de la izquierda anticomunista (socialista y anarquista) como en las procedentes de la derecha (las  de tendencia liberal y conservadora y la franquista).
Con finalidades ideológicas diferentes (como es obvio) esa historiografía, construida de manera dominante con fuentes secundarias y memorialísticas incidía (y coincidía) en una valoración profundamente negativa del papel de los comunistas españoles en la contienda civil. Para los socialitas y anarquistas del exilio, que buscaban su autojustificación por la derrota , los comunistas  trataron  de imponer una férrea hegemonía dentro del campo  republicano,  subordinando la guerra  a los intereses estalinianos  de la KOMINTERN (Internacional Comunista ) y, por ende, habrían sido los verdaderos responsables de la derrota republicana La interpretación canónica de la derecha, con otro significado y finalidad ideológicas, coincidía grosso modo con ese modelo interpretativo. Modelo interpretativo que alcanzó su versión canónica, en el contexto de la  cruzada anticomunista desarrollada durante la  guerra fría, con la obra de Burnett Bolloten que se convirtió en el paradigma interpretativo  a seguir por unos y otros hasta prácticamente hoy.
Según Bolloten, la estrategia comunista para dominar la República habría tenido tres pilares: el ascenso fulgurante  del partido comunista en número y fuerza organizativa; su conversión en un partido “refugio” de capas medias temerosas de la revolución social que pretendían llevar a cabo, aprovechando la guerra, los anarquistas y la izquierda radical; y, finalmente, el desarrollo por el partido  de una operación de camuflaje de sus verdaderas intenciones totalitarias impuestas por Stalin, ocultándolas bajo el barniz de un partido frentepopulista cuyo objetivo era alcanzar una revolución democrática republicana, cuando en realidad, su meta (apuntaba el historiador británico en pleno desarrollo de la guerra fría) era implantar una versión avant la lettre de una democracia popular como las que existían  en ese momento tras el Telón de Acero.
Por su parte, el PCE también elaboró su propia interpretación canónica en los años sesenta en una obra redactada por una comisión del Comité Central con el título de Guerra y Revolución, en la que se caracterizaba la guerra civil como una guerra popular revolucionaria contra los residuos feudales de la aristocracia terrateniente, el capitalismo monopolista y el ejército de casta; y una guerra nacional patriótica frente a la invasión de las potencias del Eje. Interpretación que adolecía de evidentes connotaciones hagiográficas y partidarias.
Dada esa situación historiográfica, el análisis de  Fernando Hernández Sánchez, que es conocido como coautor con Ángel Viñas de un excelente libro sobre el  fin de la República (El desplome de la república,  Crítica, 2009) ha consistido en hacer una nueva lectura de la historia del partido comunista en la guerra civil a través de las fuentes primarias para revisar la pertinencia o no de esas interpretaciones de la historiografía tradicional pasando revista no sólo al papel jugado por el Partido a lo largo del curso del conflicto, sino también ( y esto es que quizás lo más novedoso e interesante de este libro que va a ser, sin duda, una obra de referencia para este tema ) a las dimensiones, sociología, organización interna y funcionamiento del partido. Análisis que le permite al autor criticar y desmontar convincentemente la mayor parte de las interpretaciones fosilizadas y sesgadas tradicionales, poniendo fin a numerosos mitos y leyendas  que envolvían esa  historia.
 Hernández  no sólo pone en justo término el crecimiento exponencial que tuvo el Partido hasta aproximadamente la mitad de la guerra, que le hizo pasar de ser un partido marginal al comienzo de la Republica a convertirse en un partido de masas durante el conflicto, como consecuencia, en gran medida, de su cambio de estrategia política al pasar de tener como objetivo su lucha contra el socialfascismo a convertirse en un partido defensor del frentepopulismo y de los ideales democráticos republicanos. Además de utilizar unas modernas técnicas de propaganda y tener a su favor el prestigio de la modernidad de la joven Unión Soviética. Pero ese enorme crecimiento cuantitativo tuvo, según nuestro historiador, sus limitaciones en el sentido que ni fue equilibrado territorialmente, ni se realizó logrando convertir la cantidad en cualidad entre sus militantes y no se hizo, como se ha venido diciendo, a base de un proselitismo feroz a costa de los partidos de izquierda..
Tras el análisis del autor tampoco puede aceptarse el mito creado, sobre todo por Bolloten, de un partido integrado más que por obreros por capas medias temerosas de los amagos de revolución social de los anarquistas y el socialismo radical. El análisis sociológico de sus componentes lo muestra como un partido interclasista, en el que obreros y campesinos tuvieron un lugar destacado y en que los nuevos militantes eran ,sobre todo, jóvenes y mujeres.
La reconstrucción a través de fuentes primarias de las posiciones y actuaciones políticas de PCE en el Gobierno de Largo Caballero y en los de Negrín dejan ver que no hubo una la subordinación incondicional a las estrategias estalinistas de la Internacional Comunista  y la obediencia a sus directrices y mandatos  fue rota en muchas ocasiones por el PCE para adaptarse a las circunstancias y problemas de la guerra. Lo  que deja fuera de lugar la imagen de un partido  títere en manos de Stalin como se ha venido manteniendo por numerosos historiadores y protagonistas de la guerra. Frente y contra la  opinión de Moscú, formaron parte del Gobierno de Largo Caballero en 1936 y, al contrario, el PCE contribuyó, en contra de la opinión de Stalin, a derribar al líder socialista del gobierno en 1937. Como también hubo divergencias  respecto a la depuración del POUM entre los soviéticos y el PCE, tras la insurrección de Barcelona contra la República en 1937.
Más bien lo que constata Hernández a través del análisis del discurso político de los dirigentes del PCE es que éste actuó con lealtad a la República y a su ideario frentepopulista como demostró  con su apoyo hasta el final al Gobierno de Negrín frente al golpe de Casado, en contra de los que lo han interpretado como un intento de llevar hasta el final la guerra en aras de los intereses soviéticos.
Con todo ello y más allá de todas esas limitaciones, sombras y errores del PCE, a los que también se hace referencia en estas páginas, no es injustificado, sino que está bastante fundamentado que el autor concluya su libro caracterizando la actuación del PCE en la guerra como la de un auténtico y verdadero partido republicano, cuyo legado a las generaciones de militantes clandestinos que,  tras la guerra civil, se enfrentaron a la dictadura de Franco, fue su lucha contra el fascismo.

( PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA NUEVA ESPÑA, DE OVIEDO)                                                           

Cultura erudita y cultura popular en la Españ libeeral

CULTURA ERUDITA Y CULTURA POPULAR EN LA ESPAÑA LIBERAL
                                                       JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS

          








      Entre  esa  pléyade de historias de España que se han ido publicando a lo largo de la etapa democrática, la Historia de España. 3º Milenio de la Editorial Síntesis, presenta, además del rasgo  de  su amplitud  – ya rebasa la docena de tomos y sigue en proceso de publicación- dos  características  específicas que la distinguen de las   otras.
                 Por una parte,   siguiendo el modelo de  aquella colección histórica francesa de la Nouvelle Clio, que tanto éxito tuvo en los medios universitarios españoles en los años setenta, su contenido incluye, además del texto principal que pretende ser una síntesis actualizada del correspondiente tema histórico, un estado de la cuestión de cómo ha sido tratado por la historiografía. Lo que la convierte en una aprovechable herramienta para el trabajo universitario y el conocimiento del lector especializado. Por otra parte,  esta colección histórica concede gran entidad a los temas de aquello que se llamó en los años setenta los nuevos territorios del historiador. Territorios hoy ya habituales para los historiadores pero todavía medianamente roturados por la práctica investigadora. Como ocurre con la denominada  “nueva historia cultural” que abarca desde la historia de las mentalidades -lo que hoy se conoce como historia de las representaciones colectivas o del imaginario colectivo- a la historia de la cultura popular y la  vida cotidiana.
                       En esta Historia de España. 3º Milenio, que cuenta  ya con  sendas participaciones de dos destacados contemporaneístas asturianos- Enrique Moradiellos y David Ruiz-  acaba de aparecer un nuevo tomo- La España liberal. Cultura y vida cotidiana- sobre la historia cultural del Sexenio democrático y la Restauración, del que es autor otro historiador asturiano: Jorge Uría. Profesor  de la Universidad de Oviedo y autor de  una excelente  Historia social del ocio en Asturias (obra, por cierto, ya difícil de encontrar y que sería necesario reeditar), y de otros importantes trabajos sobre la historia cultural de Asturias y de España, Uría  es hoy  uno de mejores conocedores e investigadores  españoles  en este  campo.
                 La “nueva historia cultural” se caracterizó desde sus inicios por su indeterminación teórica y todavía hoy  la mayoría de las obras que se escriben sobre esa temática siguen  adoleciendo de ese  mismo defecto. Por  ello, y  a pesar de los intentos de algunos señeros historiadores- Michel Vovelle  y Georges Duby, por ejemplo- de proporcionarle un sólido  basamento teórico, terminó  convirtiéndose en una especie de cajón de sastre de temas históricos irrelevantes, pero que produjo obras  que alcanzaron cierto interés entre el público lector no especializado hasta llegar a  convertirse algunas de sus obra en auténticos best-sellers, pero que tenían escaso valor para el conocimiento científico.
                 La principal virtud de esta obra de Uría es precisamente no caer  en ese defecto de la indefinición teórica. No sólo porque el autor trata de establecer en su texto la relación e interacción entre la  “alta” y la “baja” cultura , sino que entiende la cultura de la etapa que analiza no como algo único e indivisible, el “espíritu de la época”  del que hablaba  Hegel, sino como un conjunto de subculturas que luchan entre sí por la hegemonía dentro de la sociedad, a la vez que  realiza un excelente análisis  de las bases materiales y sociales de  la producción cultural y la vida cotidiana de la etapa, que convierten este libro en una verdadera historia social de la cultura.
                 El punto de partida del análisis del historiador asturiano ha sido la etapa del Sexenio democrático con un análisis detallado tanto de la producción de la “alta cultura” (pensamiento político y económico, creación artística y literaria, científica y tecnológica y organización  y funcionamiento del sistema educativo) como  de los aspectos referidos a la cultura popular y vida cotidiana. Esquema que repite en su análisis de la cultura de la Restauración, que constituye el núcleo del libro y en el que dedica una amplia atención a los aspectos de la vida cotidiana y la cultura popular (literatura popular, trabajo y ocio, sociabilidad, alimentación, sanidad, alojamiento, vestido, sexo, género, familia). Todo ello acompañado con el  despliegue de una copiosa y relevante información y salpicado con frecuentes referencias al caso asturiano.
                 La conclusión  a la que llega Uría es que  el legado cultural aportado por el Sexenio se convirtió, a través de un krausismo readaptado, en el fundamento del  desarrollo y la modernización de  la  cultura española humanística y científico- técnica posterior. El Estado liberal de la Restauración, sin embargo, con su exclusión política y social de las clases populares, no lograría convertirla en hegemónica e integrar en ella a la cultura popular. Lo que conseguiría  sólo en cierta medida el desarrollo de un incipiente  mercado cultural.    
                 En el “debe” de la obra, habría que colocar, en el aspecto formal, algunos pequeños defectos materiales que no cabe achacar  al autor, sino a los   responsables de la edición, además de  ciertas ausencias notorias en la bibliografía y el que ésta no se haya dispuesto de manera estructurada. Aspecto de la mayor importancia en una obra de esta índole. Así como la ausencia de un buen índice onomástico, instrumento  básico también  para el eficaz manejo de un estudio como éste.
                 En cuanto a los contenidos, y como no puede ser de otra manera en una obra de esta envergadura, echo de menos, en el campo de la alta cultura, algunos aspectos que no se han tratado como, por citar uno,  la ausencia  de la referencia al pensamiento y la historiografía americanista dentro de contexto del pensamiento nacionalista español liberal,  tema del  que ya existe hoy una importante bibliografía  y acerca del cual, por cierto,  algunos hemos  tratado aquí en Asturias en el marco de análisis de la obra de Rafael Altamira. Y respecto  de la cultura popular y la vida cotidiana, quizás, el análisis de Uría esté excesivamente polarizado sobre la vida cotidiana y las subculturas  del mundo urbano y haya relegado en demasía el examen de la cultura campesina  en una sociedad  abrumadoramente rural como lo era todavía la de la Restauración. Pero tal vez  la mayor crítica que  puede hacerse al contenido de un libro como éste sea el escaso desarrollo que dedica al capítulo del  estado de la cuestión historiográfica  que queda limitado a un mero análisis bibliográfico.
                 Todo lo cual no debe oscurecer el enorme saldo positivo que presenta esta historia. Para mí, sin duda alguna, la mejor, con diferencia, de las dedicadas en la Historia del 3º Milenio a esta temática, y una obra  que confirma  a su autor como uno de los más destacados   historiadores  españoles en el campo de la historia cultural. 
 .                       
                                            EL OFICIO MINERO
                                                                J. A. V. I
.   La unidad de la clase tuvo como obstáculo  la gran importancia que seguía teniendo todavía en esta etapa  el trabajador de oficio. El oficio no sólo era  el eje que definía la actividad laboral, sino que también seguía marcando  los valores y el prestigio social del trabajo, las formas de sociabilidad  y hasta la vida cotidiana de los trabajadores. “Algunas categorías de obreros- escribe Uría- que andando el tiempo se convertirían en abanderadas de la clase y verdaderos emblemas de la conciencia obrera , como la de los mineros, no sólo constituían una ocupación escasamente proclive a converger con otras en la defensa de sus intereses, sino que, además ofrecían en la Restauración una imagen de acentuada fragmentación interna. Dada la escasa depuración y síntesis de las fases del trabajo, en un contexto de escasa mecanización, los sencillos métodos de extracción acabaron por estructurarse en aproximadamente en media docena de fases básicas  que se correspondían con otras tantas categorías de trabajadores (…)” ( Página 301)   
l




                                            EL CONTROL DEL SEXO

                                                                J. A. V. I.

 La vigilancia sobre el sexo como competencia del  Estado, iniciada ya en el XVIII, va dar un paso más en la etapa de la Restauración. “ (….) Se despliega toda una nueva tecnología  del sexo que lo aparta  gradualmente del universo del pecado- y por tanto de su vigilancia por  fuerzas del Antiguo Régimen como la Iglesia- para sumergirlo en imperativos como los de la pedagogía, la medicina o la economía; todo ello supone sujetar estrechamente tanto el sexo como las funciones reproductoras al servicio de nuevo Estado liberal a través de redes como las educativas olas médicas que descansan en saberes laicos, emancipados de la tutela eclesiástica  y por completo en la órbita del nuevo orden político, (….)” ( Página 328).  

sábado, 13 de agosto de 2016

VILAR PARA ENTENDERNOS

                                   VILAR PARA ENTENDERNOS


                                 JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS                                    



            “ Si yo no creyese  a la ciencia histórica capaz de explicación y evocación ante la desgracia y la grandeza humana ( teniendo, como perspectiva, la gran esperanza de   aliviar una y ayudar a la otra), no pasaría mi vida entre medio de cifras y legajos. Ahora bien, si fuésemos a la búsqueda del hombre con vagos sentimientos de bondad y una intención de literatura, añadiríamos a la inutilidad pretensiones antipáticas. No es una ciencia fría lo que queremos, pero es una ciencia”.

Esta cita tomada de una carta de Pierre Vilar  a  Josep Fontana en 1957 cuando éste iniciaba su carrera de historiador, define bien las principales notas de la concepción históriográfica del que fue uno de los más importantes historiadores  y destacados hispanistas del pasado siglo, fallecido a principios de este  agosto último. Quizás ninguno mejor que él supo hacer la síntesis entre las dos grandes tendencias historiográficas que  marcaron la dirección del conocimiento histórico del siglo XX en busca de  la superación y modernización de la historia positivista decimonónica. Me refiero, claro está, a la   escuela de Annales y a la historiografia fundamentada en el materialismo histórico.

  En mi humilde entender la singularidad de  Pierre Vilar como historiador fue la de intentar  hacer una “síntesis” de ambas tendencias, pero, no tanto teóricamente integradora, como eliminadora y superadora de los excesos y limitaciones con que se venía practicando la historia por muchos de los historiadores adscritos a ellas. Pretendió, por una parte, en virtud de la experiencia de su oficio de historiador y de su condición de científico social, no caer en el dogmatismo de la vulgata teórica marxista, sino aplicar la teoría del materialismo histórico a la materia histórica contrastando la teoría con los resultados de la investigación en un juego dialéctico que permitiese ir depurando progresivamente tanto la teoría como la comprensión del proceso histórico. Legó así a los historiadores una metodología para el análisis histórico propia y rica que para muchos de ellos en lo esencial todavía está plenamente vigente.

Por otra parte, su vinculación a la primera etapa o generación de  Annales como discípulo de Febvre y seguidor de  Labrousse, continuó después con la segunda generación annalista  tras la segunda guerra mundial y la guerra fría bajo la dirección de Braudel. Con ambas generaciones,  dentro de su perspectiva teórica marxista, compartió  los supuestos de la unidad y la totalidad de la materia histórica y la necesidad de su análisis integral, en los que basaba la condición de ciencia de la historia y su especificidad frente a las otras ciencias humanas cuyos métodos criticaba por su visión unilateral y por su ahistoricismo.. Postulados que defendió  tanto frente a las posiciones del estructuralismo marxista de Althusser como del posestructuralismo de Foucault y el idealismo de Raymond Aron,. o ya más tarde en los años 80, contra el posmodernismo de Braudillard.

 Algunos de esos escritos críticos, como en el que debatió con Althusser, Historia marxista, historia en construcción, están entre lo mejor de su producción historiográfica y tuvieron un gran impacto intelectual. Incluso personal como fue el caso de Foucault.  Vilar hizo una dura crítica a su emblemática obra Las palabras y las cosas, en la que desmontaba sus tesis motejándolas de literarias y de escaso fundamento científico, además de recriminarle los numerosos errores históricos cometidos en los datos que utilizaba y su gran desconocimiento histórico. Foucault, según cuenta Dosse, no sólo no encajó bien la crítica sino que montó en cólera cuando la conoció e incluso llegó a tratar de utilizar “procedimientos inquisitoriales” para que el texto de Vilar no se difundiese.

Es obvio que  esa identificación teórica de Vilar con  los Annales  de la primera y segunda generación no continuó cuando los “jóvenes turcos” de la tercera generación de la escuela desalojaron a Braudel e impusieron dentro de ella su proyecto de historia fragmentada, la historia “en migajas”, que  no era sino lo contrario de la historia globalizadora  y transformadora que él defendía. En realidad, desde  su concepción marxista de la historia, tampoco debió de comulgar mucho con la posición acrítica, academicista que los Annales adoptaron en el contexto de la guerra fría y que les valió el apoyo presupuestario de la Fundación Rockefeller.  

De esa especificidad que siempre defendió para el conocimiento histórico concretada en su  expresión “pensar históricamente” y fundamentada en el objetivo de analizar la dinámica social en su totalidad significativa, extrajo hasta sus últimas consecuencias, tratando de incluir la subjetividad del historiador en el propio análisis histórico. Planteamiento que  le llevó a incluir como preámbulo de la que fue  su magna obra, Cataluña en la España moderna (1962), lo que él denominaba, la “egohistoria”, su personal itinerario vital, como un elemento más de comprensión de su investigación. Y esa actitud fue, además, la que hizo posible que alguien como él tan reservado y poco proclive a aparecer en los medios, aceptase al final de su vida, cuando ya estaba afectado por la ceguera, dictar su autobiografía que se tituló significativamente Pensar históricamente y  que fue también en cierto sentido su testamento intelectual.

  Ese itinerario vital e intelectual nos explica no sólo la importancia decisiva que para su formación intelectual tuvo su experiencia de normalien, alumno de la Escuela Normal Superior de París, donde se formaron algunos de los mejores intelectuales franceses( el mismo fue  condiscípulo  de Sartre y de Nizan) sino también como lo  fue  para su formación como historiador y para su obra histórica futura su vinculación con Cataluña. Vilar conoció por primera vez la región catalana en los años 20 cuando se desplazó a Barcelona para realizar una investigación geográfica sobre la industria barcelonesa. Pero fue la experiencia vivida en Cataluña durante aquellos años 30 ( hasta los inicios de la guerra civil) plenos de acontecimientos y tensiones sociales  la que terminó convirtiéndolo  en un profundo observador y conocedor de la cultura y la realidad catalanas y le incitó a convertirse en historiador para desentrañar el peculiar caso que en el marco de la historia de Europa occidental constituía el nacionalismo catalán.

 La otra gran experiencia de su vida que le marcó también personal e históricamente de manera indeleble fue la segunda guerra mundial. Pasó cinco años de su vida preso en campos de concentración alemanes en Alemania, Polonia y Austria

 De hecho, las dos obras más importantes y conocidas de Pierre Vilar  tienen  relación con esas dos etapas de su vida y fueron, sin duda, eslabones decisivos en su posterior obra de hispanista y “catalanista” ( entiéndase: conocedor profundo e investigador de la cultura y la historia catalanas). Cataluña en la España moderna  no es sólo un profundo análisis de los fundamentos económicos del nacionalismo catalán y la elaboración de una metodología propia del análisis histórico dentro de la teoría del materialismo histórico que seguiría perfeccionando a lo largo de toda su obra. Significó también, además de cubrir la profunda laguna que existía del conocimiento de la historia de Cataluña en la Edad Moderna, poner las bases para continuidad del estudio científico del proceso histórico catalán que había iniciado Vicens Vives para la etapa contemporánea y se había interrumpido con su prematura muerte. Asimismo, la importancia de esa obra fue decisiva en el futuro profesional de Vilar que tras su marcha de Cataluña terminaría accediendo a la cúspide de la pirámide académica francesa.

A su vez fue durante su etapa de cautiverio cuando Vilar escribió aquella pequeña gran Historia de España que, difundida en la clandestinidad en España, fue uno de los libros de historia más leídos en España en aquellos años y nos sirvió a muchos como eficaz antídoto contra la versión oficial de la historia franquista y sigue siendo hoy, a pesar del paso del tiempo y los avance historiográficos, todavía aprovechable en muchos de sus análisis, aunque se compadezca mal con el paradigma de la “normalidad” y la homologación europea que domina hoy las interpretaciones de nuestra historia. Quizás sea menos sabido que Vilar, sin conocer la síntesis de historia de España realizada en los años 30 por Rafael Altamira para la editorial Armand Colin, utilizó como única fuente bibliográfica  para realizar la suya  la Historia de España y de la civilización españolas que Altamira había gestado en su etapa asturiana como miembro del claustro de la Universidad ovetense. Incluso, por su frustrado intento de  tratar de evitar la censura que le impedía acceder a algunos de los tomos que le enviaron, fue castigado con su traslado a otro campo de prisioneros. Vilar, como muestra del elevado valor que le concedía a la obra y a la práctica historiográfica de Altamira, aceptó gustoso  más tarde – cuando éste ya había fallecido- el encargo que se le hizo de completar la síntesis de historia de España del historiador institucionista. Lo que llevó a cabo redactando un apretado y excelente  capítulo sobre el último período de nuestra historia que aquél no había llegado a tratar.

Ahora tras el reciente fallecimiento del gran historiador e hispanista francés se hace más necesario, si cabe, volver a revisar su obra para tratar de poner en claro y recuperar aquello que sigue aún vigente de sus contenidos y de su método. Además de renovarle nuestro agradecimiento por una obra que  contribuyó en gran medida a que muchos españoles- por decirlo con una idea suya- pudiesen comprender su historia para conocer su presente. Como también por haber ayudado con ella a que muchos historiadores de todas las partes del mundo aprendiesen a “pensar históricamente”. 

(PUBLICIADO EN EL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA NUEVA ESPAÑA, DE OVIEDO)

viernes, 12 de agosto de 2016

Crédito y Sociedad en la Asturias dek XIX





            CRÉDITO Y SOCIEDAD EN LA ASTURIAS DEL SIGLO XIX
                                         JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS



            ¿ Cuál  fue dentro de la economía asturiana del siglo XIX el  valor y el significado del crédito privado? ¿ Cuáles las transformaciones que sufrió éste con la introducción del capitalismo liberal en  la región? ¿ Se sustituyó, como ha demostrado E. Fernández Pinedo que así ocurrió en el caso del País Vasco, la modalidad crediticia  típica del Antiguo Régimen, el censo (contrato ante notario en el que el receptor del préstamo, que es perpetuo o redimible, sujeta un bien como garantía del pago de los intereses anuales determinados con una tasa  fijada por el estado) por la obligación, un préstamo tal y como lo entendemos hoy? ¿ Cuáles fueron las condiciones de los créditos, es decir, los plazos, los intereses y las garantías?.
             Todas estas preguntas se responden  en este libro, Crédito y Endeudamiento en la Asturias del siglo XIX  (RIDEA, 1999), de los profesores  José María Moro y Francisco Erice, conocidos investigadores de la historia contemporánea  asturiana. Pero no sólo encontramos en él tales respuestas. Porque estamos, además - lo que, por otra parte, es coherente con el perfil y la trayectoria investigadora de los autores- ante algo más que una obra de historia económica, sino, sobre todo, ante una investigación de historia social.
            Su objetivo principal ha sido determinar las características del crédito como  mecanismo de enriquecimiento y  endeudamiento de las clases acomodadas, además de expresión  de sus actitudes y comportamientos sociales y económicos; y también analizar la actividad crediticia como reflejo de la pobreza e instrumento para generarla entre los campesinos y clases populares urbanas que empujados  por la necesidad participaron de él. De ahí que hayan tenido que investigar, con el máximo detalle que les ha permitido la fuente que utilizan, quiénes eran los prestamistas y cuáles los sectores sociales endeudados, sus motivaciones y el destino de los créditos.
            Esa reconstrucción la han realizado los autores a través de una muestra representativa de los documentos  de crédito existentes en los protocolos notariales. La muestra  abarca por tanto no sólo los concejos  urbanos de la zona central, Oviedo y Gijón, sino también algunos representativos de la zona rural del interior y el sector costero del occidente y del centro-oriente asturianos. Estamos, pues, ante un trabajo de gran envergadura, que ha exigido varios años de trabajo y realizar el vaciado y el análisis de miles de esa clase de documentos y cuyas conclusiones pueden extrapolarse, con fundamento, para el conjunto de Asturias. Los límites cronológicos establecidos han sido los del comienzo del régimen liberal –1831-y, por la limitación para consultar la fuente utilizada, el final del análisis se ha fijado en 1885, año que coincide,  grosso modo,  con la terminación de la fase de transición del proceso de industrialización regional y el inicio de su etapa de desarrollo.
            Las conclusiones  obtenidas, además de arrojar elementos nuevos y relevantes de conocimiento sobre determinados e importantes aspectos de  la realidad económica y social de la región, han permitido también confirmar algunos que conocíamos por otras fuentes  e incluso rectificar o matizar otros.
            Dada la ausencia en ese período de un sistema bancario moderno era de esperar un gran desarrollo del crédito privado, pero las deducciones que han realizado los autores  superan con creces esas expectativas sobre su alcance y significado económicos. Para la totalidad de los concejos analizados, calculan la cantidad dedicada al crédito en 235 millones de reales. Lo que significa que  debió de movilizar en la región un capital  mayor  que ninguna otra actividad económica. Superior al que  se movió con la desamortización y mayor, o al menos comparable, con el valor producido en ese período por la principal actividad industrial asturiana como fue la minería de hulla.    
            Pero, además,  como constatan los autores en su análisis de los prestamistas y prestatarios, la parte sustancial de ese capital invertido en el crédito privado  procedió de la fracción comercial de la burguesía regional, que también fue a la vez uno de los principales - en cuanto al valor- sectores sociales receptores de ese crédito privado, y no para dedicarlo a actividades productivas, sino preferentemente de consumo. Lo que nos muestra  una burguesía regional con unas pautas de comportamiento económico y social  tradicionales, que huye de las nuevas y arriesgadas inversiones en minería e industria y se refugia en las actividades comerciales, especulativas o altamente rentables y seguras como el préstamo.
            Es significativo en ese sentido en el inventario post-mortem  de bienes de Ignacio Herrero (1880), uno de los grandes prestamistas-banqueros profesionales del período, el monto de los créditos pendientes asciende alrededor de 1.750.000  reales, una  cuantiosa cantidad para la época, netamente superior al capital  directo y en acciones que tenía invertido en empresas mineras e industriales.
            Llama la atención también que la vieja nobleza asturiana no aparezca  entre los prestamistas sino que, por el contrario, algunos de sus más destacados miembros formen parte del grupo de los más importantes solicitantes de crédito. Los beneficios económicos que trajo a la nobleza su alianza con las nuevas fuerzas sociales en el marco de la revolución burguesa española, no parece que en Asturias se tradujesen en la conversión de este grupo social en un elemento director del nuevo orden económico ni manifestase pautas de comportamiento acordes con él. La pervivencia de su mentalidad  social y su comportamiento económico tradicionales se expresa en el elevado nivel de endeudamiento que padecen algunos de los miembros de las principales familias nobiliarias asturianas. Así, por ejemplo, el marqués de Camposagrado  contrae préstamos por valor de 760.000 reales teniendo que hipotecar para ello una parte importante de su patrimonio territorial, y el marqués de Santa Cruz  a mitad de siglo toma un crédito por valor de 200.000 reales “para cancelar deudas y amortizar algunos créditos que pesan sobre la casa y administración”.
            Por otra parte, los autores muestran que la implantación del liberalismo conllevó la introducción de las nuevas modalidades de crédito e impuso la práctica desaparición  del  censo. Pero esto ocurrió en la zona central y en el sector costero occidental, porque en el mundo rural de la zona interior del occidente asturiano, apenas transformado por el cambio de régimen político y económico, siguieron perviviendo algunas de las modalidades tradicionales. El liberalismo trajo, además, unas condiciones más onerosas y duras en los créditos: plazos de devolución más cortos – en la mayoría no más amplios de cinco años- e intereses altos: antes de  su liberalización en 1856 introducidos de manera subrepticia en los contratos y consignados después ya  de modo explícito.
            Lo que ya sabíamos por la insistencia en ello de otras fuentes, principalmente testimoniales, aparece aquí  ratificado y matizado. El sector de usuarios del crédito más numeroso por necesidad fue el de campesinos y los sectores populares urbanos y por ello también el que más sufrió esas duras condiciones. Espejo nítido de su bajo nivel de vida, la práctica crediticia contribuyó a cerrar el círculo de la pobreza para estos sectores (se acude al préstamo porque se es pobre  y éste agrava aún más la precaria situación  de aquel que se ve forzado a contraerlo), y  fue a la vez un importante instrumento de extracción del excedente producido por ellos. Fenómeno cuyas dimensiones ni siquiera puede delimitar una fuente como la que emplean aquí los autores, porque, sin duda, una gran parte de esos “pequeños” préstamos, entre los que estarían  precisamente los de más extrema usura, no pasarían por las notarias. Hasta la rigidez  y la opacidad de las  fórmulas notariales se rompen en este caso para traducir lo perentorio de las necesidades que se tratan de cubrir con esos préstamos y nos muestran un rosario de motivaciones que nacen del mundo de la pobreza. Algunas como éstas ilustran bien el nutrido repertorio que han recopilado los autores: “para remedio de sus urgencias perentorias”, para pagar deudas “ procedentes de derechos de entierros, granos al fiado y dinero prestado”, “ para sus urgencias, alimentos y proveer la casa de aperos de labranza, ropa y otras necesidades”... .            
            En resumen, estamos ante un libro serio y sólido que  hay que añadir como nueva e importante aportación a la ya dilatada y excelente labor historiográfica que desde  hace muchos años vienen realizando en el campo de la historia contemporánea de Asturias estos dos profesores de la Universidad de Oviedo. 
-(PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO CULTURAS DE LA NUEVA ESPAÑA, DE OVIEDO)







viernes, 5 de agosto de 2016

EL SIGLO XX DE LLANES

                                               El SIGLO XX DE LLANES
                                                            Julio Antonio Vaquero Iglesias





Pocas villas de la entidad de LLanes en Asturias, y es probable que escasas de esa escala también en el resto de España, podrían plantearse la realización de un libro como éste: reconstruir a través de su propia  prensa su memoria secular del siglo XX. Llanes, como es sabido, ha tenido desde la segunda mitad del siglo XIX y hasta hoy su propio periódico, el decano de la prensa asturiana, El Oriente de Asturias, e incluso otros editados en la villa y en la comarca como El Pueblo y Eco de los Valles  que han permitido complementar  la rica  información periodística de aquél  para trazar el   curso secular de los acontecimientos en el oriente asturiano, sobre todo, cuando por las circunstancias  de la guerra, El Oriente dejó de publicarse hasta la toma de Llanes por los nacionales en 1937.
 Editado primorosamente por El Oriente de Asturias con el patrocinio de la Caja de Asturias y la colaboración  del Ayuntamiento de Llanes, ha sido Lolo Maya, director del semanario llanisco y promotor incansable de la cultura llanisca, el principal responsable de la idea  de realizar este libro , además de director del nutrido equipo de colaboradores que han intervenido en su confección, y el autor de la   selección de los textos. En este primer tomo de Llanes, siglo XX, 1900-1950 se  recoge  una cuidada selección de material informativo  de la primera mitad del siglo XX sobre la vida local de la villa llanisca y su comarca y su proyección nacional e incluso americana, dada importancia que para comarca llanisca tuvo la emigración ultramarina. Esa información escrita ha sido apoyada con la inclusión de un rico aparato gráfico que más que complemento constituye, sin duda, un elemento tanto o más importante que la propia documentación periodística escrita. La riqueza de ese material periodístico y el deseo de realizar un trabajo cuidadoso y pormenorizado llevó a sus autores con buen criterio a presentar la obra dividida en dos partes. Ésta que comentamos aquí abarca la primera mitad del siglo y la segunda aún sin publicar  comprenderá la otra mitad de la centuria.
Año por año se reseñan en este libro los hechos y acontencimienos principales del primer medio siglo de la villa llanisca y su comarca, y las series anuales se agrupan bajo un título o rúbrica que trata de sintetizar lo más significativo de lo ocurrido en Llanes en esos años. Así los años que constituyen el primer tercio del siglo aparecen agrupados en decenios: de 1901- 1910 son los Diez años de modernización, el segundo decenio del siglo, los Tiempos de crisis e incertidumbre; los años veinte, Una década de ilusiones. En cambio, a partir de los treinta, la agrupación de los años responde al criterio de la coyuntura histórica nacional  e incluso  a la de un capítulo de la historia de El Oriente de Asturias, su supresión en los primeros años de la dictadura franquista. Los años republicanos son así los Años de cambio y progresismo. Los años de la guerra en que no se edita el semanario llanisco, reconstruidos con la informacion de El Pueblo, los del Tiempo de dolor. De 1939 a 1948,  período en que  tampoco se publica, son Los años robados. Y finalmente los dos años finales del medio siglo se encuadran bajo el título de Dictadura.
   La selección periodística responde en cada año a un estructura sistemática recogiendo las principales noticias del año e incluso algunos editoriales, además de una sección dedicada a recoger las  noticias que hacen referencia a la vida cotidiana de la villa y el concejo; y otra dedicada a darnos cuenta de los principales espéctaculos celebrados en el año en la villa, incluyendo una muestra de los  anuncios que se insertaban en el semanario. Esta información se contextualiza con una selección anual de las principales noticias del mundo y  de España. 
 El contenido de todo ese material informativo permite, sin duda, establecer un cuadro bastante completo  de la vida cotidiana llanisca y conocer los trazos gruesos de su historia local en ese medio siglo de historia. Desde la historia del desarrollo urbano de la villa ( la instalación de la central hidroeléctrica de Purón, la llegada  del ferrocarril Santander- Oviedo, la contrucción del nuevo cementerio municipal, del  mercado de ganados y del emblemático casino llanisco, la  ruptura de la muralla… en el primer decenio del siglo; la ordenación  urbana y el  desarrollo del ensanche, la inauguración del Teatro Benavente etc, en los años veinte) hasta la noticia de cómo se vivieron en Llanes los grandes acontecimientos históricos nacionales y regionales ( la instauración de la República y el gran dinamismo cultural y político que la etapa republicana supuso para  Llanes, la escasa fuerza  y repercusiones del movimiento revolucionario del  Octubre asturiano en la villa y la comarca, pero el gran impacto emocional y negativo  que causó en sus fuerzas vivas, el febril ambiente de guerra que vivió la villa en el marco de frente oriental hasta que en septiembre de 1937 cayó en manos del ejército sublevado) y los rasgos biográficos de los más destacados personajes  de la villa y el concejo, pasando por algunos de los problemas  sociales más importantes que afectaron a los llaniscos de a  pie en esta media centuria. Entre otros, por ejemplo, la carestía de los precios de los alimentos a principio de siglo y los años de la Primera Guera Mundial, la escasez de viviendas que se vivió en la villa en los años veinte o los problemas del paro en la etapa republicana.
 Se pueden leer también algunas noticias  y sucesos curiosos e insólitos como la presencia en el año 1917 de un submarino alemán frente a Llanes con cuyos tripulantes establecieron contacto los pescadores llaniscos. Ese mismo año el destructor “Villamil” tuvo que explosionar una mina que se hallaba flotando frente a la playa de Sablón. Y desde la “ telefonomovilmanía” que nos invade hoy, uno no puede menos que sonreirse de  las detalladas instrucciones que  el jefe del servicio telefónico  da a los novatos usuarios llaniscos del teléfono de manivela.
De la vida cultural llanisca, también el libro aporta una gran información. Nos permite conocer la programación teatral local. Por el Teatro Benavente pasaron, por ejemplo, en los años veinte las compañias de Ricardo Calvo, de María Guerrero y de Margarita Xirgú y actuó Lola Membrives con gran éxito interpretando una obra de Jacinto Benavente. El cine mudo se implantó con rapidez en Llanes; sin duda, fueron los llaniscos buenos  aficionados al séptimo arte; en los años veinte las películas se proyectaban en el Teatro Benavente y en el Cinema Salón  Moderno. La llegada del cine sonoro fue en 1932 con el estreno de la película “Galas de la Paramount”, en la que los llaniscos pudieron, no sólo ver bailar, sino también oir cantar a Maurice Chevalier. El propio Llanes y sus bellezas naturales fueron objeto de algunas peliculas mudas que tuvieron un gran éxito en Llanes y después en México y Cuba entre la colonia llanisca.
 Las referencias a los deportes son también frecuentes. El fútbol tuvo una temprana implantación en Llanes. El Llanes F.C, con su campo propio, “El Brao”, llegó hasta enfrentarse en 1923 en partido amistoso con el At. Club de Madrid (y por si el lector tiene curiosidad, el resultado, desde la perspectiva actual, fue insólito: perdió el equipo llanisco por 1-2). Pero posteriormente el fútbol decayó- en 1929 el Llanes F. C. desapareció- para renacer de nuevo en los primeros años del franquismo. En 1949, se fundó el Club Deportivo Llanes y se inauguró el campo de Malzapatu con un encuentro entre una selección de La Felguera y Mieres y el equipo local, que al año siguiente sería campeón de segunda categoría regional. 
La  informaciones periodísticas más constantes a lo largo de ese medio siglo XX son las relativas a determinados aspectos  de la vida  de la villa y la comarca llanisca que han fundamentado  tradicionalmente su modo de vida o comenzaban con el siglo a serlo: su vocación marinera, su vinculación americana y su proyección turística. El primero de ellos aparece continuamente a través de los diversos proyectos de mejorar y ampliar su puerto que no lograron hacerse realidad en esos cincuenta primeros años del siglo. El impulso mayor para conseguir esa mejora del puerto fue a finales de los años veinte, cuando las dificultades en América disminuyeron lo giros de los emigrantes, la emigración tejera estaba en decadencia, y los llaniscos pusieron de nuevo su vista en el mar como principal recurso.
 Como puede apreciarse por las variadas informaciones periodísticas recogidas en este libro, los vínculos con los emigrantes llaniscos de  México y, en menor medida, de otras repúblicas americanas fueron estrechos y decisivos para la vida de Llanes en todos los órdenes durante este medio siglo. El Oriente fue algo así como el cordón umbilical entre los llaniscos de una y otra parte del océano. Las noticias sobre la comunidad llanisca y los sucesos de México son habituales en sus páginas. En la etapa republicana llegó hasta estar prohibido por el Gobierno mexicano por ser, según interpretación del propio semanario llanisco,  de derechas y defender las ideas católicas; y en su reaparición, tras el período en que fue suspendida su publicación en los años del primer franquismo, llegó a tener sus propias oficinas en el país azteca.
 Constantes son también desde principios de siglo las informaciones en que se puede constatar la vocación turística consciente de Llanes a lo largo de esa media centuria y algunos proyectos para promocionarlo hubo en ese medio siglo.
Esta primera parte de Llanes, siglo XX viene precedida de sendos prólogos del actual alcalde de la villa, Antonio Trevín y de  Francisco Crabiffosse. Trevín traza un interesante paralelismo de Llanes en los inicios de uno y otro siglo. Y Crabiffosse hace un documentado análisis del origen de El Oriente de Asturias.
Esperemos, casi estamos seguros de ello, que la segunda parte sea tan aprovechable como ésta primera. Aquellos que, por una u otra razón, queremos y admiramos a esa bella tierra, lo deseamos de todo corazón.