“
El GRUPO DE OVIEDO” Y LA REFORMA SOCIAL
Julio Antonio Vaquero Iglesias
“ Excuso decir nuestra ( en cursiva en el texto
original), y digo nuestra por todo el grupo(
cursiva mía), admiración y nuestra adhesión al programa y a su
admirable razonamiento (…). Me ligan aquí muchos deberes ideales y los
correligionarios todos son resueltamente opuestos a la desmembración del núcleo ( cursiva mía)” ( G. J. Cheyne, El
Renacimiento ideal: Epistolario de Joaquín Costa y Rafael Altamira,
Alicante,1992, página 111).
Este
fragmento de una de las cartas de Altamira a Costa que forma parte del
abundante y rico epistolario que hubo entre los dos intelectuales regeneracionistas,
y en el que puede apreciarse el apoyo prestado - al menos inicialmente- por el profesor e historiador alicantino en nombre del “Grupo de Oviedo” al movimiento
costista de la Liga de Productores y las Cámaras de Comercio, me parece que expresa bien, por una parte, la
conciencia que los componentes del “Grupo - al contrario de lo que ocurrió con los de la Generación del 98, cuya
denominación, como es sabido, fue creada por Ortega y difundida después por
Azorín- tuvieron de su identidad como “grupo”, cuyos integrantes especifica
Altamira en esa misma correspondencia en varias ocasiones: Adolfo Buylla, Aniceto Sela, Adolfo Posada y
él mismo. Pero también denota, por otra, la conciencia del “Grupo” de ser el centro
- “núcleo” es el término que emplea Altamira en su epístola- de un importante
“movimiento” de profesores e intelectuales de variada tendencia ideológica, es
decir, no estrictamente institucionistas como eran ellos, que en Oviedo
colaboraron activamente con sus planteamientos reformistas.
Pues
bien. Esta obra colectiva,
Institucionismo y reforma social en España. El Grupo de Oviedo. Barcelona:
Talasa, 2000, coordinada por el profesor de Historia contemporánea de la
Universidad de Oviedo, Jorge Uría, autor de su excelente prólogo y también uno
de los coautores, trata de la historia del “Grupo de Oviedo” no sólo
considerado en su sentido estricto, es decir,de la trípode pedagógica, como les denominaba ofensivamente a Buylla,
Sela y Posada, el periódico integrista La
Cruz, más Rafael Altamira, sino también del movimiento de profesores e
intelectuales que propició su liderazgo
intelectual dentro del marco, y más allá de él, de la Universidad de Oviedo.
Así en este libro se incluyen, desde la perspectiva concreta que adopta, trabajos sobre Clarín- a quien, a pesar de
comulgar con las “ideas madre” del krausoinstitucionismo, por su desvinculación
formal con la Institución Libre de Enseñanza y por su independencia intelectual
no se considera en sentido estricto miembro
del “Grupo”- y también acerca de
Melquiades Álvarez, Rafael María de Labra y Arturo Buylla Alegre.
Ese analisis de
la labor intelectual y práctica de los institucionistas ovetenses se realiza en
esta obra desde el prisma de la reforma
social, entendida ésta en el sentido concreto de las medidas para
resolver la cuestión obrera, y por ello, se incluyen en ella trabajos que hacen
referencia a la convergencia de esa
concepción y práctica de la reforma social con las ideologías y partidos que también
la defendieron y trataron de hacer realidad como el republicanismo de viejo
cuño y aquel nuevo liberalismo que comenzaba a imponerse desde finales de siglo
en diversos Estados europeos con una clara orientación intervencionista del Estado en lo social y
cuyos planteamientos adoptó el reformismo melquiadista. Y también trata de la
influencia que la propia concepción de la reforma social de los
institucionistas ejerció sobre el liberalismo argentino a través de la labor
realizada en ese sentido por Altamira y Posada en sus sendos viajes a ese país
latinoamericano.
Estamos, pues, ante el intento de proporcionar
desde la perspectiva de la reforma social una visión integral de la obra del
"Grupo de Oviedo”, cuyo significado tiene mayor alcance que ser otra
visión más sobre la reforma social de una facción o “escuela” dentro del institucionismo español,
contextualizada en el marco de las relaciones y convergencias que tuvo con las
que adoptaron el republicanismo y el liberalismo intervencionista en España.
Puesto que, sin duda, la concepción y práctica que de ella desarrolla el “Grupo de Oviedo” representa
los planteamientos que sobre esta cuestión mantuvieron los
institucionistas de otras partes de
España, si tenemos en cuenta, además de lo dicho anteriormente, que fueron “los
del Obelisco de Oviedo” - como también se les denominó significativamente- los que marcaron las pautas dentro del
institucionismo español sobre su concepto y práctica de la reforma social,
debido quizás a la presencia coincidente
de ese conjunto de profesores e intelectuales institucionistas en una región como la asturiana que caminaba
en aquellos años del fin de siglo a pasos acelerados hacia su industrialización
con graves y frecuentes tensiones sociales derivadas del enfrentamiento entre
la emergente clase obrera y el capital.
Los trabajos que componen este libro se
articulan, coherentemente con esa orientación con que ha sido planteado, en
tres grandes conjuntos o secciones. Primero, bajo la rúbrica de la Cuestión
social, reformismo y republicanismo, están los que tratan de la
convergencia de la reforma social tal y como la pensaron y la aplicaron los
componentes del “Grupo” con la del
primer republicanismo español ( Sisinio Pérez Garzón), el liberalismo
intervencionista melquiadista ( Manuel Suárez Cortina); la influencia que tuvo sobre el ideario
reformista social del liberalismo argentino a través de Altamira y Posada (
Eduardo Zimmermann) y los puntos en común
y las especificidades que presenta con relación al "Grupo de
Oviedo" el reformismo social de Rafael María de Labra ( Francisco Erice).
El núcleo del libro lo forman los estudios que componen su segunda parte bajo
el título Teoría y práctica de la Reforma social,dedicados al análisis
del discurso y la acción de la reforma social de aquellos miembros del
"Grupo" que mayor atención le dedicaron como fueron Adolfo Posada (
Jorge Uría) y Adolfo Buylla ( J. A. Crespo Carbonero), además del trabajo de
Santiago Castillo en el que analiza la posición ambivalente que adoptaron de
los socialistas españoles ante el reformismo social de los institucionistas
ovetenses a través del estudio de la actitud
que adoptó ante la Extensión Universitaria el dirigente socialista Juan
José Morato. Finalmente, la tercera parte se dedica a las Proyecciones de la reforma social
en la literatura con el
trabajo de Yvan Lissorgues sobre Clarín, de excelente factura por la amplia perspectiva comparativa con que aborda el hacer y pensar del autor de
La
Regenta sobre la reforma social en relacion con los de "Grupo de
Oviedo"; en la ciencia, de la que Alfredo Baratas analiza el significado del
giro hacia el positivismo de los institucionistas y su importante labor en pro
de la institucionalización de la labor científica. La proyección en el campo de
la medicina es tratada con el
estudio de los planteamientos de Arturo Buylla y Alegre sobre la lucha
antialcohólica; y en la educación con
el documentado y novedoso trabajo de Carmen García sobre la labor de
Rafael Altamira al frente de la
Dirección General de Enseñanza, y el más general de Aída Terrón sobre el
ideario y las realizaciones pedagógicas del "Grupo de Oviedo".
Los límites y el
alcance de esta concepción y práctica de la reforma social que mantuvieron los
integrantes del “Grupo de Oviedo” y, por extensión, los del proyecto
institucionista quedan claros a través de este libro, especialmente, en algunos
de sus trabajos como los de Erice, Uría y Lyssorgues. El idealismo utópico - en
los sentidos filosófico y negativo de uno y otro término respectivamente- que
fundamenta sus planteamientos sociales, les lleva a la convicción de que, en el
marco de una progresiva evolución de la Humanidad, está en el orden de las
cosas la posibilidad de una sociedad armónica en la que puedan convivir sin
antagonismo las clases sociales, una vez que se logren superar las causas que
los producen a través de la mejora de su condición social por la intervención
del Estado, pero también por la acción de las otras clases sociales. Y,
sobre todo, dado que consideran que la
raíz de la pobreza del “cuarto estado” es de carácter ético, nacida del egoísmo
de las clases que lo explotan y de su propio
comportamiento inmoral derivado de su ignorancia y falta de cultura,
ponen un énfasis desproporcionado en la
educación y la enseñanza como elemento decisivo de la reforma social. De ahí su
negativa a reconocer la realidad de la
lucha de clases y su rechazo, no sólo a aceptar todo planteamiento revolucionario
del “partido obrero”, como se decía entonces, sino también la aceptación
de posición más limitada de basar la acción de la organización obrera
en el supuesto de la inherente reproducción
de desigualdad que conlleva el sistema económico capitalista; de ahí
también el carácter paternalista y la actitud defensiva y profiláctica con que abordaron la cuestión obrera.
Con todo y como
contrapunto de lo anterior, también algunos de los autores ( Lyssorgues,
Crespo Carbonero) señalan ciertas aportaciones positivas que esa manera
de entender y hacer la reforma social
supuso, aportaciones que incluso vistas
desde la coyuntura del capitalismo neoliberal y de la cultura de la
posmodernidad de hoy pueden parecernos más aceptables. Su condición de
intelectuales comprometidos, su decidido apoyo y práctica de la intervención
social del Estado y, mas allá del aspecto concreto de la cuestión social, su
lucha por la superación del orden
caciquil de la Restauracion y por la implantación en España de un orden
democrático y desarrollado social y económicamente.
En realidad, es ese contenido amplio el
auténtico significado que tiene para los del “Grupo de Oviedo” y para el resto
de los institucionistas, la expresión
“reforma social” que supone para ellos algo más que la solución de la
cuestión obrera y, aunque a ello se refieren algunos de los autores en sus
trabajos y de manera más explícita lo plantea Lyssorgues en el suyo sobre Clarín, no hubiera estado de más haber
dedicado un trabajo específico al análisis de esa concepción amplia de la
reforma social como contexto desde el cual poder comprender mejor su visión de la cuestión obrera. Lo cual no disminuye
un ápice el valor de este libro, cuya importante aportación no va a pasar
desapercibida- o no debería- dentro de la producción historiográfica de este
año sobre la historia contemporánea de España. Libro que, proyectado en el
marco de la conmemoración centenaria de la creación y la acción universitaria
del “Grupo de Oviedo”, ha sido uno de los escasos frutos valiosos que ha
aportado tal evento. Y un buen preludio, sin duda, para los que es deseable se
consigan con la conmemoración el próximo año del centenario aniversario de la
muerte de Clarín.
( Publicado en el suplemento cultural de La Nueva España, de Oviedo)