sábado, 13 de agosto de 2016

VILAR PARA ENTENDERNOS

                                   VILAR PARA ENTENDERNOS


                                 JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS                                    



            “ Si yo no creyese  a la ciencia histórica capaz de explicación y evocación ante la desgracia y la grandeza humana ( teniendo, como perspectiva, la gran esperanza de   aliviar una y ayudar a la otra), no pasaría mi vida entre medio de cifras y legajos. Ahora bien, si fuésemos a la búsqueda del hombre con vagos sentimientos de bondad y una intención de literatura, añadiríamos a la inutilidad pretensiones antipáticas. No es una ciencia fría lo que queremos, pero es una ciencia”.

Esta cita tomada de una carta de Pierre Vilar  a  Josep Fontana en 1957 cuando éste iniciaba su carrera de historiador, define bien las principales notas de la concepción históriográfica del que fue uno de los más importantes historiadores  y destacados hispanistas del pasado siglo, fallecido a principios de este  agosto último. Quizás ninguno mejor que él supo hacer la síntesis entre las dos grandes tendencias historiográficas que  marcaron la dirección del conocimiento histórico del siglo XX en busca de  la superación y modernización de la historia positivista decimonónica. Me refiero, claro está, a la   escuela de Annales y a la historiografia fundamentada en el materialismo histórico.

  En mi humilde entender la singularidad de  Pierre Vilar como historiador fue la de intentar  hacer una “síntesis” de ambas tendencias, pero, no tanto teóricamente integradora, como eliminadora y superadora de los excesos y limitaciones con que se venía practicando la historia por muchos de los historiadores adscritos a ellas. Pretendió, por una parte, en virtud de la experiencia de su oficio de historiador y de su condición de científico social, no caer en el dogmatismo de la vulgata teórica marxista, sino aplicar la teoría del materialismo histórico a la materia histórica contrastando la teoría con los resultados de la investigación en un juego dialéctico que permitiese ir depurando progresivamente tanto la teoría como la comprensión del proceso histórico. Legó así a los historiadores una metodología para el análisis histórico propia y rica que para muchos de ellos en lo esencial todavía está plenamente vigente.

Por otra parte, su vinculación a la primera etapa o generación de  Annales como discípulo de Febvre y seguidor de  Labrousse, continuó después con la segunda generación annalista  tras la segunda guerra mundial y la guerra fría bajo la dirección de Braudel. Con ambas generaciones,  dentro de su perspectiva teórica marxista, compartió  los supuestos de la unidad y la totalidad de la materia histórica y la necesidad de su análisis integral, en los que basaba la condición de ciencia de la historia y su especificidad frente a las otras ciencias humanas cuyos métodos criticaba por su visión unilateral y por su ahistoricismo.. Postulados que defendió  tanto frente a las posiciones del estructuralismo marxista de Althusser como del posestructuralismo de Foucault y el idealismo de Raymond Aron,. o ya más tarde en los años 80, contra el posmodernismo de Braudillard.

 Algunos de esos escritos críticos, como en el que debatió con Althusser, Historia marxista, historia en construcción, están entre lo mejor de su producción historiográfica y tuvieron un gran impacto intelectual. Incluso personal como fue el caso de Foucault.  Vilar hizo una dura crítica a su emblemática obra Las palabras y las cosas, en la que desmontaba sus tesis motejándolas de literarias y de escaso fundamento científico, además de recriminarle los numerosos errores históricos cometidos en los datos que utilizaba y su gran desconocimiento histórico. Foucault, según cuenta Dosse, no sólo no encajó bien la crítica sino que montó en cólera cuando la conoció e incluso llegó a tratar de utilizar “procedimientos inquisitoriales” para que el texto de Vilar no se difundiese.

Es obvio que  esa identificación teórica de Vilar con  los Annales  de la primera y segunda generación no continuó cuando los “jóvenes turcos” de la tercera generación de la escuela desalojaron a Braudel e impusieron dentro de ella su proyecto de historia fragmentada, la historia “en migajas”, que  no era sino lo contrario de la historia globalizadora  y transformadora que él defendía. En realidad, desde  su concepción marxista de la historia, tampoco debió de comulgar mucho con la posición acrítica, academicista que los Annales adoptaron en el contexto de la guerra fría y que les valió el apoyo presupuestario de la Fundación Rockefeller.  

De esa especificidad que siempre defendió para el conocimiento histórico concretada en su  expresión “pensar históricamente” y fundamentada en el objetivo de analizar la dinámica social en su totalidad significativa, extrajo hasta sus últimas consecuencias, tratando de incluir la subjetividad del historiador en el propio análisis histórico. Planteamiento que  le llevó a incluir como preámbulo de la que fue  su magna obra, Cataluña en la España moderna (1962), lo que él denominaba, la “egohistoria”, su personal itinerario vital, como un elemento más de comprensión de su investigación. Y esa actitud fue, además, la que hizo posible que alguien como él tan reservado y poco proclive a aparecer en los medios, aceptase al final de su vida, cuando ya estaba afectado por la ceguera, dictar su autobiografía que se tituló significativamente Pensar históricamente y  que fue también en cierto sentido su testamento intelectual.

  Ese itinerario vital e intelectual nos explica no sólo la importancia decisiva que para su formación intelectual tuvo su experiencia de normalien, alumno de la Escuela Normal Superior de París, donde se formaron algunos de los mejores intelectuales franceses( el mismo fue  condiscípulo  de Sartre y de Nizan) sino también como lo  fue  para su formación como historiador y para su obra histórica futura su vinculación con Cataluña. Vilar conoció por primera vez la región catalana en los años 20 cuando se desplazó a Barcelona para realizar una investigación geográfica sobre la industria barcelonesa. Pero fue la experiencia vivida en Cataluña durante aquellos años 30 ( hasta los inicios de la guerra civil) plenos de acontecimientos y tensiones sociales  la que terminó convirtiéndolo  en un profundo observador y conocedor de la cultura y la realidad catalanas y le incitó a convertirse en historiador para desentrañar el peculiar caso que en el marco de la historia de Europa occidental constituía el nacionalismo catalán.

 La otra gran experiencia de su vida que le marcó también personal e históricamente de manera indeleble fue la segunda guerra mundial. Pasó cinco años de su vida preso en campos de concentración alemanes en Alemania, Polonia y Austria

 De hecho, las dos obras más importantes y conocidas de Pierre Vilar  tienen  relación con esas dos etapas de su vida y fueron, sin duda, eslabones decisivos en su posterior obra de hispanista y “catalanista” ( entiéndase: conocedor profundo e investigador de la cultura y la historia catalanas). Cataluña en la España moderna  no es sólo un profundo análisis de los fundamentos económicos del nacionalismo catalán y la elaboración de una metodología propia del análisis histórico dentro de la teoría del materialismo histórico que seguiría perfeccionando a lo largo de toda su obra. Significó también, además de cubrir la profunda laguna que existía del conocimiento de la historia de Cataluña en la Edad Moderna, poner las bases para continuidad del estudio científico del proceso histórico catalán que había iniciado Vicens Vives para la etapa contemporánea y se había interrumpido con su prematura muerte. Asimismo, la importancia de esa obra fue decisiva en el futuro profesional de Vilar que tras su marcha de Cataluña terminaría accediendo a la cúspide de la pirámide académica francesa.

A su vez fue durante su etapa de cautiverio cuando Vilar escribió aquella pequeña gran Historia de España que, difundida en la clandestinidad en España, fue uno de los libros de historia más leídos en España en aquellos años y nos sirvió a muchos como eficaz antídoto contra la versión oficial de la historia franquista y sigue siendo hoy, a pesar del paso del tiempo y los avance historiográficos, todavía aprovechable en muchos de sus análisis, aunque se compadezca mal con el paradigma de la “normalidad” y la homologación europea que domina hoy las interpretaciones de nuestra historia. Quizás sea menos sabido que Vilar, sin conocer la síntesis de historia de España realizada en los años 30 por Rafael Altamira para la editorial Armand Colin, utilizó como única fuente bibliográfica  para realizar la suya  la Historia de España y de la civilización españolas que Altamira había gestado en su etapa asturiana como miembro del claustro de la Universidad ovetense. Incluso, por su frustrado intento de  tratar de evitar la censura que le impedía acceder a algunos de los tomos que le enviaron, fue castigado con su traslado a otro campo de prisioneros. Vilar, como muestra del elevado valor que le concedía a la obra y a la práctica historiográfica de Altamira, aceptó gustoso  más tarde – cuando éste ya había fallecido- el encargo que se le hizo de completar la síntesis de historia de España del historiador institucionista. Lo que llevó a cabo redactando un apretado y excelente  capítulo sobre el último período de nuestra historia que aquél no había llegado a tratar.

Ahora tras el reciente fallecimiento del gran historiador e hispanista francés se hace más necesario, si cabe, volver a revisar su obra para tratar de poner en claro y recuperar aquello que sigue aún vigente de sus contenidos y de su método. Además de renovarle nuestro agradecimiento por una obra que  contribuyó en gran medida a que muchos españoles- por decirlo con una idea suya- pudiesen comprender su historia para conocer su presente. Como también por haber ayudado con ella a que muchos historiadores de todas las partes del mundo aprendiesen a “pensar históricamente”. 

(PUBLICIADO EN EL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA NUEVA ESPAÑA, DE OVIEDO)

No hay comentarios:

Publicar un comentario