EL MANIFIESTO
COMUNISTA DEL SIGLO XXI
Julio
Antonio Vaquero Iglesias
Como todo libro importante, Imperio
( Paidós, 2002) de Toni Negri y Michael Hardt está teniendo una recepción por
la crítica mundial con una valoración diametralmente diferente que se mueve
entre los dos extremos. Por una parte,
panegíricos hiperbólicos como el que lo
presenta como texto análogo y de la
importancia del El Capital, adaptado a la nueva realidad globalizadora
del siglo XXI. O como el que lo valora
como una de las obras teóricas más
importantes de este primer decenio del nuevo siglo. Por otra, descalificaciones
extremas desde sectores tanto de la
izquierda y la derecha: el libro es, dicen desde la izquierda más o menos
ortodoxa, una elucubración teórica que no tiene nada que ver con la realidad de
la globalización capitalista que vivimos y plantea una falsa y desviacionista y
, por tanto, peligrosa estrategia para
la lucha de la izquierda contra aquélla. No es, dicen otros críticos desde una
perspectiva conservadora o liberal, sino otra versión, ahora posmoderna, del
comunismo antidiluviano, mezcla de Foucault y
Deleuze con Marx en un cóctel con una combinación imposible de ligar, mezcla de teoría
nostálgica marxiana con sabor nuevo posmoderno. O le descalifican, incluso, por
ser un libro desordenado, cuyo éxito de público ( el libro se agotó nada más
salir en Nueva York y está ya traducido a diez idiomas) reside más en el
morboso atractivo de Negri como antiguo ideólogo de las Brigadas Rojas y en el
gancho del título ( dios coja confesado al lector que confíe en el crítico que tal estupidez y majadería ha
llegado a decir) por su referencia implícita al 11 de septiembre y al poder
de EE UU.
Ni tanto ni tampoco. Imperio es,
sin duda, un libro importante, casi podríamos decir que revelador en alguna de
sus tesis para comprender ciertos aspectos de la realidad actual. Así, en
cuanto al orden político global, trata de explicar el hecho de la devaluación del papel de los estados-
nación en el actual orden globalizador o el carácter de guardián del nuevo
orden que ostenta EE. UU cuya
jurisdicción se extiende por todo el mundo, está por encima de los organismos
supraestatales y ejerce una función no tanto de defenderse de la amenaza de
otros Estados- nación como mantener el “orden público” global frente al
terrorismo o las rivalidades secundarias entre estados- nación subalternos. En
cuanto al régimen económico, analiza las profundas transformaciones que ha
sufrido el capitalismo, tanto en su faceta de
producción como en la de reproducción, aspectos ambos que han terminado
fusionándose ( la producción biopolítica) en la sociedad de control, y han dado lugar a la aparición del obrero
social. Esta nueva fuerza laboral que ya tiene poco que ver con la clase obrera
industrial de la modernidad, gracias a los nuevos instrumentos de producción,
basa su capacidad para producir el capital en la creatividad y, por tanto, la
explotación no se localiza ya en un
lugar especifico ni existe ya, como
ocurría con la plusvalía, una medida temporal. de la explotación. La
explotación comienza a ser ya un no
lugar y ha dejado de ser un espacio temporal. Esos cambios están dejando atrás
el modelo de la sociedad disciplinaria
del taylorismo y el fordismo, y del obrero profesional, como también el
de la plusvalía y la fábrica de la modernidad. Y, finalmente, y en relación con la oposición
dialéctica a estas nuevas realidades de
esta fase del capitalismo que está emergiendo, el libro de Negri/Hardt trata de cómo esa
nueva fuerza social, el obrero flexible, móvil, precario- la multitud,
como la denominan los autores- se presenta
con una capacidad virtual para
transformarse en sujeto político revolucionario con una potencial subjetividad
más que suficiente para luchar contra ese capitalismo globalizado y crear una
sociedad alternativa al mismo.
Todas esas nuevas
realidades se analizan en Imperio. ( No se hace, por cierto,
referencia alguna a los movimientos “antiglobalización”, porque el libro está
escrito antes de Seattle, “entre la guerra del Golfo y la guerra de Kosovo”,
aunque, en cierto sentido, los autores vaticinan su surgimiento). Pero el
tratamiento, desde esa perspectiva teórica, de
esos nuevos elementos del orden político mundial actual y del orden económico del capitalismo global no son
originales de esta obra de Hardt/ Negri, sino que, como es sabido, ya existían numerosos e importantes estudios
sobre ellos, incluidos algunos trabajos
de los propios autores. En ese sentido, este libro se inscribe en la línea teórica posmarxista de D. Harvey y F. Jameson
– como los propios autores reconocen- pero también de Ernest Mandel- al que
por, cierto, no mencionan-, además de su deuda fundamental con el pensamiento
de Marx y con el de Deleuze y Guattari que son las fuentes inspiradoras
principales de este libro. La novedad está en ligar esos elementos en una tesis
central teórica, flanqueada por otra
normativa y otras, en menor medida desarrolladas y fundamentadas-y éste es
el talón de Aquiles del libro- de
naturaleza empírica.
La tesis central está
dentro de la tradición teórica marxiana. El capitalismo está en
transición hacia una nueva etapa caracterizada por la aparición de un mercado
mundial unificado que ha exigido el desarrollo de un nuevo orden político
mundial que es el Imperio. La fase del capitalismo imperialista, que habían
teorizado Lenín y Rosa Luxemburgo, está en trance de ser superada, porque,
según los autores, se habría convertido en un rígido corsé, en un impedimento
para el desenvolvimiento del capital. La génesis de ese proceso arrancaría ya
desde el fin de la Primera Guerra Mundial y culminaría, tras la segunda
conflagración mundial. El capitalismo corporatista del Estado del bienestar que se desarrolló, dentro del marco de una
intensa sociedad disciplinaria, durante la modernidad, tanto en Occidente como en el mundo socialista,
terminó bloqueando, desde el lado del capital,
la generación de beneficios. Y, desde el de las clases subalternas,
originó un ciclo de protestas y luchas obreras que obligaron a su
reestructuración hacia el capitalismo
imperial que exigió la constitución del mercado mundial unificado y originó ,
más allá de los Estados- nación de la anterior fase imperialista, una nueva
forma política que es el Imperio.
Ese
Imperio en proceso de formación tiene ya los atributos de la soberanía imperial
que expresan la unificación política del mercado global . El poder militar, el
monetario, el comunicacional y el lingüístico. Pero, defienden los autores del
libro, a pesar de que el poder militar lo encarne EE. UU, la moneda y el idioma
sean el dólar y el inglés, respectivamente, el Imperio no tiene un centro de
poder definido, no existe una Roma Imperial, el poder es en él un elemento
difuso por todo el orden imperial.
Además,
ese Imperio se fundamenta en una constitución material (no formal) que incluye
de manera híbrida tres formas políticas.
La monarquía, la aristocracia y la democracia. La Monarquía es la expresión
política de la unidad política del Imperio y tiene el poder ejecutivo, el
gobierno imperial, que ejerce, terminan reconociendo los autores, EE UU. La
aristocracia la componen las empresas trasnacionales que movilizan la riqueza
del Imperio en su beneficio. Y la forma democrática está representada por la sociedad civil
global: organizaciones no gubernamentales, movimientos contraimperiales y Estados- naciones.
El
Imperio no se gobierna ya como los
Estados- nación de la modernidad a través de la sociedad disciplinaria, sino
por medio de la sociedad de control que utiliza como elemento fundamental el
poder comunicacional y ese poder no se
fundamenta tampoco ya en ninguna realidad trascendente, sino en algo tan
inmanente como el miedo que se deriva
del monopolio que el poder imperial tiene de la bomba ( el poder militar), el
éter ( el control de las comunicaciones) y el dinero ( las políticas monetarias
de los organismos supraestatales).
La tesis
normativa que contiene el libro, y a la que aludíamos más arriba, mantiene que esta fase imperial del
capitalismo es más positiva que la del capitalismo imperialista de los
Estados-nación, puesto que la potencialidad revolucionaria que se da en ella
para ponerle fin, posibilitando la
creación de una sociedad alternativa en la cual estén eliminadas la explotación
y la exclusión, es mucho mayor que en la etapa imperialista. De ahí que ya no
tiene sentido la estrategia leninista del “eslabón más débil” ni el
reforzamiento de la lucha de clases en el Estado-nación. Además esa tesis
normativa es también la expresión de un enfoque de este libro que ha pasado en
cierto modo desapercibido. Me refiero a que estamos aquí dentro de la tradición
marxiana en el marco de una teoría
abierta al papel de la agencia humana que no propone ni siquiera un modelo de
sociedad alternativa y que, al modo del marxismo heterodoxo de E. P. Thompson,
sólo llega a insinuar pautas para esa sociedad posible basadas en la
experiencias históricas de la clase obrera que fueron abortadas por la
modernidad, sin llegar a hacerse realidad.
Las
tesis empíricas que desarrolla el libro son, sin duda, su punto débil, hasta
tal punto que se quedan en realidad en
hipótesis sin verificar. Sin embargo,
frente la descalificación total que ha realizado de este libro James
Petras, el más duro crítico que ha tenido hasta ahora Imperio desde
la izquierda, es preciso reconocer que
Hardt/ Negri teorizan tendencias evidentes y claras dentro del
capitalismo actual. El problema es que solamente son tendencias o realidades
parciales cuyo proceso de desarrollo, dada la competencia que los autores
atribuyen a la agencia humana, quizás no llegue a culminar y no me refiero a su
superación en el contraimperio que otean en el horizonte posible, que también, sino al propio imperio cuya emergencia
describen. Hoy, por ejemplo, no toda esa nueva fuerza laboral flexible y móvil
global cabe agruparla dentro del rubro de esa clase trabajadora creativa
virtualmente revolucionaria. Y la impresión que tenemos es que el carácter
parcial de la globalización realmente existente deja todavía grandes espacios
libres externos , como el caso de África, donde todavía es posible la
realización del excedente capitalista y en los que aún no se ha desarrollado el proceso de relación salarial capitalista. El imperio
todavía está en estado embrionario y el imperialismo, aunque maduro y cambiante, todavía no está agotado y
puede aún impedir y bloquear su
desarrollo, manteniendo durante mucho tiempo esta situación híbrida de neoimperialismo
e imperio que vivimos.
Desde
luego, Imperio no puede
compararse con El Capital
de Marx. Ni los autores lo han pretendido. En realidad, lo que han querido
remedar es El Manifiesto Comunista, con plena conciencia de las
diferencias objetivas entre una y otra situación histórica. Es decir, difundir
un manifiesto político que, a partir del análisis del nuevo capitalismo global,
propone un programa para esa nueva clase potencialmente revolucionaria que
aquél esta generando y que ahora ya no es el viejo proletariado industrial de la modernidad,
sino, casi nada, la multitud de la posmodernidad.
IMPERIO Y ONG
J. A. V. I
Algunos teóricos marxistas, como es el
caso de James Petras, consideran indiscriminadamente que las ONG son un
instrumento más de la globalización neoliberal cuya función es conseguir
cierta cohesión social dentro de la explotación del capitalismo global.
Hardt y Negri, en cambio, entienden que las organizaciones no gubernamentales
son un elemento positivo de primera importancia dentro de la sociedad civil
global que ha originado el Imperio, y mantienen que sí ciertamente puede ser
verdad que las actividades de muchas ONG sirven para fomentar el proyecto
neoliberal del capital global, no puede extenderse esa idea a todas esas
organizaciones. Según los autores,
existe un subconjunto de ONG que actuando fuera del Estado se esfuerzan por
representar a aquellos que no pueden
representarse a sí mismos: los intereses humanos globales y universales, y
utilizan como base de su acción
política un llamamiento a la moral
universal.
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