viernes, 5 de agosto de 2016

EL MANIFIESTO COMUNISTA DEL SIGLO XXI

                             EL MANIFIESTO COMUNISTA DEL SIGLO XXI
                                                           Julio Antonio Vaquero Iglesias
        





   Como todo libro importante, Imperio ( Paidós, 2002) de Toni Negri y Michael Hardt está teniendo una recepción por la crítica mundial con una valoración diametralmente diferente que se mueve entre  los dos extremos. Por una parte, panegíricos hiperbólicos como el  que lo presenta como texto análogo y de  la importancia del El Capital, adaptado a la nueva realidad globalizadora del siglo XXI. O como el que  lo valora como una de las obras teóricas  más importantes de este primer decenio del nuevo siglo. Por otra, descalificaciones extremas desde  sectores tanto de la izquierda y la derecha: el libro es, dicen desde la izquierda más o menos ortodoxa, una elucubración teórica que no tiene nada que ver con la realidad de la globalización capitalista que vivimos y plantea una falsa y desviacionista y , por tanto, peligrosa estrategia  para la lucha de la izquierda contra aquélla. No es, dicen otros críticos desde una perspectiva conservadora o liberal, sino otra versión, ahora posmoderna, del comunismo antidiluviano, mezcla de Foucault y  Deleuze con Marx en un cóctel con una combinación  imposible de ligar, mezcla de teoría nostálgica marxiana con sabor nuevo posmoderno. O le descalifican, incluso, por ser un libro desordenado, cuyo éxito de público ( el libro se agotó nada más salir en Nueva York y está ya traducido a diez idiomas) reside más en el morboso atractivo de Negri como antiguo ideólogo de las Brigadas Rojas y en el gancho del título ( dios coja confesado al lector que confíe en el  crítico que tal estupidez y majadería ha llegado a decir) por su referencia implícita al 11 de septiembre y al poder de  EE UU.
             Ni tanto ni tampoco. Imperio es, sin duda, un libro importante, casi podríamos decir que revelador en alguna de sus tesis para comprender ciertos aspectos de la realidad actual. Así, en cuanto al orden político global, trata de explicar el hecho de  la devaluación del papel de los estados- nación en el actual orden globalizador o el carácter de guardián del nuevo orden que ostenta  EE. UU cuya jurisdicción se extiende por todo el mundo, está por encima de los organismos supraestatales y ejerce una función no tanto de defenderse de la amenaza de otros Estados- nación como mantener el “orden público” global frente al terrorismo o las rivalidades secundarias entre estados- nación subalternos. En cuanto al régimen económico, analiza las profundas transformaciones que ha sufrido el capitalismo, tanto en su faceta de  producción como en la de reproducción, aspectos ambos que han terminado fusionándose ( la producción biopolítica) en la sociedad de control,  y han dado lugar a la aparición del obrero social. Esta nueva fuerza laboral que ya tiene poco que ver con la clase obrera industrial de la modernidad, gracias a los nuevos instrumentos de producción, basa su capacidad para producir el capital en la creatividad y, por tanto, la explotación no  se localiza ya en un lugar especifico ni existe  ya, como ocurría con la plusvalía, una medida temporal. de la explotación. La explotación comienza a ser ya  un no lugar y ha dejado de ser un espacio temporal. Esos cambios están dejando atrás el modelo de la  sociedad disciplinaria del taylorismo y el fordismo, y del obrero profesional, como  también el  de la plusvalía y la fábrica de la modernidad. Y, finalmente,  y en relación con la oposición dialéctica  a estas nuevas realidades de esta  fase del capitalismo que está emergiendo,  el libro de Negri/Hardt trata de  cómo esa   nueva fuerza social, el obrero flexible, móvil, precario- la multitud, como la denominan los autores- se presenta  con  una capacidad virtual para transformarse en sujeto político revolucionario con una potencial subjetividad más que suficiente para luchar contra ese capitalismo globalizado y crear una sociedad alternativa al mismo.
                        Todas esas nuevas realidades se analizan en Imperio. ( No se hace, por cierto, referencia alguna a los movimientos “antiglobalización”, porque el libro está escrito antes de Seattle, “entre la guerra del Golfo y la guerra de Kosovo”, aunque, en cierto sentido, los autores vaticinan su surgimiento). Pero el tratamiento, desde esa perspectiva teórica, de  esos nuevos elementos del orden político mundial actual y del  orden económico del capitalismo global no son originales de esta obra de Hardt/ Negri, sino que, como es sabido,  ya existían numerosos e importantes estudios sobre ellos, incluidos algunos  trabajos de los propios autores. En ese sentido, este libro se inscribe en la línea  teórica posmarxista de D. Harvey y F. Jameson – como los propios autores reconocen- pero también de Ernest Mandel- al que por, cierto, no mencionan-, además de su deuda fundamental con el pensamiento de Marx y con el de Deleuze y Guattari que son las fuentes inspiradoras principales de este libro. La novedad está en ligar esos elementos en una tesis central teórica, flanqueada por  otra normativa y otras, en menor medida desarrolladas y fundamentadas-y éste es el  talón de Aquiles del libro- de naturaleza empírica. 
                        La tesis central  está  dentro de la tradición teórica marxiana. El capitalismo está en transición hacia una nueva etapa caracterizada por la aparición de un mercado mundial unificado que ha exigido el desarrollo de un nuevo orden político mundial que es el Imperio. La fase del capitalismo imperialista, que habían teorizado Lenín y Rosa Luxemburgo, está en trance de ser superada, porque, según los autores, se habría convertido en un rígido corsé, en un impedimento para el desenvolvimiento del capital. La génesis de ese proceso arrancaría ya desde el fin de la Primera Guerra Mundial y culminaría, tras la segunda conflagración mundial. El capitalismo corporatista del Estado del bienestar  que se desarrolló, dentro del marco de una intensa sociedad disciplinaria, durante la modernidad, tanto en  Occidente como en el mundo socialista, terminó bloqueando, desde el lado del capital,  la generación de beneficios. Y, desde el de las clases subalternas, originó un ciclo de protestas y luchas obreras que obligaron a su reestructuración  hacia el capitalismo imperial que exigió la constitución del mercado mundial unificado y originó , más allá de los Estados- nación de la anterior fase imperialista, una nueva forma política  que es el Imperio.
            Ese Imperio en proceso de formación tiene ya los atributos de la soberanía imperial que expresan la unificación política del mercado global . El poder militar, el monetario, el comunicacional y el lingüístico. Pero, defienden los autores del libro, a pesar de que el poder militar lo encarne EE. UU, la moneda y el idioma sean el dólar y el inglés, respectivamente, el Imperio no tiene un centro de poder definido, no existe una Roma Imperial, el poder es en él un elemento difuso por todo el orden imperial.
            Además, ese Imperio se fundamenta en una constitución material (no formal) que incluye de manera híbrida  tres formas políticas. La monarquía, la aristocracia y la democracia. La Monarquía es la expresión política de la unidad política del Imperio y tiene el poder ejecutivo, el gobierno imperial, que ejerce, terminan reconociendo los autores, EE UU. La aristocracia la componen las empresas trasnacionales que movilizan la riqueza del Imperio en su beneficio. Y la forma democrática  está representada por la sociedad civil global: organizaciones no gubernamentales, movimientos contraimperiales y  Estados- naciones.
            El Imperio  no se gobierna ya como los Estados- nación de la modernidad a través de la sociedad disciplinaria, sino por medio de la sociedad de control que utiliza como elemento fundamental el poder comunicacional  y ese poder no se fundamenta tampoco ya en ninguna realidad trascendente, sino en algo tan inmanente  como el miedo que se deriva del monopolio que el poder imperial tiene de la bomba ( el poder militar), el éter ( el control de las comunicaciones) y el dinero ( las políticas monetarias de los organismos supraestatales).  
            La tesis normativa que contiene el libro, y a la que aludíamos más arriba,  mantiene que esta fase imperial del capitalismo es más positiva que la del capitalismo imperialista de los Estados-nación, puesto que la potencialidad revolucionaria que se da en ella para ponerle  fin, posibilitando la creación de una sociedad alternativa en la cual estén eliminadas la explotación y la exclusión, es mucho mayor que en la etapa imperialista. De ahí que ya no tiene sentido la estrategia leninista del “eslabón más débil” ni el reforzamiento de la lucha de clases en el Estado-nación. Además esa tesis normativa es también la expresión de un enfoque de este libro que ha pasado en cierto modo desapercibido. Me refiero a que estamos aquí dentro de la tradición marxiana  en el marco de una teoría abierta al papel de la agencia humana que no propone ni siquiera un modelo de sociedad alternativa y que, al modo del marxismo heterodoxo de E. P. Thompson, sólo llega a insinuar pautas para esa sociedad posible basadas en la experiencias históricas de la clase obrera que fueron abortadas por la modernidad, sin llegar a hacerse realidad.
            Las tesis empíricas que desarrolla el libro son, sin duda, su punto débil, hasta tal punto que  se quedan en realidad en hipótesis sin verificar. Sin embargo,  frente la descalificación total que ha realizado de este libro James Petras, el más duro crítico que ha tenido hasta ahora Imperio desde la izquierda, es preciso reconocer que  Hardt/ Negri teorizan tendencias evidentes y claras dentro del capitalismo actual. El problema es que solamente son tendencias o realidades parciales cuyo proceso de desarrollo, dada la competencia que los autores atribuyen a la agencia humana, quizás no llegue a culminar y no me refiero a su superación en el contraimperio que otean en el horizonte posible, que también,  sino al propio imperio cuya emergencia describen. Hoy, por ejemplo, no toda esa nueva fuerza laboral flexible y móvil global cabe agruparla dentro del rubro de esa clase trabajadora creativa virtualmente revolucionaria. Y la impresión que tenemos es que el carácter parcial de la globalización realmente existente deja todavía grandes espacios libres externos , como el caso de África, donde todavía es posible la realización del excedente capitalista y en los que  aún no se ha desarrollado el proceso de  relación salarial capitalista. El imperio todavía está en estado embrionario y el imperialismo, aunque  maduro y cambiante, todavía no está agotado y puede aún impedir y bloquear  su desarrollo, manteniendo durante mucho tiempo esta situación híbrida de neoimperialismo e imperio que vivimos.     
            Desde luego, Imperio  no puede compararse con  El Capital de Marx. Ni los autores lo han pretendido. En realidad, lo que han querido remedar es El Manifiesto Comunista, con plena conciencia de las diferencias objetivas entre una y otra situación histórica. Es decir, difundir un manifiesto político que, a partir del análisis del nuevo capitalismo global, propone un programa para esa nueva clase potencialmente revolucionaria que aquél esta generando y que ahora ya no es el viejo  proletariado industrial de la modernidad, sino, casi nada, la multitud de la posmodernidad.

                                                 IMPERIO Y ONG
                                                            J. A. V. I
            Algunos teóricos marxistas, como es el caso de James Petras, consideran indiscriminadamente que las ONG son un instrumento más de la globalización neoliberal cuya función es  conseguir  cierta cohesión social dentro de la explotación del capitalismo global. Hardt y Negri, en cambio, entienden que las organizaciones no gubernamentales son un elemento positivo de primera importancia dentro de la sociedad civil global que ha originado el Imperio, y mantienen que sí ciertamente puede ser verdad que las actividades de muchas ONG sirven para fomentar el proyecto neoliberal del capital global, no puede extenderse esa idea a todas esas organizaciones. Según  los autores, existe un subconjunto de ONG que actuando fuera del Estado se esfuerzan por representar  a aquellos que no pueden representarse a sí mismos: los intereses humanos globales y universales, y utilizan como base de  su acción política  un llamamiento a la moral universal.







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