UNA REVISIÓN DEL PAPEL DEL PCE EN LA GUERRA CIVIL
JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
En la
oceánica literatura histórica que ha
producido la guerra civil española, el tema del papel del PCE en el conflicto
civil ha sido uno de los temas que más
atención ha despertado entre los historiadores, estudiosos y protagonistas,
dada la relevancia que los comunistas tuvieron en el desarrollo bélico. Pero
también ha sido uno de los más
parcialmente y subjetivamente tratados, como demuestra este libro del
historiador Fernando Hernández Sánchez:
Guerra o Revolución. El partido comunista de España en la guerra civil (Crítica,
2010). Tanto en las interpretaciones que
se han venido dando de esa participación
por la literatura de la izquierda
anticomunista (socialista y anarquista) como en las procedentes de la derecha (las
de tendencia liberal y conservadora y la
franquista).
Con finalidades ideológicas diferentes (como es obvio) esa
historiografía, construida de manera dominante con fuentes secundarias y memorialísticas
incidía (y coincidía) en una valoración profundamente negativa del papel de los
comunistas españoles en la contienda civil. Para los socialitas y anarquistas
del exilio, que buscaban su autojustificación por la derrota , los
comunistas trataron de imponer una férrea hegemonía dentro del
campo republicano, subordinando la guerra a los intereses estalinianos de la KOMINTERN (Internacional Comunista ) y,
por ende, habrían sido los verdaderos responsables de la derrota republicana La
interpretación canónica de la derecha, con otro significado y finalidad
ideológicas, coincidía grosso modo con ese modelo interpretativo. Modelo
interpretativo que alcanzó su versión canónica, en el contexto de la cruzada anticomunista desarrollada durante la
guerra fría, con la obra de Burnett
Bolloten que se convirtió en el paradigma interpretativo a seguir por unos y otros hasta prácticamente
hoy.
Según Bolloten, la estrategia comunista para dominar la República habría
tenido tres pilares: el ascenso fulgurante
del partido comunista en número y fuerza organizativa; su conversión en
un partido “refugio” de capas medias temerosas de la revolución social que
pretendían llevar a cabo, aprovechando la guerra, los anarquistas y la
izquierda radical; y, finalmente, el desarrollo por el partido de una operación de camuflaje de sus
verdaderas intenciones totalitarias impuestas por Stalin, ocultándolas bajo el
barniz de un partido frentepopulista cuyo objetivo era alcanzar una revolución
democrática republicana, cuando en realidad, su meta (apuntaba el historiador
británico en pleno desarrollo de la guerra fría) era implantar una versión avant la lettre de una democracia popular como las que existían en ese momento tras el Telón de Acero.
Por su parte, el PCE también elaboró su propia interpretación canónica en
los años sesenta en una obra redactada por una comisión del Comité Central con
el título de Guerra y Revolución, en la que se caracterizaba la guerra civil
como una guerra popular revolucionaria contra los residuos feudales de la
aristocracia terrateniente, el capitalismo monopolista y el ejército de casta;
y una guerra nacional patriótica frente a la invasión de las potencias del Eje.
Interpretación que adolecía de evidentes connotaciones hagiográficas y
partidarias.
Dada esa situación historiográfica, el análisis de Fernando Hernández Sánchez, que es conocido
como coautor con Ángel Viñas de un excelente libro sobre el fin de la República (El desplome de la república, Crítica, 2009) ha consistido en hacer una
nueva lectura de la historia del partido comunista en la guerra civil a través
de las fuentes primarias para revisar la pertinencia o no de esas
interpretaciones de la historiografía tradicional pasando revista no sólo al
papel jugado por el Partido a lo largo del curso del conflicto, sino también (
y esto es que quizás lo más novedoso e interesante de este libro que va a ser,
sin duda, una obra de referencia para este tema ) a las dimensiones, sociología,
organización interna y funcionamiento del partido. Análisis que le permite al
autor criticar y desmontar convincentemente la mayor parte de las
interpretaciones fosilizadas y sesgadas tradicionales, poniendo fin a numerosos
mitos y leyendas que envolvían esa historia.
Hernández no sólo pone en justo término el crecimiento
exponencial que tuvo el Partido hasta aproximadamente la mitad de la guerra,
que le hizo pasar de ser un partido marginal al comienzo de la Republica a
convertirse en un partido de masas durante el conflicto, como consecuencia, en
gran medida, de su cambio de estrategia política al pasar de tener como
objetivo su lucha contra el socialfascismo a convertirse en un partido defensor
del frentepopulismo y de los ideales democráticos republicanos. Además de
utilizar unas modernas técnicas de propaganda y tener a su favor el prestigio
de la modernidad de la joven Unión Soviética. Pero ese enorme crecimiento
cuantitativo tuvo, según nuestro historiador, sus limitaciones en el sentido que
ni fue equilibrado territorialmente, ni se realizó logrando convertir la
cantidad en cualidad entre sus militantes y no se hizo, como se ha venido
diciendo, a base de un proselitismo feroz a costa de los partidos de izquierda..
Tras el análisis del autor tampoco puede aceptarse el mito creado, sobre
todo por Bolloten, de un partido integrado más que por obreros por capas medias
temerosas de los amagos de revolución social de los anarquistas y el socialismo
radical. El análisis sociológico de sus componentes lo muestra como un partido
interclasista, en el que obreros y campesinos tuvieron un lugar destacado y en
que los nuevos militantes eran ,sobre todo, jóvenes y mujeres.
La reconstrucción a través de fuentes primarias de las posiciones y
actuaciones políticas de PCE en el Gobierno de Largo Caballero y en los de
Negrín dejan ver que no hubo una la subordinación incondicional a las
estrategias estalinistas de la Internacional Comunista y la obediencia a sus directrices y mandatos fue rota en muchas ocasiones por el PCE para
adaptarse a las circunstancias y problemas de la guerra. Lo que deja fuera de lugar la imagen de un
partido títere en manos de Stalin como
se ha venido manteniendo por numerosos historiadores y protagonistas de la
guerra. Frente y contra la opinión de Moscú,
formaron parte del Gobierno de Largo Caballero en 1936 y, al contrario, el PCE
contribuyó, en contra de la opinión de Stalin, a derribar al líder socialista del
gobierno en 1937. Como también hubo divergencias respecto a la depuración del POUM entre los
soviéticos y el PCE, tras la insurrección de Barcelona contra la República en
1937.
Más bien lo que constata Hernández a través del análisis del discurso
político de los dirigentes del PCE es que éste actuó con lealtad a la República
y a su ideario frentepopulista como demostró
con su apoyo hasta el final al Gobierno de Negrín frente al golpe de
Casado, en contra de los que lo han interpretado como un intento de llevar
hasta el final la guerra en aras de los intereses soviéticos.
Con todo ello y más allá de todas esas limitaciones, sombras y errores
del PCE, a los que también se hace referencia en estas páginas, no es
injustificado, sino que está bastante fundamentado que el autor concluya su
libro caracterizando la actuación del PCE en la guerra como la de un auténtico
y verdadero partido republicano, cuyo legado a las generaciones de militantes
clandestinos que, tras la guerra civil,
se enfrentaron a la dictadura de Franco, fue su lucha contra el fascismo.
( PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA NUEVA ESPÑA, DE OVIEDO)
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