jueves, 28 de mayo de 2020









MIGUEL ARTOLA: EL HISTORIADOR DE LOS ORÍGENES  DE LA ESPAÑA CONTEMPORÁNEA.
                   JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
 A los 96 años ha fallecido  don Miguel Artola, uno de los “grandes” de la historiografía española. Formado en la universidad de Madrid, Artola alcanzó la cátedra de Historia de España de la Universidad de Salamanca en los años sesenta para después trasladarse a la Universidad Autónoma de Madrid, donde realizó una destacada la labor en la reorganización y modernización  de los estudios históricos de aquella universidad y en la formación  de un importante elenco de jóvenes historiadores que destacarían después como profesores e historiadores  de historia contemporánea y moderna de España.
Pero lo más destacado de la obra de Artola, además de su labor académica y profesoral es, sin duda,  su propia labor historiográfica que le convirtió en uno de los grandes renovadores de la historia de España de  la segunda mitad del siglo XX  en lo que se refiere  al conocimiento de la etapa histórica en la que se especializó que fue en la historia del liberalismo decimonónico español, prestando, sobre todo, especial atención  a la crisis del Antiguo Régimen y el surgimiento del liberalismo en nuestro país. Asunto que ya comenzó tratando en su tesis doctoral, Los afrancesados, que fue prologado por don Gregorio Marañón y continuó después con los Orígenes de la España contemporánea,  análisis novedoso de las bases de la revolución liberal en nuestro país o en el tomo XXVI de la Historia de España de Menéndez Pidal, con La España de Fernando VII y en otras varias obras.
  Esa doble especialización- en el  análisis del primer liberalismo español y en el campo de la historia política en cuyos análisis destacó por la novedad de utilizar el aparato conceptual de las ciencias sociales - le llevó posteriormente a convertirse en un profundo conocedor de la historia del constitucionalismo y el sistema político español  con obras como El modelo constitucional español en el siglo XIX y Partidos  y programas políticos(1808-1936).
 Artola fue, además, coordinador de importantes obras de síntesis sobre la historia de España como la  de siete volúmenes,  de la editorial Alfaguara que le valió el Premio Nacional de Historia en 1992 titulada Enciclopedia de la Historia de España. Y como reconocimiento de toda su obra historiográfica recibió el Premio Príncipe de Asturias  de Ciencias Sociales en 1991.
   Otro aspecto poco destacado en los análisis  de su obra, pero que, sin duda, revistió de gran importancia, fue su gran labor en el campo de la divulgación histórica, tanto entre el público culto por medio de algunas de sus obras destinadas a ese fin como entre los escolares por medio del profesorado de historia  que las difundía en sus clases de historia. No podemos olvidar en ese sentido sus Textos fundamentales para la historia, en los recogía, tras una excelente y sintética, introducción, algunos de las más destacadas fuentes históricas de la historia universal. O  la Historia de España de Alfaguara que fue durante algunas décadas la historia de España que leyó nuestra clase media. Obra que él coordinó y  en la que es autor del volumen V La burguesía revolucionaria. 1808- 1874.
    Finalmente, tampoco  podemos olvidar, sobre todo, escribiendo desde Asturias, que Artola fue un pulcro y riguroso editor de la Obras completas de Gaspar Melchor de Jovellanos, del que era un gran admirador y profundo conocedor de su obra.

lunes, 11 de mayo de 2020

El rey desnudo







El rey desnudo



                             EL REY DESNUDO
                     Julio Antonio Vaquero Iglesias
La pandemia está dando lugar, sin duda, a  numerosos y sofisticados análisis del futuro que nos espera tras la desoladora y trágica huella que va dejar a su paso. Sin duda, son análisis sofisticados y pertinentes. Pero la impresión que uno tiene y cada vez que avanza  “la desescalada” más lo aprecia uno, es que el negativo que suponen esas visiones, esto es, el de que el mundo que viene debería ser lo contrario de lo que ha llegado a ser y cuyas consecuencias  las estamos sufriendo con esta pandemia que nos asola, no deja de ser más que un sueño de una noche de verano, en este caso de primavera.
 Porque, para que fuera así, el capitalismo neoliberal que nos ha traído hasta aquí con sus consecuencias negativas como la de la globalización desigual que está en la base de esta pandemia con su depredación de la naturaleza, su destrucción de la ecología, su conversión de los estados y los gobiernos no en organizaciones para construir, expandir y defender  el estado del bienestar de todos sus ciudadanos, sino para apuntalar y desarrollar la desigualdad y las diferencias, debería de modificarse sustancialmente y no parece que vaya a ser así, sino todo lo contrario.
 La pavorosa crisis económica y social que trae consigo como consecuencia la pandemia, da la impresión cada vez acentuada que, como ha ocurrido con la Gran Recesión y a diferencia en cierto modo y sólo para determinados países  de lo que ocurrió con la Gran Depresión de 1929, la van a pagar sufriendo otra vez más los de abajo y va introducir más desigualdad sobre la desigualdad ya inherente al sistema establecido con todas las consecuencias derivadas de esa situación adversa.
Ojalá que esta visión personal no sea más que una mirada pesimista sobre el futuro que se nos avecina. Pero me temo muy mucho que, dado el cariz que están tomado los acontecimientos actuales, las actitudes de determinados mandatarios como, por ejemplo, Trump en Estados Unidos, Bolsonaro en Brasil, Putin en la Rusia actual o el  presidente chino Xi Jinping, no dan la impresión de que  el futuro contenga indicios de tener en cuenta esta enmienda a la totalidad  que ha supuesto para el mundo actual el desencadenamiento y los efectos destructivos que ha supuesto  la actual pandemia. En realidad, casi podríamos decir que el futuro que se adivina tras la pandemia aparece  cada vez más negro  y adverso para la mayoría de la población. Es algo así como si el futuro inmediato se acercara un paso más hacia alguna de las distopías horribles que nos relatan los autores de ciencia ficción.
     Sin embargo, lo que si nos ha dejado al descubierto la pandemia es el esqueleto de las miserias de nuestro mundo como si de una radiografía exacta de  éste  se tratara, dejando al aire  y sin ropas al rey desnudo.
  Porque la globalización neoliberal ha roído pedazo a pedazo, poco a poco, los restos del estado de bienestar que todavía se resistían a desaparecer en el llamado mundo del capitalismo renano, no del anglosajón, en el que nunca existió porque  nunca se trató de introducir.
 Hemos visto  también cómo el capitalismo neoliberal había ido dejando en mantillas el sistema sanitario público al privatizar, dicho esto en el sentido étimo de la palabra, es decir, privar al común de los servicios públicos, traduciendo en negocio privado lo que realmente es un bien público.
Hemos visto también a unos gobiernos incapaces de proporcionar los instrumentos básicos sanitarios a la población, porque el neoliberalismo los había mercantilizado y los comerciantes chinos a los que la globalización  había convertido en los mercaderes de la fábrica del mundo imponer sus condiciones leoninas a los gobiernos del mundo: o había dinero en metálico o no había instrumentos y equipos  médicos para salvar vidas.
 Hemos  visto cómo al contrario de lo que decían algunos respecto de que el virus maligno no distinguía de clases sociales, ni de pobres ni de ricos ni de razas, la enfermedad se cebaba más en los pobres y minorías raciales que en los ricos y mayorías blancas, reflejando las profundas diferencias sociales que nos corroen.
  Nos ha descubierto  el virus además  cómo  las ideas neoliberales han penetrado en los intersticios de nuestra sociedad y lo que defienden algunos partidos no son  más que “ideología”  en el sentido marxiano, esto es, como falsa conciencia, como encubrimiento de la realidad bajo el ropaje de bellos ideales humanísticos para preservar  en realidad los verdaderos intereses escondidos de esta última fase del capitalismo y cuyo verdadero rostro aparece tal como es en personajes tan siniestros  como Trump, Bolsonaro, Lepen, Salvini o Abascal en España…. .
   Sí, la verdad es que la pandemia en esta ocasión  ha ido más allá: no sólo nos  ha dejado ver al rey desnudo, sino en pelotas.       

domingo, 3 de mayo de 2020

Vocabulario,comunicación y políticos en la pandemia



Pablo Casado en el baño






VOCABULARIO,  COMUNICACIÓN Y POLITICOS DE LA PANDEMIA
                  JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
 La pandemia que sufrimos nos ha traído un nuevo vocabulario. Casi podríamos decir que una neolengua como  de la que hablaba Orwel en “1984”. Términos por cierto que, en su mayoría, no responden a correctos criterios lingüísticos. Pensemos sino en la contradicción en los términos que supone “distancia social” o la ambigüedad y la connotación orweliana que implica “nueva realidad” o el anglicismo que es “desescaladamiento” que, por cierto, supone que antes hubo una escalada que es  un acto volitivo que nunca hubo porque el virus llegó, invadió y mató sin que hubiera ninguna voluntad por nuestra parte. No faltan tampoco los nuevos acrónimos como Erte (Expediente de Regularización Temporal de Empleo), que desgraciadamente nos traen referencias de las pavorosas   consecuencias sociales y económicas que está causando la pandemia que nos asola. O expresiones  de connotación tan oscura como la de “laminar el tiempo”, cuando tenemos en castellano expresiones claras para decir lo mismo.
 En cierto sentido, parece como si la distopía se hubiese hecho ya realidad entre nosotros y hubiésemos dejado sin argumentos a los autores de ciencia ficción para mucho tiempo.
 La otra  realidad que cada vez parece imponerse de manera más clara es el clamoroso fracaso de la política de comunicación del gobierno de coalición. Está claro que Pedro Sánchez, a pesar de su atractivo kennediano, no es, desde luego, un político muy dotado para la comunicación o, al menos, en esta dramática situación no está al nivel requerido. Abusa de los circunloquios, es difícil seguir el curso de su idea principal por sus continuos rodeos y, al final, no va al grano, lo que implica capacidad de síntesis y oratoria directa. Sus intervenciones deberían de ser más cortas y dejar los aspectos técnicos para que los contestasen sus  expertos y dejar a un lado ese continúo paternalismo que tiñe sus parlamentos como si los españoles fuéramos niños o personas  inmaduras. Quizás Sánchez debería fijarse más en los modelos de Macron o de Merkel en sus maneras de comunicar. Por cierto, esos expertos  no son, desde luego “presuntos expertos” como ha salido de la viperina lengua de la marquesa Cayetana Álvarez de Toledo quien, por cierto, nunca se podría equiparar aunque quisiera a los “marqueses”  de Galapagar porque ella lo es de  nacimiento, esto es, sin méritos nacidos de sus obras, mientras que, de serlo, los Iglesias,  lo serían por méritos propios de su inteligencia y de sus obras que es de donde debería salir cualquier título honorífico de reconocimiento democrático.
  Por cierto, el propio Pablo Iglesias debería, nos parece, enfocar adecuadamente su habilidad oratoria que, sin duda, hay que reconocerle para asumir lo que no parece reconocer del todo y es que ahora no está en la oposición, sino en el banco azul y es miembro importante del gobierno. Porque si un espectador no avisado no supiera esa  condición, de oír sus parlamentos pensaría sin duda que eran los de un orador de la oposición y no de un importante miembro del gobierno. Y esto debería de tenerlo en cuenta incluso en sus respuestas a Vox, aunque la verdad es que hay que reconocer que a muchos de nosotros también  nos  costaría controlarnos al escuchar cómo ese partido utiliza los muertos y los mayores para sus fines políticos.
  Sin duda, en las  situaciones difíciles y dramáticas como la que estamos atravesando es donde se descubren los verdaderos políticos, los auténticos estadistas, como fueron los casos, dicho sea solo a título de ejemplo, de Churchill en la trágica coyuntura de la Segunda Guerra Mundial o de Adolfo Suárez, en la de nuestra transición.
  En esta actual que padecemos y en nuestro país se ven pocos, por no decir ninguno, que llevarnos a los labios para mencionarlos. Aunque, eso sí, no puedan medirse todos los políticos con el mismo rasero, sin duda. No es lo mismo, desde luego, Casado mirándose en el espejo para intentar que Vox no le alcance por detrás y teniendo por delante como referente al valiente Aznar que cuando se declaró la epidemia en Madrid, salió como alma a la que persigue el diablo hacia Málaga para evitar los efectos de la pandemia, que otros que tratan con  errores de bulto, pero buenas intenciones de controlar el tsunami que nos ha caído encima y de evitar  que, como ocurrió en la Gran Recesión, la factura  la paguen los de siempre, esto es, los de abajo. A la vez que unos pocos, muy pocos, desde luego, de ambos bandos, tratan por todos los medios de ponerse delante del toro para evitar en lo posible los efectos mortíferos de su acometida como es el caso, déjenme citar solo a dos, pero seguro que, si rebuscamos saldrían otros (no muchos) como el alcalde Almeida en Madrid que ha puesto los actos por delante de las palabras o Gabilondo que busca denodadamente en la Comunidad de Madrid de aunar las sinergias necesarias de derecha e izquierda para atajar en lo posible los efectos de la tragedia en la que estamos sumidos.   
  Desde luego, los mejores de la crítica situación están siendo, sin duda, los ciudadanos y aquella parte de ellos, los profesionales, que les ha tocado la acción directa ante la pandemia y que no hay que convertirlos en héroes, sino reconocerlos como profesionales cabales que han sabido cumplir con sus deberes y su obligaciones, en muchos casos, por encima de sus responsabilidades.
 De ellos, todos nosotros tenemos, sin duda, que estar agradecidos. Y no desde luego, de  los políticos de todos los niveles institucionales (no todos, desde luego)  que ni siquiera han entendido en esta coyuntura crucial la importancia que tienen los gestos simbólicos que como los más altos magistrados públicos deberían haber adoptado. Y  no sólo no lo han hecho, sino que incluso los han rechazado, como el de reducirse sus emolumentos y dedicarlos a los más castigados por la pandemia.