viernes, 27 de mayo de 2016

ESPAÑA EN SU SITIO

                          ESPAÑA EN SU SITIO
                                 JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
   



Si la Transición interna se considera que finalizó en 1982 al producirse la alternancia en el poder con la victoria electoral socialista, es cierto, como mantiene el autor de este libro (La Transición exterior de España, 2016, con Prólogo de Felipe González), el diplomático Francisco Villar, salmantino con fuertes lazos con Asturias por su residencia estival en Llanes, que la Transición exterior duró seis años más que la interna: hasta 1989. Solo entonces puede hablarse de la normalización exterior de España, esto es, cuando España estuvo por fin en  “en su sitio” (del título del libro del ministro Fernando Morán) dentro de la comunidad democrática internacional pasados los cuarenta años de aislamiento y excepcionalidad de la Dictadura franquista.
 El objetivo de este libro es cubrir un relativo vacío bibliográfico, puesto que,  aunque  se han publicado numerosos estudios sobre la política exterior de esa etapa,  son parciales (en el sentido de incompletos) y es cierto que no existe  una visión de conjunto como ésta que trata de ofrecernos el autor en este libro. Pues no sólo abarca, como hemos dicho, la política exterior correspondiente a la etapa de la Transición interna, sino también la que llevaron a cabo los gobiernos de Felipe González con Fernando Morán como ministro de Asuntos Exteriores (1982-1985), primero y la de  González-Fernández Ordoñez (1985-1988), después. Etapas estas en las se logró definitivamente  la normalización exterior de España.
Los tres  hitos fundamentales de esa normalización fueron la conversión de España en miembro de pleno derecho de la entonces Comunidad Europea (1986) y el referéndum de permanencia en la OTAN (marzo de 1986), que, tras un cambio de posición y enfrentándose a una parte significativa de la izquierda española contraria a esa permanencia, incluido un significativo sector del PSOE, apoyó y ganó Felipe González y su Gobierno corriendo un grave peligro, en caso de no ganarlo, para su supervivencia política. Y en tercer lugar la aprobación del Convenio para la Defensa  con los Estados Unidos que pretendía un ajuste en la relación bilateral con la superpotencia en el sentido de una progresiva  menor presencia de fuerzas e instalaciones militares del Estados Unidos en nuestro suelo, con el objetivo de e acabar con la subordinación casi incondicional que  existió en esas relaciones durante  la dictadura  franquista. Objetivo que, aunque no lo apunte el autor, se consiguió  sólo en parte. Pero el libro no sólo desarrolla esos aspectos sino que hace un repaso completo de todos los objetivos y frentes de la política exterior de España de  esos 20 años como fueron, entre otros muchos, la política con Iberoamérica, la política exterior mediterránea y la relacionada con Europa.
 El libro por definición debía de finalizar con el desarrollo anterior (hasta 1989), pero Villar que ha sido un actor destacado de esa política exterior como miembro que fue durante trece años del equipo de dirección del Ministerio de Asuntos Exteriores y desempeñó las funciones de embajador en las Naciones Unidas y fue posteriormente embajador en Francia, Portugal y la Unesco, incluye, quizás demasiado encomiásticamente, un extenso capítulo sobre cómo España se convierte después de esa normalización exterior durante el resto de la etapa felipista, entre 1989 y 1996, en un país influyente en el concierto internacional muy por encima, incluso, de su relativo peso económico y demográfico. E, incluso, en el epílogo del libro, realiza una acertada crítica al giro  conservador, en la línea de los planteamientos de los  neocon  norteamericanos, que han mantenido  los gobiernos del PP en política exterior, volviendo a una subordinación casi incondicional a los intereses del imperio norteamericano.
 Puede ser que algún lector de esta recensión piense tras lo anteriormente escrito, que en realidad estamos ante unas memorias de un actor que, como suele ocurrir con ese género, hace un análisis sesgado defendiendo la acción exterior de España que siguieron los gobiernos socialistas y su actuación en esa actividad exterior. Creo, desde mi humilde punto de vista, que estaría equivocado. El análisis que hace de esa política exterior hasta 1989 es riguroso y bien estructurado y se basa, en parte, en  las memorias de los principales protagonistas de esa política exterior de esos años, en los estudios existentes y , sobre todo, en su experiencia personal  recogida en las notas y apuntes personales  que ha conservado de entonces. Y aunque sí que hace al inicio de cada capítulo  referencia a la política interior de cada etapa que analiza, el peso de ese contexto interior no queda claramente explicitado, siendo como fue, sobre todo, en aquellos momentos difíciles, un factor de vital importancia para explicar el desarrollo de esa política exterior.        

(PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA NUEVA ESPAÑA, DE OVIEDO)

CHACALES DE FORMA HUMANA

                                   CHACALES DE FORMA HUMANA
                                               JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS     


    

   La represión violenta contra los maestros republicanos en Asturias  (Oviedo, KRK, 2010) es, sin duda, un libro oportuno y necesario. No sólo para cubrir el clamoroso vacío que existía sobre el tema de la represión violenta de los maestros republicanos durante la guerra civil en la historia de la educación en Asturias, sino también, por su importancia, para  la propia historia general de la región. Conocíamos, eso sí, en gran medida la represión profesional y administrativa  de los maestros republicanos en Asturias (sobre todo, por el libro de Morente Valero, La depuración del Magisterio Nacional 1936-1939). Pero no se había tratado de manera específica para Asturias, como se hace en este libro, sobre la represión violenta (“paseos”, consejos de guerra, fusilamientos, muerte en prisiones…) del magisterio asturiano durante la guerra civil. Y, desde luego, nadie mejor que  el autor, el profesor e historiador Leonardo Borque, profundo conocedor de la historia del magisterio primario en Asturias, para llevar a cabo este sólido  trabajo.
            Los maestros propiamente  republicanos fueron (como es bien sabido, aunque a veces todavía hoy no se quiera recordar) la bestia negra de la represión de los sublevados en 1936. Comprometidos con las reformas educativas del primer bienio republicano, se mostraron practicantes estrictos del laicismo escolar, enseñaron la Constitución republicana y los valores cívicos contenidos en ella, siguieron las pautas pedagógicas innovadoras de la Institución Libre de Enseñanza, abrieron la escuela a la vida y ejercieron un importante papel de reformadores sociales más allá de los muros de la escuela. Mejor que nadie lo expresó uno de ellos en vísperas de su fusilamiento en una carta a su familia que recoge en el  prólogo de este libro el ya fallecido historiador medievalista Julio Valdeón Baruque, él mismo hijo de maestro fusilado en 1936: “Queridos míos me matan. Y ¿ por qué?, ¿ por mis ideas?. No, pues nada de peligroso tienen éstas  Simplemente por haber abierto las puertas de mi escuela para que la vida entrara en ella”
            Borque demuestra para Asturias, a través de una sólida y variada gama de fuentes documentales, lo que  algunos historiadores de la represión del Magisterio durante la guerra civil habían constatado ya (o al menos deducido por indicios fragmentarios) para otras regiones españolas: los maestros propiamente republicanos, esto es, los adscritos a los partidos republicanos y de la izquierda (aquellos que estuvieron firmemente comprometidos con las reformas educativas republicanas) fueron, en realidad, una minoría dentro del Magisterio Nacional ( no superaban el 5%  del colectivo para el caso asturiano). Sin embargo, el discurso de los sublevados incriminó y estigmatizó  en bloque a  todo el cuerpo de maestros sin hacer distinciones ideológicas, atribuyéndoles una parte decisiva de la responsabilidad del desencadenamiento de la guerra civil.
El autor realiza una detallada  reconstrucción de las formas de ese discurso demonizador (ideológico y no ajustado a la realidad) del Magisterio en sus variadas formas, una de cuyas  principales fuentes ideológicas fue la jerarquía eclesiástica y que tuvo como finalidad no sólo legitimar la represión de los maestros, sino también fundamentar preventivamente la moral y los principios ideológicos del régimen de los vencedores. Baste como botón de muestra las argumentaciones que propone  el informe fiscal del consejo de guerra que condenó a la pena de muerte al rector de la Universidad de Oviedo, el hijo de Leopoldo Alas, Leopoldo Alas Argüelles, refiriéndose a la revolución del 34:”  (…) se llenaron por poco tiempo las cárceles de meros ejecutores y de personas de poco relieve en la rebelión, mientras que los Maestros y los Catedráticos, los autores e inductores, los que sembraron ideas ateas y de la antipatria siguieron en sus puestos, en una impunidad que sonrojaba al recto sentir de la Justicia (…)”.
Las consecuencias de tales planteamientos dieron lugar en Asturias a una durísima e indiscriminada persecución y represión de los maestros que tenía como objeto no sólo la eliminación de los “culpables” como castigo por su “funesta” actuación, sino también como medida preventiva cara a la Nueva España que los vencedores de la guerra civil querían construir. No sólo fueron expulsados del cuerpo de maestros casi un tercio de los maestros propietarios de Asturias. Esto es: bastante  más del que constituían los que se adscribían a la ideología propiamente republicana. Y en el  aspecto concreto de la represión violenta  fueron 43 las víctimas de los “paseos”, 48 los ejecutados tras los consejos de guerra y otros 12 asesinados en variadas circunstancias. Y a estas cifras habría que sumar los que  sufrieron prisión en los campos de concentración y los que optaron por la vía del exilio. Con estas cifras no puede hablarse de equidistancia entre la dimensión que alcanzó  la represión del Magisterio llevada a cabo en el bando sublevado y la que tuvo lugar en la zona republicana hasta el final de la guerra en Asturias, represión republicana a la que Borque también hace referencia aquí  y ya había dedicado su atención en un libro anterior

Estamos, pues, ante un excelente y necesario libro de historia que también puede considerarse como un buen ejemplo de lo que debe de ser un adecuado ejercicio de  memoria histórica, esto es,  siempre fundamentada en un riguroso tratamiento histórico. Y que nos demuestra el inmisericorde fulgor de la  espada de los vencedores para con aquellos que un poema, incluido en un manual escolar de la época y titulada “Franco y los niños”, denominaba como “chacales de forma humana”.       

viernes, 20 de mayo de 2016

EL  SÍNDROME DE LA LEGIÓN PERDIDA
                                                        JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS










La publicación de cada novela de Santiago Posteguillo se está convirtiendo en una acontecimiento editorial tal es el éxito que están alcanzando sus novelas históricas. Este es el caso de La Legión perdida, su última obra publicada y con la que el autor  cierra su trilogía a sobre el emperador hispano Trajano.
 La técnica novelística utilizada en este caso es la misma que ha venido empleando  en todas sus novelas históricas anteriores. De los dos modelos dominantes utilizados para escribir las novelas de este género, o el que los personajes son seres de ficción y lo histórico está en el contexto en que se mueven, o el otro en que los personajes, al menos los principales, son figuras históricas reales y de lo que se trata es de reconstruir de manera novelada, pero fiel a la historia, su actuación en el mundo histórico real, Posteguillo  se mueve claramente en este segundo modelo.
 En el marco de ese modelo, nuestro autor utiliza con oficio, como titulado que es en literatura creativa, todos los recursos técnicos de la novela histórica: reconstrucción fiel, casi detallista, de los hechos históricos, identificando en el propio texto las fuentes documentales a las que se refieren las varias  tramas que desarrolla; el suspense y el clímax lo  logra acudiendo a una estructura de la novela basada en la articulación de escenas de las diferentes tramas que trata en sus novelas, al modo como lo hace también Ken Follett  y cuyo origen está en la estructura desarrollada por Tolstoi en Guerra y Paz . Son escenas cortas de gran valor  plástico, al modo del lenguaje cinematográfico que posibilitan la atención continua del lector a pesar de los miles de páginas de sus novelas.
 En  su última  novela, Posteguillo nos relata la expansión por Oriente de Trajano con la finalidad  de poner  fin al control que el Imperio parto ejercía sobre la ruta de la seda cuyo origen estaba en  Xeres ( China) en ese momento en manos de la dinastía han. Ese control por Partía suponía un alto costo dinerario para el Imperio romano. Su estrategia fue pues conquistar Partía y establecer para ello una alianza con el Imperio kushan en el norte de la India que servía de intermediario y enviar emisarios al Imperio chino comunicándoles sus intenciones. Pero lo cierto es que además de las grandiosas dimensiones de esa política de conquista de parte del Oriente y la oposición a esta política  que en cierto sector de Senado, dirigida por su sobrino Octavio, existía otra dificultad añadida: el peso traumático que existía en Roma por los frustrados intentos realizados por Craso, en el siglo I a. C., para conquistar los territorios partos, pasando el Éufrates, finalizados con una sonora derrota. La pérdida y desaparición de la legión de Craso dio lugar a tal sensación de pesar en Roma que se había transmitido a las posteriores generaciones de romanos  como si todo intento de sobrepasar el Éufrates para conquistar aquellos territorios fuese empresa maldita. La acuñación de la expresión que todavía se sigue utilizando hoy “es un craso error” es una prueba de ello.
         Tenemos así, pues, los cinco escenarios en que se desarrolla la novela de Posteguillo y para lo cual utiliza el modelo de novela histórica, las técnicas y la estructura que hemos analizado más arriba: el Imperio romano, el parto, el chino, el del viaje de sus emisarios a China, y el de la historia de la legión perdida. El escenario de las vicisitudes y aventuras de los emisarios enviados a China está desarrollado por personajes de ficción, algunos de los cuales ya habían sido creados en  su libro anterior y es donde  el que el autor  aprovecha no sólo para introducirnos en el Imperio Kushan, sino también para desarrollar los aspectos más novelescos del libro: traiciones, aventuras sin cuento,  piratas  y luchas sangrientas, amores y embarazos traicioneros (aunque el despliegue novelesco en este caso no le impide tampoco colocarlos en su contexto histórico  preciso). En cuanto a la legión perdida, el autor desarrolla la tesis mantenida por algunos historiadores. Los supervivientes fueron empleados por los partos en la defensa oriental de su imperio  y consiguieron huir de su dominio convirtiéndose en mercenarios de los hunos en sus combates con el Imperio Han.
 Quizás por esos diversos y “exóticos” escenarios históricos  en que se desarrolla La legión perdida haya sido la más difícil de las novelas que ha escrito  hasta ahora, por lo menos en cuanto a la recopilación y manejo de la compleja documentación que ha utilizado. Y en cuanto a los defectos y limitaciones que este humilde lector le encuentra son las que ya he mencionado con ocasión de otras críticas anteriores: el maniqueísmo con que enfoca a sus principales personajes históricos que en parte desvirtúa el excelente ropaje histórico con que los envuelve. El imperio de Trajano, según la historia más seria, tuvo, sin duda, aspectos positivos, pero decir que los únicos defectos del emperador  fueron su afición a la bebida y no haber sabido preparar su sucesión favoreciendo con ello el golpe de estado de Octavio, no nos parece de recibo. Del mismo modo que parece fuera de la realidad histórica, el considerar “el malo” de la novela a Octavio. Qué diría Margarita Yourcenar. Amén de sus limitaciones de estilo, de los recursos trillados y facilones que a veces utiliza que llegan en ocasiones a producirnos cierto sonrojo, y del presentismo anacrónico que campea por sus páginas. Lo cierto y verdad es la buena acogida que, como las anteriores, está teniendo esta novela que publicada en febrero va ya por la tercera edición-
( PUBLICADO EN LA NUEVA ESPAÑA, DE OVIEDO)

    

EL CINE EN ASTURIAS

LOS ORÍGENES DEL CINEMATÓGRAFO EN ASTURIAS

                          JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS


EL AUTOR, JUAN CARLOS DE LA MADRID

Juan Carlos De la Madrid es uno de los pocos historiadores, sino el único, que ha tratado de los orígenes del cinematógrafo n Asturias, esto es, de la que se denomina en la historia del cine como “Etapa  Primitiva” . Su libro “Cinematógrafo y Varietés en Asturias” (1996) fue el primero- al menos hasta donde yo conozco- que estudió su desarrollo en nuestra región desde la perspectiva del cine como una industria cultural que surge en el contexto de las transformaciones económicas y sociales ocurridas en el periodo de entre siglos en nuestra región. Transformaciones que propiciaron, a su vez, un proceso de mercantilización del ocio dentro del cual se insertó el proceso que conduce de la aparición del cine en el último decenio del siglo XIX como espectáculo sin entidad propia, es decir, como un complemento más del espectáculo popular de  las varietés, hasta que en vísperas de la Gran Guerra está ya a punto de convertirse en un espectáculo independiente con instalaciones propias y centro ya de su  propia industria cultural.
En su nuevo libro, “8.000 Películas de Cine Primitivo. Asturias, 1896- 1915” (Gijón, CICES, 2009) , De la Madrid recoge las conclusiones de su primer libro sobre este tema y las amplia con un excelente estudio sobre los tres elementos que convergen en el complejo proceso que conduce a la aparición del cine en Asturias y que se desarrollan a los largo de los veinte años que van  entre 1896 y 1915 : la relación y final  segregación e independencia del cine del espectáculo de las varietés dentro del cual se había integrado en principio; el inicio de la constitución de una incipiente  industria cultural  cinematográfica; y, finalmente, el paso del cine como espectáculo popular a espectáculo de masas en que se convierte en vísperas de la Primera Guerra Mundial al acelerarse el proceso de mercantilización del ocio y convertirse en un espectáculo interclasista controlado por la burguesía.
La fuente principal de información de este libro es el censo realizado por el autor de las 8.000 películas (títulos y lugar de exhibición) a las que hace referencia el título del libro, películas que son la mayoría de las que se proyectaron en nuestra región en esos dos decenios.
Después  de una primera fase que llega hasta el inicio de nuevo siglo, y cuyo objeto era dar a conocer el nuevo invento más como novedad técnica que como espectáculo  (la primera proyección se realizó en el Teatro Jovellanos de Gijón en 1896 con un pretendido aparato Lumiére y sólo al año siguiente se introdujo el verdadero  sistema  de Lumiére en Asturias en Llanes y Gijón), se inició su conversión en un espectáculo telonero de diversas  varietés consumidas por un público popular y entre las cuales pronto destacó el cuplé con cupletistas individuales que enseñaban generosamente sus encantos, cantaban  letras llenas de procacidades, levantando en armas a sus espectadores masculinos. Las películas dentro de ese espectáculo tenían escasísima duración y no eran sino un conjunto desordenado de vistas  de la realidad natural o de  diversos acontecimientos
Sin embargo, a partir de la segunda década del nuevo siglo, el cine en Asturias, como en el resto de España, se va imponiendo sobre las varietés, sin que éstas desaparezcan del todo como parte del espectáculo ( incluso “Quo vadis” llegó a pasarse en Gijón como complemento de actuaciones de cuplé), a la vez se alarga la duración de las películas, que adoptan  una mayor complejidad técnica, y una parte de las cuales son ya películas de ficción de diversos géneros como demuestra para Asturias  la lista de películas que recoge el autor en su libro: películas de género cómico, dramáticas, del natural, documental, históricas…., producciones  procedentes, sobre todo, de Francia y de alguna otras cinematografías europeas (las producciones norteamericanas  vendrían después de la Primera Guerra Mundial y con ellas la aparición de una nueva etapa de la historia del cine) Un factor decisivo en esa abastecimiento variado de las películas es la generalización  en Asturias entre  1907 y1909 del sistema de distribución por el sistema de alquiler, convirtiéndose Gijón en un de los centros de distribución no sólo para todas las salas asturianas, sino también para otras provincias limítrofes.
Esa incipiente industria cinematográfica supone, además de los cambios mencionados, el desarrollo de otros en la misma dirección como fue la aparición de salas estables y específicas  para la proyección de las películas y las actuaciones de varietés. De los cafés, barracas, pabellones, teatros tradicionales como el Jovellanos de Gijón (no el Teatro Campoamor que se resistió a admitir este espectáculo hasta 1915 cuando el avance del cine con todas esas transformaciones era ya imparable) o nuevos teatros como el Dindurra de Gijón, el  Teatro Celso  de Oviedo, el Santarrúa de Candás, el Obdulia de los Campos Elíseos de Gijón..., se pasó, a partir de 1910, a las salas propias para el cine y de manera secundaria para las varietés que se generalizaron por las ciudades menos importantes  de la región ante el éxito de todo tipo de público que iba adquiriendo el que antes se conocía como el “teatro de los pobres”, y a causa también de las  exigencias de las normas de la nueva Ley de Espectáculos. El modelo más acabado de estas nuevas construcciones para el cinematógrafo fue, sin duda, el famoso Salón Doré de Gijón en 1914.
Pero la aparición de la industria y el mercado cinematográficos  implicó también otros importantes cambios que el historiador asturiano constata en Asturias, como fue la aparición de las” estrellas” personalizadas del nuevo espectáculo que suponían un excelente gancho publicitario. Bien fueran las nuevas cupletistas “domesticadas y respetables”,  aptas ahora al final para toda clase de públicos, y que también habían alcanzado el estrellato en el cine; bien, los personajes de las películas cómicas o seriadas de éxito que se proyectaban en la región. Otra novedad derivada de esas transformaciones fue también la aparición de una crítica de las películas ya permanente en los diarios.
Todo ello era la consecuencia de la conversión del cine en un espectáculo de masas, interclasista, desde el momento en que se cumplieron  tres condiciones. Que el anterior espectáculo popular de cine y varietés se fuese “dignificando” en sus contenidos y formas, esto es, adaptándose a los gustos de las capas altas; que  se mantuviesen para las capas inferiores bajos los precios de las entradas; y finalmente, que aquéllas  poco a poco accediesen cada más a un tiempo de ocio más amplio. De esa manera, se convirtió en un espectáculo para toda clase de públicos. Juntos, pero no revueltos asistían al espectáculo: en preferente unos; en general, otros. Y hasta el Teatro Campoamor que- como hemos dicho- se había resistido a introducir en su sala este espectáculo terminó finalmente admitiéndolo.
            La producción de películas en Asturias durante esos veinte años  fue escasa. El autor censa 48 películas asturianas o de autor asturiano. La mayoría de ellas son las denominadas vistas naturales o de acontecimientos. Sólo dos de ellas fueron películas de argumento: “Por robar fruta” o Una tarde fiesta en Candás. Ese celuloide asturiano fue obra esencialmente de asturianos relacionados con el mundo de la fotografía como fueron, entre otros, Arturo Truhán, Javier Sánchez Manterota o Julio Peinado Alonso.
            Sin duda, el título de este libro no hace justicia a su contenido por su modestia. Porque, en realidad, estamos ante una completa y excelente historia de la Etapa Primitiva del cine en Asturias. 
(PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA NUEVA ESPAÑA, DE OVIEDO)

domingo, 15 de mayo de 2016

Largo Caballero, un reformista revolucionario

              LARGO CABALLERO, UN REFORMISTA REVOLUCIONARIO
                                                              JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
         

FRANCISCO LARGO CABALLERO



 El pasado día 16 de enero fallecía en Madrid, el historiador y catedrático de Historia contemporánea de la Universidad Complutense, Julio Aróstegui. Unas semanas antes había salido a la luz su último libro, una monumental biografía del político socialista Francisco Largo Caballero: Largo Caballero. El tesón y la quimera ( Debate), obra de cerca de mil páginas, a cuya confección había dedicado el autor  los últimos veinte años, libro que, sin duda, va ocupar un lugar honor en su  legado historiográfico que ha tratado sobre el carlismo, la guerra civil, la historia del presente y la teoría historiográfica.
   Esta biografía de Largo Caballero parte del reconocimiento de que el que fue uno de los más destacados dirigentes del socialismo español durante la primera mitad del siglo pasado, de reconocido prestigio entre la clase obrera española de su época, ha sido paradójicamente un personaje maltratado tanto desde la derecha como la izquierda, aunque nadie le haya negado, para bien o para mal, su constancia y lucha tenaz - esto es: el tesón al que se refiere el subtítulo de su biografía- en favor de la clase obrera española durante los aproximadamente cincuenta años de su labor de dirigente obrero y político socialista, tareas  en las que llegó a alcanzar los más altos cargos en el sindicato y el  partido socialista, así como en el Gobierno republicano, del que fue en su primer  bienio reformador Ministro de Trabajo y Previsión Social y después, durante la guerra civil, Presidente de Gobierno. Entre otras descalificaciones, se ha acusado  a Largo de  colaboracionista con la Dictadura de Primo de Rivera, de comportamiento político contradictorio e inconsecuente por pasar casi sin solución de continuidad  de las prédicas y los comportamientos reformistas a las posiciones radicales a ultranza  que mantuvo tuvo durante la revolución de Octubre del 34, también de “seguidista” por considerar que ese cambio de actitud no había sido sino una adaptación interesada al radicalismo que asumió  la masa obrera española en la coyuntura del bienio derechista republicano.
Sin embargo, Aróstegui trata de demostrar que, desde una visión de la trayectoria global, no parcializada, de su biografía , algunos de esos comportamientos, al margen de su valoración positiva o negativa, pueden perfectamente matizarse, y las aparentes contradicciones de su biografiado resolverse en el proyecto rector que mantuvo durante toda su vida pública, el del “reformismo revolucionario” o gradualismo, que suponía considerar, como paso previo o primera etapa de  la lucha obrera, el intervencionismo político buscando  la organización de la clase y la mejora de las condiciones obreras como antesala  y base para  una posterior revolución social.
De ahí que, según nuestro historiador, el dirigente obrerista entendía que su colaboracionismo con la Dictadura primorriverista no era connivencia con ella sino solo convivencia. Como también que su labor como Ministro de Trabajo durante la República la concibiese como una fase superior de intervencionismo, el intervencionismo gubernamental, para intentar lograr con la implantación desde el Gobierno de un avanzado sistema de leyes laborales establecer un verdadero Estado social, necesario y previo a la futura  sociedad socialista.  Por ello, concebía -como el mismo escribió- su legislación laboral no como “obra verdaderamente  socialista”, sino solo como “obra de un socialista”. Del mismo modo que su giro hacia el radicalismo a partir de 1933, y con él su apoyo y  protagonismo en la revolución del 34 que le valió el apelativo de “Lenín español” y él rechazó tajantemente atribuyéndoselo a los comunistas, no fue sino una reacción ante una situación de excepción causada por el bloqueo que las derechas republicanas habían impuesto a la posibilidad de una política reformista dentro de la República.
 Esta última  es una de las dos “quimeras” que Aróstegui atribuye a  Largo y a  las que hace referencia  el subtítulo de su  obra. La otra sería  la sesgada y poco realista concepción que tuvo el dirigente socialista de la alianza antifascista en que fundamentó su Gobierno durante la guerra civil. Concepción que le llevó inexorablemente a un enfrentamiento con los comunistas y fue, por ello, uno de los principales factores, no el único, de la caída de su Gobierno en mayo de 1937 y el comienzo del fin de su destacada posición dentro del socialismo español.
Toda esa trayectoria estuvo marcada en parte por su origen. Obrero estuquista, de origen familiar humilde y parva instrucción, Largo se convirtió en obrero consciente tras su conocimiento y posterior contacto personal con Pablo Iglesias. De hecho, fue un “pablista” de arraigadas convicciones toda su vida. Del maestro tomó su concepción “cerrada” de la clase obrera, la importancia decisiva de la  “organización” para su triunfo y  la asunción sin contradicciones del binomio revolución/ reformismo. Y como rasgos propios: la importancia que siempre concedió en su táctica al “societarismo”, esto es, las medidas de autoorganización de la clase obrera, el “sindicalismo político” como instrumento básico de su reformismo y lo que Aróstegui denomina como “intuición de clase”, que no es sino su capacidad de percepción intuitiva de las necesidades de la clase obrera que explica tanto algunos de sus aciertos como sus errores políticos, sus “quimeras”.
            La dureza y las consecuencias negativas que para su salud tuvieron sus siete años de exilio en Francia, parte de los cuales los pasó recluido en un campo de concentración nazi en Alemania, no fueron, sin embargo, obstáculo para que, una vez liberado, volviera desde París a intervenir activamente hasta su muerte en 1946 en la política del exilio republicano. Terminó reconciliándose con Indalecio Prieto y propuso la celebración de un plebiscito entre los españoles para elegir entre Monarquía y  República como primera  medida, entre otras, para iniciar el proceso que debía conducir a  poner fin a la dictadura franquista.         
               A  pesar de ciertas contradicciones que pueden apreciarse en el  texto,  alguna que otra valoración  discutible y cierta tendencia a  la  reiteración, la revisión que realiza nuestro historiador de la obra y el pensamiento de Largo aporta, sin duda, notas de gran valor historiográfico. No sólo por el carácter integral de su relato biográfico y la minuciosa, casi exhaustiva, documentación en la que se fundamenta que le permite extraer importantes matizaciones y nuevas interpretaciones de la actuación y pensamiento de su biografiado, sino también por la profunda y esmerada contextualización en que  basa todo su desarrollo, que la convierte, además, en una verdadera historia del socialismo español de la primera mitad del siglo XX.
Desde luego, más allá de las más recientes versiones biográficas de Largo Caballero como la de Marta Bizcarrondo o la más reciente de Juan Francisco Fuentes, ésta os no sólo la última, sino, sin duda, la más ambiciosa e importante escrita hasta ahora. Y la verdad es que su  principal conclusión parece bien fundamentada. Largo Caballero fue, sin duda, el  más genuino representante, en la historia del socialismo español de la primera mitad del siglo pasado, de la vía reformista, la que hemos denominado como “reformismo revolucionario”.Y, dada la trayectoria de su pensamiento y acción, él y no Julián Besteiro, como se ha venido manteniendo habitualmente, debe ser considerado como el verdadero heredero de Pablo Iglesias.

 ( PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA NUEVA ESPAÑA, DE OVIEDO)

Caballero y maestro de medievalistas

                                      CABALLERO Y MAESTRO DE MEDIEVALISTAS                              
                                                                   JULIO ANTONIO VAQURO IGLESIAS





Recibo  la notificación del RIDEA de la luctuosa noticia del fallecimiento de Nacho Ruiz de la Peña y con la tristeza  embargándome el corazón, hago memoria de la relación que he mantenido con él y de inmediato me viene  a la cabeza una idea que define lo que siempre he pensado de él: ha muerto un caballero, además de un excelente medievalista. Siempre recuerdo cómo me apoyó para que publicase en aquella excelente revista cultural que fue Ástura, de la que Nacho fue uno, con  los profesores  Santiago Melón y Francisco Quirós, de sus principales promotores y en la que muchos de los que comenzábamos nuestras investigaciones históricas tuvimos sus  páginas a nuestra disposición sin tener en cuenta nuestro pedigrí universitario, sino sólo la calidad de los trabajos que presentábamos. Así se comportó también en otras ocasiones con el que esto escribe cuando, con  el catedrático de Geografía Quirós, formó parte del jurado que me concedió el premio de Trabajos históricos del concejo de Llanera por una investigación sobre los vaqueiros de la zona central de Asturias que trashumaban a Torrestío.
 Todo ello lo digo como expresión de su calidad humana y científica y como reconocimiento de la gran labor  que llevó a cabo en todo lo referente a la difusión de la cultura asturiana. Su labor en los últimos años como director del RIDEA fue también enormemente valiosa tratando de modernizar la institución e incrementando su actividad  científica.  Que todos los  que en Asturias nos dedicamos a esto de la investigación histórica hemos reconocido la importancia de su labor de historiador y difusor de la cultura asturiana, lo demuestra la sesión que dedicó a presentar sus Obras completas con motivo de su jubilación. Allí estábamos presentes, y esto es difícil de lograr en nuestro gremio, historiadores de todas las tendencias y especialidades y representantes  de  todos los sectores de cultura asturiana Y  la gran ovación que escuchó al final de su parlamento por su humildad y bonhomía fue la expresión del reconocimiento de todos nosotros por su obra, pero también por la dignidad, bondad y calidad humana con que ha ejercido su profesión y llevado su vida. Siempre recuerdo que él decía que había sido una persona con suerte en la vida, porque se había dedicado a lo que más  le gustaba: la historia, y encima le pagaban.
 La última relación que tuve con él fue con motivo de la recensión de sus Obras completas en las  páginas de este periódico  y como siempre sentí  en esa relación la alta valoración que tenía de la amistad, su bondad y su sencillez. Alguien más capaz que yo deberá hacer ahora una valoración de la importancia de su obra de medievalista y su labor como creado y difusor  divulgador de la cultura asturiana (siempre me asombró los profundos y amplios  conocimientos que poseía sobre ella). Desde luego, y como no podía ser de otra manera, dada su calidad científica y humana,  serán sus discípulos  los encargados de hacerlo, porque, como maestro que fue, deja una   escuela formada por  un nutrido grupo de excelentes  discípulos.
      Su mujer e hijas y el resto de su familia y amigos (un fuerte abrazo para Álvaro y para Florencio Friera) deben paliar su dolor en lo que es  posible con el orgullo de haberlo tenido a su lado.
( PUBLICADO EN LA NUEVA ESPAÑA, DE  OVIEDO)

miércoles, 11 de mayo de 2016

EN  MEMORIA DE JUAN IGNACIO RUIZ DE LA PEÑA                

                  LA OBRA DE UN MEDIEVALISTA ASTURIANO
                                                  JULIO ANTONIO  VAQUERO IGLESIAS



En el pasado 23 de enero  se celebró en Oviedo un  homenaje al catedrático de Historia medieval de la Universidad de Oviedo Juan Ignacio Ruiz de la Peña Solar con motivo de su jubilación tras 50 años de actividad docente e investigadora en nuestra Universidad. Lo organizaron sus discípulos que con ese motivo editaron y le dedicaron un libro en dos volúmenes en el que se recoge una pequeña muestra  de su obra dispersa.  Al acto asistió una nutrida asistencia, lo que no es muy usual en esta clase de celebraciones. Esas características del acto sirven en cierto modo para definir la obra y la personalidad de  J. I. Ruiz de la Peña. Porque, en primer lugar, no hay mejor medida de la excelencia de la labor docente e investigadora de un profesor universitario que haber logrado a lo largo de su vida académica crear  una nutrida y sólida escuela de discípulos que puedan continuar su labor, como fue precisamente su caso, que siguió con excelentes frutos los pasos de su maestro don Juan Uría, quien fue, como es bien sabido, el verdadero padre del medievalismo asturiano. Pero también la numerosa asistencia a aquel acto de homenaje era la demostración de la bonhomía y profundo sentido  de la amistad que siempre ha ejercido  Juan Ignacio y le han granjeado dentro y fuera de profesión innumerables amigos.
Quizás haya quedado para otra ocasión e institución otro homenaje que nuestro medievalista bien se merece como animador y agente activo de la difusión de la historia y la cultura asturianas, como lo prueban su labor como miembro de número y director del  Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA) y su participación en otras muchas importantes  iniciativas como lo fue, por mencionar alguna, su decisiva participación, con otros destacados miembros de su consejo de redacción como el geógrafo Francisco Quirós y el historiador Santiago Melón, en la creación y gestión de la excelente revista de investigación y alta divulgación ya desparecida, Ástura, en la que muchos pudimos publicar, al margen del cerrado y limitado ámbito académico, nuestros trabajos de investigación  sobre la historia y la antropología de Asturias.
Por su parte, el contenido de la obra dedicada por sus discípulos  ( S. Beltrán Suárez y M. Álvarez Fernández, eds., J. I. Ruiz de la Peña Solar. Estudios de Historia Medieval.  (Universidad de Oviedo, 2014, dos volúmenes) es  una clara muestra representativa de su importante labor investigadora. Se recogen en él 23 trabajos de investigación, de los 160 que ha publicado a lo largo de su vida académica, editados en las principales revistas  del medievalismo español y europeo. Libro, sin duda, representativo de su labor investigadora, porque se manifiestan  en él  las diferentes líneas de investigación por que ha transitado aquélla y los diferentes ámbitos territoriales y políticos que ha tratado, lo que demuestra que su obra no ha sido monotemática ni limitada al ámbito espacial de Asturias, Si  bien es cierto que sus investigaciones más numerosas y su principal atención se han centrado  sobre la historia de Asturias medieval, como demuestran el conjunto de trabajos  que se recogen en el primer volumen del libro.
En cuanto al objeto de sus investigaciones, Ruiz de la Peña ha tratado variados temas que abarcan los diversos campos en que se ha ido  desdoblando con los avances historiográficos la historia medieval: la historia religiosa con sus investigaciones de  temática jacobea con especial atención al origen y desarrollo del Camino de Santiago en Asturias, temática que está presente en el segundo volumen con tres interesantes trabajos; la historia urbana ha sido  otro de los asuntos que ha tratado con mayor asiduidad, como es el caso de sus estudios de las Polas asturianas que fue el objeto de su tesis de doctorado. De esa historia urbana se ofrecen también algunas muestras en este libro, como el que dedica al estudio de los orígenes urbanos de Oviedo. La historia social también ha sido otro de sus centros de su interés como puede constatarse por algunos de los trabajos aquí recogidos como el que dedica a la condición de la mujer través de los ordenamientos jurídicos  de la Asturias medieval ( siglos XII al XIV). La  historia política y de las Instituciones también han sido otro de los objetos preferentes de sus investigaciones con especial atención al origen del Principado de Asturias y a las instituciones medievales asturianas como puede constatarse por algunos de los trabajos recogidos en este libro dedicados  al análisis del Principado de Asturias en el contexto del Poder central y los estados regionales en la Baja Edad Media castellana, y el que trata del rey y el reino en la Monarquía asturiana. Por otro lado, la proyección internacional de su labor investigadora también está  representada en este libro con su trabajo en italiano Le ville nuove del nord della Corona de Castiglia (secoli XII- XIV).
 Finalmente, tampoco ha dejado de lado nuestro medievalista el espinoso asunto de la metodología historiográfica al que ya en su día dedicó su memoria de licenciatura publicada por Siglo XXI en un libro que fue incluso reeditado, aunque en este caso no tengamos  muestra de ello en esta obra. Sí la tenemos, en cambio, de su profundo sentido de la amistad  y el agradecimiento hacia sus profesores y maestros con el sentido y hermoso texto dedicado a ellos  de la última  clase  con que cerró su vida académica  y que   constituye a su vez  el brillante colofón de este aprovechable y significativo  libro.

 (PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO CULTURA DE LA NUEVA ESPAÑA Y RECOGIDO HOY CON MOTIVO DEL FALLECIMIENTO DE JUAN IGNACIO RUIZ DE LA PEÑA)          

domingo, 8 de mayo de 2016

LA TRAGEDIA DEL BONIFAZ

                                                            LA TRAGEDÍA DEL BONIFAZ
                                                                           Julio Antonio Vaquero Iglesias
          






   Pasadas las 10 dela noche  del 3 de julio de 1964 a  nueve millas  del cabo Finisterre, el petrolero Bonifaz propiedad de la compañía cántabra Naviera de Castilla del Grupo Pereda con cincuenta marinos  y seis  mujeres a bordo, esposas de los tripulantes, con sus tanques vacíos en viaje hacia Cartagena para efectuar determinados arreglos en el buque,  colisionó con el petrolero francés Fabiola, de mayor tamaño, cargado de crudo  para El Havre, produciéndose una de las mayores tragedias  de la marina mercante española del pasado siglo. El petrolero español abrió un gran boquete en el costado del buque  francés vertiéndose el crudo sobre el Bonifaz que se hundió a causa del incendio, en medio de un mar lleno de llamas. El resultado fueron cinco  tripulantes muertos y veinte desaparecidos, incluidas tres de sus esposas y un herido de pronóstico reservado. En el petrolero francés sólo hubo algunos heridos leves y el boquete abierto en su casco no le impidió continuar su navegación.
El trágico suceso conmocionó a la opinión pública nacional  y ocupó las primeras páginas de los periódicos españoles de aquellos días y dejó tras de  sí un reguero de víctimas y damnificados, de dolor y vidas truncadas que han marcado para siempre  las de los que perdieron a sus familiares y las de los supervivientes que lo vivieron. Y también tras el desgraciado accidente sobrevino, como es lo habitual en estos casos, el tema de las responsabilidades. Ante la escasa sensibilidad de la autoridades  y con él animo de honrar y mantener viva la memoria de sus familiares muertos y desaparecidos, familiares y supervivientes crearon una Asociación de Náufragos de la Mar, con sede en Santander, que  ha extendido sus actividades a homenajear  y recordar a  las víctimas y damnificados de todos los naufragios de marinos y pescadores españoles.    
   Cincuenta y un año después del hundimiento del Bonifaz, acaba de publicarse el libro Donde se posa el resplandor del sol ( Círculo Rojo, 2016) en el que se realiza un exhaustivo análisis de aquel desgraciado accidente marítimo. Su autor, periodista de prensa, radio y televisión, especializado en programas infantiles y juveniles y ahora  escritor, Francisco García Novell, un enamorado y profundo conocedor de todo lo relacionado con el mar, ha publicado anteriormente un excelente libro que ha alcanzado gran difusión sobre el naufragio del trasatlántico español Príncipe de Asturias, de cuyo hundimiento en las costas de Brasil se cumple este año su centenario aniversario; y también varios libros de viajes  y de literatura  infantil.
     Bajo la forma de un gran reportaje novelado, con una técnica casi cinematográfica y  buen pulso narrativo, el autor realiza en este libro, como experimentado  periodista que es y a través de un impresionante trabajo de campo,  una reconstrucción minuciosa, casi detallista, de quiénes eran los tripulantes del buque siniestrado, de sus vidas, de sus ambientes familiares, del contexto cotidiano de la vida de los españoles en aquel año, de la historia del petrolero. El relato de  cómo se produjo el accidente y la valiente y responsable actuación de la tripulación ante la dramática situación, llegando, incluso, a actuaciones heroicas y de cómo se salvaron los náufragos, es excelente. También se analizan las resoluciones  judiciales españolas y francesas sobre el accidente que terminaron con el fallo definitivo del Tribunal del Almirantazgo inglés.
    Sin duda, el autor consigue el objetivo pretendido con su libro: hacer un ejercicio de memoria para que nunca se olvide aquella tragedia y realizar un sentido homenaje a los que la padecieron. Y  aún más: mostrarnos  por extensión un gran fresco de la dureza de la vida y la grandeza de los hombres de la mar.  
   Tuvieron que pasar algunos años hasta que un patrón de pesca de Muros y otros pescadores de bajura de la zona localizaron exactamente el lugar en que  se encontraba a unos 170 metros el pecio del Bonifaz. Lugar  donde los pescadores de la zona, por respeto, no echaban sus redes. Allí Donde se posa el resplandor del sol,  les señaló desde el cabo Finisterre el citado patrón a los familiares de los marinos desaparecidos, es el lugar exacto donde está sumergido el casco del barco. Y así  conocieron  dónde estaba la  tumba de los suyos  para poder seguir con su proceso de duelo.  Ya no eran – como dicen los versos de Melville en Moby Dick – “seres  que privados de toda morada, han/ muerto privados de tumba”. Amén.    
   ( PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA N UEVA ESPAÑA . DE OVIEDO)
¡ABAJO LAS QUINTAS Y LOS CONSUMOS!
                                                                         JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS



Sergio Sanchez Collantes


Sergio  Sánchez Collantes es un joven maduro historiador asturiano que se ha convertido en pocos años  en  el  mejor conocedor  de la historia del republicanismo decimonónico en nuestra región. Asunto escasamente tratado en la historiografía regional hasta que nuestro historiador le dedicó su  excelente tesis doctoral premiada con el Premio Juan Uría. Ahora publica en la editorial  gijonesa Zahorí Ediciones El azote de la plebe  que ha merecido el XIII Premio de Investigación “Rosario Acuña” sobre un tema estrechamente vinculado con el movimiento republicano decimonónico y que ya  había  tratado menos ampliamente en su tesis como es el  de las quintas y los  consumos. Esto es, el reemplazo anual para  el servicio militar obligatorio y los impuestos indirectos sobre los artículos de primera necesidad.
Estos gravámenes eran un pesado fardo que arrostraban sobre sus espaldas las clases populares asturianas y eran objeto  de las expresiones de descontento de sus miembros y de sus  protestas  violentas o pacíficas, individuales o públicas. De ahí el ambivalente título del libro: quintas y consumos  eran tanto un elemento decisivo  de sus malas condiciones de vida como fueron asimismo uno de los motivos habituales de sus protestas pacíficas o violentas en la calle contra ellos y,  por ende, contra el orden liberal  que los había creado y mantenía. Protestas  y demandas que fueron, en cambio, los  partidos republicanos, o ya a finales del siglo  los movimientos libertario y socialista, los que las  apoyaron e incorporaron en sus programas.
  La visión que nos ofrece Sánchez Collantes no se limita a un análisis de ambos  gravámenes en sí mismos y de las protestas que originaron o   los intentos de eliminarlos o de reformarlos para disminuir su  grave incidencia  sobre el nivel de vida de las clases populares sino que su libro  nos proporciona además  una minuciosa visión- sobre todo a través de  fuentes hemerográficas que nuestro historiador  maneja con gran conocimiento y soltura- de las implicaciones sociales que ambos impuestos clasistas tuvieron sobre el conjunto de la vida social de menestrales, proletarios y campesinos asturianos , de modo que  se puede aceptar,  como indica el subtítulo interior del libro, que estamos ante una sólida aproximación a una  historia social de las quintas y consumos en la Asturias contemporánea.   
    En el caso de las quintas su naturaleza clasista se expresaba en que el servicio militar sólo lo hacían los miembros de las clases populares. A  través de la redención en metálico cuyo pago oscilaba entre 4000 y 8000 reales; o de  la compra de un sustituto que era un poco menos costosa, pero, como en el caso de la primera, inasequible  también para los miembros de aquéllas, se hacía real  lo de que  la guerra la declaraban los ricos, pero la hacían los humildes. Las implicaciones sociales, además de los frecuentes  motines violentos  o las protestas pacíficas, eran numerosas y graves: la pérdida de elementos  necesarios para  el buen  funcionamiento familiar, las deserciones, la emigración clandestina a América, la voluntaria venta como “carne de sustituto” de quienes querían remediar su situación de pobreza postulándose como sustitutos, como narraba Clarín que le había ocurrido a Ramón, el personaje de su cuento “El sustituto”,   la caída  de los humildes  en las garras del caciquismo que, cuando se implantó el sufragio universal masculino durante la Restauración, utilizaba como “favor” a cambio del voto conseguir la exención del servicio  militar …. No es extrañar  que  las quintas  fuesen sufridas como un verdadero abuso, un auténtico azote, por las clases populares  y salir en el sorteo como una verdadera   desgracia para las familias humildes.
                El impuesto indirecto  de los consumos que era un impuesto estatal con el que se cubrían los gastos de Ayuntamientos y Diputaciones gravaba los artículos de primera necesidad y eran en gran medida los responsables del encarecimiento de los artículos de primera necesidad , de los productos de “comer, beber y arder”, como se decía en la época. Y por ello fue otro azote  para las clases populares asturianas con sus importantes secuelas sociales. En primer lugar, los  graves motines y manifestaciones de protesta contra ellos  como el ocurrido en Siero  de 1887 o el de  1898 en Gijón. Motines que autor analiza con gran detalle resaltando la decisiva intervención de las mujeres en ellos. Pero además los consumos fueron un factor decisivo en el bajo nivel de vida y la pobreza  de las clases populares: el elevado precio de las mercancías de primera necesidad, la adulteración de los alimentos, el contrabando, los abusos y  los frecuentes incidentes de orden público en torno a los fielatos….
    El libro, además de expresar la progresividad de la ideología demorrepublicana, tiene también una clara lectura presentista. El apoyo contra las quintas y los consumos por parte del republicanismo decimonónico se fundamentaba en su  idea de la  igualdad l entre los hombres. De ese principio  se derivaba su propuesta de anular en tiempo de paz el servicio militar y en caso de guerra la participación sin distinciones en el mismo de todos los hombres,  y también su apuesta  por los  impuestos progresivos. Todo ello expresión a su vez de una concepción de la democracia igualitaria que nada tiene que ver con la democracia procedimental que domina  hoy y desde la que se están legitimando los abusos que las élites económicas están cometiendo contra las clases populares y medias con motivo de la crisis económica. Todo ello en 200 páginas bien escritas y  enderezadas con numerosas y significativas viñetas  caricaturescas  de  la prensa de la época. No es poco desde luego.
( PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO CULTURAL DE “LA NUEVA ESPAÑA”  DE OVIEDO)
    



miércoles, 4 de mayo de 2016

LUANCO: DE LA FIESTA POPULAR AL OCIO MERCANTILIZADO
                                                     JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
           
VISTA PANORÁMICA DE LUANCO

 La clásica historia de la cultura y la vida cotidiana ha ido dejando paso en la moderna historiografía a una historia cultural más perfilada metodológicamente que, además del  estudio de las expresiones de la alta cultura, entre sus nuevos objetos de estudio, enfatiza  el análisis de las formas históricas de sociabilidad  y del  ocio. Enfoque que, a su vez, supone además una renovada manera de abordar los tradicionales estudios de   historia local. 
Éstas son las dos novedades metodológicas  que aporta este libro de Ignacio Pando, director de la  Casa Municipal de la Cultura de Luanco, cronista oficial de Luanco e investigador especializado en la historia del concejo:De las actividades recreativas al ocio mercantilizado. Luanco, una historia local, 1890-1931”, coeditado  en 2009 por el Ayuntamiento de Gozón y la Asociación de Amigos del Museo Marítimo de Asturias de Luanco. Procedente de la Academia, este excelente trabajo se suma a las  escasas investigaciones  y autores que han  practicado  en Asturias  esta nueva historia cultural, y entre los que es inexcusable citar a Jose Luis Guereña y, sobre todo, al profesor de nuestra Universidad,  Jorge Uría,  uno de los más destacados especialistas en este campo en España, director de este trabajo y autor del prólogo de este libro.       
            ¿Cómo, cuándo y por qué se transformaron en Luanco las fiestas tradicionales en el ocio mercantilizado de la sociedad burguesa? ¿Cuándo, cómo y por qué, las formas de sociabilidad tradicionales se fueron sustituyendo  por un nuevo tejido asociativo en la villa luanquina? Pando no sólo  responde en su libro a todos esos interrogantes con gran fundamento, sino que, al hacerlo, reconstruye la historia local de la villa en los 43  años, de 1890 a 1931, que analiza en su obra. Para ello rastrea el inicio del proceso de cambio a partir del último tercio del siglo XIX y  demuestra, con una variada y profusa documentación y un notable aparato gráfico, cómo esas transformaciones están ya en gran medida cristalizadas, tras la Primera Guerra Mundial, en los años veinte del pasado siglo.
Las condiciones necesarias para que se produjesen tales cambios eran, por un lado, que una parte de la población luanquina dispusiese, con la reducción de su jornada de trabajo, de un mayor tiempo libre para dedicarlo al  ocio, y, por otro, que para poder  practicarlo gozase de un mayor nivel de vida material y educativo. El motor para que se diesen esas condiciones materiales fue la conversión de Luanco en un importante centro de ocio veraniego a medida que, a  partir de las últimas decenios del siglo XIX,  se va imponiendo y extendiendo a las capas medias de la nueva sociedad burguesa la costumbre de los baños de mar, consecuencia de la nueva mentalidad higienista y de una diferente -casi antitética de la tradicional- concepción de entender la relación  del hombre con la naturaleza.
 La aparición de un espacio para ese tipo de ocio con la inauguración en 1890 en la playa de la Ribera de un balneario y una casa de baños  La Rosario, simboliza mejor que ninguna otra institución la conversión de Luanco en centro veraniego. En el balneario se desarrolló hasta su cierre  en 1917 una importante actividad recreativa  y cultural no sólo para la numerosa colonia de veraneantes, entre la que se contaban  importantes personalidades de la vida regional y nacional, sino también para la propia  población de  Luanco.
Como demuestra el autor con un detenido análisis del Registro de Matrícula  Industrial, este turismo veraniego provocó  a su vez, además  la instalación de modernas empresas industriales como las dedicadas a  la producción de conservas, un importante cambio en la estructura de los establecimientos de servicios con la aparición de aquéllos  que cubrían la demanda de las nuevas  formas de ocio y sociabilidad  burguesa: droguerías, farmacias, confiterías, tiendas de ropa confeccionada, cines, teatro, salas de billar, cafés…. Los cafés no lograron, sin embargo, sustituir, a las tabernas, donde la bebida dominante era la sidra y de las que tenemos varias descripciones literarias como la que realiza de la taberna del muelle en su novela de 1925  “Ciencia  y corazón” el líder obrero, primero socialista  y después comunista, nacido en Luanco, Isidoro Acevedo.
 La práctica de esa nueva clase de de ocio dio origen también un nuevo escenario urbano con transformaciones en la morfología urbana de la villa con la racionalización del plano urbano y la aparición de nuevos edificaciones, la construcción de paseos, parques  e incluso la mejora de las comunicaciones, entre los que cabe destacar dos de las obras emblemáticas de la villa como fueron el Paseo marítimo construido entre 1915 y 1930 y  el puerto del Gayo, cuya obras se iniciaron en 1903, con el apoyo del ministro Agricultura Félix Suárez- Inclán, asturiano muy vinculado a Luanco por lazos familiares y miembro asiduo de su colonia de veraneantes Sin embargo y más allá de cierta leyenda negra que presupone la oposición de un grupo de burgueses de la villa  a ese intento, los esfuerzos de los políticos municipales y las fuerzas vivas de la villa, fueron infructuosos en su deseo de la implantación del ferrocarril en  el concejo y su capital.     
 El análisis de la evolución de las cuatro grandes festejos tradicionales de Luanco- la fiestas de Santiago y Santa Ana, del Carmen, de San Juan y del  Cristo del Socorro- demuestran cómo en el modelo tradicional de esas fiestas populares se fueron introduciendo algunos elementos nuevos procedentes de la nueva concepción del ocio. Pero lo más destacable es la aparición de las nuevas actividades de ese ocio mercantilizado como el teatro, la zarzuela, las variedades, el cuplé, el baile dominical y el cine. La construcción del Teatro del  Carmen en 1913 permitió cubrir el vacío  que para ese espectáculo, que era el preferente para el público luanquín, había supuesto el cierre del Ateneo Obrero. En esa institución comenzaron también a realizarse las primeras proyecciones cinematográficas hacia 1904.En 1929, con la inauguración del Teatro Moderno de una capacidad ya notable,  funcionaban tres salas de proyección ad hoc  en la villa luanquina.
Esas nuevas actividades de ocio generaron un rico tejido asociativo instructivo- recreativo, a la cabeza del cual hay que poner la temprana creación  por  Mariano Suárez- Pola en 1869 de la fundación  docente  Santísimo Cristo del Socorro y entre las cuales están las dedicadas a la música y al fútbol- La Musical y el Club Marino de Luanco- pero, sobre todo, el Ateneo Obrero, a cuyas actividades y organización el autor dedica un pormenorizado análisis en este libro que, sin duda, constituye un válido modelo para cualquier futuro estudio de historia local  que trate de llevarse a cabo en Asturias. 

                             

la construcción del nacionalismo español

                       LA CONSTRUCCIÓN DEL NACIONALISMO ESPAÑOL
                                                                          Julio Antonio Vaquero Iglesias
         




    Mater Dolorosa ( Taurus, 2001) de José Älvarez Junco era  un libro necesario por dos razones historiográficas. La parte del león  de la historia sobre el nacionalismo en España se la ha venido llevando la historia de los nacionalismos no estatales y, aunque en los últimos años han aparecido algunos importantes estudios sobre varios aspectos del nacionalismo español( entre ellos, los de Borja de Riquer,  Núñez Seixas, Pérez Garzón, Fusi, de Blas, Varela), que hay que añadir a los ya  clásicos como los de Jover y Linz, faltaba un estudio de conjunto sobre su origen y desarrollo.
 Pero, además, la oportunidad de este libro está también en relación con la propia evolución de la teoría sobre el fenómeno del nacionalismo moderno. Desde los años 80 aproximadamente, esa teoría ha dado un verdadero salto cualitativo. Una de las tendencias más sólidas de este nuevo marco teórico es aquélla  que incide en el significado instrumental del nacionalismo. La identidad nacional  es una realidad construida, pero no gratuitamente sino con objetivos movilizadores en relación con determinados proyectos políticos. Y eso exige, como dice Hobsbawn, “inventar tradiciones”, es decir recrear la historia, y da lugar, como apunta Benedict Anderson, a “comunidades imaginadas”. Y es desde este enfoque teórico instrumental como aborda en este libro Álvarez Junco su análisis del nacionalismo español.
 Si  partimos  del concepto de nación  como grupo humano que cree compartir unas características culturales comunes y que, por ello, considera legítimo poseer un poder político propio, y del de nacionalismo como el principio político  de que cada nación tiene el derecho a ejercer sobre su territorio un poder soberano, el nacionalismo es un fenómeno plenamente contemporáneo. Y en España surgió, a la par que en los grandes estados europeos, con la revolución liberal- burguesa. Los liberales españoles fueron los iniciadores del nacionalismo español y el primer episodio que “construyeron” como fundamental  expresión de ese sentimiento nacional por parte del “pueblo” fue la denominada guerra de Independencia contra el francés. Pero, en realidad, como analiza Álvarez Junco, el verdadero sujeto nacional fueron  las élites  liberales más que el propio Estado. Ellas  fueron las que llevaron a cabo un proceso de nacionalización cultural que abarcó desde la recreación de la historia en clave “nacional” hasta la de  las artes, la literatura y la música..
Pero esa construcción liberal de la nación española no se hizo desde el vacío. Existía previamente, no un sentimiento prenacional, como se le ha denominado, a veces, cayendo en la teleología nacionalista esencialista,, sino un patriotismo étnico  generado por el Estado absolutista moderno. El contenido de ese patriotismo singularizaba a los “españoles” entre los  habitantes de los otros grandes estados europeos por una manera propia de ser y por su identificación con el catolicismo. Álvarez Junco lleva a cabo un elogiable e impresionante rastreo de la  identidad étnica en esos siglos. La aplicación de la  teoría de la  “comunidad imaginada” de Anderson al caso español le hace concluir que no han  sido aquí la Reforma y la lectura de la Biblia los factores de “nacionalización”, como ocurrió en otros grandes estados europeos, sino el catolicismo tridentino, su contenido, y el aparatoso y formal ceremonial religioso, su instrumento..      
Pero la parte más novedosa del libro es la que dedica el autor al análisis de la versión conservadora del nacionalismo español. El absolutismo fernandino, primero, y el movimiento contrarrevolucionario absolutista, después, fundamentados en el poder político de raíz religiosa de la Monarquía, no aceptaron y se opusieron a la ideología nacionalista. Pero, con la consolidación del liberalismo, se produjo la aceptación por los conservadores del nacionalismo. Para ello reelaboraron y difundieron los mitos nacionales sobre la base de la identidad religiosa de la nación. La religión católica fue la que creó – argumentaron- la nación. La reinterpretación de la historia nacional desde esa óptica dio lugar a otra versión de la historia nacional diferente de la liberal. Por decirlo de algún modo: ahora ya no era Túbal el fundador de la nacionalidad, sino el apóstol Santiago. Así el nacional- catolicismo comenzó a fundamentarse a través del pensamiento de Balmes, tomó cuerpo definitivo con la obra de  Menéndez Pelayo, tuvo larga vida como matriz nacionalista de la derecha española a lo largo del primer tercio del siglo XX, y hasta resucitó con gran ímpetu, imponiéndose al nacionalismo fascista, durante la primera etapa del franquismo.
 ¿ Cuál fue el balance del nacionalismo decimonónico español? La respuesta que se venía dando era que sus efectos nacionalizadores sobre la población fueron débiles, sobre todo, si se compara con el caso francés. La creación del nacionalismo se debió más a las élites liberales que a la acción del Estado liberal. Álvarez Junco  repasa con detenimiento la acción nacionalizadora estatal y constata su limitada actuación en este campo. Ni el sistema educativo, ni el servicio militar,  factores básicos de la nacionalización, tuvieron mucho éxito en ese sentido. El primero no cumplió sus objetivos de  escolarización y el servicio militar siempre fue visto como injusto por las clases populares, debido al sistema de redención. Los propios símbolos nacionales, el himno y la bandera, tardaron en concretarse y tuvieron escaso arraigo. Y los monumentos nacionales se limitaron casi a la capital del Estado. Pero, aún y así, el autor matiza y deja en el aire la idea de que quizás no haya que minusvalorar tanto el grado de nacionalización que se alcanzó en la centuria.
En un trabajo de este calado, la objeciones de detalle que se le pueden hacer quedan oscurecidas por el valor general de la obra. Pero quizás hay una más relevante que no puede omitirse. En la  evolución que va tener el nacionalismo español a lo largo del siglo XX , a partir del nacionalismo reactivo que originó la crisis del  98,  y que el autor pergeña, a grandes rasgos, al final del libro, parece que sólo distingue su versión conservadora. Pero lo cierto es que el original discurso nacionalista liberal radical de los inicios del liberalismo español, se remozó en clave modernizadora y esencialmente política e, incluso, llegó a ser uno de los elementos básicos  sobre los que se fundamentó  la II República.
Como todo buen libro de historia, éste de Álvarez Junco también nos ayuda a comprender y valorar los problemas del presente. El patriotismo constitucional habermasiano del que ahora se habla tanto, y tanto la derecha como la izquierda patrocinan- aunque, quizás, no hablen de lo mismo- debería construirse desde el Estado tratando eliminar de él todo rasgo excluyente de patriotismo étnico y desarrollar al máximo los valores cívicos inclusivos. Permitiría no sólo hacer posible la doble lealtad  al nacionalismo estatal y al de origen, sino también poder convertir en “españoles” a esos cientos de miles de inmigrantes- que, sin duda, irán en aumento- sin forzales a abandonar su cultura. Pero, además, el enfoque y el contenido de este libro pueden servir de excelente ejemplo de cómo debe de enseñarse- en esa asignatura de Historia de España, implantada por la reforma de Humanidades del PP- el tema de los nacionalismos. Es decir, huyendo de cualquier esencialismo y sin inventar ninguna tradición ni comunidad imaginadas. No estaría de más que los profesores que vayan impartirla leyesen este libro. Confiemos en que así sea.
                                       MATER DOLOROSA
                                                           J.A.V.I.
  Como los nacionalismos europeos, el español también creó la representación simbólica de la nación. En Francia fue la impoluta y desafiante Marianne; en Inglaterra, la  orgullosa Britannia. En el caso español, las dificultades  y obstáculos que, durante el siglo XIX , encontró el proceso nacionalizador, dieron lugar a una  evolución singular de la representación de la nación. En la primera etapa liberal, la España-mujer se representa como una Minerva de formas armoniosas y simbolismo justiciero, que lleva una corona rematada con almenas en referencia a Castilla, como núcleo que se consideraba, por el discurso histórico liberal nacionalista, originado por la monarquía astur-leonesa que logró vencer a los musulmanes. Pero, a mediados de siglo, ha dejado de ser esa matrona digna y ha pasado a ser una mujer, flaca y decrépita, doliente y, a veces, crucificada. Es la imagen de la mater dolorosa, sacada del imaginario católico, que da título a este libro. Como tal,  ya la ideó aquel cura asturiano que, en plena guerra contra el francés, se ofreció a las Cortes de Cádiz para recorrer a pie el país, llevando una imagen de España vestida de luto, arrodillada y con sus manos levantadas hacia el cielo, que llevase la leyenda: “La Madre Patria pide a sus amantes hijos la ayuden lo que puedan en el presente conflicto”. 
( PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO CULTURAL , CULTURA, DE LA NUEVA ESPAÑA)