LA TRAGEDÍA DEL BONIFAZ
Julio Antonio Vaquero Iglesias
Pasadas las 10 dela noche del 3 de julio de 1964 a nueve millas del cabo Finisterre, el petrolero Bonifaz propiedad de la compañía
cántabra Naviera de Castilla del
Grupo Pereda con cincuenta marinos y seis
mujeres a bordo, esposas de los
tripulantes, con sus tanques vacíos en viaje hacia Cartagena para efectuar
determinados arreglos en el buque, colisionó con el petrolero francés Fabiola, de mayor tamaño, cargado de
crudo para El Havre, produciéndose una
de las mayores tragedias de la marina
mercante española del pasado siglo. El petrolero español abrió un gran boquete
en el costado del buque francés
vertiéndose el crudo sobre el Bonifaz que
se hundió a causa del incendio, en medio de un mar lleno de llamas. El
resultado fueron cinco tripulantes
muertos y veinte desaparecidos, incluidas tres de sus esposas y un herido de
pronóstico reservado. En el petrolero francés sólo hubo algunos heridos leves y
el boquete abierto en su casco no le impidió continuar su navegación.
El trágico suceso conmocionó a la
opinión pública nacional y ocupó las
primeras páginas de los periódicos españoles de aquellos días y dejó tras de sí un reguero de víctimas y damnificados, de
dolor y vidas truncadas que han marcado para siempre las de los que perdieron a sus familiares y
las de los supervivientes que lo vivieron. Y también tras el desgraciado
accidente sobrevino, como es lo habitual en estos casos, el tema de las
responsabilidades. Ante la escasa sensibilidad de la autoridades y con él animo de honrar y mantener viva la
memoria de sus familiares muertos y desaparecidos, familiares y supervivientes
crearon una Asociación de Náufragos de la Mar, con sede en Santander, que ha extendido sus actividades a homenajear y recordar a
las víctimas y damnificados de todos los naufragios de marinos y
pescadores españoles.
Cincuenta y un año después del hundimiento del Bonifaz, acaba de publicarse el libro Donde se posa el resplandor del sol ( Círculo Rojo, 2016) en el que
se realiza un exhaustivo análisis de aquel desgraciado accidente marítimo. Su
autor, periodista de prensa, radio y televisión, especializado en programas
infantiles y juveniles y ahora escritor,
Francisco García Novell, un enamorado y profundo conocedor de todo lo
relacionado con el mar, ha publicado anteriormente un excelente libro que ha
alcanzado gran difusión sobre el naufragio del trasatlántico español Príncipe de Asturias, de cuyo
hundimiento en las costas de Brasil se cumple este año su centenario
aniversario; y también varios libros de viajes y de literatura infantil.
Bajo
la forma de un gran reportaje novelado, con una técnica casi cinematográfica
y buen pulso narrativo, el autor realiza
en este libro, como experimentado periodista que es y a través de un
impresionante trabajo de campo, una
reconstrucción minuciosa, casi detallista, de quiénes eran los tripulantes del
buque siniestrado, de sus vidas, de sus ambientes familiares, del contexto
cotidiano de la vida de los españoles en aquel año, de la historia del
petrolero. El relato de cómo se produjo
el accidente y la valiente y responsable actuación de la tripulación ante la
dramática situación, llegando, incluso, a actuaciones heroicas y de cómo se
salvaron los náufragos, es excelente. También se analizan las resoluciones judiciales españolas y francesas sobre el
accidente que terminaron con el fallo definitivo del Tribunal del Almirantazgo
inglés.
Sin duda, el autor consigue el objetivo
pretendido con su libro: hacer un ejercicio de memoria para que nunca se olvide
aquella tragedia y realizar un sentido homenaje a los que la padecieron. Y aún más: mostrarnos por extensión un gran fresco de la dureza de
la vida y la grandeza de los hombres de la mar.
Tuvieron que pasar algunos años hasta que un
patrón de pesca de Muros y otros pescadores de bajura de la zona localizaron
exactamente el lugar en que se encontraba
a unos 170 metros el pecio del Bonifaz. Lugar
donde los pescadores de la zona, por
respeto, no echaban sus redes. Allí Donde
se posa el resplandor del sol, les
señaló desde el cabo Finisterre el citado patrón a los familiares de los
marinos desaparecidos, es el lugar exacto donde está sumergido el casco del barco.
Y así conocieron dónde estaba la tumba de los suyos para poder seguir con su proceso de duelo. Ya no eran – como dicen los versos de
Melville en Moby Dick – “seres que privados de toda morada, han/ muerto
privados de tumba”. Amén.
( PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA N
UEVA ESPAÑA . DE OVIEDO)
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