OSCAR Y VALERIA
Julio Antonio Vaquero iglesias
Lo escribimos cuando el niño sirio Aylan apareció
muerto en una playa turca y la fotografía de su cadáver sacudió
la conciencia de todos
(¿realmente de “todos”?) con el trágico espectáculo que estaba originando la emigración económica y política hacia Europa.
Una imagen como aquella no podía volver a reproducirse si queríamos seguir
llamándonos civilizados y los países
europeos debían de poner los medios para que nunca más ocurriera algo semejante.
Pero pasada la impactante impresión que causó aquel cadáver infantil en la
opinión pública las cosas siguen más o
menos igual o incluso peor con las políticas xenófobas de la ultraderecha
europea y el Mediterráneo siguen siendo la tumba de numerosos, miles, de
inmigrantes africanos y asiáticos que tratan de alcanzar en Europa una vida
mejor y más segura. Los Salvini y los Viktor Orbán de la Unión Europea Imponen sus estados sus políticas ultraderechistas xenófobas mientras la entidad supraestatal creada sobre
valores de humanidad y justicia es incapaz de tomar decisiones de conjunto para
solucionar el problema inmigratorio.
Ahora ha ocurrido otro caso similar en el otro
espacio donde un gobierno de la ultraderecha, el del presidente Trump, domina y
aplica políticas xenófobas y antimigratorias. En un país, por cierto, cuya formación se realizó a base de
inmigrantes y de los que, incluso, procede la propia familia de su actual mandatario. La nueva
imagen trágica es ahora la de los cadáveres flotando en el agua en las orillas
del río Bravo del inmigrante salvadoreño Oscar Alberto Ramírez y su hija
Valería de dos años. Todo el dolor, la tragedia y la injusticia que origina la política emigratoria del
magnate presidencial norteamericano están plasmados en esa instantánea
fotográfica. Porque efectivamente
detrás de ella, está todo el horror que
ha causado y está causando tal política que
no respeta los derechos humanos que su propio país ha reconocido: desde
la expulsión de inmigrantes sin ninguna clase de respeto legal hasta la
retención y separación forzosa de los hijos de sus propios padres y familiares.
Amén de la construcción de un muro-frontera que controle la población emigrante
centroamericana que quiere entrar en Estados Unidos, salvo, claro está, cuando
las necesidades de mano de obra barata y sin protección social del país lo
requieran
El impacto de
esta fotografía ha originado también una reacción entre la opinión pública
norteamericana y el Partido Demócrata ha aprobado en la Cámara de
Representantes con la oposición presidencial un paquete de medidas por valor de
4500 millones de dólares para cubrir los
gastos de salud y seguridad de esos migrantes. Pero mucho nos tememos que, como
ocurrió en Europa con Aylán, pasado el impacto producido por esa fotografía y
calmada la opinión pública norteamericana con esa inversión, todo volverá a la
anterior situación mientras el ultranacionalismo de Trump siga impregnando las
políticas norteamericanas sobre la emigración. En realidad, la única verdadera
solución sólo llegará si finalmente en las próximas elecciones presidenciales Trump
es desalojado del sillón presidencial y sus políticas ultranacionalistas y
reaccionarias dejadas a un lado por un nuevo presidente que tenga un más
elevado sentido de la justicia y la humanidad. El pueblo norteamericano debe
exigírselo por razones de dignidad y justicia.
Está claro
que la imagen de los cadáveres de Aylan y de Oscar y su hija Valeria se han
convertido ya no solo en la imagen del trato injusto e inhumano de los
pueblos ricos con los pueblos pobres y los desheredados de la fortuna que huyen
de ellos y cuya situación miserable en cierta medida tiene su origen en la explotación a que han
sido sometidos por aquellos. El trágico final que expresan esas fotografías es
también un verdadero símbolo de la desigualdad estructural de nuestro mundo
actual. Desigualdad que, de seguir así,
va a ser fuente, sin duda, de profundas y negativas consecuencias para todos. Esperemos
que sus trágicos finales, como los de tantos otros miles de migrantes, no hayan
sido en vano.
(Artículo publicado en las páginas de opinión de La
Nueva España, de Oviedo)