ALMUDENA GRANDES: MEMORIA CON HISTORIA
JULIO ANTONIO
VAQUERO IGLESIAS
Almudena Grandes no nos dejado este 27 de
noviembre, porque siempre estará con nosotros a través de sus dieciséis libros
y con el testimonio de una vida y una
obra comprometida con la defensa de los más débiles y los vencidos y olvidados de
aquella la guerra civil que nutrieron nuestro
exilio y crearon las dos Españas, la de dentro sufrida en el marco de
una férrea dictadura, y la del exilio soportada por los españoles que tuvieron que sobrevivir en otras
tierras lejos de la España que los vio nacer, pero con el
recuerdo y el corazón puestos en ella.
El corazón de su obra novelística estuvo
puesto, sobre todo, en las seis novelas que planificó con el título de los Episodios de una guerra interminable y
tras las huellas de los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós para que no
se olvidase a los perdedores de aquella guerra y siguiésemos su historia y sus avatares en el exilio y en las
penalidades que tuvieron que sufrir los que siguieron viviendo aquí bajo las
amenazas y represión del franquismo.
Almudena fue la creadora de una original
versión de la novela histórica aplicada a nuestro dramático acontecer histórico
en el siglo XX. Como historiadora que era además de novelista fue capaz de crear un equilibrio armónico
entre la ficción de sus personajes y sus tramas novelísticas, dejando como
evidente que sus argumentos como sus personajes podían no sólo ser verosímiles
de por sí, sino también estar contextualizados en el marco del rigor histórico más
depurado.
Por eso su
reivindicación de los vencidos aunó perfectamente esa dualidad aparente contradictoria entre
memoria e historia que fue- y lo sigue siendo ciertamente- objeto de aquella
dura polémica de hace unos años entre ciertos historiadores que calificaban la memoria
histórica como un engendro contradictorio y otros
que reivindicaban- y lo siguen haciendo
hoy en cierta medida con motivo del controvertido proyecto de ley de la memoria histórica- la necesidad de
recuperar en el marco de un conocimiento histórico más depurado la memoria de los perdedores de la guerra civil que la
dura represión franquista cubrió de olvido y tergiversación durante cuarenta
años de dictadura.
Sin duda, como decíamos más arriba, para sus
lectores Almudena no ha muerto, porque siempre estará con nosotros en sus
libros. Pero también en el ejemplo de la
coherencia de su pensamiento y
comportamiento en un país en el que tales valores son difíciles de encontrar,
más bien brillan por su ausencia. Pero sin duda la echaremos mucho de menos en
sus intervenciones en la radio o en su habitual tribuna periodística (en la
que, por cierto, tomó el relevo de otro novelista e intelectual coherente y
lúcido como Vázquez Montalbán que sigue viviendo, como lo hará ella, en nuestro
recuerdo) que nos servía de clarificación y orientación en estos tiempos de
zozobra, mentiras públicas y ausencia de valores éticos, que nos ha tocado
vivir. ¡Gracias, Almudena!.