ARNALDO Y LA ÉTICA POLÍTICA DE MAQUIAVELO
Julio Antonio Vaquero iglesias
dad de Arnaldo
La votación favorable, con excepciones, de los
diputados de la coalición gobernante al señor
Arnaldo, candidato del Partido Popular y de dudosa trayectoria de
honestidad política y personal, para ser elegido miembro del Tribunal
Constitucional, es decir, el Alto Tribunal que debe discernir sobre la legalidad
o no de las leyes y medidas gubernamentales, plantea un problema de fondo de nuestra
vida política.
Se ha hablado de votarlo con la
pinza tapando la nariz para evitar el olor nauseabundo que emana de tal elección o incluso, yendo más allá, no
sólo de hacerlo tragando sapos e, incluso, como ha mencionado el siempre
expresivo diputado Rufián, un cocodrilo de enormes dimensiones.
Pero la cuestión va más allá de esa
elección concreta. En primer lugar, cómo es posible que el señor Casado
pueda proponerlo para tan alta función
con toda la mochila que el buen señor lleva a sus espaldas Ahora ha salido a
luz la (presunta) relación entre el líder del partido de la derecha y la
influencia del señor catedrático para que aquél aprobase de un tacada decenas
de asignaturas que le permitieron obtener su título de Derecho, que hasta entonces parece ser que
el señor Casado era incapaz de aprobar.
Esa ya es de por si una propuesta que
desprende un olor nauseabundo a corrupción que inunda el ambiente y que da la
medida justa de cómo entienden algunos la política.
Pero, sobre todo, anonada casi más la postura del partido
gobernante que para obtener un bien
mayor establece que sus diputados lo
voten. Es plantearse el problema desde la
óptica ética del maquiavelismo político que es de difícil aceptación por
partidos que se dicen de izquierdas. ¿Es posible alcanzar un bien cometiendo un mal? Para
Maquiavelo que defendía que la ética política era diferente de la ética personal
así era. Pero que tal planteamiento lo acepten políticos que provienen de la
izquierda es difícil de aceptar.
No es extraño que algunos diputados de la
coalición gobernante se hayan negado a pasar por esa disciplina de voto y se
hayan decidido a no ejercer ese voto tan corrompido. La actitud de la izquierda
gobernante es sin duda una actitud tan corrupta
como la propuesta de la derecha de un señor de dudosa honorabilidad para
un tribunal con una misión de tan importante papel en una democracia. No sólo
por tal decisión concreta de la izquierda gobernante, sino por la
implicación negativa que tal actitud supone para los ciudadanos y la
democracia.
Como la mujer del Cesar que no sólo debe ser honorable en sus actos,
sino también parecerlo, la democracia debe ser un sistema que cumpla todos los
requisitos de honorabilidad y decencia para los ciudadanos. No hacerlo
significa sin duda su pérdida de confianza
en ella. Y ese sí que es un mal mayor que el bien menor que se pueda
obtener dándole el voto a un personaje como el tal Arnaldo. Desde luego, la ética política de Maquiavelo
no debe ser la base de la práctica política de una izquierda democrática.
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