jueves, 11 de noviembre de 2021


 






        LA DICTADURA DE DANIEL ORTEGA EN                       NICARAGUA

                         JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS

 Algunos consideran que es peor- o por lo menos más contradictoria- una dictadura de izquierdas que una de derechas. Entre otras razones porque la de derechas está dentro del orden de lo que es consecuente con su virtualidad: los poderosos protegen sus intereses de clase con un poder sin ley ni democracia. La dictadura de izquierdas  en cambio hace lo contrario de lo que predica (al menos teórica o ideológicamente): alcanzar (dejando al margen la tan cacareada dictadura del proletariado)  la igualdad  de todos los ciudadanos velando (o eso al menos eso mantiene), sobre todo, por los más pobres y débiles. Pero si para ello, como es el  caso, tiene que eliminar su libertad  tal dictadura entra en contradicción con sus declarados e ideológicos objetivos.

 Esta reflexión introductoria viene a cuento con motivo de la dictadura que Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo mantienen en Nicaragua. Ese país (el más pobre de América Latina después de Haití) que , como  también fue el caso de Cuba, tanto apoyo  y esperanza suscitaron entre las izquierdas occidentales en su lucha contra  el dictador Somoza.  Daniel Ortega fue  uno de los ocho comandantes que lideraron el  enfrentamiento en el marco  del FSLN contra el somocismo y el  que ahora le ha sustituido como dictador con ínfulas, incluso, de superarlo.

Tras perder las elecciones  con Violeta Chamorro, Ortega optó por el juego sucio electoral ocupando el poder durante  cuatro periodos consecutivos convirtiendo Nicaragua en una dictadura que en nada desmerecía los métodos violentos utilizados por  la dictadura de Somoza como demostró con la represión que empleó para poner fin al alzamiento popular de 2018 que supuso varios cientos de nicaragüenses asesinados, ciento veinte mil exiliados, doscientos detenidos y la constitución de un Gobierno con ínfulas de paritario y el nombramiento de  su mujer como copresidenta de Nicaragua consolidándose en el poder desde 2007.

 Las elecciones celebradas este pasado domingo no pasarían ningún filtro de validez democrática. Ha encarcelado en la cárcel de Chipote a todos los políticos que podrían hacerle sombra en las elecciones. Allí están encerrados entre ciento treinta y ciento cincuenta políticos opositores, entre ellos cuatro candidatos presidenciales y otros muchos ante el régimen de terror establecido por su dictadura  han tenido que exiliarse al correr peligro sus vidas de continuar en el país, entre ellos el escritor  Sergio Ramírez. Para el control electoral  Ortega y su mujer han utilizado una granja de troles, de tal manera que en internet sólo predominan los mensajes de propaganda que benefician a su dictadura. Se habla de novecientas treinta siete cuentas falsas que sólo cuentan las alabanzas de su gobierno y que están operando desde 2018.Canales de propaganda que parece ser  fueron puestos en marcha por la dictadora consorte Rosario Murillo.

 En tal ambiente de represión de la oposición las elecciones celebradas el pasado domingo han dado un triunfo electoral falsificado al régimen de Ortega, que estará en el poder durante el siguiente quinquenio. Los resultados de las elecciones han dado alrededor del  70 % de los votos para el régimen dictatorial y se han llevado a cabo, como cabía de esperar con una baja participación de la población: el 18´5% de votantes. Y la validez de tal escrutinio sólo ha sido aceptada por Rusia, Venezuela, Cuba y Bolivia. El resto de países latinoamericanos, la Unión Europea, Estados Unidos y otros estados occidentales  han negado la validez a un escrutinio manipulado, sin condiciones objetivas de limpieza e imparcialidad.

 El régimen de Ortega en Nicaragua parece ser que ni siquiera tiene el apoyo del gran capital como lo tuvo al principio y lo más paradójico es que un sector de la Iglesia nicaragüense, que tanto apoyó la lucha contra Somoza, se ha opuesto también a ella. Pero el  obispo auxiliar de Managua monseñor Silvio José Báez que ha sido el líder de esa oposición fue desautorizado por el Papa Francisco y llamado a Roma, donde reside en la actualidad.

 Desgraciadamente, otra dictadura más latinoamericana (aunque ésta se presente con un oscuro futuro) que se suma a la incontable serie de ellas que ha padecido la región a lo largo de su historia. Tantas que hasta han dado origen a un subgénero específico de su literatura: la literatura de los dictadores que prácticamente comenzó con aquella magnífica novela de Miguel Ángel Asturias que fue decisiva para que alcanzara el Premio Nobel de Literatura: El señor Presidente.   

(Publicado en las páginas de Opinión de La Nueva España, de Oviedo)  

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