NI
GUIÓN DE BERLANGA NI CHISTE DE EUGENIO
JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
“Érase una vez un general, un obispo, un consejero
de Sanidad, una alcaldesa, unos liberados sindicales que saltándose el orden de
prelación establecido y aprovechándose de sus cargos privilegiados y sin un átomo no sólo de ética, sino incluso de estética,
se saltaron el orden establecido por las autoridades sanitarias con criterios
sanitarios y se vacunaron antes de que
les correspondiese…. “.
No, no es este
un argumento de una película de Berlanga
o un chiste de Eugenio, sino un hecho real que demuestra que éste es un país de pícaros (parece ser que sólo en
España e Italia ha ocurrido casos como estos). Y muchos de los que esperamos
nuestro turno arriesgándonos en caer en las garras del COVid-19 no dejamos de
preguntarnos qué pensaran de ello los miembros de las Fuerzas armadas y Cuerpos
de seguridad que colaboran y se arriesgan día a día en la lucha contra la
pandemia .Cómo lo tomaran los miembros del estamento sanitario que luchan
denodadamente en hospitales y quirófanos para salvar a los que caen en las
garras de virus. O los ciudadano de a pie que sufren y viven atemorizados en sus perimetrados municipios. O los
trabajadores de los sindicatos que van a trabajar cada día con la amenaza de
contagiarse de la enfermedad y dejar a sus familias en el desamparo. O, por
fin, los fieles de la Iglesia católica
que oyen todos los domingos predicar a sus pastores de la práctica de la
caridad con sus semejantes y asisten a la misa dominical con la amenaza del
contagio.
Seguro que todos ellos no lo consideran una
anécdota y habrán quedados asombrados oyendo los argumentos auto exculpatorios de los autores del abuso. Lo que cualquier niño con mínima capacidad de
reflexión identificaría como un comportamiento al margen de cualquier criterio
ético positivo y como excusas
inaceptables y lloros de caimán algunas
de las manifestaciones de disculpa de los egoístas vacunados. Tanto más cuando
por sus altos cargos serían ellos los que tendrían que dar ejemplo a todos los
demás ciudadanos. Desde luego, no hay ninguna clase de disculpa para tales
comportamientos.
Hay quien, como ha hecho el señor alcalde de Madrid, el que ya nos tiene
acostumbrados a algunas de sus peregrinas declaraciones, ha pretendido plantearse la cuestión de la pertinencia o no de que los
altos cargos del Estado deberían de tener prelación en la vacunación por el vacío de gobernabilidad que pudiera causar su
ausencia por efectos de la enfermedad.
Como si el sistema democrático no tuviera los medios establecidos para cubrir
por la elección democrática correspondiente o el mecanismo legal establecido
para la sustitución de los puestos vacantes.
¿Han cometido
los perpetradores del abuso vacunal algún ilícito penal? La fiscalía
correspondiente debería de examinar tal posibilidad y actuar en consecuencia. En la opinión de muchos ciudadanos, entre los
que me cuento, al menos debería negárseles la
dispensación de la segunda dosis hasta que les correspondiera por el
orden de prelación establecido.
Desde
luego, sería un error valorar este abuso como una anécdota más, sino tomarlo
como un hecho inmoral y punible.
(Publicado
en las páginas de opinión de La Nueva España, de Oviedo)