LA
CANTONALIZACIÓN DE LA PANDEMIA
JULIO ANTONIO VAQUERO
IGLESIAS
Las
respuestas y medidas sanitarias tomadas por las autonomías en España contra los
daños en vidas y salud que están
causando las sucesivas oleadas del covid-19 son tan dispares y
contradictorias que los ciudadanos asistimos asombrados al bochornoso
espectáculo que presenciamos y somos
incapaces de asimilarlas y, por tanto, de cumplirlas, aunque esté en nuestra voluntad
el tratar de hacerlo.
Sin duda, tales
medidas es necesario adaptarlas a las variopintas situaciones sanitarias que la pandemia ha producido en el territorio español. Pero dada la
actitud de nuestros políticos de convertir la pandemia en un instrumento más de la confrontación
política el mare magnum resultante es un
pandemónium de condiciones que es
difícil de entender y desde luego de seguir por los ciudadanos llegando situaciones
que son casi dignas de suscitar la risa, además del desconcierto entre ellos
por su falta de coherencia e inteligibilidad.
Díganme
sino quién puede entender las medidas de la Junta de Andalucía de “perimetrar”
cada una de sus provincias, pero dejar la posibilidad con la autorización
pertinente de permitir a los ciudadanos de cada una de ellas de poder ir de caza
o practicar los deportes de invierno en cualquiera de ellas. Habrá, incluso,
quien piense, quizás con mala uva, que tales aperturas no son otra cosa que
darles a los “señoritos” de la Autonomía
andaluza la posibilidad de que no se les impida la práctica de algunas
de sus más inveteradas y tradicionales aficiones deportivas.
Entre la centralización y homogeneidad de las
medidas sanitarias y el disparate de la variación extrema de las que cada
autonomía impone, lo pertinente estaría,
sin duda, en encontrar un término medio
que debería establecer y controlar el
Gobierno. Al contrario estamos, sin duda, entrando por razones más que
prácticas y útiles sino derivadas del
enfrentamiento político interno que ha supuesto la pandemia para nuestro
políticos, en una situación casi kafkiana que a algunos nos recuerda en cierto
modo, en otras circunstancias y contexto político, a los disparates que se
cometieron y en los que terminó aquella malograda experiencia del cantonalismo
de la Primera República.
(PUBLICADO
EN LAS PÁGINAS DE OPINIÓN DE LA NUEVA ESPAÑA, DE OVIEDO)
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