MANIPULACIÓN HISTÓRICA EN LA CONMMEMORACIÓN DEL FINAL DE LA 1ª GUERRA
MUNDIAL
Julio Antonio Vaquero iglesias
Este pasado 11 de
noviembre se conmemoró en
Paris el
centenario del fin de la Primera Guerra
Mundial a través de un gran despliegue ceremonial en el que estaban presentes los
jefes de Estado y/o Gobierno de 60
países y el Secretario General de las Naciones Unidas, amén de otras
importantes personalidades mundiales. Ceremonia en que fue notoria, pero muy significativa la ausencia de dos países como Reino Unido y
Hungría.
Tanto el anfitrión, el presidente Macron, como algunos de los otros líderes políticos, hicieron alusión en sus discursos
a la similitud que, según ellos, existe entre el período convulso que abrió ese
final bélico en el mundo con la crisis del liberalismo, el desarrollo del
fascismo y el nazismo, la Gran Depresión y el nacimiento de un nacionalismo de
cuño identitario racista y agresivo. Factores todos ellos que condujeron
finalmente al desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial.
Macron defendió en su discurso la
necesidad del multilateralismo como instrumento para salir de la actual crisis
política y social y contrapuso el nacionalismo insolidario que sostienen hoy
algunos países y fuerzas políticas al “verdadero”
patriotismo. Y, como también desarrollaron en sus intervenciones algunos de los otros líderes presentes en la ceremonia, el líder
francés hizo alusión además al paralelismo que existe entre la Gran Guerra y el
período de entreguerras que le siguió y
la crisis política y social del mundo actual.
Para esos líderes, aquella etapa
que se abrió al final de la Gran Guerra
y finalizó con otro conflicto mundial,
por su paralelismo con el mundo de hoy, debería de ser entendida por los políticos y los ciudadanos
como contraejemplo de la crisis política y social actual, dada su similitud, según ellos, con las tendencias que hoy siguen algunos
estados, partidos y movimientos sociales ante la crisis en la que estamos inmersos La conciencia de aquellos acontecimientos
históricos podría servir como vacuna contra
el populismo de ultraderecha que se desarrolla hoy en nuestras sociedades, comienza a ocupar significativos espacios en nuestros parlamentos y defiende un
nacionalismo xenófobo que busca en los migrantes el chivo expiatorio de todos
los males y desconfía de la democracia liberal. Debería de servir también, según ellos, de advertencia
histórica contra la actitud contraria de esos estados, partidos y
movimientos sociales hacia los acuerdos y decisiones de los
organismos multilaterales en el marco de
los cuales se trata hoy de resolver las amenazas que se ciernen sobre
nuestro mundo globalizado actual.
Pero lo cierto es que, como escribió Marx, la historia no se repite
( y si lo hace es como farsa) y la situación de la etapa de entreguerras que
abrió la Gran Guerra presenta diferencias
de fondo con la actual y si es cierto que
existe alguna coincidencia entre
aquel tiempo y el actual, ésta no se da en los aspectos sustanciales. El actual
populismo de extrema derecha con su racismo hacia los migrantes
y su crítica de la democracia liberal difícilmente se puede equipar con
la radical oposición ideológica contra
el liberalismo del fascismo y el nazismo
y hasta ahora esa clase de populismo se mueve en la aceptación crítica de las
democracias liberales. Del mismo modo que su nacionalismo, aunque tenga un
fuerte componente identitarío como lo tenían aquellos movimientos del periodo
de entreguerras, no parece ser en cambio
como entonces un nacionalismo expansivo y depredador que busca extenderse
dominando el mundo.
Además el
avance de la pobreza y desigualdad que ha
dejado la Gran Recesión en nuestro tiempo, lo ha sido en el marco de unas sociedades, las
desarrolladas, en las que el estado de bienestar que se impuso después de la
Segunda Guerra Mundial había logrado unos niveles de vida elevados que paliaron en cierta medida los efectos
negativos de la crisis. Niveles que no
tenían que ver con los que padecían grandes masas de la población tras el final de
la Gran Guerra y fueron el fermento del descontento y violencia que estuvo en
el origen de la Segunda Guerra Mundial.
Parece claro que el intento de algunos de los principales líderes políticos presentes en la
conmemoración en París del final de la Gran Guerra de buscar en la historia de aquel tiempo convulso la explicación
de los problemas del nuestro es, además
de un profundo desconocimiento de la historia, una burda instrumentalización más de ésta.
Manipulación de la historia que trata de
dejar a salvo la responsabilidad de nuestras
élites políticas y económicas actuales
en la grave situación social y política que atraviesa nuestro mundo.