ALMUDENA GRANDES Y LA FUNDACIÓN SIERRA PAMBLEY
ALMUDENA GRANDES Y LA
FUNDACIÓN SIERRA PAMBLEY
JULIO ANTONIO
VAQUERO IGLESIAS
Almudena Grandes acaba de ganar
merecidamente el Premio Nacional de Narrativa por su última novela Los
pacientes del doctor García, cuarta novela de su serie "Episodios de una guerra interminable". Ficciona en ella, con la excelente documentación con que
construye sus novelas, los años negros del franquismo tras la derrota
republicana en el conflicto español. Son, sin duda, personajes procedentes de
la ficción, pero que perfectamente podrían haber salido de la negra realidad de
aquellos años de miedo y represión. El doctor García podría sin duda haber
existido en la realidad y la trama de
los nazis que el franquismo ocultó y dio cobertura para salir de España a través de la organización de una persona
real, Clara Stauffer, nazi y falangista, se fundamenta en hechos reales y demuestra la profunda relación que existió
y tuvo el régimen franquista con el nazi protegiendo y amparando en España a
muchos de los militares y dirigentes nazis que lograron escapar de la
persecución de las autoridades aliadas que derribaron a Hitler.
Como siempre y sobre todo en su
trilogía sobre la guerra civil Almudena
traza un cuadro sombrío pero real del primer
franquismo que hace que sus novelas sean una combinación de ficción y realidad
con una base de profunda realidad histórica y que nos recuerdan continuamente que la memoria histórica sigue siendo una
asignatura que nuestra democracia no ha logrado superar todavía.
Pero quizás para muchos de los lectores de esta novela haya pasado
desapercibido el homenaje que desarrolla en sus páginas a una institución
educativa que fundada por don Paco
Sierra ( Francisco Fernández Blanco y Sierra Pambley) en Villablino (Laciana)
que inspirada en los principios
educativos de la Institución Libre de Enseñanza
convirtió aquel valle y las comarcas próximas en una verdadera excepción
en cuanto al nivel educativo de toda la provincia y de las adyacentes a través
de aquella institución filantrópica creada para dar educación a los que no
tenían recursos y en la que supo unir una enseñanza práctica profesional
mercantil y ganadera con una formación
humana integral de los alumnos que se convirtió
en una de las iniciativas educativas más queridas por los institucionistas y en
cuya fundación, puesta a punto y desarrollo colaboraron intensamente los
catedráticos y puntales de la ILE don
Francisco Giner de los Ríos, Manuel Bartolomé Cossío y Gumersindo de
Azcárate. Los frutos de aquella institución que comenzó a andar en 1886 y
derramó instrucción y educación sobre los habitantes de aquellas comarcas
hasta que con el triunfo del franquismo
en la guerra civil terminó incautada y desmantelado su primigenio espíritu.
Almudena debió de conocer, deduzco, aquella institución y su magna obra
educativa a través del recientemente
fallecido Eduardo Arroyo, el gran pintor e intelectual español, cuyo origen
familiar procede de aquella comarca y del que ella como su marido fueron
grandes amigos. Y esa admiración se trasluce en uno de los personajes de
ficción(Manuel Arroyo Benítez, nacido en Robles de Laciana) más interesantes de
su novela formado en aquella institución
y de origen humilde que acaba
convirtiéndose en un importante elemento de los cuadros de los destacados intelectuales que apoyaron la II
República como diplomático y que en la trama de la novela trata de introducirse en la red de la Stauffen
y documentar y denunciar a la altas
autoridades internacionales la existencia de aquélla para salvaguardar y pasarlos,
dándoles cobertura legal, a América latina
a algunos de los nazis huidos y protegidos por Franco en España. Denuncia
aquella que desgraciadamente no interesó a las autoridades internacionales
porque en aquellos años, como bien apunta Almudena, la realpolitik trató de convertir
a Franco y el franquismo en un bastión frente al miedo al avance de la Unión Soviética.
En fin, un justo y merecido homenaje el que tributa Almudena
Grandes en las páginas de su novela a
través del mencionado personaje a aquella benéfica institución que cambió la
faz del valle de Laciana y sus vecinas comarcas.
( Publicado en las páginas de opinión
de LA NUEVA ESPAÑA, de Oviedo)
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