ESPADAS Y PLEGARIAS
Aristocracia asturleonesa y
religiosidad altomedieval
julio Antonio Vaquero Iglesias
Desde
luego, el conde Suero Vermúdez no es Guillemo el Mariscal.
Entre otras cosas, porque el autor de este libro, El conde Suero Vermúdez, su parentela, su entorno
social. La aristocracia asturleonesa en los siglos XI y XII ( KRK,
2002), Miguel Calleja, no es Georges Duby. Pero, sin duda, su trabajo está
realizado con gran maestría en pos de
las huellas del gran maestro del medievalismo francés y la prolífica
cohorte de historiadores e investigaciones que se ampararon y se realizaron- y
lo siguen haciendo- tras su brillante estela. Y llama más la atención ese buen
hacer historiográfico de este joven medievalista asturiano, si se tiene en
cuenta que esta obra es, en teoría y en términos académicos, su “opera prima”,
puesto que, en origen, es un trabajo presentado como tesis doctoral en la
Universidad de Oviedo bajo la dirección de Ignacio Ruiz de la Peña. La
investigación ha sido, además, galardonada, con pleno merecimiento, con el Premio Juan Uría Riú en su última edición.
Dentro
de la escuela historiográfica francesa
de Anales y en el contexto de aquella “nueva historia” que propusieron los
analistas de su generación, Duby fue uno de los que mejor supo fundamentar y
practicar la historia de las mentalidades, dando cobertura teórica a su integración
en la globalidad histórica a través del concepto de ideología, de raíz
althusseriana, que consideraba lo mental no como mero reflejo de la realidad
sino realidad fundada en los otros
niveles los niveles de la sociedad, pero tan determinante como lo político o lo
económico del proceso histórico. La historia de las mentalidades se convertía
así- como dijo otro de los maestros de esa clase de historia, Michel Vovelle-
en la punta fina de la historia social. Pero, además, el medievalista francés
fue, también, entre los historiadores de Anales, el que trató de anudar la
vieja historia de los acontecimientos y de las “personalidades” históricas con
la “nueva” de las estructuras que la escuela francesa proponía. La biografía,
como el caso de la Guillermo el Mariscal, o las batallas, como la de Bouvines,
podían convertirse en vía o llave para reconstruir las estructuras de la
guerra, el poder o la nobleza medievales, como demostró brillantemente en
sendos trabajos, que son hoy ya obras clásicas de la historia de la historiografía
Esos
dos planteamientos están presentes en esta obra. Calleja no ha tratado de hacer un biografía de corte tradicional sobre el conde Vermúdez, sino
reconstruir su medio social familiar, la parentela, elemento básico en una sociedad
como la medieval en que la personalidad del individuo se diluye en la
comunidad, las bases económicas de su patrimonio y el ejercicio de poder
político, para tratar de comprender el papel que tuvo en los siglos XI y XII la nobleza del reino asturleonés. Y esta
perspectiva más amplia convierte este libro en un brillante y significativo
recorrido por las estructuras sociales, económicas, políticas y eclesiásticas
de la Asturias de la plena Edad Media ( siglos XI y XII).
Suero Vermúdez fue miembro de una familia noble asturiana, de origen real
como descendiente de Vermudo II y comenzó su “cursus honorum” en la corte de
Alfonso VI vinculado a Raimundo de Borgoña como conde de Galicia y León y
terminó convirtiéndose en uno de los personajes
más destacados del reino, como conde de Asturias, en el reinado de Urraca de quien fue su más importante valedor
y, sobre todo, en el de su hijo Alfonso VII. Apoyó a éste en sus luchas contra el noble asturiano
Gonzalo Peláez cuya rebelión contra el monarca algunos historiadores, como
Javier Fernández Conde, consideran como un frustrado intento de escisión de
Asturias del reino leonés y que el autor entiende, sin embargo, con sólidos
argumentos, como un episodio más de la
lucha entre aristocracia y monarquía. El núcleo de su dominios territoriales se
hallaban en la zona centro occidental de Asturias y norte de León. En vida y por no tener herederos y en
el contexto de la reforma eclesiástica que en la diócesis ovetense protagonizó
el famoso obispo Pelayo, él y su mujer, que habían ido unificando como
propietarios el patrimonio del monasterio particular de Cornellana, lo donaron
a la orden de Cluny. Del significado de esta conocida donación, de la que han
escrito ya tantos medievalistas, Calleja, realiza aquí un atinado y completo
análisis.
La conclusión general de este libro es que en el siglo XII en el reino de
León no existe todavía una nobleza en sentido estricto, sino únicamente
aristocracia. Ni los datos antroponímicos, ni la existencia de un solar
familiar (sus residencias son varias en relación con su vida itinerante tras la
corte real), ni la conciencia familiar en sentido horizontal y vertical ni el
discurso de la muerte que expresa su sepultura, como tampoco la forma de herencia
bilateral y igualitaria entre los hijos - que en este caso, al no
haberlos, se traduce en la comentada donación religiosa- permiten detectar la
idea de un linaje y el ideal un patrimonio familiar indiviso, que son el
fundamento de la nobleza de privilegio. Estamos todavía ante una nobleza de
servicios que se conforma y distingue por su relación con el rey y servicios a
la monarquía, de quien depende no sólo su encumbramiento social, sino económico
a través de las mercedes reales, como demuestra Calleja en este caso,
analizando las fuentes de la riqueza de Suero Vermúdez.
Los poderes señoriales de esos
magnates son, pues, delegados del verdadero poder político que es el de la
monarquía.. El proceso de señorialización que se producirá posteriormente en
los siglos de la baja Edad Media, a través del desarrollo del señorío
jurisdiccional, todavía está en el reino leonés en sus inicios y los lazos
feudovasalláticos son tenues. Es decir, el feudalismo institucional aparece
aquí, no pleno como el europeo, sino “inacabado”, como definió Sánchez Albornoz al feudalismo que se
desarrolló en España. Pero sí estamos ante un intenso proceso de feudalización,
aspecto en el que el autor incide en menor medida y no destaca, a nuestro
juicio, tanto como debiera. Es decir, si entendemos el feudalismo como fenómeno
socioeconómico, cuyo rasgo esencial es
la dependencia económica y social de los campesinos de los señores que se
materializa en la extracción del excedente producido por aquéllos, el cuadro
que nos presenta Calleja es el de una
sociedad plenamente feudalizada con campesinos no siervos sino esclavos en el
siglo XI, que comienzan a desaparecer en el XII, unificando su estatus con el
de los campesinos dependientes. Los cuales, paralelamente, están creciendo por
engrosar sus filas aquellos campesinos con dificultades económicas del grupo de
los pequeños propietarios, que no eran, por cierto, muy numerosos en la
Asturias de aquel tiempo.
Toda este análisis histórico lo
realiza el medievalista asturiano en el
doble plano de lo ideológico- en el sentido con que Duby utilizó esta categoría analítica- y lo
material y reconstruye las interacciones entre los tres niveles de análisis con gran oficio y maestría, además
de ofrecernos un texto muy bien escrito, en lo que también parece seguir las pautas
del autor de El caballero, la mujer y el cura que siempre
mantuvo- y practicó- que la historia
debía de ser un conocimiento científico expresado literariamente. Los
planteamientos teóricos que lo fundamentan y el utillaje conceptual que utiliza
aparecen mencionados aquí y allá en el texto o se deducen del mismo. Quizás el
autor tendría que haber dedicado un espacio más amplio y concreto del libro a
explicitarlos y desarrollarlos, rompiendo con el “horror teórico” tan habitual
entre los historiadores.
Dentro
de la Edad Media, pero con otro ámbito temático, espacial y cronológico, se ha
publicado la obra del catedrático de Historia Medieval de la Universidad de
Oviedo, Javier Fernández Conde, Religiosidad
en la Alta Edad Media en España.1. Alta Edad Media (siglos VII-X)
(Universidad de Oviedo, Servicio de Publicaciones, 2000). En este caso, se
trata, no de un investigador joven, en los inicios de su carrera, sino de un
historiador con gran experiencia y con una importante bagaje historiográfico a
sus espaldas, considerado como uno de los mejores especialistas en España en
ese campo. Su obra ha tenido el reconocimiento de ser seleccionada en una
revista de historia como uno de los mejores libros de historia del año pasado.
En ella, sí hay ya un marco y una preocupación teórica más explicita que en la
anterior, como lo demuestran su utilización de las categorías de análisis
materialismo histórico o sus referencias e intentos de fundamentar teóricamente
sus incursiones por las mentalidades colectivas o la religiosidad popular.
Este libro es el primer tomo publicado
de una proyectada historia del medievalista asturiano sobre la religiosidad
medieval en España que va más allá de lo que suelen ofrecer las tradicionales
historias de la iglesia centradas preferentemente en lo institucional
eclesiástico y en lo doctrinal.. En esta obra se pretende analizar y describir
el fenómeno más amplio de la religiosidad medieval no sólo como expresión de
las relaciones de aculturación asimétricas de las tres grandes religiones del
Libro: cristianismo, islamismo y judaísmo, sino también hallar su significado
en el marco de las estructuras económicas y sociales del feudalismo, tanto en
el plano de las influencias que esas estructuras tuvieron sobre las formas y el
contenido de esa religiosidad como el papel agente que ésta ejerció en el
proceso histórico medieval. Pero, además, Conde
considera esa religiosidad como un elemento más de un sistema más amplio
que es el de la religiosidad popular y las mentalidades colectivas y se plantea
también un análisis de estas mentalidades medievales. Desde esos planteamientos
trata el autor en este libro la religiosidad altomedieval en España:
Cristianismo y religiosidad de Al- Andalus; restauración o consolidación del
cristianismo en los núcleos cristianos del norte y nordeste peninsular; la
religiosidad del primer monacato y su función social; las implicaciones
políticas de la religiosidad apocalíptica; y lo más novedoso, la mentalidad
colectiva y la religiosidad popular medievales.
En
fin, estamos ante dos excelentes trabajos de historia que evidencian, además,
el alto nivel alcanzado por el medievalismo asturiano académico. A propósito de
esto último y dicho sea fuera de guión y con negra boca, ¿ habrán sido
seleccionados estos medievalistas
asturianos por el Gobierno de Areces como equipo universitario de excelencia
investigadora?. Después de la que ha caído, cualquier cosa es posible por estos
lares en ese sentido. Lo cierto es que, se hayan postulado o no para ello, lo
tendrían bien merecido, como demuestran estos dos libros.
Los
inicios del Cristianismo en Asturias
Desde
hace unos años, la tesis tradicional- que habían confirmado Vigil y Barbero en
su clásico libro sobre los orígenes sociales de la Reconquista- de la debilidad de la romanización y la
pervivencia de la estructuras indígenas en el norte de España, llevaba
aparejada la de la tardía introducción del cristianismo como fenómeno asociado
a la aculturación romana. En los últimos años, se va imponiendo la tesis
contraria. La romanización en Asturias ( la Asturias transmontana) no fue tan
tardía ni tan superficial como se decía y con esa nueva visión también se
adelanta la implantación y propagación de
cristianismo en tierras asturianas.
Javier
Fernández Conde asume, en su libro, esa nueva interpretación y establece la
implantación y propagación en Asturias de la nueva religión cristiana en la
época tardorromana, desde los siglos IV y V, aunque todavía pervivieran
importantes bolsas de las creencias y religiosidad precristianas. La
arqueología, la epigrafía y otras fuentes han permitido rastrear la presencia
de los primeros templos, símbolos cristianos y referencias escritas cristianas en lugares muy romanizados como Gijón,
Veranes, Lugo de Llanera y Pravia. En la zona oriental, donde surgió la
Monarquía asturiana, dominada por los vadinienses, las fuentes epigráficas
demuestran cierta aculturación romana y
se pueden encontrar vestigios de Cristianismo tardorromano en posibles lugares
de culto asociados a probables santuarios paganos como es el caso de Covadonga.
( PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA
NUEVA ESPAÑA)