viernes, 30 de septiembre de 2016

ESPADAS Y PLEGARIAS

                                  



                                                ESPADAS Y PLEGARIAS

       Aristocracia asturleonesa  y religiosidad altomedieval

                               julio Antonio Vaquero Iglesias
           


  Desde luego,  el conde  Suero Vermúdez no es Guillemo el Mariscal. Entre otras cosas, porque el autor de este libro, El conde  Suero Vermúdez, su parentela, su entorno social. La aristocracia asturleonesa en los siglos XI y XII ( KRK, 2002), Miguel Calleja, no es Georges Duby. Pero, sin duda, su trabajo está realizado con gran maestría en pos de  las huellas del gran maestro del medievalismo francés y la prolífica cohorte de historiadores e investigaciones que se ampararon y se realizaron- y lo siguen haciendo- tras su brillante estela. Y llama más la atención ese buen hacer historiográfico de este joven medievalista asturiano, si se tiene en cuenta que esta obra es, en teoría y en términos académicos, su “opera prima”, puesto que, en origen, es un trabajo presentado como tesis doctoral en la Universidad de Oviedo bajo la dirección de Ignacio Ruiz de la Peña. La investigación ha sido, además, galardonada, con pleno merecimiento, con el  Premio Juan Uría Riú en su última edición.
            Dentro de  la escuela historiográfica francesa de Anales y en el contexto de aquella “nueva historia” que propusieron los analistas de su generación, Duby fue uno de los que mejor supo fundamentar y practicar la historia de las mentalidades, dando cobertura teórica a su integración en la globalidad histórica a través del concepto de ideología, de raíz althusseriana, que consideraba lo mental no como mero reflejo de la realidad sino realidad  fundada en los otros niveles los niveles de la sociedad, pero tan determinante como lo político o lo económico del proceso histórico. La historia de las mentalidades se convertía así- como dijo otro de los maestros de esa clase de historia, Michel Vovelle- en la punta fina de la historia social. Pero, además, el medievalista francés fue, también, entre los historiadores de Anales, el que trató de anudar la vieja historia de los acontecimientos y de las “personalidades” históricas con la “nueva” de las estructuras que la escuela francesa proponía. La biografía, como el caso de la Guillermo el Mariscal, o las batallas, como la de Bouvines, podían convertirse en vía o llave para reconstruir las estructuras de la guerra, el poder o la nobleza medievales, como demostró brillantemente en sendos trabajos, que son hoy ya obras clásicas de la historia de  la historiografía
            Esos dos planteamientos están presentes en esta obra. Calleja no ha  tratado de hacer un biografía de corte  tradicional sobre el conde Vermúdez, sino reconstruir su medio social familiar, la parentela, elemento básico en una sociedad como la medieval en que la personalidad del individuo se diluye en la comunidad, las bases económicas de su patrimonio y el ejercicio de poder político, para tratar de comprender el papel que tuvo en los siglos XI y XII  la nobleza del reino asturleonés. Y esta perspectiva más amplia convierte este libro en un brillante y significativo recorrido por las estructuras sociales, económicas, políticas y eclesiásticas de la Asturias de la plena Edad Media ( siglos XI y XII).
Suero Vermúdez fue miembro de una familia noble asturiana, de origen real como descendiente de Vermudo II y comenzó su “cursus honorum” en la corte de Alfonso VI vinculado a Raimundo de Borgoña como conde de Galicia y León y terminó convirtiéndose en uno de los personajes  más destacados del reino, como conde de Asturias, en el reinado de  Urraca de quien fue su más importante valedor y, sobre todo, en el de su hijo Alfonso VII. Apoyó a éste  en sus luchas contra el noble asturiano Gonzalo Peláez cuya rebelión contra el monarca algunos historiadores, como Javier Fernández Conde, consideran como un frustrado intento de escisión de Asturias del reino leonés y que el autor entiende, sin embargo, con sólidos argumentos, como un  episodio más de la lucha entre aristocracia y monarquía. El núcleo de su dominios territoriales se hallaban en la zona centro occidental de Asturias y norte de  León. En vida y por no tener herederos y en el contexto de la reforma eclesiástica que en la diócesis ovetense protagonizó el famoso obispo Pelayo, él y su mujer, que habían ido unificando como propietarios el patrimonio del monasterio particular de Cornellana, lo donaron a la orden de Cluny. Del significado de esta conocida donación, de la que han escrito ya tantos medievalistas, Calleja, realiza aquí un atinado y completo análisis.
La conclusión general de este libro es que en el siglo XII en el reino de León no existe todavía una nobleza en sentido estricto, sino únicamente aristocracia. Ni los datos antroponímicos, ni la existencia de un solar familiar (sus residencias son varias en relación con su vida itinerante tras la corte real), ni la conciencia familiar en sentido horizontal y vertical ni el discurso de la muerte que expresa su sepultura, como tampoco la forma de  herencia  bilateral y igualitaria entre los hijos - que en este caso, al no haberlos, se traduce en la comentada donación religiosa- permiten detectar la idea de un linaje y el ideal un patrimonio familiar indiviso, que son el fundamento de la nobleza de privilegio. Estamos todavía ante una nobleza de servicios que se conforma y distingue por su relación con el rey y servicios a la monarquía, de quien depende no sólo su encumbramiento social, sino económico a través de las mercedes reales, como demuestra Calleja en este caso, analizando las fuentes de la riqueza de Suero Vermúdez.
 Los poderes señoriales de esos magnates son, pues, delegados del verdadero poder político que es el de la monarquía.. El proceso de señorialización que se producirá posteriormente en los siglos de la baja Edad Media, a través del desarrollo del señorío jurisdiccional, todavía está en el reino leonés en sus inicios y los lazos feudovasalláticos son tenues. Es decir, el feudalismo institucional aparece aquí, no pleno como el europeo, sino “inacabado”, como definió  Sánchez Albornoz al feudalismo que se desarrolló en España. Pero sí estamos ante un intenso proceso de feudalización, aspecto en el que el autor incide en menor medida y no destaca, a nuestro juicio, tanto como debiera. Es decir, si entendemos el feudalismo como fenómeno socioeconómico, cuyo  rasgo esencial es la dependencia económica y social de los campesinos de los señores que se materializa en la extracción del excedente producido por aquéllos, el cuadro que nos presenta Calleja  es el de una sociedad plenamente feudalizada con campesinos no siervos sino esclavos en el siglo XI, que comienzan a desaparecer en el XII, unificando su estatus con el de los campesinos dependientes. Los cuales, paralelamente, están creciendo por engrosar sus filas aquellos campesinos con dificultades económicas del grupo de los pequeños propietarios, que no eran, por cierto, muy numerosos en la Asturias de aquel tiempo.        
  Toda este análisis histórico lo realiza  el medievalista asturiano en el doble plano de lo ideológico- en el sentido con que  Duby utilizó esta categoría analítica- y lo material y reconstruye las interacciones entre los tres niveles de  análisis con gran oficio y maestría, además de ofrecernos un texto muy bien escrito, en lo que también parece seguir las pautas del autor de El caballero, la mujer y el cura que siempre mantuvo-  y practicó- que la historia debía de ser un conocimiento científico expresado literariamente. Los planteamientos teóricos que lo fundamentan y el utillaje conceptual que utiliza aparecen mencionados aquí y allá en el texto o se deducen del mismo. Quizás el autor tendría que haber dedicado un espacio más amplio y concreto del libro a explicitarlos y desarrollarlos, rompiendo con el “horror teórico” tan habitual entre los  historiadores.       
            Dentro de la Edad Media, pero con otro ámbito temático, espacial y cronológico, se ha publicado la obra del catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Oviedo,  Javier Fernández Conde, Religiosidad en la Alta Edad Media en España.1. Alta Edad Media (siglos VII-X) (Universidad de Oviedo, Servicio de Publicaciones, 2000). En este caso, se trata, no de un investigador joven, en los inicios de su carrera, sino de un historiador con gran experiencia y con una importante bagaje historiográfico a sus espaldas, considerado como uno de los mejores especialistas en España en ese campo. Su obra ha tenido el reconocimiento de ser seleccionada en una revista de historia como uno de los mejores libros de historia del año pasado. En ella, sí hay ya un marco y una preocupación teórica más explicita que en la anterior, como lo demuestran su utilización de las categorías de análisis materialismo histórico o sus referencias e intentos de fundamentar teóricamente sus incursiones por las mentalidades colectivas o la religiosidad popular.
            Este libro es el primer tomo publicado de una proyectada historia del medievalista asturiano sobre la religiosidad medieval en España que va más allá de lo que suelen ofrecer las tradicionales historias de la iglesia centradas preferentemente en lo institucional eclesiástico y en lo doctrinal.. En esta obra se pretende analizar y describir el fenómeno más amplio de la religiosidad medieval no sólo como expresión de las relaciones de aculturación asimétricas de las tres grandes religiones del Libro: cristianismo, islamismo y judaísmo, sino también hallar su significado en el marco de las estructuras económicas y sociales del feudalismo, tanto en el plano de las influencias que esas estructuras tuvieron sobre las formas y el contenido de esa religiosidad como el papel agente que ésta ejerció en el proceso histórico medieval. Pero, además, Conde  considera esa religiosidad como un elemento más de un sistema más amplio que es el de la religiosidad popular y las mentalidades colectivas y se plantea también un análisis de estas mentalidades medievales. Desde esos planteamientos trata el autor en este libro la religiosidad altomedieval en España: Cristianismo y religiosidad de Al- Andalus; restauración o consolidación del cristianismo en los núcleos cristianos del norte y nordeste peninsular; la religiosidad del primer monacato y su función social; las implicaciones políticas de la religiosidad apocalíptica; y lo más novedoso, la mentalidad colectiva y la religiosidad popular medievales.  
            En fin, estamos ante dos excelentes trabajos de historia que evidencian, además, el alto nivel alcanzado por el medievalismo asturiano académico. A propósito de esto último y dicho sea fuera de guión y con negra boca, ¿ habrán sido seleccionados  estos medievalistas asturianos por el Gobierno de Areces como equipo universitario de excelencia investigadora?. Después de la que ha caído, cualquier cosa es posible por estos lares en ese sentido. Lo cierto es que, se hayan postulado o no para ello, lo tendrían bien merecido, como demuestran estos dos libros.     
         
                                      Los inicios  del Cristianismo en Asturias
            Desde hace unos años, la tesis tradicional- que habían confirmado Vigil y Barbero en su clásico libro sobre los orígenes sociales de la Reconquista-  de la debilidad de la romanización y la pervivencia de la estructuras indígenas en el norte de España, llevaba aparejada la de la tardía introducción del cristianismo como fenómeno asociado a la aculturación romana. En los últimos años, se va imponiendo la tesis contraria. La romanización en Asturias ( la Asturias transmontana) no fue tan tardía ni tan superficial como se decía y con esa nueva visión también se adelanta la  implantación y propagación de cristianismo en tierras asturianas.
            Javier Fernández Conde asume, en su libro, esa nueva interpretación y establece la implantación y propagación en Asturias de la nueva religión cristiana en la época tardorromana, desde los siglos IV y V, aunque todavía pervivieran importantes bolsas de las creencias y religiosidad precristianas. La arqueología, la epigrafía y otras fuentes han permitido rastrear la presencia de los primeros templos, símbolos cristianos y referencias escritas cristianas  en lugares muy romanizados como Gijón, Veranes, Lugo de Llanera y Pravia. En la zona oriental, donde surgió la Monarquía asturiana, dominada por los vadinienses, las fuentes epigráficas demuestran cierta  aculturación romana y se pueden encontrar vestigios de Cristianismo tardorromano en posibles lugares de culto asociados a probables santuarios paganos como es el caso de Covadonga.
 ( PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA NUEVA ESPAÑA)

                                         

viernes, 23 de septiembre de 2016

eUROPA, UN JARDÍN POSMODERNO

                                 EUROPA, UN JARDÍN POSMODERNO
                                                     

                                                          Julio Antonio Vaquero Iglesias

                     

          Sin duda, es innegable el mérito de oportunidad con que ha sido valorado por el jurado el ensayo del catedrático de Filosofía Moderna de la Universidad Autónoma de Madrid, Félix Duque, Los buenos europeos. Hacia un pensamiento filosófico europeo, para concederle el Premio de Ensayo “Jovellanos” de la Editorial Nobel en su IX y última edición. Doblemente oportuno, se puede matizar. El enfrentamiento de la “vieja Europa” con el Imperio estadounidense apoyado por otra parte de Europa, pone en candelero el problema de la identidad y el futuro de Europa. En el momento, además, en que la Unión Europa trata de darse una Constitución y el actual Papa reclama se haga referencia en ella a la raíz cristiana de Europa. Y todo ello en el marco del proceso de macroampliación  en que está inmersa la Unión Europea.
                        La filosofía de Europa, en el doble sentido del genitivo objetivo y subjetivo, constituye el contenido de este premiado ensayo. El pensamiento que los filósofos alemanes han elaborado sobre Europa, desde la guerra franco- prusiana- cuanto cristaliza Alemania como estado-nación- hasta hoy. Pensadores alemanes- justifica Duque sin que su argumento convenza mucho por su determinismo- porque las condiciones geográficas  de Alemania en la Mitteleuropa como país abierto y sin fronteras naturales les llevaba a plantearse, más que a otros europeos, su apertura hacia Europa. Y de ellos, aquellos para los que Europa ha constituido el núcleo de su pensamiento, Husserl, Heidegger y Nietzsche (y por qué no también J.Habermas(1) que ha escrito, está escribiendo, cosas importantes sobre Europa y su futuro político, puede preguntarse algún lector). Pero además filósofos españoles que  se plantearon también con énfasis la cuestión de Europa. En este caso, según el autor, por razones geopolíticas(que siguen sin convencernos mucho por la misma causa que en el caso del origen del pensamiento alemán sobre Europa) como que España es, a pequeña escala, una reproducción de Europa. Y, además, por razones históricas vinculadas a la crisis de identidad española surgida con el 98. Y de ellos, sólo Unamuno y Ortega (y por qué tampoco, volvemos a preguntarnos, Gustavo Bueno, por ejemplo, pensador de una interesante tesis sobre España frente Europa).
                        El autor nos presenta en la tercera parte de la obra su propio pensamiento filosófico de Europa, claramente deudor de esa filosofía alemana europea. Desde un análisis de sus raíces griegas y judeocristianas realizado a través de dos  mitos contrapuestos: el griego de la “autoctonía” y el judeocristiano de la “implantación” (ambos ligados a la vinculación mítica de los europeos con la tierra y, más concretamente, con la imagen del paraíso, del jardín) hasta el examen de sus frutos amargos como la  guerra, pasando por el de la flor revolucionaria que brotó en Francia y se expandió por el continente en la primavera de los ciudadanos, las naciones y los pueblos.
                        En resumen, y por continuar con la imagen del pensil utilizada en el libro por nuestro filósofo, podríamos caracterizar el ensayo premiado como un “jardín posmoderno” en un doble sentido.
Por una parte,  la interpretación de Europa de los filósofos alemanes que nos propone  supone un rechazo frontal por parte de ellos de la realidad europea realmente existente que vivieron: la Europa de las patrias o de los estados nacionales degenerados en nacionalismos. En ese rechazo va incluido también el del nazismo y su racismo justificador- avant la lettre, claro es, en el caso de Nietzsche-, a pesar de la apropiación y utilización sesgada y parcial que aquella ideología exterminadora hizo de su pensamiento. La  etiología de esa Europa enferma la buscan en una Modernidad no tanto degenerada en su evolución fáctica como viciada en sí misma, en su propia concepción. No casualmente se ha buscado el germen del posmodernismo actual en el pensamiento de  algunos de estos filósofos, aunque, a mi modo de ver, inoportunamente, porque sus propuestas van más allá y no tienen, desde luego, el mismo significado ideológico.
En ese sentido, la Europa de los pueblos de Heidegger y la Europa de los “buenos europeos” de Nietzsche- que ellos, desde su perspectiva teleológica, vaticinan ”van – a- venir”-  están más cerca de “ el jardín posmoderno” que de “el jardín moderno” de la Europa de las naciones ( de los estados nacionales) en que  abocó una Modernidad mal concebida, polarizada sobre el “nihilismo” y el imperio de la técnica, la mercancía y el consumo (y cuyo paradigmático representante es hoy  EE UU). Esto es: la Europa realmente existente, la Europa de los mercaderes, que, como a nuestro ensayista, a tantos nos parece también inaceptable.
 En efecto, a más de un lector esos síntomas de enfermedad detectados por Nietzsche y Heidegger, nos pueden parecer tan reales como que entendemos que todavía los padecemos hoy en nuestros “cuerpos y almas” europeos. Pero algunos, entre los que me encuentro, consideramos que las causas de esas disfunciones son otras y que se explican mejor en otras claves que no parten del principio de una Modernidad “ab initio” inaceptable. Según eso, el modelo de la Europa unida que debería superar al realmente existente de  la Europa de las naciones y de los mercaderes, difícilmente encaja ni con la Europa de los pueblos heideggeriana ni con la Europa de “los buenos europeos” nitzscheana.
 Con todo lo aceptable que esas Europas pensadas por ellos puedan presentar- tanto  su rechazo de la Europa de las naciones y su condena de las connotaciones negativas de su pasado belicoso y racista, como su consideración de crisol de culturas compatibles con  las peculiaridades del modo de ser nacional-, difícilmente pueden encajar con la Europa unida que surgiría de la aplicación de los principios y valores de una Modernidad bien entendida. Esto es: la Europa laica y social, mestiza y plural, ciudadana y federal de la Europa de los ciudadanos.
Por otro lado, la imagen del “jardín posmoderno” (“posmoderno” entendido ahora sí como estrechamente relacionado con la cultura  posmoderna), antes utilizada para valorar a los pensadores alemanes de Europa y cierta tácita complacencia que “emana”  del libro de Félix Duque con ellos, también parece útil para caracterizarlo, desde el punto de vista metodológico y formal. La desesctructuración estructurada de su contenido nos produce la impresión de uno de esos juegos intelectuales tan caros a los posmodernos; del mismo modo que la colocación en el texto de algunos “collages” procedentes de material escrito anteriormente por el autor, le dan a su composición un cierto aire de familia con el arte posmoderno. Asimismo, la “interpretación”, no la “explicación”, del pensamiento de los filósofos que estudia, está también más en la línea del “pensamiento débil” posmoderno que del “pensamiento fuerte” de la Modernidad. Con todo y sin duda, a los lectores inficionados todavía por la Modernidad, les gustará el elevado nivel intelectual, filosófico y cultural de la obra, así como el excelente estilo literario de este brillante  ensayo filosófico.
                                 

                

                               LA EUROPA PENSADA DESDE ESPAÑA
                                                             J. A. V. I
                        Unamuno y Ortega pensaron Europa desde España y ambos lo hicieron desde la percepción de una  civilización occidental en estado de  crisis; los dos con un clara perspectiva  eurocéntrica y un larvado tono racista ;  y, sin embargo, uno y otro, con una visión negativa de los nacionalismos “ del suelo y de la sangre”.  Pero su actitud ante Europa fue diferente como distintos fueron sus presupuestos filosóficos. Para el agónico Unamuno, España no  sólo fue Europa, sino incluso la principal fermentadora de su componente espiritual. Pero Europa- esa verdadera Europa- ya no existe ni tiene futuro por haber desarrollado una Modernidad que excluía lo espiritual cristiano en aras de una razón unidimensional, de naturaleza materialista y finalidad pragmática.
 Para el egregio Ortega, en cambio, Europa la crearon los pueblos germánicos, y por eso España, más latina que visigótica, no es Europa. Las masas en rebelión y las minorías rectoras de vacaciones: esa es la causa de la crisis de la declinante Europa de los nacionalismos. La solución: una Europa vertebrada en la que sus minorías rectoras, siguiendo el pensamiento de los hombres superiores, logren vertebrarse, de verdad, con las masas. La forma: los Estados Unidos de Europa que deben de ser una Confederación antes que una Federación, una Supernación más que un Superestado. Según el filósofo madrileño, la  condición necesaria sería- aquí no hay teleología que valga, sino causa final “decisionista”- “la coleta china asomando por los Urales”. Es decir, la necesidad de una Europa unida  como valladar frente al “amenazante” Superestado comunista.
Esta interpretación y  valoración de la filosofía de Europa de Unamuno y Ortega desarrolladas por  Félix Duque nos parecen finas y acertadas. No es poco. Pero, con todo, como ocurría con su análisis de los pensadores alemanes de Europa, no rebasa la frontera de la “interpretación” adentrándose en la de la “explicación” y la teoría. Sin duda, de haberlo hecho, dada la elevada cualificación filosófica e intelectual que demuestra, la visión que nos hubiese proporcionado habría sido todavía mucho más significativa, rica y compleja.  
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           (1) La referencia a Habermas fue escrita anteriormente a serle concedido el Premio “Príncipe de Asturias” de Ciencias Sociales. 

(PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO CULTURAL DE “LA NUEVA ESPAÑA, DE OVIEDO))





                                                ¡INDIGNAOS!, QUE YA ES HORA!


                                                                  JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS




 Este pequeño - sesenta páginas en la edición española-  panfleto (dicho lo de panfleto sin ningún matiz peyorativo) ha alcanzado el éxito editorial en el país galo y tras su traducción lo sigue cosechando en el resto de Europa. Nada menos que en torno a un millón y medio de  ejemplares lleva  vendidos en Francia. Y no está  escrito precisamente por un joven o, por mejor decir si nos atenemos a su contenido y a la vitalidad que expresa su texto, lo está por un joven de 93 años: Stéphane Hessel, todo un personaje de la Francia del siglo XX.( nació en Berlín, pero ha vivido toda su vida en París). Miembro destacado de la Resistencia fue hecho preso por los nazis y logró escapar del terrible campo donde tantos republicanos españoles murieron: Buchemwald, se convirtió después en diplomático y colaboró en la creación de las Naciones Unidas y es hoy el único firmante vivo de la Declaración de Derechos Humanos de 1948. Y es específicamente un libro dirigido a los jóvenes franceses y del todo el mundo, aunque su mensaje nos afecte a todos los habitantes, jóvenes y menos jóvenes, l de este mundo globalizado que vivimos.
            Como panfleto que es, nuestro opúsculo  tiene una connotación de agresividad que viene contenida en  la consigna del “indignaos” que dirige a los jóvenes y de la que deriva una llamada a la rebelión contra lo el mundo que vivimos (o malvivimos hoy), pero es ésta  una incitación a la rebelión pacífica para cambiar el mundo. También, como panfleto que es, el autor  se dirige tanto a las emociones como a la razones. Y, sin duda, la razones para esta incitación que enumera Hessel son numerosas y de peso. El mundo que surgió tras la Segunda Guerra Mundial y que el autor colaboró a construir, aunque no perfecto, al menos se trataba de edificar sobre unos valores que fueron los que se reconocieron como universales en la Declaración Universal de Derechos Humanos. La mercadocracia ha logrado imponerse a todos y ha convertido en aguas de borraja todas las conquistas sociales y políticas que los vencedores de la Segunda Guerra Mundial habían logrado implantar. Lo que tanto trabajo ha costado conquistar está siendo arrebatado en una o dos generaciones a los todos los hombres, pero los más lo van sufrir son los jóvenes. El Estado del  Bienestar que limitaba el capitalismo postbélico y permitía en cierta medida hacer realidad los derechos civiles, políticos y sociales está siendo desmantelado por la ola del capitalismo neoliberal que ha anegado al mundo globalizado. La propaganda mediática ha hecho indiferentes a los jóvenes al expropiación que se está llevando a cabo de la tendencia a la igualdad y la justicia redistributiva, a la vez que la democracia se va vaciando de contenido y convirtiéndose en partitocracia. Los jóvenes han caído en la indiferencia y, en parte, no porque sean ciegos, sino han sido cegados por el brillo de un triunfo material que se les promete y  paradójicamente a la vez se les niega. Quizás también porque, al contrario de la generación Hessel, las razones para el compromiso no les parecen tan evidentes como lo eran para las aquellas generaciones que tuvieron que luchar contra el nazismo y tuvieron en Sastre un guía modélico. Pero en realidad no es sino simple apariencia, porque el fascismo también existe hoy, aunque sea de una manera difusa y con otros comportamientos como puede apreciarse en el trato y la discriminación de los emigrantes. La lucha por otro mundo menos malo que el que vive hoy la mayoría de la población. Entre la propaganda y la complejidad del mundo globalizado de hoy las razones para indignarse pueden no aparecer tan nítidas, pero son de una gravedad enorme y nos hacen pensar que todavía nos queda alguna esperanza.

( Publicado en el suplemento cultural de La  Nueva España, de Oviedo). 

viernes, 16 de septiembre de 2016

1España,España¡

                                                 ¡ESPAÑA, ESPAÑA!
                                                           Julio Antonio Vaquero Iglesias
         




   Desde luego que no existe  el peligro de que España se “rompa” con el que nos amenaza, con su estrategia del miedo,  la derecha española. Pero sí es cierto que la cuestión de la articulación territorial del Estado se está convirtiendo en uno de los principales escollos para la estabilidad política de nuestra democracia liberal. Analizar y comprender el contenido y la  práctica política de las concepciones acerca de la nación española que tienen nuestras élites políticas e intelectuales  desde la transición hasta hoy, y establecer, además, cómo son para ese período las identidades nacionales de los españoles, constituyen, sin duda, un necesario, arduo y complejo trabajo académico, pero también  una aportación de gran interés  para la práctica  política.
Ambos objetivos- análisis del  discurso  y de la identidad nacional-  son los que trata de alcanzar este importante  libro de  Sebastián Balfour y Alejando Quiroga, titulado España reiventada. Nación e identidad desde la Transición ( Ediciones Península, 2007). La competencia de ambos autores para desarrollar este asunto está más que contrastada por su labor investigadora anterior. Balfour es un hispanista británico, autor de varias obras sobre  la historia social contemporánea española y, en relación con el nacionalismo, de  un destacado libro sobre el “98”, tiempo, como es sabido,  de crisis y catálisis del nacionalismo y la identidad españolas. Por su parte, Quiroga es un historiador español, que ejerce su labor  docente e investigadora en la University de Newcastle y ha trabajado sobre la socialización nacionalista en España y el pensamiento conservador español.  
      Nacionalismo e historia
            Las  actuales  concepciones de la nación tanto las de los nacionalistas periféricos como las que desarrollan los discursos  nacionalistas  de la izquierda y la derecha españolas hacen siempre referencia, como elemento importante de justificación, a una determinada  visión de la evolución histórica de la nación y la identidad españolas.  Por ello, es inexcusable, como se hace aquí, comenzar por el análisis histórico del nacionalismo y la identidad españolas .como paso previo para analizar la situación actual del nacionalismo en España  Los autores fundamentan su análisis historiográfico en la teoría o paradigma denominado modernista que parte del supuesto que el nacionalismo surge con la edad contemporánea y su despegue está estrechamente vinculado a los problemas de la modernización económica y social derivados del desarrollo del capitalismo. La creación de los estados nacionales en esa etapa conllevó, además, la invención de las naciones y la recreación de las identidades y las tradiciones nacionales.
. El caso del nacionalismo español estatal no fue, según los autores, diferente de los nacionalismos europeos. Y la aparición de los nacionalismos subestatales o periféricos en España se produce  en Cataluña y Vasco a finales del  XIX en el contexto de los procesos de  modernización de esas regiones. La peculiaridad  del caso español   consistió en   que  el nacionalismo tradicionalista y autoritario que difundió la dictadura franquista no desapareció como consecuencia de su derrota, al modo como se puso fin al  fascista y al  nazi sino con la muerte del dictador y los acuerdos de la Transición. Lo cual fue determinante para que los discursos nacionalistas de la etapa democrática no pudieron refundarse, como en Francia o Alemania, en el mito del origen de nación democrática antifascista. Y, por otra parte, llevaron a la asunción por la izquierda española durante el franquismo del discurso  y la defensa  de los nacionalismos periféricos. Legado todavía vigente hoy en algunos sectores de nuestra izquierda.    
        La reinvención de España
 Durante la etapa democrática no sólo se  ha reinventado la nación española, sino que ha emergido una nueva identidad nacional española. El pacto constitucional puso las bases  para que se desarrollase una concepción  de una nación española democrática que alumbraba un modelo casi federal  de organización del territorio: el Estado de las autonomías.  A partir de esa concepción y  arquitectura del Estado cuyos principios básicos aceptaron la  mayoría de las fuerzas políticas integradas en el sistema, han aparecido diferentes formulaciones y concepciones de la nación por parte de ellas que suponen también el proyecto de diferentes modos de articulación del Estado.
Los nacionalistas periféricos, vascos y catalanes, con una concepción de la nación esencialista, blindada  con una historia recreada y tradiciones inventadas, pretenden una fórmula territorial asimétrica que les distinga de los territorios que ellos consideran que no  tienen la categoría de verdaderas naciones. Por su parte, los discursos nacionalistas de la izquierda son heterogéneos, pero tienen como denominador común una concepción de la nación democrática basada en la difícil compatibilidad de la igualdad de los territorios y el autogobierno. Además del mantenimiento de la acción  Estado como redistribuidor de la riqueza. Dentro de esas notas comunes, la variedad de concepciones y articulaciones es variada. Van desde la concepción de la nación democrática republicana y el federalismo asimétrico de Izquierda Unida hasta la nación de ciudadanos unidos  por el patriotismo constitucional y un modelo de Estado descentralizado, pero con limitaciones, que defiende  un sector de los socialistas españoles.
El discurso sobre la nación de la derecha ha abandonado su modelo centralista, adaptándose al Estado autonómico. Pero siempre ha mantenido una concepción tradicional de la nación de carácter orgánico que presupone la existencia de la nación moderna (no sólo ciertos rasgos de identidad) desde la etapa de la Hispania  romana. Concepción que han sostenido incluso cuando recientemente han adoptado también el patriotismo constitucional como actitud defensiva frente a los objetivos y planteamientos confederales de vascos y catalanes.        
            Las encuestas de opinión pública demuestran, sin embargo, que, frente a la difusión de estos discursos nacionalistas,  lo que predomina entre la mayoría de los españoles de todas las regiones, incluso, en las autonomías vasca y catalana, es una identidad dual en la que se combinan sin contradicción  el sentimiento de pertenencia simultánea  a la nación española y la comunidad de origen.
 Los autores llegan hasta explorar  los modelos de articulación territorial que consideran más realistas en consonancia con esa realidad nacional que emerge de su estudio. El cuadro resultante, como nos muestra este excelente y clarificador libro, es  realmente  complejo y  de  difícil solución. Su lectura no sólo es aconsejable para cualquier ciudadano interesado en este crucial asunto. Por ello también para todos y cada uno de nuestros  políticos. Pero especialmente para aquellos que negocien estatutos de autonomía o intervengan en pactos autonómicos.        
   ( Publicada en en el suplemento cultural de La Nueva Esppaña, de Oviedo
                                       LA PLAYA IMPOSIBLE
                                             Julio Antonio Vaquero Iglesias





        La historia de las formas de sociabilidad, entre ellas, las del ocio,  es  ya desde hace muchos años objeto habitual del estudio historiográfico. La historia de Asturias cuenta ya con numerosos y excelentes trabajos sobre este campo. Juan Carlos de la Madrid, el autor del libro que vamos a comentar, ha sido- junto con el profesor de la Universidad de Oviedo Jorge Uría- uno de los historiadores introductores de estos temas en Asturias con sus estudios sobre la historia del cine en nuestra región  El historiador avilesino  publica ahora Aquellos maravillosos baños ( Fundación de la Caja Rural, 2011), libro galardonado con el Premio Alfredo Quirós Fernández 2010, que trata del origen y  la historia del turismo en Asturias en los cien años que van desde 1840 hasta 1940.
            Esos cien años constituyen, según el autor, un ciclo completo en la historia del turismo en nuestra región: creación, maduración y obsolescencia. Es en la década de los cuarenta del siglo XIX cuando se inicia en Asturias  el modelo del turismo de baño frío aprovechando para ello los arenales más que las playas de las que contaba la región Era un turismo selectivo- en realidad más bien veraneo que turismo- de gentes acomodadas que trataba de aprovechar para su salud los arenales asturianos con la creación de balnearios que jalonaron toda la costa asturiana: Gijón, Avilés, Salinas, Candás, Luanco, Ribadesella, LLanes o de Rivadedeva. Es este modelo de turismo-veraneo de playa el que se difunde y  da origen en los años veinte del siglo siguiente a un producto turístico que permite ya hablar de verdadero turismo al extenderse multiplicando otras   actividades de ocio: cine, toros, fútbol, excursionismo… con  fines ahora más lúdicos y de sociabilidad que saludables y  difundiéndose su práctica  de las élites a  las clases medias.
El contenido del libro consiste en la reconstrucción concreta y meticulosa con innumerables e interesantes datos, (sobre todo, a través de las fuentes hemerográficas) de todas esas actividades del veraneo y del turismo asturianos, así como la de  sus infraestructuras,  instituciones y sus políticas de promoción  que llevaron hasta la invención de eslóganes, alguno de ellos  muy similar al que ha venido usando en la actualidad la Administración asturiana como el de “paraíso del turismo”, y hasta promover reclamos para el desarrollo de ese  turismo como el frustrado  intento de que veranease en la región de manera estable  la familia real. A  esos contenidos  hay que sumar, sin duda, como un mérito más del libro, el excelente y nutrido repertorio gráfico que le acompaña.
 La tesis central del libro es  la de que,  en el proceso que conduce  del veraneo al turismo en Asturias, la fase de maduración fue incompleta. Nunca llegó a su pleno desarrollo como lo demuestra el que en ningún momento llegó haber en Asturias una verdadera  ciudad balneario. Ni siquiera Gijón que fue la ciudad que más cerca estuvo de lograrlo, porque en ella  la  turística nunca fue la función  hegemónica, sino la  industrial. El modelo de playa- balneario no logró desarrollarse del todo  en Asturias En realidad, tras la guerra civil, la fase de obsolescencia puso fin definitivamente a la de maduración incompleta de ese modelo para aparecer después de la contienda otro modelo de turismo dominante en España ya diferente del anterior que fue el del turismo masivo de sol y playa en el litoral mediterráneo que vino después de la posguerra.
Las causas de esa falta de maduración del modelo anterior afectan a los tres pilares  fundamentales del producto turístico. En primer lugar, las deficiencias del transporte, porque no se consiguió implantar en la región una red articulada de ferrocarriles y carreteras ni por el interior ni por la costa  que permitiese facilitar los flujos turísticos. Ni siquiera el proyecto de construir en los años veinte una autopista que uniese  Oviedo y Gijón llegó a hacerse realidad. El alojamiento fue también otro obstáculo para ese desarrollo turístico: al contrario que en San Sebastián o Santander, el gran hotel base de aquella playa aristocrática no fue sino excepcional como fue el caso de Avilés que tuvo un gran hotel pero sin playa, al contrario que Gijón que tuvo playa, pero sin gran hotel. Y finalmente fracasó la promoción, como ilustra el caso del  ya citado frustrado intento de construir una residencia palaciega  para  conseguir que los Príncipes de Asturias, no ya los Reyes, veraneasen en Asturias convirtiéndola en otra corte estival. La playa elegante no fue, pues, posible por esos déficit  y ese fracaso limitó el desarrollo del turismo producto, aunque, en cierta medida, aquél sirvió para poner los cimientos en Asturias de esta clase de turismo.
    En fin, no sólo estamos ante un libro importante que nos proporciona una visión de conjunto de la historia del turismo en Asturias hasta el franquismo que no existía en la bibliografía asturiana, sino que también es una excelente obra cuya rigurosa factura académica no es óbice, tanto por su claro y limpio estilo como por el rico y bien seleccionado aparato gráfico que incorpora,  para una lectura agradable y siempre de interés para cualquier clase de lectores. Pero, sobre todo, es el libro de un historiador riguroso, preocupado por enmarcar sus investigaciones con  una sólida  base  teórica, actitudes positivas  que  han caracterizado  también  los anteriores trabajos del autor.   
(Publicado en el suplemento cultural de LA NUEVA ESPAÑA,de Ov

lunes, 12 de septiembre de 2016

Rafeel Altamira y el americanismo de la Universidad d Oviedo

ALTAMIRA Y  EL AMERICANISMO DE LA UNIVERSIDAD DE OVIEDO
                                              JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS

Rafael   Altamira



El programa del primer americanismo español a través del viaje de Altamira a América
             En el marco de la conmemoración del cuarto centenario de la fundación de la Universidad ovetense, se ha presentado  estos días pasados en sede universitaria este libro de Rafael Altamira, Mi viaje a América, que recoge la historia del viaje que llevó a cabo, durante diez meses entre 1909 y 1910, el insigne catedrático institucionista  como delegado del alma máter asturiana a cinco países de Hispanoamérica y a Estados Unidos. Los principales  objetivos de aquella misión eran promover el intercambio de profesores universitarios  entre las universidades de aquellos países y la asturiana y estrechar las relaciones intelectuales con ellos para reavivar el tronco común de la civilización hispánica.
.Mi viaje a América  es un libro de documentos que recoge las  circulares, comunicaciones, conferencias y otros documentos que generó aquel viaje con explicaciones intercaladas del autor. A través de  toda esa masa documental se puede reconstruir con todo detalle, como ya hiciera de manera brillantemente nuestro siempre recordado Santiago Melón, el significado y contenido de  aquel viaje triunfal que supuso no sólo uno de los episodios más brillantes  de la historia de nuestra Universidad, sino también, y sobre todo, el origen del americanismos español. Esto es, un movimiento cultural de aproximación y  estrechamiento de relaciones con aquel conjunto de países  que surgieron  del proceso de la independencia colonial.
Sin duda,   con su triunfal viaje por tierras y universidades  americanas, Altamira y la Universidad ovetense se convirtieron  en los pioneros en nuestro país del intercambio universitario de profesores y alumnos con la América hispana. Secundaban  en esta labor los planteamientos de renovación universitaria diseñados ya en esos momentos por la Junta de Ampliación de Estudios, institución oficial creada a impulso de la Institución Libre de Enseñanza. Pero, éste, el intercambio de profesores y alumnos, no era sino un aspecto concreto del  objetivo más amplio y ambicioso que pretendía alcanzar ese viaje y que era  el de iniciar  el  americanismo español y relanzar las  tibias relaciones que se mantenían con los nuevos estados hispánicos después de su independencia, precisamente cuando se cumplía el primer centenario aquellos acontecimientos. Lo que originó aquel viaje fue, pues, la primera etapa del americanismo español y Altamira se le debe considerar, sobre todo,  como el padre de nuestro americanismo.
El sentido último de ese  americanismo, hay que vincularlo al regeneracionismo de cuño institucionista que ponía el énfasis en la educación y el desarrollo intelectual como medio para regenerar la nación, sumidas sus clases dirigentes, como le gustaba decir  a Altamira, en el pesimismo patriótico tras, no la pérdida, sino el despojo del resto de nuestras colonias por el imperialismo norteamericano. Y en ese sentido el origen intelectual de ese viaje hay que colocarlo en el famoso discurso de inauguración del curso universitario 1898-1899 en Oviedo titulado El patriotismo en la Universidad  en el que  Altamira  desarrolló el programa  del regeneracionismo institucionista y diseñó cómo debía de contribuir la Universidad al mismo. Aunque fuese después en 1908, con motivo de la celebración por nuestra Universidad  de su tercer centenario y del primer centenario de la independencia hispanoamericana, cuando tomó cuerpo el proyecto del viaje americano de Altamira al extender a  cinco países hispanoamericanos(Argentina, Uruguay, Chile, Perú, México), además de una corta estancia en Estados Unidos, el  intercambio de profesores que en un principio se pensó realizar sólo con Cuba, a instancia del rector de la Universidad de La Habana, doctor Dihigo, una de las muchas autoridades universitarias invitadas a la celebración de aquellos eventos de 1908 en la Universidad de Oviedo.
En aquel mencionado discurso, el regeneracionismo que inspiraba el nacionalismo  liberal de Altamira proponía, en el campo del americanismo, una restauración del crédito de la historia de nuestra colonización americana Pero también una difusión ante los nuevos países americanos de los valores intelectuales renacidos de aquella otra España que emergía por debajo de la costra oligárquica del régimen de la Restauración, y de los que la Universidad de Oviedo, en plena renovación por  los institucionistas del Grupo de Oviedo, se entendía portadora. El objetivo final no era sino revitalizar  el tronco de la civilización común hispánica frente al poder avasallador de las civilizaciones anglosajona y germánica. Por tanto, estamos ante un americanismo intelectual, no económico, que predicaba una relación entre España y los países hispanoamericanos, en términos de igualdad y solidaridad, y no una relación espuria nacida intereses y objetivos económicos que pretendiese buscar el dominio o la hegemonía española sobre la comunidad hispánica. .
Ese fue el sentido último del americanismo que trata de hacer realidad Altamira y el claustro ovetense con el viaje a América de su delegado. Poco o nada tiene que ver con aquel otro americanismo posterior que alumbró la dictadura de Primo de Rivera o el de la Hispanidad que propagó el franquismo Y de ahí que el éxito del viaje se concibiera, como deja bien  claro el historiador institucionista en este libro, sólo como el primer eslabón de una programa americanista posterior que Altamira terminó de perfilar con los conocimientos y contactos que estableció en ese viaje y el cual  debería comenzar a hacerse realidad a partir de su finalización.
 A exponer  ese programa americanista Rafael Altamira dedica la última parte de su libro. El conjunto de medidas proyectado (creación de un centro cultural hispano-americano en Madrid, de una sección americanista en Oviedo, libre franquicia para los libros exportados, escuelas de emigrantes, programa de intercambio de profesores y becas para la asistencia de alumnos a los congresos de estudiantes, entre otras) suponía, sin duda, un reflexionado y coherente  programa americanista. Pero, a pesar del éxito del viaje- recibimiento en loor de multitud de Altamira, entrevista y apoyo del propio monarca- sólo hubo una aplicación puntual de algunas de las medidas propuestas. Del mismo modo que en la Universidad de Oviedo, que debería haberse convertido en su centro y foco dinamizador, pasado el brillante capítulo del Grupo de Oviedo, tal  programa fue dejado a un lado  y  se convirtió  con el tiempo en solo  un recuerdo de una etapa en la que los ecos del nombre de la institución universitaria asturiana y de sus renovados planteamientos académicos resonaron  por toda América con la oratoria brillante y sabia  de Altamira.    


                                            LA ORGANIZACIÓN DEL VIAJE

                                                                  J. A. V. I

    Altamira fue elegido por el claustro ovetense para llevar a cabo el viaje a América  por sus trabajos y vocación americanista, pero también porque era el miembro de la escuela de Oviedo que tenía mayor prestigio académico e intelectual fuera de España. Asombra leer la impresionante labor que desarrolló durante el mismo. Pronunció decenas de conferencias, cursos, discursos, visitas, dictámenes, informes, reuniones con estudiantes, profesores y asociaciones de emigrantes españoles, entrevistas con los principales responsables educativos de los países que visitó- especialmente en Argentina, México y Cuba que fueron los países en los que su estancia fue de mayor duración-. A algunas de sus intervenciones asistieron hasta los presidentes de las repúblicas visitadas. Pero todavía asombra más saber que  el viaje no tuvo ninguna financiación oficial.  La hospitalidad universitaria, el apoyo económico de algunos emigrantes ricos y la retribución que le concedió la Universidad argentina de La Plata fueron las fuentes de su financiación. La verdadera cabeza organizadora del mismo fue el rector don Fermín Canella, a quien en justa correspondencia está dedicado el libro...



            PROFESORES, ESTUDIANTES Y EMIGRANTES
                                                                         J. A. V. I.    
  Paralelamente a las actividades propiamente académicas universitarias, Altamira realizó una extensa labor  formativa, de  apoyo y contacto con los profesores de los diferentes niveles educativos, visitó escuelas e institutos y dio conferencias en los centros de formación del profesorado sobre cuestiones pedagógicas y la experiencia de la Extensión universitaria ovetense. Pero también se reunió y dio charlas y conferencias a los alumnos universitarios con los que logró, como demuestran los discursos de sus representantes, un alto grado de identificación. Asimismo fueron  extensas e intensas las relaciones de confraternización que mantuvo con las asociaciones de emigrantes españoles. Para todos ellos arbitró medidas en su programa americanista.


( PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO CULTURAL  DE LA NUEVA ESPÑAÑA, DE OVIEDO)            

En el cincuenta anirversario de la tragedia del Sierra Aránzazu

EN EL CINCUENTA ANIVERSARIO DE LA TRAGEDIA DEL “SIERRA ARÁNZAZU
                                          
  TOMÁS VAQUERO IGLESIAS, PILOTO  DE LA MARINA MERCANTE
    jULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS, CATEDRÁTICO E HISTORIADOR





     



  Este 13 de septiembre se cumplieron  cincuenta años del brutal  ataque terrorista  en el Caribe  al buque español “Sierra Aránzazu” cuando  se dirigía a La Habana con una carga  de alimentos, tejidos, aperos de labranza, muñecas y otras mercancías inocuas. La autoría y responsabilidad de  este atentado, que  costó la muerte a tres marinos españoles, el capitán y dos oficiales  y lesiones a  otros seis tripulantes y provocó una intensa reacción emocional en España y tuvo importantes repercusiones mundiales, nunca fue aclarada. Cincuenta años después  conocemos por nuevas fuentes documentales desclasificadas quiénes fueron  los autores materiales y los responsables últimos del atentado. De ahí que  nos parece  un  acto de justicia moral como hermanos de uno de  aquellos marinos asesinados  recordarlos en este aniversario  y difundir su tragedia  dando a conocer  los hechos con  las respuestas  e interrogantes que existen hoy sobre aquel acto de terrorismo
                 Con la  crisis de los misiles en octubre de 1962, los acuerdos entre Kennedy y Kruschev que   incluían la promesa de aquél de no tratar de   invadir Cuba , la política hacia la revolución castrista de los hermanos Kennedy dio un giro estratégico. Se suspendió la operación Mangosta montada para invadir la isla y se puso en práctica la denominada política de vía múltiple que suponía la simultánea  presión diplomática, económica y de operaciones encubiertas para asfixiar la revolución castrista. Entre las medida económicas estaba la de  mantener el bloqueo comercial de la isla impidiendo la entrada  de mercancías de  cualquier naturaleza presionando a los demás países para que suspendieran  las relaciones comerciales  con Cuba y atacando a los barcos que las transportaban. Para conseguir tales objetivos se crearon los denominados comandos autónomos con exiliados cubanos anticastristas que tenían  sus bases fuera de territorio americano, en Centroamérica y el  Caribe, y establecían sus propios objetivos, de tal manera que el Gobierno norteamericano  pudiese practicar ante tales actos ilegales la política de la negación plausible. La CIA se encargó de su financiación, de su adiestramiento,  de proporcionales barcos, aviones, armamento y aportarles la información necesaria para sus operaciones subversivas encubiertas.
 El más importante de esos grupos autónomos era el  Movimiento de Recuperación Revolucionaria (MRR)  fundado por  Manuel Artime Buesa,  uno de los líderes  políticos de la Brigada 2506, como se denominaban pomposamente los exiliados cubanos que habían sido derrotados en Bahía Cochinos. El MRR tenía desde 1963 bases de operaciones y entrenamiento instaladas en Nicaragua, Costa Rica y República Dominicana. Contaba con 380 hombres, una avioneta, un  barco nodriza, el “Santa María” que   transportaba  dos lanchas, la Gitana y la Monty, pertrechadas con ametralladoras pesadas y un cañón, y desde las que  realizaban sus operaciones contra territorio cubano y sus ataques a los barcos mercantes. Todo ello era, según documento desclasificado de la CIA,  financiado por la Agencia  que entre junio  1963 y junio de  1964  había invertido  en todos esos gastos materiales y de personal  cinco millones de dólares.
España fue uno de los países  que con permiso expreso  de Franco mantuvo el comercio con Cuba  La  Compañía Marítima del Norte  se encargó de ese comercio  Cuando se produjo el ataque al “Sierra Aránzazu” ya eran veinte los viajes realizados por estos buques y el del Sierra Aránzazu, el segundo que llevaba a cabo. Las presiones por parte del Gobierno de Estados Unidos para que se cortara este tráfico existieron desde que se inició. Y unas semanas antes del ataque,  el embajador español Merry del Val había sido llamado a una reunión con el Secretario de Estado, Dean Rusk, para comunicarle las decisiones de la OEA de presión sobre Cuba y en  la que, con amenazas veladas, insistía al embajador en  la necesidad de la suspensión de ese comercio con la isla.
El “Sierra Aránzazu” navegaba por  Canal de  Las Bahamas hacia el puerto de La Habana, cuando el domingo, día 13 de septiembre, sobre la una y media un avión de reconocimiento sobrevoló el barco  y  a las ocho menos diez una lancha se aproximó por la popa iluminando con sus reflectores  el nombre y la matrícula del  barco. Diez minutos después dos lanchas, una por babor y otra  por estribor, se colocaron a una distancia de unos 50/100  metros del barco y sin previo aviso comenzaron a lanzar ráfagas de ametralladora y algún disparo de cañón sobre el puente de mando, los alojamientos de la tripulación con un evidente ánimo de cortar  las comunicaciones y masacrar a los tripulantes. Alcanzados los depósitos de combustible, el barco se incendió y  el capitán, herido  gravemente, como el segundo  oficial , dio orden de abandonarlo y arriar el bote de babor, porque el de estribor  estaba inservible por los impactos. Cuando los marinos se aprestaban a hacerlo, nuevas ráfagas  de ametralladora hirieron a otros tripulantes, algunos de gravedad  como el tercer maquinista.
 Agolpados los 20 hombres en un solo bote salvavidas  los náufragos  pasaron doce  horas angustiosas. Durante la travesía   fallecieron el capitán Pedro Ibargurengoitia ( Algorta) y el tercer maquinista José Vaquero Iglesias (Villablino). El  bote hacia agua y estropeada la bomba de achique tuvieron que hacerlo con cajas de galletas y sus zapatos. Hacia  las 10 de la mañana del día 14  los náufragos fueron   localizados y rescatados por el carguero holandés “P. G. Thulin”. Atendidos los heridos en el barco falleció el segundo oficial, Javier Cabello (Vigo). El barco holandés llevó a   los supervivientes y los cadáveres a la próxima isla Inagua, al puerto de Matthew Town, desde donde los heridos y los cadáveres fueron  trasladados a Guantánamo y los restantes, al día siguiente, fueron llevados a San Juan de Puerto Rico donde se celebró un funeral por los tres marinos asesinados. Desde San Juan, los tripulantes fueron repatriados en dos expediciones y recibidos en Barajas por las autoridades,  familiares y amigos
La noticia del ataque fue recogida en las primeras páginas de la prensa mundial, menos en por la de  Estados Unidos, donde los grandes rotativos norteamericanos  mantuvieron  un significativo silencio sobre el hecho. En España, la conmoción fue enorme y toda la prensa  siguió  todo lo relativo al atentado expresando su indignación, incluida  la prensa clandestina de izquierda  que atacaba a Estados Unidos y presionaba al régimen pidiendo la identificación y castigo  de los culpables del atentado que atribuían con buen juicio a grupos  anticastristas dirigidos por la CIA. Se produjeron manifestaciones de protesta en varios puntos de España como la que se desarrolló ante la Embajada norteamericana en Madrid o ante el Consulado norteamericano en Vigo.
 El Gobierno español protestó a través de su embajador en Washington considerando responsable a los Estados Unidos por producirse el ataque  en aguas bajo su control militar y en una reunión con  el Secretario de Estado Dean Rusk consiguió que prometiese que se investigaría el ataque  y comunicarían  los resultados al Gobierno español.  El FBI realizó también una encuesta  para averiguar lo sucedido. Todo quedó en aguas de borrajas. El informe del Departamento de Estado nunca vio la luz y el del FBI fue más bien una maniobra de diversión que una verdadera investigación. El Gobierno franquista en cuanto pasó la tensión dejó de presionar y todo quedó en el más denso silencio. La realpolitik pudo más que el honor patrio mancillado y las justas reivindicaciones de justicia de las familias  y amigos de los asesinados y un sector de la población española.
Los grupos anticastristas con el MRR a la cabeza difundieron  que los autores habían sido los castristas. Pero cuando ese bulo resultó insostenible  el MRR varió sus declaraciones reconociendo  que habían  sido ellos, por medio del buque nodriza “Santa María” y las lanchas Gitana y Monty,  los autores del ataque, pero como consecuencia de una confusión del “Sierra Aránzazu” con el  buque cubano “Sierra Maestra”. Esa es la  hipótesis que siguen manteniendo hoy los miembros todavía vivos del grupo y la que predomina hoy entre los autores que han tratado el incidente.
 Pero el análisis de  las pruebas circunstanciales y  los datos directos extraídos de la documentación desclasificada procedente de la Fundación Mary Ferrell y del Archivo de AA. EE. español obligan a poner en duda tales afirmaciones. Entre esas pruebas circunstanciales está el hecho de que es difícil aceptar  que la lancha que identificó al buque iluminando su popa  pudiera equivocarse con su nombre y matrícula y que  cuando las dos  lanchas atacantes se colocaron  a unos 50/100 metros del “Sierra Aránzazu”  no se hubieran percatado de su “error”.  Además, ¿cómo es posible que quieran hacernos creer que con la información que contaban de la CIA pudieran confundir  el barco español con el  “Sierra Maestra”, cuando éste había cruzado el Canal de Panamá el miércoles anterior con dirección hacia China? ¿Cómo fue posible confundir ambos barcos que tenían  una significativa diferencia de tonelaje?. El “Sierra Maestra” era cinco veces mayor que el  “Sierra Aránzazu”
 Dos fuentes directas hablan también de que el ataque  fue planeado con premeditación y alevosía. Un cablegrama  enviado por un agente  a la Central de la CIA y   desclasificado  en 1998  informa de los contactos que ha mantenido con  Alberto Blanco,  lugarteniente de Rolando Cubela, un alto oficial del  régimen castrista que mantenía  contactos con el MRR para preparar el asesinato de Castro y el desembarco en la isla. Blanco le comunica  que va reunirse en París con un miembro del grupo anticastrista que fue la “persona que “arregló” el ataque al  “Sierra Aránzazu” mediante el pago al radio operador que envió la posición (del buque español)  a la nave atacante, dijo que el radio operador había contado toda la historia a  la policía española”. Hoy sabemos que “esa persona que arregló el ataque”  fue Rafael  Quintero, “el coordinador de operaciones navales” del MRR  De igual modo el carácter premeditado del ataque aparece en un despacho dirigido al Ministro de AA. EE. por el Embajador de España en Costa Rica  en el que un espía enviado por éste  a la base anticastrista de Nicaragua, además de describir con todo detalle el barco nodriza  “Santa María” e identificar a sus jefes como miembros de la CIA,  dice que “el ataque contra el “Sierra Aránzazu” fue premeditado, antes de la operación ya se hablaba de hundirlo”. 
Son muchos interrogantes  y datos para que podamos creernos la versión dominante. Pero aún y así no existe hoy ninguna duda de quiénes fueron los autores materiales y los responsables últimos de este criminal atentado así como la tortuosa e injusta actuación del Gobierno franquista en el mismo. Dejarlo claro  en este cincuenta aniversario nos parece  no sólo una obligación con la verdad histórica, sino, sobre todo, como hermanos de una de las víctimas, un deber moral hacia los tres marinos asesinados y el resto de la tripulación  masacrada.         







lunes, 5 de septiembre de 2016



                          EDUCACIÓN : RAÍCES Y DESARRAIGOS 
                                                              Julio Antonio Vaquero Iglesia






La educación es un proceso abierto, una práctica social en construcción. La enseñanza debe adaptarse no sólo para integrar los avances de las disciplinas científicas que constituyen las fuentes de sus contenidos, sino para modificar y matizar sus fines educativos en relación con las transformaciones y cambios sociales que se producen. Sean las intenciones educativas contribuir a reproducir o a transformar la sociedad. Como también los métodos didácticos están en continúa revisión tratando de conseguir una mayor eficacia y  coherencia con esos contenidos y fines cambiantes. Cada tiempo como cada sociedad tienen o deben de tener su específica educación. Dentro del marco educativo legal que prescribe democráticamente la sociedad o fuera de éste- dado el habitual desfase entre esas transformaciones y los textos legales educativos-, los profesores más inquietos suelen buscar  las respuestas educativas adecuadas para  adaptar la enseñanza a esos cambios, según su personal manera de interpretarlos; y tratan de introducir nuevos métodos didácticos que mejoren  el proceso de enseñanza- aprendizaje.
 Dos aportaciones  a esta doble manera de contribuir a la mejora de la práctica educativa han aparecido recientemente en Asturias, realizadas por profesores asturianos.. Por una parte, como respuesta educativa a un nuevo y grave problema social como es el de la integración de los inmigrantes que llegan a nuestro país a causa del éxodo masivo que está produciendo la globalización, el Grupo Eleuterio Quintanilla acaba de publicar un excelente  material de trabajo escolar titulado Miradas y Desarraigos. Las migraciones en el Arte. Por otra,  dedicado a exponer una renovada propuesta y experiencia didáctica, se ha publicado el discurso de ingreso como miembro de número permanente del Real Instituto de Estudios Asturianos (R.I:D.E,A.), del catedrático de Didáctica de las Ciencias Sociales de Escuela Universitaria  de la Universidad de Oviedo, Florencio Friera: Los estudios de Historia local y su función educativa ( Principado de Asturias. R.I.D.E.A. Oviedo 2002).
Con buen criterio, a mi entender, ha elegido Friera, como asunto de su discurso de ingreso en  el R.I.D.E.A, éste de la función educativa de la historia local , anteponiéndolo al que ha constituido el otro foco en que ha centrado  su trabajo como historiador: la obra de Ramón Pérez de Ayala. Y ello, no sólo porque  es una manera de revalorizar dentro de la institución cultural asturiana  la función educativa de la Historia, sino también porque, en el tema que ha elegido para su discurso, se unen,  el otro aspecto que ha dominado la tarea investigadora del profesor asturiano, la historia local de su concejo natal, Sariego, con su labor como profesor e investigador de la didáctica de las ciencias sociales en la Universidad de Oviedo. Además de que para el RIDEA, dada la naturaleza de sus objetivos, contar con un buen profesional con experiencia en la investigación de la historia local, como es el caso de su nuevo miembro, su ingreso supone también una idónea incorporación para la institución..
   La enseñanza de la historia local en la escuela como componente de la disciplina escolar histórica  tiene ya una larga tradición que se remonta a finales del siglo XIX. Pero ha tenido mayor desarrollo en los países anglosajones en relación quizás con  el enfoque  empírico que ha caracterizado siempre su historiografía, pero también debido a la dependencia orgánica que en ellos tiene  ese nivel educativo  de los municipios y entes regionales. En el resto de los países europeos,  no fue sino  hasta los años setenta del pasado siglo cuando  comenzó a revalorizarse la enseñanza de  la historia local en el nivel escolar en el marco del auge que alcanzó dentro  de los  sistemas educativos el conocimiento del medio y el entorno. De ahí proviene su inclusión en España en  los programas de la Ley General de Educación y de la LOGSE y del interés que Friera ha venido mostrando por su práctica y su enseñanza como historiador y como profesor de la didáctica de las ciencias sociales.
Destaca en su discurso el profesor e historiador asturiano la virtualidad educativa que ofrece la historia local. La reducida escala del análisis permite entroncar su objeto de  estudio con la experiencia personal de los alumnos, aumenta su  motivación y posibilita el ajuste de su desarrollo intelectual con lo estudiado: de lo más próximo  a lo más lejano, de lo local a lo general. Además de la mejor motivación y posibilidad que proporciona la historia local para una práctica simulada por los alumnos de los procedimientos del saber historiográfico como escenario idóneo del aprendizaje por descubrimiento. Favorece asimismo el desarrollo de los hábitos de respeto y valoración por los alumnos del patrimonio artístico propio. Y, para tratar de contrarrestar la tendencia a la homogeneidad cultural que provoca la globalización, su práctica promueve la enculturación de los escolares. Pero, a la vez, con un tratamiento adecuado por el profesor, al promocionar en los alumnos nativos hábitos de respeto y valoración por su medio cultural, desarrolla las actitudes de tolerancia y el respeto hacia  la cultura de los muchos alumnos inmigrantes que hoy pueblan nuestras aulas. 
Estos factores mencionados son, sin duda, positivos para promover  la enseñanza de la historia local no sólo en la escuela y en el sistema formal de enseñanza, sino en los otros niveles de la educación y en el sistema no formal. En función de ellos,  como apunta Friera, ha sido recomendada su práctica por el propio Consejo de Europa. Pero  también es de destacar que la enseñanza de la historia en esa escala reducida  puede presentar obstáculos y deformaciones que conviertan su ejercicio en algo no tan  positivo.
 En primer lugar, está la condición necesaria de que para su práctica educativa es necesario contar, en gran medida, con el propio desarrollo de la investigación sobre  historia local. Y, dada la función social originaria y predominante durante mucho tiempo que ha tenido la Historia como estimuladora de la conciencia nacional, la historia local ha tenido poco predicamento en la mayor parte de los países europeos y ha quedado en manos de eruditos e historiadores  no profesionales con resultados de escasa calidad y la ausencia de un corpus de conocimientos historiográficamente consistente, producto de una investigación histórica rigurosa a escala local o comarcal.. Ése ha sido ha sido el caso de España donde la historia local no ha sobrepasado, con todos las excepciones que se quiera, el listón del  localismo y de la historia  a vista de campanario. Una historia escolar que tenga como base ese tipo de historia local corre, sin duda, el grave peligro de no rebasar el nivel de lo anecdótico y localista.
No es este el planteamiento de Friera. Su propia investigación sobre la historia del concejo de Sariego constituyen la materia histórica  para su proyecto didáctico de historia local. Y, en su proyecto,  la historia local se concibe como un procedimiento para ir de la historia de esa escala a la historia general. Además del estudio genealógico de dos familias concretas de Sariego,(los Vigil y los Parajón), de sus  “casas” y del paisaje del concejo asturiano, el recurso ensayado por el profesor asturiano para dar ese salto de lo local a lo general, ha sido el de las dramatizaciones históricas  con los escolares de Sariego. Y tal recurso es , sin duda, una de las aportaciones didácticas más originales de su proyecto de enseñanza de la historia local.
Una objeción al historiador y una observación al profesor nos sugiere el texto y la propuesta de Friera. En mi opinión, no se puede identificar la historia local con la microhistoria, como habitualmente y sin gran fundamento se viene haciendo. No todo lo que en historia presenta un enfoque a escala local ni trata de personas y casos concretos es microhistoria. Por lo menos del modo como la ha entendido la historiografía italiana desde Il formaggio e i vermi ( El queso y los gusanos) de Ginzburg hasta hoy. La microhistoria es una corriente historiográfica con entidad propia surgida como reacción a la crisis de la historia estructural, basada en la cuantificación serial y en el anonimato de los sujetos históricos, de la escuela de los Annales. Frente a ésta el principal principio metodológico de la microhistoria puede resumirse con el oximoron “la excepción normal” que poco tiene que ver con el enfoque habitual de la historia local. La observación que mencionábamos, se refiere al aspecto propiamente educativo. ¿ Es factible hoy, tras el Decreto de mínimos, la enseñanza de esta historia local?. La concreción minuciosa de los contenidos de  la historia nacional y universal que el mencionado texto legal desarrolla con un enfoque dominante academicista, orientado a enseñar casi exclusivamente hechos históricos,  supone, en mi modesta opinión de profesor de historia, un importante obstáculo para ello.
 Por su parte, Miradas y Desarraigos. Las migraciones en el Arte es la  última aportación del Grupo Euleterio Quintanilla. Este grupo de profesores de la educación pública de Gijón, pertenecientes a  varios niveles educativos, tiene ya una larga trayectoria en su dedicación a la enseñanza intercultural con un dominante enfoque antirracista y antixenófobo, Han elaborado ya otros materiales de excelente calidad con esa finalidad, como, por ejemplo, Extranjeros en la Escuela: una propuesta de acción intercultural, dedicado a dar soluciones al problema acuciante de la escolarización de alumnos de otros ámbitos culturales. Miradas y desarraigos forma parte  de un  elaborado y bien pensado conjunto de materiales didácticos, titulado Viaje a la esperanza,  que tiene como objetivo la sensibilización crítica  del alumnado contra ese discurso social racista y xenófobo que convierte a los inmigrantes en intrusos indeseados y trata de desarrollar en el alumnado actitudes de comprensión y solidaridad ante el hecho migratorio y los inmigrantes. Estos materiales han sido elaborados en el marco del Proyecto Piedra, de carácter transnacional y en colaboración con profesores de otros países europeos La orientación que presentan se realiza desde la perspectiva de la  educativa crítica que entiende la oleada migratoria actual como un efecto perverso más de la globalización neoliberal y la necesidad de promover actitudes de rechazo de los alumnos hacia ella y sus consecuencias. De ahí los contenidos interdisciplinares, la metodología activa y cooperativa y el enfoque ético que presentan estos materiales. El empleo del arte como soporte didáctico utilizado  en esta última entrega ha sido, sin duda, una excelente idea por su gran potencial didáctico y coherencia con esos objetivos educativos.
Estamos, pues, ante dos muestras de la existencia de una producción propia de calidad de la educación asturiana. De lo que no sólo debemos congratularnos  profesores y alumnos, sino también toda la sociedad regional. Esperemos que, contra viento y marea, ese espíritu de innovación continúe y se difunda entre el profesorado asturiano. 

PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA NUEVA ESPAÑA. DE OVIEDO)