LA PLAYA
IMPOSIBLE
Julio Antonio Vaquero Iglesias
La historia de las formas de sociabilidad, entre ellas, las del
ocio, es
ya desde hace muchos años objeto habitual del estudio historiográfico.
La historia de Asturias cuenta ya con numerosos y excelentes trabajos sobre este
campo. Juan Carlos de la Madrid, el autor del libro que vamos a comentar, ha
sido- junto con el profesor de la Universidad de Oviedo Jorge Uría- uno de los
historiadores introductores de estos temas en Asturias con sus estudios sobre
la historia del cine en nuestra región
El historiador avilesino publica
ahora Aquellos maravillosos baños ( Fundación de la Caja Rural,
2011), libro galardonado con el Premio Alfredo Quirós Fernández 2010, que trata
del origen y la historia del turismo en
Asturias en los cien años que van desde 1840 hasta 1940.
Esos cien años constituyen, según el
autor, un ciclo completo en la historia del turismo en nuestra región: creación,
maduración y obsolescencia. Es en la década de los cuarenta del siglo XIX
cuando se inicia en Asturias el modelo
del turismo de baño frío aprovechando para ello los arenales más que las playas
de las que contaba la región Era un turismo selectivo- en realidad más bien
veraneo que turismo- de gentes acomodadas que trataba de aprovechar para su
salud los arenales asturianos con la creación de balnearios que jalonaron toda
la costa asturiana: Gijón, Avilés, Salinas, Candás, Luanco, Ribadesella, LLanes
o de Rivadedeva. Es este modelo de turismo-veraneo de playa el que se difunde y
da origen en los años veinte del siglo
siguiente a un producto turístico que permite ya hablar de verdadero turismo al
extenderse multiplicando otras actividades de ocio: cine, toros, fútbol,
excursionismo… con fines ahora más
lúdicos y de sociabilidad que saludables y
difundiéndose su práctica de las
élites a las clases medias.
El contenido del libro consiste en la reconstrucción concreta y
meticulosa con innumerables e interesantes datos, (sobre todo, a través de las
fuentes hemerográficas) de todas esas actividades del veraneo y del turismo
asturianos, así como la de sus
infraestructuras, instituciones y sus
políticas de promoción que llevaron
hasta la invención de eslóganes, alguno de ellos muy similar al que ha venido usando en la
actualidad la Administración asturiana como el de “paraíso del turismo”, y
hasta promover reclamos para el desarrollo de ese turismo como el frustrado intento de que veranease en la región de
manera estable la familia real. A esos contenidos hay que sumar, sin duda, como un mérito más
del libro, el excelente y nutrido repertorio gráfico que le acompaña.
La tesis central del libro es la de que,
en el proceso que conduce del
veraneo al turismo en Asturias, la fase de maduración fue incompleta. Nunca
llegó a su pleno desarrollo como lo demuestra el que en ningún momento llegó haber
en Asturias una verdadera ciudad
balneario. Ni siquiera Gijón que fue la ciudad que más cerca estuvo de
lograrlo, porque en ella la turística nunca fue la función hegemónica, sino la industrial. El modelo de playa- balneario no
logró desarrollarse del todo en Asturias
En realidad, tras la guerra civil, la fase de obsolescencia puso fin definitivamente
a la de maduración incompleta de ese modelo para aparecer después de la contienda
otro modelo de turismo dominante en España ya diferente del anterior que fue el
del turismo masivo de sol y playa en el litoral mediterráneo que vino después
de la posguerra.
Las causas de esa falta de maduración del modelo anterior afectan a los
tres pilares fundamentales del producto
turístico. En primer lugar, las deficiencias del transporte, porque no se
consiguió implantar en la región una red articulada de ferrocarriles y
carreteras ni por el interior ni por la costa
que permitiese facilitar los flujos turísticos. Ni siquiera el proyecto
de construir en los años veinte una autopista que uniese Oviedo y Gijón llegó a hacerse realidad. El
alojamiento fue también otro obstáculo para ese desarrollo turístico: al
contrario que en San Sebastián o Santander, el gran hotel base de aquella playa
aristocrática no fue sino excepcional como fue el caso de Avilés que tuvo un
gran hotel pero sin playa, al contrario que Gijón que tuvo playa, pero sin gran
hotel. Y finalmente fracasó la promoción, como ilustra el caso del ya citado frustrado intento de construir una
residencia palaciega para conseguir que los Príncipes de Asturias, no
ya los Reyes, veraneasen en Asturias convirtiéndola en otra corte estival. La
playa elegante no fue, pues, posible por esos déficit y ese fracaso limitó el desarrollo del
turismo producto, aunque, en cierta medida, aquél sirvió para poner los
cimientos en Asturias de esta clase de turismo.
En
fin, no sólo estamos ante un libro importante que nos proporciona una visión de
conjunto de la historia del turismo en Asturias hasta el franquismo que no
existía en la bibliografía asturiana, sino que también es una excelente obra
cuya rigurosa factura académica no es óbice, tanto por su claro y limpio estilo
como por el rico y bien seleccionado aparato gráfico que incorpora, para una lectura agradable y siempre de
interés para cualquier clase de lectores. Pero, sobre todo, es el libro de un
historiador riguroso, preocupado por enmarcar sus investigaciones con una sólida
base teórica, actitudes positivas
que han caracterizado también los anteriores trabajos del autor.
(Publicado en el suplemento cultural de LA NUEVA ESPAÑA,de Ov
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