¡INDIGNAOS!, QUE YA ES HORA!
JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
Este pequeño - sesenta páginas en la edición
española- panfleto (dicho lo de panfleto
sin ningún matiz peyorativo) ha alcanzado el éxito editorial en el país galo y
tras su traducción lo sigue cosechando en el resto de Europa. Nada menos que en
torno a un millón y medio de ejemplares
lleva vendidos en Francia. Y no
está escrito precisamente por un joven o,
por mejor decir si nos atenemos a su contenido y a la vitalidad que expresa su
texto, lo está por un joven de 93 años: Stéphane Hessel, todo un personaje de
la Francia del siglo XX.( nació en Berlín, pero ha vivido toda su vida en
París). Miembro destacado de la Resistencia fue hecho preso por los nazis y
logró escapar del terrible campo donde tantos republicanos españoles murieron:
Buchemwald, se convirtió después en diplomático y colaboró en la creación de
las Naciones Unidas y es hoy el único firmante vivo de la Declaración de
Derechos Humanos de 1948. Y es específicamente un libro dirigido a los jóvenes
franceses y del todo el mundo, aunque su mensaje nos afecte a todos los
habitantes, jóvenes y menos jóvenes, l de este mundo globalizado que vivimos.
Como panfleto que es, nuestro
opúsculo tiene una connotación de
agresividad que viene contenida en la
consigna del “indignaos” que dirige a los jóvenes y de la que deriva una
llamada a la rebelión contra lo el mundo que vivimos (o malvivimos hoy), pero
es ésta una incitación a la rebelión
pacífica para cambiar el mundo. También, como panfleto que es, el autor se dirige tanto a las emociones como a la
razones. Y, sin duda, la razones para esta incitación que enumera Hessel son numerosas
y de peso. El mundo que surgió tras la Segunda Guerra Mundial y que el autor colaboró
a construir, aunque no perfecto, al menos se trataba de edificar sobre unos
valores que fueron los que se reconocieron como universales en la Declaración
Universal de Derechos Humanos. La mercadocracia ha logrado imponerse a todos y
ha convertido en aguas de borraja todas las conquistas sociales y políticas que
los vencedores de la Segunda Guerra Mundial habían logrado implantar. Lo que
tanto trabajo ha costado conquistar está siendo arrebatado en una o dos
generaciones a los todos los hombres, pero los más lo van sufrir son los
jóvenes. El Estado del Bienestar que
limitaba el capitalismo postbélico y permitía en cierta medida hacer realidad
los derechos civiles, políticos y sociales está siendo desmantelado por la ola
del capitalismo neoliberal que ha anegado al mundo globalizado. La propaganda mediática
ha hecho indiferentes a los jóvenes al expropiación que se está llevando a cabo
de la tendencia a la igualdad y la justicia redistributiva, a la vez que la
democracia se va vaciando de contenido y convirtiéndose en partitocracia. Los
jóvenes han caído en la indiferencia y, en parte, no porque sean ciegos, sino
han sido cegados por el brillo de un triunfo material que se les promete y paradójicamente a la vez se les niega. Quizás
también porque, al contrario de la generación Hessel, las razones para el
compromiso no les parecen tan evidentes como lo eran para las aquellas generaciones
que tuvieron que luchar contra el nazismo y tuvieron en Sastre un guía modélico.
Pero en realidad no es sino simple apariencia, porque el fascismo también
existe hoy, aunque sea de una manera difusa y con otros comportamientos como
puede apreciarse en el trato y la discriminación de los emigrantes. La lucha
por otro mundo menos malo que el que vive hoy la mayoría de la población. Entre
la propaganda y la complejidad del mundo globalizado de hoy las razones para
indignarse pueden no aparecer tan nítidas, pero son de una gravedad enorme y nos
hacen pensar que todavía nos queda alguna esperanza.
( Publicado en
el suplemento cultural de La Nueva
España, de Oviedo).
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