EN EL
CINCUENTA ANIVERSARIO DE LA TRAGEDIA DEL “SIERRA ARÁNZAZU”
TOMÁS VAQUERO IGLESIAS, PILOTO DE
LA MARINA MERCANTE
jULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS, CATEDRÁTICO E HISTORIADOR
Este 13 de septiembre se cumplieron
cincuenta años del brutal ataque
terrorista en el Caribe al buque español “Sierra Aránzazu”
cuando se dirigía a La Habana con una
carga de alimentos, tejidos, aperos de
labranza, muñecas y otras mercancías inocuas. La autoría y responsabilidad
de este atentado, que costó la muerte a tres marinos españoles, el
capitán y dos oficiales y lesiones
a otros seis tripulantes y provocó una
intensa reacción emocional en España y tuvo importantes repercusiones
mundiales, nunca fue aclarada. Cincuenta años después conocemos por nuevas fuentes documentales
desclasificadas quiénes fueron los
autores materiales y los responsables últimos del atentado. De ahí que nos parece
un acto de justicia moral como
hermanos de uno de aquellos marinos
asesinados recordarlos en este
aniversario y difundir su tragedia dando a conocer los hechos con las respuestas e interrogantes que existen hoy sobre aquel
acto de terrorismo
Con la
crisis de los misiles en octubre de 1962, los acuerdos entre Kennedy y
Kruschev que incluían la promesa de aquél
de no tratar de invadir Cuba , la
política hacia la revolución castrista de los hermanos Kennedy dio un giro
estratégico. Se suspendió la operación Mangosta montada para invadir la isla y
se puso en práctica la denominada política de vía múltiple que suponía la
simultánea presión diplomática,
económica y de operaciones encubiertas para asfixiar la revolución castrista.
Entre las medida económicas estaba la de
mantener el bloqueo comercial de la isla impidiendo la entrada de mercancías de cualquier naturaleza presionando a los demás
países para que suspendieran las
relaciones comerciales con Cuba y
atacando a los barcos que las transportaban. Para conseguir tales objetivos se
crearon los denominados comandos autónomos con exiliados cubanos anticastristas
que tenían sus bases fuera de territorio
americano, en Centroamérica y el Caribe,
y establecían sus propios objetivos, de tal manera que el Gobierno
norteamericano pudiese practicar ante
tales actos ilegales la política de la negación plausible. La CIA se encargó de
su financiación, de su adiestramiento,
de proporcionales barcos, aviones, armamento y aportarles la información
necesaria para sus operaciones subversivas encubiertas.
El más importante de esos grupos autónomos era
el Movimiento de Recuperación
Revolucionaria (MRR) fundado por Manuel Artime Buesa, uno de los líderes políticos de la Brigada 2506, como se
denominaban pomposamente los exiliados cubanos que habían sido derrotados en
Bahía Cochinos. El MRR tenía desde 1963 bases de operaciones y entrenamiento
instaladas en Nicaragua, Costa Rica y República Dominicana. Contaba con 380
hombres, una avioneta, un barco nodriza,
el “Santa María” que transportaba dos lanchas, la Gitana y la Monty,
pertrechadas con ametralladoras pesadas y un cañón, y desde las que realizaban sus operaciones contra territorio
cubano y sus ataques a los barcos mercantes. Todo ello era, según documento
desclasificado de la CIA, financiado por
la Agencia que entre junio 1963 y junio de 1964
había invertido en todos esos
gastos materiales y de personal cinco
millones de dólares.
España fue uno
de los países que con permiso expreso de Franco mantuvo el comercio con Cuba La
Compañía Marítima del Norte se
encargó de ese comercio Cuando se
produjo el ataque al “Sierra Aránzazu” ya eran veinte los viajes realizados por
estos buques y el del Sierra Aránzazu, el segundo que llevaba a cabo. Las
presiones por parte del Gobierno de Estados Unidos para que se cortara este
tráfico existieron desde que se inició. Y unas semanas antes del ataque, el embajador español Merry del Val había sido
llamado a una reunión con el Secretario de Estado, Dean Rusk, para comunicarle
las decisiones de la OEA de presión sobre Cuba y en la que, con amenazas veladas, insistía al
embajador en la necesidad de la suspensión
de ese comercio con la isla.
El “Sierra
Aránzazu” navegaba por Canal de Las Bahamas hacia el puerto de La Habana,
cuando el domingo, día 13 de septiembre, sobre la una y media un avión de
reconocimiento sobrevoló el barco y a las ocho menos diez una lancha se aproximó
por la popa iluminando con sus reflectores
el nombre y la matrícula del
barco. Diez minutos después dos lanchas, una por babor y otra por estribor, se colocaron a una distancia de
unos 50/100 metros del barco y sin
previo aviso comenzaron a lanzar ráfagas de ametralladora y algún disparo de
cañón sobre el puente de mando, los alojamientos de la tripulación con un
evidente ánimo de cortar las
comunicaciones y masacrar a los tripulantes. Alcanzados los depósitos de
combustible, el barco se incendió y el
capitán, herido gravemente, como el
segundo oficial , dio orden de
abandonarlo y arriar el bote de babor, porque el de estribor estaba inservible por los impactos. Cuando
los marinos se aprestaban a hacerlo, nuevas ráfagas de ametralladora hirieron a otros tripulantes,
algunos de gravedad como el tercer
maquinista.
Agolpados los 20 hombres en un solo bote
salvavidas los náufragos pasaron doce
horas angustiosas. Durante la travesía
fallecieron el capitán Pedro Ibargurengoitia ( Algorta) y el tercer
maquinista José Vaquero Iglesias (Villablino). El bote hacia agua y estropeada la bomba de
achique tuvieron que hacerlo con cajas de galletas y sus zapatos. Hacia las 10 de la mañana del día 14 los náufragos fueron localizados y rescatados por el carguero
holandés “P. G. Thulin”. Atendidos los heridos en el barco falleció el segundo
oficial, Javier Cabello (Vigo). El barco holandés llevó a los supervivientes y los cadáveres a la
próxima isla Inagua, al puerto de Matthew Town, desde donde los heridos y los
cadáveres fueron trasladados a
Guantánamo y los restantes, al día siguiente, fueron llevados a San Juan de
Puerto Rico donde se celebró un funeral por los tres marinos asesinados. Desde
San Juan, los tripulantes fueron repatriados en dos expediciones y recibidos en
Barajas por las autoridades, familiares
y amigos
La noticia del
ataque fue recogida en las primeras páginas de la prensa mundial, menos en por
la de Estados Unidos, donde los grandes
rotativos norteamericanos
mantuvieron un significativo
silencio sobre el hecho. En España, la conmoción fue enorme y toda la prensa siguió todo lo relativo al atentado expresando su
indignación, incluida la prensa
clandestina de izquierda que atacaba a
Estados Unidos y presionaba al régimen pidiendo la identificación y
castigo de los culpables del atentado
que atribuían con buen juicio a grupos anticastristas dirigidos por la CIA. Se
produjeron manifestaciones de protesta en varios puntos de España como la que
se desarrolló ante la Embajada norteamericana en Madrid o ante el Consulado
norteamericano en Vigo.
El Gobierno español protestó a través de su
embajador en Washington considerando responsable a los Estados Unidos por
producirse el ataque en aguas bajo su
control militar y en una reunión con el
Secretario de Estado Dean Rusk consiguió que prometiese que se investigaría el
ataque y comunicarían los resultados al Gobierno español. El FBI realizó también una encuesta para averiguar lo sucedido. Todo quedó en
aguas de borrajas. El informe del Departamento de Estado nunca vio la luz y el
del FBI fue más bien una maniobra de diversión que una verdadera investigación.
El Gobierno franquista en cuanto pasó la tensión dejó de presionar y todo quedó
en el más denso silencio. La realpolitik pudo más que el honor patrio
mancillado y las justas reivindicaciones de justicia de las familias y amigos de los asesinados y un sector de la
población española.
Los grupos
anticastristas con el MRR a la cabeza difundieron que los autores habían sido los castristas.
Pero cuando ese bulo resultó insostenible
el MRR varió sus declaraciones reconociendo que habían
sido ellos, por medio del buque nodriza “Santa María” y las lanchas
Gitana y Monty, los autores del ataque,
pero como consecuencia de una confusión del “Sierra Aránzazu” con el buque cubano “Sierra Maestra”. Esa es la hipótesis que siguen manteniendo hoy los
miembros todavía vivos del grupo y la que predomina hoy entre los autores que
han tratado el incidente.
Pero el análisis de las pruebas circunstanciales y los datos directos extraídos de la
documentación desclasificada procedente de la Fundación Mary Ferrell y del
Archivo de AA. EE. español obligan a poner en duda tales afirmaciones. Entre
esas pruebas circunstanciales está el hecho de que es difícil aceptar que la lancha que identificó al buque
iluminando su popa pudiera equivocarse
con su nombre y matrícula y que cuando
las dos lanchas atacantes se
colocaron a unos 50/100 metros del “Sierra
Aránzazu” no se hubieran percatado de su
“error”. Además, ¿cómo es posible que
quieran hacernos creer que con la información que contaban de la CIA pudieran
confundir el barco español con el “Sierra Maestra”, cuando éste había cruzado
el Canal de Panamá el miércoles anterior con dirección hacia China? ¿Cómo fue
posible confundir ambos barcos que tenían
una significativa diferencia de tonelaje?. El “Sierra Maestra” era cinco
veces mayor que el “Sierra Aránzazu”
Dos fuentes directas hablan también de que el
ataque fue planeado con premeditación y
alevosía. Un cablegrama enviado por un
agente a la Central de la CIA y desclasificado en 1998
informa de los contactos que ha mantenido con Alberto Blanco, lugarteniente de Rolando Cubela, un alto
oficial del régimen castrista que
mantenía contactos con el MRR para
preparar el asesinato de Castro y el desembarco en la isla. Blanco le comunica que va reunirse en París con un miembro del
grupo anticastrista que fue la “persona
que “arregló” el ataque al “Sierra
Aránzazu” mediante el pago al radio operador que envió la posición (del
buque español) a la nave atacante, dijo que el radio operador
había contado toda la historia a la
policía española”. Hoy sabemos que “esa persona que arregló el ataque” fue Rafael Quintero, “el coordinador
de operaciones navales” del MRR De igual
modo el carácter premeditado del
ataque aparece en un despacho dirigido al Ministro de AA. EE. por el Embajador
de España en Costa Rica en el que un
espía enviado por éste a la base
anticastrista de Nicaragua, además de describir con todo detalle el barco
nodriza “Santa María” e identificar a
sus jefes como miembros de la CIA, dice
que “el ataque contra el “Sierra
Aránzazu” fue premeditado, antes de la operación ya se hablaba de hundirlo”.
Son muchos
interrogantes y datos para que podamos
creernos la versión dominante. Pero aún y así no existe hoy ninguna duda de
quiénes fueron los autores materiales y los responsables últimos de este
criminal atentado así como la tortuosa e injusta actuación del Gobierno
franquista en el mismo. Dejarlo claro en
este cincuenta aniversario nos parece no
sólo una obligación con la verdad histórica, sino, sobre todo, como hermanos de
una de las víctimas, un deber moral hacia los tres marinos asesinados y el resto
de la tripulación masacrada.
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