COOLIDGE EN LA HABANA
JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
La próxima vista del presidente
Barack Obama a La Habana es, sin duda, la expresión formal del intento de
deshielo de las relaciones cubano-norteamericanas interrumpidas desde el inicio
de la revolución castrista y nos invita a preguntarnos por sus antecedentes
históricos: qué otros presidentes de EE. EE. visitaron Cuba y en qué
circunstancias lo hicieron.
La respuesta es significativa de la difícil
relación que ha existido entre La Habana y Washington, la cual se ha movido
siempre entre los polos de la dependencia real del poderoso vecino y la
búsqueda de la independencia material por parte de los cubanos. En toda la vida independiente de Cuba, sólo se
produjo una visita oficial de un presidente norteamericano a La Habana antes de
la que está a punto de producirse y
aquélla se realizó en un contexto y con un significado muy diferentes, casi opuestos, de la actual:
la del presidente Calvin Coolidge en 1928 durante el mandato del dictador
cubano Gerardo Machado.
El contexto de aquella visita estaba definido
por una reacción por parte de algunos
países latinoamericanos contra la agresiva política imperialista que Estados
Unidos mantenía sobre todo el continente latinoamericano. Los instrumentos de
ese dominio eran las intervenciones militares para imponer su influencia allí donde no se
aceptaba (en 1927 .tenía la potencia norteamericana el dominio colonial en
Puerto Rico y fuertes controles en
República Dominicana, había ocupado militarmente Haití y Nicaragua y mantenía
su influencia sobre los gobiernos de otros estados latinoamericanos como era el
caso de Cuba). El otro instrumento de control era la acción diplomática y de presión política de
la Unión Panamericana a través de las Conferencias Panamericanas que habían iniciado su andadura en 1889.
La última se había celebrado en Chile en 1923 y en ella se había puesto en
discusión por algunos países encabezados por México ese “derecho” a la
intervención armada del gran vecino del
Norte. En esa conferencia se decidió la sede de la siguiente en La
Habana en enero de 1928. Y es a esa conferencia a la que el dictador cubano Gerardo Machado,
un títere de Washington que había subido al poder en 1925, había invitado, en
su visita del año anterior a la capital norteamericana, al presidente Calvin
Coolidge para inaugurarla.
Dada la reacción contra el
neoimperialismo americano por parte de ese grupo de países, la conferencia se
presentaba, y así fue, como un foro caliente y de enfrentamiento entre los
países acólitos de Washington y los discordantes encabezados por el país
azteca. Máxime cuando en el año anterior los marines norteamericanos habían
ocupado militarmente por segunda vez Nicaragua para poner fin al levantamiento
popular de Sandino, “el general de los hombres libres”, como se le denominó por
sus seguidores, contra el gobierno impuesto controlado por los norteamericanos.
Como es sabido, Cuba tras su
independencia de España con el apoyo
norteamericano, se había convertido en una neocolonia de Estados Unidos. El águila con garras, de la
que hablaba Julio Antonio Mella, remedando una expresión de Martí, explotaba
económicamente su riqueza, especialmente, el azúcar y controlaba su vida
política a través de la Enmienda Platt, que hacía depender los acuerdos de su
Parlamento de su aprobación posterior por Washington, y la injerencia en la
actividad pública a través de la burguesía neocolonial que dominaba su sistema
político. En 1925, se había creado el Partido Comunista cubano que fue el que
coordinó la lucha contra Machado y el que había fundado en la isla una de sus
organizaciones de frente, la Liga Antimperialista cubana, en la que uno de sus creadores y de los dirigentes más
activos era el cofundador del partido comunista, Julio Antonio Mella. Y fue
precisamente, Mella, desde México, donde había tenido que exiliarse para huir
de la represión de la policía de Machado, el que realizó desde el órgano del
Partido comunista mexicano, El Machete,
que se difundía por toda América Latina, la más intensa campaña contra la VI
Conferencia Panamericana que iba a ser inaugurada en La Habana por el
presidente Coolidge.
La oposición contra el evento también se organizó dentro de la isla por
el Partido comunista y otros sectores de la burguesía nacionalista contraria al
poder norteamericano, y del movimiento estudiantil, pero la represión contra
ellos a medida que se acercaba la noticia la anuló. El día 15 de enero, víspera
de la llegada del presidente norteamericano, los obreros Noske Yalob y Claude
Bouzon fueron asesinados por repartir el Manifiesto del Partido comunista
contra la visita de Coolidge y sus cuerpos arrojados a la bahía de La Habana. Represión
que Mella denunció desde El Machete a
toda América.
El día 16 llegó a La Habana
Coolidge y su esposa a bordo del imponente y amenazador acorazado “Texas”. El
dictador cubano había declarado ese día como fiesta nacional y el presidente
norteamericano con su esposa, acompañados de Machado y la suya, recorrieron en
coche abierto en loor de multitud las calles de La Habana hasta el Teatro
Nacional donde Coolidge pronunció el discurso de inauguración de la VI Conferencia en el que
en medio de buenas palabras y lugares
comunes apeló, como si del mundo al revés se tratara, el derecho a la soberanía
de las pequeñas naciones latinoamericanas. La anécdota surgió por la tarde en
la recepción que el dictador ofreció al matrimonio presidencial, donde el presidente norteamericano rechazó de manera diplomática
el daikiri que le ofrecieron, lo que fue comentado por Mella irónicamente como
un expresión más del dominio norteamericano sobre la isla, puesto que en ella
también cumplía el presidente norteamericano la Ley Seca que estaba vigente en
los Estados Unidos.
La oposición al intervencionismo
norteamericano en la Conferencia quedó en nada, puesto que se pospuso su debate
para la conferencia siguiente y la situación de dominio del dominio del “águila
con garras” sobre Cuba y el resto de los países latinoamericanos continuó como
hasta entonces. Esperemos que la visita de Obama no sea más de lo mismo.
(Publicado en las páginas de
Opinión de La Nueva España,de Oviedo)