EN DEFENSA DE UNA HISTORIA
MARXISTA RENOVADA
JULIO ANTONIO
VAQUERO IGLESIAS
“En defensa se la razón.
Contribución a la crítica del posmodernismo” del profesor e historiador
asturiano Francisco Erice no sólo es un
libro importante por el elevado nivel de su contenido y factura, sino también,
y sobre todo, porque incide en un debate intelectual de gran interés y
actualidad como es la crisis del posmodernismo y la necesidad de las ciencias
sociales y concretamente de la
Historia de buscar nuevos caminos e
impulsos renovados que nos saquen del pozo sin fondo a que nos han conducido
las corrientes posmodernas al negar la posibilidad
del conocimiento objetivo del mundo social y cultural.
Como se constata otra vez con esta nueva obra
(Erice ya lo había hecho en algunos de
sus libros anteriores: baste recordar su
clarificador libro acerca de un tema tan
espinoso como la historia Y la memoria histórica) nos demuestra una vez más que
más allá de su faceta de excelente historiador profesional es también ( lo que no es tan habitual en el
gremio) un destacado investigador y un
fino analista de la teoría y la historia de la historiografía, sobre todo, de
la Historia marxista.
En esa coyuntura de crisis de la Historia y otras ciencias sociales a la que
ha conducido el posmodernismo, nuestro historiador considera que no sólo
es posible, sino también deseable
renovar y actualizar la historiografía marxista limándola de las
limitaciones de los textos originales y las desviaciones posteriores,
apoyándose para ello en las observaciones y desarrollos que los teóricos
marxistas posteriores han realizado de sus contenidos nucleares.
A partir de ese planeamiento, y desde una
perspectiva crítica, materialista y racionalista, el contenido de su libro
desarrolla en sus dos primeras partes un
profundo y pormenorizado análisis de las causas de la crisis de la Historia
marxista y en conjunto de la Historia social a partir de las últimas décadas
del pasado siglo con el despliegue de las corrientes posmodernas. Y después un significativo y excelente recorrido crítico
de las diferentes tendencias historiográficas surgidas de los planteamientos
teóricos posmodernos y la situación de
indigencia teórica y crisis del conocimiento histórico a las que han conducido
aquellas. Sólo por el análisis de este
último aspecto – el análisis de las corrientes historiográficas posmodernas-
este libro ya sería de obligada su lectura para estudiosos y amantes de la
Historia, dada su brillantez, claridad y profundidad.
A partir de esa constatación, nuestro historiador, desde los supuestos
de que la actualización de la Historia
marxista no sólo es posible, sino también deseable, desarrolla en su libro las
premisas y condiciones en que debe hacerse tal reconstrucción. Esta segunda parte de la obra constituye el verdadero núcleo de
su libro.
No se trata tanto de desarrollar un recetario
de fórmulas para llevar a cabo esa reconstrucción, sino de sistematizar
planteamientos que proceden del debate intelectual sobre las ciencias sociales
y el marxismo en concreto llevado a cabo
en las últimas décadas tras la consideración crítica negativa a que los sometió
el posmodernismo.
Las propuestas para ese debate se
refieren a cuestiones esenciales para la historiografía como así lo fueron para la
historiografía marxista posterior que el autor analiza con gran conocimiento
argumentando con solidez y un profundo conocimiento sus posiciones. Esa nueva historia marxista
debería, según él, aprovechar las
ventajas teóricas del marxismo al
desarrolla una teoría social sistemática
y dotada de un fuerte sentido de
historicidad; defender la inteligibilidad de la historia; recuperar su visión
totalizadora; rescatar una concepción sólida de la causalidad que no debe caer
en el determinismo como ocurrió con el marxismo fosilizado de la vulgata
marxista. Pero también debe de resaltar la acción humana frente a la
determinación de las estructuras; desarrollar una teoría de inspiración
marxista de la política y sus formas
(rechazando, por cierto, las teorías del populismo de izquierdas que
desvincula política y sociedad); e
incorporar la cultura al centro mismo del análisis histórico, sin caer en
concepciones idealistas de la misma. Y tratar de que la Historia desarrolle una
función social crítica que sea de utilidad social cada vez más necesaria en
estos últimos tiempos de profunda crisis sistémica en que vivimos.
En definitiva, nuestro historiador, defiende para estos tiempos un
marxismo historiográfico que más que ser fiel al original o a algunas
tradiciones posteriores, debería ser un marxismo abierto que no sólo sea compatible con las necesidades y las nuevas
cuestiones teóricas surgidas al conocimiento histórico y sea así útil para fundamentarlo como un saber sólido.
Pero que sea eso sí un marxismo
abierto basado en el compromiso crítico
con las cuestiones claves del presente.
(Publicada en las páginas de opinión de La Nueva España, de Oviedo(Asturias)