viernes, 18 de septiembre de 2020


 

                EN DEFENSA DE UNA HISTORIA MARXISTA RENOVADA

                                JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS

  En defensa se la razón. Contribución a la crítica del posmodernismo” del profesor e historiador asturiano Francisco Erice no  sólo es un libro importante por el elevado nivel de su contenido y factura, sino también, y sobre todo, porque incide en un debate intelectual de gran interés y actualidad como es la crisis del posmodernismo y la necesidad de las ciencias sociales y concretamente  de la Historia  de buscar nuevos caminos e impulsos renovados que nos saquen del pozo sin fondo a que nos han conducido las corrientes posmodernas  al negar la posibilidad del conocimiento objetivo del mundo  social y cultural.

 Como se constata otra vez con esta nueva obra (Erice ya lo había hecho   en algunos de sus libros  anteriores: baste recordar su clarificador  libro acerca de un tema tan espinoso como la historia Y la memoria histórica) nos demuestra una vez más que más allá de su  faceta de excelente  historiador profesional es también  ( lo que no es tan habitual en el gremio)  un destacado investigador y un fino analista  de la teoría y la  historia de la historiografía, sobre todo, de la Historia marxista.

  En esa coyuntura de crisis de la Historia y otras ciencias sociales  a la que  ha conducido el posmodernismo, nuestro historiador considera que no sólo es posible, sino también deseable  renovar y actualizar la historiografía marxista limándola de las limitaciones de los textos originales y las desviaciones posteriores, apoyándose para ello en las observaciones y desarrollos que los teóricos marxistas posteriores han realizado de sus contenidos nucleares.

    A partir de ese planeamiento, y desde una perspectiva crítica, materialista y racionalista, el contenido de su libro desarrolla en sus  dos primeras partes un profundo y pormenorizado análisis de las causas de la crisis de la Historia marxista y en conjunto de la Historia social a partir de las últimas décadas del pasado siglo con el despliegue de las corrientes posmodernas. Y después un  significativo y excelente recorrido crítico de las diferentes tendencias historiográficas surgidas de los planteamientos teóricos posmodernos y la  situación de indigencia teórica y crisis del conocimiento histórico a las que han conducido aquellas. Sólo por el análisis de  este último aspecto – el análisis de las corrientes historiográficas posmodernas- este libro ya sería de obligada su lectura para estudiosos y amantes de la Historia, dada su brillantez, claridad y profundidad.

  A partir de esa constatación, nuestro historiador, desde los supuestos de que  la actualización de la Historia marxista no sólo es posible, sino también deseable, desarrolla en su libro las premisas y condiciones en que debe hacerse tal reconstrucción. Esta segunda  parte  de la obra constituye el verdadero núcleo de su libro.

 No se trata tanto de desarrollar un recetario de fórmulas para llevar a cabo esa reconstrucción, sino de sistematizar planteamientos que proceden del debate intelectual sobre las ciencias sociales y el marxismo en concreto  llevado a cabo en las últimas décadas tras la consideración crítica negativa a que los sometió el posmodernismo.

Las propuestas para ese debate se refieren a cuestiones esenciales para la historiografía como así lo fueron  para  la historiografía marxista posterior que el autor analiza con gran conocimiento argumentando con solidez y un profundo conocimiento sus  posiciones. Esa nueva historia marxista debería, según él,  aprovechar las ventajas teóricas  del marxismo al desarrolla una teoría social sistemática  y dotada de  un fuerte sentido de historicidad; defender la inteligibilidad de la historia; recuperar su visión totalizadora; rescatar una concepción sólida de la causalidad que no debe caer en el determinismo como ocurrió con el marxismo fosilizado de la vulgata marxista. Pero también debe de resaltar la acción humana frente a la determinación de las estructuras; desarrollar una teoría de inspiración marxista  de la política y sus formas (rechazando, por cierto, las teorías del populismo de izquierdas que desvincula  política y sociedad); e incorporar la cultura al centro mismo del análisis histórico, sin caer en concepciones idealistas de la misma. Y tratar de que la Historia desarrolle una función social crítica que sea de utilidad social cada vez más necesaria en estos últimos tiempos de profunda crisis sistémica en que vivimos. 

  En definitiva, nuestro historiador, defiende para estos tiempos un marxismo historiográfico que más que ser fiel al original o a algunas tradiciones posteriores, debería ser un marxismo abierto que no sólo sea   compatible con las necesidades y las nuevas cuestiones teóricas surgidas al conocimiento histórico y sea así  útil para fundamentarlo como un saber sólido. Pero  que sea eso sí un marxismo abierto  basado en el compromiso crítico con las cuestiones claves del presente.

       (Publicada en las páginas de opinión de La Nueva España, de Oviedo(Asturias)