viernes, 26 de febrero de 2016

El retorno de los brujos

EL RETORNO DE LOS BRUJOS

                                            Julio Antonio Vaquero Iglesias



Emblema de lla Sociedad de Filosofía Asturiana

viernes, 19 de febrero de 2016

LA NOVELA CONTINÚA

                                         LA NOVELA CONTINÚA
                                                         JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
                                    En  recuerdo de  Alberti, ya marinero en mar, cuya patria fue
                                    el exilio y su nación la Humanidad
                           
          
  La crisis de hegemonía  que trajo consigo el  Desastre colonial para el régimen
 de la Restauración no sólo favoreció la cristalización definitiva de los  nacionalismos vasco y catalán, sino  que fue, sin duda, el principal factor  del impulso renovado que tomó a partir de entonces el discurso del nacionalismo español.   De él  participaron  los más  importantes intelectuales españoles de diversas tendencias ideológicas, pero  donde alcanzó mayor altura y resonancia fue entre aquellos que  defendían  o eran partidarios de los proyectos reformistas que se presentaban como alternativas al sistema de la Restauración.
            Como no podía ser de otro modo, ese discurso se   centró  en el tópico del “ problema de España”, expresión que terminó por definirlo, y, envuelto en los aromas del esencialismo de los pueblos del idealismo alemán, hablándonos de una España nacida en la noche de los tiempos y del carácter genuino del pueblo español, se prolongó durante toda la primera mitad del siglo XX. Mientras que aquel que surgió paralelamente para justificar  los nacionalismos emergentes, construido también desde esos supuestos culturales, pero con mayor dosis de  esencialidad, se mantuvo y pervivió hasta hoy entre los nacionalistas periféricos.
          Dada no sólo la enjundia del tema en sí, sino también el hecho de que en el caso de muchos de esos intelectuales constituye el núcleo de su pensamiento y ha sido necesario tratarlo para realizar su biografía intelectual, acerca del mismo han corrido ríos de tinta. Por ello, el objetivo de Javier Varela en este libro, La novela de España (Taurus,1999), ha sido realizar una revisión con el propósito de no caer, ni en las apologías ni en las descalificaciones con que, según él, ha sido tratado habitualmente. Sin embargo, en este caso, no nos parece que haya logrado un fruto tan granado como el  que alcanzó con la revisión de la biografía de Jovellanos.
         La mejor manera de no caer en análisis  apologéticos ni descalificadores habría sido tratar de explicar la función política y social de ese discurso nacionalista dentro de su contexto histórico. Pero Varela no hace eso, sino un repaso  brillante y ameno,  erudito y analítico del discurso nacionalista español desde el de  Menéndez Pelayo hasta el de J. A. Maraval pasando por el de los krausistas, regeneracionistas, generación del 98, Costa, Ortega, A. Castro y Sánchez Albornoz. Su análisis desborda incluso ese marco con valoraciones sobre la biografía intelectual de los estudiados e incluso con incursiones en su biografía personal. 
            No es que uno no valore la actitud desmitificadora  ni la erudición que envuelve todo el libro de Varela. Al contrario, deben de agradecerse y son un aliciente más de su lectura. Así provocan la sonrisa los éxtasis serranos de Giner de los Ríos o las peripecias de la amañada oposición a cátedra de don Marcelino. Pero los excesos en ese afán desmitificador le hacen caer en algunos pasajes y ocasiones en la caricatura, y  la prolija erudición, en el detallismo  fútil. Como ocurre cuando habla de la religiosidad de los hombres de la Institución Libre de Enseñanza o  describe los elementos culturales nacionales que adornaban la casa del paseo del Obelisco (como era conocida entre los miembros la sede madrileña de la Institución), mencionando hasta la cecina de Villablino.
            Se echa de menos un capítulo dedicado a Azaña, quien, sin duda, por su condición de eslabón  fundamental entre el nacionalismo de obras públicas, llorón  y lastimero de los hombres del 98 y el nacionalismo liberal- democrático que don Manuel representa, bien  merecía un tratamiento más especifico y no sólo las frecuentes referencias que de él se hacen. Entre tanta erudición y análisis brillantes, se encuentran también a veces ciertas imprecisiones y se aprecia algún fallo que otro. Como ocurre en el apartado dedicado a Rafael Altamira, en el que se habla ambiguamente de la relación de Salmerón y de éste con los medios de prensa republicanos, sin mencionar a La Justicia, periódico de inspiración republicana moderada promovido por aquél y otros correligionarios y el cual  dirigió durante algún tiempo el intelectual alicantino. O cuando en su análisis no se valora la vertiente americanista del pensamiento nacionalista de Altamira o la importancia decisiva que tuvo en su biografía intelectual y académica su viaje a América.    
            Cien años después de que ese discurso tomara vuelo y veintiuno tras la aprobación de la Constitución, en medio de una estratégica y unilateral “tregua” de ETA, el modelo de articulación territorial del Estado, concretamente el ajuste de los nacionalismos periféricos dentro del marco estatal, hace aguas. Ese enfrentamiento entre los partidarios del nacionalismo español y los nacionalistas periféricos, ha vuelto a hacer reaparecer la “angustia nacional”. Eliminados, más o menos, los otros tradicionales demonios familiares, éste se resiste a desaparecer y urge hallar una definitiva formula para su  solución.
            Una propuesta para encontrarla es la que desarrolla Javier Tusell en este libro, España, una angustia nacional, (Espasa,1999). Casi podría darse al lector el mal consejo de que comenzase su lectura por el final donde está resumida la “solución” que Tusell nos propone, porque toda  la argumentación académica  multidisciplinar que desarrolla el libro, desde la ciencia política hasta la sociología, pasando por la Historia, está al servicio de su justificación. Propuesta que no deja de ser una legítima  opción ideológica más, cercana a  la de la  Declaración de Barcelona realizada por los partidos nacionalistas el año pasado, basada en la construcción de un estado asimétrico que reconozca  a los nacionalismos periféricos un status diferente del de las otras autonomías.
            Tusell propone que ese reconocimiento debe ser realizado por consenso y dentro del marco constitucional actual. Y para convencer a uno y otro bando,  tratando de que se supere la dialéctica de enfrentamiento, reviste sus argumentos de contenido  científico para tratar de demostrar  cómo las posiciones tanto de los nacionalistas españoles como las de los periféricos más extremos no son corroboradas ni por la ciencia política ni por la Historia y sí el contenido de su propuesta.    
             Para ello dedica parte del libro a realizar un repaso a galope de las diferentes teorías que la ciencia política ha dado sobre el nacionalismo, a trazar un sintético, pero sustancioso análisis del proceso histórico de la  formación del nacionalismo español, y a proponernos su visión del significado del actual resurgimiento de los nacionalismos. Y todo ello, cómo no, le lleva a concluir lo idóneo de su propuesta. El proceso histórico del nacionalismo español ha tenido como resultado la conversión  de España en una “nación de naciones”, peculiaridad española dentro de Europa que hace tan respetable como compatibles a la nación española como a los nacionalismos periféricos. La ciencia política le demuestra que las teorías de la izquierda sobre los fundamentos de clase del origen del nacionalismo y de la invención de la nación por el Estado no tienen  fundamento. Y, en consecuencia, por no tener  ese origen espurio, sí tienen derecho de reconocimiento los proyectos nacionalistas periféricos basados en un nacionalismo cultural blando. Finalmente, el nacionalismo posmoderno que ha resurgido en la actualidad dentro de un mundo globalizado ha dejado obsoletos, según el autor, tanto el intento de querer imponer un Estado mononacional como pretenden los nacionalistas españoles,  como  tratar de conseguir la independencia para construir a su vez otros Estados- nación de menor escala  como dice la ideología de los nacionalistas periféricos.
         En resumen, la novela de España continúa y no se ha escrito aún su final. “Dios mio, pero qué es España”, escribió Ortega definiendo el nudo de su primera parte, relacionado con el problema de la “modernización” de España. “Qué será España”, podría ser la interrogación  que vivida con o sin angustia, según los casos, mejor sintetice el de ésta segunda que se está escribiendo hoy en torno a  la cuestión problemática de los nacionalismos periféricos. En relación con ello, el libro de Varela no deja de ser una limitada, pero erudita y brillante explicación del argumento de la primera novela de España. Mientras que el texto de Tussell, fundamentado y de lectura aprovechable, no es sino  un elemento más del argumento de  la inconclusa continuación  de esa novela.













jueves, 11 de febrero de 2016

Agustín Arüelles, el arquitecto de la Constitución de 1812

ARGÜELLES, EL ARQUITECTO DE LA CONSTITUCIÓN DE 1812

                                                                         Julio Antonio Vaquero Iglesias

                                                                         
 
ASUSTÍN ARGÜELLES

El año del bicentenario de la Constitución de 1812  está a punto de finalizar en Asturias con un sonoro -casi estridente- silencio acerca del crucial  papel que en su redacción y aprobación tuvo el insigne asturiano, natural de Ribadesella, Agustín Argüelles. Ese silencio, que es una muestra más de la incuria de nuestros políticos e instituciones  culturales y académicas, sólo ha sido roto por este libro del profesor  Juan Ramón  Coronas Gonzáles: Agustín Argüelles. Permanecerá en la memoria, publicado por ASOCIACIÓN CULTURAL AMIGOS DE RIBADESELLA (ACAR) editado- es también de justicia precisarlo- en colaboración con la CONSEJERÍA DE EDUCACIÓN, CULTURA Y DEPORTE
.   Coronas, buen conocedor de la biografía y la obra política del ilustre liberal riosellano como demostró en una anterior biografía de Argüelles centrada en la reconstrucción  de su obra  política, analiza, matiza, concreta en la primera parte de su libro la actividad pública de don Agustín a lo largo de su agitada vida política. Vida política  que abarca desde su  primordial papel  como partero de la Constitución de 1812, su destierro  a la vuelta del rey felón en el sexenio absolutista y  su posterior  vuelta a la actividad política con la reposición del liberalismo en el Trienio como ministro de la Gobernación, su exilio en Londres durante la década absolutista, hasta su regreso a España a la muerte de Fernando VII y su participación política como diputado, Presidente de las Cortes, tutor real  en el régimen liberal que sustituyó al absolutismo fernandino. Última etapa de su vida política  esta en la que también jugó un destacado papel en la institucionalización del liberalismo doctrinario con su activa participación en la redacción de la Constitución de 1837 que suponía el paso de la monarquía parlamentaria de 1812, en la que la soberanía residía exclusivamente  en la nación, a  una monarquía constitucional en la que la  soberanía nacional  era compartida por el Rey y las Cortes. Esta evolución política de Argüelles  es representativa, sin duda, de la que siguieron la mayoría de los  primeros liberales de las Cortes de  Cádiz, pasando de las posiciones del liberalismo de cuño democrático de la monarquía parlamentaria diseñada en 1812 a las del liberalismo doctrinario y oligárquico de la monarquía constitucional que dominaría en España  el resto del siglo XIX y en parte del siguiente.
     Deja claro el autor los dos hitos biográficos  que llevaron a Argüelles a convertirse en la cabeza del grupo de liberales españoles que, tras las huellas del racionalismo político francés y no del británico- como pretendía Jovellanos-, dieron vida a unas Cortes legislativas y extraordinarias que transformaron el sistema absolutista imperante en un  régimen liberal  de tendencia democrática. Sistema político  en  el que los súbditos se convirtieron en ciudadanos y unas Cortes unicamerales representaban exclusivamente  a la nación.
 Esos dos momentos fueron, primero, la feliz circunstancia que llevó a Argüelles a Londres en 1806  en una misión diplomática encargada por el Gobierno de la Monarquía, de objetivos no bien conocidos. Estancia  londinense que le permitió conocer y admirar de la mano del precoz hispanista lord Holland, el funcionamiento del sistema parlamentario británico cuyo conocimiento fue decisivo para su práctica política en las Cortes gaditanas, aunque después se decantara por el modelo constitucional revolucionario francés. (Por  cierto que allí le encontró y recibió su apoyo el  grupo de comisionados asturianos que la Junta de Asturias había enviado en 1808 a la capital inglesa para llevar a cabo una alianza militar  con Gran Bretaña contra el invasor francés, tras haber declarado los representantes asturianos  la guerra  a Napoleón) El segundo hito que explica en parte su decisivo papel en las Cortes de Cádiz es, sin duda, su nombramiento como Secretario de la Comisión  de  Legislación la Junta Suprema Central establecida en Sevilla a causa de la guerra;  nombramiento en el que tuvo que ver, sin duda, la influencia de Jovellanos quien  incluso, descontento con la forma unicameral de las Cortes, y la dirección que tomaba  la obra legislativa  preconstitucional gaditana, siempre le manifestó su respeto y estima. Su intensa actividad legislativa en Sevilla le permitió tener un profundo conocimiento de la legislación de los reinos y la Monarquía españoles y del proceso constitucional francés, conocimiento que después utilizaría con gran maestría y habilidad tanto en los primeros decretos preconstitucionales aprobados por las Cortes como en la Comisión constitucional, creada por éstas para alumbrar el proyecto de Constitución. Comisión de la que  Argüelles fue miembro destacado y,  por sus conocimientos, elemento decisivo en la redacción del proyecto, así como después en su discusión  y aprobación.
Que su  papel  en la composición del texto constitucional fue decisiva, lo prueba que Argüelles, junto con  Espiga y Gadea, fue uno de los dos  diputados encargados de redactar el Discurso Preliminar con que la Comisión presentó el texto constitucional a las Cortes Y el asturiano fue, además, el encargado de presentarlo y leerlo. Coronas considera con cierto fundamento que esos datos son una clara prueba de que don Agustín fue  el verdadero autor material del mismo   
Más original y novedosa es la segunda parte del libro cuyo contenido es una reconstrucción minuciosa de los homenajes y honores post mortem que se le dedicaron al tribuno asturiano y,  través de los cuales, se constata  cómo fue la recepción que la sociedad española tuvo de la obra política de Argüelles, o dicho de de forma más actual, cuál ha sido el contenido y la evolución de la  memoria histórica de su obra política  Ese recorrido por “los lugares de la memoria” - como los denomina la historiografía francesa- de Argüelles, son una prueba más del escaso interés que en Asturias ha despertado su legado, con algunas excepciones. El único homenaje en vida que recibió fue precisamente  su nombramiento  como “doctor honoris causa” por la Universidad ovetense. Y en el pasado siglo y en el  actual, y de lo que es una muestra palpable este libro, los que le ha dedicado su villa de  nacimiento: Ribadesella.   
      /(PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO CULTURAL DE "lA NUEVA ESPAÑA" DE OVIEDO)                                                                   


  

Una solvente versión de La Muralla

               UNA SOLVENTE VERSIÓN DE “LA MURALLA”
                               JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
              
             
                JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS






 Como brillante colofón del IX Festival de Teatro Amateur “Ciudad de Oviedo” 2015 (por el que hay que felicitar a su organizador y patrocinador: la Federación de Grupos de Teatro Amateur del Principado de Asturias y el Ayuntamiento de Oviedo, respectivamente) se representó este pasado martes en el Teatro Filarmónica de Oviedo por el grupo teatral Odisea Teatro. la obra de Joaquín Calvo Sotelo, “la Muralla” que obtuvo cuando fue estrenada en 1954 un clamoroso éxito de público y de crítica a nivel nacional e internacional.
Estamos ante una obra de tesis que narra el drama de conciencia de un antiguo militar del ejército franquista que se apropia fraudulentamente del patrimonio de uno de los vencidos en la Guerra civil y tras el miedo a la muerte originado por una grave enfermedad, trata de devolver, por temor a la justicia divina, su patrimonio a su verdadero propietario. A ello se opone con uña y dientes su familia que edifica en torno a él una simbólica muralla para impedirle llevar a cabo su decisión. La trama desarrolla una “atrevida” crítica (en realidad meliflua y limitada) a la corrupción y la hipocresía religiosa muy extendidas en el bando vencedor. Crítica que le causó al autor numerosos problemas con la censura y algunos sectores del régimen franquista.
 La puesta en escena que se nos ha ofrecido en esta representación respeta en general la estructura del texto escrito de la obra, pero la directora y su ayudante de dirección, Arantxa Atutxa y Inma Montes, con acierto  lo han acortado suprimiendo algunos pasajes retóricos para darle más ritmo y hacerlo así más asequible  a los espectadores. Del mismo modo que han sabido resolver con maestría una de las mayores  dificultades de la puesta en escena de esta obra. Esto es: como disponer y dar movimiento  en el único escenario en el que se desarrolla toda la trama, el salón de una casa burguesa de la época, con habilidad y simbolismo a los ocho personajes que constituyen el cuadro de actores. Está bien logrado también, a mi modo de ver, el contraste que el autor ha querido establecer entre el tono relajado y humorístico que destilan algunos diálogos de los actos que desarrollan el planteamiento y el nudo de la obra y que protagonizan algunos personajes como es el caso del cura de Puebla de Trives, y el tono de alta tensión y melodramático que se alcanza en el desenlace cuando Jorge Hontanar, el protagonista, pretende tener una entrevista con Gervasio Quiroga, su víctima, para confesarle su intención. Y para  impedírselo su familia se dispone en torno a él como una muralla y el protagonista fallece sin poder cumplir su propósito.
 La interpretación del elenco de actores fue notable, llegando en algunos casos a excelente, comenzando por los dos protagonistas, Jorge Hontanar (Eusebio Tuya) y Matilde (Ana Cristina Tolivar), su suegra y la verdadera organizadora y manipuladora del complot familiar, y el resto de los actores: Beatriz Arrieta en el papel de esposa del protagonista; Charly Katz, en el del secretario; Génesis Abigail, en el de su hija; Jorge Melero, en el de su futuro consuegro; Tita Saavedra, en el de la criada y Octavio, en el del cura rural. La iluminación y música fueron apropiadas para realzar la puesta en escena y el vestuario ajustado a la época en que se desarrolla la obra.
  La recepción de la representación por parte del público que llenaba el teatro fue positiva con aplausos en los cambios de acto y calurosa al finalizar la obra.
 En conclusión, una solvente versión de “La Muralla” por la que, sin duda,  hay que felicitar al grupo teatral Odisea Teatro.    
 
  Como brillante colofón del IX Festival de Teatro Amateur “Ciudad de Oviedo” 2015 (por el que hay que felicitar a su organizador y patrocinador: la Federación de Grupos de Teatro Amateur del Principado de Asturias y el Ayuntamiento de Oviedo, respectivamente) se representó este pasado martes en el Teatro Filarmónica de Oviedo por el grupo teatral Odisea Teatro. la obra de Joaquín Calvo Sotelo, “la Muralla” que obtuvo cuando fue estrenada en 1954 un clamoroso éxito de público y de crítica a nivel nacional e internacional.
Estamos ante una obra de tesis que narra el drama de conciencia de un antiguo militar del ejército franquista que se apropia fraudulentamente del patrimonio de uno de los vencidos en la Guerra civil y tras el miedo a la muerte originado por una grave enfermedad, trata de devolver, por temor a la justicia divina, su patrimonio a su verdadero propietario. A ello se opone con uña y dientes su familia que edifica en torno a él una simbólica muralla para impedirle llevar a cabo su decisión. La trama desarrolla una “atrevida” crítica (en realidad meliflua y limitada) a la corrupción y la hipocresía religiosa muy extendidas en el bando vencedor. Crítica que le causó al autor numerosos problemas con la censura y algunos sectores del régimen franquista.
 La puesta en escena que se nos ha ofrecido en esta representación respeta en general la estructura del texto escrito de la obra, pero la directora y su ayudante de dirección, Arantxa Atutxa y Inma Montes, con acierto  lo han acortado suprimiendo algunos pasajes retóricos para darle más ritmo y hacerlo así más asequible  a los espectadores. Del mismo modo que han sabido resolver con maestría una de las mayores  dificultades de la puesta en escena de esta obra. Esto es: como disponer y dar movimiento  en el único escenario en el que se desarrolla toda la trama, el salón de una casa burguesa de la época, con habilidad y simbolismo a los ocho personajes que constituyen el cuadro de actores. Está bien logrado también, a mi modo de ver, el contraste que el autor ha querido establecer entre el tono relajado y humorístico que destilan algunos diálogos de los actos que desarrollan el planteamiento y el nudo de la obra y que protagonizan algunos personajes como es el caso del cura de Puebla de Trives, y el tono de alta tensión y melodramático que se alcanza en el desenlace cuando Jorge Hontanar, el protagonista, pretende tener una entrevista con Gervasio Quiroga, su víctima, para confesarle su intención. Y para  impedírselo su familia se dispone en torno a él como una muralla y el protagonista fallece sin poder cumplir su propósito.
 La interpretación del elenco de actores fue notable, llegando en algunos casos a excelente, comenzando por los dos protagonistas, Jorge Hontanar (Eusebio Tuya) y Matilde (Ana Cristina Tolivar), su suegra y la verdadera organizadora y manipuladora del complot familiar, y el resto de los actores: Beatriz Arrieta en el papel de esposa del protagonista; Charly Katz, en el del secretario; Génesis Abigail, en el de su hija; Jorge Melero, en el de su futuro consuegro; Tita Saavedra, en el de la criada y Octavio, en el del cura rural. La iluminación y música fueron apropiadas para realzar la puesta en escena y el vestuario ajustado a la época en que se desarrolla la obra.
  La recepción de la representación por parte del público que llenaba el teatro fue positiva con aplausos en los cambios de acto y calurosa al finalizar la obra.
 En conclusión, una solvente versión de “La Muralla” por la que, sin duda,  hay que felicitar al grupo teatral Odisea Teatro.    
 
     ( PUBLICADO EN LA NUEVA ESPAÑA, DE OVIEDO)


martes, 9 de febrero de 2016

OCTUBRE DE 1934 DESDE FRANCIA
                                              JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS





Carbón Rojo. La insurrección de 1934 en Asturias y en España  (Ancrage/Ediciones d´Albret/ Memoire´de l´Espagne Républicaine en Lot—Et- Garonne 47,  2015) recoge en español y francés  las actas del Coloquio celebrado en octubre de 2014 en la ciudad francesa de Nerac sobre la revolución de Octubre en Asturias y en España con motivo de su ochenta aniversario.
Son  nueve  comunicaciones y dos testimonios que, como apunta la autora del prólogo, Geneeviève Dreyfus-Armand, tratan de responder a las nuevas preguntas, mitos e interrogaciones que ochenta años después el Octubre Rojo asturiano y español siguen planteando a militantes e historiadores y que son la constatación del profundo impacto   que  aquel proceso revolucionario tuvo y sigue teniendo hoy entre la militancia de la izquierda no sólo  en España, sino a nivel internacional  como demuestra este coloquio celebrado en el país vecino. Las citadas comunicaciones abarcan un amplio arco de temas que cubren no sólo el desarrollo y significado de la revolución en Asturias: la “Comuna“ asturiana, el contexto económico y social asturiano a lo largo del primer tercio del siglo XX, las fuerzas revolucionarias asturianas, la visión de los acontecimientos revolucionarios en Asturias del jurista católico-republicano Alfredo Mendizábal, la interpretación del octubre asturiano desde la prensa regional francesa del suroeste. Los análisis  abordan también  el desarrollo revolucionario en Cataluña y País Vasco y el papel de las mujeres en aquellos acontecimientos. Estas comunicaciones se cierran con los expresivos  testimonios de un nieto y una hija  de dos mineros asturianos que participaron en la insurrección y se abren con la del  historiador asturiano David Ruiz. “El Octubre del 34 en la España del siglo XX”, uno de los más cualificados especialistas en este movimiento revolucionario.
El impacto en Francia de la insurrección obrera en Asturias y España fue enorme. La prensa socialista y comunista francesa la comparó con la Comuna de París y al” Octubre rojo” soviético y la ve desde el prisma de la sociedad francesa,  Como es sabido sobre el “Octubre rojo” español escribieron elogiosamente los escritores franceses Romain Rolland, Jacques Prévert y el  joven Albert Camus y la solidaridad política con los mineros asturianos  se expresó también con la ayuda a las víctimas de la represión. Después de la derrota de la insurrección se creó  para ese fin un Comité que estuvo presidido por el filósofo y profesor del Collège de France, Henry Wallon y en el que estaban representados varias organizaciones de izquierda con ese objeto; y asimismo con la misión de reclamar el derecho de asilo para los refugiados se  crearon sendos comités en varias ciudades francesas como Marsella, Perpiñan, Toulouse, Montauban, Narbona, Niza y Beziers.
  ¿Cómo han tratado a largo del siglo XX vencidos y vencedores y la historiografía el movimiento insurreccional asturiano? ¿Cuál fue su verdadera  naturaleza? La  citada  comunicación de David Ruiz y la que presenta Jean Ortiz,   tratan   de responder a esas  preguntas claves del Octubre de 1934.El historiador asturiano expone cómo  durante la Guerra civil en el bando republicano no se insistirá en la memoria del movimiento insurreccional mientras que, al contrario, en el fascista comienza a difundirse  la interpretación que después dominará entre los vencedores  durante  la Dictadura: su utilización como justificación del golpe contra la República. Interpretación que a su vez difundió la historiografía franquista durante cuarenta años. La idealización y tergiversación de ese proceso revolucionario continuó, según nuestro historiador, hasta finales del siglo XX cuando se comenzaron a abrir los archivos, en especial, el de Salamanca.
 En cuanto a la naturaleza e interpretación  de la insurrección, Ruiz la considera como un profundo error de las ejecutivas del Partido y el Sindicato socialistas, controlado por su facción reformista dirigida por Largo Caballero convertida contradictoriamente en revolucionaria. Mientras que  Jean Ortiz, por su parte, tras un análisis pormenorizado y aceptable de los acontecimientos de la Comuna asturiana, insiste, frente  al revisionismo historiográfico surgido  durante la etapa democrática y encabezado por el pseudohistoriador Pio Moa, en negar la interpretación de la insurrección de Octubre como un intento frustrado de golpe de Estado del socialismo marxista y el comunismo bolchevique que fue el origen de la Guerra civil y considerarlo únicamente como una insurrección preventiva.-
    Sin duda, una buena lectura para conmemorar este 81 aniversario del Octubre rojo asturiano.    


lunes, 1 de febrero de 2016

Otro holocausto es posible

                                      OTRO HOLOCAUSTO ES POSIBLE

                                                             JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS




En el no muy abundante bagaje de libros  destacados de Historia  editados en España el pasado año,  el tema del Holocausto y el nazismo en general como un pasado que no pasa  ha seguido dando excelentes frutos y algunos de  esos libros fueron elegidos por los críticos en su balance final en los primeros  lugares de  sus listas. Entre ellos hay que colocar sin duda el libro del catedrático de Yale y destacado especialista en el nazismo Timothy Snyder, “Tierra Negra” ( Galaxia Gutemberg, 2015).
  La mirada historiográfica de Snyder hay que situarla entre la  de ese grupo de historiadores recientes  del  Holocausto (alguno no tan reciente como Daniel Goldhagen con su espléndida obra, Los verdugos voluntarios de Hitler , de 1995) que ya no lo entienden como algo singular, excepcional, irrepetible de la historia humana como lo expresa el dictum de Adorno: “¿Es posible escribir poesía después de Auschwitz?”, sino como un proceso histórico del que los historiadores pueden y deben analizar sus causas con el objeto de tratar que una barbarie similar no pueda repetirse jamás. La conclusión a que llega el historiador norteamericano es que las condiciones actuales de nuestro tiempo no sólo hacen posible, sino bastante probable que fenómenos de inhumanidad semejantes puedan volver a reproducirse. Aunque las condiciones y factores concretos  que condujeron al genocidio nazi nunca volverán a reproducirse, otros holocaustos son posibles en nuestro tiempo.
        A esa terrible conclusión llega nuestro historiador en este ensayo desarrollando para ello, con una  un profusa documentación y una impecable lógica, tres aspectos esenciales para comprender el Holocausto y la advertencia que supone para los tiempos actuales : un lúcido análisis de la cosmovisión nazi desarrollada por Hitler en Mi lucha: un profuso estudio de los escenarios y desarrollo de la dominación del nazismo sobre la Europa oriental y su frustrado intento de invasión y ocupación de la URSS; y, finalmente, el análisis de  las condiciones de la actual situación mundial de la Humanidad  en este nuevo  milenio que le permiten comparar lo que ocurrió en la Europa del siglo XX  con la situación actual y pronosticar la factibilidad de que lleguen a reproducirse nuevos holocaustos.
 En un contexto de presión demográfica sobre los recursos naturales, el darwinismo racial de Hitler alumbró una cosmovisión de gran coherencia interna, que en gran medida desarrolló aquel filósofo racista que fue  Carl Schmitt, y de la que se deducían dos  objetivos esenciales para la política nazi: que el lebensraun (el espacio vital) para el desarrollo de Alemania no era sino la colonización de la Europa del Este, sobre todo, el espacio ocupado por la URSS, habitada  por una raza inferior como eran los eslavos. El otro objetivo necesario para que “la lucha” racial inmanente en la naturaleza diese sus frutos, la eliminación de los judíos, aquella no raza o contra raza, que con su prédica del universalismo, de los valores humanos, de la ética religiosa,  obstruía el verdadero curso natural de la evolución humana que era el domino del mundo a través de la lucha por las razas superiores como era la alemana.
    En el sugestivo análisis que realiza  del proceso de ocupación de su espacio vital en el Este europeo, Snyder insiste en la idea de que fue la presencia del Estado en Alemania la causa que determinó el que la mayor eliminación de judíos no se produjera en suelo alemán, donde el Estado, a pesar de su radical transformación por los nazis, siguió existiendo.  Sino que  fue en las zonas ocupadas del Este, donde la destrucción del Estado por la ocupación bélica, lo permitió al constituirse  en “ una verdadera factoría industrial” para la eliminación de los judíos, esto es, el espacio  donde verdaderamente se aplicó con todas sus consecuencias la “Solución final”, sobre todo, cuando el fracaso en la ocupación del suelo soviético, permitió concentrar la atención nazi en alcanzar  su otro gran objetivo político: eliminar a los judíos como si de una plaga natural se tratase. De modo que, según opina el historiador norteamericano y, aunque esto es, sin duda, discutible, no fue la presencia de un  Estado hiperracionalizado y tecnificado lo que permitió llevar a cabo el  genocidio judío, como teorizaban los filósofos neomarxistas  de la Escuela de Frankfurt, sino precisamente la ausencia del Estado como garante de las leyes y los derechos de sus ciudadanos.

   En nuestro mundo actual, nos dice Snyder, la excesiva presión demográfica sobre los recursos en algunos continentes, sobre todo,  aquellas que se originen por  los desórdenes naturales  que puede acarrear el cambio climático, podrían ser las causas de fondo que provoquen la falta de recursos en algunos continentes  y con ella el surgimiento de cualquier imperialismo colonizador violento que busque como justificación su chivo expiatorio en cualquier otro grupo humano para legitimar sus objetivos como ocurrió con el nazismo. Pero de lo que no nos dice  nada nuestro  historiador  es de  cuál es la causa de fondo última  de la que se derivarían tales situaciones y a la que habría que poner sin duda límites para intentar paliarlas: el capitalismo globalizador salvaje que domina nuestro mundo.  
 ( Publicado en el suplemento cultural de La Nueva España.de Oviedo)