viernes, 26 de febrero de 2016

El retorno de los brujos

EL RETORNO DE LOS BRUJOS

                                            Julio Antonio Vaquero Iglesias



Emblema de lla Sociedad de Filosofía Asturiana

















¡ Qué tiempos estos que nos ha tocado vivir en los que cada vez se hace más necesario luchar por lo evidente! Sin duda, brujas y demonios, espíritus y zombis, extraterrestres y fantasmas, vampiros y hombres-lobo, monstruos y hombres de las nieves...y toda su cohorte acompañante de “creyentes” e intermediarios: endemoniados y poseídos, abducidos y viajeros astrales, “aojados” y reencarnados; echadores de cartas y videntes, chamanes y espiritistas, curanderos y sanadores milagrosos, alquimistas y pseudocientíficos, parapsicólogos y ufólogos.... y el resto de toda esa fauna variopinta, siempre han existido o ya han entrado en escena hace algún tiempo. Unos existen de manera imaginaria, en la cabeza de algunos hombres; otros son tan reales que han conseguido vivir a costa de ellos. Pero unos y otros, nunca como ahora  en tal  cantidad y cualidad, en el contexto de esta ola de irracionalismo que amenaza por anegar-¡quién lo creería!- esta sociedad moderna, ultratecnificada y compleja que vivimos. Nunca como ahora, desde luego, tales sujetos y prácticas habían ocupado, con shows que alcanzan audiencias millonarias, un lugar más visible en los medios, sus servicios son tan demandados por gentes de todas las clases sociales, y los ingresos que obtienen los intermediarios alcanzan tales niveles que las convierten en un lucrativo negocio.
Desde que, en 1961, Louis Pauwels y Jacques Bergier anunciaran y validaran  a bombo y platillo en su libro El retorno de los brujos, ese nuevo amanecer del irracionalismo, el fenómeno se ha extendido en los dos últimos decenios en el marco de éstas que llamamos sociedades desarrolladas de manera galopante.
 Las razones de esa proliferación actual son complejas y, como nos demuestra la aportación de Alberto Hidalgo en este libro que vamos a comentar, parte de su explicación tiene que ver en gran medida con los usos y abusos de la ciencia en el siglo XX y, más concretamente, con la evolución de las relaciones que han mantenido las funciones sociales y gnoseológicas de las ciencias en el pasado siglo. Entre esas razones actuales, está, sin duda, la concepción “blanda” de la ciencia del posmodernismo que, combinada, paradójicamente, con el prestigio de la actividad científica, ha creado un caldo de cultivo idóneo donde florecen como hongos esas pseudociencias que constituyen hoy el principal núcleo de esas formas de conocimiento devaluado que tratan de medrar a la sombra del prestigio de la ciencia. Pero también sería preciso tener en cuenta –añado yo- la tendencia del neoliberalismo a deglutir, fomentando su incorporación al mercado y con ello su difusión pública, cualquier ámbito de la realidad humana que suponga necesidad y que, por ello, al margen de cualquier consideración moral, pueda convertirse en mercancía o negocio. La instrumentalización que hacen  de esas creencias y prácticas hoy las industrias del ocio y la comunicación son buena prueba de ello.   
Con buen criterio, ante estado de las cosas, la Sociedad Asturiana de Filosofía ha dedicado unas jornadas de estudio en este otoño  pasado a reflexionar sobre este fenómeno y a defender lo obvio: la razón contra el irracionalismo. Las actas de esas jornadas ( Actas de las Jornadas sobre superstición, creencia y pseudociencia. Sociedad Asturiana de Filosofía, 2003) acaban de aparecer y son, sin duda, un privilegiado observatorio para calibrar y denunciar, desde la perspectiva de la filosofía y la teoría de la ciencia, las dimensiones y contenidos de esta rechazable situación.
 Por su temática, las intervenciones que se recogen en estas actas se pueden agrupar en tres conjuntos . Como no podía ser de otra forma, el primero lo componen las excelentes intervenciones de Gustavo Bueno sobre la idea y concepto de creencias,  Alberto Hidalgo sobre las funciones gnoseológicas y sociales de la ciencia, y  Miguel Pérez Herranz acerca de las pseudociencias. Se trata en ellas de fundamentar las concepciones sobre las creencias, las ciencias y la pseudociencia desde las posiciones del materialismo filosófico creado y alimentado en la escuela filosófica de Bueno, con la finalidad de establecer los criterios críticos precisos con que juzgar esas formas de conocimiento.
 Bueno, demoledor como siempre, demuestra convincentemente que la crítica general, inespecífica, de las creencias desde la perspectiva etic del crítico que las considera a todas como meros contenidos mentales alucinatorios o erróneos, no es válida. Independientemente de su parte o no de verdad, las creencias no son irracionales, sino racionales y muchas ciencias parten de creencias racionales. Por ello, no se puede establecer una disyuntiva entre las creencias y las ciencias, y el  análisis crítico de las creencias debe enfocarse hacia el de las creencias individuales o concretas y no la “creencia” en general. Por su parte, Hidalgo, desde el entendimiento de la ciencia como una institución social, defiende una concepción gnoseológica fuerte de la misma en la línea del modelo del “circularismo” propuesto por el materialismo filosófico, y desde el cual, según él, deben explicarse las relaciones dialécticas entre las funciones gnoseológicas y sociales de la ciencia. Pérez Herranz, a su vez, contrapone los métodos y criterios que utilizan las pseudociencias con los que propone el modelo de ciencia del materialismo filosófico y demuestra su incompatibilidad, refutando la pretendida cientificidad que aquéllas atribuyen a  sus  contenidos.    
El segundo conjunto temático que trata el libro, lo integran las intervenciones que se dedican a analizar críticamente la validez de los métodos y los contenidos de algunas de las pseudociencias más difundidas como la ufología, en la que   Félix Ares de Blas demuestra qué fue realmente lo del platillo volante y los marcianos de Roswell; o  las que analizan la astrología (Isaac Amigo Vázquez) o la piramodología ( Jorge González Nanclares). Y también  el análisis más bien impresionista que traza de la evolución histórica de la superstición, Gustavo Bueno Sánchez.. Llama la atención el pormenorizado análisis crítico que realiza González Nanclares sobre las pirámides. Casi llega uno a creer que la fantasiosa e inmensa literatura que han generado alcanza un volumen equiparable a sus colosales dimensiones. El autor clasifica todas las interpretaciones que se han realizado sobre ellas y sobre sus orígenes y, descartándolas, plantea, desde la perspectiva del materialismo filosófico, una plausible y fundamentada explicación sobre su origen, forma y función. Material utilizado y problemas de construcción explicarían la forma; y a su origen y función funeraria habitual habría que añadir, dadas las gigantescas dimensiones de actividad económica y social que implicaba su construcción, las funciones de reproducción económica y distribución social que ejercían y con ellas la función política de gobernabilidad que suponían.   
 Finalmente, dos de los trabajos se refieren a los propios  “usuarios” e intermediarios de tales creencias y prácticas. En el de Javier Armentía Fructuoso, se trata de responder a la pregunta de su título: ¿ Por qué creemos en cosas increíbles? analizando cómo se hace la divulgación científica en los medios de comunicación y cuáles son  los mecanismos lógicos que actúan para que la gente corriente pueda participar de esas creencias mágicas y supersticiosas. Por su parte, Xelo Mir, subdirectora de un programa televisivo sobre esos temas, Otra dimensión, aporta no sólo un testimonio de su experiencia sobre los participantes en esos programas, sino también significativos datos sobre el perfil de sus espectadores que no se corresponde con el que podría esperarse. Lo que demuestra, una vez más, la pertinencia de la iniciativa de la Sociedad Asturiana de Filosofía para llevar a cabo una reflexión como ésta.
                              El CLÍTORIS DE LAS EXTRATERRESTRES
Los programas televisivos sobre estos temas se abordan como espectáculos de entretenimiento cuyo objetivo principal es buscar la mayor audiencia. Sus participantes son gentes pintorescas y de bajo nivel cultural. Entre ellos, Argimiro que aseguró  que una nave espacial aterrizó en las Hurdes y sus tripulantes hicieron algunas revelaciones como la de que  Jesucristo es un científico extraterrestre terrestre, porque fue el producto de la inseminación artificial que le hicieron a la Virgen María con semen traído de otra galaxia; o una señora de Palma de Mallorca que contó que había vivido cinco años con una extraterrestre y que iba a dar fe al programa de que las extra.-terrestres no tenían clítoris. Pero lo que verdaderamente asombra es el perfil-tipo de sus televidentes que, en algún programa, fue el de un hombre, de entre 45 y 60 años, de clase media alta..    
   (PUBLICADO EN SUPLEMENTO CULTURA DE LA NUEVA ESPAÑA, DE OVIEDO).  

              

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