OTRO HOLOCAUSTO
ES POSIBLE
JULIO
ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
En el no muy abundante bagaje de libros destacados de Historia editados en España el pasado año, el tema del Holocausto y el nazismo en general como un pasado que no pasa ha seguido dando excelentes frutos y algunos de esos libros fueron elegidos por los críticos en su balance final en los primeros lugares de sus listas. Entre ellos hay que colocar sin duda el libro del catedrático de Yale y destacado especialista en el nazismo Timothy Snyder, “Tierra Negra” ( Galaxia Gutemberg, 2015).
La mirada historiográfica de Snyder
hay que situarla entre la de ese grupo
de historiadores recientes del Holocausto (alguno no tan reciente como
Daniel Goldhagen con su espléndida obra, Los
verdugos voluntarios de Hitler , de 1995) que ya no lo entienden como algo
singular, excepcional, irrepetible de la historia humana como lo expresa el
dictum de Adorno: “¿Es posible escribir poesía después de Auschwitz?”, sino
como un proceso histórico del que los historiadores pueden y deben analizar sus
causas con el objeto de tratar que una barbarie similar no pueda repetirse
jamás. La conclusión a que llega el historiador norteamericano es que las
condiciones actuales de nuestro tiempo no sólo hacen posible, sino bastante probable
que fenómenos de inhumanidad semejantes puedan volver a reproducirse. Aunque
las condiciones y factores concretos que
condujeron al genocidio nazi nunca volverán a reproducirse, otros holocaustos
son posibles en nuestro tiempo.
A esa terrible conclusión llega nuestro historiador en este ensayo
desarrollando para ello, con una un
profusa documentación y una impecable lógica, tres aspectos esenciales para
comprender el Holocausto y la advertencia que supone para los tiempos actuales :
un lúcido análisis de la cosmovisión nazi desarrollada por Hitler en Mi lucha:
un profuso estudio de los
escenarios y desarrollo de la dominación del nazismo sobre la Europa oriental y
su frustrado intento de invasión y ocupación de la URSS; y, finalmente, el
análisis de las condiciones de la actual
situación mundial de la Humanidad en
este nuevo milenio que le permiten
comparar lo que ocurrió en la Europa del siglo XX con la situación actual y pronosticar la
factibilidad de que lleguen a reproducirse nuevos holocaustos.
En un contexto de presión
demográfica sobre los recursos naturales, el darwinismo racial de Hitler
alumbró una cosmovisión de gran coherencia interna, que en gran medida
desarrolló aquel filósofo racista que fue
Carl Schmitt, y de la que se deducían dos objetivos esenciales para la política nazi:
que el lebensraun (el espacio vital)
para el desarrollo de Alemania no era sino la colonización de la Europa del
Este, sobre todo, el espacio ocupado por la URSS, habitada por una raza inferior como eran los eslavos.
El otro objetivo necesario para que “la lucha” racial inmanente en la
naturaleza diese sus frutos, la eliminación de los judíos, aquella no raza o
contra raza, que con su prédica del universalismo, de los valores humanos, de
la ética religiosa, obstruía el
verdadero curso natural de la evolución humana que era el domino del mundo a
través de la lucha por las razas superiores como era la alemana.
En el sugestivo análisis que realiza del proceso de ocupación de su espacio vital
en el Este europeo, Snyder insiste en la idea de que fue la presencia del Estado
en Alemania la causa que determinó el que la mayor eliminación de judíos no se
produjera en suelo alemán, donde el Estado, a pesar de su radical
transformación por los nazis, siguió existiendo. Sino que
fue en las zonas ocupadas del Este, donde la destrucción del Estado por
la ocupación bélica, lo permitió al constituirse en “ una verdadera factoría industrial” para
la eliminación de los judíos, esto es, el espacio donde verdaderamente se aplicó con todas sus
consecuencias la “Solución final”, sobre todo, cuando el fracaso en la
ocupación del suelo soviético, permitió concentrar la atención nazi en alcanzar
su otro gran objetivo político: eliminar
a los judíos como si de una plaga natural se tratase. De modo que, según opina
el historiador norteamericano y, aunque esto es, sin duda, discutible, no fue
la presencia de un Estado hiperracionalizado
y tecnificado lo que permitió llevar a cabo el
genocidio judío, como teorizaban los filósofos neomarxistas de la Escuela de Frankfurt, sino precisamente
la ausencia del Estado como garante de las leyes y los derechos de sus
ciudadanos.
En
nuestro mundo actual, nos dice Snyder, la excesiva presión demográfica sobre
los recursos en algunos continentes, sobre todo, aquellas que se originen por los desórdenes naturales que puede acarrear el cambio climático, podrían
ser las causas de fondo que provoquen la falta de recursos en algunos
continentes y con ella el surgimiento de
cualquier imperialismo colonizador violento que busque como justificación su
chivo expiatorio en cualquier otro grupo humano para legitimar sus objetivos
como ocurrió con el nazismo. Pero de lo que no nos dice nada nuestro
historiador es de cuál es la causa de fondo última de la que se derivarían tales situaciones y a
la que habría que poner sin duda límites para intentar paliarlas: el
capitalismo globalizador salvaje que domina nuestro mundo.
( Publicado en el suplemento cultural de La Nueva España.de Oviedo)
( Publicado en el suplemento cultural de La Nueva España.de Oviedo)
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