LA CIA Y EL ATENTADO AL "SIERRA ARÁNZAZU"

 LA CIA Y EL ATENTADO AL MERCANTE ESPAÑOL “SIERRA ARÁNZAZU”

                                           Tomás Vaquero Iglesias, Piloto de la Marina Mercante
                                           Julio Antonio Vaquero Iglesias, catedrático e historiador


     Al novelista y miembro de  la Real Academia  de la Lengua Española, Luis Mateo Díez, quien escribió en “Lunas del Caribe” una hermosa historia sobre estos hechos y nuestro hermano, con nuestro agradecimiento


El buque "Sierra Aránzazu"
  El 13 de septiembre de 1964, el buque mercante español “Sierra Aranzazu” con carga general, muñecas y alimentos, y destino a La Habana, fue atacado, sin previo aviso y salvajemente, cuando navegaba  cerca de las costa Cuba por dos lanchas de asalto  que causaron la muerte de tres de sus tripulantes: el capitán y dos oficiales. Todavía hoy cuarenta y seis años después, la  finalidad y la autoría del atentado, atribuida a grupos de exiliados anticastristas, siguen sin ser desveladas
La reciente desclasificación de los archivos de la CIA nos  permite, sin embargo, tener numerosos indicios y algunas  pruebas documentales fehacientes de quiénes fueron sus autores y de la intervención de la CIA en el mismo como inductora y participante directa en aquel brutal atentado. Éste es el relato de aquellos hechos.
El contexto del atentado
            Tras la “crisis de los misiles” en 1963 y el acuerdo con la Unión Soviética, la política hacia Cuba del presidente Kennedy dio un giro estratégico. Éste prometió a Kruchev cejar en sus intentos de invadir la isla  y con ello vino el fin de la operación Mangosta, uno de cuyos múltiples objetivos era crear, a través de la subversión, un frente contrarrevolucionario dentro de Cuba. Pero no supuso el abandono del hostigamiento a la revolución cubana, sino la utilización para ello de otros métodos  como eran el aumento de la presión diplomática sobre el régimen de Castro, la guerra económica con la intensificación del bloqueo y la continuación de los planes subversivos,  a través del apoyo a los grupos de exiliados que estaban bajo el control de la CIA desde su estación en Miami,  JM/ WAVE, que continuó existiendo y actuando a pleno rendimiento.   
Controlado y financiado por la CIA, el principal de los grupos anticastristas que operaban en el Caribe, era el Movimiento de Recuperación Revolucionaria  (MRR),   dirigido por Manuel Artime Buesa, conocido como “el chico de oro” de la CIA, quien  había tenido un papel protagonista como dirigente en la  Brigada 2506 en la fracasada invasión de Bahía Cochinos. El MRR fue financiado generosamente por la CIA: 4.933.293 dólares entre junio de 1963 y junio de 1964 para costear  armas, gastos de mantenimiento de  barcos, y compra de una avioneta y pequeños botes y pagar la nómina de los 385 hombres con que contaba la organización terrorista en los campos de entrenamiento de Nicaragua y Costa Rica, adonde se había desplazado el MRR en 1963 para que sus operaciones se realizasen fuera del territorio  de Estados Unidos y  eximir así de responsabilidad al Gobierno norteamericano. .
Para gestionar la dirección de esa nueva política hacia Cuba y organizar  los planes contrarrevolucionarios contra la Isla, se creó la Oficina de Coordinación de Asuntos Cubanos cuyo coordinador asumía la responsabilidad tanto de las operaciones legales en relación con la Isla como de las  acciones terroristas encubiertas. Entre éstas,  la de contactar con posibles disidentes dentro del ejército cubano para invadir Cuba y  derrocar a Castro.
 Tras el asesinado de Kennedy en noviembre de 1963, el nuevo presidente, L. B. Johnson. mantuvo, en líneas generales, la  política de su antecesor hacia Cuba, pero con ciertos matices, como eran los  de establecer un control más efectivo sobre los grupos anticastristas y acentuar aún más el bloqueo comercial sobre Cuba.  Sin duda, esa nueva situación era el caldo de cultivo idóneo  para que el MRR- deseoso de justificar la abundante financiación que recibía de la CIA que corría el peligro de suspenderse-,  y la  propia Agencia- con la intención de acabar de una vez con el comercio hispanocubano, que se había convertido en un balón de oxígeno para Castro- organizasen un sonado atentado contra alguno de los barcos españoles que llevaba mercancías a Cuba
Por parte española, la política de mantener relaciones comerciales con la Cuba revolucionaria fue una decisión personal de Franco. Decisión que vino determinada por el peculiar y contradictorio sentimiento “antinorteamericano” del dictador derivado de la derrota del ejército español en el 98; pero que  era también consecuencia de su pasión como gallego por todo lo referido a la isla caribeña, nacida de la estrecha vinculación entre  Galicia y Cuba a causa de la tradicional y numerosa colonia de esa región  en la Isla. Por ello, ni el famoso incidente del embajador Lojendio con Castro ante las cámaras de la televisión cubana, ni el bloqueo norteamericano que produjo la “crisis de los misiles” cambiaron su decisión inicial  de seguir manteniendo relaciones comerciales y políticas con la Cuba de Castro. 
El ataque y sus repercusiones
Las medidas estrictas de bloqueo económico de Cuba de la Administración Kennedy a  partir del 25 de octubre de 1962 que establecieron la negativa a admitir en puertos norteamericanos a barcos que participasen en el tráfico cubano, llevaron a la COMPAÑÍA  TRASATLÁNTICA ESPAÑOLA a abandonar sus viajes a la Isla. Con el permiso personal y directo de Franco, el comercio hispanocubano continuó con los barcos de MARÍTIMA DEL NORTE y las mercancías de CILASA, compañía que venía comerciando activamente con Cuba. Desde el inicio de ese nuevo tráfico, a base de mercancía general, no prohibida por el bloqueo, hasta el ataque al “Sierra Aranzazu”, se habían realizado veinte viajes a Cuba con plena normalidad, a pesar de la fuerte presión americana y las frecuentes protestas de los exiliados anticastristas.

La llegada a Barajas  de los féretros de los marinos asesinados
El domingo, 13 de septiembre de 1964, el “Sierra Aránzazu” navegaba a 70 millas del extremo oriental de la costa cubana. A mediodía, un avión de reconocimiento norteamericano sobrevoló el barco, y sobre las 20 horas, después de que una lancha desconocida se acercase al mercante identificándolo, dos lanchas rápidas, una  por babor y otra por estribor, procedentes de un buque nodriza, sin previo aviso y ninguna identificación, abrieron fuego de ametralladora con balas perforadoras, incendiarias y explosivas, y disparos de cañón preferentemente sobre el puente, los alojamientos y la superestrusctura del barco, con claro ánimo de causar los mayores daños humanos y materiales. El resultado fue el incendio del buque y tres marinos gravemente heridos y otros siete de  distinta consideración. En el bote en el  que la tripulación abandonó el buque fallecieron el capitán, Pedro Ibargurengoitia, el tercer oficial de máquinas, José Vaquero, y, más tarde, en el barco holandés que los recogió y evitó con ello una tragedia mayor, el segundo oficial de puente, Francisco Javier Cabello.
La noticia del atentado fue recogida  por la prenda de todo el mundo y en España levantó una ola de indignación que se manifestó, incluso, con una manifestación ante la embajada americana en Madrid y algunos actos de protesta en otros puntos de España. Sin embargo, la petición del  Gobierno español ante la Secretaria de Estado norteamericana para la identificación de los autores no obtuvo ningún resultado. El informe encargado al FBI no aclaró nada y el informe definitivo prometido por la Secretaria de Estado nunca vio la luz.
La participación de la CIA y la actitud del Gobierno franquista
            Las hipótesis que se han venido manteniendo sobre la autoría y las razones del atentado quedan hoy invalidadas por los indicios y datos con que contamos procedentes de la documentación desclasificada de los archivos de la CIA y otras fuentes. La autoría fue obra  del MRR desde una de sus bases en Nicaragua y se llevó a cabo por un buque nodriza que alojaba dos lanchas rápidas de  asalto que fueron las que realizaron el ataque. El ejecutor del mismo fue el grupo anticastrista MRR dirigido por Artime  Constatar  que el autor del atentando fue el MRR es lo mismo que decir que fue obra de la CIA, dado el total control financiero y operativo que la Agencia tenía sobre este grupo anticastrista. Pero es que, además, hay indicios documentales de la participación en el mismo de miembros de la Agencia. Queda fuera de toda duda, por otra parte, que la acusación  de que los autores habían sido los cubanos no fue sino una intoxicación procedente de la Oficina de Coordinación de Asuntos Cubanos y de la CIA.
          
Mamieñ Artime con Kennedy
  En cuanto a la finalidad del atentado, tampoco puede aceptarse la hipótesis muy  difundida de que el ataque fue una especie de venganza de los anticastristas contra el barco español, porque en su viaje anterior  se había descubierto un polizón cubano a bordo y el capitán lo había devuelto a la Isla, entregándolo a las autoridades castristas. La falsedad de esa interpretación ha sido rebatida por la propia Naviera Marítima del Norte y no existe ninguna prueba documental contrastada de haberse producido ese hecho, que hay que interpretarlo también como un rumor propalado con una función interesada y  justificadora procedente de los medios del exilio cubano.
               Cuando las protestas del Gobierno español arreciaron y ya era evidente la intervención del MRR, Artime y la CIA difundieron la interpretación de que el atentando no había sido un plan premeditado sino el resultado de un error fatal. El barco del MRR se habría encontrado por “casualidad” con el “Sierra Aranzazu”, confundiéndolo con una de sus presas más apetecidas, el buque cubano “Sierra Maestra”. Además de ser inaceptable tal “confusión” como demuestra el relato de los hechos, hemos encontrado entre la documentación desclasificada un cable de un agente de la CIA dirigido a la Central  que nos demuestra sin ningún tipo de dudas que el ataque  fue previa y cuidadosamente organizado. A la vez que su contenido nos permite constatar otra vez la participación en el mismo del MRR y la sorprendente revelación de que la policía  española había averiguado su carácter premeditado y, consecuentemente, que el Gobierno franquista tuvo ya en aquellos días conocimiento de ello.
En el mencionado cable, el agente informa a la CIA de una reunión que había tenido con un tal Blanco, en la que éste le comenta  su intención de viajar a París para llevar a cabo determinados planes para el asesinato de Fidel Castro, y le informa que en la capital francesa mantendrá un contacto con “la persona que organizó  el ataque al “Sierra Aránzazu” mediante el pago al radio operador que envió  la posición a las naves atacantes”, y que ese radio operador “había contado todo a la policía española”.
  El citado Blanco no era sino el cubano Alberto Blanco Romariz, uno de los más estrechos colaboradores del oficial de alta graduación del ejército cubano Rolando Cubela Secades  que era cabeza de un grupo disidente  del ejército castrista colaborador con la CIA en un plan para asesinar y derrocar  a Castro en connivencia con Manuel Artime y el MRR. Es plausible suponer que la mencionada cita de Blanco en París era con algún miembro del MRR para la organización del “gran plan” de matar al presidente cubano.

Durante cuarenta y seis años este vandálico acto de terrorismo de Estado  se ha mantenido oculto- con la connivencia del Gobierno español de aquel tiempo- tras un espeso e interesado manto de silencio.  De ahí que el propósito de estas líneas haya sido tratar de establecer la verdad histórica acerca de aquel atentado, pero también- y sobre todo- obtener una suerte de justicia moral en memoria de los tres marinos españoles asesinados y el resto de la tripulación masacrada. Éste ha sido nuestro principal interés. En alguna medida esperamos haberlo conseguido.

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