martes, 26 de junio de 2018










El FASCISMO DE TRUMP Y SALVINI
                                      Julio Antonio Vaquero Iglesias
Lo dijo Bertolt Brecht en medio de aquel huracán fascista que desataron Hitler y Mussolini contra judíos, izquierdistas, homosexuales, gitanos:  “Cuando los nazis vinieron a  por los comunistas/guardé silencio porque yo no era comunista/ Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio/ porque yo no era socialdemócrata/ Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté/porque yo no era sindicalista/ Cuando vinieron a llevarse a los judíos/no protesté porque yo no era judío/Cuando vinieron a buscarme, no había nadie que pudiera protestar por mí. Y  creíamos que tras aquel horror solo íbamos a volver a recordar esos versos como testimonio de un atroz pasado, pero las políticas migratorias de los gobiernos populistas de Trump en Estados Unidos  y de Conte y Salvini en Italia las vuelven a hacer vigentes de nuevo y todo bien nacido debe de tenerlas en cuenta para rechazarlas no porque, como dice Brecht, puedan afectarles a ellos- que también-, sino porque les va en ello el poder mirarse a sí mismos como humanos y no como alimañas que sólo y únicamente piensan y defienden sus intereses económicos e identitarios.
Si el  “buenísmo” consiste en esta actitud, como mantienen con cierta reticencia algunos sectores de las derechas europeas y los partidos populistas en el resto del continente: defender  no sólo por razones humanitarias, que también, sino como defensa de los valores que la civilización occidental se ha dado a sí misma y que tienen como base la idea esencial de que todos los hombres son iguales y tienen derecho a una vida y  una supervivencia dignas, está claro que somos muchos los que nos apuntamos al “buenismo”.Máxime cuando la situación de pobreza, exclusión e indefensión ante las situaciones bélicas de sus países es en parte consecuencia de la explotación y abusos a que les ha sometido el propio capitalismo globalizado cuyos intereses y beneficios están en Occidente.     
 En Italia, el vicepresidente i y ministro del Interior Salvino de ese gobierno populista que tiene el poder en el país vecino en nombre del Movimiento 4 estrellas y la Liga, pretende hacer un censo de gitanos, como los nazis lo hicieron de los judíos, para distinguir los de nacimiento en el país y los procedentes de fuera con el objeto de expulsar a éstos y tener controlados a los primeros (a estos últimos “habrá que sufrirlos”, ha llegado a decir”) mientras con un discurso xenófobo y compatible con el que mantenían las SS de Hitler niega toda posibilidad de recibir en suelo italiano a cualquier clase de  migrantes, sea cual sea la condición de necesidad y auxilio en que se encuentren. Es preciso matizar ante tal ignominiosa actitud que es necesario distinguir entre la que mantiene el gobierno populista italiano y la del rechazo de tales políticas racistas y xenófobas  por parte de  un importante sector de la opinión pública italiana que es heredera de personajes de la talla moral y la coherencia ética de un  Mazzini o un Gramsci, por mencionar sólo a dos de los más destacados personajes públicos de su historia. Con qué ojos de espanto verían éstos lo que está pasando en su país. Lo que diría, en cambio, Mussolini es evidente y claro.    
     La política disuasoria de Trump  para los migrantes de Centroamérica hacia los Estados Unidos le ha llevado a criminalizarlos dictando una ley que les convierte en delincuentes por el solo hecho de tratar de entrar en aquella tierra de promisión. Y como consecuencia al detener a los padres, ha sido necesario separarlos de sus hijos que pasan a estar bajo la tutela de los Servicios sociales norteamericanos. Son más de 2000 niños separados  de sus padres que han alojado en verdaderas jaulas como si de crías de animales se tratara. La presión de la propia sociedad norteamericana ha hecho que el populista y ególatra Trump haya tenido que dar marcha atrás y rectificar su medida, pero no desde luego su intención de acabar por la fuerza con esa corriente migratoria.
 Corriente migratoria que no parece ser causada en este caso- la mayoría de los migrantes  son hondureños-  por razones de supervivencia económica, sino como remedio para huir de los efectos de la violencia política y social de sus países. Países que en su día y aún hoy siguen siendo el patio trasero de la potencia norteamericana y que, en gran medida, ha sido responsable de  la miseria de gran parte de su poblaciones y de la violencia política que han impuesto los dictadores en la región Aquellos dictadores que los propios próceres norteamericanos reconocían como “verdaderos” hijos de puta, pero que eran “sus” hijos de puta. Y en ese sentido la política de Trump hacia su patio trasero no sólo no parece haber cambiado sustancialmente, sino que se ha hecho más dura y agresiva contra ellos, cuando su política económica proteccionista  ya no necesita del trabajo casi esclavo e  informal de aquellas poblaciones.
   Está claro que aunque los países ricos hayan dado oficialmente por finalizada la Gran Recesión, sus negativas consecuencias sociales, dada las discriminatorias medidas tomadas para salir de ella que sólo han beneficiado a determinadas minorías sociales, siguen y seguirán afectándonos a los que ya en cierta manera las hemos pagado.
(Publicado en las páginas de opinión de La Nueva España, de Oviedo)  



lunes, 18 de junio de 2018

"AQUARIUS"


             
                                       
                                        
                                   




                                            “ AQUARIUS”
                               Julio Antonio Vaquero iglesias
Que el nuevo gobierno socialista tiene una sensibilidad humanitaria  más acentuada que el anterior gobierno del PP es un dato que ha demostrado la  actitud que ha expresado ante esa tragedia humana que suponen los 626 migrantes recogidos por el  “ Aquarius ”, ese barco flotado por la  ONG francesa SOS Mediterranée y que ni el gobierno populista  y xenófobo de Italia del Movimiento 5 estrellas y la Liga, ni el de Malta quieren recibir en sus países, condenando a su carga humana, entre la que se encuentran 213 niños, a vagar como un barco fantasma por el Mediterráneo occidental  con su carga de desheredados de la fortuna y damnificados por las guerras y la pobreza.
Que la inhumanidad de la torticera  política  del gobierno del  PP, presidido por ese gran humanista que fue el señor Rajoy, quien con la boca grande decía que sí a todas las medidas a favor de los migrantes que se disponían en la UE y con la  pequeña hacía lo contrario, quedó clara con su política migratoria. Baste recordar lo que ocurrió  con la decisión de varias ciudades españolas, como fue el caso de  Valencia, para aceptar e integrar a los migrantes  del conflicto sirio en nuestro territorio  y que el gobierno central del PP, que tenía- y tiene- en sus filas a tantos y tantos democristianos, finalmente no autorizó. ( Es cierto que en este caso a última hora el presidente de Galicia y el Ayuntamiento de la ciudad de Málaga gobernado por el PP se han desmarcado de esa actitud de su partido y aceptan recibir a los del “Aquarius” en esa Autonomía y esa ciudad. Lo que, sin duda, les honra).
Esa política inhumana y excluyente no ha sido continuada por el actual Gobierno socialista de Sánchez y es sin duda un dato más de que  algo parece haber  cambiado  en nuestro país con la llegada del nuevo gobierno. Muchos ciudadanos esperamos que no sólo sea en  esto sino que se continúe por ese camino cumpliendo varias más de las promesas de esa naturaleza  con que ha llegado al poder el partido socialista.
   No es sólo una cuestión de humanidad, que también, sino del cumplimiento de  derechos humanos promulgados y vigentes como el derecho a ser asistidos, según establecen los convenios internacionales, ante un inminente peligro de supervivencia en el mar. Es, además, una decisión con una profunda carga simbólica. Ante una Unión Europea en crisis en la que la ultraderecha populista comienza a demandar  políticas racistas y xenófobas, como es el caso de la Italia gobernada por esa clase de partidos,                defender los derechos y valores humanos que han constituido, al menos teóricamente, los supuestos sobre los que se ha  levantado  edificio de la Europa unida, frente al  neoliberalismo rampante que ha dado carta de naturaleza al capitalismo anglosajón y ahora, incluso, el populismo de derechas que defiende Trump, la decisión del gobierno español de apostar decididamente  por los peregrinos del “Aquarius” es una muestra inequívoca de que nuestro gobierno opta por una Unión Europea que vaya más allá de la Europa de los mercaderes. Esa Europa hacia la cual desgraciadamente se había orientado la entidad supraestatal hasta que la Gran Recesión hizo surgir y reverdecer los populismos de extrema derecha. A una Europa con esa clase de valores, ideales y políticas pueden, sin duda, apuntarse y apoyarla los ciudadanos progresistas que forman parte de sus estados.
  Por eso no sólo debemos recibir y dar auxilio a los inmigrantes del “Aquarius”, sino también concederles el estatus de refugiados y proporcionarles los medios necesarios para que finalmente puedan integrarse en nuestro país. Del mismo modo que nuestro gobierno debe  abanderar y defender en los organismos  de la UE  que se apliquen políticas migratorias europeas de esa naturaleza frente a la deriva xenófoba y racista de gobiernos (no de opiniones públicas) de  países de gran tradición humanística y social como Italia (¡qué vergüenza!) u otros que mantienen políticas y actitudes similares como algunos estados  nórdicos o del Este.

(Artículo publicado en las páginas de opinión de La Nueva España, de Oviedo)



                                

sábado, 16 de junio de 2018


                                       ¡JODER, QUÉ TROPA!
                               JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
 Este “miércoles negro” me han dado ganas de salir corriendo buscando una embajada  para pedir el cambio de nacionalidad. Seguro que ya saben por dónde voy. Las tres noticias del día, la destitución de Lopetegui como entrenador de la selección por haber fichado por  Real Madrid sin conocimiento previo de la Federación; la información desvelada de que el flamante ministro de Cultura y Deportes, Máxim  Huerta había sido sentenciado por un delito fiscal y condenado a pagar una multa cuantiosa. Y, finalmente, la sentencia a más de cinco años de cárcel del cuñado del rey actual que se creyó que podía sustraer dineros públicos únicamente por ser quién era dentro de la familia real, nos llevan a unas reflexiones pesimistas sobre nuestro carácter, nuestra idiosincrasia y nos proporcionan dudas fundadas sobre nuestra modernización. La verdad es que ante estos hechos medio mundo nos mira asombrados como si los españoles   fuéramos extraterrestres.
 ¿Cómo es posible que el tal Rubiales, aun sintiéndose traicionado y engañado con razón por su seleccionador y por los intereses particulares de Florentino y el Real Madrid que son también parte culpable de este dislate, tome la determinación  de destituirlo a 48 horas de la primera intervención del equipo español en el campeonato mundial después de dos años de preparación y sin haber sufrido ninguna derrota a sus espaldas? ¿Es posible que haya tomado esa decisión como si de una venganza siciliana se tratara? ¿Ha sido incapaz de entender que el interés general de la afición futbolística española que esperaba una actuación destacada de nuestros futbolistas con el efecto consiguiente de cohesión social de la que tan necesitado anda este país, estaba muy por encima del planteamiento alicorto, personal y visceral del celtibérico “el que la hace la paga” y “el a mí no me torea nadie”? .
 Lo de Máxim Huerta ya ha tenido su desenlace: su dimisión. No podía ser de otra manera. ¿ Cómo un gobierno que sale de una moción de censura contra la corrupción institucional del anterior partido gobernante, puede nombrar como ministro a alguien que ha creado una sociedad interpuesta para pagar menos impuestos?. ¿Cómo es posible que en esas circunstancias un señor que se dice defensor a ultranza de la cultura, cuyo pilar fundamental es siempre la honestidad, acepta un nombramiento de ministro? Era el interés cultural del país o su ascenso al olimpo ministerial lo que buscaba. ¿Cómo es  posible que creyese que no le iban a sacar inmediatamente ese marrón y poner en una difícil situación al Gobierno socialista entrante?  ¿De dónde sacó Pedro Sánchez  a tal personaje, habiendo como hay numerosos y excelentes potenciales ministros de cultura en el campo socialista? Al menos, el presidente socialista, al contrario de lo que hacía Rajoy con sus corruptos, ha tenido la coherencia de forzarle a  pedir su dimisión 
   En el caso del cuñadísimo pasa lo mismo, aunque   con mucha mayor gravedad: ha sido el interés personal y particular sobre el interés público y colectivo el que ha predominado claramente en su actuación. ¿En qué Escuela de Negocios le enseñaron a este señor que bajo el amparo de la figura real podía cometer las tropelías que la sentencia dice que ha cometido? ¿ Se creyó que el país era el patio de armas del castillo de la Monarquía? ¿Cómo es posible aceptar que su esposa, la infanta, no sabía nada de sus turbios negocios? Muchos españoles se temen que su reclusión carcelaria no sea otra cosa que una jaula de oro, con todas las comodidades posibles y excelente trato carcelario, de la que  no tardará en salir de una u otra manera, con unos u otros beneficios carcelarios. La ley es igual para todos, dicen algunos, pero para unos  menos que para otros.
    Este es un país tan peculiar que hasta puede ocurrir que la selección termine ganando el campeonato mundial (cosa que dudo); que Máxim dimita (eso ya ha ocurrido); y que Urdagarín sea  tratado exactamente igual que cualquier preso de las cárceles españolas. Entonces, sí que de verdad el resto del mundo nos verá, dado lo que hay hoy, como auténticos extraterrestres y nosotros los españoles nos veremos a nosotros mismos como ciudadanos de cualquier país democrático de nuestro entorno. Entonces, si me decido, volveré a pedir la nacionalidad española.
(PUBLICADO EN LAS PÁGINAS DE OPINIÓN DE”LA NUEVA ESPAÑA, DE OVIEDO)

viernes, 15 de junio de 2018






FRANCISCO QUIRÓS LINARES, UN GEOGRÁFO HUMANISTA    
                                              JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
 El día 1 de junio falleció el catedrático de Geografía de la Universidad de Oviedo, Francisco Quirós Linares y aunque sé que no era persona amiga de honores y menciones y quizás esto explique el respetuoso silencio público de sus discípulos y amigos en su muerte, considero humildemente que es de justicia contribuir a dar a conocer a la ciudadanía asturiana la relevante  importancia que, no sólo para el desarrollo del conocimiento y la enseñanza de la geografía de Asturias y de España, sino  también para el  conocimiento de la historia y  la cultura asturiana, tuvo  su labor científica y su magisterio, amén del ejemplo de honestidad intelectual y personal que nos demostró a lo largo de su largo magisterio en la Universidad ovetense, a la que llegó como catedrático  en 1970  procedente  de la Universidad de La Laguna.
Nacido en Zamora, Quirós estudió en la Universidad Complutense y fue, y este es un dato de suma relevancia en su biografía tanto en el aspecto propiamente científico-académico como en el personal, discípulo del catedrático de aquella universidad, Manuel Terán, intelectual vinculado a la Institución Libre de Enseñanza, personaje  de una gran estatura científica y moral,  creador de una brillante escuela de geógrafos que partía del principio que el objeto de la disciplina era explicar el espacio geográfico desde la evolución histórica y que para ello se debía acudir no sólo a la historia sino a los conocimientos de todas las ciencias humanas.
 Quirós fue un verdadero maestro en ese aspecto. En parte porque poseía no sólo una profunda cultura histórica, sino  también un dominio solvente  de los saberes humanísticos. Esa amplía visión le llevó a tratar temas muy variados en sus investigaciones, aunque su especialidad fue, sobre todo, la geografía urbana. Son numerosos e imprescindibles para el conocimiento geográfico de España y Asturias sus  trabajos en la revista de Estudios Geográficos y en Ería la revista del Departamento de Geografía de la Universidad de Oviedo, que fundó y dirigió y es hoy uno de foros más importantes de los estudios geográficos en España.  Los puertos, las ciudades, los cementerios de Asturias fueron solo algunos de los variados asuntos que Quirós, excelente y puntilloso escritor, analizó en sus investigaciones. Además de haber dirigido y participado en la publicación de la  Geografía de Asturias  de la editorial Ayalga. Amén de otras  obras de gran importancia para el conocimiento de la geografía española como  Las ciudades españolas en la mitad del siglo XIX   o  Atlas temático de España (en colaboración con Gaspar Fernández Cuesta), entre otras. Algunas de sus obras, recuerdo, nos sirvieron a algunos profesores de bachillerato para explicar en la práctica, a través de itinerarios geográficos, la realidad geográfica asturiana, como fue  enseñanza  de la geografía urbana de Oviedo  a partir de su  pionero y excelente estudio sobre  El crecimiento espacial de Oviedo. 
 Pero no sólo fue un excelente investigador sino que la labor que realizó en la Universidad de Oviedo fue decisiva para la  creación y desarrollo de los estudios geográficos en ella. En realidad, fue el verdadero artífice del Departamento de Geografía de la Universidad de Oviedo y el diseñador del currículo de la licenciatura  y los estudios específicos que de esta disciplina  se están impartiendo en nuestra universidad.
 En efecto, si hoy los estudios geográficos  en Asturias son de los más reconocidos dentro de la universidad española, es en gran medida gracias a su labor.  Del mismo modo, que es obra suya la creación de la nutrida y excelente escuela de geógrafos que han salido de la Universidad asturiana y que hoy no sólo  forman con gran solvencia y preparación a los alumnos de Geografía  que se licencian en ella, como demuestra el que  varios  de ellos ocupan titularidades y cátedras no sólo  en sus aulas sino también en las de  otras universidades españolas. Del mismo modo que tuvo un importante papel en la institucionalización de la profesión geográfica a través de su actividad en la Asociación de Geógrafos de España (AGE) Como se ha dicho con acierto Quirós sirvió  de puente entre aquella  inicial y destacada generación de geógrafos clásicos y las nuevas generaciones de profesionales de esta disciplina.
 No podemos dejar a un lado tampoco la importante labor que Quirós llevó a cabo como investigador y promotor de la investigación de la cultura asturiana, pero siempre desde un planteamiento científico y riguroso. En este campo es de destacar su colaboración como autor con numerosos trabajos publicados  y como miembro de su  junta directiva en la revista Ástura, de la que formaron parte también los inolvidables, y ya fallecidos también, profesores Ignacio Ruiz de la Peña y Santiago Melón, catedráticos respectivamente de Historia Medieval e Historia económica de nuestra universidad. 
  Las emotivas y justas palabras que Quirós dedicó a su maestro Manuel Terán con motivo de su fallecimiento en 1984 podemos aplicárselas también a él, aunque estoy casi  seguro que  con su  modestia habitual las rechazaría con su fina ironía. Decía don Francisco de su maestro que no sólo había enseñado a sus alumnos y discípulos  una disciplina y una tradición científicas que hacían compatibles la ciencia y el humanismo, pero  que había practicado además una norma de conducta basada en la flexibilidad y la tolerancia en su trato con ellos. Actitudes que eran diametralmente opuestas a la intransigencia, la intolerancia y el dogmatismo que predominaban en gran medida en la  época de su maestro y de los que todavía seguían existiendo importantes resabios en la suya. Ese fue efectivamente el modelo de Quirós como científico y como maestro. Y es de plena justicia reconocer que lo llevó a la práctica con probada honestidad intelectual y  ejemplar solidez moral.

(PUBLICADO EN LAS PÁGINAS DE OPINIÓN DE LA NUEVA ESPAÑA, DE OVIEDO)

lunes, 11 de junio de 2018


                 







1968: EL AÑO QUE PUDO CAMBIAR EL MUNDO
                                JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
      El cincuenta aniversario de la denominada revolución de Mayo de 1968 no parece estar aportando ninguna novedad editorial destacada en el análisis de aquellos  acontecimientos. No es sólo que los libros publicados sean sobre todo escritos testimoniales, en muchos casos de los que ni siquiera estuvieron en París en aquel mayo caliente en el que  se podía encontrar la playa bajo los adoquines o los universitarios, no sólo de Paris, sino también de México y hasta de los campus de Estados Unidos, España, Italia, Alemania, Grecia y otros trataban de llevar la imaginación al poder tratando de romper no sólo con la realidad política existente sino también  con  los modos de vivir con aquel mundo surgido tras la ola de prosperidad capitalista de la que el mundo desarrollado gozó tras la Segunda Guerra Mundial y que comenzaba a cuartearse en la década de los  sesenta.
  No sólo, pues, no parece hallarse ninguna novedad importante en esta literatura reciente del 68, sino que, además, en muchos de los análisis publicados en estos últimos meses da la impresión que lo que tratan la mayoría de ellos no es sino blanquear aquella etapa revolucionaria, limitando su significado a un movimiento  de carácter  romántico y al margen de la realidad llevado a cabo por estudiantes franceses, mexicanos, norteamericanos o del resto del mundo desarrollado que protestaban y luchaban por una  revolución sin causa justificada viviendo como vivían en sociedades de un alto  nivel de vida en las que no sólo sus necesidades vitales estaban cubiertas sino que, además, como miembros de familias de la burguesía o de las capas más elevadas de las clases medias, tenían por delante  un halagüeño futuro con la posibilidad instalarse en buenas condiciones en sus respectivas sociedades.
En realidad, se ha dicho y se vuelve a repetir en estos días (y esto tiene, sin duda, un punto de verdad, pero que limitado sólo a ello no deja de ser sino un reduccionismo) que aquellos acontecimientos no fueron sino solo una  revolución cultural que trató de hacer realidad los valores de los sentimientos  equiparándolos con los de la racionalidad instrumental imperante. Que en resumidas cuentas -dicen los que así interpretan mayo del 68- que aquella explosión revolucionaria solo fue flor de un mes y nunca trató de ser en la realidad una verdadera revolución política y social que quisiera transformar radicalmente el mundo. Y esas críticas (lo cual  es realmente muy significativo) provinieron tanto desde el socialismo burocrático de raíz estalinista, asustado por los acontecimientos de Praga, como de los sectores de la derecha liberal y de la socialdemocracia reformista que tenía como única meta política y social la consecución del estado de bienestar.                               
   Frente a estas interpretaciones blanqueadoras y reduccionistas que vuelven a pretender ser hegemónicas con motivo del actual cincuentenario de aquellos acontecimientos, se alza la voz de los que mantienen su interpretación de aquellos hechos revolucionarios como un intento frustrado de un cambio radicalmente transformador. Para ellos, aquel proceso  fue un acontecimiento global que se desarrolló en  numerosos países con causas diferentes, pero con un denominador común: el descontento producido por los efectos negativos del  declive en que comenzaba entrar, en esa década de los 60, aquella larga marcha triunfal del capitalismo tras la Segunda Guerra Mundial.
 Los escenarios de aquella crisis amenazante  fueron  múltiples: la ofensiva del Têt en Indochina, la Primavera de Praga, las revueltas estudiantiles con la famosa huelga general en Paris  secundada por los obreros y acompañada con la toma de fábricas, las manifestaciones en México, Estados Unidos, Alemania, Italia, Grecia, España, Pakistán….  Y específicas fueron  también en cada caso las causas que originaron aquellos estallidos revolucionarios de dimensión global. Sin duda, causas inmediatas diferentes, pero todas con un origen común: los efectos negativos que estaba originando la evolución del capitalismo surgido tras el conflicto bélico mundial tanto el  liberal  del mundo desarrollado como el capitalismo de Estado surgido del burocratismo estalinista del socialismo realmente existente en el Este.
  Entre esas causas específicas  que  originaron los distintos focos revolucionarios del 68 habría que mencionar los negativos efectos que para libertad política y cotidiana tuvieron las  dictaduras de izquierda y de derecha; las graves consecuencias que, tanto para los pueblos  que el neocolonialismo imperante en los sesenta intentaba someter como para las propias sociedades de las metrópolis imperialistas, originó la descolonización en marcha; la falta de libertad real, no formal, que dominaba  en las democracias occidentales, tanto como la ausencia de libertad formal y burocratización imperante en los regímenes del socialismo real; la segregación y el racismo imperantes que desencadenó la lucha por los derechos civiles en países como Estados Unidos y el descontento por la guerra de Vietnam; y, en fin, el ascenso creciente entre las mujeres de la conciencia del sistema patriarcal dominante o la de la sensibilidad ecológica nacida como consecuencia del impulso destructor del sistema capitalista industrial.
 Es claro, pues, que, para quienes interpretan el mayo de 68 desde esta perspectiva, aquellos sucesos se entienden como verdaderamente revolucionarios e, incluso, consideran que muchas de sus demandas siguen siendo todavía hoy vigentes en  la actualidad. Incluso muchas de las  intuiciones y protestas del 68 no sólo siguen presentes  hoy, sino que se han hecho todavía más acuciantes de modo que han sido el origen del  desarrollo y las luchas de los movimientos feminista y ecologista actuales. Y han hecho cada vez más generalizada la conciencia de la necesidad  de un cambio cultural, en el marco de una nueva realidad política, social y económica, que haga efectiva  una sociedad que valore y promueva la expresión de verdaderos sentimientos personales y valores colectivos de la sociedad ante el creciente  individualismo y uniformización social  que  genera el  actual capitalismo globalizado.               
       No es extraño, pues,  que, en  este nuevo aniversario, los que piensan el 68 como lo hemos analizado más arriba consideren todavía pertinente la redición de un libro como 1968. El mundo pudo cambiar de base  que fue publicado en el anterior aniversario de aquellos hechos revolucionarios. Libro cuyo contenido desarrolla un análisis bastante  completo de aquel proceso revolucionario a través de 16 artículos y dos apartados, de reducidas dimensiones. Capítulos y apartados que abarcan desde la visión de conjunto de aquel proceso revolucionara hasta las concretas  de los diferentes focos revolucionarios, con especial atención al caso español al que dedican una parte del libro con artículos  de Jaime Pastor, Manuel Gari y Miguel Romero.
  Estos, como los restantes 17 autores del libro (entre los que tenemos otros nombres tan conocidos como Tariq Alí, David Bensaid o Pierre Rousset), no hacen sus análisis desde una óptica académica propiamente dicha, sino desde el compromiso con los planteamientos de la izquierda radical, además de haber sido todos ellos verdaderos actores en aquellos acontecimientos revolucionarios. Al contrario que muchos de los que hoy escriben sobre mayo de 68,  estos  no  es que pasaran por allí, sino que fueron verdaderos protagonistas de aquellos acontecimientos.
     En fin, a pesar de los diez años transcurridos desde su primera edición, estamos todavía con este libro  ante uno de los análisis más completos del ciclo revolucionario del 68 con una interpretación de aquellos sucesos como una verdadera revolución que buscaba una transformación radical de la sociedad de su tiempo y cuyas demandas consideran  todavía hoy vigentes.
(PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA NUEVA ESPAÑA)
          
                         



      





FERNADO VII, EL REY FELÓN
                                 Julio Antonio Vaquero Iglesias  
   La biografía histórica  es, sin duda, un género de difícil factura. El historiador puede caer a veces en el error de  centrarse exclusivamente  en su personaje y no darle  la debida importancia al contexto histórico en que se mueve y en otras ocasiones proceder a  la inversa: ensombrecer al biografiado por poner excesivo énfasis en su tiempo histórico. Lo difícil es, sin duda, saber conjugar esos dos aspectos con un difícil equilibrio. Que el personaje biografiado quede, por una parte, individualizado en su pensamiento, actitud y obras y, por otra, que esos aspectos cobren todo su sentido  en el marco de la época y la sociedad que le tocó vivir.
En este caso (Fernando VII. Un rey deseado y detestado) , Emilio Laparra, catedrático de Historia contemporánea de la Universidad de Alicante, ha sabido conjugar bastante bien  esos dos planos al desarrollar la biografía del llamado  rey felón  y es por ello, sin duda, justo merecedor del XXX Premio Comillas de Historia, Biografía y Memorias. Laparra ya había demostrado anteriormente con su biografía sobre Godoy su gran capacidad para este difícil  género historiográfico. Lo cierto es que  tanto el padre ahora con esta obra de La Parra, como su hija Isabel II, con la biografía que le dedicó Isabel Burdiel de hace unos años, han sido objeto de dos excelentes análisis biográficos.
La verdad es que la caracterización que realiza nuestro historiador del personaje deja, incluso, por los suelos la imagen horrenda  que nos había venido transmitiendo del rey la historiografía liberal, con una diferencia, y es que el autor  demuestra   con su minucioso  análisis documental y bibliográfico de la actuación política y personal del rey que fue un personaje astuto, maniobrero, con cierta inteligencia práctica, pero con escasa capacidad intelectual, pero desde luego sin ningún valor moral.  La figura que  emerge de este análisis biográfico  es la de un Fernando VII  que en lo personal  es un personaje rastrero, sin palabra, mal hijo, campechano, amigo de los chistes y de las burlas populares que disfruta con los miembros de su camarilla. Su propia madre le caracterizó, y tenía motivos y conocimientos para ello, de la manera siguiente: “Mi hijo es de muy mal corazón, su carácter es sanguinario, jamás ha tenido cariño a su padre y a mi….”.
 Si en lo personal, no fue, desde luego, un dechado de virtudes, en lo político fue un golpista consumado; forzó la abdicación de su padre Carlos IV a su favor  en el motín de Aranjuez  e inició una política populista con una sanguinaria persecución de Godoy  y sus seguidores Animado por Napoleón dio  otro golpe de estado a su vuelta del cautiverio (¿?) de  Valençay el  4 de mayo de 1814, contra el régimen liberal de Cádiz. Y volvió a las andadas en el Trienio liberal apoyando la invasión de los ejércitos de Angulema
La  política contra sus enemigos siempre fue la  de la represión sin piedad. Primero, con la abdicación forzada de su padre en  1808, la ejerció contra Godoy y sus amigos (paradójicamente a Jovellanos que no comulgaba ni remotamente con sus planteamientos políticos, lo puso en libertad de su forzado exilio de Mallorca por haber sido Godoy y la  reina  los responsables del mismo y no como reparación de la injusticia cometida con él). La llevó  a cabo después contra los  liberales a los que encarceló, fusiló u obligó a  irse al exilio político, promoviendo la primera ola de refugiados políticos de la historia contemporánea de España. E, incluso, esa represión la ejerció contra su propio pueblo (aquel que le aclamaba como el Deseado) cuando las manifestaciones populares no secundaban sus propósitos. Y en muchas ocasiones  la ejerció con suma cautela procurando buscar las coartadas precisas y los hombres de paja adecuados  para que no le pudiese atribuir a su persona real y así quedase exonerado de su responsabilidad. Tras su vuelta de Francia, como instrumentos de esa represión y control social, Fernando VII restauró la Inquisición que había sido abolida en las Cortes de Cádiz y permitió el regreso de la Compañía de Jesús para imponer la ortodoxia ultracatólica. 
 En fin, por si faltaba algo en este catálogo de iniquidades, Fernando  VII fue un verdadero traidor a su patria.  La Parra llega a enumerar y analizar las  ocasiones en que, en Valençay, el Príncipe de Asturias renegó de España: desde su intento de pasar a formar parte de la familia de Napoleón y reconocerle  pública y notoriamente como “nuestro augusto soberano” hasta felicitarlo por las victorias que las fuerzas invasoras francesas obtenían en suelo español, pasando por otras varias. No es de extrañar que ninguno de los varios planes de evasión que desde el inicio de su “prisión” palaciega francesa  se intentaron desde España e Inglaterra para liberarlo, fuera secundado por el Príncipe de Asturias y los infantes. Con lo que su liberación y vuelta a España hubiesen supuesto para el estímulo de los ejércitos españoles en su lucha contra el invasor francés.
 Que Fernando VII, dejando aparte su etapa de monarca constitucional a la fuerza en el Trienio liberal, no restableció la monarquía absoluta de sus antecesores, sino un régimen de poder personal ya lo sabíamos por Artola, Fontana y otros, pero La Parra en este libro le da una nueva vuelta de tuerca a esta característica principal de su monarquía con un análisis pormenorizado de su funcionamiento a lo largo del tercio de siglo que duró  su complejo reinado. Ese carácter personal  de su poder que anulaba  los limitados contrapesos que sustentaban la monarquía absoluta tradicional ya lo había esbozado en aquella breve etapa en que en Aranjuez consiguió la abdicación forzada de Carlos IV y lo continuó después a su vuelta del “cautiverio” francés en que comenzó no cumpliendo su promesa de convocar a las Cortes y llevó a cabo la primera ola de represión contra los liberales de Cádiz. Y lo consumó  en el llamado sexenio absolutista tras la caída de los liberales en el Trienio
 Los organismos tradicionales de gobierno de la monarquía absoluta  fueron sustituidos por un grupo de consejeros  privados  que ostentaba el verdadero poder en la monarquía mientras  los gobiernos nombrados por el rey apenas tenían su confianza y sus componentes eran despedidos frecuentemente sin motivos aparentes e, incluso, algunos de ellos desterrado o condenado a prisión. El verdadero núcleo de poder estaba en  los componentes de ese consejo privado. Pero también en lo que se llamó  después por la historiografía liberal “la camarilla” aquel conjunto de personajes (los más notables fueron, sin duda, el duque de Alagón y Chamorro cuya profesión inicial había sido la de barrendero de palacio)  que poblaba su antecámara y no sólo le adulaba, reía sus gracias y  le acompañaban en sus salidas nocturnas por Madrid en sus aventuras y devaneos amorosos extraconyugales que le costaron incluso algunos graves  disgustos con la real consorte, sino que fue, sobre todo, un verdadero grupo de presión que le influía políticamente  e incluso intervenía  en los negocios de estado.
    Si a todo lo anterior, le añadimos la pérdida de  nuestro  imperio colonial americano en la que  Fernando VII jugó también  un papel negativo importante, como analiza La Parra, es fácil comprender la conversión de España durante su reinado de gran imperio  en una pequeña potencia de segundo orden en el concierto internacional de la  época.
  En fin, no es fácil predecir (ni los críticos ni los historiadores pueden predecir el futuro) si ésta será o no  la biografía definitiva de Fernando VII. Pero parece fuera de toda duda que  los posibles  estudios que le sucedan tendrán, sin duda, que contar con ella.