Como cada abril, desde aquel fundacional de 1931, la Segunda República cumple este mes un nuevo e inexorable aniversario. Pero esta vez es el primero después de su 75 cumpleaños. Y quizás, pasado ya el umbral de los tres cuartos de siglo y la frontera de un nueva centuria y milenio, sea un momento idóneo otra vez para preguntarse, tras tantos cambios y mutaciones históricas, qué es lo que es hoy la ideología y el ideal republicanos.
El fracaso y caída del socialismo real y los desequilibrios y aumento de las desigualdades que trajo en estos últimos decenios la ola de capitalismo globalizado neoliberal, han tenido graves consecuencias todavía hoy vigentes que han obligado a replantearse los presupuestos y estrategias de la izquierda. Por una parte, el fin del consenso social que, tras la Segunda Guerra Mundial, condujo a la constitución del Estado de bienestar. Y con él el intento por los estados mayores del capitalismo mundial de su eliminación o su recorte máximo hasta rozar los límites de la cohesión social. Y, por otra, la percepción cada vez más nítida por los ciudadanos de la degradación acentuada de la democracia liberal y su obsolescencia para dar solución a los nuevos y graves problemas políticos, económicos y sociales que vive la humanidad en esta convulsa etapa de su historia.
El viejo-nuevo republicanismo
No es extraño que ante ese escenario hayan
surgido nuevas propuestas por parte del pensamiento de izquierda que van más
allá, tanto de los planteamientos del fracasado socialismo real de economía
centralizada y totalitarismo político como de los ideales de la
socialdemocracia del Estado social dentro del marco de las democracias
liberales. La historia ha sancionado la muerte del primero, y la inviabilidad
de la propuesta reformadora de la socialdemocracia parece que ha fracasado como
solución estable y permanente para la domesticación del capitalismo. O al menos
así entienden hoy muchos teóricos y políticos de la izquierda tras el curso que han seguido los acontecimientos.
Aparte
de ese monstruo híbrido de la llamada Tercera Vía que no es sino el resultado de un cruce
“antinatura” entre el socialismo y el liberalismo
económico, la propuesta que está teniendo un cierto desarrollo hoy en el campo
de la filosofía y el pensamiento políticos (en la práctica desde luego, menos) de
la izquierda es precisamente esa tendencia que ha venido en denominarse
republicanismo o neorrepeublicanismo.
Este
pensamiento neorrepublicano hunde sus raíces en la tradición republicana
clásica que entendía la democracia como el gobierno de los pobres. Esa
tradición fue el tronco ideológico común del que se nutrieron después teóricos
políticos del Renacimiento como Maquiavelo, y posteriormente algunos de los más
importantes representantes de la
Ilustración y los revolucionarios franceses más avanzados como Robespierre. Y, finalmente,
también parte de la tradición y el
pensamiento socialista hunden sus raíces
en ese republicanismo histórico como fue el caso del propio Marx.
Como
ha demostrado Antoni Doménech (2004), esa tradición socialista del republicanismo democrático fue
recogida por los regímenes parlamentarios que surgieron tras la Primera Guerra
Mundial y sobrepasaron los meros regímenes liberales constitucionales del siglo
XIX. Sus epígonos fueron la República de Weimar y la II República española. Los Parlamentos en esos sistemas políticos parlamentarios siempre
tuvieron competencias para limitar la
propiedad privada y transformarla en
propiedad social en función de los intereses generales de la ciudadanía.
Sin embargo, tras la Segunda Guerra Mundial, la contrapartida al pacto entre
capital y sindicatos que se plasmó en el Estado de bienestar, fue la
renuncia por parte de los Parlamentos
a las competencias sobre la propiedad
social. Y con ello vino el fin de la tradición social republicana hasta hoy en
que ese pacto ha comenzado a tambalearse
con las políticas económicas neoliberales.
El neorrepublicanismo se define hoy como
un pensamiento contrario, antagónico, de las otras dos grandes tendencias de la
filosofía política actual. Es un pensamiento contrario al comunitarismo que enfatiza el papel de la comunidad en la tarea
de formar y definir a sus miembros. Y lo hace tanto contra su versión multicultural como la nacionalista.
Desde el republicanismo de orientación socialista, es en España Félix Ovejero
Lucas (2006) el filósofo político que ha llegado más allá en la crítica del
nacionalismo.
Rechaza Ovejero no sólo la existencia de verdaderas
naciones en el supuesto de que son
inventadas por el nacionalismo cultural
o étnico. Sino que niega también con un gran fundamento y racionalidad
desde lo principios de la izquierda, su premisa mayor. Aun si la nación
cultural o étnica existiera por sí y no fuera una mera construcción o una burda
invención de los nacionalistas, de ello no podría deducirse según él, desde los
valores cívicos y igualitarios de de un republicanismo de izquierdas, su
derecho a asumir la soberanía política. Porque el sujeto de ésta deben de ser todos los ciudadanos y no sólo los
pertenecientes a un determinado pueblo o cultura. De ahí que Ovejero no
considere compatible ser a la vez nacionalista y de izquierdas. Su posición la
define expresivamente aquel chiste de El Roto en el que un nacionalista lee con
aceptación un cartel electoral que exhibe la siguiente leyenda: “Defiéndete de
los intrusos. Vota Cromagnon”.
Pero el pensamiento político neorrepublicano
también niega los principios del reciclado liberalismo clásico que campea hoy bajo la fórmula de neoliberalismo. Y, en
sentido inverso, el desarrollo de sus premisas ideológicas implica un claro
acercamiento al socialismo y a la concepción radical de la democracia que lo
diferencia sustancialmente de la democracia realmente existente y de los principios
del liberalismo.
La
nueva-vieja ideología republicana entiende que ésta, la democracia liberal
realmente existente, no es sino un procedimiento
para la elección de las élites gobernantes cada cierto período años, sin
referencia a ningún contenido político positivo Aleja, por ello, más que
fomenta la participación ciudadana en el gobierno del demos y, con ello,
permite en nuestras sociedades la
supremacía de los poderes económicos y
demás poderes fácticos a través de la presión social y mediática. La democracia
liberal impide, por tanto, el ejercicio de una verdadera ciudadanía activa en
el marco de una democracia deliberativa que haga realidad el autogobierno de
los ciudadanos. Éste es el modelo político al que aspiran los neorrepublicanos.
Sólo dentro de una democracia de esa clase se podría conseguir la realización de la verdadera y
auténtica libertad e igualdad. Esto es, las
condiciones necesarias para el objetivo final que debe pretender toda sociedad política que es la autorrealización de sus ciudadanos.
Libertad e igualdad republicanas
“Verdadera y auténtica libertad e
igualdad”, hemos escrito porque una y otra la entiende esta ideología de manera
diferente a como lo hace el pensamiento liberal La libertad del
neorrepublicanismo no es la libertad negativa del liberalismo. No se es libre,
como proclama éste, sólo cuando nuestras acciones no están obstaculizadas por
cualquier interferencia de terceros; sino que la libertad hay que entenderla en
sentido positivo.
Se
es libre sólo y cuando (Ph. Pettit, 1999) no se está subordinado a nadie y
cuando se poseen las condiciones materiales para poder elegir. La condición
necesaria de la libertad es la ausencia de dominación. Y ésta, la dominación,
está estrechamente vinculada a la falta de medios materiales. La desigualdad
social impide la libertad. “El hombre, escribió Marx, que no dispone de más
propiedad que su fuerza de trabajo ha de ser, de forma necesaria, en cualquier
estado social y de civilización, esclavo de otros hombres (…). Y no podrá
trabajar ni, por lo tanto, vivir, si no es con su permiso”. De ahí que los
neorrepublicanos, en mayor o menor grado, propongan medidas para eliminar la
desigualdad social y conseguir una sociedad igualitaria. Desde evitar los
excesivos desequilibrios sociales hasta la búsqueda de una sociedad
anticapitalista, pasando por la propuesta de un subsidio universal o renta
básica para todos y cada uno de los ciudadanos (Daniel Raventós, 2001).
¿Es neorrepublicano Zapatero?
José Luis Rodríguez Zapatero ha mencionado,
como es sabido, varias veces al ideario neorrepublicano como una de las fuentes ideológicas de su pensamiento
político. Y se ha confesado como un lector estudioso y aplicado de la obra de
Philipp Pettit. Sin embargo, ese “enfant terrible” del pensamiento neomarxista-
neoleninista casi podríamos decir- que es Slavoj Zizec
ha calificado recientemente a Zapatero como gobernante de la Tercera Vía. Y no
le falta cierta razón si atendemos a algunas de las ambiguas medidas de su
gobierno.
Tal discordancia, ¿es la diferencia
entre lo que se pretende ser y lo que realmente se es? ¿O es la que existe entre
lo que se pretende ser y lo que realmente se puede hacer? La respuesta depende,
claro está, de la ideología y las expectativas políticas de cada ciudadano.
Pero lo que si es cierto e indudable es que si
Zapatero quiere ser considerado como un neorrepublicano consecuente tiene una hercúlea obra por
delante. Repasemos algunas de esas tareas simplemente a título ilustrativo. Para
avanzar en el camino de la democracia deliberativa y la ciudadanía activa, ¿por qué no comenzar por democratizar
a fondo el funcionamiento interno
de su propio partido? O para que los
jóvenes “mileuristas” y “precaristas” españoles puedan ejercer una verdadera libertad
republicana, ¿por qué no tomar medidas más radicales que las que se han
adoptado para solucionar el problema de las condiciones leoninas de trabajo y
el de la imposibilidad del acceso al disfrute de una la vivienda que padecen una mayoría de ellos y los convierte en inquilinos forzosos de sus
padres y en casi esclavos de sus empleadores? ¿O por qué no tratar de poner fin a la
partitocracia imperante y estimular los espacios deliberativos de la
democracia? ¿O adoptar las medidas pertinentes para que esas abrumadoras cargas
de las hipotecas y sus intereses no nos conviertan a una gran mayoría de
ciudadanos en rehenes de los bancos para toda nuestra vida? ¿Y por qué no
abandonar el accidentalismo en cuanto a la forma de gobierno y defender la
vieja tradición republicana del Partido Socialista? … .
Sólo tratando de dar solución a problemas básicos como los mencionados que atañen directamente a la libertad e igualdad, tal y como las concibe el nuevo republicanismo, se podrían eliminar las dudas de si Zapatero es o no un gobernante neorrepublicano realmente o sólo de talante. Sólo así, remedando el famoso dictum de Indalecio Prieto, podría decir él que es socialista a fuer de ser un nuevo republicano cabal.
Philipp
Pettit (1999), Republicanismo: una teoría sobre la libertad y el gobierno .Editorial
Paidós
Daniel
Raventós (2001), El derecho a la existencia. La propuesta del subsidio
universal garantizado. Editorial Ariel
Antoni
Doménech (20004), El eclipse de la fraternidad. Editorial Crítica
Félix Ovejero
Lucas (2006), Contra Cromagnon
.Nacionalismo ,ciudadanía, democracia. Editorial Montesinos