jueves, 27 de noviembre de 2014

EL NUEVO REPUBLICANISMO

                                 EL NUEVO REPUBLICANISMO

                                                   JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS


 







Como cada  abril, desde  aquel fundacional de 1931, la Segunda República cumple este mes un nuevo e inexorable aniversario. Pero esta vez es el primero después de su 75 cumpleaños. Y quizás, pasado ya el umbral de los  tres cuartos de siglo y la frontera de un nueva centuria y milenio, sea un momento idóneo otra vez para  preguntarse, tras tantos cambios y mutaciones históricas, qué es lo que es hoy la ideología y el ideal republicanos.

 El fracaso y caída del socialismo real y los desequilibrios y aumento de las desigualdades  que trajo en estos últimos decenios la ola de capitalismo globalizado neoliberal, han tenido  graves consecuencias todavía hoy vigentes  que han obligado a replantearse los presupuestos y estrategias de la izquierda. Por una parte, el fin del  consenso  social que, tras la Segunda Guerra Mundial, condujo a la constitución del Estado de bienestar. Y con él el intento por los estados mayores del capitalismo mundial  de su eliminación o su recorte máximo hasta rozar los límites de la cohesión social. Y, por otra, la percepción cada vez más nítida  por los ciudadanos de la  degradación  acentuada de la democracia liberal y su obsolescencia para dar solución a los  nuevos y graves problemas políticos, económicos y sociales que vive la humanidad en esta convulsa etapa de su historia.

El viejo-nuevo republicanismo

No es extraño que ante ese escenario hayan surgido nuevas propuestas por parte del pensamiento de izquierda que van más allá, tanto de los planteamientos del fracasado socialismo real de economía centralizada y totalitarismo político como de los ideales de la socialdemocracia del Estado social dentro del marco de las democracias liberales. La historia ha sancionado la muerte del primero, y la inviabilidad de la propuesta reformadora de la socialdemocracia parece que ha fracasado como solución estable y permanente para la domesticación del capitalismo. O al menos así entienden hoy muchos teóricos y políticos de la izquierda  tras el curso que han seguido  los acontecimientos.

 Aparte de ese monstruo híbrido de la llamada Tercera Vía  que no es sino el resultado de un cruce “antinatura”  entre el socialismo y el liberalismo económico, la propuesta que está teniendo un cierto desarrollo hoy en el campo de la filosofía y el pensamiento políticos (en la práctica desde luego, menos) de la izquierda es precisamente esa tendencia que ha venido en denominarse republicanismo o neorrepeublicanismo.

 Este pensamiento neorrepublicano hunde sus raíces en la tradición republicana clásica que entendía la democracia como el gobierno de los pobres. Esa tradición fue el tronco ideológico común del que se nutrieron después teóricos políticos del Renacimiento como Maquiavelo, y posteriormente algunos de los más importantes representantes  de la Ilustración y los revolucionarios franceses más avanzados como Robespierre. Y, finalmente, también  parte de la tradición y el pensamiento  socialista hunden sus raíces en ese republicanismo histórico como fue el caso del propio Marx.

 Como ha demostrado Antoni Doménech (2004), esa tradición  socialista del republicanismo democrático fue recogida por los regímenes parlamentarios que surgieron tras la Primera Guerra Mundial y sobrepasaron los meros regímenes liberales constitucionales del siglo XIX. Sus  epígonos  fueron la República de Weimar y  la II República española. Los Parlamentos  en esos  sistemas políticos parlamentarios siempre tuvieron  competencias para limitar la propiedad privada y transformarla en  propiedad social en función de los intereses generales de la ciudadanía. Sin embargo, tras la Segunda Guerra Mundial, la contrapartida al pacto entre capital y sindicatos que se plasmó en el Estado de bienestar, fue la renuncia  por parte de los Parlamentos a  las competencias sobre la propiedad social. Y con ello vino el fin de la tradición social republicana hasta hoy en que  ese pacto ha comenzado a tambalearse con las políticas económicas neoliberales.       

El neorrepublicanismo se define hoy como un pensamiento contrario, antagónico, de las otras dos grandes tendencias de la filosofía política actual. Es un pensamiento contrario al comunitarismo que  enfatiza el papel de la comunidad en la tarea de formar y definir a sus miembros. Y lo hace  tanto contra  su versión multicultural como la nacionalista. Desde el republicanismo de orientación socialista, es en España Félix Ovejero Lucas (2006) el filósofo político que ha llegado más allá en la crítica del nacionalismo.

Rechaza Ovejero no sólo la existencia de verdaderas  naciones en el supuesto de que son inventadas  por el nacionalismo cultural o étnico. Sino que  niega  también con un gran fundamento y racionalidad desde lo principios de la izquierda, su premisa mayor. Aun si la nación cultural o étnica existiera por sí y no fuera una mera construcción o una burda invención de los nacionalistas, de ello no podría deducirse según él, desde los valores cívicos y igualitarios de de un republicanismo de izquierdas, su derecho a asumir la soberanía política. Porque el sujeto de ésta deben de ser  todos los ciudadanos y no sólo los pertenecientes a un determinado pueblo o cultura. De ahí que Ovejero no considere compatible ser a la vez nacionalista y de izquierdas. Su posición la define expresivamente aquel chiste de El Roto en el que un nacionalista lee con aceptación un cartel electoral que exhibe la siguiente leyenda: “Defiéndete de los intrusos. Vota Cromagnon”. 

 Pero el pensamiento político neorrepublicano también niega los principios del  reciclado liberalismo clásico que campea hoy  bajo la fórmula de neoliberalismo. Y, en sentido inverso, el desarrollo de sus premisas ideológicas implica un claro acercamiento al socialismo y a la concepción radical de la democracia que lo diferencia sustancialmente de la democracia realmente existente y de los principios del liberalismo.

 La nueva-vieja ideología republicana entiende que ésta, la democracia liberal realmente existente, no es sino un  procedimiento para la elección de las élites gobernantes cada cierto período años, sin referencia a ningún contenido político positivo Aleja, por ello, más que fomenta la participación ciudadana en el gobierno del demos y, con ello, permite en nuestras sociedades  la supremacía de los  poderes económicos y demás poderes fácticos a través de la presión social y mediática. La democracia liberal impide, por tanto, el ejercicio de una verdadera ciudadanía activa en el marco de una democracia deliberativa que haga realidad el autogobierno de los ciudadanos. Éste es el modelo político al que aspiran los neorrepublicanos. Sólo dentro de una democracia de esa clase se podría conseguir  la realización de la verdadera y auténtica  libertad e igualdad. Esto es, las condiciones necesarias para el objetivo final que debe  pretender  toda sociedad política  que es la autorrealización de sus ciudadanos.

Libertad e igualdad republicanas

“Verdadera y auténtica libertad e igualdad”, hemos escrito porque una y otra la entiende esta ideología de manera diferente  a como  lo hace el pensamiento liberal La libertad del neorrepublicanismo no es la libertad negativa del liberalismo. No se es libre, como proclama éste, sólo cuando nuestras acciones no están obstaculizadas por cualquier interferencia de terceros; sino que la libertad hay que entenderla en sentido positivo.

 Se es libre sólo y cuando (Ph. Pettit, 1999) no se está subordinado a nadie y cuando se poseen las condiciones materiales para poder elegir. La condición necesaria de la libertad es la ausencia de dominación. Y ésta, la dominación, está estrechamente vinculada a la falta de medios materiales. La desigualdad social impide la libertad. “El hombre, escribió Marx, que no dispone de más propiedad que su fuerza de trabajo ha de ser, de forma necesaria, en cualquier estado social y de civilización, esclavo de otros hombres (…). Y no podrá trabajar ni, por lo tanto, vivir, si no es con su permiso”. De ahí que los neorrepublicanos, en mayor o menor grado, propongan medidas para eliminar la desigualdad social y conseguir una sociedad igualitaria. Desde evitar los excesivos desequilibrios sociales hasta la búsqueda de una sociedad anticapitalista, pasando por la propuesta de un subsidio universal o renta básica para todos y cada uno de los ciudadanos (Daniel Raventós, 2001).

¿Es neorrepublicano Zapatero?

José Luis Rodríguez Zapatero ha mencionado, como es sabido, varias veces al ideario neorrepublicano como una de  las fuentes ideológicas de su pensamiento político. Y se ha confesado como un lector estudioso y aplicado de la obra de Philipp Pettit. Sin embargo, ese “enfant terrible” del pensamiento neomarxista- neoleninista casi podríamos decir- que es  Slavoj  Zizec ha calificado recientemente a Zapatero como gobernante de la Tercera Vía. Y no le falta cierta razón si atendemos a algunas de las ambiguas medidas de su gobierno.

            Tal discordancia, ¿es la diferencia entre lo que se pretende ser y lo que realmente se es? ¿O es la que existe entre lo que se pretende ser y lo que realmente se puede hacer? La respuesta depende, claro está, de la ideología y las expectativas políticas de cada ciudadano.

 Pero lo que si es cierto e indudable es que si Zapatero quiere ser considerado como un neorrepublicano consecuente  tiene una hercúlea  obra  por delante. Repasemos algunas de esas tareas simplemente a título ilustrativo. Para avanzar en el camino de la democracia deliberativa y la ciudadanía activa,  ¿por qué no comenzar por  democratizar  a fondo  el funcionamiento interno de su propio partido?  O para que los jóvenes “mileuristas” y “precaristas” españoles puedan ejercer una verdadera libertad republicana, ¿por qué no tomar medidas más radicales que las que se han adoptado para solucionar el problema de las condiciones leoninas de trabajo y el de la imposibilidad del acceso al disfrute de una la vivienda que padecen una  mayoría de ellos y  los convierte en inquilinos forzosos de sus padres y en casi esclavos de sus empleadores?  ¿O por qué no tratar de poner fin a la partitocracia imperante y estimular los espacios deliberativos de la democracia? ¿O adoptar las medidas pertinentes para que esas abrumadoras cargas de las hipotecas y sus intereses no nos conviertan a una gran mayoría de ciudadanos en rehenes de los bancos para toda nuestra vida? ¿Y por qué no abandonar el accidentalismo en cuanto a la forma de gobierno y defender la vieja tradición republicana del Partido Socialista?  … .


 Sólo tratando de dar solución a   problemas básicos como los mencionados que atañen directamente a la libertad e igualdad, tal y como las concibe el nuevo republicanismo, se podrían eliminar las dudas de si Zapatero es o no un gobernante neorrepublicano realmente  o sólo de talante. Sólo así, remedando el famoso dictum de Indalecio Prieto, podría decir él que es socialista a fuer de ser un nuevo republicano cabal.

Philipp Pettit (1999), Republicanismo: una teoría  sobre la libertad y el gobierno .Editorial Paidós

Daniel Raventós (2001), El derecho a la existencia. La propuesta del subsidio universal garantizado. Editorial Ariel

Antoni Doménech (20004), El eclipse de la fraternidad. Editorial Crítica

Félix Ovejero Lucas (2006),  Contra Cromagnon .Nacionalismo ,ciudadanía, democracia. Editorial Montesinos

 

 

viernes, 21 de noviembre de 2014

AZAÑA Y EL ESTATUTO DE AUTON9MIA


AZAÑA Y EL ESTATUTO DE AUTONOMÍA DE CATALUÑA

                       Julio Antonio Vaquero Iglesias

           


¿Es el Manuel Azaña, valedor y  protagonista determinante de la aprobación del Estatuto republicano de Autonomía de Cataluña de 1932 el espejo en que se mira Zapatero hoy para tratar de sacar adelante el actual proyecto de Estatuto catalán? ¿Podemos extrapolar al momento actual lo que sucedió con el Estatuto de la etapa republicana o extraer  alguna lección de lo que entonces pasó para la situación actual? 

Independientemente de si tales preguntas son pertinentes o no y, si lo son, cuáles serían sus posibles respuestas, el hecho es que, al calor del debate político que se está desarrollando con motivo de  la presentación y discusión en las Cortes del Proyecto de Estatuto catalán, las menciones, comentarios y análisis de la actuación de Azaña  en relación con el republicano de 1932 se han multiplicado en estos últimos meses  bajo la forma de conferencias, artículos y  libros.

 Concretamente, son ya varios las obras  publicadas que recogen y analizan los discursos y  escritos de Azaña sobre este asunto. Algunos de esos análisis ven en aquella actuación del político republicano un precedente positivo para la actual reforma del Estatuto  catalán, mientras que otros se alinean, a la inversa, entre los que valoran la labor de Azaña, el contenido y el resultado  su aplicación en la España republicana como una demostración  palpable de todo lo contrario.

  Dentro de las interpretaciones del segundo grupo más bien parece que hay que clasificar este libro que nos sirve de base para nuestro comentario. Es el titulado Sobre la autonomía política de Cataluña (Tecnos, 2005), de cuya selección de textos  y estudio preliminar se encarga el reconocido jurista y Premio Príncipe de Asturias, Eduardo García de  Enterría.

Nuestro reputado jurista  ha seleccionado para este libro el discurso pronunciado por Azaña en 1930 en Barcelona como presidente del Ateneo de Madrid durante la visita que realizó en apoyo de Cataluña un grupo de intelectuales madrileños,  y las  principales intervenciones de Azaña en las Cortes republicanas sobre la autonomía catalana durante el proceso constituyente y en el transcurso de la discusión y aprobación por la Cámara del dictamen del Estatuto catalán. Se incluyen también varios textos suyos referidos a los  problemas de la aplicación del Estatuto  durante la guerra civil como son una anotación en su  Cuaderno de la Pobleta  y dos artículos de la serie   Artículos  sobre la guerra de España, escritos ya en su  exilio francés.

   A través de la glosa de esos discursos y escritos y del análisis de la bibliografía y otras fuentes, García de Enterría nos presenta en su introducción la evolución del pensamiento y la actitud de Azaña ante la cuestión de la autonomía catalana.

La articulación de Cataluña dentro del marco de España es para él una de las cuestiones  fundamentales a las que tiene que enfrentarse el impulso modernizador de la II República. “Una de las cosas que tiene que hacer la República - responde Azaña a Miguel Maura en las Cortes Constituyentes en el debate sobre la Constitución- es resolver el problema de Cataluña , y si no lo resolvemos la República habrá fracasado, aunque viva cien años”  No es extraño, pues, que su protagonismo fuese determinante en la discusión y aprobación  del Estatuto de Autonomía de Cataluña. A esa labor de moderar   y encauzar dentro de la Constitución republicana, el Proyecto de Estatuto de planta federal que la Generalidad había presentado a las Cortes Constituyentes, dedicará  Azaña todo su empeño y en ella comprometerá toda su inteligencia y capacidad política a través del verbo encendido de su oratoria, la más brillante de las Cortes republicanas.

 Sin embargo, iniciada la guerra civil, la actuación de la Generalidad  sobrepasará los límites de  sus competencias   en los campos militar y de la producción industrial. Azaña, como Presidente de la República, ordenará a Negrín, recién nombrado jefe de Gobierno, tomar medidas para corregir tales extralimitaciones. Lo que  enemistó a don Manuel con los políticos catalanistas y le llevó a cambiar en sentido negativo su actitud ante la autonomía catalana   

Así, pues, del estudio realizado por el editor de la obra se deduce que Azaña no sólo no fue un jacobino centralista, sino que hizo  compatible su nacionalismo español democrático con su  ideal de una forma de Estado compuesto que aunase la tradición histórica española con  la razón democrática. Y ésa fue una nueva  forma de estado compuesto, el estado regional, que por su impulso alumbrará la Constitución de 1931 como una alternativa a las otras formas de estado federal, confederal o centralista y dentro de la cual pretendió resolver el problema del catalanismo político. .

Volvamos ahora  a las preguntas iniciales de este escrito. Lo que constatamos en el contenido de este libro  son, sin duda, ciertos paralelismos entre los escenarios y situaciones en que tuvo que actuar Azaña para sacar adelante el Estatuto catalán de 1932  y los que se dan hoy en el marco del proceso de discusión del proyecto  que se está actualmente tramitando en la Comisión Constitucional. Pero la historia, como dijo “el innombrable”, no se repite sino es como farsa. Es difícil aceptar  que el fracaso en que culminó el intento de Azaña de integrar  Cataluña dentro de España, tenga que repetirse necesaria e ineluctablemente otra vez con la reforma del actual. La prueba en contrario es que, paradójicamente, fue su modelo de estado regional (del que Azaña, al menos para el caso de Cataluña, terminó renegando en su etapa final) el que cristalizó definitivamente en la Constitución de 1978.

Aquel escenario republicano era  radicalmente diferente del actual. No estamos hoy en la coyuntura de un régimen político naciente en trance de una difícil consolidación, como era el caso de la II República. Tampoco aparece en  el horizonte la amenaza creíble de alguna  sombra de ruptura democrática, como sí ocurría entonces. La estrategia del miedo  promovida por la derecha actual a través de sus casandras mediáticas alimenta, sin duda, ese ambiente de crispación política que vivimos. No sólo acusan al gobierno  de crear con la reforma del Estatuto catalán un clima de implosión democrática, sino que tratan también de asustarnos con el vaticinio de la  amenaza de una probable disgregación patria. Pero todo ello no deja de ser sólo eso, ruido mediático que la derecha política  española  trata de convertir en votos para volver al poder. Y también reflejo ideológico del añejo centralismo uniforme conservador y del nacionalismo españolista reaccionario que profesan, respectivamente, sus dos principales  facciones.   

   No sabemos si Zapatero se ha mirado o no en el espejo de Azaña al tratar de llevar a cabo la reforma  del Estatuto catalán. Pero, en ese sentido, nos parece una buena guía  para abordarla, por una parte,  dos de  las ideas o  planteamientos de Azaña en aquellas circunstancias. Y por otra, la necesidad de dejar claro lo que sí estuvo  en el debate sobre el Estatuto republicano. La plena competencia de las Cortes republicanas para discutirlo y cambiar  su contenido dentro de los límites constitucionales,  y no solo para aprobarlo.

 En cuanto a las dos ideas que nos parecen todavía hoy pertinentes, la primera se refiere a la condición necesaria que debía cumplir, según Azaña, el Estatuto. No debía establecer ningún privilegio fiscal para Cataluña. Y  aquella otra que sostenía que el encaje de Cataluña en España, no era, como mantenía  Ortega y Gasset, un problema irresoluble. Lo cual no era, según el intelectual republicano, sino  otra “ocurrencia” del filósofo madrileño, como denominaba malévolamente el político republicano a su pensamiento. Esto es: un falso  problema que era la expresión de  una concepción mítica de una   historia dramática de España, cuya única solución sólo podía  ser, según Ortega, el de conllevarlo. Para Azaña, al contrario, era un problema político real y concreto de la historia española del momento y al que había que encontrarle  una solución. “La solución que encontremos- decía el político alcalaíno en su decisiva y más brillante intervención en las Cortes con motivo de la aprobación del Estatuto-, ¿va a ser para siempre? Pues, ¡quién lo sabe!. Siempre, es una palabra que no tiene valor en la historia y por consiguiente que no tiene valor en política”.

 La otra  enseñanza a la que me refería que podemos extraer para hoy del debate del  Estatuto republicano es la siguiente. En aquella circunstancia, los partidos catalanistas pretendieron que el proyecto de Estatuto que presentaron a las Cortes Constituyentes fuese admitido tal cual, sin el más mínimo cambio ni retoque. Lo que no  consiguieron. El catalanismo político  terminó aceptando la competencia de las Cortes para  adaptarlo a los límites  constitucionales y acató sus decisiones.

 De la misma manera hoy  los partidos catalanistas, que  han enviado su proyecto de Estatuto a las Cortes Generales para  establecer su constitucionalidad, deben reconocer, no sólo por legalidad, sino también por coherencia, los posibles límites constitucionales de sus demandas y aceptar las decisiones finales que las Cortes soberanas establezcan al respecto.

 Otra cosa es el legítimo derecho de Cataluña  a buscar  su independencia y “si algún día dominara en ella otra voluntad y resolviera ella remar sola en su navío, sería justo el permitírselo”, como, en 1930, dijo Azaña  Aunque ya no fuera ésa  su opinión a partir de la guerra civil y hasta el  final de sus días. 

martes, 18 de noviembre de 2014

Simón Bolívar y la independencia hispanoamericana


SIMÓN BOLIVAR Y  LA INDEPENDENCIA HISPANOAMERICANA

                                                           JULIO ANTONIO VAQUERO

Simón Bolívar


                A los inmigrantes hispanos que viven entre nosotros. Con mi sentimiento de fraternidad en las próximas fiestas, que muchos de ellos deberán pasar  separados de  sus seres queridos

 La biografía de Simón Bolívar en el marco de la nueva historiografía sobre la independencia

         En 1808, con  el vacío de poder originado en la monarquía hispana por la guerra de la independencia,  se inicia el proceso de liberación de nuestras colonias americanas continentales que culminará simbólicamente en 1824 en la derrota de los realistas en Ayacucho. Con esta derrota los españoles perdían el último reducto colonial  en su poder, el virreinato de Perú. Estamos, pues, en vísperas de la conmemoración bicentenaria del inicio del proceso de la independencia, y parece oportuno  y de interés  trazar un sumario estado historiográfico de la cuestión que vamos a realizar a partir del análisis de la última biografía de Simón Bolívar, el Libertador, escrita por el historiador e hispanista británico Jonh Lynch:  Simón Bolivar.  Crítica, 2006.

            Desde los años sesenta, la interpretación   dominante procedente de  las historias nacionales de los países surgidos del proceso de independencia comenzó a ser  superada por una historiografía renovada que dejaba a un lado la visión idealizada que el enfoque nacionalista proponía. Éste  entendía que la  nación y el pueblo hispanoamericanos,  conducidos por los Padres de la Patria y la élite criolla, habrían sido los sujetos  protagonistas de la independencia frente a la opresión colonial de la monarquía española. En los años sesenta, en el contexto de la descolonización y el triunfo de la revolución cubana, esa interpretación no fue ya de recibo. Los historiadores  comenzaron a proponer otras que rebajaban el papel histórico de los líderes libertadores, “los hombres de bronce” como se les denominó, y a ver a los criollos como una élite que descontenta con el neoimperialismo  español  desatado  por las reformas borbónicas (Jonh Lynch), dirigió el proceso independentista en su beneficio, lo que explicaba la continuidad de las estructuras económicas  y sociales en la  etapa poscolonial y abonaba la teoría de la dependencia de América Latina que dominaba  en esos años.     

            La ola democratizadora que a partir de los años ochenta  inundó América Latina tras las oprobiosas dictaduras militares supuso un punto de inflexión en esa historiografía de la independencia. Además de seguir manteniendo en un segundo plano el papel de los Libertadores, se insistió ahora por los historiadores americanos y europeos en  las posiciones que ante el proceso independentista habían mantenido los grupos marginales y subalternos como los pardos (negros y mulatos libres), los esclavos negros, los indígenas, los  llaneros, y también en la actuación e ideología  de los no patriotas, los realistas. Pero, sobre todo, en la búsqueda de antecedentes para esa ola democratizadora del continente, se analizaron las ideologías de los sublevados, no sólo de los líderes, y las actitudes, prácticas políticas y electorales y  sociabilidades de aquellas sociedades durante el proceso de de independencia ( François.- Xavier Guerra).

El cuadro resultante fue de una compleja gama de matices, más allá de cualquier tendencia interpretativa maniquea. La ideología ilustrada que inundaban los planteamientos de Simón Bolivar no habría sido el motor  exclusivo ni siquiera dominante de la independencia en el ámbito de las ideologías independentistas, sino que las ideas políticas del pensamiento tradicional neoescolástico español  habrían tenido también una gran importancia en la justificación de los ideales revolucionarios de los patriotas. Los hispanoamericanos que lucharon contra los realistas no sólo habrían defendido el proyecto de independencia liderado por los Padres de la Patria, Simón Bolivar, Sucre, San Martín, Artigas, Francia, Morelos…, sino que un sector importante de  ellos  pretendía no la independencia  y la separación de España  sino sólo la autonomía de sus países.

 Los estados- naciones  resultantes vivieron, según estas interpretaciones, la vida republicana no sólo en el marco de las instituciones representativas copiadas de Europa, sino que también pusieron a punto o reavivaron instituciones y  estructuras de sociabilidad política propias de la región y del mundo colonial anterior. Entre ellas, el caudillismo. Frente al paradigma interpretativo de Liynch, fundamentado en el origen del levantamiento por el descontento de las reformas borbónicas en la colonia (y que ha sido el dominante en los medios académicos españoles), la escuela de Guerra ha insistido en el escaso alcance de las reformas del neoimperialismo borbónico, y ha buscado la etiología de la independencia en la propia crisis interna de la monarquía española espoleada por la crítica  coyuntura de la guerra de la independencia frente a Napoleón.

Es en el contexto de esa historiografía renovada en el que Lynch ha construido su biografía de Bolivar. No sólo estamos ante una nueva visión de la vida, la obra y el legado del prócer venezolano, sino también ante un matizado e informado cuadro del significado e implicaciones del proceso independentista hispanoamericano. Más allá  de la retahíla de mitos y condenas que ha recorrido la figura de Bolívar, Lynch traza un retrato completo, objetivo, ni hagiográfico ni demonizador, del Libertador, cuya acción revolucionaria dio carta de naturaleza a seis naciones hispanoamericanas.

Como intelectual, el Bolivar de Lynch aparece como un pensador con una sólida formación cultural basada en la lectura  de los filósofos  ilustrados, sobre todo, franceses, cuyas obras conoció durante su estancia en París, y de los autores clásicos grecolatinos. En la penumbra deja el biógrafo sus sentimientos religiosos y en la más completa oscuridad su supuesta adscripción a la masonería que ni siquiera menciona ni para afirmarla o desmentirla.

Como militar, faceta que el propio Libertador consideró como su más genuina aportación, la minuciosa descripción que hace el hispanista británico de sus campañas bélicas durante los cerca de veinte años que duró el proceso independentista, nos transmite una valoración ambivalente. Pero el balance global es positivo como demuestra su éxito final en este aspecto.

    Y, finalmente, como político y estadista, Lynch  interpreta al prócer americano como un hombre pragmático, que quiso rebasar con su obra política los intereses del grupo social criollo al que pertenecía. Pero no en  el sentido de implantar en la América liberada profundas transformaciones revolucionarias, sino en el de realizar una obra reformista con la aplicación de una limitada libertad e igualdad en las nuevas sociedades  republicanas. Lo que ni siquiera pudo conseguir por los obstáculos y la oposición tanto de los criollos como de las clases populares, dificultades que le llevaron a unos planteamientos centralistas  y autoritarios que terminaron en el fracaso y en su propio  exilio.

                                            HUGO BOLÍVAR
                                                     J. A. V. I
El legado de Bolívar ha sido mitificado incesantemente desde el mismo momento de su muerte. No sólo por las nuevas naciones que él contribuyó a crear, sobre todo, por su patria de nacimiento, Venezuela. En los años sesenta el castrismo en su lucha contra el imperialismo norteamericano promovió el culto a su memoria por su lucha por la liberación nacional y por promover en el Congreso de Panamá una unidad supraestatal entre todos los países hispanos de América. Hugo Chávez, por su parte, lo ha convertido en el símbolo de su régimen, que ha pasado a denominarse  Republica Bolivariana de Venezuela, viendo en él, además de lo anterior, el luchador por las clases populares y oprimidas. Lo que si,  por una parte, casa mal con la interpretación que Lynch nos proporciona en esta biografía del Libertador, por otra no parece entrar en contradicción con  la idea eje del pensamiento político bolivariano de que la América hispana no debía copiar literalmente los sistemas políticos representativos europeos, sino adaptarlos, implantando los suyos específicos, acordes con la realidad genuina de sus sociedades. Ni  tampoco  parece ser contradictorio  con la tendencia a la centralización del poder y la idea de un ejecutivo fuerte  que Chávez defiende, aspectos que Bolívar también vio como instrumentos necesarios para  la transformación de los nuevos Estados.

 

                                       BOLÍVAR VISTO POR MARX
                                                            J. A. V. I
              Bolívar ha sido un personaje mitificado positivamente por unos, pero también  condenado duramente por otros.. Una de las más importantes biografías sobre el Libertador, la de Salvador de Madariaga, fue escrita en clave rigurosamente  crítica con su obra.  En el repaso que Lynch hace del legado de Bolívar se olvida  de una de  esas condenas, quizás la más dura,  que se ha vertido sobre su vida y su obra, emitida nada menos que por Marx en un  ensayo biográfico que era un encargo destinado a ser publicado en un enciclopedia norteamericana, titulado “ Bolívar y Ponte”.En él  llega a calificar a Bolívar  de  “vil dictador” de la causa aristocrática.  Marx se inspiró para escribirlo en varias obras detractoras de la persona y la obra de  Bolívar depositadas en el Brithis Museum de Londres, obras que contenían numerosos datos históricos incorrectos. El propio Marx reconoció, incluso, a  Engels los defectos de su ensayo. 
  (Artículo publicado en el suplemento Cultura de la Nueva España de Oviedo)   
 

lunes, 10 de noviembre de 2014

El Regreso de Prometeo


                              EL REGRESO DE PROMETEO

                                                           

                                                         JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS

 

     
 Entre  la toma de la Bastilla (1789), acontecimiento revolucionario que simbolizó el inicio de la Revolución francesa y con ella los primeros conatos de llevar a cabo el ideal comunista,  y la caída del Muro de Berlín (1989) que, en sentido contrario, marcó el inicio de su derrumbe, transcurren los 200 años de vida de uno de los movimientos políticos más importante  de la historia del siglo XX. Ése es el período que recorre esta  magna obra del historiador y profesor de Oxford, uno de los más profundos conocedores de la historia del comunismo,  David Priestland, Bandera Roja. Historia política y cultural del comunismo (Editorial Crítica, 2010).

           
El  hecho de que este libro- que, sin duda, va a ser a partir de ahora una obra de referencia inexcusable para comprender la naturaleza y evolución  histórica de aquel movimiento ideológico-político- haya aparecido veinte años después aquella simbólica fecha de la caída del socialismo realmente existente no es sólo – que también- consecuencia de la magnitud de su empeño y de la reciente apertura de los archivos soviéticos y chinos, sino, más bien, de que desde entonces las cosas han cambiado y ciertamente no poco.

 El “final de la historia” con el que aquel ideólogo de cuyo nombre ya nadie quiere hoy acordarse   trataba de anunciar el triunfo definitivo del capitalismo neoliberal sobre el socialismo, ha dejado paso en estos veinte años a la más grave crisis económica que ha padecido sistema capitalista en setenta años (después de la del 29) arrojando incluso sombras sobre su propia viabilidad. Por eso ha sido  este nuevo contexto histórico el momento idóneo  para revisar la historia del comunismo y tratar de explicar no sólo la razón histórica del origen, evolución  y  final del movimiento. Movimiento que, como el Prometeo mítico que robó el fuego a Zeus  para dárselo como regalo  a los hombres y, al hacerlo, les aportó el conocimiento y el progreso, buscó  liberar a la humanidad conciliando la igualdad con la modernidad. Pero también para plantearse, a la luz  de esa comprensión histórica, la posibilidad o no de que bajo otras formas pueda  reaparecer de nuevo.

            Para lograr esos propósitos, el historiador británico ha querido situarse fuera de los paradigmas historiográficos desde los que se han venido dando las interpretaciones de la historia del comunismo. Esto es: más  allá de las  interpretaciones de  la izquierda basadas en la teoría ideológica  marxista o de aquélla que entendió el comunismo como un movimiento de racionalización de sociedades atrasadas y que tuvo en el historiador británico E. H. Carr su principal adalid. Y lejos también de las de los anticomunistas de  la derecha- y algunos de la izquierda como los trostkistas- que consideraron la esencia del comunismo como una  historia de terror y represión, y que han tenido su máximo auge con la hegemonía ideológica neoliberal tras la globalización capitalista.

 La interpretación de Priestdland,  se mueve, en cambio, siguiendo la tradición historiográfica anglosajona, más en el terreno empírico que teórico. El comunismo como expresión de una intensa voluntad ideológica nacida de un poderoso ideal de igualdad y modernidad y llevada a cabo por un sector de revolucionarios como respuesta  a unos contextos  históricos específicos en que se han combinado en dosis diferentes en cada caso las desigualdades extremas, las estratificaciones sociales rígidas, las desigualdades internacionales, el imperialismo o  la guerra.    

    Desde esa perspectiva metodológica, nuestro historiador realiza un análisis cronológico del movimiento comunista desarrollado en cuatro etapas. Desde la de su origen con el  protocomunismo de la etapa jacobina de la Revolución francesa y la formación ideológica y política del socialismo marxista  con Marx y Engels y la II Internacional  a la de  su fase terminal con la implosión en la etapa de Gorbachov del comunismo soviético y con él la de todo el mundo comunista realmente existente. En medio, están la etapa propiamente comunista con la revolución  soviética de 1917 con centro en Moscú y el marxismo-leninismo como ideología; y, tras la caída de los imperios que trajo la segunda guerra mundial,  la de su extensión fuera de Europa, por Asia, América Latina y África, aliado con el nacionalismo y dando origen a la aparición de nuevos centros del movimiento en Pekín y La Habana Etapa que coincide con la esclerotización del comunismo en la Unión Soviética en su fase  estalinista con su violencia represiva que provocó una reacción de condena por parte de un sector de  los partidos comunistas occidentales y algunas ramas del movimiento comunista.    

    El contenido de ese análisis no se limita, además, a la acción político-ideológica de los comunistas, sino también  examina  las actitudes y reacciones de las  poblaciones en las que éstos consiguieron implantar sus regímenes. Del  mismo modo que, más allá de lo que es habitual en esta clase de obras, abarca también un recorrido por la historia cultural del comunismo realizando unos excelentes análisis de las obras literarias, artísticas y cinematográficas más importantes  en que se manifestó la ideología y la acción política del movimiento. 

            El resultado no es un abrumador e indigesto cúmulo de datos, sino una catarata de información clara y bien organizada que está, además, expuesta, no con un estilo académico y plúmbeo, sino ágil y diáfano. Muchos de esos datos, aunque ya nos sean conocidos, están analizados casi siempre con una  visión nueva y original- en algunos casos hasta discutible- y muchos otros son inéditos y  nos proporcionan explicaciones convincentes de algunos de los más importantes aspectos de la historia del movimiento comunista.    

            Especial interés presenta el capítulo final sobre el final del mundo comunista. Priestland  plantea en él una novedosa tesis sobre la  caída del comunismo soviético que rechaza las interpretaciones dominantes como mitos neoliberales. No fueron  las políticas de Reagan, Thatcher y Juan Pablo II unidas a la presión popular las causas de la implosión comunista, sino que el factor realmente determinante del proceso estuvo en  las torpes maniobras de un sector de la elite del partido.     

  ¿Tiene futuro hoy el movimiento comunista? La respuesta del historiador británico es coherente con sus planteamientos y el contenido de su análisis. Bajo la forma de marxismo-leninismo, ninguno; pero bajo otras formas en las que se logre combinar la racionalidad y la igualdad con la libertad, existe alguna posibilidad si vuelven  a darse algunas de las condiciones como las que provocaron su origen y desarrollo. Y lo cierto es que hoy, ante la irracionalidad social y ecológica cada vez más evidente del capitalismo globalizado, para algunos sectores de las elites intelectuales y políticas y de la población, Prometeo todavía  sigue teniendo futuro.  

(Publicado en Cultura , suplemento cultural de La Nueva España (Oviedo)

viernes, 7 de noviembre de 2014

La privatización de las pensiones en España


                                      LA PRIVATIZACIÓN DE LAS PENSIONES

                                                             Julio Antonio Vaquero iglesias

 

 La Comisión encargada por el Gobierno conservador español  de elaborar un borrador para la reforma del sistema de pensiones, acaba de entregar su propuesta definitiva. Como no podía ser de otro modo, dada su sesgada composición integrada en su mayoría por  los que Rajoy  denomina “expertos”,  pero que, en realidad no sino tecnócratas vinculados a la banca, las compañías aseguradoras y de gestión de fondos de pensiones, el contenido de su informe propone, bajo la coartada de la  necesidad “imperiosa” de la sostenibilididad del sistema, un profundo recorte de las pensiones actuales y futuras. No es casualidad que, tal informe haya sido aprobado por la mayoría de los componentes de la comisión y solamente  hayan votado en contra, abstenido o votado con reservas los tres únicos miembros independientes de esos  intereses.(Incluso, el  representante de CC.OO ha votado a favor del informe, aunque con reservas. ¡Venga Marx y lo vea!). Encargar y pedir objetividad  a una comisión  tan  vinculada a los intereses que están en contra del sistema público de pensiones, es algo así como poner a la zorra (sin perdón ) al cuidado del gallinero y pretender que no termine por esquilmarlo.

Se llega, incluso, proponer en este borrador definitivo como una de las alternativas a un sistema de pensiones a la baja que recomienda desligar su revalorización del IPC, vincular su cuantía  a la situación de las cuentas públicas y a la esperanza de vida, la necesidad o conveniencia de complementar la pensión pública con el recurso a los fondos de pensiones y planes jubilación como elementos compensadores  de un sistema insuficiente: esto es, el inicio del proceso de privatización del sistema. Como si para la mayoría de los futuros pensionistas con los salarios devaluados por los drásticos recortes y las consecuencias de  reforma laboral, esto fuese posible. Como imposible sería también  para los ya jubilados que pagaron con sus cotizaciones pasadas lo que están hoy recibiendo y que de ningún modo pueden considerarse como  una prestación gratuita del Estado. Y hasta  en el colmo de la desfachatez, la referencia a unas condiciones más comedidas y unas condiciones justas y objetivas para concedérselas sin ningún privilegio a nuestros políticos desaparece de este último borrador, sustituida con una frase de cortesía que apela al sentido de la justicia de nuestros tribunos para que éstos procedan a establecer las normas para su autoconcesión  como si la experiencia que tenemos sobre la conducta de “aves de rapiña” que viene demostrando  una parte (no minoritaria)  de ellos, permitiese confiar en una justa autorregulación  por su parte.

            Lo cierto es que, con la justificación de la imposición de Bruselas, el Gobierno del PP, trata de hacer realidad una reforma del sistema público de pensiones que no incluía el programa explícito con que concurrió a las elecciones. Pero que  es fácil deducir que sí responde al programa oculto plenamente neoliberal que el Partido conservador  está tratando de implantar en nuestro país. De consumarse esta propuesta de reforma del sistema público de pensiones, estaríamos,  tanto ante una mentira más de Rajoy  y su gobierno como de un fraude electora- como ha ocurrido con otras muchas de sus reformas- que entra en contradicción flagrante con la letra y el espíritu de la Constitución.

 Que esto es así, esto es  que el texto aprobado responde a los intereses de la banca y las compañías aseguradoras, lo demuestra que esta propuesta sobre las pensiones es muy similar a la que ya se venía proponiendo y divulgando desde FEDEA, que es la fundación de estudios económicos patrocinada por los mayores  bancos, cajas de ahorro y grandes empresas de España. Desde hace ya algunos años sus “expertos” vienen tratando de convencer a la opinión pública a base de repetirlo machaconamente en informes y medios de comunicación (como precisamente están haciendo ahora en este momento) el mantra de la inviabilidad de ese sistema público de pensiones como consecuencia del envejecimiento progresivo de la población. Población envejecida que duplicará en unas décadas el gasto en pensiones (del 8%  actual al 15% del  PIB en 2050). Pero que, en realidad, es un gasto que, además de estar por debajo de la media del de la Unión Europea, es, como demuestran economías como la italiana, perfectamente asumible .por la economía española Además de que  tales “expertos”, los de FADE y los que han elaborado este sesgado informe, olvidan un factor  como es el de los posibles previsibles y posibles de la productividad que puede permitir  eliminar el posible desequilibrio entre trabajadores y dependientes. Les recomiendo la lectura del clarificador libro de Vicenç Navarro y Juan Torres, Lo que debes saber para que no te roben la pensión (Espasa, 2013), en el que, en “en román paladino”, se echan abajo  todas manipulaciones y tergiversaciones de ese discurso que se pretende objetivo y realista, del “sentido común” rajoiniano, pero que no es sino el encubridor de aquellos que lo que  realmente quieren es privatizar el sistema público de pensiones.

 Si el Gobierno de manera precipitada, casi con nocturnidad y alevosía, en medio de una reforma en marcha de las pensiones, y sí se sabe bien por qué, pretende llevar a cabo esta reforma privatizadora del sistema público de pensiones que supondrá de hacerse realidad  el empobrecimiento de los presentes y futuros pensionistas, así como una vuelta de tuerca más en el camino de la desigualdad que está imponiendo la política neoliberal de este Gobierno, que los nueve millones de votantes pensionistas lo tengan en cuenta y se lo demanden por  sus promesas incumplidas a la hora votar en las próximas elecciones generales.    

( Artículo publicado en las páginas de opinión de La Nueva España de Oviedo)

miércoles, 5 de noviembre de 2014

La tercera España laica


                                     LA TERCERA ESPAÑA LAICA

                                                        JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS

 


 

¿Cuál es la situación del laicismo en España? ¿Qué modelo de laicidad sería el más idóneo parra nuestro país? La respuesta a estas dos preguntas está, sin duda, vinculada a la evolución histórica de las  tormentosas relaciones que han mantenido en España   Estado e  Iglesia. Por lo tanto,  para darles un contestación fundamentada no sólo  es conveniente, sino necesario conocer cuál ha sido la trayectoria histórica, sobre todo, en la etapa contemporánea, de esas relaciones.

            Del mismo modo,  proponer un modelo de laicidad idóneo para nuestra país  exige también previamente conocer en profundidad los diferentes modelos de laicidad  y de laicismo que existen hoy en los  países europeos de nuestro entorno..Sobre todo ahora  cuando el  laicismo clásico está experimentando en los más importantes países europeos una gran mutación ante las nuevas realidades que nos ha traído la globalización. El pluralismo religioso proveniente de la intensa ola de inmigración, por una parte, y, por otra, la oleada de neofundamentalismo y neointegrismo que inunda las religiones tradicionales - impulsado dentro la Iglesia católica por el papa Ratzinger-, han originado la aparición de un “nuevo laicismo” que rebasa los planteamientos  del laicismo clásico basado en la neutralidad religiosa del Estado, la garantía de la libertad religiosa y de libertad de conciencia y la separación de Estado.- Iglesia y confesiones religiosas. Es una nueva fórmula de  laicismo religioso, inclusivo o de mediación que busca la integración y el reconocimiento de  la Iglesia y de las confesiones religiosas dentro del Estado como sujetos de una cultura pública más, no reducido exclusivamente al ámbito de lo privado. Aunque, de manera reactiva, no dejan de estar presente en esos países también importantes sectores de intelectuales y políticos  laicistas que siguen defendiendo las posturas del laicismo clásico, bien excluyente, bien  de neutralización..

            A responder a todas esas cuestiones  están dedicados los tres libros que vamos a comentar aquí. Cuestiones que son, sin duda, de una gran actualidad en España, donde por nuestra herencia histórica todavía estamos en una fase de construcción de la laicidad y nuestra jerarquía eclesiástica—o un sector de ella que domina la Conferencia Episcopal Española como demuestra la reciente elección para su presidencia del líder de esa tendencia, monseñor Rouco-mantiene unas decididas actitudes  neofundamentalistas. Alguien podría caer en la tentación de pensar que habríamos pasado sin solución de continuidad  de la defensa por la Iglesia española del no lejano nacionalcatolicismo del franquismo al actual neointegrismo. Lo que sería no sólo inexacto sino también injusto. Porque no sólo un amplio sector de la Iglesia jerárquica española  se adaptó y apoyó durante la etapa final del franquismo la  renovación del Vaticano  II y contribuyó a poner fin a la dictadura, sino también porque la institución católica es algo más que la jerarquía eclesiástica y entonces como hoy  existen importantes sectores  dentro de la Iglesia española que mantienen una actitud opuesta a esa tendencia neonacionalcatólica  que domina entre  su  jerarquía eclesiástica   

            Rafael Díaz.-Salazar, profesor de Sociología de la Universidad Complutense y uno de nuestros más destacados estudiosos de la obra de Gramsci, en su  España laica traza un cuadro bastante completo de la situación del laicismo en Estaña  en el marco del contexto del laicismo europeo, concretamente del francés y el italiano. Y lo hace desde una perspectiva teórica habermasiana, con la mirada del sociólogo y el enfoque  ideológico del catolicismo progresista.

Las dos más importantes plataformas laicistas que se han constituido en España, nos cuenta Díaz- Salazar,  responden a los dos modelos de laicidad que defienden  los dos partidos de la izquierda española. La Plataforma por una Sociedad Laica  está vinculada al PSOE y mantiene un discurso ideológico en consonancia con el laicismo  clásico liberal, aunque algunos de sus miembros como Luis  Gómez Llorente y Antonio García Santesmases  mantienen posturas más cercanas a ese nuevo laicismo de inclusión que emerge en otros países europeos. Por el contrario, la Coordinadora Laicista está  relacionada con las posiciones en esta cuestión del PCE e Izquierda Unida y defiende un laicismo de exclusión que no acepta  el reconocimiento de la Iglesia y  las confesiones  religiosas como entidades públicas, sino solamente el derecho de las personas individuales a la libertad religiosa.

            Superando la oposición entre las posiciones de  estos dos movimientos  laicistas y la del  neointegrismo de la Conferencia Episcopal Española,  Díaz- Salazar mantiene una tercera postura, algo así como una Tercera España laica, que plantea para  nuestro país un modelo de laicismo religioso inclusivo y una laicidad  que suponga el reconocimiento  del catolicismo como  una cultura pública más de la que participa un importante sector de españoles, la cual en deliberación participativa con las otras confesiones religiosas y las culturas agnósticas y ateas,  contribuya  a establecer unos mínimos  éticos que  refuercen el  vínculo social entre los españoles e impregnen no sólo las instituciones, sino también la sociedad civil, articulando así una necesaria diversidad religiosa,  ideológica y cultural.

            El principal obstáculo para poder avanzar hacia ese modelo de laicidad  que propone el autor resude, en primer término, en la actitud fundamentalista de la  jerarquía eclesiástica, a la que fustiga duramente, así como a los medios de movilización que utiliza. Entre ellos, la COPE, cuya línea político-ideológica juzga, con razón, en  términos de gran dureza:” (…) El problema de la COPE   no es sólo su unidimensionalidad  ideológico- política extrema que ni siquiera recoge el pluralismo católico, sino la emisión de una permanente crítica airada y deshonesta- que en más de una ocasión manifiesta  una filosofía del odio político- y la difusión de una cultura radiofónica  del insulto y la descalificación (…)”. (página 188),

 Pero también se opone a ello la propia tibieza de la política religiosa del Partido socialista que  no denuncia los Acuerdos con el Vaticano. Lo que es condición previa y  necesaria  para poder avanzar hacia cualquier otro  modelo de laicidad estable  moderno o clásico. Y cuyo contenido, además, a pesar de la opinión de algunos sectores del partido, más proclives hacia ese  “nuevo laicismo que emerge en otos países europeos, se mantiene   en la línea del laicismo liberal clásico.

 

                                LAS POLÍTICAS DE LAICIDAD
                                                J. A. V.  I.
Díaz- Salazar propone adoptar unas medidas concretas de  política religiosa.  Se debe establecer la rigurosa neutralidad religiosa e ideológica de. Estado..En cuanto a la financiación, el Estado debe practicar la cooperación económica  con todas iglesias y confesiones que estén presentes en la sociedad civil. No sólo por coherencia con el actual mandato constitucional, sino como rasgo  inherente a su modelo de laicismo inclusivo. Respecto a la enseñanza de la religión en la escuela  es  partidario de extender al nivel primario y  de bachillerato, la triple opción que se ha implantado en la ESO:( asignatura confesional de  Religión de libre elección, asignatura alternativa o  estudio tutelado)..Pero, al modo francés, considera que sería necesario  implantar una asignatura de Religión obligatoria no confesional,  de base científica e impartida por  profesores seleccionados y pagados por el Estado.
    

  
                                        EL MITO DE CONVADONGA
                                                                J. A. V. I

   Religión y política en la España contemporánea  es un libro colectivo dirigido por la hispanista Carolyn Boyd  que reúne un valioso conjunto de trabajos sobre las relaciones Iglesia.-Estado en las dos pasadas centurias. Desde la posición privilegiada que la Iglesia española tuvo durante el  régimen de la Restauración a cambio de legitimarlo  hasta su reconversión en el tardofranquismo, pasando por el modelo de relaciones del nacionalcatolicismo del franquismo que permitió a la institución eclesiástica seguir siendo una institución hegemónica de la sociedad y  un pilar de la dictadura. Proceso histórico que es también objeto de un aprovechable análisis crítico de  Díaz- Salazar  en su El factor católico en la política española. .Una de las formas del clericalismo de la Iglesia española en esos siglos ha sido en el plano simbólico construir un discurso religioso y desarrollar una religiosidad que vinculan la identidad  nacional y regional a las devociones marianas. El bien documentado y excelente análisis que realiza Carolyn Boyd del caso paradigmático del culto a la virgen  de Covadonga es un buen ejemplo de ello.  
   ( Artículo publicado en Cultura, suplemento cultura de La Nueva España ( Oviedo)