jueves, 27 de noviembre de 2014

EL NUEVO REPUBLICANISMO

                                 EL NUEVO REPUBLICANISMO

                                                   JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS


 







Como cada  abril, desde  aquel fundacional de 1931, la Segunda República cumple este mes un nuevo e inexorable aniversario. Pero esta vez es el primero después de su 75 cumpleaños. Y quizás, pasado ya el umbral de los  tres cuartos de siglo y la frontera de un nueva centuria y milenio, sea un momento idóneo otra vez para  preguntarse, tras tantos cambios y mutaciones históricas, qué es lo que es hoy la ideología y el ideal republicanos.

 El fracaso y caída del socialismo real y los desequilibrios y aumento de las desigualdades  que trajo en estos últimos decenios la ola de capitalismo globalizado neoliberal, han tenido  graves consecuencias todavía hoy vigentes  que han obligado a replantearse los presupuestos y estrategias de la izquierda. Por una parte, el fin del  consenso  social que, tras la Segunda Guerra Mundial, condujo a la constitución del Estado de bienestar. Y con él el intento por los estados mayores del capitalismo mundial  de su eliminación o su recorte máximo hasta rozar los límites de la cohesión social. Y, por otra, la percepción cada vez más nítida  por los ciudadanos de la  degradación  acentuada de la democracia liberal y su obsolescencia para dar solución a los  nuevos y graves problemas políticos, económicos y sociales que vive la humanidad en esta convulsa etapa de su historia.

El viejo-nuevo republicanismo

No es extraño que ante ese escenario hayan surgido nuevas propuestas por parte del pensamiento de izquierda que van más allá, tanto de los planteamientos del fracasado socialismo real de economía centralizada y totalitarismo político como de los ideales de la socialdemocracia del Estado social dentro del marco de las democracias liberales. La historia ha sancionado la muerte del primero, y la inviabilidad de la propuesta reformadora de la socialdemocracia parece que ha fracasado como solución estable y permanente para la domesticación del capitalismo. O al menos así entienden hoy muchos teóricos y políticos de la izquierda  tras el curso que han seguido  los acontecimientos.

 Aparte de ese monstruo híbrido de la llamada Tercera Vía  que no es sino el resultado de un cruce “antinatura”  entre el socialismo y el liberalismo económico, la propuesta que está teniendo un cierto desarrollo hoy en el campo de la filosofía y el pensamiento políticos (en la práctica desde luego, menos) de la izquierda es precisamente esa tendencia que ha venido en denominarse republicanismo o neorrepeublicanismo.

 Este pensamiento neorrepublicano hunde sus raíces en la tradición republicana clásica que entendía la democracia como el gobierno de los pobres. Esa tradición fue el tronco ideológico común del que se nutrieron después teóricos políticos del Renacimiento como Maquiavelo, y posteriormente algunos de los más importantes representantes  de la Ilustración y los revolucionarios franceses más avanzados como Robespierre. Y, finalmente, también  parte de la tradición y el pensamiento  socialista hunden sus raíces en ese republicanismo histórico como fue el caso del propio Marx.

 Como ha demostrado Antoni Doménech (2004), esa tradición  socialista del republicanismo democrático fue recogida por los regímenes parlamentarios que surgieron tras la Primera Guerra Mundial y sobrepasaron los meros regímenes liberales constitucionales del siglo XIX. Sus  epígonos  fueron la República de Weimar y  la II República española. Los Parlamentos  en esos  sistemas políticos parlamentarios siempre tuvieron  competencias para limitar la propiedad privada y transformarla en  propiedad social en función de los intereses generales de la ciudadanía. Sin embargo, tras la Segunda Guerra Mundial, la contrapartida al pacto entre capital y sindicatos que se plasmó en el Estado de bienestar, fue la renuncia  por parte de los Parlamentos a  las competencias sobre la propiedad social. Y con ello vino el fin de la tradición social republicana hasta hoy en que  ese pacto ha comenzado a tambalearse con las políticas económicas neoliberales.       

El neorrepublicanismo se define hoy como un pensamiento contrario, antagónico, de las otras dos grandes tendencias de la filosofía política actual. Es un pensamiento contrario al comunitarismo que  enfatiza el papel de la comunidad en la tarea de formar y definir a sus miembros. Y lo hace  tanto contra  su versión multicultural como la nacionalista. Desde el republicanismo de orientación socialista, es en España Félix Ovejero Lucas (2006) el filósofo político que ha llegado más allá en la crítica del nacionalismo.

Rechaza Ovejero no sólo la existencia de verdaderas  naciones en el supuesto de que son inventadas  por el nacionalismo cultural o étnico. Sino que  niega  también con un gran fundamento y racionalidad desde lo principios de la izquierda, su premisa mayor. Aun si la nación cultural o étnica existiera por sí y no fuera una mera construcción o una burda invención de los nacionalistas, de ello no podría deducirse según él, desde los valores cívicos y igualitarios de de un republicanismo de izquierdas, su derecho a asumir la soberanía política. Porque el sujeto de ésta deben de ser  todos los ciudadanos y no sólo los pertenecientes a un determinado pueblo o cultura. De ahí que Ovejero no considere compatible ser a la vez nacionalista y de izquierdas. Su posición la define expresivamente aquel chiste de El Roto en el que un nacionalista lee con aceptación un cartel electoral que exhibe la siguiente leyenda: “Defiéndete de los intrusos. Vota Cromagnon”. 

 Pero el pensamiento político neorrepublicano también niega los principios del  reciclado liberalismo clásico que campea hoy  bajo la fórmula de neoliberalismo. Y, en sentido inverso, el desarrollo de sus premisas ideológicas implica un claro acercamiento al socialismo y a la concepción radical de la democracia que lo diferencia sustancialmente de la democracia realmente existente y de los principios del liberalismo.

 La nueva-vieja ideología republicana entiende que ésta, la democracia liberal realmente existente, no es sino un  procedimiento para la elección de las élites gobernantes cada cierto período años, sin referencia a ningún contenido político positivo Aleja, por ello, más que fomenta la participación ciudadana en el gobierno del demos y, con ello, permite en nuestras sociedades  la supremacía de los  poderes económicos y demás poderes fácticos a través de la presión social y mediática. La democracia liberal impide, por tanto, el ejercicio de una verdadera ciudadanía activa en el marco de una democracia deliberativa que haga realidad el autogobierno de los ciudadanos. Éste es el modelo político al que aspiran los neorrepublicanos. Sólo dentro de una democracia de esa clase se podría conseguir  la realización de la verdadera y auténtica  libertad e igualdad. Esto es, las condiciones necesarias para el objetivo final que debe  pretender  toda sociedad política  que es la autorrealización de sus ciudadanos.

Libertad e igualdad republicanas

“Verdadera y auténtica libertad e igualdad”, hemos escrito porque una y otra la entiende esta ideología de manera diferente  a como  lo hace el pensamiento liberal La libertad del neorrepublicanismo no es la libertad negativa del liberalismo. No se es libre, como proclama éste, sólo cuando nuestras acciones no están obstaculizadas por cualquier interferencia de terceros; sino que la libertad hay que entenderla en sentido positivo.

 Se es libre sólo y cuando (Ph. Pettit, 1999) no se está subordinado a nadie y cuando se poseen las condiciones materiales para poder elegir. La condición necesaria de la libertad es la ausencia de dominación. Y ésta, la dominación, está estrechamente vinculada a la falta de medios materiales. La desigualdad social impide la libertad. “El hombre, escribió Marx, que no dispone de más propiedad que su fuerza de trabajo ha de ser, de forma necesaria, en cualquier estado social y de civilización, esclavo de otros hombres (…). Y no podrá trabajar ni, por lo tanto, vivir, si no es con su permiso”. De ahí que los neorrepublicanos, en mayor o menor grado, propongan medidas para eliminar la desigualdad social y conseguir una sociedad igualitaria. Desde evitar los excesivos desequilibrios sociales hasta la búsqueda de una sociedad anticapitalista, pasando por la propuesta de un subsidio universal o renta básica para todos y cada uno de los ciudadanos (Daniel Raventós, 2001).

¿Es neorrepublicano Zapatero?

José Luis Rodríguez Zapatero ha mencionado, como es sabido, varias veces al ideario neorrepublicano como una de  las fuentes ideológicas de su pensamiento político. Y se ha confesado como un lector estudioso y aplicado de la obra de Philipp Pettit. Sin embargo, ese “enfant terrible” del pensamiento neomarxista- neoleninista casi podríamos decir- que es  Slavoj  Zizec ha calificado recientemente a Zapatero como gobernante de la Tercera Vía. Y no le falta cierta razón si atendemos a algunas de las ambiguas medidas de su gobierno.

            Tal discordancia, ¿es la diferencia entre lo que se pretende ser y lo que realmente se es? ¿O es la que existe entre lo que se pretende ser y lo que realmente se puede hacer? La respuesta depende, claro está, de la ideología y las expectativas políticas de cada ciudadano.

 Pero lo que si es cierto e indudable es que si Zapatero quiere ser considerado como un neorrepublicano consecuente  tiene una hercúlea  obra  por delante. Repasemos algunas de esas tareas simplemente a título ilustrativo. Para avanzar en el camino de la democracia deliberativa y la ciudadanía activa,  ¿por qué no comenzar por  democratizar  a fondo  el funcionamiento interno de su propio partido?  O para que los jóvenes “mileuristas” y “precaristas” españoles puedan ejercer una verdadera libertad republicana, ¿por qué no tomar medidas más radicales que las que se han adoptado para solucionar el problema de las condiciones leoninas de trabajo y el de la imposibilidad del acceso al disfrute de una la vivienda que padecen una  mayoría de ellos y  los convierte en inquilinos forzosos de sus padres y en casi esclavos de sus empleadores?  ¿O por qué no tratar de poner fin a la partitocracia imperante y estimular los espacios deliberativos de la democracia? ¿O adoptar las medidas pertinentes para que esas abrumadoras cargas de las hipotecas y sus intereses no nos conviertan a una gran mayoría de ciudadanos en rehenes de los bancos para toda nuestra vida? ¿Y por qué no abandonar el accidentalismo en cuanto a la forma de gobierno y defender la vieja tradición republicana del Partido Socialista?  … .


 Sólo tratando de dar solución a   problemas básicos como los mencionados que atañen directamente a la libertad e igualdad, tal y como las concibe el nuevo republicanismo, se podrían eliminar las dudas de si Zapatero es o no un gobernante neorrepublicano realmente  o sólo de talante. Sólo así, remedando el famoso dictum de Indalecio Prieto, podría decir él que es socialista a fuer de ser un nuevo republicano cabal.

Philipp Pettit (1999), Republicanismo: una teoría  sobre la libertad y el gobierno .Editorial Paidós

Daniel Raventós (2001), El derecho a la existencia. La propuesta del subsidio universal garantizado. Editorial Ariel

Antoni Doménech (20004), El eclipse de la fraternidad. Editorial Crítica

Félix Ovejero Lucas (2006),  Contra Cromagnon .Nacionalismo ,ciudadanía, democracia. Editorial Montesinos

 

 

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