martes, 18 de noviembre de 2014

Simón Bolívar y la independencia hispanoamericana


SIMÓN BOLIVAR Y  LA INDEPENDENCIA HISPANOAMERICANA

                                                           JULIO ANTONIO VAQUERO

Simón Bolívar


                A los inmigrantes hispanos que viven entre nosotros. Con mi sentimiento de fraternidad en las próximas fiestas, que muchos de ellos deberán pasar  separados de  sus seres queridos

 La biografía de Simón Bolívar en el marco de la nueva historiografía sobre la independencia

         En 1808, con  el vacío de poder originado en la monarquía hispana por la guerra de la independencia,  se inicia el proceso de liberación de nuestras colonias americanas continentales que culminará simbólicamente en 1824 en la derrota de los realistas en Ayacucho. Con esta derrota los españoles perdían el último reducto colonial  en su poder, el virreinato de Perú. Estamos, pues, en vísperas de la conmemoración bicentenaria del inicio del proceso de la independencia, y parece oportuno  y de interés  trazar un sumario estado historiográfico de la cuestión que vamos a realizar a partir del análisis de la última biografía de Simón Bolívar, el Libertador, escrita por el historiador e hispanista británico Jonh Lynch:  Simón Bolivar.  Crítica, 2006.

            Desde los años sesenta, la interpretación   dominante procedente de  las historias nacionales de los países surgidos del proceso de independencia comenzó a ser  superada por una historiografía renovada que dejaba a un lado la visión idealizada que el enfoque nacionalista proponía. Éste  entendía que la  nación y el pueblo hispanoamericanos,  conducidos por los Padres de la Patria y la élite criolla, habrían sido los sujetos  protagonistas de la independencia frente a la opresión colonial de la monarquía española. En los años sesenta, en el contexto de la descolonización y el triunfo de la revolución cubana, esa interpretación no fue ya de recibo. Los historiadores  comenzaron a proponer otras que rebajaban el papel histórico de los líderes libertadores, “los hombres de bronce” como se les denominó, y a ver a los criollos como una élite que descontenta con el neoimperialismo  español  desatado  por las reformas borbónicas (Jonh Lynch), dirigió el proceso independentista en su beneficio, lo que explicaba la continuidad de las estructuras económicas  y sociales en la  etapa poscolonial y abonaba la teoría de la dependencia de América Latina que dominaba  en esos años.     

            La ola democratizadora que a partir de los años ochenta  inundó América Latina tras las oprobiosas dictaduras militares supuso un punto de inflexión en esa historiografía de la independencia. Además de seguir manteniendo en un segundo plano el papel de los Libertadores, se insistió ahora por los historiadores americanos y europeos en  las posiciones que ante el proceso independentista habían mantenido los grupos marginales y subalternos como los pardos (negros y mulatos libres), los esclavos negros, los indígenas, los  llaneros, y también en la actuación e ideología  de los no patriotas, los realistas. Pero, sobre todo, en la búsqueda de antecedentes para esa ola democratizadora del continente, se analizaron las ideologías de los sublevados, no sólo de los líderes, y las actitudes, prácticas políticas y electorales y  sociabilidades de aquellas sociedades durante el proceso de de independencia ( François.- Xavier Guerra).

El cuadro resultante fue de una compleja gama de matices, más allá de cualquier tendencia interpretativa maniquea. La ideología ilustrada que inundaban los planteamientos de Simón Bolivar no habría sido el motor  exclusivo ni siquiera dominante de la independencia en el ámbito de las ideologías independentistas, sino que las ideas políticas del pensamiento tradicional neoescolástico español  habrían tenido también una gran importancia en la justificación de los ideales revolucionarios de los patriotas. Los hispanoamericanos que lucharon contra los realistas no sólo habrían defendido el proyecto de independencia liderado por los Padres de la Patria, Simón Bolivar, Sucre, San Martín, Artigas, Francia, Morelos…, sino que un sector importante de  ellos  pretendía no la independencia  y la separación de España  sino sólo la autonomía de sus países.

 Los estados- naciones  resultantes vivieron, según estas interpretaciones, la vida republicana no sólo en el marco de las instituciones representativas copiadas de Europa, sino que también pusieron a punto o reavivaron instituciones y  estructuras de sociabilidad política propias de la región y del mundo colonial anterior. Entre ellas, el caudillismo. Frente al paradigma interpretativo de Liynch, fundamentado en el origen del levantamiento por el descontento de las reformas borbónicas en la colonia (y que ha sido el dominante en los medios académicos españoles), la escuela de Guerra ha insistido en el escaso alcance de las reformas del neoimperialismo borbónico, y ha buscado la etiología de la independencia en la propia crisis interna de la monarquía española espoleada por la crítica  coyuntura de la guerra de la independencia frente a Napoleón.

Es en el contexto de esa historiografía renovada en el que Lynch ha construido su biografía de Bolivar. No sólo estamos ante una nueva visión de la vida, la obra y el legado del prócer venezolano, sino también ante un matizado e informado cuadro del significado e implicaciones del proceso independentista hispanoamericano. Más allá  de la retahíla de mitos y condenas que ha recorrido la figura de Bolívar, Lynch traza un retrato completo, objetivo, ni hagiográfico ni demonizador, del Libertador, cuya acción revolucionaria dio carta de naturaleza a seis naciones hispanoamericanas.

Como intelectual, el Bolivar de Lynch aparece como un pensador con una sólida formación cultural basada en la lectura  de los filósofos  ilustrados, sobre todo, franceses, cuyas obras conoció durante su estancia en París, y de los autores clásicos grecolatinos. En la penumbra deja el biógrafo sus sentimientos religiosos y en la más completa oscuridad su supuesta adscripción a la masonería que ni siquiera menciona ni para afirmarla o desmentirla.

Como militar, faceta que el propio Libertador consideró como su más genuina aportación, la minuciosa descripción que hace el hispanista británico de sus campañas bélicas durante los cerca de veinte años que duró el proceso independentista, nos transmite una valoración ambivalente. Pero el balance global es positivo como demuestra su éxito final en este aspecto.

    Y, finalmente, como político y estadista, Lynch  interpreta al prócer americano como un hombre pragmático, que quiso rebasar con su obra política los intereses del grupo social criollo al que pertenecía. Pero no en  el sentido de implantar en la América liberada profundas transformaciones revolucionarias, sino en el de realizar una obra reformista con la aplicación de una limitada libertad e igualdad en las nuevas sociedades  republicanas. Lo que ni siquiera pudo conseguir por los obstáculos y la oposición tanto de los criollos como de las clases populares, dificultades que le llevaron a unos planteamientos centralistas  y autoritarios que terminaron en el fracaso y en su propio  exilio.

                                            HUGO BOLÍVAR
                                                     J. A. V. I
El legado de Bolívar ha sido mitificado incesantemente desde el mismo momento de su muerte. No sólo por las nuevas naciones que él contribuyó a crear, sobre todo, por su patria de nacimiento, Venezuela. En los años sesenta el castrismo en su lucha contra el imperialismo norteamericano promovió el culto a su memoria por su lucha por la liberación nacional y por promover en el Congreso de Panamá una unidad supraestatal entre todos los países hispanos de América. Hugo Chávez, por su parte, lo ha convertido en el símbolo de su régimen, que ha pasado a denominarse  Republica Bolivariana de Venezuela, viendo en él, además de lo anterior, el luchador por las clases populares y oprimidas. Lo que si,  por una parte, casa mal con la interpretación que Lynch nos proporciona en esta biografía del Libertador, por otra no parece entrar en contradicción con  la idea eje del pensamiento político bolivariano de que la América hispana no debía copiar literalmente los sistemas políticos representativos europeos, sino adaptarlos, implantando los suyos específicos, acordes con la realidad genuina de sus sociedades. Ni  tampoco  parece ser contradictorio  con la tendencia a la centralización del poder y la idea de un ejecutivo fuerte  que Chávez defiende, aspectos que Bolívar también vio como instrumentos necesarios para  la transformación de los nuevos Estados.

 

                                       BOLÍVAR VISTO POR MARX
                                                            J. A. V. I
              Bolívar ha sido un personaje mitificado positivamente por unos, pero también  condenado duramente por otros.. Una de las más importantes biografías sobre el Libertador, la de Salvador de Madariaga, fue escrita en clave rigurosamente  crítica con su obra.  En el repaso que Lynch hace del legado de Bolívar se olvida  de una de  esas condenas, quizás la más dura,  que se ha vertido sobre su vida y su obra, emitida nada menos que por Marx en un  ensayo biográfico que era un encargo destinado a ser publicado en un enciclopedia norteamericana, titulado “ Bolívar y Ponte”.En él  llega a calificar a Bolívar  de  “vil dictador” de la causa aristocrática.  Marx se inspiró para escribirlo en varias obras detractoras de la persona y la obra de  Bolívar depositadas en el Brithis Museum de Londres, obras que contenían numerosos datos históricos incorrectos. El propio Marx reconoció, incluso, a  Engels los defectos de su ensayo. 
  (Artículo publicado en el suplemento Cultura de la Nueva España de Oviedo)   
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario