martes, 26 de enero de 2016

,MALRAUX DESMITIFICADO

MALRAUX DESMITIFICADO

                     Julio Antonio Vaquero Iglesias


ANDRÉ MALRAUX

        
En 1996, al cumplirse el vigésimo año de su muerte, André Malraux entró en el  Olimpo de los franceses inmortales. Sus cenizas se depositaron en el Panteón de hombres ilustres. Era el quinto escritor que ingresaba en ese templo laico de la nación francesa. Nada menos que después de Voltaire, Rousseau, Victor Hugo y Zola. Poco después aparecían dos biografías desmitificadoras del escritor, intelectual y político francés. Una, la de Lyotard que, como corresponde a un pensador posmoderno, nos presenta a  Malraux como un personaje de máscaras y contradicciones. La otra, la del periodista y escritor francés  Olivier Todd que reseñamos aquí, André Malraux. Una vida  (Tusquets, 2002), nos aporta, a través de un impresionante cúmulo de información, una visión demoledora, pero en cierta medida ambigua de la vida de su biografiado.  
En la obra de Malraux  están inextricablemente unidas ficción e historia, literatura y realidad. Pero también en su vida se mezclan ambiguamente realidad vivida y fantasía, verdad y mentira. Todd en su biografía ha sabido, con la  precisión del biógrafo- cirujano y el buen manejo de numerosas e inéditas fuentes- escalpelo, diseccionar y separar la verdad de la mentira de la vida de Malraux. Pero así y todo no consigue darnos una explicación convincente  de  esa dualidad de historia vivida/ historia contada que constituye su vida. Más bien se inclina, con cierta indulgencia, por la mitomanía del autor que por su perversidad, más por la “boutade” del genio que por la impostura del mentiroso. Juicio, por cierto, más suave que el que emitió  de él  Raymond Aron, cuya amistad y respeto intelectual cultivó Malraux: “ Un tercio de genialidad, un tercio de falsedad y un tercio incomprensible”.
         Tampoco el biógrafo logra explicarnos bien  la relación del otro par de contrarios  que atraviesa, en este caso, no la vida, sino el contenido de toda  la obra literaria de  Malraux: la mezcla de ficción e historia que constituye el eje de sus novelas. La ideología malrauxiana que sería el nexo de unión entre ambas no está tratada sistemáticamente y los análisis que realiza Todd  de sus  grandes novelas nos descubren, sobre todo, datos concretos, interesantes, sin duda, pero que no aclaran del todo lo que es fundamental entender de la biografía intelectual de Malraux. Esto es: los silencios del escritor comprometido en relación con el estalinismo, su posición frente a la ideología socialista y comunista y su giro copernicano después de 1945, cuando pasó de escritor comprometido a intelectual orgánico al convertirse en el mejor apoyo intelectual con el que contó el cesarismo gaullista.
         Así, por ejemplo, el análisis que realiza Todd de la relación que Malraux mantuvo con Trotsky es poco profundo. Admirador de las novelas de Malraux del ciclo sobre el colonialismo asiático, Los conquistadores  y La condición humana, Trotski y Malraux tuvieron una relación intelectual que terminó en ruptura por la negativa de éste a condenar los procesos de Moscú y la persecución del POUM en España. El estudio detallado de esa relación hubiese sido una buena vía, que el biógrafo  transita, pero sin recorrerla del todo, para conocer los planteamientos ideológicos del Malraux de aquella época en relación con la ideología marxista y sus planteamientos ante la guerra de España. Achacar aquella negativa a una actitud pragmática de Malraux para no causar mayor desunión en el bando republicano y tratar de mantener el apoyo de la Unión Soviética, no es suficiente. Como tampoco lo es, liquidar el papel ideológico y propagandístico que Malraux ejerció como intelectual orgánico y ministro de Cultura durante el gobierno del general de Gaulle, con una plétora de datos sobre su actuación ministerial, pero con la simple idea de que el autor de Los robles abatidos (obra dedicada al General) no creía ideológicamente en el gaullismo sin De Gaulle y sí, únicamente, en la persona y la personalidad política del mandatario francés.
         Sí conocemos, en cambio, a través de la biografía del periodista francés, una ingente información documentada sobre la vida personal y política del escritor que le permite reconstruir con toda precisión las mentiras y inexactitudes  que contó o dejó correr sobre su vida y su obra. En ese sentido, el principal personaje que creó Malraux fue el suyo y la  mejor novela que escribió fue la de su vida. Todd rastrea todas esas tergiversaciones contrastando el decir y el verdadero hacer del escritor. La acción y el hacer fueron para el autor de La condición humana los principios rectores de una existencia condenada, según él, en última instancia al absurdo. Además del  fundamento de su literatura y eje de su etapa de compromiso anticolonial y antifascista ( etapa limitada, en realidad, a un corto  periodo de tiempo en Asia y al año que participó como combatiente en la guerra civil española y a su tardía participación en la Resistencia). Pero, el decir de Malraux  transmutó ese hacer, finalmente y en gran medida, en ficción, justificable para unos en un escritor; para otros mentira  interesada de un impostor. Depende cómo se juzgue. El biógrafo no termina por decidirse por una u otra valoración. Sin embargo, algunos de sus  lectores no dudarán al emitir su juicio. Basta atender a su evolución política posterior y ello a pesar de las justificaciones literarias que, en ese sentido, realiza Malraux en sus Antimemorias. Cierto fue, en cambio, que el origen de su literatura de  creación se nutría de la experiencia vivida en su etapa de intelectual “comprometido” El resto de su obra, tras la segunda guerra mundial, en su etapa de intelectual y político “instalado”, tuvo casi como exclusivo eje el ensayo sobre el arte y su historia. Su propósito de escribir una novela sobre la Resistencia, aunque lo intentó con No, como muestra el borrador que ha manejado Todd, quedó en eso, en un proyecto inacabado.     
         La lista de esas mentiras e invenciones  es larga. Mencionemos algunas. Malraux no tuvo ninguna intervención en el Kuomintang en el marco del el enfrentamiento entre nacionalistas y comunistas chinos que noveló en las dos obras citadas más arriba. Nunca descubrió los restos de ninguna ciudad de la reina de Saba. Ni fue herido gravemente en la guerra española, como difundió en su viaje a EE UU en apoyo de la República española y en otras ocasiones posteriores. En la realidad, sólo se contusionó levemente en un accidente de aviación. Tampoco, como hizo creer, comenzó desde el inicio de la guerra su actividad en la Resistencia, sino ya en la fase final, en 1943, cuando ya podía intuirse el final favorable a los aliados, y su liberación, tras ser detenido por los alemanes, está llena de puntos oscuros. Su entrevista de tres horas con Mao, como ministro del presidente Charles de Gaulle, narrada  en las Antimemorias como de vital importancia para las relaciones occidentales con la China comunista, resultó ser una entrevista de un cuarto de hora y de puro protocolo que aburrió al líder chino.
         Como pretendía al iniciar su carrera de escritor, Malraux ha alcanzado, finalmente, la inmortalidad  con el depósito de sus restos en  el Panteón. En sentido contrario, la biografía de Todd, aun con toda su ambigüedad, desmitifica al personaje y lo convierte en hombre mortal, aunque sea como rey desnudo. Pero, así y todo, la impresión que uno tiene después de su lectura es la de que la biografía literaria, intelectual y política de Malraux sigue abierta todavía. Pero ya para siempre, del intelectual nos quedará su compromiso antifascista y del novelista,  La esperanza.
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MALRAUX Y LA GUERRA DE ESPAÑA

         Malraux fundó y dirigió la Escuadrilla España. Compró los aviones y reclutó a los pilotos. Fue, además, combatiente en ella como ametrallador, pero no su jefe operativo. El ejército republicano lo homologó con el grado de teniente coronel. Integrada la escuadrilla en la aviación republicana, Malraux realizó en 1937 un viaje por EE UU y Canadá en apoyo a la causa de la República.
         En el terreno literario, la guerra de España fue el tema de una de sus mejores novelas, La Esperanza. Cuenta en ella los primeros ocho meses de guerra hasta la victoria republicana en Guadalajara que permitía tener “la esperanza” de ganar la guerra. Entre las varias interpretaciones que ha tenido, Todd se suma a la  que considera que la novela defiende la actitud procomunista de Malraux ante la guerra. La versión española de la novela fue en realidad el film Sierra de Teruel, que trata de uno de los episodios de aquélla. Producida por el gobierno republicano, dirigida por Malraux con la colaboración de Max Aub, la película se comenzó a rodar en Barcelona en los últimos momentos de guerra y se tuvo que terminar en Francia, cuando realmente  ya había dejado de existir cualquier clase de “esperanza” de ganarla.   
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