viernes, 8 de enero de 2016

LA ESTIGMATIZACIÓN DE LOS “ROJOS”
                                                          JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
Rojos.
La representación del enemigo
en la guerra civil
Francisco Sevillano
Madrid, Alianza, 2007
183 páginas





La representación de los “rojos” por los sublevados durante la guerra civil como  “enemigo absoluto”

 La violencia simbólica, condensada en el término “rojos” con la connotación de “mal absoluto”, que difundió el ejército sublevado no fue mera propaganda instrumental para justificar la violencia práctica ejercida para aterrorizar a la población y conseguir el éxito del golpe militar en el menor tiempo posible. Fue, al contrario, un aspecto fundamental  de esa violencia y tuvo un fin en sí mismo. Esta es la tesis que defiende en este libro el historiador y profesor de la Universidad de Alicante, Francisco Sevillano, especialista en el tema de la violencia durante la guerra civil y el franquismo.
             Para ello, Sevillano reconstruye su contenido en las diversas manifestaciones  en que se expresa  esa imagen de los “rojos” y establece las pautas fundamentales que siguen los códigos de ese discurso y llega a la conclusión de que constituye una propaganda de corte totalitario como la que en ese momento está  creando y difundiendo  el nazismo y ha estudiado magistralmente Víctor Klemperer  en sus Diarios.
            La pauta fundamental que sigue ese discurso es la de considerar a los “rojos” como el “mal” en estado puro. No participan de la esencia de la identidad española, son la antiEspaña, portadores de  elementos ideológicos extranjeros corruptores de aquélla como el marxismo, el judaísmo y la masonería. Desde  ese núcleo de significado adquieren sentido todas las referencias que la propaganda  lanza de la imagen de  los que considera enemigos en el sentido radical del término, como “no humanos”,  como  enemigos “públicos”, que teorizó el pensador filonazi Carl Schmitt.
            Tal imagen de los “rojos” la constata el autor en el análisis tanto del discurso propagandístico de naturaleza propiamente literaria como en los de contenido religioso, médico y hasta humorístico y alcanza a su  más perversa elaboración en el tratamiento que da a las mujeres “rojas”, a  las milicianas.
            Si la legitimación religiosa del bando “nacional” por la Iglesia española, llevó a considerar a los “rojos” como pecadores, necesitados de redención, en el plano médico se  les atribuyó a los vencidos ser la expresión de una patología social. El psiquiatra Vallejo Nájera elaboró toda una teoría de la misma, escribiendo lindezas de este jaez : “ Apriorísticamente presumimos que los fanáticos marxistas que han combatido con las armas en la mano, ofrecerán un comportamiento esquizotímico, o variedades degenerativas de esa serie temperamental”.  La estigmatización de los “rojos”, aquella “horda criminal”, alcanzó tal grado que llegó a decirse seriamente que su  podredumbre moral se traducía en mal olor. Wenceslao Fernández Flórez escribía en 1939 en las páginas de Abc: “El olor a rojo es tan fuerte y tan típico que creo distinguir a un marxista y aun seguir su rastro con un olfato poco ejercitado. El marxismo- religión de presidiarios, de fracasados, de envidiosos, de contrahechos de vividores, de perezosos, de gente de cubil- tenía que oler así, precisamente, a conciencia podrida, que huele peor que una ballena muerta”
            Las “rojas” son en este discurso la antítesis de las “azules”, las falangistas, que son la expresión más acabada de la feminidad y  las virtudes  de la raza hispana. La caricatura de las milicianas incide en despojarlas de su condición femenina, tachándolas de marimachos y ridiculizando su manera masculina de vestir con el consabido “mono” y su comportamiento licencioso y su actividad revolucionaria. Así  las retrataba  Jardiiel Poncela: ”las mujeres “rojas son agitadoras políticas, oradoras de mitin, periodistas (…), feas conscientes de serlo; patizambas, contrahechas, bizcas y amargadas de la vida (…)”.   
    El intento de Sevillano de teorizar este discurso del “rojo” apenas queda en un esbozo, de escasa profundidad, pero el análisis de su contenido y su uso sí deja claro que constituyó algo más que un discurso instrumental para uso bélico. De hecho, fundamentó, tras la derrota republicana, la represión legal del franquismo cuyas consecuencias han llegado hasta hoy.               
 ( PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO CULTURAL DE "lA NUEVA ESPAÑA!, DE OVIEDO)




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